Godzilla

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Godzilla

Quienes coleccionamos muñecos de Godzilla y vemos una y otra vez sus viejas películas, tenemos motivos para sentirnos felices estos días. Como hemos ido comentando en la revista, se avecina el “remake” americano de Godzilla, que será el primero de una serie de films del monstruo rodados en USA por la productora TriStar. Para el proyecto se barajan los nombres de importantes directores como Tim Burton, Joe Dante y Sam Raimi, aunque todavía no hay nada definitivo. A nivel internacional, esa película puede significar el renacer de Godzilla, que pese a haberse mantenido en activo desde su retorno en el 85, hace tiempo que no visita los cines de Europa y América. Sus tres últimos films, “Godzilla Vs. Biollante”, “Godzilla Vs. King Ghidrah” y “Godzilla Vs. Mothra”, sólo se han estrenado en Japón, y de no ser por ese futuro “remake” americano, la situación podría haber seguido así durante otra larga década.

Hollywood siempre es un peligro, pero si el film cae en buenas manos, es posible que Godzilla levante cabeza. El monstruo necesita desesperadamente que un equipo de gente con medios y talento se ocupe de él, porque su productora de toda la vida (Toho International) ya no da más de sí. Han sido muchos años de películas potentes y chapuzas desastrosas, y ha llegado la hora de dar un paso adelante y romper con la rutina.

Seguir a Godzilla requiere sus buenas dosis de masoquismo. A lo largo de los años hemos visto cómo los de Toho han matado (y resucitado por arte magia después) al monstruo varias veces, cómo le han cambiado el carácter y los rasgos físicos a su antojo, cómo le han concedido el don de la palabra para arrebatárselo más tarde (no bromeo, ¡Godzilla ha llegado a hablar en la gran pantalla!), y hemos soportado las accidentadas ediciones de sus films en el mercado anglosajón, con cortes de escenas, cutrísimos cambios de bandas sonoras y la inclusión de secuencias extra que no venían a cuento. El mayor problema con Godzilla ha sido siempre el continuo ir y venir de directores, responsables de efectos especiales y demás Godzilla, como les ocurre también a los personajes de cómic, depende de quien tiene detrás, y en Toho a veces no le han asignado el equipo adecuado. Claro que, para los menos exigentes, aquellos que también disfrutamos con las aventuras de Ultraman, no existen malas películas de Godzilla, el guión puede ser nefasto, los actores pueden no tener ni idea de lo que están haciendo y los efectos especiales quizá sean un desastre, pero seguro que contemplar a Godzilla aplastando edificios compensa cualquier deficiencia técnica.

Godzilla nunca ha contado con el apoyo de la crítica. Desde su debut, en el 54, cuando recibió ataques de individuos tan prestigiosos como el autor de “Psicosis” Robert Bloch, hasta la actualidad, ha sido considerado un producto japonés para mentes infantiles. Pero, ya se sabe, a muchos nos trae sin cuidado lo que tengan que decir ciertos críticos. La realidad es ésta: Godzilla es el personaje más popular que ha salido de Japón, y ha influido en las vidas de niños y adultos durante cuarenta años. ¿Quién creéis que recibió a Kiss cuando aterrizaron por primera vez en Tokio? ¡Godzilla por supuesto! (existen fotos muy divertidas del grupo posando con un mini-Godzilla). El monstruo tiene tanto tirón que algunos fans viajan a Japón únicamente para ver sus films en los cines de Tokio, ya que a Europa sólo llegan en video. Yo mismo encontraría un único aliciente para desplazarme a Oriente: Godzilla y toda la pandilla de monstruos y superhéroes nipones, no quiero ni imaginar en la enorme cantidad de material relacionado con este mundo que se puede encontrar por allí.

Como bien sabrán quienes estén familiarizados con el monstruo, el universo de Godzilla no se limita a batallas de criaturas gigantescas y destrozos de ciudades, también existen muchos simbolismos detrás de todo ello. Yo me conformaría simplemente con un buen montón de “monster action”, no lo voy a negar, pero el trasfondo político y las fobias japonesas añaden morbo a las películas. En sus primeros tiempos, Godzilla se convirtió en la representación en celuloide del temor de los japoneses a la guerra nuclear. La herida de Hiroshima y Nagasak, todavía no había cicatrizado, la gente tenía muy presente lo ocurrido y sabían que podía repetirse en cualquier momento. Un monstruo como Godzilla, que despertaba en las profundidades del océano a causa de una explosión nuclear, y a continuación se dedicaba a arrasar ciudades y a impregnarlo todo de radioactividad, reflejaba perfectamente el pánico que sentían los japoneses a otra tragedia nuclear. También se ha dicho que muchos identificaban al monstruo con la superpotencia americana. Por lo menos así ocurrió en los primeros años. Más adelante, la fobia hacia otro Hiroshima y Nagasaki se fue alejando y Toho utilizó a Godzilla para denunciar el deterioro del medio ambiente y el aumento de la polución en los grandes centros industriales, enfrentando al monstruo contra Hedorah (“Godzilla Vs. The Smog Monster”), un engendro creado a base de residuos tóxicos que amenazaba la tierra. Para derivar finalmente a un ataque directo contra USA en el penúltimo film de la saga hasta el momento, “Godzilla Vs. King Ghidrah”. La rivalidad Oriente/Occidente siempre ha estado presente en las películas de Godzilla, ahí está el ejemplo de “King Kong Vs. Godzilla”, el film del 62 que enfrentó a los monstruos más famosos de ambas culturas. Sin embargo, en “Godzilla Vs. King Ghidrah” se desmelenaron más de la cuenta, permitiendo que Godzilla machacase a las tropas americanas y se llevase por delante una réplica de New York City, que bautizaron como New Kirk City. El anti-americanismo del film era tan claro que les ha resultado imposible encontrar un distribuidor que exhiba el film en Estados Unidos.

Para mucha gente sólo ha existido un film de Godzilla, el primero. Rodado en un tenebroso blanco y negro, “Godzilla, King of the Monsters” (titulado “Gojira” en japón) arrastró a 10 millones de japoneses a los cines en el 54. Toho se inspiró en el film “King Kong” de 1933, y rodó su “monster movie” particular sin planificar ninguna secuela. No esperaban conseguir excesivo éxito, así que se finalizaron la película cargándose al bicho, convencidos de que su trayectoria terminaba ahí. A grandes rasgos, la historia es ésta: Godzilla vuelve a la vida a raíz de unas pruebas nucleares que las autoridades realizan en el océano, y se desplaza a Oto Island, una isla en donde una tribu de nativos suele sacrificar cada año a una mujer joven como tributo al monstruo (la conexión con “King Kong” no deja lugar a dudas). Seguidamente Godzilla emprende camino hacia Tokio, y cuando alcanza su objetivo, destroza el lugar. Todo termina cuando un científico llamado Dr. Sarazowa crea un arma denominada “destructor de oxígeno” con el que aniquila al monstruo en el océano. Una de las características de Godzilla es que contamina todo lo que toca con energía radioactiva, ese detalle unido al hecho de que hunde varios barcos, relaciona al film directamente con un suceso que tuvo lugar un año antes de su estreno. Al parecer, tres pescadores fueron víctimas de unas pruebas nucleares mientras pescaban, y uno de ellos falleció. Dicha noticia acentuó el nerviosismo de los ciudadanos, la prensa aireó mucho el asunto y más de un espectador relacionó aquello con algunas escenas del film.

El director de este primer título de la saga fue Inoshiro Honda, que se encargaría en el futuro de los mejores films del monstruo. En cuanto a los efectos especiales, Eiji Tsuburaya fue el elegido, y a partir de entonces repitió en casi todas las secuelas de la serie. De lo que no son responsables ni Honda ni Tsuburaya es de la versión americana del film. Para captar la atención del público en Estados Unidos, el productor Joseph E. Levine cortó varias secuencias del film original, y añadió escenas adicionales en las que se podía ver a Raymond Burr haciendo el papel de periodista yanqui. El montaje final quedó un poco chapucero, se nota que esas secuencias no pertenecen al film japonés, aunque también tiene su encanto ver a Burr por ahí en medio. Los americanos, siempre tan espabilados, pagaron 50.000$ por los derechos del film, y recaudaron medio millón en taquilla.

El inesperado éxito de la película animó a Toho a montarse rápidamente una secuela, y así nació un año después “Gigantis the Fire Monster” (titulada “Gojira No Gyakushyu” en Japón, que traducido significa “El Contrataque de Godzilla”). Había un problema: se habían cepillado a Godzilla en el film anterior, ¿cómo podían seguir entonces la historia?, muy fácil: volvieron a colocar a Godzilla delante de las cámaras, lo rebautizaron como Gigantis e hicieron ver que nunca existió la primera película: un típico arreglo “made in Toho”. Eiji Tsuburaya volvió a ocuparse de los efectos, pero la dirección se la encargaron a Moyotoshi Oda. El guión es muy simple. Dos pilotos descubren a Gigantis peleando contra otro monstruo (Angurus) en una isla del Pacífico y se temen lo peor, los bichos se trasladan a Osaka y siguen peleando allí mientras se lo cargan todo a su paso. Gigantis mata a Angurus, pero el ejército termina arrinconándolo en una isla, y allí queda sepultado bajo una avalancha de nieve. Sin tener la magia del primer film, “Gigantis…” conserva parte de la esencia que convirtió a Godzilla en una superestrella. Hay buenas escenas de acción, el B/N ayuda a darle un toque perverso al film y los efectos son excelentes. El éxito en Japón no se hizo esperar, y cuando llegó a Estados Unidos cuatro años después, también se ganó al público.

El primer choque entre Oriente y Occidente llegó en el 62 con “King Kong Vs. Godzilla”. Los de Toho le devolvieron al monstruo su nombre real y le asignaron al mismísimo King Kong como enemigo. La idea en realidad nació en América. Una productora estadounidense pretendía cruzar a King Kong con Frankenstein, pero andaban mal de liquidez, de modo que le ofrecieron el proyecto a la gente de Toho, y éstos aceptaron con la condición de que fuese Godzilla quien se enfrentase a King Kong. Era una situación delicada, el film original de King Kong se hizo con muchos medios y los fans no iban a conformarse con una baratura, exigían un sofisticado King Kong, no un japonés dentro de un disfraz. Pero Toho nunca se ha caracterizado por concederle grandes presupuestos económicos a sus films, y sin importarles lo más mínimo la opinión de los incondicionales del gorila gigante, metieron a un tío dentro de un disfraz de mono y dejaron lista la película en el menor tiempo posible. Si a eso le sumamos el hecho de que se trata casi de una comedia en lugar de un peliculón dramático, y que los efectos especiales son un poco pobres, ya que rodaron el film en color y Eiji Tsuburaya no logró amoldarse al nuevo formato, pues lo que nos queda es un film correcto de Godzilla, que gustó a los fans de monstruo prehistórico y mortificó a quienes esperaban que la figura de King Kong fuese tratada con respeto. El nuevo Kong era tan ridículo que para los carteles tuvieron que utilizar imágenes del King Kong original. La curiosidad del film es que tiene dos finales distintos: en la versión americana vence King Kong, y en la japonesa es Godzilla quien sale triunfador.

Todo empieza cuando el gorila es atrapado por la típica expedición en Faro Island, el objetivo de los exploradores es trasladarlo a la civilización para exhibirlo, pero en el camino tropiezan con Godzilla y se produce la primera batalla entre los dos monstruos. De ahí pasan a Tokio y siguen peleando, mientras la ciudad queda hecha añicos. Y la cosa termina con un K. O fulminante para Godzilla, que desaparece bajo las aguas mientras King Kong vuelve a su isla. Inoshiro Honda se puso de nuevo detrás de las cámaras, pero poco pudo hacer con el escaso presupuesto del que dispuso y los problemas técnicos que le planteó el uso de color. De todas formas, “King Kong Vs. Godzilla” batió récords de taquilla: 11 millones de japoneses vieron el film. La versión americana del film es peor que la original, ya que compraron sólo las imágenes, sin la banda sonora, y añadieron la música que les dio la gana, cosa que obviamente no quedó nada bien.

Dos años pasaron entre la odisea de King Kong y la siguiente peli de la serie, “Godzilla Vs. The Thing”. Para esta ocasión, los de Toho invitaron a otro monstruo creado por ellos, Mothra, que ya contaba con film propio (“Mothra” del 61). Nunca antes habían mezclado a dos monstruos de distintos films de la productora, y la química funcionó perfectamente. Por última vez en su carrera, Godzilla hizo el papel de villano. Después de esta película, en Toho se darían cuenta de que Godzilla podía atraer al público más infantil, y harían de él un héroe bueno defensor de la tierra; pero aquí todavía es una amenaza para los humanos. Esta vez Mothra es utilizada para repeler los ataques de Godzilla. Tras muchas broncas, Godzilla pierde la última batalla en el mar, pero no nos cuentan si muere o no. Eiji Tsuburaya, acostumbrado ya al color, hizo un trabajo con los efectos especiales mucho más interesante que en “King Kong Vs. Godzilla” y para la historia quedó otro gran film de Toho.

Y llegamos al que es, para muchos, el último film aceptable de Godzilla, antes del declive que arrastró su honor por el fango “Ghidrah - The Three-Headed Monster” (1964) tiene un argumento estúpido, pero hay secuencias muy brillantes de batallas entre las criaturas. La película nos muestra cómo Mothra convence a Godzilla (que de pronto se nos revela como un alma caritativa) y Rodan para impedir que el engendro extraterrestre Ghidrah destruya a la raza humana. Y por supuesto lo consiguen, y el plasta de Ghidrah es devuelto al espacio. No nos cuentan ni de dónde carajo viene Ghidrah, ni por qué Godzilla se transforma en un ser bueno de la noche a la mañana, pero no importa, hay acción por un tubo, y es todo un placer contemplar a Ghidrah.

El primer bajón de nivel se produce el siguiente año (1965), con ”Invasion of the Astro-Monsters". El guión parece estar dirigido a mentes subdesarrolladas. Se descubre un nuevo planeta (Planet X) en nuestro sistema solar, y dos astronautas se acercan a echar un vistazo. Una vez ahí, los habitantes del lugar les informan de que Ghidrah está incordiándoles y necesitan a Rodan y a Godzilla (recordad que son dos monstruos terráqueos) para mandar a Ghidrah al infierno. Los humanos acceden, les pasan a Godzilla y a Rodan y, como era de esperar, los extraterrestres utilizan a Ghidrah, Godzilla y Rodan para atacar la tierra, finalizando el folletín con el esperado cambio de rumbo final: Godzilla y Rodan recuperan por puro milagro la razón y nos liberan de la amenaza de Ghidrah y sus protectores. Pese a lo absurdo de la historia, no es una mala película, pero está por debajo de las anteriores. Con la idea de facilitar la entrada del film en el mercado occidental, Toho ficharon a un actor americano, Nick Adams, que no se lució precisamente.

El verdadero fiasco llegó en el 66 con “Godzilla Vs. The Sea Monster”, un aburrido subproducto de monstruos cutres que a ratos parece un vulgar telefilm. Inoshiro Honda no se ocupó de la dirección, y en su lugar ficharon a Jun Fukuda, que demostró no estar a la altura de las circunstancias. Terrible película, casi un insulto para los fans, aunque reconozco que le tengo tanto cariño como a cualquier otro film de Toho. Durante largos espacios de tiempo ni siquiera se ven monstruos, y cuando por fin permiten que Godzilla exhiba sus poderes, tenemos que soportar penosas secuencias del anfibio jugando a fútbol con un cangrejo gigante (Ebirah), con el que se disputa una roca. Exceptuando el primer film de Godzilla, todas las películas del monstruo tienen un toque kitsch y una buena carga de humor, pero hay una diferencia entre resultar divertido y asquearte con chorradas como ésas. En fin, Toho no se tomó la película como un proyecto importante, sino como otro titulo más dirigido al populacho, y fabricó uno de sus productos menos recomendables. La peli se tituló “Big Duel in the North Sea” en Japón, “Ebirah, Horror of the Deep” en U. K. y “Frankenstein & The Monster of the Sea” en Alemania.

Y si con “Godzilla Vs. The Sea Monster” decepcionaron a los fans de siempre, con la siguiente secuela, “Son of Godzilla”, ya provocaron bochorno. La idea era cortar con los adultos y volcarse en el público infantil, para eso era necesario darle un aspecto más tierno y simpático a Godzilla, y lo hicieron convirtiéndole en padre de un monstruito patoso e idiota: Minya. No fue una buena idea, pero en una trayectoria tan larga es inevitable que se produzcan errores. Godzilla atraía también a un público adolescente y adulto que se sintió ofendido con este film. Menos mal que, por lo menos, en Toho terminaron dándose cuenta de la metedura de pata y rectificaron al cabo de un par de años, reorientando la carrera del monstruo, “Son of Godzilla” se parece más a una dulce película de Walt Disney que a una de esas orgías de destrucción que hicieron famoso a Godzilla. No es divertido descubrir que la bestia tiene sentimientos, ni tiene puta gracia ver al insoportable cachorro montado en la cola de su padre. Eso no es lo que se espera de un film de Godzilla.

Termino por este mes. En septiembre encontraréis otro No Me Judas lleno de monstruos: el recorrido de Godzilla desde 1968 hasta la actualidad, los competidores de otras productoras japonesas, con la famosa tortuga gigante Gamera a la cabeza, y, sí, él también: ¡Ultraman!, con un repaso a sus primeros capítulos, algún dato biográfico, y un pequeño comentario sobre su video “The Alien Invasión” y la nueva serie dedicada a él que preparan en América.

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