Hard

Hard


Capítulo Catorce

Página 30 de 43

―Sí, estoy seguro de que todos en la banda lo aceptarán. Sabes manejarte entre la prensa, eres de las mejores entrevistadoras, ¿y cuando los chicos vean el jodido e increíble álbum? Estarán encantados con que te quedes con nosotros.

Eso sonaba como la futura vida perfecta. Después de toda una vida preocupándose por su hermano, era una sorpresa el descubrir que estaba, por primera vez, haciendo planes para vivir su propia vida, incluso con el terror que eso conllevaba.

―No lo sé. ―Mordisqueó la uña en su pulgar, separándose un poco, necesitaba pensar y su aroma no estaba ayudando en nada―. ¿No crees que vamos muy rápido?

Él parpadeó, sus profundos ojos azules mirándola, antes de que una retumbante risa abandonara sus labios.

―No veo la gracia ―comentó en tono fingidamente molesto, con una sonrisa en los labios, porque su risa era contagiosa, mientras caminaba a la barra para servirse agua.

―¿Dices que vamos rápido?, por favor… ―resopló siguiéndola―. He necesitado de meses para que empezáramos siquiera a besarnos.

―Eso no quiere decir nada, puedes sentir por mí, no lo sé, curiosidad, cariño...

―De hecho, solo mirarte me enciende, es molesto como el infierno.

―Ahí lo tienes, entonces solo es algo primitivo. ―La miró por unos segundos, sus irritantes ojos azules sin pestañear.

―Jeremy casi me castra antes de venir, abandoné conciertos, hay como miles y miles de dólares invertidos en esa gira, ¿lo puedes entender? Cientos de personas han comprado entradas. Los conciertos están agotados. ¿Y tú me dices que solo es algo primitivo?

―Derek…

―Espera. ―Levantó la mano―. La culpa es mía. No te he demostrado de qué maneras puedo quererte.

 

C

a

p

í

t

u

l

o

Q

u

i

n

c

e

 

Davina se rio mientras miraba a Derek, ¿demostrarle como la quería?, tenían que haberlo abducido. Su abstinencia siempre la sorprendió. Él era un gran animal malhumorado, espetando cosas y gruñendo otras, quizás finalmente le estaba pasando factura toda esa locura, porque justo ahora, estaba diciendo puras tonterías. Salvo que la expresión de él no cambió, por lo que se dejó de reír. Derek colocó los brazos a cada lado de ella, descansando las manos en la parte superior de la pequeña encimera, atrapándola. Luego inclinó la cabeza hacia abajo, presionando los labios contra su oreja.

—Justo ahora no hay nadie más en mi mente que no seas tú.

Había algo en el tono de su voz. Algo oscuro y prohibido que la asustó y emocionó al mismo tiempo. Entonces la besó. En el pasado, Derek la había besado castamente, con pasión y necesidad. Pero este beso, ahora, era diferente. Sosteniéndola hacia él, sus labios la reclamaron con una necesidad desenfrenada y una posesión cruda. Una necesidad y posesión que reflejaban la suya. Davina no podía acercarse lo suficiente, no podía abrazarlo lo suficiente. Estaba segura de que no eran más que un montón de extremidades enredadas alrededor del otro, y no le importaba.

Dándole oportunidad de respirar, los labios de Derek se movieron de los suyos, dejando un rastro de fuego sobre su garganta y a lo largo de su hombro, y cuando sorpresivamente la besó en la parte superior de los pechos, le robó un jadeo. En todos estos meses, en todas esas largas noches, nunca pensó que darían siquiera este salto, no quería detenerse a pensar qué lo estaba motivando a ello, o si no llegarían más allá, no quería pensar en nada mientras arqueaba el cuello, haciéndole saber que quería más. Derek levantó la mirada hacia la suya, el azul casi negro de sus ojos bailando apasionado, antes de que deslizara lentamente las manos bajo su blusa, Davina elevó los brazos, y aunque en los ojos de Derek brilló cierta inquietud, terminó quitándosela. El sostén corrió con la misma suerte casi de inmediato cuando deslizó los pulgares por las correas y lo bajó por sus hombros, y así, en un segundo, estaba de pie desnuda de la cintura para arriba delante de él.

El jodido avance del siglo.

―Maldición. ―Los ojos de Derek ardían mientras la observaba sin aliento, su mirada de adoración era como una caricia que se movía suavemente sobre sus pechos―. Eres jodidamente perfecta.

―Por favor... ―susurró sin saber bien qué estaba pidiendo.

Igual, él pareció entenderlo. Sus manos temblaban mientras la tocaba, sus ojos seguían el camino de sus dedos, su palma ancha ahuecando su pecho, los pulgares se burlaban de sus pezones, haciéndola arquear y suspirar, su piel tensándose y hormigueando por igual. Él se inclinó para besarla, por lo que lo rodeó con los brazos y para su absoluta sorpresa, Derek deslizó la mano por el frente de sus vaqueros, abriéndolos con facilidad y entonces, titubeantes, largos y talentosos dedos estuvieron dentro, rozando sobre sus bragas y el puro pensamiento de tenerlo de esta manera, la calentó a tal grado que estuvo segura de que fue recibido por una marea de humedad.

—Diablos, tú… de verdad quieres esto.

—No sé si ofenderme o gemir.

—Mejor gemir. —Y luego la estaba besando como si la vida se le fuera en ello.

Así que gemir funcionaba perfecto. Davina se encontró contoneándose contra él, gimiendo y besándolo, sus manos arañando esa perfecta y musculosa espalda. Derek era magnífico. Desde todos esos músculos de su endurecido cuerpo, hasta los tendones del cuello que sobresalían cuando echó la cabeza hacia atrás. Tenía los ojos fijos en ella. El placer que estaba sintiendo empezó a notarse en su rostro. En esos labios entreabiertos.

—¿De verdad está pasando esto? —preguntó acalorada.

Él volvió a besarla al tiempo que comenzaba a empujarla hacia atrás.

―Diablos ―chilló cuando cayeron sobre la cama, por poco dándose de bruces en el suelo, y mientras se estabilizaban, sin saber bien por qué, comenzó a reírse junto con él.

Solo él podía hacerla reír a carcajadas durante una apasionada sesión de besos. Derek se inclinó sobre ella, reacomodándose entre sus piernas, mientras apoyaba la cabeza contra la suya, sonriendo como un idiota.

―Te quiero, Davi.

Los ojos de Davina estaban cerrados, pero los abrió al momento, entrecerrándolos mientras lo miraba.

Su sonrisa, que había estado ahí tan solo segundos antes, vaciló, de hecho, se desvaneció casi como si no hubiera entendido, o no fuera eso lo que quería escuchar. Lo miró fijamente, sin parpadear, y justo cuando Derek estaba a punto de disculparse y retirarse de las relaciones o lo que fuera, la sonrisa volvió. Despacio.

Y fue como ver salir el sol, la alegría en su rostro tan deslumbrante y brillante que encendió todo el oscuro departamento.

―También estoy enamorada de ti, Derek, pensé que ya lo sabías.

Luego lo besó, y si antes había habido algún indicio de moderación en su toque, se había ido ahora. Derek sonrió entre sus labios antes de deslizarse por su cuello, y finalmente tomar entre sus labios uno de sus pechos, mentiría si dijera que no había fantaseado con esto una y otra vez durante los últimos meses, así que prestó cuidadosa atención a sus pezones, y mientras ella gemía su nombre y apretaba su cabello, sus piernas lo acunaron con facilidad.

La dedicación que le dio a cada uno de sus pechos por poco la hizo correrse ahí mismo, lo supo por la forma en la que se arqueaba y apretaba. Respirando con dificultad, Derek cerró los ojos con fuerza intentando controlarse, pero no pudo evitar que un siseo escapara entre sus dientes cuando sintió pequeñas manos buscando el botón de sus vaqueros. Era aquí donde tenía que detenerlo todo, habían llegado demasiado lejos.

Y sin embargo, la sensación de Davina enganchando sus dedos en los costados de sus vaqueros y deslizándolos junto con su ropa interior lentamente por las piernas, le detuvo el corazón y la mente. El suave deslizamiento de la tela, el leve roce de sus dedos sobre la piel sensible. Dentro de su pecho, el calor de la anticipación ardía más que cualquier otra llama mientras ella lo observaba, estaba ardiendo con la necesidad de estar dentro de ella. Estar con Davina, ser mejor para ella.

Esta chica bajo su cuerpo era la luz que necesitaba, tenía un fuerte carácter y se había abierto paso para llegar a donde estaba. ¿En cuanto a él?, lo había sacado de su jodido caparazón, de su zona de confort, a lo largo de los meses, a su manera le dijo que era un imbécil y le demostró que podía lanzarlo lejos con una patada, y la admiraba por ello. Pero también era la mujer más femenina que jamás había conocido. Toda ella apelaba al hombre en su interior, a su lado más protector, a esa parte de sí mismo que quería tomarla en brazos y asegurarse de que nada ni nadie la hiriera o le hiciera daño, pero también despertó su faceta más carnal, esa que quería ponerla en cuatro y hacerla gritar su nombre.

Derek pensó que había esperado ya demasiado tiempo mientras la ayudaba a patear su propia ropa, pero justo cuando ella fue a quitarse los vaqueros, la detuvo.

―Espera. ―Ella se congeló, sus ojos luciendo cautelosos.

―¿Estoy malinterpretando…? ―Derek negó, inclinándose hacia ella.

―Tan solo quiero hacerlo yo.

Sus ojos azules llamearon mientras se acomodaba y lo ayudaba a deslizar la prenda por sus torneadas piernas. Derek tiró de los vaqueros, y su corazón se aceleró con cada centímetro de piel que exponía dejándole ver el resto de su cuerpo, hasta que sacó las bragas. Se detuvo solo un segundo, dándole a su alma una última oportunidad de entregarse al pánico, no.

Lo último que quería era desmoronarse en mitad de aquel encuentro buscado por ambos, sin embargo, no sentía nada de miedo. Por primera vez en su vida, el presente resultaba mejor que el pasado. No existía eco ni memorias. Solo Davina se hallaba en este momento, y para prueba, ella tiró de su cabello, trayéndolo de vuelta. Así que bajó la cabeza, permitiéndole atrapar sus labios en un rápido beso, sorprendiéndolo.

―Parecía que estabas yéndote de aquí ―susurró.

―Gracias por no dejarme ir. ―La atrajo hacia él y la besó profundamente antes de separarse. Con los ojos cerrados, presionó su frente contra la suya―. ¿Esto es real?

―Yo diría que sí. ―Davina suspiró, ondulándose contra su verga―. Muy real.

Él siseó, moviéndose sobre el pequeño espacio, presionando su pecho contra el de ella. Volvió a besarla, entrelazando sus lenguas, y comenzaron a moverse acompasadamente, imitando el sexo. Las caderas avanzando y retrocediendo, ella absorbiéndolo, frotándose contra él… mala idea. El modo en que sus senos absorbieron su peso, la manera en la que su verga se frotaba contra sus húmedos pliegues, disparó una alarma en su cuerpo, recordándole lo desesperado que un hombre podía volverse cuando tenía a una mujer bajo su peso.

Y había pasado una vida desde la última vez que tuvo alguna.

―¿Estás seguro de que quieres hacerlo?

Derek se sintió tan imbécil cuando ella preguntó eso que casi se rio, pero cuando ella se arqueó de nuevo, solo pudo asentir, con la respiración entrecortada.

Davina sonrió, trazando líneas en su cuerpo, sus ojos azules turbios mientras continuaba explorando. Debajo de su piel, sus músculos se ondularon y contrajeron bajo sus dedos, su respiración se aceleraba a medida que pasaba cada momento. Estaba perfecta justo así, y no pudo evitar rozar de nuevo su verga contra esa cálida humedad, robándoles a ambos un gemido. Maldición, su sexo duro y grueso, ansioso por penetrarla, un momento…

―Maldita sea, Davi, no traje protección, yo… nunca pensé que yo, que tú… ―Davina lo besó de nuevo, dejándolo sin aliento―. ¿Me estaba yendo de nuevo?

―Lo estabas haciendo ―sonrió empujando el cabello fuera de sus ojos―. Soy irregular, así que tomo pastillas… es decir que no tienes de qué preocuparte.

Quería decirle que ella tampoco tenía de qué preocuparse, no había estado con nadie desde hacía muchos, muchos años, pero tan solo mirar esos preciosos zafiros, supo que ella confiaba en él, y su confianza y todo el amor en su mirada le dieron el valor necesario para que, en un solo movimiento, se alineara y se empujara un poco dentro de ella, haciéndola jadear… definitivamente no recordaba que se sintiera así entrar en una mujer, o más bien, intentar entrar.

Tragando saliva, el sudor le brotó sobre los hombros y le corrió hacia abajo por la columna. La presión entre las piernas de Davina cedió un poco, y la respiración del joven se hizo más intensa, un gruñido por cada aspiración, entonces empujó un poco más a la izquierda…

Aquello los tomó por sorpresa a ambos cuando entró completamente en ella, Davina gimió, bajo y profundo, un sonido dulce, precioso, de alivio, mientras un temblor recorría su cuerpo, y sufría un espasmo a su alrededor. Derek casi lo pierde ahí, esa pequeña contracción, la expresión de su mirada, la sensación de ella a su alrededor, la cercanía, la perfección, le robaron el aliento y detuvieron su corazón.

Controlando el temblor en sus dedos, tocó su cara, y se encontró ahogado en la maravilla silenciosa que veía en sus ojos. Davina estaba muy quieta ahora, con la mirada fija en la suya.

―¿Estás bien?, ¿no te duele? ―inquirió él, acariciándole la sonrosada mejilla.

―Ha pasado algún tiempo, ahora puedo sentirlo. ―Lo besó―. Vaya que puedo sentirlo, pero no pongas esa cara que estoy disfrutando de este momento.

―¿Te refieres a mi cara arrogante?

―Solo muévete, ¿quieres?

Él se rio mientras la besaba con dulzura y, tal como ella lo pidió, comenzó a moverse, sin embargo, se tomó su tiempo, dejándola sentir cada centímetro lento y sólido de él en un ritmo exquisito que esperaba declarara su amor, su posesión, una y otra vez.

De forma fugaz, Ellen le vino a la mente. Su imaginación amenazando con hacerle una mala jugada justo ahí. Jadeando, se obligó a abrir los ojos para observar a Davina, solo ella podía estar en su mente, solo ella, y cuando enredó las piernas alrededor de él, apretándolo, arqueándose, se perdió en ella. Tomando todo eso que siempre estuvo dispuesta a ofrecerle y más, él se lo devolvió hasta que no supo dónde comenzaba él y terminaba ella, una y otra vez embistiendo en su interior.

―Davina ―dijo con voz ronca―. Ah... maldita sea. Estoy cerca. Tan cerca. Demasiado... pronto... ―Disminuyó la velocidad, rotando sus caderas en vez de empujar.

La mano de ella subió para rascarle la parte de atrás del cuello antes de deslizarse entre su cabello. Con un gruñido grave, la besó profundo. Era tan dulce, no solo su sabor, sino ella. Había algo tan puro en ella que le hacía sentirse limpio.

―Derek ―jadeó contra sus labios―. Más rápido. ―Levantó sus caderas, tomándolo más profundamente, y su control se rompió.

Sí, su verga estaba caliente y latiendo, pero fue la emoción del placer paralizante que conseguía con cada empuje lo que lo dominó.

No podía evitarlo, estaba viviendo, respirando, era una masa de pura necesidad mientras sentía esta extraña sensación comenzar a crecer dentro de él, algo nuevo, poderoso, y crudo. Algo más allá del éxtasis, o del orgasmo. Davina arañó su espalda, moviéndose con él y llevándolo a un lugar que Derek nunca supo que existía, donde no había nada más que la mujer ahí con él.

Se lanzó, golpeando en ella con tanta fuerza que se estiró hacia atrás y envolvió sus manos en el borde del colchón para impulsarse. Todo su cuerpo volviéndose duro, rígido, con exasperados movimientos hacia atrás y hacia delante, estaba nervioso por acercarse al borde, pero no había opción de detenerse ahora, de cualquier manera sus caderas se hicieron cargo, moviéndose dentro y fuera, la fricción subiéndole a la cabeza como si hubiera estado bebiendo toda la noche.

Más duro, más rápido. Iba a perderlo en cualquier momento. Entonces, y para su absoluta sorpresa, Davina le clavó los pies en el culo, y se arqueó bajo su peso gimiendo su nombre, una sucesión de contracciones rodeando su verga... Si antes era hermosa, esta imagen de ella corriéndose a su alrededor quedaría grabada para siempre en su retina.

El aliento de Davina le rozaba el hombro y su sudor se le pegaba a la piel. Cuando ella le agarró el cabello y se lo apretó en un puño, le hizo sentir una pizca de dolor bienvenido, y le dio el combustible justo para lanzarlo por el borde. Todo su cuerpo se prendió en llamas y el orgasmo lo golpeó sin ninguna advertencia. Derek lanzó la cabeza hacia atrás, su cuerpo temblando, al igual que su mundo, y luego todo desapareció. El cansancio, los nervios, su respiración, todo. Por largos minutos se quedó en silencio, hasta que sintió suaves dedos rascar el cabello bajo su nuca.

―Gracias ―susurró Davina, todavía debajo suyo.

Era casi increíble que la pobre pudiera respirar, todavía más complicado articular una palabra bajo su peso, ¿y le daba las putas gracias mientras acariciaba su cabello? Derek se apoyó sobre sus inestables codos, tratando de no seguir asfixiándola.

―¿Por qué? ―Ella empujó un mechón fuera de sus ojos, la cálida caricia lo hizo recostarse contra su mano.

―Por darme todo lo que no sabía que necesitaba… aunque… ―Se removió bajo su peso, hasta poder apoyarse contra su pecho, sus ojos chispeantes, llenos de una extraña diversión―… hay algo que sé que necesito en este preciso momento, pero no sé si pienses que estoy loca.

—Ya lo pienso, así que adelante. —Ella rodó los ojos, y removiéndose un poco, tanteó a un lado de la cama hasta tomar lo que quería.

—Necesito una fotografía de este momento. —Derek elevó una ceja, no sintiéndose muy cómodo con eso, y cuando la sonrisa de Davina comenzó a caer, se apresuró a tomar la cámara de sus manos.

—Solo dime cómo hacerlo —gruñó rodando los ojos, haciéndola sonreír de nuevo.

—Sostenla de esta forma —indicó, reposicionando sus dedos alrededor de su inseparable cámara Nikon.

—Esos prismas se ven increíbles, quizás te obligue a que me enseñes un poco de fotografía. —Luego, la atrajo contra su pecho y con una gran sonrisa, Davina escuchó el clic del botón mientras se sacaban su primera selfie, en su primera vez juntos.

Riéndose, lo besó, quitándole la cámara y lanzándola a un lado. Derek la besó de vuelta, sabiendo bien por qué había tenido que hacer eso. Quizás nadie entendería que su obsesión por fotografiar los momentos se debía a su necesidad de detener el tiempo, pero él la entendía, y estaba contento de pertenecer a su selecta colección de fotografías.

Moviendo su mano por encima, Davina le acarició la mejilla, sintiendo cómo le había crecido la barba rubia.

—Necesitas afeitarte. —Él se frotó como un enorme gato contra sus dedos.

—Me gusta este aspecto.

—¿Dios no quiera que parezcas un miembro de alguna boy band?

Nadie nunca se vería tan caliente como Derek en un par de pantalones rasgados y un suéter de cuello alto negro que destacaba su cuerpo duro y masculino. Ni aunque se lo propusiera parecería alguno de esos tipos de bandas pop, jamás con esas botas de punta metálica, ese cabello rubio descontrolado y todos esos tatuajes rodeando sus brazos.

—Exacto —sonrió—. ¿Qué tienes que hacer hoy?

Se encontraban en un IHOP, porque Derek tenía este enorme fetiche con los panqueques, sobre todo con el de zarzamora.

—Tengo que entregar unos reportes, y poner una introducción de lo que será su álbum. —Derek hizo una mueca, mordisqueando un pedazo de panqueque—. Intentaré volver lo antes posible, ¿sí? Solo haremos algunos ajustes y cambiaré un par de fotografías, y luego regresaré a casa a hacerte la mamada de tu vida, ¿te parece?

Una suave sonrisa se extendió en la cara de Derek. Nunca había visto nada tan hermoso o sensual.

—Me gusta cómo suena la palabra… “casa”. —Davina resopló una risa.

—¿De verdad de todo lo que dije te quedaste con esa palabra? —Sus ojos azules se oscurecieron, y cuando se relamió los labios, provocó que tuviera que apretar las piernas entre sí de manera inconsciente.

—Claro, y puede que… lo que quieres hacerme en esa casa, me tenga todo excitado en un lugar público lleno de familias.

Ella se soltó riendo sin poder controlarse. A él le encantaba tomarle el pelo, y definitivamente el sexo. Todo este tiempo, Davina había estado un tanto preocupada de que tal vez él estuviera poniéndole excusas porque en realidad no le atrajera su cuerpo o algo, pero ahora, mientras sus ojos azules se perdían una vez más en su escote, Davina supo que estaba equivocada. Él definitivamente era un hombre de pechos, solo necesitaba tiempo para estar seguro y superar su pasado.

—¿Tú qué harás mientras tanto? —Él pareció nervioso, o quizás solo fue su imaginación, mientras lo miraba contemplar su plato de panqueques.

—Tocaré un rato la guitarra.

—¿La trajiste? —Diablos, ¿dónde había dejado esa incalculable pieza de valor? Esperaba en Dios, no en su estudio.

—Sí, han estado pasando algunas cosas… —negó antes de suspirar—, en fin, la dejé en casa para no llevar tanto equipaje a tu estudio.

—¿Qué clase de cosas?

—No estoy muy seguro, no sé incluso si valga la pena preocuparse por eso, no cuando necesito sacar el ritmo de una letra que tampoco puedo sacar de mi mente.

—Siempre puedes componerme algo en la cama.

Había una chispa de algo en sus ojos, y una esquina de su boca se levantó ligeramente en una sonrisa.

—Veré si lo mereces.

Esto era algo que definitivamente se podría imaginar. De hecho, la imagen de él, en las sábanas de la cama del autobús, despeinado, recostado contra las almohadas con una guitarra en su regazo, había sido su imagen número uno cuando necesitaba un orgasmo rápido, y esas imágenes habían acudido a ella con frecuencia, sobre todo las inventadas de él sin la cantidad suficiente de ropa como para que el color inundara sus mejillas ahora.

—No puedo aplazar mucho tiempo la gira, Jeremy está enloqueciendo, ¿crees que puedas volver conmigo en un par de días?

La joven sintió cómo sus entrañas se calentaban; sus ojos azules eran sinceros, él la quería con la banda, no sería capaz de botarla sin previo aviso, ¿verdad?

—¿Le dirás a los demás sobre lo nuestro?

—¿Te refieres a la banda? —Davina asintió—. Creo que dejarlos casi al final de la gira y buscarles un reemplazo les dio una pista.

Davina sonrió, y cuando se inclinó para besarlo, se dio cuenta de que estaba tenso. De pronto, sus profundos ojos no estaban sobre ella, sino mirando hacia afuera, y el brillo cálido fue arrasado por una familiar mirada helada.

—¿Cómo diablos los

paparazis se enteraron de mi llegada?

—Él te dejó en la puerta, está por todos los medios. —Ruth suspiró negando antes de centrar sus ojos en ella—. Bueno, excepto en el nuestro. Simplemente no puedo creerlo.

Después de dejar el restaurante en un torbellino de fotografías, Derek se había rehusado a que llegara sola a Delirum, provocando que el caos se hiciera increíblemente peor.

De alguna manera los fanáticos se habían enterado de su presencia, y le gritaban a Derek, alzando sus camisetas y otras mierdas, intentando que las autografiara, golpeando incluso las ventanas del taxi en el que iban. Davina quería gruñirles por ser tan inoportunos, y ordenarles que se detuvieran. Por su lado, Derek los ignoró, pero ella no podía alcanzar ese jodido nivel zen aún. Odiaba a la gente así, pero nuevamente, a Derek no pareció importarle y no quiso dejarla ir sola a su trabajo. Decía que simplemente iba contra sus ideas de protección, o lo que fuera.

Cerrando los ojos, recordó el rostro de sus compañeros. Algunos la recibieron con risitas tontas, mientras que otros solo la miraron con algo que rayaba en la envidia y el desprecio. Diablos, ¿es que todos sus compañeros de trabajo en realidad eran unas pequeñas perras ardidas escondidas detrás de una fachada amistosa? Aunque bueno, ella había sido conocida por ser una persona fría, sin importarle mucho si la miraban o no…

—No solo perdimos la exclusiva de todo esto, tú misma te encargaste de hundirnos.

—Ruth, lo siento, él llegó apenas y todo ha pasado tan rápido…

—¿Recuerdas lo que te dije sobre Delirium siendo mi bebé? —la interrumpió con una mirada—. No tienes justificación, a ti no te importa el futuro de esta empresa, no te interesa en lo absoluto este empleo.

―¿Cómo puedes decir que no me interesa? —La miró incrédula, había dejado sudor, lágrimas y tiempo incalculable tras estas paredes.

―¿Que cómo puedo decirlo?, si no es por ese anónimo, no tendría ninguna primicia de ustedes o la banda, ¿cómo crees que me siento de ver las noticias en todos lados menos aquí, cuando se supone que yo tengo a los protagonistas?

—¿Anónimo?, ¿así bautizaste a ese ladrón?

Ruth no respondió, y mientras la miraba con desprecio, esta vez Davina no se sintió inferior, andrajosa o corriente, porque recordó otra mirada. Derek estaba recostado sobre su pequeño colchón, con su pecho desnudo y con su cabello desordenado por dormir. Jesús, era hermoso por la mañana, incluso lo había tenido que fotografiar.

Ir a la siguiente página

Report Page