Gloria

Gloria


Gloria

Página 4 de 7

Salón de un piso de lujo. Detrás del salón, el vestíbulo y la puerta de entrada al piso. A la izquierda, dos puertas (1 y 2) que dan al comedor y a la zona de servicio. A la derecha, dos puertas más (3 y 4) que dan a las habitaciones. Un ventanal con las cortinas descorridas deja ver una terraza o un balcón. Noche cerrada. Muebles diversos: una cómoda antigua con espejo, un sofá grande, butacas, etcétera. Cuadros modernos en las paredes. Una chimenea apagada. Por la puerta 3 entra GLORIA envuelta en una toalla. Es evidente que sale de la ducha. Suena la radio.

VOZ DE LOCUTORA:

Repsol les ofrece EL TIEMPO.

VOZ DE LOCUTOR:

Hola, muy buenas noches. Ha llegado el invierno y ha llegado de repente, y con mucha virulencia. En estos momentos el termómetro está un poco por debajo de cero en la ciudad de Barcelona. Temperaturas, pues, muy bajas, con tendencia a bajar todavía más, y acompañadas de viento y quizás de nieve en las próximas horas. Fuertes nevadas que serán intensas en toda Cataluña. (GLORIA corre las cortinas del ventanal.) La cota de nieve también muy baja. Todo esto debido a un frente de aire polar que en estos momentos tenemos justo encima y que tiene la culpa de este cambio tan repentino en las condiciones meteorológicas. (GLORIA se dirige a la chimenea, aprieta un botón de la pared y se encienden los troncos.) Pero la situación es pasajera. Mañana el tiempo seguirá como hoy, pero a primera hora de la tarde o hacia el anochecer empezará a mejorar un poco. Aunque no mucho. Nos esperan días de frío y de inestabilidad. Nieve y hielo en las carreteras. Si no es estrictamente necesario, es mejor no coger el coche y, en todo caso, no viajar de noche. Lo mejor: quedarse en casa bien abrigados y esperar a que la situación mejore. Y eso es todo. Buenas noches.

GLORIA apaga la radio, se queda quieta delante del espejo, se mira pensativa.

GLORIA:

Pasan los años y yo no cambio. A mi edad las demás mujeres empiezan a tener canas, patas de gallo, arrugas por todas partes, estrías en los muslos, las nalgas descolgadas, los pechos fláccidos; hasta los ojos pierden resplandor. Yo no me noto estos estragos. (Pausa.) Quizás sea éste el primer síntoma de envejecimiento. (Pausa.) No sé qué pensar: miro mis fotos de hace veinte años y me parece que no he cambiado. Pero si las enseño me preguntan: y esta chica, ¿quién es? Las personas, ya se sabe, no son fisonomistas. ¡Ay! (Está a punto de caérsele la toalla. Se la anuda sin dejar de mirarse al espejo. Pausa.) No sé si ponerme el vestido verde o el rojo. El rojo produce más efecto. Pero el verde me sienta mejor y es más elegante. Un dilema verdaderamente estúpido comparado con el drama terrible de la vida. Quizás no es éste el momento de decirlo pero la vida es un dolor sin sentido. Un vacío doloroso entre el error de nacer y el absurdo de morir. ¡Ay! (Está a punto de caérsele la toalla. Se la vuelve a anudar.) Con estas ideas, todo lo hago de prisa y de cualquier manera, como ahora. Él siempre me lo decía. Ya es tarde y yo todavía sin arreglar. ¡Ay de mí, todo me aburre y me atormenta! (Suena el timbre. GLORIA no lo oye o no le hace caso.) No me importaría matarme si la vida no fuera tan trivial. Pero los minutos y las horas, los días y los años pasan volando y yo nunca encuentro un momento adecuado para suicidarme. (Vuelve a sonar el timbre. La toalla está a punto de caérsele.) Hoy me gustaría ponerme el vestido rojo. Es un poco escotado, tal vez demasiado y tiene una abertura que llega a medio muslo o más arriba.

Vuelve a sonar el timbre. Desde dentro se oye la voz de RICKY que sale de la puerta 4.

RICKY (dentro):

¡Gloria! ¡Llaman!

GLORIA:

No está bien que yo lo diga, pero con el vestido rojo estoy la mar de sexy. Y a él era el que más le gustaba. Naturalmente, acabaré poniéndome el verde. Pero si un día llegara a suicidarme, querría que me enterraran con el rojo.

Vuelve a sonar el timbre con insistencia.

RICKY (dentro):

¡Gloria! ¡Están llamando! ¿No lo oyes?

GLORIA:

¡No puedo abrir! ¡Salgo de la ducha y estoy desnuda! (Vuelve a sonar el timbre.) ¡Ve tú! (sale por la puerta 3.)

Por la puerta 4 entra RICKY a medio vestir: pantalones y camisa, calcetines. En la mano lleva los zapatos y la corbata deshecha, colgada del cuello.

RICKY:

¡Está bien, ya voy! (Vuelve a sonar el timbre.) ¡He dicho que ya voy!

Abre la puerta de entrada al piso.

GABRIELLE:

Buona sera, ¿il signor Errico Montonero?

RICKY:

Montaner. Enrique Montaner. ¿Y usted es…?

GABRIELLE:

Gabrielle… de l’agenzia… (Pausa.) Il cameriero…

RICKY:

Ah, sí, adelanti, adelanti.

Entra GABRIELLE. Es un hombre bajo, con un gran bigote negro. No lleva abrigo; sólo una bufanda al cuello. En la mano lleva una maleta pequeña.

GABRIELLE:

Gracie. (Deja la maleta en el suelo y se frota las manos.) Fa un fredo veramente terribile. Cosa stranna a Barcelona que ha un clima tanto benigno e tanto buono. Qui, però, fa molto caldo.

RICKY:

M’escusi…, cosí, de ripenti… no mi ricordaba… i como me hablaba en italiano io non sapeba…

GABRIELLE:

Es que io sono italiano, ma laboro a Barcelona da tre anni fa, e ho imparato il castigliano. Si el señor prefiere…

RICKY:

Oh, sí, sí, hablemos en castellano.

GABRIELLE:

Gracias. Yo también lo prefiero, me conviene practicar… pero todo el mundo quiere que hable en italiano: da un aire más distinguido a las reuniones, y se entiende tan bien… Permítame.

Le hace el nudo de la corbata con gran habilidad y rapidez.

RICKY (sorprendido por esta eficacia un poco agresiva):

Gracias. (Pausa.) Los invitados no tardarán en llegar. Vaya a la cocina y empiece a prepararlo todo.

GABRIELLE (cogiendo la maleta):

Me tengo que cambiar.

RICKY:

Es verdad. (Señala la puerta 4.) Al final del pasillo, a la izquierda, encontrará una habitación vacía. Allí se puede cambiar. Después mi mujer le dirá lo que ha de hacer.

GABRIELLE sale por la puerta 4 RICKY se sienta en el sofá y empieza a arreglarse los puños de la camisa.

GLORIA (dentro):

¡Aaaaaaaaaaaaaaah!

GABRIELLE (dentro):

Scusi, signora…

Ruido de puertas. RICKY acaba de arreglarse los puños de la camisa. Entra GLORIA por la puerta 3 con un vestido negro con la cremallera abierta. Lleva las medias y los zapatos en la mano. Se sienta en la otra punta del sofá y empieza a ponerse las medias.

GLORIA:

¿A que no sabes lo que me acaba de pasar? Me estaba vistiendo y se ha metido un fulano en mi habitación.

RICKY:

Sí, era el camarero que pedí a la agencia. Se habrá hecho un lío con las puertas. Este piso es un laberinto.

GLORIA:

Me ha parecido que hablaba en italiano.

RICKY:

Porque lo es. Pero habla el castellano como tú y como yo.

Sin levantarse, da una palmada en el aire.

GLORIA:

¿Qué haces?

RICKY:

He visto un mosquito.

GLORIA:

No hay ninguno, Ricky. Estamos en pleno invierno y en invierno no hay mosquitos.

RICKY:

Me había parecido ver uno.

GLORIA (cogiéndole la mano):

Todo saldrá bien, Ricky. Nadie tiene la culpa de lo que ha pasado. Ni tú, ni yo, ni Silvia; ni siquiera Coponius.

RICKY:

Lo mismo da: lo pagaremos todos, como si la tuviéramos.

GLORIA:

No, Ricky, sólo pagaremos nuestra imprevisión. Desde que fundamos la editorial sabíamos que todo el capital pertenecía a Coponius, y que Coponius lo había invertido únicamente por Silvia. No se pueden hacer negocios basados en la felicidad matrimonial.

RICKY:

Ya lo sé. Pero retirar ahora el dinero…, sólo por venganza…, es una mezquindad.

GLORIA:

Fue Silvia la que lo dejó, de repente, sin darle ni siquiera una oportunidad. Coponius todavía la quiere, y lucha con las armas de que dispone.

RICKY:

Una mezquindad justificada no deja de ser una mezquindad. La editorial, como empresa, es solvente.

GLORIA:

Ricky, la editorial, como empresa, es un desastre.

RICKY:

¿Qué quieres decir?

GLORIA:

He estado haciendo números…

RICKY:

Te habrás equivocado.

GLORIA:

Desde que Coponius nos comunicó sus intenciones, he hablado con los bancos, con la distribuidora, con el gremio de editores, con la Dirección General del Libro, he hablado incluso con Carmen Balcells…

RICKY:

¿Y el resultado?

GLORIA:

Nada de nada, nothing, ni un duro. Alles kaput, Ricky.

RICKY:

Lo dices en tono de reproche, como si fuera culpa mía. Eres tú quien se ocupa de la contabilidad.

GLORIA:

Precisamente. La culpa no es nunca del que lleva los asuntos, sino del que se desentiende de ellos.

RICKY:

Pero ¿cómo puede ser? El país va viento en popa, la inflación es mínima, los tipos de interés bajan medio punto cada día, la bolsa sube, todas la empresas hacen enormes beneficios. Hasta los pobres son ricos. Y nosotros… ¿qué explicación tiene?

GLORIA:

No es oro todo lo que reluce.

RICKY:

¿Esto es todo lo que se te ocurre? ¿Un refrán?

GLORIA:

Bueno, quizás sale más de lo que entra. ¿Te convence esta explicación? Pues ayúdame a abrocharme la cremallera.

Se da la vuelta. RICKY le abrocha la cremallera y la coge por los hombros.

RICKY:

Llevas un vestido muy bonito.

GLORIA se da otra vez la vuelta y se baja la falda que se había subido para ponerse las medias.

GLORIA:

Ricky, ya sabes que no puede ser.

Se levanta y sale por la puerta 3.

RICKY (con un zapato en la mano):

Amar o no amar, ésta es la cuestión. Y si amamos, ¿cuál ha de ser el objeto razonable del amor? La mujer, los hijos, el trabajo, la ciudad en que uno vive, la casa, el país, si alguien sabe qué quiere decir esta palabra; tal vez los zapatos… ah… (Pausa.) Es el triste destino de un hombre como yo, que he leído tanto, que tanto he meditado, que lo he subordinado todo en la vida a la curiosidad intelectual, acabar hablando con mis propios zapatos. Además de castellano y catalán, hablo francés. ¿Inglés? ¡Con las manos atadas a la espalda! Ich spreche auch Deutsch. Jawohl! Y tantos idiomas, a fin de cuentas, ¿de qué me sirven? Nuestra realidad desafía cualquier intento de formalización verbal. ¡Afán estéril! Sé tantas cosas que nadie me hace caso, y mi mujer, menos que nadie.

Suena el timbre de la puerta del piso. Entra GABRIELLE por 4 vestido de camarero.

GABRIELLE:

Acabe de vestirse, señor, yo atenderé a la puerta.

Vuelve a sonar el timbre con insistencia. GABRIELLE se estira los puños de la camisa y va a abrir. RICKY, al quedarse solo, da una palmada para matar un mosquito.

GABRIELLE:

Buona sera, signorina.

SILVIA:

¡Llevo una hora llamando! ¿Y usted quién es?

GABRIELLE:

Gabrielle, para servirla.

SILVIA:

¿El mayordomo?

GABRIELLE:

Freelance.

SILVIA:

¿Y habla algún idioma concreto o sólo este popurrí?

SILVIA se quita el abrigo de pieles, entrega a GABRIELLE el abrigo y el bolso y entra muy decidida en la casa. RICKY se levanta y va hacia ella.

RICKY:

¡Silvia! No te esperábamos tan pronto.

SILVIA:

Tenía miedo de llegar tarde. ¿Y Gloria? ¿Qué haces a medio vestir?

RICKY:

Nada. Me había distraído hablando solo.

SILVIA:

Una ocupación propia de sabios y de locos. (A GABRIELLE.) Y usted, aparte de recoger abrigos y de hablar italiano, ¿sabe hacer algo más?

GABRIELLE:

Sissignora.

SILVIA:

Pues tráigame un whisky. Que no sea de malta ni de esos que están de moda y saben a betún.

GABRIELLE:

¿Con hielo?

SILVIA:

Dos cubitos.

GABRIELLE no sabe a dónde ha de ir. RICKY le señala la puerta 1. GABRIELLE sale por 1 llevándose el abrigo y el bolso.

SILVIA (a RICKY):

Me parece ostentoso. Habráse visto, ¡un mayordomo!

RICKY:

Camarero.

SILVIA:

Pretendía hablarme en italiano.

RICKY:

Es italiano.

SILVIA:

Pues que lo disimule. (RICKY da una palmada al aire.) ¿Mosquitos, Ricky? (Pausa.) Esta mañana he tenido un reunión de abogados. Una más. Él también ha ido. Ha estado muy violento y agresivo. Insiste en interponer la demanda. No hay nada que hacer.

RICKY:

Y tú, ¿qué les has dicho?

SILVIA:

¿Qué querías que le dijera? Que lucharé hasta el final. Es mi hijo, Ricky. ¡Mi hijo! Y suyo también. Pero no podemos partirlo por la mitad, como el rey Salomón.

Ha de ser del uno o del otro. Y yo no lo quiero perder.

RICKY:

No hay motivo alguno para que el juez te lo quite.

SILVIA:

Tú no sabes lo que pueden hacer los abogados.

RICKY:

Tú también tienes abogados.

SILVIA:

Yo no tengo un duro, Ricky; sólo puedo pagar a una nena que acabó la carrera hace un año y todavía cree en la justicia. ¡Ya me dirás adónde iremos a parar! (Pausa.) Hace una hora que le he pedido un whisky a tu cameriere y aún lo espero.

RICKY:

Se habrá vuelto a perder por los pasillos. Este piso es un laberinto. Antes se ha metido sin querer en la habitación de Gloria cuando se estaba vistiendo.

SILVIA:

Todos hacéis lo mismo. Y siempre con la misma excusa: ha sido sin querer.

RICKY:

Y los abogados de Coponius, ¿qué alegan?

SILVIA:

Lo de siempre: inestabilidad económica y emocional, vida desordenada…

RICKY:

Pero esto es mentira.

SILVIA:

Hasta cierto punto. Cuando nos separamos, por mala conciencia o por imprevisión acepté todos los cargos. Metí la pata. Luego el mal ya estaba hecho. Si ahora declaro que no estoy loca ni llevo una vida disoluta, ¿quién lo creerá? Soy una mujer sola, todavía joven, o al menos que cree serlo, separada y encima con pinta de intelectual: este perfil se denomina un pendón, Ricky. Además, un proceso puede durar muchos años, en cualquier momento puedo cometer un error. Coponius me vigila. Ha contratado a un detective que me sigue día y noche, a todas partes.

RICKY:

¿Un detective? ¿Estás segura?

SILVIA:

No tengo pruebas, pero lo noto. Y los detectives son mala gente, Ricky. Con tal de justificar sus facturas son capaces de tergiversarlo todo, de inventar cualquier historia. (Entra GABRIELLE por 1; lleva una bandeja con el whisky. SILVIA lo coge y bebe un sorbo.) Tráigame otro, por favor. Y no hace falta que tarde tanto.

GABRIELLE:

Scusi, signorina, no trobaba il gelo.

RICKY:

Tráigame un whisky a mí también.

SILVIA:

Y mi bolso. Me he dejado el tabaco.

RICKY:

¿Has vuelto a fumar?

SILVIA:

De cuando en cuando. He leído que si fumas a escondidas no hace daño.

GABRIELLE sale por 1.

RICKY:

Y el niño, ¿quiere quedarse contigo o irse a vivir con su padre?

SILVIA:

¿El niño? Pobre, no lo sabe. Y yo no quiero que lo sepa. No quiero que intervenga en esto. Pase lo que pase, no quiero que la decisión sea suya. Sería cruel hacerle decidir una cosa tan importante. ¿Que decida él mismo algo que marcará su vida? Por el amor de Dios, sólo tiene cinco años. No, no, prefiero mil veces que lo decida el juez, aunque sea en mi contra, por las razones más inhumanas y arbitrarias. El niño no tiene nada que ver en este asunto. Él sólo quiere una cosa, Ricky: ser feliz. Todos los niños quieren ser felices. Si han de sufrir, contravienen su naturaleza. Se han de violentar para no ser felices, para no gozar de la vida a cada instante. Y cuando son infelices, son doblemente infelices. (Apura el whisky de un sorbo.) Hacerse mayor es esto: resignarse a ser infeliz. Como tú y como yo. Pero quiero ganar, Ricky. No quiero que me quiten a mi hijo. Y para ganar necesito dinero. (Pausa.) ¿Crees que vendrá?

RICKY:

¿Quién?, ¿nuestro cliente? Seguro que vendrá. ¡Vaya pregunta! ¿Por qué no había de venir? Fue él quien me llamó.

SILVIA:

A lo mejor también llamó a otras empresas. Nosotros lo hacemos: llamamos a cinco o seis proveedores pidiendo presupuestos, fingiendo un gran interés, y después, con toda frialdad, comparamos y elegimos al que nos conviene.

RICKY:

Silvia, acabas de descubrir la economía de mercado. Enhorabuena. (Pausa.) Vendrá, mujer, vendrá, pero no vendrá atado de pies y manos. Lo hemos de convencer y no parece tonto. Hemos de demostrar que somos una gente seria y competente. Piensa en esto y no te dejes dominar por los nervios.

Entra GABRIELLE por 1 con los whiskies y el bolso de SILVIA. SILVIA y RICKY cogen sus vasos.

SILVIA:

Gracias. (a RICKY) Por mí no te preocupes. Si hace falta sé como he de comportarme. Ahora estoy un poco agitada, por lo que te he dicho, pero pronto estaré bien. En casa me he tomado una pastilla de Valium, en el momento de salir. En seguida me hará efecto. A decir verdad ya estoy mejor. Mucho mejor. (SILVIA abre el bolso y saca un paquete de cigarrillos. Suena el timbre. SILVIA da un grito y vuelve a meter el paquete de cigarrillos en el bolso.) ¡Ay, Dios mío! ¡Es él! ¡Ya está aquí!

RICKY:

No creo. Es pronto. Gabrielle, vaya a abrir.

GABRIELLE:

Sissignore.

GABRIELLE va a abrir. SILVIA bebe whisky a pequeños sorbos. RICKY sigue el vuelo de un mosquito con los ojos. Pausa.

GABRIELLE:

Gracie. (Coge un gran ramo de flores, cierra la puerta y vuelve a la sala.) Per la signora de la casa.

RICKY (a SILVIA):

¿Lo ves?

SILVIA:

¿Lo manda él?

RICKY (leyendo la tarjeta)

Claro. Da las gracias por anticipado.

SILVIA:

A lo mejor se trata únicamente de una velada excusa.

RICKY:

No te pongas paranoica: las reglas del libre mercado no incluyen flores. Vendrá. Gabrielle, ponga estas flores en un jarrón. Los verá en la cocina, de todos los tamaños.

SILVIA (acabándose el whisky de un sorbo):

No. Lo haré yo misma. Me gusta arreglar flores. Hace unos años, antes de ser madre, hice un cursillo. Estudiábamos la técnica japonesa del arreglo floral, que los japoneses llaman ikebana. Lo he olvidado casi todo, pero recuerdo que el bambú simbolizaba la prosperidad y el albaricoque, aunque no lo parezca, la pureza. Era importante que las flores captaran la luz sin obstruir la visión de otros objetos bellos, como yo misma, y que representaran la unión del cielo con la tierra y los seres humanos. De paso me tomaré otro whisky en la cocina. No sé cómo se llama en japonés el arte de tomar whiskies. Quizás hara-kiri. Vuelvo en seguida.

SILVIA sale por 2, seguida de GABRIELLE, que lleva las flores. RICKY, solo, empieza a beber su whisky poco a poco. Con los ojos sigue el vuelo de un mosquito. Intenta atraparlo un par de veces. Al final lo deja estar. Por 4 entra GLORIA peinada y arreglada.

GLORIA:

¿Qué haces aquí, tan solo? Por lo menos han llamado dos veces.

RICKY:

Silvia ha llegado hace un rato. Ha ido un momento a la cocina. Está fatal.

GLORIA:

Por el problema del niño y del animal de su marido.

RICKY:

¿Cómo lo sabes?

GLORIA:

He hablado con ella este mediodía, por teléfono. Los abogados y los jueces son unos monstruos y todos los hombres, más o menos, lo mismo.

A una mujer no se le puede robar un hijo.

RICKY:

También es hijo de Coponius.

GLORIA:

¿Ves como estás de su parte?

RICKY:

Yo no estoy de parte de nadie. Los dos son amigos míos desde hace muchos años, los quiero mucho y deseo lo mejor para los dos, juntos o separados. Y también quiero al niño. Lo he visto nacer. Lo quiero como a los míos. Mejor dicho, como a los nuestros. Creo que su bienestar y su tranquilidad de espíritu están por encima de cualquier otra consideración. Haré cuanto esté en mi mano para que todo se arregle pronto y en forma pacífica y satisfactoria. ¿Son éstos los sentimientos de un monstruo?

GLORIA:

(Pausa.) ¿Qué hace Silvia en la cocina tanto rato?

RICKY:

Arregla el ramo de flores que te han mandado. A la manera japonesa. Toma. (Le da la tarjeta. GLORIA la lee, abre la boca para decir algo y la vuelve a cerrar.) ¿Qué te pasa?

GLORIA:

No lo sé. No me fío. Sólo es un presentimiento, pero estoy segura de que este negocio es una estafa.

RICKY:

¿Lo has deducido de la tarjeta o te lo ha dicho una voz de otra galaxia?

GLORIA:

¿Cómo has conocido a este personaje?

RICKY:

Del modo más natural: hace unos días comentaba con un amigo la decisión de Coponius de retirar el dinero de la empresa y él me dijo que conocía a alguien que podría estar interesado en invertir. Al día siguiente recibí una llamada, hablamos, le invité a venir a casa para cerrar el negocio y de aquí vienen las flores, el cameriere, los nervios de Silvia y tus absurdas aprensiones. ¿Alguna pregunta más?

GLORIA:

Sí, una: ¿qué interés puede tener alguien que no nos conoce en jugarse el dinero por nosotros? ¿Eh?

Por la puerta 1 entra SILVIA seguida de GABRIELLE. Lleva en la mano un jarrón con cuatro flores mustias y rotas: es todo lo que queda del ramo.

SILVIA:

Ya está.

GLORIA y RICKY se miran con preocupación.

GLORIA:

Hola, Silvia… Llevas un vestido muy bonito.

SILVIA:

¿Dónde?

GLORIA:

Puesto. ¿Te encuentras bien?

SILVIA:

Bastante bien: tranquila y muy animada; en la cocina me he tomado un whisky (A sus espaldas, GABRIELLE indica con los dedos que han sido dos.) y antes de venir, un Valium. ¿De qué hablabais?

RICKY:

De nada…

GLORIA:

De la editorial…

RICKY:

En términos generales. Gloria ha estado haciendo números…

SILVIA:

¿De qué tipo?

GLORIA:

Guarismos, guapa.

SILVIA:

Me refería a si estábamos en números rojos.

GLORIA:

Más rojos que un pimiento.

RICKY:

¡Vaya una manera de plantear la situación!

SILVIA:

Está bien, Ricky, así es mejor. Prefiero saber la verdad. Soy una mujer madura; puedo afrontar la situación serenamente. Gloria, te agradezco la sinceridad. Ricky, por favor, sosténme el jarrón.

RICKY coge el jarrón y SILVIA se desploma.

GABRIELLE:

O, la signorina svenuta!

RICKY (a GLORIA):

¡Mira lo que has hecho! No debías haberla alarmado de este modo. ¡Vaya una amiga! ¡Todas las feministas sois iguales!

GLORIA:

Deja de vociferar y haz algo.

RICKY (se agacha junto al cuerpo de SILVIA):

No parece grave: respira con regularidad. Hace un rato me decía que antes de salir se había tomado una pastilla para los nervios y desde que ha llegado por lo menos se ha bebido tres whiskies.

GABRIELLE indica por señas que cuatro.

GLORIA (observándola desde lejos):

Está muy pálida. Tendríamos que llevarla en seguida al hospital. Llamaré para que manden una ambulancia.

RICKY:

¡No, no, espera! ¡No podemos llevarla al hospital! La internarían para tenerla en observación. Quizás darían parte a la policía. Su nombre podría salir en los periódicos. Coponius la tiene sometida a vigilancia constante. Si se entera de que ha sufrido un colapso por haber ingerido sustancias tóxicas y de que ha ingresado en un hospital bajo los efectos del alcohol, ya te puedes imaginar lo que hará. Y también lo que hará el juez.

GLORIA:

Pues, ¿qué hacemos?

RICKY:

Esperar. Lo más probable es que se recupere en un santiamén.

GLORIA:

¿Y si no se recupera? ¿Y si se nos muere por falta de atención?

GABRIELLE:

Io non sono responsabile. Yo sólo soy el cameriere.

RICKY (dando una palmada al aire):

¡No nos pongamos nerviosos! Voy a llamar a Oriol. (A GABRIELLE) Es un amigo médico y está al corriente de la situación. Él nos dirá lo que hay que hacer. Pero antes tendríamos que llevarla a la cama. Aquí no se puede quedar. Gabrielle, ayúdeme. Gloria, regístrale el bolso. A ver si encuentras las pastillas.

RICKY y GABRIELLE levantan a SILVIA y salen por 4.

GABRIELLE (saliendo):

Li fa olorare un po d’aceto balsamico.

GLORIA, sola, abre el bolso de SILVIA. Saca un tubo de pastillas. Lo deja sobre la mesa. Saca otro, y otro, hasta cinco o seis. Sigue registrando el bolso y saca una pistola pequeña. Alarmada, se levanta y la esconde en el cajón de un mueble. Vuelve a sentarse y a registrar el bolso. Saca una agenda o un cuaderno. La abre y empieza a leer, pero es interrumpida por RICKY, que entra por 4 poniéndose el abrigo, seguido por GABRIELLE. GLORIA esconde la agenda bajo el cojín del sofá.

RICKY:

Todo solucionado. Oriol cree que no es grave: dice que ha sido un coma de diazepán provocado por el alcohol. Dice que con una inyección de un miligramo de flumacenil se le pasará en un abrir y cerrar de ojos. Voy en un salto a la farmacia de guardia.

GLORIA:

Ya voy yo.

RICKY:

¿Con este vestido? A estas horas y con el frío que hace… ¿No has oído la radio? Cogeré un taxi para no tener que aparcar y estaré de vuelta en diez minutos. Ocúpate de Silvia y si nuestro cliente llega antes que yo, entreténlo. Dile que he tenido que salir, dale cualquier excusa. Y lleva la conversación hacia la editorial. Enséñale el balance y la cuenta de resultados del año pasado, y la memoria, y el informe de gestión social correspondiente a aquel ejercicio. No le hables de este año. Vuelvo en seguida.

RICKY sale por la puerta de entrada.

GLORIA (a GABRIELLE):

Tráigame un whisky, por favor. No me vendrá mal.

GABRIELLE:

¿Con dos cubitos?

GLORIA:

Sin hielo; y con un poco de agua. Y traiga también algo de picar. En el microondas hay una bandeja de croquetas.

GABRIELLE:

Vado subito, signora.

GABRIELLE sale por 1. GLORIA, sola, vuelve a sacar la agenda del bolso de SILVIA y va leyendo al azar. Suena el timbre, GLORIA se asusta. Guarda la agenda en el mismo cajón en que ha guardado antes la pistola. Entra GABRIELLE por 2 con el whisky y una bandeja de croquetas.

GLORIA (cogiendo el whisky):

Llaman. Vaya a abrir.

GLORIA bebe un sorbo de whisky, deja el vaso en la mesa y se queda mirando la puerta. Entra el CABALLERO seguido de GABRIELLE. El CABALLERO se queda mirando a GLORIA. Silencio.

GLORIA:

Bienvenido, señor. ¿No desea quitarse el abrigo? Aquí dentro hace calor. GABRIELLE, coja el abrigo del señor. ¿Ha encontrado la casa sin dificultad? ¿Ha podido aparcar el coche o le ha traído el chófer?

CABALLERO:

He venido en taxi. El barrio es complicado y un poco solitario por la noche.

GLORIA (riendo estrepitosamente):

¡Ay, sí! (Deja de reír en seco. Pausa.) Mi marido ha tenido que salir precipitadamente, y la otra socia, la señorita Silvia, a quien tal vez ya conoce, está… ausente por el momento. ¿No se sienta?

CABALLERO:

Una casa preciosa, si me permite que se lo diga.

GLORIA:

Gracias. La compramos hace un año. Era una ruina. Hicimos una restauración de arriba a abajo. Y todavía queda mucho por hacer. ¿Qué quiere beber? Hay whisky, champán, jerez… quizá un yogur…

CABALLERO:

Un whisky está muy bien.

GABRIELLE:

Gelo del fredo?

CABALLERO:

Tres cubitos.

GABRIELLE sale por 1. GLORIA se acaba el whisky. Silencio. GLORIA coge la bandeja de croquetas y se acerca al CABALLERO.

GLORIA:

¿Quiere una croqueta? (Se cae redonda. De inmediato se recupera y empieza a recoger las croquetas y a ponerlas en la bandeja. Se levanta y vuelve a ofrecerle la bandeja al CABALLERO, que ha observado impertérrito el incidente.) Son de Semon.

CABALLERO:

No, gracias.

GLORIA deja la bandeja sobre la mesa. Se queda mirando fijamente al CABALLERO.

GLORIA:

¿Cómo me encuentras?

CABALLERO:

Envejecida: tienes arrugas y es evidente que te tiñes el cabello.

GLORIA:

¿Nada más?

CABALLERO:

La casa es fea y la restauración, de mal gusto. Es la maldición de este país: todo es feo: las casas y las mujeres.

GLORIA:

Me harás llorar.

CABALLERO:

Pues me voy. No soporto a las mujeres que lloran.

GLORIA:

Ni a las que se ríen. Pero no la tomes conmigo: yo no he sabido que el futuro capitalista de la empresa ibas a ser tú, hasta hace un momento, cuando he visto tu nombre en la tarjeta. (Señalando el jarrón.) Gracias por las flores: horrorosas, y mezquinas, como siempre.

CABALLERO:

Gloria, si hubiera sabido que te encontraría aquí, no habría venido. Pero no podía saber que trabajabas en una editorial. Nunca me lo dijiste.

GLORIA:

Nunca me lo preguntaste. Nunca te interesaste por lo que yo hacía cuando salía de tus… de tu… de allá. (Pausa.) Mi marido y yo, con otra pareja, montamos una editorial. Hasta ahora nos ha ido bastante bien. Últimamente, y por razones ajenas al mundo de la cultura, tenemos problemas de liquidez. Por eso estás tú aquí. Yo no tengo nada que ver. De todos modos, aunque hubiera sabido antes que eras tú quien vendría, no habría podido avisarte. No sé dónde vives, ni qué haces, no sé cómo encontrarte. Desapareciste de repente, sin decir nada. De la noche a la mañana cerraste el piso de la calle Provenza, sin advertirme, sin un mensaje, sin una sola palabra. Ni siquiera le dejaste una dirección a la portera. O, al menos, eso me decía ella cuando yo le suplicaba arrastrándome por el suelo, golpeando las paredes con la cabeza, ofreciéndole todo lo que tenía con tal de que me diera una pista. Pero sólo recibía el silencio por respuesta. Entonces volvía a casa, gimiendo, con las manos ensangrentadas de haber arañado la fachada de aquel edificio de la calle Provenza, que podría contar cosas tremendas. (Pausa.) Quizá exagero.

CABALLERO:

Y tu marido, ¿no se dio cuenta de nada?

GLORIA:

Naturalmente, vio mi desasosiego, pero se creyó la excusa que le di. Había que seguir viviendo: teníamos dos hijos. Ya te hablé de ellos.

CABALLERO:

Es posible. No te presté atención. ¿Están en casa?

GLORIA:

No. Como mañana es fiesta, se han ido a casa de unos amigos. Ya son mayores y hacen vida independiente. Estamos solos… (Entra GABRIELLE por 2 con dos whiskies. Le da uno al CABALLERO y otro a GLORIA. Vuelve a salir sin decir nada.) No tengas miedo: el tiempo no pasa en vano. Cuando al fin me di cuenta de que todo lo que me habías dicho era mentira, de que para ti todo había sido un juego cruel, decidí olvidarte, olvidar nuestra historia, sucia y estúpida y bestial. Quiero a mis hijos, y a mi marido también, aunque no tanto, a ti no te puedo mentir, nunca te he mentido. El trabajo en la editorial me gusta y me aburre al mismo tiempo. De vez en cuando me vuelven los recuerdos de los días felices, de nuestras citas clandestinas en el piso de la calle Provenza. Entonces no me quejo ni gimo ni me hiero las manos: me tomo un whisky y pienso que algún día veré cómo te caes del pedestal y te haces añicos.

CABALLERO:

Eso nunca lo verás, Gloria: los lobos hemos nacido para comernos a los corderos, y no al revés. Yo no he hecho el mundo como es, y a quien lo hizo no se le ocurrió consultarme; no se lo reprocho: yo lo habría hecho peor aún. Soy como soy, y me gusta. Y a ti también te gusta como soy, o no estarías humillándote como te humillas.

GLORIA:

¿Humillación? No, amigo mío. La humillación sería esconder las cicatrices del tiempo. Como haces tú.

Antes de que GLORIA pueda responder entra GABRIELLE por 2.

GABRIELLE:

Signora, il telefono suona.

GLORIA (al CABALLERO):

Discúlpeme un momento. GABRIELLE, atienda al señor como es debido.

GLORIA sale por 4.

CABALLERO:

¿La has reconocido?

GABRIELLE:

Sí, señor, en cuanto la he visto.

CABALLERO:

¿Y ella a ti?

GABRIELLE:

No, señor. He cambiado mucho. Ya no llevo el pelo tan largo ni las gafas oscuras, por no hablar de este bigote postizo. (Se lo quita.)

CABALLERO:

Veo que también te has vuelto italiano.

GABRIELLE:

Sí, señor. Me pareció de buen tono. Quería cambiar de imagen; una nueva personalidad. Con mis antecedentes… el señor ya sabe a qué me refiero.

CABALLERO:

No lo digas con sorna. Yo no tengo la culpa de lo que pasó.

GABRIELLE:

Sí, señor, ésta es la cuestión: que el señor no tuvo ninguna culpa y a mí me metieron en la cárcel.

CABALLERO:

Te pagué el mejor abogado.

GABRIELLE:

Sí, señor, y al cabo de dos meses el mejor abogado estaba en la celda de al lado. Pero dejémoslo estar, señor, ahora soy otro: me llamo Gabrielle, el señor no me conoce, ni yo al señor.

CABALLERO:

Lo tendré en cuenta y sólo te llamaré si te necesito. Ya viene, ponte el bigote y estate al quite.

Entra GLORIA por 3 con cara seria, pero al ver a GABRIELLE vuelve a componer la expresión sonriente del principio. GABRIELLE se da la vuelta y se vuelve a poner el bigote.

GLORIA (riendo estúpidamente):

Era mi marido. Ha tenido que ir más lejos de lo previsto. Aún tardará unos veinte minutos. Ruega que le disculpe y me pide que le atienda como usted se merece.

GABRIELLE:

Io vado in cucina.

GABRIELLE sale por 1. Silencio.

GLORIA:

¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me corrompiste? Yo era una niña…

CABALLERO:

De niña, nada. Estabas casada, tenías un trabajo y dos hijos, como acabas de decir. Seguramente estabas harta de pañales y biberones. La vida no era como la habías soñado. Con el primero que te salió al paso tuviste una aventura. El asunto se acabó. Todos los asuntos se acaban, y nunca se acaban a gusto de todos. Pero la gente se rehace, vuelve a tener asuntos, que también se acaban. Y así hasta que un buen día, uno descubre que está harto de tanto asunto, que lo que le apetece es quedarse en casa, leyendo, viendo la tele. Lo hace y se da cuenta en seguida de que ha sido una buena decisión. Pasan los años, uno vive tranquilo, y con los recuerdos se calienta el alma en las noches frías del invierno. A esto se le llama sabiduría, Gloria.

GLORIA:

No. A esto se le llama hacer trampa. Cuando se ha jugado en serio, y se ha perdido, los recuerdos son de hiel y ceniza y todo lo que antes había sido maravilloso, las caricias, el placer, la ternura, se vuelve asqueroso, insufrible, como si fuera una parodia obscena de la realidad. (Pausa.) No necesito consuelo. Caí y desde entonces no he hecho más que caer, y cuando llegue al fondo, haré un agujero para seguir cayendo. (Levanta el vaso de whisky.) A tu salud.

CABALLERO:

A la tuya.

Beben. Silencio.

GLORIA:

No has cambiado. Estás moreno pero no gordo. Se te ve tranquilo y satisfecho.

CABALLERO:

Sí, ¿por qué no? No tengo deudas ni remordimientos, me gusta la vida y el placer y no soporto la tristeza ni la melancolía. ¿Preferirías verme afligido, abrumado de angustia y de aflicción? (Pausa.) He conocido muchas mujeres como tú. No me das miedo.

GLORIA:

¿Miedo? ¿Por qué habrías de temerme?

CABALLERO:

El odio da miedo.

GLORIA:

No seas presuntuoso: yo no te odio. Hace unos años, quizás sí. Ahora ya no. No me dejaste ni una migaja de sentimiento. Tengo el corazón seco. Y el cuerpo también. Lo que te he dicho antes no lo he dicho en sentido metafórico. Después de ti no me ha tocado nadie.

CABALLERO:

¿Y tu marido?

GLORIA:

Dormimos en cuartos separados. Él cree que estoy enferma.

CABALLERO:

¿Y no lo estás?

GLORIA:

Enferma, no. Ya te lo he dicho: corrompida. Tú me corrompiste.

CABALLERO:

No sé qué quieres decir. Nunca te obligué a hacer nada que tú no quisieras.

GLORIA:

Todo lo hacía engañada: ésta es la cuestión.

CABALLERO:

Yo no te engañé. Nunca te dije que…

GLORIA:

Lo que se dice no tiene la menor importancia. Lo único que cuenta es lo que se es, y tú eres un corruptor, amor mío.

CABALLERO (divertido):

¿Así que me iré al infierno de cabeza?

GLORIA:

En la otra vida, no lo sé. Allí no tengo jurisdicción. Pero en ésta, no te quepa duda.

CABALLERO:

No me parece justo.

GLORIA:

No es justo, sino moral. Moral y justicia son cosas diferentes. Mucha gente las confunden, y así va el mundo.

CABALLERO:

Yo no entiendo de estos asuntos. Sólo puedo decirte lo que he visto, y es que las personas que hablan de moral no son felices.

GLORIA:

¿Feliz? ¿Yo feliz? Sí, ¿por qué no? Al fin y al cabo, la felicidad es un valor añadido, que no tiene nada que ver con nosotros. Y ahora estamos hablando de nosotros. (Pausa.) Te diré cómo vivo. Nunca tengo hambre, no puedo comer ni un grano de arroz; de repente me siento desfallecer y me como una paella entera. Yo sola. Luego estoy enferma una semana. Paso las noches en vela y cuando al fin me duermo, duermo tres días y tres noches sin parar. Pero esto es sólo una parte de mí misma. También soy una mujer que trabaja, una madre de familia y una ciudadana cabal. Podríamos decir que soy una típica mujer catalana, como la mayoría. Y como ellas, también soy feliz. (Riendo.) La única diferencia es que yo estoy corrompida.

CABALLERO:

Perdona, pero no te entiendo.

GLORIA:

Lo entenderás en seguida. Escucha. (Se le acerca. Señala la puerta 3.) Al fondo de aquel pasillo hay otro pasillo y al fondo de aquel otro pasillo, mi habitación. Vamos.

CABALLERO:

¿Tú y yo? ¿Ahora?

GLORIA:

Sí. ¿Te da miedo? Hace un momento me has dicho que no me temías.

CABALLERO:

¡Estás bebida!

GLORIA:

¿Ves como tienes miedo? La fiera sólo era un perrito disfrazado.

CABALLERO:

¿Y tu marido?

GLORIA:

Todavía tardará un cuarto de hora.

CABALLERO:

Siempre quieres hacerlo todo de prisa. Gloria: éste no es momento ni lugar. Yo he venido a hacer negocios. No olvides que vuestra empresa depende de mí; y de tu conducta depende la estabilidad familiar.

GLORIA:

Ir a la siguiente página

Report Page