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Capítulo Diecisiete

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Las fotografías eran intrusivas, más que descaradas por tanta piel, eran íntimas.

Algunas con ellos en la cama en el pequeño estudio, otras de ellos en el autobús, y un collage de ambos con sonrisas bobas y el cabello descontrolado por el sexo que sin duda habían tenido. Pero ver los turgentes pechos de su chica, apenas cubiertos casi lo hicieron quebrar la maldita cosa.

La cabeza de Derek daba vueltas mientras asimilaba lo que estaba viendo. Davi le dijo que renunció precisamente porque le pedían cosas como esta, ¿entonces qué significaba esto? ¿Realmente sería capaz de vender su propia intimidad… por dinero?, ¿a qué puta revista?, ¿a qué costo? No podría perdonarla si descubría que era cierto.

—¿Quieres que lo termine? —se escuchó decirle a Jeremy.

El puro pensamiento hizo que su pecho ardiera, como si hubiera recibido un puñetazo, lo que hablaba de cuánto se había enamorado de Davi. Justo cuando Derek comenzaba a creer que podía estar… bien, no feliz, o perfecto… pero, las cosas estaban… bien hasta esto. Jodida mierda. Escuchar todo su parloteo le estaba provocando querer empuñar las manos y golpear algo. Golpearlo a él por mostrarle esto.

Jeremy le dio una sonrisa repentina antes de palmear su hombro para tranquilizarlo.

—No te preocupes, amigo, solo quería ver qué tan cegado podías estar. Apenas confirmé hoy que a Davina le robaron su cámara, me lo contó el personal de seguridad del estadio, vimos las cámaras pero no identifico al tipo con gorra y ropa oscura saliendo de los vestidores. Rick se tomó la tarea de pedir las cintas de los otros estadios y hoteles donde nos hemos quedado, ya se está investigando esto de los robos.

Una mezcla de furia y alivio puro inundó su pecho, estaba enojado consigo mismo por haber dudado de ella aunque fuera por un segundo, y luego con el puto de Jeremy.

—¿Qué cámara le robaron, y por qué putas haces esta clase de bromas?

—Una cámara vieja que cargaba, pero… no lo sé, dijo lo mismo cuando robaron las fotografías que tomó en aquella jodida fiesta, y ha venido diciendo eso con cada nota amarilla... —Apoyó las manos en sus caderas, mirando el suelo—. Me pregunto si está mintiendo y en realidad está obteniendo dinero a nuestras espaldas…

—Deja de pensar así —gruñó—, definitivamente algo más está pasando, sé que puedes verlo, y para que sepas, también robaron una de mis jodidas guitarras.

—¿Qué? —Lo miró incrédulo, Derek asintió.

—Hay una maldita rata en el barco y necesito que la encuentres, sé que no puedes con todo tú solo, por eso pensé que sería bueno que Davina te ayudara, pero si no quieres no importa, la verdad es que ni siquiera necesita el dinero. Lo hace por gusto.

De hecho, ella

realmente necesitaba el dinero, pero dudaba que fuera capaz de entregar las fotografías a cualquier otro medio, incluso había renunciado a Delirum al sentirse respaldada por él, nunca le haría esto a su relación, ¿verdad?

—Bueno, lo siento por culparla —dijo incómodo—, pero debes entender que siempre voy a estar ahí para protegerlos, es mi jodido trabajo. En fin, te agradezco que pensaras en un apoyo para mí —suspiró, pareciendo tenso cuando movió el cuello a los lados—. Realmente Davina es buenísima en lo que hace, será un excelente brazo derecho, sobre todo ahora con lo que está pasando y… estoy feliz por ustedes, en serio, solo jodidamente nervioso, es la primera mujer que miras desde que murió Ellen.

—No hablemos de ella, solo… —Dio otra calada a su cigarro—. No, por favor.

—Tienes que dejar de culparte. Todavía me parece increíble que tu suegra pudiera asociarte como responsable de la muerte de su hija, eso es triste y desagradable, sobre todo porque su propia adicción te involucró a ti, pero debes recordarte que no fue tu culpa.

Carmen, la mamá de Ellen, lo culpó todo el tiempo, tachándole de mala influencia. Algo irónico, porque Derek nunca le echó la culpa a nadie por su propio uso de drogas. Y fue él quien había tratado de introducirle a Ellen la idea de dejarlas. Igual, Carmen accedió a guardar silencio respecto a su matrimonio con Ellen a cambio de una cantidad de dinero que la podría sostener de por vida, a ella y a su pequeño hijo, algo que no le importó dar a Derek, nada traería la paz ni para Carmen, ni para él, nunca.

—Me hubieras dejado en donde me encontraste. Quizás eso habría traído algún alivio para la familia. —Jeremy rodó los ojos.

—Pude haberlo hecho, pero no lo hice. Eso no era para ti. Y cuando al fin te des cuenta que está permitido seguir adelante, cuando entiendas que las cosas pasaron por una jodida razón, y decidas estar con una chica que realmente te guste y comenzar a vivir, quiero que sea agradable y buena para ti. Por eso estoy preocupado con Davina.

La manera calmada y nivelada en que lo dijo, lo hizo apretar los dientes. Viniendo de su boca así, sonaba como si hubiera pasado algo regular y rutinario, ya saben, la gente muere todos los días. Mientras que Derek apenas mantenía la cordura por todo el trauma, estaba atónito más allá del sentido por todo lo que Jeremy le acababa de decir. Había tanto de lo que quería discutir, que ni siquiera tenía la certeza de por dónde empezar.

—¿Acabas de darme la bendición de la manera más jodida posible?

—Tómalo o déjalo —confirmó, encogiéndose de hombros—. Solo ten cuidado.

—Voy a seguir con ella porque estoy enamorado de ella, y fin del tema, ahora quiero hablarte de otras cosas —gruñó ondeando la mano, como restándole importancia, ignorando su cara asombrada cuando dijo—: ¿Qué te parece la canción que escribió Caden?

Después de eso, Derek se fue directo a su autobús y sí, puede que fuera sonriendo como un jodido imbécil. Pero la verdad era que no podía esperar a ver a su chica, quería contarle sobre sus nuevos planes y con suerte, no hacerla correr por las colinas. Toda esa charla con Jeremy le había abierto los ojos, ¿cómo pudo dudar por un segundo de ella?, ahora sabía que la quería en todos lados, en su espacio personal, rodeada por las cosas que le encantaban, la quería muy adentro en su corazón.

Ella estaba al fondo en la cocina, y sostenía un vaso vacío, que casi dejó caer al encontrarse con sus ojos. La fachada de una compostura fresca se desvaneció cuando intentó sostener torpemente el vaso, por lo que rebotó en sus manos, haciéndola lucir como una malabarista con manos increíblemente torpes, hasta que lo agarró con fuerza y casi lo golpeó contra la barra.

Empujando el cabello tras sus orejas, su rostro era de shock y confusión, como si no supiera en qué lugar estaba parada. Había miedo en sus ojos. Al instante, el corazón de Derek estaba acelerado, como si pudiera darle un paro en cualquier momento, pero se quedó de pie frente a ella, esperando a que le dijera qué estaba pasando. Nunca lo hizo, por supuesto, no esperaba menos, así que se aclaró la garganta.

―¿Qué está mal? ―Ella continuó mirando hacia el suelo―. ¿Davina?

―No es nada ―dijo, caminando hacia él―. ¿Qué estuviste haciendo?

Había algo en su tono, en su postura, que le dijo que no quería hablar. Que existía algún conflicto interno que estaba tratando de ocultar. Le recordó a algunas de las primeras conversaciones que tuvieron, y respiró profundo, tratando de controlar su temperamento.

―Estaba hablando con Jeremy, he decidido que ese tipo no me gusta.

―¿Por qué? ―Se detuvo frente a él, su aroma lo golpeó como mil voltios, y cuando lo miró por debajo de sus pestañas, casi cae de rodillas―. ¿Qué es lo que te gusta, Derek?

Él lamió sus labios, olvidando incluso su nombre. Ella se puso de puntitas y le mordisqueó la barbilla, el solo gesto lo puso duro, no que necesitara ayuda, muchas gracias, estaba claro que había entrado a la adolescencia otra vez, y cuando envolvió sus pequeños brazos entorno a su cuello, supo que estaba perdido, la deseaba como a nada, todo el jodido tiempo. Ahora ella había despertado en él algo muy difícil de poner de vuelta a dormir.

―Te extrañé ―ronroneó con su voz suave, depositando besos alrededor de su mandíbula. Derek evitó un escalofrío por puro milagro, mientras la estrechaba.

―También te extrañé, desastre. Se siente tan bien cada vez que me tocas, eres increíble, y hueles maravilloso ―dijo besándole el cuello.

Davina se rio, y el sonido, la mejor música para sus oídos.

—¿Estás temblando? —le preguntó alarmado, separándose y mirándola a los ojos.

—Sí, creo que lo estoy.

—¿Por qué…? —Y luego todo regresó de golpe—. Supe lo de tu cámara, lo siento mucho, no puedo creer que te hicieran eso.

Ella desvió la mirada, y sus ojos llenándose de lágrimas se sintieron como una maldita daga directa al pecho. La sostuvo en sus brazos y la meció con suavidad.

—Estoy bien —susurró, su voz amortiguada contra su pecho—, solo tengo miedo de lo que vaya a pasar… —Se quedó callada, sus manos haciéndose puños en su camisa—. Derek, estoy consternada porque me robaron lo que más quería en este mundo, y… también nuestra intimidad, había fotos... ¿Qué clase de publicista voy a ser?, lo he arruinado todo.

—No has arruinado nada, y no fue tu culpa.

—Alguien me ha estado robando material, no sé qué pensar, la cámara era vieja, nunca creí que llamara la atención, la puse junto con el resto del equipo en lo que comía con Giselle y Zoe en el pequeño bufete que montó el personal del estadio… —Dejó caer la cabeza contra su pecho—. Ugg, soy tan tonta, de verdad no merezco que me consueles.

—¿Davina? —Sujetó su mentón—. No me importa si sale en todos lados alguna fotografía mía desnudo, ¿pero alguna tuya? —resopló—. Estoy pensando en darle caza al cabrón que te robó y cortarle los huevos para hacérselos tragar.

―Aunque es halagador que te vuelvas tan primitivo, vas a matarme si alguien publica esas fotografías, definitivamente tienes razón y soy un desastre... ―Derek respiró profundo, sujetando sus dedos mientras jugueteaba con ellos. Diablos.

―Lo siento, ya fueron publicadas, Jeremy me las mostró. ―Ella palideció.

―No, no puede ser, pero si apenas… ―Sus ojos se llenaron de horror, y perdió fuerza en las rodillas, por lo que la sujetó con más fuerza entre sus brazos.

―Oye, no me importa. Nada de lo que pase afuera me importa, y quizás tengas razón y eres un desastre, sí, pero eres mi desastre. ―Sujetó su rostro―. Sabes que soy un jodido adicto y para bien o mal, te has vuelto mi droga, y todo lo que me puede importar eres tú. Te necesito, te ansío como nunca había ansiado nada antes. Y lo lamento si…

Davina sujetó el cabello bajo su nuca y lo obligó a bajar la cabeza para besarlo, su lengua entrando al intercambio de inmediato, el hambre en sus labios y sus manos recorriéndole la espalda lo calentaron como si se encontrara cerca de una hoguera, y cuando la joven se contoneó ligeramente contra él, frotándose contra su verga ya excitada y que presionaba ahora cerca de su vientre, pensó que iba a perder la maldita mente.

—Necesitaba saberlo, también te necesito. Mucho.

Derek se estiró hacia abajo, dejando un rastro de besos por todo su cuerpo desnudo, volviéndola loca, haciéndola olvidar todo el estrés por lo de su cámara. Aquí no cabían temores, ni sombras adecuadas, ni futuros inciertos. Solo ella, y Derek separando sus piernas, moviéndose más abajo y manteniendo los ojos en los suyos. La anticipación cantaba a través de su piel mientras él se apoyaba y lamía el pliegue de su muslo, privándola de oxígeno cuando arrastró su lengua a lo largo del pliegue en la otra pierna.

—Maldición —gimió apretando las sábanas en puños.

Davina se arqueó cuando él se enterró en sus muslos entregándose al fuego que venía del ritmo perverso de sus labios y lengua, de cada golpe y movimiento exquisito. De sus ojos mientras la miraba, encontrando su propio placer en el suyo.

Derek comenzó tímidamente, explorando, usando su lengua para probar y saborear lo que la hacía retorcerse y jadear más. A medida que la necesidad de Davina se disparaba, él se volvía más seguro, sus labios más urgentes y desesperados, dándole un placer tan intenso que fue casi doloroso. Era tan bueno en esto, que parecía una broma de mal gusto andar diciendo por ahí que fue célibe.

Un lento giro de su lengua fue la perdición de Davina, con el cuerpo arqueado y la respiración parcialmente detenida, se elevó en la cama, pero la boca de Derek se mantuvo en su lugar, saboreando, su mano aferrándose a la suya, aguantando, dejándola clavarle las uñas en la piel. Hasta que finalmente, estaba sin aliento y sin huesos.

—Eso fue... —Sacudió la cabeza contra su pecho, todavía tratando de recuperar el aliento, con los dedos bajo su barbilla, Derek le inclinó la cabeza, sonriéndole a sus ojos.

—Eres lo más hermoso que he visto en mi vida.

Su voz era suave, ronca pero tierna, y teñida de asombro. Sus ojos brillaban, y sí, nunca se sintió más amada y hermosa en su vida. En realidad, nunca se le dio la oportunidad de amar y ser amada. El rubor rugió en sus mejillas, y aunque él ya la había visto caer de la manera más abandonada, de repente se sintió tímida con él. Parpadeó, centrándose en esos ojos azules. Su mirada era despreocupada, sus sentimientos crudos y en exhibición, incluso cuando no estaban haciendo nada más que estar recostados, tranquilamente, en paz y calidez. Derek la abrazó con más fuerza, colocando besos en su sien, en su mejilla y en su cabello.

Davina se acercó más a él, si eso era posible, y solo entonces se dio cuenta de su propia necesidad apremiante. Diablos, nunca había estado con un hombre que no pidiera de inmediato el favor de vuelta, Derek deslizó la nariz por su oreja, parecía bastante contento con lo que estaba haciendo, sin tener prisa ni mucho menos reclamarle en un futuro próximo su turno, de hecho, ni siquiera parecía importarle. Él la quería a ella. Ella lo quería a él. Se querían. ¿Podía ser cierto?, ¿así tan fácil? Jesús, tenía que dejar de ser tan pesimista.

El sol entraba por la ventana del autobús, brillantes cintas de luz se reflejaban contra sus cuerpos que estaban tan enredados que parecían uno solo.

Hacía unos minutos, habían sido precisamente eso. Davi había estado hermosa en la cima de él, su cabello largo cayendo entre sus abundantes pechos, sus carnosos labios entre sus dientes al tiempo que marcaba el ritmo que quería llevar, su suave y jadeante respiración mientras él se deslizaba dentro de ella, eran los sonidos más eróticos que hubiera escuchado alguna vez, y todavía podía saborear su pasión en su lengua, mezclado con el sabor de su piel, y recordar su caliente centro apretándose alrededor de él… De hecho, la oleada de emoción que había sentido cuando ella se vino a su alrededor, había sido casi demasiado.

Davina bostezó, abriendo perezosamente los ojos, mirándolo con una sonrisa. Se inclinó y rozó los labios sobre los suyos, enredando los dedos en su cabello despeinado.

—Duerme un poco más, Davi.

—No puedo, mi mente da vueltas.

—Solo apágala.

—¿Te he dicho antes que admiro tu nivel zen? —Derek se rio, y estirando una mano le cerró los ojos.

—Duerme. —Davina también se rio, dándole un manotazo.

—¿Qué te tiene despierto a ti?

—Mmm. —La acercó más, metiendo su cabeza bajo su barbilla, su mejilla presionada contra su pecho. Luego, le acarició suavemente la espalda, de arriba abajo, trazando espirales por su espina dorsal—. ¿Por qué no querías decirme que habían robado tu cámara?

—No estaba segura si la robaron o solo fui una tonta descuidada, me daba pena. —Se revolvió, claramente incómoda.

—Ya veo —dijo, mientras una de sus manos jugaba con su cabello.

Continuaron en silencio unos minutos hasta que, finalmente, Davina lo miró, incorporándose un poco, clavando sus profundos ojos azules en él.

—¿Qué pasa? —Él se encogió de hombros.

—Quizás es algo tonto, no lo sé.

—Dímelo igual.

—Sí, creo que ese es el problema —se rio entre dientes—, creo que yo hablo de más, mientras que a ti tengo que sacarte las cosas a la fuerza.

—Eso no es cierto.

—¿Ah, no? Dime, si quisiera saber dónde están tus padres, ¿me lo contarías?

—¿Para qué quieres saber eso, qué importa? —Derek clavó los ojos en ella.

—A esto me refiero, a mí me importa, sabes todo sobre mí, pero cada vez que quiero acercarme a ti, te cierras. Ayer estabas asustada por lo de la cámara, y me distrajiste… no que me queje, en fin. Si no quieres hablarlo, no lo entiendo, pero te respeto.

Davina no quería recordarle que él tampoco había mencionado muchas cosas, y podrían lanzarse el uno al otro basura, pero no era así como quería que construyeran lo que sea en lo que se estaban metiendo. Así que suspiró, apartándose de su pecho y envolviéndose ligeramente en las sábanas, por alguna razón estar desnuda mientras hablaba de eso simplemente no se sentía correcto.

—Me voy a ir por la versión corta, no me apetece recordar. —Se pasó el cabello tras las orejas—. Nunca conocí a mi padre, y en casa éramos pobres, así como…

muy pobres. La mayoría de las veces mamá se gastaba el poco dinero que el padre de Brant depositaba para su pensión en alcohol y drogas. ¿Y si llorábamos por comida?, nos golpeaba, así que cuando mi hermano cumplió trece, comenzó a robar, no solo en las calles sino a mamá, también bebía alcohol, para los diecisiete era la sexta vez que lo arrestaban.

Lo miró esperando ver ahí compasión o algo para detenerse, pero sus ojos no demostraron nada, asintió mientras la incitaba a seguir hablando, lo que de alguna manera sirvió para que su pecho se sintiera menos oprimido.

»Era ya un drogadicto para cuando me regaló mi primera cámara, no te voy a negar diciéndote que nunca se me pasó por la mente que fuera robada, no importa, él solo la trajo y dijo que quería otra cosa para mí, y de momento, era lo que podía darme. —Cerró los ojos, intentando no quebrarse—. Un día mamá encontró un tipo y se embarazó, no sería nada nuevo teniendo nosotros cada quien un padre diferente, lo que sí resultó una novedad fue que esta vez se fue vivir con él, nosotros ya estorbábamos en su vida, dijo que pronto yo también sería mayor de edad, así que solo… sí, eso.

Los ojos de Derek de pronto parecieron llenarse de escarcha, justo lo que Davina no quería, así que suspiró dándose valor para continuar.

»Lo peor no fue batallar todo el tiempo, o pasar hambre, ni siquiera que Susana simplemente no regresara. Eso fue fácil, Brant y yo de alguna manera salimos adelante, él pagó mis cursos para mejorar como fotógrafa, así que con el tiempo, conseguí empleo en una pequeña compañía que hacía alimento para perro, todo lo que tenía que hacer era tomar fotos de cachorros y perros de exposición, era algo de lo más sencillo, pero me gustaba, así que estaba volviendo de una competencia canina en San Francisco esa tarde, Brant iría por mí a la central de autobuses, pero no logré verlo.

Respiró profundo, negándose a quebrarse frente a él, era lo último que necesitaba.

»Estuve caminando por la central en su busca. —Hizo una mueca—. Entonces un vagabundo se acercó a mí, pero no le presté mucha atención, hasta que lo vi… lo vi realmente. —Una traicionera lágrima abandonó sus ojos—. Entonces él dijo: “Hola, Davina”, y mi cara de shock le resultó insoportable, lo supe porque se alejó de mí. “Vamos directo a la clínica” dijo, y entonces me dio un par de billetes que servirían para internarlo.

—Por eso entraste a Delirium —murmuró pensativo. Davina asintió.

—Y por eso tuve un pre infarto cuando no encontré mi cámara, era mi mayor tesoro.

—Lamento todo lo que te ha pasado, y haberte herido durante todo este tiempo, me odio incluso más ahora por permitirnos esto, por dejar que te enredaras con un tipo como yo.

Ella lo miró aturdida, con lágrimas en los ojos y lista para abofetearlo por rechazarla justo ahora que le había abierto su corazón, pero de pronto, sus labios tocaron los suyos, primero suavemente, después un sonido estrangulado dejó sus labios, y al segundo siguiente estaba arremetiendo contra su boca. Sus manos se extendieron a cada lado de su cuello, sujetándola y besándola tan profundamente, que sintió que podía morir y revivir todo al mismo tiempo. Él suspiró, apoyando la frente en la suya, mirándola a los ojos.

—Voy a tratar de ser mejor para ti, quiero estar contigo, me gusta este “nosotros”.

Presionó sus labios contra su frente. Oh, a ella le encantaba cómo sonaba eso. No lo dijo en voz alta, pero la verdad era, que no quería estar más tiempo sola, sin embargo, al mirar sus ojos azules, supo que no necesitaba expresarlo. Él la entendía perfectamente.

—¿Ahora sí estás despierto? —susurró, ahuecándolo.

Sus ojos se ensancharon, luego rodaron hacia atrás, dejando escapar un jadeo. Derek se acostó de espaldas y levantó las caderas, apretándose contra la mano de Davina, y verlo ahí tan entregado y con la respiración acelerada, la encendió como nada.

—Hace mucho que no… no sé si yo… —Ella se inclinó, besándolo.

—Lo sé, y está bien, cariño.

Se agachó, trazando lentamente un patrón con la lengua sobre los tatuajes en su pecho, y luego se desvió hacia el sur. Arremolinando la punta de la lengua en su pene, al tiempo que dejaba sus uñas clavarse en sus muslos. Y mientras más lamía y chupaba, Derek más se arqueaba y perdía el control, eso era bueno.

Lo quería ver perdiéndose en ella, por una vez desconcentrado, por una vez fuera de lugar, salvaje y entregado como justo ahora, con esos enormes y oscuros ojos azules fijos en su rostro mientras lo tomaba en su boca, descendiendo y subiendo una y otra vez, parecía hipnotizado por aquello, salvo por que sus dedos, a los lados de su cabeza, jugueteaban con su cabello, pero de pronto sus manos se volvieron en un duro agarre, su cuerpo perdiendo la batalla… y entonces tiró de ella hacia arriba.

—¿Q-Qué…? —balbuceó confundida por la velocidad en que de pronto se encontraba bajo su peso y con él entre sus piernas, Derek sonrió, mordisqueándole la oreja.

—Si voy a venirme, quiero que sea dentro de ti, siempre dentro de ti.

Y después de un tiempo, cuando él se vino, el ruido que salió de su garganta, estaba más allá de febril. Hablaba de un hombre que había olvidado cómo sentir, de alguien que volvía a descubrir cómo se sentía vivir después de años de estar en pausa.

—Estoy bastante segura de que estar debajo del muérdago no significa dar mamadas.

—¿Qué? —Caden miró a Giselle como si estuviera loca—. ¿Estás demente, mujer? Siempre que voy a fiestas ponen muérdagos por todas partes y tengo que cuidar mi verga de bocas ansiosas, pregúntale a Dylan.

Giselle miró a su novio en busca de apoyo.

—Estoy debajo de un muérdago justo ahora —dijo Dy, moviendo las cejas sugestivamente en dirección de su novia, haciéndola rodar los ojos.

—Por favor, Davi, ayúdame, ¿quieres?

—Prefiero quedarme aquí, lejos del radar de los muérdagos, muchas gracias.

Derek la estrechó con una sonrisa mientras enterraba el rostro en su cabello, y escuchaba a los chicos aún discutir sobre extrañas costumbres. La banda celebraría el día de Acción de Gracias en un hotel de San Francisco, con la intención de alejarse de los

paparazis que rodeaban la casa de su madre o la de cualquier integrante. Habían resultado una verdadera mierda todos los chismes que se habían desatado en torno a ellos, y no parecía que su vida privada fuera a quedar olvidada en un futuro cercano. Respirando el olor a cítricos de su chica, sonrió mirando todo.

Jeremy, con ayuda de Davi, rentaron aquel espacio para pasar las festividades, invitando a sus familias, así como a todo el personal que ayudaba en los conciertos. Por desgracia, eso incluía a Nick, quien estaba bebiendo cerca de la piscina.

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