Hard

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Capítulo Doce

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Capítulo Doce

 

—¿Viste las fotografías que salieron en Delirium? Estoy seguro de que Dylan aparecerá por aquí en cualquier momento.

Fotografías que, a su parecer, eran demasiado intrusivas, pero no le diría a Davina cómo hacer su trabajo, después de todo, necesitaban desviar la atención de él acosando a Giselle, y si ella publicaba ese tipo de tomas, estaba bien con ello, ella era la experta después de todo, y confiaba en su talento.

—No he tenido oportunidad de verlas, pero no te preocupes por eso —murmuró restándole importancia—, sabremos manejarlo, ¿qué quieres hacer mientras tanto? Hoy no tienen ensayo, ¿verdad?

—De hecho, estaba pensando en acostarme, el autobús siempre me da sueño.

—El rey de la diversión, definitivo. —Davina apagó la laptop, poniéndola a un lado—. ¿Por qué no vienes y vemos una película? —Se estiró para alcanzar su mano.

—Uhm. —Se sentó a su lado, jugueteando con sus dedos—. Me parece bien, hace años que no veo tantas películas como últimamente contigo.

—¿Por qué?

—Al casarme, necesité más dinero, además, estaba a mitad de la universidad, así que comenzamos a cantar en más bares, sin embargo, entre bebidas y algunas drogas pasaba la mayor parte del tiempo, no recuerdo cuándo fue la última vez que vi una película completa.

—¿Qué estudiaste?

—Música. —Ella se rio, mientras ponía la película.

—Claro —susurró acomodándose a su lado, y en medio de los tempranos gritos de la protagonista de la película—. ¿Cuántos tatuajes tienes?

Instintivamente, su mano voló al primer tatuaje en su brazo izquierdo. A su Yin Yang, y el familiar dolor en su pecho le robó momentáneamente el aliento. Habían estado tan relajados mirando una película de terror, hasta justo este momento…

—¿Derek?

—No llevo la cuenta.

Ella sonrió inclinándose para observarlos mejor, su mano viajando más lejos, acariciando su brazo, y aunque se sentía todavía extraño, sobre todo tan cerca del tatuaje más simbólico de todos los que tenía, no podía negar que le gustaba su tacto suave y ligero.

—Todos son tan geniales de cerca. Hay mucho más detalle que no percibí antes. —Sus yemas de los dedos deslizándose delicada y deliberadamente sobre los diseños—. Claro, tenías que tatuarte la oscuridad. —Derek se tensó cuando llegó a su tatuaje del Ying—. Es diferente a los que he visto, me encanta que tenga un significado tan profundo.

Una fría quietud invadió todo su pecho hasta su corazón. Sin ser muy consciente, se desconectó de su cuerpo mirando fijamente el televisor, aunque en realidad ya no lo estaba mirando.

—¿Esto tiene que ver algo con Ellen? —Él asintió—. Bien, puedo respetar eso, los tatuajes tienen significados para las personas, imagino que no eres la excepción.

—No lo soy, pero no me gusta hablar de ello, desentierra… —Sacudió la cabeza.

Davina asintió, dejando su brazo tranquilo, pero no su pecho, por el contrario, se acurrucó más profundamente contra él, y su delicado peso y su aroma de alguna manera lo retuvieron en el presente, sin dejarlo lanzarse a esa espiral donde necesitaba olvidar, y para olvidar necesitaba algo que consumir.

—¿Podemos detenernos a comprar comida china? —comentó de pronto.

—Gracias al cielo, sin cocinar por esta noche.

—¡Oye! —chilló empujándolo, Derek sonrió, atrayéndola más en su contra.

—No puedes culparme, el carbón no es algo que quiera comer todos los días.

Davina rodó los ojos, pero se recostó con suavidad contra su pecho y aquello simplemente…

Suspirando, se relajó en el sofá, pasando un brazo alrededor de sus pequeños hombros. Se sentía bien saber que ella no esperaba de ninguna manera que él empezara a hacer un numerito que terminara en algo sexual, y a su vez, ofreciendo respeto a la memoria de Ellen. Así que podía relajarse, y era increíblemente agradable que ella pareciese contenta simplemente recostada en sus brazos.

Posiblemente podría acostumbrarse a esto.

—Ese último brócoli estuvo de más —dijo Derek mientras recogía los recipientes de plástico con los restos de la comida que habían comprado—. Ese lugar es increíble, no sé por qué no quisiste que nos bajáramos a cenar, pero cuando termine la gira te llevaré ahí.

—Claro. —Davina estaba observándolo con interés desde el sofá—. Solo… no te asustes, a veces los lugares con la comida más deliciosa son los de aspecto menos… —ondeó la mano en el aire—, sofisticado, por así decirlo.

—¿Piensas que solo estoy acostumbrado al glamur del restaurante de Gis?

—Quizás. —Se removió inquieta, sin duda el tema de Giselle siempre la ponía incómoda, y todo era su culpa.

—Oye. —Se acercó, sentándose a su lado y sujetando su barbilla, obligándola a que lo mirara—. Hoy puedo decirte que llevo eso de ganancia, quizás lo que siento por ella no es otra cosa más que agradecimiento. —Davina sonrió con tristeza.

—No es necesario que mientas, sabía en lo que me estaba metiendo.

Sus ojos eran enormes, bordeados de pestañas bajo los arcos de sus cejas. Y había color en sus mejillas, el rubor de la obstinación haciéndola parecer más joven.

—Tienes razón, no tengo por qué mentirte, por eso estoy aquí ahora, y no en el otro autobús con los demás celebrando la recuperación de Giselle. —Ella parpadeó.

—¿De verdad?

—Sí.

—Pensé... bueno, me alegra escucharlo. —Le acarició la cara.

Inclinando la cabeza, Derek rozó sus labios, y el contacto causó que un rayo de energía lo golpeara. Tan suave, tan cálida. Parecía toda una vida desde que la había besado correctamente, y la sensación de su boca hizo girar su mundo. De forma lenta, Davina se fue recostando en el sillón de manera que, persiguiendo el sabor de sus labios, se encontró a sí mismo acunado entre sus piernas. Diablos, la sensación de estar de nuevo entre las piernas de una mujer le robó un jadeo. Su cuerpo estaba despertando ante la sensación, a medida que se profundizó el beso, sin detenerse mucho a pensarlo, deslizó la mano por debajo de su sencilla camiseta, lentamente, sintiendo su piel contra la suya. Se sentía como un adolescente, pero ella siempre sacaba a relucir eso en él.

Haciendo un esfuerzo supremo, hizo caso omiso a los nervios inestables y la besó profundamente, sintiendo su lengua contra la suya. Y su mano... siguió hasta que llegó a su culo, sonriendo entre sus labios, flexionó los dedos, sintiendo la redondez de su trasero… Gimió en voz baja cuando una descarga de placer lo recorrió ante el contacto, y por si fuera poco, Davina se acercó más, ondulándose en su contra con suavidad. Los sentimientos que corrían a través de Derek eran demasiados, algunos incluso malos, pero no podía detenerse aún. Lo necesitaba, y sabía de sobra que ella también.

―Derek ―gimió, enroscando las piernas en torno a su cintura.

Él atrajo su trasero más en su contra, asegurándose de que pudiera sentirlo. Estaba duro por ella, solo ella. Tan jodidamente duro. Derek estaba respirando con dificultad, dejando jadeantes besos en su cuello. Davina tenía las manos en su cabello, tirando y manteniéndolo cerca, pero sin presionar mucho, incluso aunque se estaba cerniendo sobre ella, besándola frenéticamente. Ambos hambrientos.

―Maldición ―gimió contra su cuello, estremeciéndose. Ella era tan suave y caliente―. Debemos detenernos, Davina ―pidió, pero siguió besándola, y claro, ella no se detuvo, ella nunca lo detendría.

―Todavía no. ―Tiró de su cabello para continuar el beso, volviéndolo más fuerte, lleno de pasión y anhelo―. Te sientes tan bien, Derek…

Él odiaba este conflicto, pero justo en este momento no podía detenerse tampoco, sobre todo cuando ella se movía junto con él. Cristo. Apretó más los ojos. Su verga ardía por sentir contacto real, y ella estaba ahí tan encendida, tan dispuesta... Los dos estaban jadeando cuando se obligó a romper el beso, dejando únicamente sus frentes conectadas.

―Lo siento ―suspiró sin atreverse a abrir los ojos.

Una guerra se libraba dentro de él. Una parte le decía que estaba listo y desesperado por hacer el amor de nuevo. Y otra parte estaba petrificada. Simplemente no podía. Él estaba tan oxidado en esto... sería torpe, completa y sexualmente incompetente. ¿Y si cedía y algo se desencadenaba en su interior? Tal vez recuerdos de sus últimos días con Ellen, la ansiedad de drogarse justo después del sexo... La cercanía que conllevaba el estar dentro de alguien sería muy difícil de manejar. Nada en su cabeza tenía sentido, ni siquiera para él.

―Relájate, cariño ―susurró Davina, sujetando su rostro―. Oye, mírame. ―Él dejó escapar un ruidoso suspiro, abriendo lentamente los ojos. Ya sabía lo que iba a encontrar en su mirada. Ella siempre lo comprendía―. No hay prisa ―confirmó, acariciando su mejilla.

Y él... bueno, se sintió como una escoria. Como si se invirtieran los papeles todo el jodido tiempo. Lo que sea. Suspiró para sus adentros, dándole un asentimiento de cabeza y eso fue todo. Por ahora. Pero tenía que preguntarle...

―¿Estás cansada de esperar? ―Su voz fue baja, apoyando la frente contra la suya.

―¿De qué hablas?, me gustan nuestras sesiones de besos, además hoy me apretaste el culo. ―Derek se rio roncamente.

―Nos tocamos en un sofá, apuesto a que, si le cuento a cualquiera de mis hermanos sobre mis avances, quedarán impresionados ―dijo riéndose.

Davina sonrió esa tarde, su agarre deslizándose por su brazo, sus dedos de pronto sobre los suyos hasta que terminaron tomados de la mano. Los músculos de Derek se relajaron. No estaba solo. Su vida no terminaba porque era viudo, él seguiría adelante. Ese pequeño acto íntimo de tomarse de las manos le caló fuerte. El sexo sería bueno, pero no lo era todo, y cuando se trataba de Davi, todavía no se encontraba listo. Tomarse de las manos funcionaba. Y eso conducía siempre a más, un poco de besuqueo en el cuello tal vez, algunos toques, seguidos finalmente por un poco de fricción en los lugares correctos…

Derek le sonrió de vuelta, una sonrisa vacilante y esperanzadora mientras sus dedos apretaban suavemente los suyos, haciendo la pregunta no dicha: ¿estás bien con esto?, ¿somos buenos para seguir adelante? Cuando ella apretó de vuelta sonriendo, su rostro se iluminó con una especie de alivio en los ojos que él sintió en el corazón. Así que después de compartir un último y ardiente beso de despedida con ella, ocultos en los vestidores del estadio, su sangre estaba corriendo acelerada por sus venas. Se apresuró a buscar su nueva Fender, la resonancia de las cuerdas lo calmaría al instante, siempre lo había hecho.

—Maldición. —Vans de colores se detuvieron frente a él—. Nunca creí que lo diría, pero esa sonrisa en tu puta cara me pone de nervios. —Derek rodó los ojos.

—¿Cómo sigue Giselle?

—Mejor. —Dylan se puso en cuclillas, a su nivel—. ¿Puedes mirarme, hermano?

—¿Eh? —dijo frunciendo el ceño al mirarlo—. ¿Qué rayos quieres?

—Nada. —Exhaló, pareciendo aliviado y... maldita sea.

—¿Piensas que me estoy drogando? —Su temperamento empezó a escalar a nuevas alturas mientras clavaba los ojos en Dylan.

—Solo quiero saber qué te tiene tan feliz. —Y aunque estaba furioso, recordar que lo tenían felices carnosos labios contra los suyos, por poco lo pone imprudentemente duro.

—No es nada.

—No lo creerías —gritó Caden en un canturreo, ganándose una mirada de odio.

Dy entrecerró los ojos, la curiosidad siempre sacando lo peor de él, pero le restó importancia, incluso mientras lo escuchaba deambular por todos lados.

—Se dará cuenta —agregó el baterista, observando a Dylan a la distancia.

—Ya me tiene sin cuidado —espetó molesto, ¿dónde estaba su Fender?

—¿Qué diablos es esto? —gritó Dy de pronto, haciendo reír a Caden entre dientes.

—¿Estás seguro que te tiene sin cuidado?

Derek ignoró la voz vibrante de Dylan detrás de él, junto con la revista en su mano, y continuó buscando la puta guitarra. Decir que las fotografías de él y Davina, besándose románticamente fuera del autobús, volvieron un poco locas a las redes sociales, sería un eufemismo, para prueba esa revista que Dy sostenía entre sus manos.

—¿Qué significa esto?

—¡Lo has adivinado! —dijo Caden—, celebremos el fin del celibato de Derek. Estoy seguro de que por aquí tengo una botella de Grey Goose, solo espera…

—Te estoy hablando, Derek.

El guitarrista suspiró, dejando por un momento su búsqueda para mirar a su primo. Eran muy parecidos. Obstinados, desconfiados, pero sobre todo entrometidos. Diablos, a lo mejor era un gen Chancellor, nunca más volvería a seguir a Dy como una maldita sombra.

—Ya déjalo, Dylan —rogó, rodando los ojos, tratando de ignorar a su primo.

—¿Estás jodiendo? —Agitó la revista—. Te estás comiendo a Davina en esta foto, ¿qué mierda te pasa?, pensé que solo era tu asistente o alguna clase de…

—¿Qué mierda me pasa? Ella no es mi asistente, ella… solo pasó.

—Tienes que estar jodiendo. —Te lo dije, Davina.

—Estoy harto de estar solo, eso me pasa, ¿tan extraño es?

—Tú nunca te hartas de estar solo.

—Bueno, todos tenemos un límite, finalmente llegué al mío.

—¿Está amenazándote con algo?, ¿es por las fotografías que tomó? —Sus ojos se ampliaron repentinamente—. Lo es, te amenazó con ellas.

Derek parpadeó mirando a Dylan. Estaba en lo correcto, las fotografías serían expuestas si él y Davina no lograban conquistar al mundillo de la farándula, pero lo cierto era que, ahora como que estaba sintiendo algo más por ella.

—No me amenazó con nada. Davi… no esperaba que me afectara, ¿me explico?, pero lo hizo, y me está enloqueciendo. Mientras está conmigo en realidad olvido quién es y a lo que se dedica. Estar con ella me hace sentir… bien. Como que soy un tipo normal y ella una chica normal, y nos conocimos casualmente y conectamos —suspiró, rascándose ligeramente su tatuaje—. Tan solo desearía que mi vida pudiera ser así de normal, y no el desastre disfuncional que siempre ha sido.

Después de eso se quedó callado, Davina había removido algo en él, y de pronto, la falta de tacto y de compañía se sentían como algo que también él pudiera necesitar, y con sus arrumacos y sus intentos de comida, estaba logrando meterse bajo su piel. Algo dentro le decía cada vez que miraba sus expresivos ojos azules, que quizás sería perfecta para él. Antes de Ellen, él pudo haber sido perfecto para ella, ¿podría actualmente ser bueno para alguien?

—Tengo un poco de miedo por ti, Derek.

—¿Miedo? —Dylan asintió.

—¿Qué tal si solo está jugando?, ¿y si solo está haciendo esto para levantar su patético culo?

—¿Qué quieres decir con eso? —medio gruñó ante su uso de palabras.

—Quiero decir, que no me extrañaría en lo absoluto saber quién le dijo a la prensa que Giselle tenía influenza, eso hizo que bajara su clientela, ¿lo sabes?

—¿Estás diciendo que nadie en el maldito hospital pudo haber filtrado que te vio por ahí?, que fácil es culpar a la fotógrafa, ¿no?

—Perdóname por no olvidar la forma jodida en la que se metió a nuestra vida.

—No lo he olvidado tampoco, ¿y ya olvidaste tú que soy un jodido adicto?, ¿que les he engañado, robado, y destruido una y otra vez con tal de drogarme? He herido a todos a mi alrededor, me la he pasado drogado en giras, dime si miento.

—No entiendo a qué viene eso —murmuró desviando la mirada. Claro, era tan fácil poner incómodos a los demás con la verdad.

—Viene al tema porque ese es quién soy, Dy. No deberías preocuparte por mí, sino por ella. Sigo siendo el mismo malhumorado egoísta que siempre he sido, sin estar colocado o no. —Su respiración se aceleró—. La cosa es que hace mucho tiempo que no sentía esto que siento cuando estoy con ella, y sé que Davina estaría mejor lejos de mí, y aun así no me importa porque al final todos merecemos segundas oportunidades, ¿no? Tú lo has hecho conmigo.

Dy se mordió el labio perforado en ese gesto que denotaba nerviosismo, y Derek quiso explicarle las cosas, odiaba que su primo dudara de Davi, sobre todo cuando ella estaba poniendo todo de su parte, precisamente para que Gis no cayera en habladurías, pero lo conocía mejor. Haría algo estúpido, como abandonar la gira o hasta la banda.

—La estaré observando.

—Gracias, pero no.

—No es una sugerencia, Derek. —Dicho eso, Dylan dio la vuelta y salió del ensayo.

Maldición, no tenía nada contra eso, él habría estallado igual, porque al final eran familia, y la familia se cuida los unos a los otros. Derek se levantó y pateó su estuche vacío. Su puta guitarra no estaba por ningún lado, alguien la había malditamente tomado.

—Para la próxima solo iré por cerveza —murmuró Caden, apareciendo en la puerta sosteniendo un par de copas.

—Es mejor cuando te apareces aquí sin deseos de matarme.

Davina se soltó riendo mientras ayudaba a Nick a terminar de acomodar el cableado.

—Siento mucho haberte asustado el otro día.

—No, no lo sientes. —Davina se soltó riendo.

—La verdad es que no, vivo para asustarte y que te caigan encima cosas.

—Al menos nadie recibió un pisotón esta vez —canturreó, recordándole la última vez que él la había asustado y ella dio un paso atrás, pisándolo sin querer—. Lo has compensado todo al ayudarme esta tarde, no pensé que fuera a faltar el idiota de Matías. Lamento que tengas que estar ensuciándote las manos…

—Me gusta ensuciarme las manos ayudando, además tengo cubierto casi todo el álbum para fanáticos, y no necesito tomar tantas fotografías como antes.

—¿Esa es tu cámara favorita, no? —Davina se ruborizó mientras los dedos de Nick acariciaban el lente de su cámara.

—Sí, lo es. Tiene un… —suspiró, pensando en Brant.

—… valor sentimental —completó Nick, haciéndola sonreír—. Lo entiendo, y me gustaría preguntarte por ello, pero creo que si seguimos hablando tu novio me asesinará.

¿Novio? Davina se tensó ante las palabras, era difícil ver a Derek como su novio, pero quizás esta vez Nick no estaba tan equivocado, sobre todo después de que Derek accediera a darle otra parte de sí mismo. Incluso, había invadido el autobús con instrumentos, convirtiéndolo en su hogar, y allá por donde fuera, se encontraba con notas de música y apuntes de él pulcramente ordenados. Y si se le ocurría cambiarlos de lugar, se enojaba hasta lo indecible. Era gracioso. Así que se dedicaba a moverlos por lo menos una vez al día.

—Él está mirando a todo el público —medió gritó en medio del concierto que estaba por iniciar—. No te va a pasar nada, Nick.

Derek estaba en su elemento, tocando mientras Dylan rockeaba, y la joven no perdió la forma en que la camiseta se ajustaba sobre su impresionante pecho, era imposible no hacerlo. Además, con todos sin camiseta, realmente él llamaba más la atención.

—¿Lo dices por ti? Porque, por el contrario, yo me veo perdiendo mi empleo.

—No seas exagerado —dijo riéndose.

—Solo realista. —Ambos echaron un vistazo hacia el escenario, encontrándose directamente con una ártica mirada azul—. Muy realista. Creí que lo estabas conociendo, incluso llegué a pensar que no te gustaba, ya sabes, es mayor para ti.

—Tiene treinta, no es tan mayor.

—Son cinco años de diferencia, pueden pasar muchas cosas en ese lapso —suspiró observando detenidamente a Derek. Davina se ruborizó, desviando la mirada.

—Aún nos estamos conociendo.

—Me hubiera gustado que me dieras una oportunidad. —Nick suspiró, quitándose el cabello de los ojos, era muy apuesto —. ¿Sabes? Creo que cada vez envidio más a Derek.

—Lo siento. —Él se encogió de hombros—. Igual le diré… que no te mire de esa manera, es grosero.

Luego, sonriendo se acercó a ella, depositando un beso en su mejilla, tomándola por sorpresa. Sus labios eran suaves y su aroma increíble, él la miró a solo centímetros de sus labios antes de sonreír.

—No le pidas a Derek que se calme, entre hombres nos entendemos.

Davina todavía estaba de color guinda ante las acciones de Nick mientras buscaba a Derek en el camerino. Mirando alrededor, los encontró a través del pasillo de conferencias. Los chicos estaban dando explicaciones sobre por qué cancelaron algunos de sus conciertos, sin mencionar la enfermedad de Gis y, por el contrario, con Dylan inventándose que le surgió un horrible salpullido, Dios.

A veces a Jeremy le faltaba más creatividad, les urgía un publicista. A través de toda esa sala llena de fotógrafos, encontró a Derek al lado de Caden, fuera del pódium como siempre, odiando hablar de cualquier tema.

Estaban rodeados por un grupo de chicas, todas tratando de llamar su atención, una incluso se había bajado el escote para que le firmaran los pechos, que era justo lo que estaba haciendo Caden.

Derek por su lado, era claro que no estaba escuchando una palabra de lo que estaban diciendo. Observando la multitud con esos penetrantes ojos mientras bebía de una botella de agua, tan pronto como la vio, todo en su semblante cambió, su postura, el movimiento en su mandíbula, y la intensidad repentina en su expresión, hizo que cada vello en el cuerpo de Davina se erizara. Sin excusarse con nadie, o apartar los ojos de ella, Derek pasó de largo a los fanáticos, cruzando la sala. Todas las mujeres y los fanáticos que abandonó se lamentaron con decepción. Y mientras se acercaba, su expresión era tan primaria, que Davina incluso se encontró retrocediendo un paso.

Parpadeando, se detuvo frente a ella, como dándose cuenta de que la había asustado, pero no tenía sentido.

No era miedo, lo que Davina sentía era otra cosa cada vez que lo veía, y ahora estaba tan frustrada y caliente que no era seguro que estuviera tan cerca de él, con esas botas de combate, esos pantalones de cargo oscuros y su camisa ajustada y enrollada hasta los codos.

—Esta puta camisa me está asfixiando. —Metió las manos en sus bolsillos, lo cual hizo a sus hombros más definidos y musculosos que un segundo antes.

—Me gusta justo donde está. —Su voz fue un ronroneo, incluso desconocido para ella misma, mientras le abrochaba un botón infame que dejaba ver parte de sus pectorales.

—Todos están sin ellas, ¿puedes levantar esta jodida regla o lo que sea?

—Nop —canturreó, alisando un par de arrugas, o quizás solo toqueteándolo.

—Bueno, ya que tenemos reglas, es hora de que yo también imponga por lo menos una. Sí. Incluso aunque eleves esa perfecta ceja.

—¿Y cuál sería?

—Tú. Lejos de Nick. Ese hijo de puta quiere más que solo una amistad contigo.

—Es solo un amigo.

—No me parece que esa sea su intención —suspiró, tirando de la raíz de su cabello, antes de palmearse los pantalones, quizás en busca de una cajetilla de cigarros y maldiciendo profusamente cuando no la encontró—. Tengo que irme —murmuró mirando hacia la salida.

—Oye. —Davina sujetó su mano, ¿por qué resultaba tan difícil adivinar cómo actuar?—. No te pongas celoso, estamos juntos en esto, acabas de ver las tetas de la chica de allá atrás y no enloquecí.

—Esa mujer ni siquiera me importa.

—Entonces debes estar ciego, tenía un buen par de chicas para mirar ahí.

Alzando la vista, la miró. Sus ojos entrecerrados, la duda instalada en ellos. Llevaba el cabello recogido hacia atrás, pero igual estaba desordenado de esa manera adorable, intelectual, y sexy, él era todo eso al mismo tiempo. Y cuando tomó su mano, regalándole esta secreta sonrisa mientras jugueteaba con sus dedos, Davina sintió terror ante esa batalla interna librándose en su pecho, entre abrazarlo o empujarlo contra la pared para besarlo.

—Me gusta más mirar a tus chicas —sonrió mirándole, de hecho, el escote.

—Sabía que mirabas fijamente. —Él acarició su mejilla.

—No tan fijamente, y respecto a ese hijo de... —suspiró sacudiendo la cabeza—. Es solo que parece como si quisiera meter la lengua muy profundo en tu garganta.

—No lo hará porque sabe que tengo novio. —Él parpadeó, al parecer el término sorprendiéndolo también, sin embargo lo tomó como una buena sorpresa cuando la acercó contra su pecho, envolviéndola entre sus brazos.

—Lo siento, Davi, no quise ser un idiota. —Respiró contra su cuello, mandando todos esos escalofríos y temblores extraños a sus terminaciones nerviosas. Inhalando su esencia, ella enterró las manos dentro de su cabello—. Es solo que... no sé cómo hacer esto.

—Disculpa aceptada, y yo también estoy aprendiendo contigo. —Luego, y porque no sería la única excitada aquí, murmuró contra su oreja—: Además, el único que puede meter la lengua profundamente dentro de mi garganta, eres tú, ¿cierto?

Sus labios se curvaron en una de esas sonrisas traviesas que le detenían el corazón.

—Cierto.

Y luego, su corazón se calentó cuando, de la nada, sus labios estaban descendiendo sobre ella, por primera vez frente a todos, sin necesidad de que los forzaran o que tuvieran que aparentar algo, porque al parecer, ninguno de los dos estaba aparentando la necesidad que sentían por el otro. El beso fue suave pero demandante cuando la envolvió en sus brazos.

—Maldita sea, Derek —dijo Caden, alertándolos—. ¿Realmente tenías que manchar a mi futura esposa de esa manera? Es desagradable, además, dijiste que ni siquiera era tu tipo. —Entrecerró los ojos—. ¿Están intentando llamar la atención?

—Claro que están llamando la atención, deberías aprender de ellos, así se generan los dólares —murmuró Jeremy, regalándoles una sonrisa.

Davina se tensó, pero luego no hubo tiempo de nada, los paparazis que ya estaban creando una tormenta allá en la conferencia, entraron en un frenesí al verlos.

 

 

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