Grey

Grey


Miércoles, 8 de junio de 2011

Página 41 de 43

Miércoles, 8 de junio de 2011

¡Mami! ¡Mami!

Mami está dormida en el suelo. Lleva mucho tiempo dormida. La sacudo. No se despierta. La llamo. No se despierta. Él no está y aun así mami no se despierta.

Tengo mucha sed. En la cocina acerco una silla al fregadero y bebo. El agua me salpica el jersey. El jersey está sucio. Mami sigue dormida.

—¡Mami, despierta!

No se mueve. Está muy quieta. Y fría. Cojo mi mantita y la tapo. Luego me tumbo en la alfombra verde y pegajosa a su lado.

Me duele la barriga. Tiene hambre, pero mami sigue dormida. Tengo dos coches de juguete. Uno rojo. Otro amarillo. El coche verde ya no está. Corren por el suelo cerca de donde duerme mami. Creo que mami está enferma. Busco algo para comer. Encuentro guisantes en el congelador. Están fríos. Me los como muy despacio. Hacen que me duela el estómago. Me echo a dormir al lado de mami. Ya no hay guisantes. En el congelador hay algo más. Huele raro. Lo pruebo con la lengua y se me queda pegada. Me lo como lentamente. Sabe mal. Bebo agua. Juego con los coches y me duermo al lado de mami. Mami está muy fría y no se despierta. La puerta se abre con un estruendo. Tapo a mami con la mantita.

—Joder. ¿Qué coño ha pasado aquí? Puta descerebrada… Mierda. Joder. Quítate de mi vista, niño de mierda.

Me da una patada y yo me golpeo la cabeza con el suelo. Me duele. Llama a alguien y se va. Cierra con llave. Me tumbo al lado de mami. Me duele la cabeza. Ha venido una señora policía. No. No. No. No me toques. No me toques. Quiero quedarme con mami. No. Aléjate de mí. La señora policía coge mi mantita y me lleva. Grito. ¡Mami! ¡Mami! Quiero a mami. Las palabras se van. No puedo decirlas. Mami no puede oírme. No tengo palabras.

Despierto con la respiración agitada, jadeando en busca de aire y mirando alrededor. Oh, gracias a Dios… estoy en mi cama. El miedo remite lentamente. Tengo veintisiete años, no cuatro. Esta mierda tiene que acabar.

Tenía controladas las pesadillas. Quizá una cada dos semanas, pero nada parecido a esto… noche tras noche.

Desde que ella se marchó.

Me tumbo de espaldas en la cama mirando el techo. Cuando ella estaba a mi lado, dormía bien. La necesito en mi vida, en mi cama. Era el día de mi noche. Voy a recuperarla.

¿Cómo?

«¿Te has planteado probar a mantener una relación a su manera?».

Quiere flores y corazones. ¿Puedo darle eso? Frunzo el ceño intentando recordar los momentos románticos de mi vida… Y no hay nada… salvo con Ana. El «más». El vuelo en planeador, el IHOP y el trayecto en el Charlie Tango.

Quizá sí pueda hacerlo. Intento volver a dormir con un mantra en mi cabeza: «Es mía. Es mía»… Y la huelo, siento su piel suave, saboreo sus labios y oigo sus gemidos. Exhausto, me sumo en un sueño erótico repleto de Ana.

Despierto de golpe. Tengo el vello erizado y por un instante me parece que lo que me ha sobresaltado está fuera y no dentro. Me incorporo y me froto la cabeza mientras paseo la mirada por el dormitorio.

A pesar del sueño carnal, mi cuerpo se ha comportado. Elena estaría satisfecha. Ayer me envió un mensaje, pero es la última persona con la que quiero hablar… Solo hay una cosa que quiero hacer ahora mismo. Me levanto y me pongo la ropa de correr.

Voy a vigilar a Ana.

En su calle reina el silencio salvo por el rumor de un camión de reparto y el silbido desafinado de un solitario viandante que pasea al perro. No se ve luz en el apartamento; las cortinas de su habitación está echadas. Observo discretamente desde mi escondrijo de acosador, sin dejar de mirar las ventanas ni de pensar. Necesito un plan, un plan para recuperarla.

Cuando la luz del amanecer ilumina su ventana, subo al máximo el volumen del iPod y, con Moby atronando en los oídos, corro de vuelta al Escala.

—Tomaré un cruasán, señora Jones.

No sale de su sorpresa, y yo arqueo una ceja.

—¿Mermelada de albaricoque? —pregunta cuando se recupera.

—Sí, por favor.

—Le calentaré un par de cruasanes, señor Grey. Aquí tiene el café.

—Gracias, Gail.

Sonríe. ¿Solo porque voy a comer cruasanes? Si eso la hace feliz, debería comerlos más a menudo.

En el asiento trasero del Audi urdo mi plan. Necesito un primer acercamiento a Ana Steele con el que poner en marcha mi campaña para recuperarla. Llamo a Andrea sabiendo que a las siete y cuarto aún no estará en su despacho, y le dejo un mensaje de voz: «Andrea, en cuanto llegues quiero que repasemos mi agenda de los próximos días». Perfecto. El primer paso en mi ofensiva es ganarle tiempo a la agenda para dedicárselo a Ana. ¿Qué narices iba a hacer esta semana? Ahora mismo no tengo la menor idea. Suelo saberlo al detalle, pero últimamente he estado muy disperso. Ahora tengo una misión en la que centrarme. Puedes hacerlo, Grey.

Sin embargo, no estoy tan seguro de tener el valor necesario para llevar a cabo mis propósitos. La ansiedad se desata en mis entrañas. ¿Seré capaz de convencer a Ana de que vuelva a aceptarme? ¿Me escuchará? Eso espero, porque tiene que funcionar. La echo de menos.

—Señor Grey, he cancelado todos los compromisos sociales que tenía esta semana, excepto el de mañana… No sé de qué se trata. En su agenda solo pone «Portland».

¡Sí! ¡El maldito fotógrafo!

Sonrío, y Andrea arquea las cejas, sorprendida.

—Gracias, Andrea. Es todo por ahora. Dile a Sam que venga.

—Enseguida, señor Grey. ¿Le apetece más café?

—Sí, por favor.

—¿Con leche?

—Sí. Un café con leche. Gracias.

Sonríe educadamente y se va.

¡Eso es! ¡La excusa! ¡El fotógrafo! Pero… ¿cómo hacerlo?

La mañana ha sido una sucesión de reuniones, y mi equipo ha estado observándome, nervioso, esperando a que estallara a la mínima ocasión. Sí, lo admito, esa ha sido mi actitud los últimos días… pero hoy me siento más despejado, más calmado y más presente, capaz de enfrentarme a todo.

Es hora de almorzar; la sesión de ejercicio con Claude ha ido bien. La única pega es que no ha habido más noticias de Leila. Lo único que sabemos es que se ha separado de su marido y que podría estar en cualquier parte. Si asoma la cabeza, Welch la encontrará.

Estoy hambriento. Olivia deja un plato sobre mi escritorio.

—Su bocadillo, señor Grey.

—¿Pollo y mayonesa?

—Eh…

La miro fijamente. No cae en la cuenta.

Olivia se disculpa con torpeza.

—He pedido pollo con mayonesa, Olivia. No es tan difícil.

—Lo siento, señor Grey.

—Está bien. Vete.

Parece aliviada, pero sale del despacho a toda prisa.

Llamo a Andrea.

—¿Señor?

—Ven.

Andrea aparece en el vano de la puerta con aspecto sereno y eficiente.

—Deshazte de esa chica.

Ella se yergue.

—Señor, Olivia es hija del senador Blandino.

—Como si es la maldita reina de Inglaterra. Que se vaya de mi oficina.

—Sí, señor. —Andrea se ruboriza.

—Búscate a otra ayudante —añado en un tono más afable. No quiero contrariarla.

—Sí, señor Grey.

—Gracias. Es todo.

Sonríe y sé que vuelve a estar tranquila. Es una buena asistente personal; no quiero que se vaya solo porque estoy siendo un imbécil. Sale del despacho dejándome con mi bocadillo de pollo —sin mayonesa— y con mi plan.

Portland.

Conozco la fórmula de las direcciones de correo electrónico de los empleados de SIP. Creo que Anastasia responderá mejor por escrito; siempre lo ha hecho. ¿Cómo empiezo?

 

Querida Ana

No.

 

Querida Anastasia

No.

 

Querida señorita Steele

¡Mierda!

Media hora después sigo delante de una pantalla en blanco. ¿Qué narices le digo?

¿«Vuelve… por favor»?

 

Perdóname.

Te echo de menos.

Vamos a intentarlo a tu manera.

Apoyo la cabeza en las manos. ¿Por qué es tan difícil?

Sin rodeos, Grey. Ve al grano.

Respiro hondo y tecleo un e-mail. Sí… esto funcionará.

Llama Andrea.

—La señora Bailey está aquí.

—Dile que espere.

Cuelgo, me tomo un momento y, con el corazón desbocado, le doy a «Enviar».

De: Christian Grey

Fecha: 8 de junio de 2011 14:05

Para: Anastasia Steele

Asunto: Mañana

 

Querida Anastasia:

Perdona esta intromisión en el trabajo. Espero que esté yendo bien. ¿Recibiste mis flores?

Me he dado cuenta de que mañana es la inauguración de la exposición de tu amigo en la galería, y estoy seguro de que no has tenido tiempo de comprarte un coche, y eso está lejos. Me encantaría acompañarte… si te apetece.

Házmelo saber.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Miro la bandeja de entrada.

Y miro.

Y miro… La ansiedad aumenta con cada segundo que pasa.

Me levanto y deambulo por el despacho… pero eso hace que me aleje del ordenador. Vuelvo al escritorio y compruebo el programa de correo una y otra vez.

Nada.

Para distraerme, recorro con un dedo las alas del planeador.

Joder, Grey, contrólate.

Vamos, Anastasia, contéstame. Siempre responde enseguida. Miro el reloj: las 14.09.

¡Cuatro minutos!

Nada.

Me levanto, vuelvo a deambular por el despacho consultando el reloj cada tres segundos, o esa es mi impresión.

A las 14.20 estoy desesperado. No va a contestar. Realmente me odia… Y no puedo culparla.

De pronto oigo el aviso de correo entrante. El corazón me da un vuelco.

¡Mierda! Es Ros, que me dice que ha vuelto a su despacho.

Y entonces ahí está, en la pantalla, la frase mágica:

«De: Anastasia Steele».

De: Anastasia Steele

Fecha: 8 de junio de 2011 14:25

Para: Christian Grey

Asunto: Mañana

 

Hola, Christian:

Gracias por las flores; son preciosas.

Sí, te agradecería que me acompañaras.

Gracias.

 

Anastasia Steele

Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP

Me inunda una sensación de alivio. Cierro los ojos y la saboreo.

¡SÍ!

Releo minuciosamente su correo en busca de claves, pero, como siempre, no tengo ni idea de qué pensamientos ocultan sus palabras. El tono es cordial, pero nada más. Solo cordial.

Carpe diem, Grey.

De: Christian Grey

Fecha: 8 de junio de 2011 14:27

Para: Anastasia Steele

Asunto: Mañana

 

Querida Anastasia:

¿A qué hora paso a recogerte?

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Esta vez no tengo que esperar tanto.

De: Anastasia Steele

Fecha: 8 de junio de 2011 14:32

Para: Christian Grey

Asunto: Mañana

 

La exposición de José se inaugura a las 19.30. ¿A qué hora te parece bien?

 

Anastasia Steele

Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP

Podemos ir en el Charlie Tango.

De: Christian Grey

Fecha: 8 de junio de 2011 14:34

Para: Anastasia Steele

Asunto: Mañana

 

Querida Anastasia:

Portland está bastante lejos. Debería recogerte a las 17.45.

Tengo muchas ganas de verte.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 8 de junio de 2011 14:38

Para: Christian Grey

Asunto: Mañana

 

Hasta entonces, pues.

 

Anastasia Steele

Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP

Mi plan para recuperarla ya está en marcha. Me siento eufórico; el pequeño brote de esperanza es ahora un cerezo japonés en flor.

Llamo a Andrea.

—La señora Bailey ha vuelto a su despacho, señor Grey.

—Lo sé, me ha avisado por correo. Necesito a Taylor aquí dentro de una hora.

—Sí, señor.

Cuelgo. Anastasia está trabajando para un tipo llamado Jack Hyde. Quiero saber más de él. Llamo a Ros.

—Christian. —Parece cabreada. Mala suerte.

—¿Tenemos acceso a las fichas de los empleados de SIP?

—Aún no, pero puedo conseguirlas.

—Hazlo, por favor. A poder ser, hoy mismo. Quiero todo lo que tengan sobre Jack Hyde, y sobre todos los que hayan trabajado para él.

—¿Puedo preguntar por qué?

—No.

Guarda silencio un momento.

—Christian, no sé qué te está pasando últimamente.

—Ros, hazlo y punto, ¿de acuerdo? —Ella suspira—. Bien. Y ahora ¿podemos reunirnos para hablar de la propuesta de los astilleros taiwaneses?

—Enseguida me pongo a ello.

Cuando acabamos, salgo del despacho detrás de Ros.

—El viernes en la Universidad Estatal de Washington —le digo a Andrea, que toma nota en su cuaderno.

—¿Y podré volar con el pájaro de la empresa? —pregunta Ros, entusiasmada.

—Helicóptero —la corrijo.

—Lo que tú digas, Christian. —Pone los ojos en blanco y entra en el ascensor, y su gesto me hace sonreír.

Cuando ve que Ros se ha ido, Andrea me dirige una mirada expectante.

—Llama a Stephan. Mañana por la tarde voy a ir con el Charlie Tango a Portland y necesitaré que lo traiga de vuelta a Boeing Field —le digo.

—Sí, señor Grey.

No veo rastro de Olivia.

—¿Se ha marchado?

—¿Olivia? —pregunta Andrea.

Asiento.

—Sí. —Parece aliviada.

—¿Adónde?

—Al departamento financiero.

—Buena idea. Así me quitaré de encima al senador Blandino.

Andrea parece agradecida por el cumplido.

—¿Vendrá alguien a ayudarte? —pregunto.

—Sí, señor. Mañana por la mañana veré a tres candidatos.

—Bien. ¿Está Taylor aquí?

—Sí, señor.

—Cancela el resto de las reuniones del día. Me voy.

—¡¿Se va?! —exclama, sorprendida.

—Sí. —Sonrío—. Me voy.

—¿Adónde, señor? —pregunta Taylor, y me desperezo en el asiento trasero del SUV.

—A la tienda de Apple.

—¿En la Cuarenta y Cinco Noreste?

—Sí. —Voy a comprarle un iPad a Ana.

Me reclino en el asiento, cierro los ojos y pienso en las aplicaciones y en las canciones que voy a descargar e instalarle. Podría elegir «Toxic». La ocurrencia me hace sonreír. No, no creo que le entusiasmara. Se pondría hecha una furia… y por primera vez en una buena temporada la idea de Ana enfadada me hace sonreír. Enfadada como en Georgia, no como el sábado pasado. Me remuevo en el asiento; no quiero ni recordarlo. Me centro de nuevo en la selección potencial de canciones y me siento más optimista que en muchos días. Suena el teléfono y se me acelera el corazón.

Me atrevo a confiar…

*Eh, imbécil. ¿Una cerveza?*

Mierda. Un mensaje de mi hermano.

*No. Ocupado.*

 

*Tú siempre ocupado. Me voy a Barbados mañana.

A, ya sabes, DESCANSAR. Te veo a la vuelta.

¡¡¡Y tomaremos esa cerveza!!!*

 

*Hasta pronto, Lelliot. Buen viaje.*

Ha sido una noche amena, llena de música, con un viaje nostálgico por mi iTunes mientras confeccionaba una lista de reproducción para Anastasia. La recuerdo bailando en mi cocina; ojalá supiera qué estaba escuchando. Estaba totalmente ridícula y absolutamente adorable. Eso fue después de que me la follara por primera vez.

No. ¿Después de que le hiciera el amor por primera vez?

Ninguna de las dos expresiones parece adecuada.

Recuerdo su súplica vehemente la noche que le presenté a mis padres: «Quiero que me hagas el amor». Cómo me conmocionó esa sencilla frase… y aun así lo único que ella quería era tocarme. Me estremezco al pensarlo. Tengo que hacerle entender que eso es un límite infranqueable para mí. No soporto que me toquen.

Sacudo la cabeza. Te estás precipitando, Grey; antes tienes que cerrar este trato. Compruebo la inscripción del iPad:

Anastasia… esto es para ti.

Sé lo que quieres oír.

La música que hay aquí lo dice por mí.

Christian

Tal vez funcione. Quiere flores y corazones; quizá esto se acerque. Pero vuelvo a negar con la cabeza porque no tengo ni idea. Hay tanto que quiero decirle… si ella quisiera escucharme. Y si no es así, las canciones se lo dirán por mí. Solo espero que me dé la oportunidad de regalárselas.

Pero si no le gusta mi propuesta, si no le gusta la idea de estar conmigo… ¿qué haré? Puede que yo no sea más que alguien que, muy oportunamente, se ha ofrecido a llevarla a Portland. Esa posibilidad me deprime mientras me dirijo al dormitorio para conciliar el sueño, algo que necesito desesperadamente.

¿Me atrevo a albergar una esperanza?

Maldita sea. Sí, me atrevo.

Ir a la siguiente página

Report Page