Hard

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Capítulo Dos

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—Sé que no vas por una chica, Derek. —Respiró profundo, lanzando el cigarro a un lado—. Mira, estás saliendo de un vicio, no quiero que entres a otro…

Ah, sí. Eso era lo malo de las adicciones, ¿no? Al parecer no era tan fácil salirse del camino de ellas, y para muestra, los cigarros en su bolsillo de pronto ardieron.

—¿Derek? —Al oír la voz de Ethan, Derek hizo un esfuerzo para concentrarse en el momento presente, y en las pequeñas gotas de lluvia que comenzaron a caer sobre su rostro.

—Lo siento, ¿qué has dicho?

—Dije que cómo te está yendo con la rubia, ya sabes, Davi.

«Davina, imbécil», pensó, y algo debía estar mal con él.

El viernes se había molestado con Dy llamándola así. También, el otro día podría haber golpeado fácilmente a Caden por la forma en la que habló de Davina. Y ahora quería romper la cara de Ethan.

Era demasiada agresión en pocos días para asustarlo. Nunca quiso iniciar una pelea antes. Pero ahí se encontraba, sintiéndose violento de nuevo.

—Aún no sé cómo manejar esa mierda mentirosa de ser novios frente a los medios.

—Ella es agradable. Tengo que admitir que me sentó mal la forma en la que entró a nuestras vidas —se encogió de hombros—, pero supongo que cada quien se gana el sustento como puede, ahora me alegra que esté contigo en estos momentos, porque no quiero ser tu maldito guardián, ya no más, Derek. —Dejó su postura relajada sobre el autobús y caminó hacia él—. Ya tuvimos bastante de ti con la mierda de las adicciones en el pasado, verte ahora caer de nuevo ha roto mi jodido corazón más allá de lo que te puedes imaginar.

—Amputaciones, cortar lo que no sirve, lo recuerdo muy bien —farfulló malhumorado—. Me echarán de la banda si recaigo.

—No solo eso y tú lo sabes.

—Dejarás de ser mi amigo también, no lo he olvidado.

—No quiero que vayas al Studio. —Ethan suspiró—. Ni esta noche ni ninguna otra, sino va alguno de nosotros para acompañarte, o cuando menos Davi.

—Vete a la mierda, Ethan, de verdad sé cuidarme solo.

—Sí, claro. —Él frunció las cejas negras sobre aquellos ojos que no eran ni de color marrón ni verde, sino una extraña combinación de ambos. Más bien avellana brillante—. Tan solo déjanos apoyarte esta vez, ¿quieres?

 

 

 

 

 

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