Grey

Grey


Viernes, 20 de mayo de 2011

Página 11 de 61

Esto sí puedo soportarlo. Si sé que va a tocarme, lo controlo. Puedo con ello, sobre todo porque llevo puesta la americana. Voy guiando nuestros movimientos entre la gente hasta el lugar donde Elliot y Kate están montando un auténtico espectáculo.

Cuando llegamos a su lado, mi hermano se inclina hacia mí sin dejar de bailar, medio pavoneándose, y nos repasa con una mirada de incredulidad.

—Me llevo a Ana a casa. Díselo a Kate —le grito al oído.

Él asiente con la cabeza y tira de Kavanagh para estrecharla entre sus brazos.

Bien. Ahora, a acompañar a casa a la señorita Bibliotecaria Borracha, que por algún motivo parece no querer marcharse. Mira a Kavanagh preocupada. Cuando salimos de la pista, vuelve la cabeza para mirar a Kate, luego me mira a mí y se tambalea, algo mareada.

—¡Joder!

De puro milagro consigo sostenerla cuando se desmaya en medio del bar. Estoy tentado de echármela al hombro, pero llamaríamos demasiado la atención, así que la levanto en brazos una vez más, acunándola contra mi pecho, y me la llevo fuera, al coche.

—¡Dios! —murmuro mientras trato de sacar la llave de mis vaqueros sin soltar el cuerpo de ella ni un instante.

No sé cómo, pero logro meterla en el asiento del copiloto y abrocharle el cinturón.

—Ana. —La zarandeo un poco, porque la veo demasiado quieta y me preocupa—. ¡Ana!

Masculla algo incoherente. Bueno, al menos no ha perdido del todo la consciencia. Sé que debería llevarla a su casa, pero el trayecto hasta Vancouver es largo y no sé si volverá a marearse. No me atrae demasiado la idea de que mi Audi apeste a vómito. El olor que emana de su ropa ya resulta bastante desagradable.

Me dirijo al Heathman mientras me digo que solo lo hago por ella.

Sí, no te lo crees ni tú, Grey.

Mientras subimos en el ascensor desde el parking, la llevo dormida entre mis brazos. Tendré que quitarle los vaqueros y los zapatos. El hedor rancio a vómito invade la cabina. Me gustaría darle un baño, pero eso sería traspasar los límites de la propiedad.

¿Y esto no lo es?

Ya en mi suite, dejo su bolso sobre el sofá y luego la llevo al dormitorio y la acuesto en la cama. Ella vuelve a susurrar algo, pero no se despierta.

Le quito los zapatos y los calcetines y los meto en la bolsa de plástico para la lavandería que dan en el hotel. Después le bajo la cremallera de los vaqueros, tiro de ellos y compruebo si lleva algo en los bolsillos antes de introducirlos en la bolsa de la ropa sucia. Ana vuelve a caer sobre la cama con las extremidades extendidas, como una estrella de mar, toda piernas y brazos blanquísimos, y por un momento me imagino esas piernas alrededor de mi cintura y sus muñecas atadas a mi cruz de san Andrés. Veo que tiene un leve moratón en la rodilla y me pregunto si es de cuando se cayó en mi despacho.

Está marcada desde entonces… igual que yo.

Hago que se siente y entonces abre los ojos.

—Hola, Ana —susurro mientras le quito la chaqueta despacio y sin ninguna ayuda por su parte.

—Grey. Labios —balbucea.

—Sí, cariño.

La reclino en la cama. Ella cierra de nuevo los ojos y se vuelve de lado, pero enseguida se acurruca hecha una ovillo y se la ve pequeña y vulnerable. La tapo con el edredón y la beso en el pelo. Ahora que le he quitado la ropa sucia ha reaparecido un deje de su fragancia: manzanas, otoño, fresca, deliciosa… Ana. Tiene los labios entreabiertos, las pestañas le caen como abanicos sobre las mejillas pálidas, y su tez parece inmaculada. Lo único que me permito es un contacto más, y le acaricio la mejilla con el dedo índice.

—Que duermas bien —murmuro, y luego voy al salón para terminar la lista de la lavandería.

Al acabar, dejo la repugnante bolsa fuera de la habitación para que se lleven su contenido y lo laven.

Antes de comprobar mis correos, le envío un mensaje de texto a Welch para pedirle que averigüe si José Rodríguez tiene antecedentes policiales. Siento curiosidad. Quiero saber si se dedica a acosar a jovencitas bebidas. Después me ocupo del asunto de la ropa para la señorita Steele: le envío un e-mail sucinto a Taylor.

De: Christian Grey

Fecha: 20 de mayo 2011 23:46

Para: J B Taylor

Asunto: Señorita Anastasia Steele

 

Buenos días:

¿Podrías buscar los siguientes artículos para la señorita Steele y hacer que me los traigan a mi habitación de siempre antes de las 10.00, por favor?

 

Vaqueros: Azules, talla S

Blusa: Azul. Bonita, talla S

Converse: Negras, un 38

Calcetines: un 38

Lencería: Braguitas, talla S.

Sujetador: calculo que una 90C.

 

Gracias.

 

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Cuando ya ha desaparecido de la bandeja de salida, le envío un mensaje de texto a Elliot.

*Ana está conmigo. Si sigues con Kate, díselo.*

Me contesta con otro mensaje.

*Lo haré. Espero que eches un polvo.

Lo necesitas muuucho. ;)*

Su respuesta me provoca una gran carcajada sorda por mi parte.

Pero mucho, Elliot. Mucho, mucho.

Abro el correo del trabajo y empiezo a leer.

Ir a la siguiente página

Report Page