Gulag

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II - La vida y el trabajo en los campos » 11 - El trabajo en los campos

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Se puede intentar ofrecer una explicación de este enorme esfuerzo. Quizá el departamento cultural-educativo funcionaba, dentro de la burocracia del Gulag, como una perfecta cabeza de turco: si el plan no se estaba cumpliendo, no era debido a la mala organización o a la desnutrición, ni a las políticas de trabajo absurdas y crueles, ni a la falta de botas forradas, sino a la propaganda. Quizá la rígida burocracia del sistema estaba equivocada: una vez que la dirección había decretado que debía haber propaganda, todos trataron de cumplir la orden sin cuestionar su absurdidad. Quizá la dirección en Moscú estaba tan desvinculada de los campos que quería creer que 444 sesiones de información política y 762 discursos políticos harían trabajar más intensamente a hombres muertos de hambre, aunque dados los datos también accesibles a ellos en los informes de inspección de los campos, esto parecía improbable.

O quizá no hay una buena explicación. Vladimir Bukovski, el disidente soviético después prisionero, se encogió de hombros cuando se lo planteé. Esta paradoja, dijo, era lo que hacía único al Gulag: «En nuestros campos, se esperaba no solo que uno fuera un esclavo sino que cantara y sonriera mientras trabajaba.

Ellos no solo querían oprimirnos: deseaban que se lo agradeciéramos».[53]

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