Hard

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Capítulo Trece

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—¿Qué hay para desayunar?, ¿carbón con un poco de fruta?

Davina jadeó, llevándose una mano al pecho. Derek llevaba únicamente chándales, y a diferencia de otras mañanas, se había duchado antes de bajar a la cocina. El cabello rubio mojado realmente nunca se había visto tan seductor antes.

—¿Davina? —Ella sacudió la cabeza.

—Oh, cállate. —Le dio la espalda mientras abría la ventana del autobús—. Estaba intentando hacer panqueques.

—Soñé que estaba dentro de un edificio e iba a morir quemado, no es agradable despertar y ver humo todo el tiempo, ¿sabes?, puede darme un jodido infarto.

—Eres el rey de la exageración. —Él elevó una ceja.

—¿Conque ya nos ponemos apodos? Entonces tú serás: panqueques quemados.

—Gracias, suena tan original —comentó llena de sarcasmo.

—Tienes razón, mejor será solo

desastre —sonrió mirándola—. ¿Y si mejor vamos al IHOP más cercano?

—¿Y arruinar toda la diversión de humo y calor? —bufó, soplando un mechón fuera de su rostro—, quizás deberías cocinarlos tú mientras yo te observo.

—Nunca he cocinado panqueques.

—Podemos apegarnos a las instrucciones. —Derek bostezó estirándose, y Davina trató de no fijarse mucho en su abdomen y en el caminito feliz.

—Mira cómo acabaste.

—No me apegué, mi culpa. —Él se echó a reír mientras negaba con la cabeza.

—Prefiero que desayunemos en IHOP, tengo un verdadero

crush con ellos, y probar tus labios con miel de frambuesa… —Se relamió los labios, mandando un escalofrío a sus pobres y olvidadas partes de chica.

Sacudiendo la cabeza, miró hacia la ventana, retorciendo ligeramente las manos. La verdad era que, además de lujuria, también sentía el estómago revuelto, y por alguna razón verlo ahí con esa sonrisa hacía que su pecho doliera por tratar de contener la emoción. Estaba nerviosa, y había intentado calmar un poco de sus nervios tratando de concentrarse en otra cosa, tal como había sugerido alguna vez Giselle, pero…

—¿Davina?

—¿Perdón? —Derek la miró con diversión.

—¿A dónde se fue tu mente? —Qué alarmante era la forma en la que esa sonrisa estaba acampando ya en su corazón.

—A ningún lado.

—Estás haciendo lo mismo que Giselle cuando se pone nerviosa.

—Lo sé… en fin. —Se limpió las manos en el delantal—. Quería comentarte algo mientras desayunábamos, yo… uhm, necesito volver a California, Ruth tiene que ver conmigo unos detalles del álbum y otras cosas. —Él la miró impasible, poniéndola bastante nerviosa—. Tomaré un vuelo hoy por la noche.

Derek siguió mirándola, y su silencio de verdad era algo terrorífico, incluso la hizo romper a sudar. Su mirada. Jesús. De pronto, se tensó ante la idea de que quizás él pudiera leer los pensamientos, si bien era cierto que Ruth la había llamado, la verdad era que con lo que dijo Caden, su autoestima se había ido a la lona.

No fue agradable descubrir que estaba enamorada de él. ¿Y si Derek solo estaba fingiendo como había dicho Caden? Se sentía patética al pensar cómo había llegado a desarrollar tantos sentimientos por él en tan poco tiempo.

Se encontraba muy abrumada cuando Ruth llamó para decirle que necesitaban verse, por eso aceptó hacerlo cuanto antes, porque no quería ir a ese rincón en su mente donde ni siquiera era capaz de respirar por no poder abrazarlo, besarlo, o dormirse envuelta en él. Necesitaba retomar el control de sí misma, y por eso se dijo que no tenía que explicarle por qué se iba, resultaba aberrante la forma en la que Derek se había metido en su piel.

Sin embargo, mientras veía sus ojos llenarse de hielo, se temió haber sobre reaccionado.

—¿Te molestaste?

Derek parpadeó. ¿Molesto?, no. Esto era otra cosa, algo que ni siquiera sabía cómo empezar a describir, porque se sentía tan jodidamente distinto. Primero, le había dicho que le diría

desastre. No había puesto ningún jodido apodo a nadie desde Ellen, y ahora se sentía como si le estuvieran perforando el pecho porque dijo que se iría, ¿qué sería lo siguiente?, ¿caer a sus jodidos pies?

—No estoy molesto, sorprendido quizás. —Bueno, ahí no estaba mintiendo del todo—. ¿Cuándo pensabas decírmelo?, ¿por mensaje?, ¿quizás desde California?

—Lo siento —suspiró mirando sus manos—, quería hacer un lindo desayuno… y solo, contarte, no sabía cómo.

—¿En dónde te quedarás? —Davina elevó una ceja.

—Tengo mi estudio. —Él sacudió la cabeza.

—Lo sé, pero ni siquiera he preguntado dónde está.

—En Compton. —Él parpadeó.

—Tienes que estar jodiendo.

—Ya no es lo que fue en el pasado. —Rodó los ojos—. La gente de Compton es, en general, amigable y acogedora, y no todos trafican con drogas y están en pandillas.

—No sabes el alivio que me da escucharte decir eso, sobre todo cuando andas por ahí en el metro o caminando, seguro esta noche duermo tranquilo.

—Llevo viviendo así los suficientes años, no me va a pasar nada, te lo aseguro. —Derek apretó las manos en puños, su frente arrugándose con frustración.

—¿No puedes solo arreglar por teléfono eso con Ruth?

—¿Estás de verdad preocupado por mí? —Eso realmente lo ofendió.

—Cierto, antes de ser músico soy actor. —Se dio la vuelta—. Suerte en tu viaje.

—Derek, por favor no te vayas, yo… lo siento —rogó, apoyándose contra la encimera—. Te agradezco que estés preocupado por mí, es solo… que nadie salvo Brant, lo ha hecho, ¿sí? Entiéndeme si estoy un poco renuente.

Derek suspiró, deteniéndose cerca de la puerta del autobús, encendiendo un cigarro. No dijo nada, pero no se estaba yendo, además, parecía realmente consternado, ¿eso tenía que significar algo, no? ¿Habría realmente sobre reaccionado?

—¿Dónde está tu hermano? —La respiración de Davina se aceleró.

—En realidad no quiero hablar de ello.

—Bueno, yo sí. Esas camisetas grandes que siempre llevas son de él, ¿verdad? —Exhaló humo, mirándola. Partirían a Michigan esa tarde, así que tendría que llamar un taxi para que la llevara al aeropuerto…—. ¿Davina?

La joven cerró los ojos, negándose a enfrentarse con esos escrutadores ojos azules, no le estaba gustando para nada el rumbo de la conversación. Aunque él parecía nada más que un hombre malhumorado y taciturno, también era un condenado observador.

—¿Por qué quieres hablar de esto ahora? Me voy en unas horas. Solo seamos felices, podemos ir a IHOP como dijiste, me gustaría mucho probar tus labios también.

Él dio otra calada a su cigarro, su concentración en cualquier otra cosa.

—Me preocupo por ti, es parte de mi jodida necesidad de protección, o como quieras llamarlo. He visto cómo el brillo de tus ojos muere cuando mencionas a tu hermano, y ni qué decir de tu mamá; me lo he estado preguntando por un tiempo, sé lo que se siente que las personas sean intrusivas y quieran ver dentro de tu alma, pero tú no eres cualquier persona para mí, ¿soy yo cualquiera para ti? —Sus ojos azules sostuvieron los suyos, implacables.

Davina pensó en sus palabras, ¿sería solo una necesidad de protegerla, o realmente el imbécil estaba sintiendo algo más y no lo sabía? Tendría que analizar sus palabras con cuidado, pero al parecer, más tarde porque él estaba esperando una respuesta. Tomando una respiración temblorosa, se concentró en la lluvia.

—Tengo una familia horrible, ya debes suponerlo… En fin, tienes razón la mayoría de mi ropa es de mi hermano, es… es un recuerdo que me dio para cuando me hartara de él y quisiera solo… olvidarlo. Cosa que nunca va a pasar. —Se encogió de hombros—. Es difícil olvidarme de él un solo momento del día.

—¿Murió? —preguntó con suavidad, aunque igual aquello le sentó como un golpe.

—No, él se encuentra internado.

—¿Está enfermo? —Davina sujetó con más fuerza sus dedos.

—Está… él está en rehabilitación.

—¿Practicaba deportes? —Ella tragó ruidosamente, sin mirarlo.

—No, más bien… él… él es drogadicto.

Si algo odiaba más que un silencio normal, era el silencio de Derek.

Y sin duda, este silencio en particular, sabía que podía acabar muy mal.

—Jodido infierno —soltó al fin, sonando sin aliento—. Por eso dijiste que tenías bastante de esta mierda.

—Afortunadamente, Brant me permitió ayudarlo. —Derek resopló, pasándose una mano por el cabello.

—Así que eres un imán para los tipos con problemas.

Davina suspiró, todavía sin mirarlo. Había compartido la cama con un puñado de hombres, y una vez incluso había vivido con uno: Diego. Un chico fácil de tratar, guapo y bastante sociable… muy sociable. Así que verlo con amigas no le importaba, porque no tenían que estarse diciendo el uno al otro qué hacer.

O al menos eso pensaba, pensaba que eran maduros. Pero no, al parecer la única madura era ella, y lo supo cuando lo encontró en la cama con su compañera de piso. Después de eso, terminó con los imbéciles con pinta de chicos rudos. Hasta Derek. Era un imbécil, sí, uno que había caído muy profundo en el abismo de las drogas, que peleaba con uñas y dientes cada martes que asistía a terapias. No era perfecto, tampoco un buen candidato, así que sí, era muy duro darse cuenta que la vida no le había enseñado malditamente nada a la hora de enamorarse.

—Maldita sea, ¿cómo puedes estar aquí conmigo? Te lo dije, no soy bueno, yo…

—No te atrevas —amenazó, colocando un dedo en sus labios.

—¿Cómo puedes querer algo conmigo? —inquirió, removiendo su mano.

—Vi esa clase de comportamiento destruir a mi familia, mi infancia y casi mi propia vida, porque es algo corrosivo, te alcanza. Pero tú no eres ninguna de esas cosas, estás más allá. —Él negó, soltando una risa autocrítica.

—Cuánta fe tienes en un miserable drogadicto.

—Ex drogadicto. —Sujetó su mano—. Mi fe, mi problema.

Derek parpadeó, vacilando antes de responder.

—Estoy… tratando, de verdad lo estoy. Pero no quiero que repitas tus errores, ¿te das cuenta que soy jodidamente más de lo mismo? No quiero que seas una especie de centro de rehabilitación.

—No lo soy. —Él lucía verdaderamente aturdido, sus ojos dilatados, oscuros, su semblante pálido, los hombros caídos.

—Si tuvieras algo de sentido común, estarías corriendo al jodido extremo opuesto tan rápido como te fuera posible.

—Derek… —Si volvía a intentar alejarla, le tomaría la palabra.

—Pero si aun sabiendo toda esa mierda quieres seguir… —la interrumpió, acercándose y pasando un mechón de cabello tras su oreja—… soy lo bastante egoísta como para aceptarlo.

—Bien, entonces estamos en la misma página.

Derek se le quedó mirando y sí, quizás debería correr como él sugería, quizás esta separación le aclararía la mente, pero temía que solo la haría caer aún más por él.

El inconveniente de meterse en las adicciones es que pasa frente a tus narices de una forma tan desapercibida, que no sabes en el problema en que realmente estás, hasta que tienes la mierda hasta el cuello. Se arrastra sigilosamente por tu mente y huesos, sus raíces creciendo desapercibidamente hasta que no sabes dónde empiezas y dónde terminas. Derek había estado ahí… cientos de veces.

Durante los primeros días, estuvo bien. Durmiendo con un mínimo de pesadillas, pasando el tiempo con los chicos en los ensayos, haciendo ejercicio, tocando la guitarra, y solo… existiendo.

¿Ahora? Como que la paranoia estaba volviendo. Mientras caminaba tras el escenario, Derek sentía como si estuviera siendo observado… o acechado, lo cual era la cosa más estúpida, ya que estaba caminando en medio de una multitud de personas, tal vez incluso cientos de personas. Pero no podía hacer nada excepto sentir unos ojos perforando la parte de atrás de su cabeza. Ya se había detenido y buscado alrededor, sintiendo que varios ojos lo seguían, sin duda preguntándose qué lo estaba poseyendo. Quizás incluso pensando que estaría recayendo en las drogas si seguía con esta sensación de persecución.

Solo espero que no estés intentando cocinar en tu departamento, por mi salud mental, dime que ni siquiera se te ha ocurrido.

—De verdad estás llevando en serio las cosas con Davina, ¿no? —Derek se encogió de hombros, mirando el mensaje y presionando “enviar”—. Diablos, esa sonrisa de nuevo…

—Vamos, hombre, ¿por qué no estás calentando?

—Te ves bien, me gusta que Davi ponga esa sonrisa en tu cara, todavía me encuentro un poco en shock por todo, pero si ella logra hacerte así de feliz, tendré que agradecérselo.

—Estoy feliz, pero también frustrado como la mierda.

Dy se soltó riendo mientras tiraba del cable de su micrófono, cuando de nueva cuenta, un mensaje entró en su celular.

Ruth es una verdadera zorra cuando quiere, y no tengo cocina, ¿recuerdas? Así que cuando he tenido tiempo, solo me he dedicado a beber vino y comer en sofisticados restaurantes, ¿cómo va todo por allá?

El guitarrista frunció el ceño, Davina era sarcástica, pero esperaba que de verdad estuviera comiendo. ¿No tenía tiempo, o no tendría dinero?

—¿Derek?

—¿Eh? —inquirió, mirando de vuelta a Dylan.

—Que si estás listo.

—Sí… ¿pero qué demonios? —gruñó, mirando el cable cortado de su guitarra al amplificador. Esto tenía que ser una puta broma.

—Seguro fue un accidente —explicó Dylan, encogiéndose de hombros—, entre tantos movimientos con la gira, las cosas se desgastan. Llamaré a los de sonido, mientras tanto… —Siguió su mirada, la cual seguía clavada en el cable cortado—. ¿Por qué estás tan frustrado?

Derek suspiró al pensar en Davina, dejando la guitarra a un lado.

—Creo… que voy a meter la pata más temprano que tarde.

—¿Por qué?

Y luego permanecieron así unos buenos diez minutos. Derek suspiró mientras esperaba a los del sonido, si algo había aprendido muy bien Dylan sobre él, era esto. A diferencia de sus otros hermanos, él nunca lo presionaría para sacarle información, pero a decir verdad, ya se estaba cansando de su versión de fingir ser un maniquí a su lado, por fin tomó una respiración profunda y resignada a su lado.

—Estoy cansado.

—Puedes ir a dormir en cualquier momento, ya sabes, la gira puede esperar. —Derek cerró los ojos e inclinó el rostro hacia el techo del escenario.

—No ese tipo de cansado, ya sabes… solo estoy cansado de luchar contra el pasado.

—Entonces déjalo atrás.

—¿Fácil, no?, ¿te costó doscientas mujeres conseguirlo? —Dylan rodó los ojos.

—Mis días de puta terminaron, ¿quieres seguir mi legado?, ¿es eso?

—Me gusta Davina. —Una suave brisa se levantó moviendo su cabello, y cuando Dy no agregó nada, lo miró—. Tengo problemas en cuanto a… la intimidad.

—¿Qué quieres decir con eso? —Pellizcó el piercing en su ceja, luciendo confundido—. ¿El sexo es malo? Rayos, eso apesta como el infierno.

—No hemos tenido sexo, solo… ya sabes... —El micrófono hizo este sonido de vacío mientras cableaban todo de nuevo, haciendo que todos se giraran a mirarlos.

—Maldición. —Dylan apagó la cosa, sentándose a su lado—. Lo siento, ¿qué? ¿Por qué en la vida estás posponiendo el sexo?

—Porque no me siento en total control de mi cuerpo. —Prendió un cigarro, necesitándolo con urgencia, dio una calada e inmediatamente sintió que sus nervios disminuían, aunque fuera un poco—. Quizás no logres identificarte con lo que te estoy contando, porque nunca has sido un adicto, pero la verdad es… que cuando estaba con Ellen, el sexo y las drogas iban de la mano. No podía existir una cosa sin la otra, no podía ser de otra manera para nosotros.

—Esta vez no tiene que ser así.

—¿Cómo puedes asegurarlo?, ¿cómo sabes si después del sexo no me va apetecer una línea con urgencia? —Dylan se encogió de hombros.

—Porque Davi no es Ellen, no te va a poner la droga sobre la mesa.

Derek desvió la mirada, recordando a Davina. Ella encajaba en sus brazos al igual que Ellen, sin embargo, se sentía diferente. Sostenerla era como si fuera la primera vez que sostenía una chica, todos sus sentidos estaban en sintonía con la forma en que sus hombros golpeaban el interior de sus bíceps, y cómo encajaba su cabeza debajo de su barbilla y cómo olía su champú... nop, ella no le pondría una línea cerca.

—Además, las cosas como las estaban llevando tú y Ellen, tarde o temprano, iban a cobrarse la vida de alguno de los dos. Lo que pasó... era inevitable. Saliste vivo de puro milagro, estuviste inconsciente en el hospital por días, ¿cómo rayos ibas a poder salvarla?

Derek se pasó una mano por el cabello, preguntándose si Dy pensaría lo mismo si supiera toda la verdad de lo que pasó esa noche.

Es muy cierto que te acostumbras más rápido a las cosas buenas, que a las malas.

Antes de que el altavoz del metro anunciara su parada, Davina le envió un mensaje a Derek diciéndole que estaba a nada de llegar sana y salva a casa, lo conocía, y él podía enloquecer fácilmente. Apresurando su paso, subió por las viejas escaleras del condominio en el que vivía, se acercaba la noche y no se engañaba, ahí no era un lugar seguro. Se había saltado la comida, su estómago gruñendo se lo recordó, podía comer una pasta instantánea mientras conversaba con Derek sobre su día. Sonaba como el plan perfecto para ella.

Pero justo cuando abrió la puerta de su estudio, leyó la escueta respuesta de Derek diciendo que tenía que ensayar un par de melodías y no podía conversar con ella, así que le dijo que no se preocupara y arrojó el teléfono en la mesa de café. Esa era su vida, la parte a la que Davina recién se había integrado. La parte que más le asustaba también. Le gustaba más esa otra manera, cuando solo era un tipo común y corriente en un autobús, jugueteando con su mano mientras veían películas. Davina sopló un mechón fuera de su rostro mientras dejaba en el suelo su cámara, y su bolso. Su estudio, antes su pequeño templo y seguro refugio, ahora solo… apestaba. De pronto se sentía muy vacío. Sin risas ni comentarios sarcásticos entre casi hermanos, sin el ruido de los instrumentos al ensayar.

—Bienvenida de regreso a casa, Davina —dijo en voz alta, el lugar era lo suficientemente solitario, por lo que su voz hizo eco a su alrededor.

Después de que Ruth revisara fotografías del álbum, la asaltó con un montón de preguntas sobre su relación ficticia con Derek, y fue muy raro descubrir que alguien le había estado enviando fotografías de forma anónima, tomas que ella sin duda había hecho, pero ¿quién rayos había estado tomando su cámara sin su consentimiento? Hundiéndose en el sofá, se quedó mirando su vieja televisión, sin el estado de ánimo para ver algo, ni siquiera alguna de sus series favoritas. Ugh. Necesitaba tanto una vida. Hacer ejercicio… algo. Dejando caer la cabeza hacia atrás, se quedó mirando una mancha en el techo mientras su estómago gruñía de nuevo. No estaba de humor para preparar su propia comida, y no tenía mucho efectivo para pedir una pizza, por eso se sorprendió cuando llamaron a la puerta, robándole un susto.

Llevándose una mano al pecho, se dijo que tampoco estaba para las bromitas de los niños del piso de abajo, así que solo resopló sin levantarse. Sin embargo, llamaron con más fuerza, haciendo que su corazón comenzara una extraña carrera. Nadie nunca la visitaba en su departamento, y por el amor a todo, Brant no podía haberse escapado de la clínica, estaba pagando una pequeña fortuna por ello. Se iba a enfurecer si lo veía tras la puerta.

Poniendo el pasador, entreabrió, tan solo para desear nunca haberlo hecho.

Al final del quinto día sin Davina, Derek se dijo que lo tenía todo bajo control.

Habían tenido un par de llamadas y mensajes de texto, al parecer, Ruth era la versión de Jeremy en femenino. O sea, una loca controladora y obsesiva compulsiva del trabajo. El sábado, el concierto en Boston le drenó un poco el alma, el público había sido increíble, así que se encontraba más allá de cansado, con la gira casi terminándose y después de tantos meses viajando sin parar y sin descanso. Cada vez que sus hermanos preguntaban cómo estaba llevando las cosas en el autobús ahora que estaba solo, los desviaba hacia canciones y ritmos que tenía en la mente.

No fue sino hasta el lunes que partieron de nuevo y que intentó ver películas solo, y se sintió malditamente incorrecto, que se le ocurrió que podía estar en problemas. Fumarse casi la cajetilla de cigarros no ayudó a bajar sus niveles de ansiedad, la nicotina de pronto no era lo suficientemente fuerte para lo que estaba sintiendo. Su cuerpo ansioso, inquieto, caliente con pensamientos lujuriosos que no eran bienvenidos justo ahora. Con pesadillas turbias y oscuras sobre su esposa, que lo despertaban gritando en la noche.

Entonces se enfocaba en pensar en Davina, y el problema quizás era que pensaba demasiado en ella. Su cara. Su olor. Recordó esas tardes en que lo dejó jugar con su cámara, dándole consejos y mostrándole los botones que debía usar. Derek nunca había estado del otro lado de un fotógrafo profesional, acostumbrado más bien a estar frente a alguien como Davina, había tenido la oportunidad de conocer ese lado y le resultó divertido e interesante. Y jugar con la cámara lo sacó de su mal humor cantidad de veces. Qué no daría por haberse quedado con alguna fotografía de ellos dos juntos.

Así no estaría aquí, buscando entre callejones oscuros a un camello.

La figura masculina se enderezó y se quitó la capucha, dejándose de todas maneras una gorra de béisbol sobre su cabello arena.

—¿Qué rayos haces aquí? —inquirió, sintiendo cómo el color se drenaba de su cara.

—Es la mejor bienvenida que nunca nadie me había dado antes.

Él era tan grande. Se había puesto una sudadera oscura, y de alguna manera eso lo hacía verse más enorme que de costumbre. Era imposible no imaginarlo con el pecho desnudo y todos esos tatuajes a la vista.

—No… no pudiste haber venido. —Derek suspiró acomodando una mochila que llevaba sobre su hombro, su hermoso cabello rubio cubierto por la gorra oscura.

—Supongo que soy el mejor holograma que hayas visto, ¿me dejas pasar ahora? —Davina sujetó con más fuerza el pomo de la puerta, como si eso de alguna manera impidiera su mera presencia.

—No pensarás quedarte aquí, esto no… no es posible.

—¿Es un mal momento? —Sus ojos antes brillantes y llenos de una extraña alegría, perdieron todo calor volviéndose fríos—. ¿Debo regresar por donde vine?

Davina tragó saliva, lo último que necesitaba era que él pensara que estaba con alguien más o cualquier estupidez que se le estuviera ocurriendo en esa maravillosa cabeza suya, tampoco necesitaba que una famosa estrella del rock estuviera pidiendo alojo en su estudio basura, era incluso

peligroso. Eso la enfrió, ¿y si alguien se daba cuenta y pensaba en asaltarlo o algo peor, como secuestrarlo, solo porque ella no podía juntar su mierda? Quitó la cadena y abrió la puerta.

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