Grey

Grey


Lunes, 9 de mayo de 2011

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—¿Me ha preguntado todo lo que necesita? —digo en un esfuerzo claro por prolongar su estancia.

—Sí, señor —dice en voz baja.

Su respuesta me deja helado: esas palabras suenan de una forma en su boca de listilla… Brevemente me imagino esa boca a mi entera disposición.

—Gracias por la entrevista, señor Grey.

—Ha sido un placer —le respondo. Y lo digo completamente en serio; hacía mucho que nadie me fascinaba tanto. Y eso es perturbador.

Ella se pone de pie y yo le tiendo la mano, muy ansioso por tocarla.

—Hasta la próxima, señorita Steele —digo en voz baja. Ella me estrecha la mano. Sí, quiero azotar y follarme a esta chica en mi cuarto de juegos. Tenerla atada y suplicando… necesitándome, confiando en mí. Trago saliva.

No va a pasar, Grey.

—Señor Grey —se despide con la cabeza y aparta la mano rápidamente… demasiado rápidamente.

No puedo dejar que se vaya así. Pero es obvio que se muere por salir de aquí. Es muy irritante, pero en cuanto abro la puerta del despacho, me viene la inspiración.

—Asegúrese de cruzar la puerta con buen pie, señorita Steele.

Sus labios forman una línea recta.

—Muy amable, señor Grey —me suelta bruscamente.

¡La señorita Steele tiene dientes! Sonrío mientras la observo al salir y la sigo. Tanto Andrea como Olivia levantan la vista alucinadas. Sí, sí… La estoy acompañando a la puerta.

—¿Ha traído abrigo? —pregunto.

—Chaqueta.

Lanzo a Olivia una mirada elocuente e inmediatamente salta para traer una chaqueta azul marino. Me la da con su expresión afectada habitual. Dios, qué irritante es Olivia… Suspirando por mí a todas horas…

Mmm… Es una chaqueta vieja y barata. La señorita Anastasia Steele debería ir mejor vestida. La sostengo para que se la ponga y, al colocársela sobre los hombros delgados, le rozo la piel de la nuca. Ella se queda helada ante el contacto y palidece.

¡Sí! Ejerzo algún efecto sobre ella. Saberlo es algo inmensamente gratificante. Me acerco al ascensor y pulso el botón mientras ella espera a mi lado, revolviéndose, incapaz de permanecer quieta.

Oh, yo podría hacer que dejaras de revolverte de esa forma, nena.

Las puertas se abren y ella se apresura a entrar; luego se gira para mirarme. Es más que atractiva. Llegaría incluso a decir que es verdaderamente guapa.

—Anastasia —le digo a modo de despedida.

—Christian —susurra en respuesta. Y las puertas del ascensor se cierran dejando mi nombre en el aire con un sonido extraño, poco familiar, pero mucho más que sexy.

Joder… ¿Qué ha sido eso?

Necesito saber más sobre esta chica.

—Andrea —exclamo mientras camino decidido de vuelta a mi despacho—. Ponme con Welch inmediatamente.

Me siento a la mesa esperando que me pase la llamada y miro los cuadros colgados de las paredes de mi despacho. Las palabras de la señorita Steele vuelven a mí: «Elevan lo cotidiano a la categoría de extraordinario». Eso podría ser una buena descripción de ella.

El teléfono suena.

—Tengo al señor Welch al teléfono.

—Pásamelo.

—Sí, señor.

—Welch, necesito un informe.

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