Gloria

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COPONIUS (señalando a GABRIELLE):

¿Y este fulano? ¿También se lo ha recetado Oriol?

GLORIA:

No sé de dónde ha salido.

GABRIELLE:

Signora, sono Gabrielle, il cameriero.

GLORIA:

Ah. ¿Y qué hace sin ropa?

GABRIELLE:

La ropa está en la habitación. Yo creía que usted… que su habitación… todo estaba a oscuras… y cuando he visto entrar a este señor con el cuchillo… como comprenderá, no era cuestión de perder la vida por los pantalones.

GLORIA:

Me temo que voy entendiendo lo que pasa.

Por la puerta de entrada al piso entra RICKY con un paquete de la farmacia en la mano.

RICKY:

¡Ya estoy aquí!

Todos quietos y en silencio. RICKY, viendo que nadie le da una explicación, se quita el abrigo y se lo da al CABALLERO creyendo que es GABRIELLE. El CABALLERO deja caer el abrigo al suelo GABRIELLE corre a recogerlo.

RICKY:

Tengo la sensación de que en mi ausencia aquí ha pasado algo… y aún está pasando.

GLORIA:

Nada que no pueda aclararse fácilmente. Gabrielle, traiga más bebida; la velada no ha hecho más que empezar. ¿Whisky? (Todos dicen que sí con la cabeza.) Ya lo ha oído, señor detective.

GABRIELLE:

Sissignora… Ma cosí, in mutande…

Se abre el abrigo para recordar que todavía va en calzoncillos. RICKY lo mira desconcertado.

GLORIA:

Ah, sí, tiene razón. Un hombre no puede ir por el mundo sin sus atributos. (Le quita el bigote al CABALLERO y se lo da a GABRIELLE.) Tenga, póngase esto. Ahora ya puede servir las bebidas. (A COPONIUS.) Y tú, dame este cuchillo. (COPONIUS le da el cuchillo a GLORIA y ésta a GABRIELLE.) El señor ya no lo necesita, lléveselo a la cocina y métalo en la lavaplatos.

GABRIELLE sale por 1 con el cuchillo y el abrigo de RICKY.

COPONIUS:

Entonces éste era…

GLORIA:

El detective que contrataste para que espiara a Silvia. Vergüenza habría de darte.

COPONIUS:

Es ella la que se debería avergonzar de darme motivos de espionaje.

GLORIA:

Pues ya has visto el resultado.

COPONIUS:

No me lo puedo creer: Silvia… con este miserable.

GLORIA:

Y encima tú vas, y le pagas.

CABALLERO:

Cuando se bebe uno tiene la manga más ancha.

COPONIUS (al CABALLERO):

¿Y usted quién es?

CABALLERO:

Un amigo de la casa, para servirle. En realidad, usted y yo nos conocimos hace unos años, no sé si se acuerda: en el palco presidencial del Barça, con el señor Núñez…

COPONIUS:

Ah, sí, es verdad. Perdone que no le haya reconocido. Estoy un poco alterado. Como ha visto, motivos no me faltan. (Se dan la mano.) ¿Pero qué hacía usted vestido de camarero y con el bigote de mi detective?

CABALLERO:

Nada: una broma. Se lo iba a explicar, pero venía usted tan indignado, hablando de una pistola y de su mujer…

RICKY:

¿Una pistola? Coponius, ¿de qué habla este individuo?

COPONIUS:

De mi revólver. Ha desaparecido del cajón.

RICKY:

¿Y crees que puede estar aquí?

COPONIUS:

Estoy seguro de que Silvia lo ha cogido.

GLORIA:

Es natural: si tu la persigues con un cuchillo…

Entra GABRIELLE por 1 con una bandeja y las bebidas. Se ha quitado el abrigo del CABALLERO y se ha puesto un delantal de cocina que le llega hasta los tobillos. Sólo cuando se vuelve de espaldas se ve que todavía va en calzoncillos.

RICKY:

¿Y dónde está ahora la pistola?

GLORIA:

Lo mismo da. Las bebidas ya están aquí. Borrón y cuenta nueva. Brindemos. (Levanta la copa.) Salud.

Todos brindan menos COPONIUS.

TODOS:

¡Salud!

GABRIELLE sale por 2.

GLORIA:

Coponius, ¿tú no bebes?

COPONIUS:

No. Yo me voy. Aquí no tengo nada que hacer. Ni aquí ni en ninguna parte. Pero no quiero estar en vuestra compañía. (Al CABALLERO.) A usted, que parece un señor, le debo una explicación. No será larga. Nací en el seno de una familia pobre, numerosa y desunida. No recibí educación ni afecto, ni nada que pudiera predisponerme al triunfo. Y para colmo, ya ve usted, no tengo un físico demasiado agraciado. De inteligencia tampoco ando sobrado. Pero con perseverancia hice el bachillerato y hasta conseguí hacer una carrera en la Universidad cuando no era fácil ingresar para quien no pertenecía a una clase acomodada. Nunca encontré el camino sembrado de rosas. En la Facultad de Letras empecé a tratar a las chicas. Antes apenas me había fijado en ellas: tenía otras ocupaciones. Ahora, en cambio, en el patio de la Facultad de Letras, y sobre todo en las clases de lingüística aplicada, las chicas se convirtieron para mí en una obsesión. Las miraba y me decía: ¡A la mierda Saussure y a la mierda la gramática generativa! Nada me interesaba tanto en el mundo como las chicas. Yo sabía, por supuesto, que con mi facha, pobre y un poco corto de entendederas, poca fortuna podía esperar en este terreno. Ellas aceptaban mi compañía, pero lo hacían movidas por la curiosidad o por la compasión. Yo sufría y pensaba: con la que me quiera de veras, sin reservas ni sentimentalismos, me casaré, y haré por ella todo lo que puede hacer un ser humano y más aún. La cubriré de riquezas, le daré todos los caprichos… (Pausa.) ¿Usted qué opina?

CABALLERO:

Que está más chiflado que una regadera.

GLORIA:

No le hagas caso. Todos esto son fantasías. Nos caía bien porque era simpático y buena persona. Más tarde, cuando se volvió engreído y prepotente, consiguió dar pena de verdad.

COPONIUS:

A mí la que me gustaba en aquella época era Gloria. Pero ella no me hacía el menor caso, ni a mí ni a nadie, era fría, ambiciosa y altiva; todo le parecía poco para ella. Al final, como pasa siempre, se casó con el único infeliz que le aguantaba los humos, o que se los creía. Después del segundo hijo se sintió decepcionada y le puso unos cuernos que llegaban al techo. Al final tuve que conformarme con Silvia. Era atractiva y agradable, tenía todas las virtudes y un sólo defecto: estaba mal de la azotea. Sin duda por eso se casó conmigo. Si no, ¿a santo de qué? Pero a mí no me importaba: yo era feliz, porque la amaba sinceramente, con todo mi corazón. Todavía la amo. Por ella abandoné la Lingüística y me hice rico. Por ella abandoné mi vocación, señor, por ella me introduje en un mundo que odiaba. Para que ellos pudieran seguir hablando de Lacan y de Bakhtin, de Derrida, señor, de Deleuze y de Baudrillard, yo tuve que ocuparme de cosas serias. Estoy hablando de la Bolsa, señor, del mercado de divisas, de opciones y de futuros. Hablo de los índices generales y del Mibor, señor, de Carburos Metálicos, señor, de Aguas de Barcelona, ¡de esto estoy hablando! De Gas Natural, señor, de Argentaria y de Duro Felguera. Estoy hablando de Repsol y Petrocat, señor, de Telefónica y del BBV. De esto han vivido ellos y sus hijos, e incluso se ha podido comprar una casa como ésta. Mire a su alrededor, señor: lujo moderno, que es el más caro. Todo pagado con mi dinero. Yo lo he hecho todo. No por ambición personal, sino por amor. Siempre hice lo que ella quiso, hasta poner dinero en esta empresa absurda y ruinosa que ellos denominan «editorial». Un pozo sin fondo, señor. Si le han dicho otra cosa le han engañado.

RICKY:

¡No estoy de acuerdo en absoluto!

GLORIA:

Déjale que se desahogue, Ricky, ¿qué más da ya?

COPONIUS:

Al cabo de un tiempo descubrí que nada de todo aquello había servido: ni los sentimientos ni los esfuerzos, ni siquiera el dinero. Silvia me engañaba con otro. Y estos dos, a los que yo consideraba mis amigos, lo sabían, se reían y callaban. Comprendí que no pertenecía a su mundo, que era un extraño sentado a su mesa, que toda la felicidad no había sido más que un sueño. Ahora vuelvo a estar en el punto de partida, pero habiendo perdido la juventud y la esperanza. (Pausa.) He venido a buscar la pistola para matar a Silvia, pero me temo que si la hubiera encontrado, me habría matado a mí mismo. He hablando demasiado. Me voy. (Inicia la salida.)

GLORIA:

¿No traías abrigo? Hace un frío que pela. Lo han dicho por la radio.

COPONIUS:

Ya lo sé, pero no te preocupes, tengo el coche aquí mismo. Adiós.

COPONIUS sale por la puerta de entrada.

RICKY (al CABALLERO):

Es un buen amigo y un hombre muy bien educado. Se ve que hoy tiene un mal día.

CABALLERO:

No hay cosa más retorcida que un capitalista sentimental.

RICKY (a GLORIA):

¿Crees que lo hará?

CABALLERO:

¿Matarse? Yo creo que sí. No le queda otra salida. Cuando un hombre sabe que su mujer pertenece a otro, o le pega un tiro a ella o se lo pega él mismo.

RICKY:

¿Habla en serio?

GLORIA:

No, hombre, no, ¿no ves que te está tomando el pelo? Y por Coponius no te preocupes. ¿Cuándo has visto que uno que se quiere suicidar vaya a casa de los amigos preguntando si han visto su revólver? Ya se le pasará.

CABALLERO:

¿Y Silvia? ¿No corre peligro?

GLORIA:

¿De qué?, ¿de que él la mate? No lo creo. Es un hombre apasionado, y los hombres apasionado hacen daño, pero no matan. Para matar a alguien no hace falta una pasión muy grande. Con un arma y una buena ocasión hay suficiente. (Abre el cajón donde ha escondido la pistola y saca la pistola y la agenda de SILVIA.) Hace tiempo que sabía que Silvia engañaba a su marido, pero nunca me dijo el nombre de su amante. Y he aquí que de pronto, esta noche, sin querer, hojeando su agenda, he descubierto…

RICKY:

Gloria…

GLORIA:

¿De qué tienes miedo, Ricky? ¿De tener que confesar tu secreto o de verme con una pistola en la mano?

RICKY:

Ni de lo uno ni de o otro. (Pausa.) No sé qué piensas hacer: a lo mejor pegarme un tiro. A estas alturas sería un poco exagerado, pero, ¿quién entiende a las mujeres? Y en última instancia, lo mismo me da. Para ti sería un crimen o una venganza. Para mí, sólo un accidente. No me siento un criminal camino del patíbulo. Yo no he cometido ninguna infamia. Lo que dices es cierto: Silvia y yo hemos tenido una breve relación pasional. Puedo explicarlo todo.

CABALLERO:

No lo hagas, Ricky. En estos casos lo mejor es negarlo todo. Ella no es quién para hacerte reproches.

GLORIA (al CABALLERO):

Tú calla.

CABALLERO:

Esta empresa pierde socios a un ritmo vertiginoso.

RICKY:

Todo empezó hace unos años, cuando Gloria, por razones que entonces ignoraba y que ahora empiezo a entender, se fue alejando de mí. Los primeros meses me sentí desconcertado, dolido y humillado. Luego me acostumbré. Comprobé que mi caso era mucho más común de lo que yo pensaba, al menos en el círculo de mis amigos y conocidos. Desde que la mujer ha dejado de ser un objeto de deseo…

GLORIA:

Por favor, nada de sociología.

RICKY:

El celibato, si uno se lo toma bien, es un estado más confortable de lo que cabría pensar. Desde el punto de vista físico y, sobre todo, mental. Mejora el rendimiento y estado general de la persona. (Pausa.) Así pasé unos años. Pero un día, de repente, ocurrió algo extraño. Yo estaba, no recuerdo por qué motivo, en las Piscinas Picornell. Iba vestido, con zapatos, corbata y cartera, posiblemente me reclamaba en aquel lugar una gestión comercial. Por pura coincidencia Silvia también estaba allí. Recuerdo que llevaba un traje de baño de color azul cielo. No me vio, a pesar de que yo llamaba la atención, tan emperifollado entre gente desnuda. Se disponía a zambullirse. Me quedé quieto, al borde del agua, en suspenso: no respiraba ni me latía el corazón, como si aquel salto fuera cuestión de vida o muerte. Cuando su cuerpo atravesó el agua de la piscina, la salpicadura reflejó un rayo de sol, formando un arco iris. En aquel instante comprendí que la suerte estaba echada. Silvia nadó hasta la otra punta de la piscina, subió por la escalera y se fue directamente al vestuario. La seguí sin saber lo que hacía, me metí en el vestuario. Las mujeres que había allí no dijeron nada. Vestido y con cartera, me tomaron por un inspector de la Generalidad. Recorrí el vestuario de señoras metiendo la cabeza en todas partes. Silvia estaba en la ducha. Le dije: ven. Se secó y se vistió sin decir nada. Fuimos a un hotel cerca de Sitges. Más tarde ella misma me contó que nuestro encuentro se había debido al azar más extraordinario, porque ella no iba nunca a las Piscinas Picornell, pero que aquella tarde, en su casa o en el despacho, había sentido un gran desasosiego y entonces recordó que alguien le había hablado de las Piscinas Picornell. Sólo por este motivo había decidido ir. En aquella milagrosa casualidad, me dijo, podía verse la mano del destino, contra el cual nada podíamos hacer, ni nosotros ni nadie. Por eso me siguió sin decir nada cuando yo asomé la cabeza por la ducha del vestuario de señoras. Esta historia que acabo de contaros sucedió hace poco más de un año. Los primeros meses nos reuníamos a menudo a escondidas. Yo jamás tuve problemas. Para Gloria es como si yo no existiera. Pero Coponius se dio cuenta en seguida de lo que pasaba. Después de la separación no nos hemos vuelto a ver, fuera de horas de oficina. Ésta es mi historia, en dos palabras. Todo pasó de repente, cuando menos lo esperaba. Después de tantos años de vida tranquila, esta aventura ha sido un torbellino, una cosa tan desusada y tan violenta, que acabarla de un tiro no me parecería extraño.

GLORIA baja la pistola. Sonríe.

GLORIA (sin ningún dramatismo):

No tengáis miedo. No haré daño a nadie, ni a ti, ni a ti, ni a mí. O, al menos, no os lo haré queriendo. Para hacer daño hay que tener más fuerza que la que yo tengo: quizás odio, o amor, o deseo de venganza: pasiones del alma o del cuerpo. A mí ya no me quedan. Ya no soy nadie, estoy aniquilada. No tengo inteligencia ni voluntad, y la memoria no es más que una fuente de vergüenza. Desde pequeña he creído que había que luchar para conseguir lo que quería. Este ha sido mi error. No quería lo que pensaba que quería, ni quería luchar. En esta lucha todo el mundo pierde. ¿Quién nos ha hecho creer que lo que conseguimos con esfuerzo nos hará más felices? El esfuerzo sólo sirve para ir tirando, para sobrevivir de día en día, de año en año. Lo que soñamos no tiene nada que ver con esta lucha. Y la felicidad es una visita inesperada, que no siempre nos encuentra en la mejor disposición para atenderla. (Se mira en el espejo atentamente.) Me estoy haciendo vieja. Me miro en el espejo y en vez de verme a mí, veo el balance de mi vida. (Se vuelve a RICKY.) Me pregunto si hubo un tiempo en que mi dignidad estaba intacta, si en algún momento he sido realmente inocente. (Mirando la pistola.) No, no se puede lavar el pasado añadiendo culpa a la culpa.

RICKY:

No te entristezcas, Gloria. Todos hemos tenido momentos de desfallecimiento. Todos hemos traicionado nuestros principios y a las personas que nos quieren, y también a las que más queremos. Pero el remedio no está en la fuerza, ni en la humillación, sino en la comprensión y el perdón.

GLORIA:

El perdón no, Ricky. Quizá Dios Nuestro Señor puede perdonar; pero nosotros no tenemos competencia. Para nosotros, lo hecho, hecho está. Como máximo os puedo absolver. La absolución sirve para evitar el castigo; no la culpa. Para la culpa no hay perdón, ni para vosotros, ni para mí. Absolver, en cambio, es bien sencillo: yo os absuelvo, a ti y a ti y a mí también. Todos absueltos. Ahora puedo absolveros, porque tengo la pistola. Antes no habría tenido sentido. ¿A quién le importa el perdón de una mujer que no te está apuntando a la cabeza, y qué clase de virtud es la generosidad cuando no tienes más remedio que ser generosa? Quizás los seres humanos seríamos más felices si siempre lleváramos encima una pistola.

RICKY:

Bien dicho, Gloria. Así me gusta verte. Al fin y al cabo, vivir es aprender a aceptarnos como somos. Anda, ven, la noche es joven y aún queda bebida y canapés. Brindemos. Y dame la pistola, que pareces un personaje de Ángel Guimerà.

GLORIA le da la pistola. RICKY apunta al CABALLERO.

GLORIA:

Ricky, ¿qué haces?

RICKY:

La absolución le ha sido denegada en segunda instancia.

CABALLERO:

Espera un momento, Ricky, no te precipites: todo lo que he dicho lo he dicho en broma, y aunque fuera verdad, todo se puede negociar entre caballe…

RICKY dispara a sangre fría. El CABALLERO cae al suelo.

GLORIA:

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaah! (Cae al suelo desmayada.)

RICKY:

Nadie se ríe impunemente de la pequeña y la mediana empresa. ¡Gabrielle!

Entra GABRIELLE por 4. Ya va vestido.

GABRIELLE:

Sapristi!

RICKY:

Gabrielle, hágame un favor: llame a la policía y dígale que he matado a un hombre a sangre fría. A la señora no le pasa nada. Se ha mareado, pero en seguida estará bien. Cuando hable con la policía, puede decirle que no soy peligroso. No quiero que me destrocen la casa, con lo que nos ha costado la restauración. Cuando haya hecho esta llamada, ya se puede ir. (Se mete la mano en el bolsillo y saca unos billetes.) Tenga, sus honorarios. Mire si es conforme.

GABRIELLE (mirando la pistola):

De ningún modo, señor. ¿El señor desea un recibo?

RICKY:

No hace falta. Me parece que el año que viene no tendré que hacer declaración de renta.

GABRIELLE:

Como guste. Adiós, señor. (Hace una reverencia al cuerpo de GLORIA.) Signora, addio.

GABRIELLE se quita el bigote, lo deja sobre la mesa y sale por 2. RICKY sigue un mosquito con los ojos, se encoge de hombros, deja caer la pistola en el sofá y empieza a servirse un whisky. Por 3 entra SILVIA, medio dormida, despeinada, descalza y con el vestido desabrochado y arrugado. Arrastra por el suelo el abrigo de pieles.

SILVIA:

Hola, Ricky, ¿estás solo? (RICKY dice que sí con la cabeza y le ofrece el whisky. SILVIA lo rechaza.) No, gracias; no me conviene. Me parece que por hoy ya he bebido bastante. Me duele la cabeza y recuerdo vagamente haberme quedado dormida en mitad de la negociación. (Señalando los cuerpos del CABALLERO y de GLORIA.) Por suerte veo que no soy la única. (Pausa.) Nunca me había pasado, dormirme como un tronco en mitad de una reunión de negocios. Ha sido una siesta de lo más tranquila y agradable. Hasta he soñado… ¿qué pasaba en el sueño? Lo quiero recordar y se desvanece como el humo. Sólo recuerdo que estaba sola, en medio de un lugar sin límites. La luz menguaba y a la vez todo se iba volviendo blanco. Los sueños son como son. A veces las cosas más normales cuando las soñamos nos dan miedo. En mi sueño también había un espejo, como éste. (SILVIA se mira al espejo y se arregla el cabello y el vestido. Mientras habla, RICKY va bebiendo y la va mirando con ternura.) Yo me miraba y veía una cara con mis rasgos, pero era la cara se un ser extraño, como la cara de un ánima bendita. Pensé: estás en el limbo. No sé por qué se me ocurrió esta idea absurda. Del limbo no habla nunca nadie. El limbo es el sitio adonde van los bebés que mueren sin haber recibido el bautismo; y un sitio lleno de bebés no excita la imaginación de los poetas. El castigo de los que van al limbo es pasar inadvertidos, ser olvidados, y no tener ningún papel en la comedia divina. Un lugar desolado, oscuro, lleno de bebés abandonados, esperando que vengan a recogerlos unos padres que jamás llegarán. Yo no quería ir allí, al limbo. En sueños pensaba: mejor el infierno. El infierno, al menos, está lleno de adultos. Entonces vi venir una sombra, la sombra de alguien que yo no conocía, y se acercó y me estrechó en sus brazos, sin decir nada, y me llenó de su calor; y yo le di el alma y el cuerpo; y en aquel breve instante sentí toda la felicidad que durante muchos años había tenido encerrada en el corazón. Ahora, sin embargo, al despertar de este sueño maravilloso, me duele todo el cuerpo, como si me hubiera caído escaleras abajo dando volteretas. Hablo demasiado, me voy.

RICKY:

Te pediré un taxi.

SILVIA:

No te molestes. Coponius me estará esperando, sentado en el coche, oyendo la radio.

RICKY le ayuda a ponerse el abrigo. Cuando lo tiene puesto, SILVIA se da la vuelta. SILVIA y RICKY se quedan mirando un rato el uno al otro. Finalmente, SILVIA le tiende la mano. RICKY y SILVIA se dan la mano. SILVIA sale por la puerta del piso. RICKY se acaba el whisky, se agacha junto a GLORIA, le toma el pulso, comprueba la respiración, le da unos golpecitos en la cara. GLORIA se despierta, se levanta ayudada por RICKY, mira el cuerpo del CABALLERO.

GLORIA:

Ya me parecía a mí que no me tenía que haber puesto el vestido rojo.

GLORIA y RICKY se miran. RICKY sonríe.

RICKY:

Ya ha pasado todo, Gloria.

GLORIA:

Y ahora, ¿qué?

RICKY:

Ahora, esperar a que venga la policía. (Sirve un whisky para GLORIA y otro para sí mismo. Beben.) De todo lo que has dicho sólo había una cosa que no era verdad. No has envejecido. Yo te veo igual que cuando te conocí, en el Patio de Letras de la Universidad. Tienes la misma cara, la misma sonrisa, cuando sonríes, las mismas piernas y el mismo cuerpo. Y la verdad es que este vestido te sienta muy bien. Hacía años que no te lo ponías.

GLORIA:

Nunca encontraba la ocasión. (Pausa.) ¿Todavía te gusto?

RICKY:

Ya sabes que sí. (Pausa.) La policía tardará media hora en llegar. ¿Por qué no la aprovechamos?

GLORIA:

Todo lo quieres hacer de prisa… Quiero decir que has bebido demasiado.

RICKY:

Te acabo de hacer una proposición.

GLORIA:

Ricky, ya sabes que no puede ser.

RICKY (mirando el cuerpo del CABALLERO):

Me hago cargo, pero, ¿y después?

GLORIA:

No hay después, Ricky.

RICKY:

Quiero decir, cuando salga de la cárcel, dentro de dos o tres meses… Si hemos esperado tantos años…

GLORIA:

Demasiados, Ricky. (Pausa.) Hace un tiempo me lo jugué todo a una carta. Y perdí. Todos estos años he vivido pensando que quizás el fracaso no era definitivo, que tendría una segunda oportunidad. Pero esta noche he comprobado que para mí no hay más oportunidades, y que la espera sólo ha sido un engaño. No lo digo con tristeza; el desengaño ha sido una liberación; ahora vuelvo a ser yo misma. Ahora puedo seguir viviendo conmigo misma y no con una extraña que se hacía pasar por mí. Pero esta nueva vida la he de hacer yo sola, Ricky.

RICKY:

¿Quieres decir que te vas y me dejas… solo…, criminalizado, con los hijos y cargado de deudas?

GLORIA:

Los chicos ya son mayores y hoy en día tener un padre en la cárcel no es una ignominia. Seguro que te encontrarán más interesante. Y yo también. (Pausa.) Me voy a hacer la maleta.

RICKY:

¿Te ayudo?

GLORIA:

No. Más vale que te vayas haciendo la tuya. En Can Brians necesitarás ropa limpia y el neceser.

GLORIA va hacia la puerta 3. RICKY se queda solo.

RICKY:

Me parece que ha llegado el momento que tanto temía: sin mujer y encerrado en la cárcel ya no tengo excusa para no escribir una novela.

RICKY sale por la puerta 4. La escena se queda vacía con el cuerpo del CABALLERO en el suelo. Por la puerta de entrada al piso aparece GABRIELLE, con la bufanda y la maleta que traía al llegar. Al brazo lleva la chaqueta y el abrigo del CABALLERO. Deja la maleta en el suelo y la americana y el abrigo en el sofá.

GABRIELLE (agachándose al lado del CABALLERO):

Señor…, señor, ¿se encuentra bien?

CABALLERO (abriendo los ojos):

¿Estoy muerto?

GABRIELLE:

No, señor. Al oír el tiro el señor se ha desmayado de la impresión. Mire, no hay sangre en la camisa ni en ningún sitio. Además, si el señor estuviera muerto, yo no estaría aquí, porque estoy vivo.

CABALLERO:

Entonces el disparo…

GABRIELLE:

No ha sido nada. Cuando llegó la señorita Silvia y me dio el bolso y el abrigo, aproveché la ocasión para registrarla, encontré la pistola y por si las moscas la cambié por otra de juguete que siempre llevo encima. Ahora soy detective y no puedo perder un cliente. Dicen que las armas las carga el diablo.

CABALLERO:

Y las descargan los humanos. No sé qué es peor. (Se levanta poco a poco.) Ay, ay, me parece que me he hecho daño en la rodilla. Me veo haciendo recuperación otra vez. Ay, esto no me pasaba antes. Me estoy haciendo viejo. Ayúdame a ponerme la americana y el abrigo.

GABRIELLE (ayudando al CABALLERO):

¿Sabe una cosa, señor? A fin de cuentas la cosa no nos ha salido tan mal. Yo he cobrado y encima he pasado un rato inolvidable con la señorita Silvia. ¡Quién hubiera imaginado tanta fogosidad con aquella apariencia de mosquita muerta!

El CABALLERO y GABRIELLE van hacia la puerta de entrada al piso. El CABALLERO cojea un poco, y camina apoyándose en el hombro de GABRIELLE.

CABALLERO:

Por cierto, tengo entre manos una operación comercial de cierta envergadura, y ando buscando inversores. La ganancia está garantizada y el riesgo es mínimo. Si tienes ahorros y no sabes dónde ponerlos…

GABRIELLE:

Andiam, andiam, padrone.

GABRIELLE y el CABALLERO salen. GABRIELLE cierra la puerta del piso a sus espaldas. La escena vacía unos instantes. Por la puerta 3 entra GLORIA con una maleta pequeña con ruedecitas. Casi a oscuras, no se da cuenta de que el cuerpo del CABALLERO ha desaparecido. Va a las ventanas, abre las cortinas. Fuera se ve la terraza. Está nevando. Por la radio, que se ha encendido no se sabe cómo, se oye otra vez la voz del LOCUTOR que se oía al principio de la obra. GLORIA se queda mirando la nieve un instante.

VOZ DEL LOCUTOR:

Pues sí, nieva, y nieva intensamente en todo el principado, incluso en la ciudad de Barcelona, donde la nieve, en la Plaza Cataluña, alcanza ya un grosor de doce centímetros. Y está previsto que continúe nevando toda la noche y mañana, hasta bien entrado el día. Las temperaturas, como decíamos antes, muy bajas, por debajo de los cero grados en todas partes. Por lo tanto, ya saben, nada de salir de casa. (Mientras el LOCUTOR va hablando, GLORIA va hacia la puerta de la casa. Mira a su alrededor por última vez y sale. El escenario vacío.) Bien pensado, no tendríamos que salir nunca de casa, porque se está tan bien… Pero la vida, a menudo, no nos deja otra alternativa. Somos como somos, qué remedio. Así que, si a pesar de todo deciden salir, tengan cuidado, porque la noche, como ya he dicho, es fría. Y aunque mañana volverá a salir el sol, no se fíen, porque volverá a llover y a hacer frío, y habrá otra vez nieve y pedrisco. Y luego otra vez sol. Y así siempre jamás. Que tengan muy buenas noches.

TELÓN

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