Gloria

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Gloria

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¿Y a mí qué más me da todo esto? ¡Que se hunda la familia, que se hunda la empresa, que se hundan los bancos y las cajas de ahorros, que se hunda la economía catalana y que se hunda toda Europa y sus asquerosos monumentos iluminados! ¡Has vuelto, amor mío! El azar te ha traído de nuevo a mi lado. Ven, muérdeme, aráñame, pínchame, pégame, quémame, tortúrame, hazme todo lo que me hacías y más. Aún llevo en el cuerpo las señales; al verte, las heridas han vuelto a sangrar y lo que sólo te pertenece a ti está intacto. Ven y lo verás.

CABALLERO:

Gloria, ya sabes que no puede ser.

GLORIA:

¡No me hagas esto, te lo suplico!

CABALLERO:

¿No tienes dignidad?

GLORIA:

Idiota, la dignidad de una mujer es su vanidad. ¡Vete! ¡Sal ahora mismo de esta casa y no vuelvas más! Y no te preocupes por la editorial ni por mi marido; cuando regrese le diré que has cambiado de opinión.

CABALLERO:

Para ya de fantasear, Gloria. Lo que hubo entre nosotros, nosotros lo sabemos. Un buen día se acabó. La vida sigue. El que la tuya te resulte aburrida no es de mi incumbencia. Te di un poco de diversión, unos instantes de sórdida pasión con los que aliviar tu honesta, soporífera y mezquina existencia. ¿Qué más quieres?

GLORIA:

Quiero que acabes lo que empezaste. Tú transformaste mi sueño de belleza y de felicidad en una relación enfermiza, sucia y falsa y después me dejaste. Esto es el mal: no lo que lleva al dolor y al fracaso, sino lo que lleva a la desesperanza. Me prometiste lo absoluto. ¡Ahora no me vengas con rebajas! ¡Y si no me puedes dar lo que me debes, mátame! ¿Quieres un arma?

GLORIA se dirige al cajón donde ha escondido la pistola. Entra RICKY por la puerta de entrada al piso con abrigo y un paquete de la farmacia en la mano.

RICKY:

Buena noches, ya estoy aquí; disculpe esta pequeña contrariedad. Un asunto imprevisto, un verdadero imponderable… Espero que Gloria le habrá hecho los honores…

CABALLERO:

Su esposa tiene un encanto irresistible. Con ella se me ha pasado el tiempo volando, de la manera más agradable e instructiva. Pero celebro que haya vuelto. Se hace tarde y desearía entrar en materia.

RICKY (mirando el paquete de la farmacia):

¿En materia?

CABALLERO:

Analizar un poco nuestra futura relación comercial.

RICKY:

Oh, sí, sí, claro, claro. Pero ahora… Tendrá que disculparme una vez más. En seguida estaré por usted. (Sigue con los ojos el vuelo de un mosquito. Reacciona.) El camarero le servirá una bebida y algo de picar. ¡Gabrielle! (Entra GABRIELLE inmediatamente por 2, como si hubiera estado escuchando todo el rato.) Gabrielle, sírvale una bebida al señor y algo de picar… ¿unas croquetas? Son de… (Ve la bandeja llena de croquetas chafadas. Pausa.) Y llévese mi abrigo. (Se lo quita y se lo da a GABRIELLE.) Tenga. (Al CABALLERO.) Gloria le explicará… (a GLORIA) El balance, la cuenta de resultados… Vuelvo en un periquete.

RICKY sale por 4 y entra GABRIELLE por 2.

CABALLERO:

Me gusta tu marido: tiene buena planta, es educado, simpático y un poco tonto, pero esto, que en un perro sería un defecto, en un marido es más bien una virtud.

GLORIA:

Ricky es un buen hombre.

CABALLERO:

¿Ricky?

GLORIA:

Para los íntimos. Para ti, Enrique Montaner.

CABALLERO:

Cuando hablas de él te salen llamaradas de los ojos. Se nota que la pasión te embarga.

GLORIA:

Y a ti los celos.

CABALLERO:

¿Yo, celoso yo? ¿De él? ¿Por qué? Puedo tenerte cuando quiera, en cualquier momento, ahora mismo, si me apetece.

Da un paso hacia GLORIA, que retrocede, despavorida.

GLORIA:

¡No te acerques! Por favor, no…

El CABALLERO continúa avanzando. GABRIELLE abre la puerta 2, saca la cabeza y vuelve a cerrar GLORIA tropieza con el sofá y se cae. El CABALLERO se le echa encima.

GLORIA:

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!

RICKY entra muy alborotado por la puerta 4. En la mano lleva la jeringa preparada.

RICKY:

¡Ha desaparecido!

CABALLERO:

¿Quién?

RICKY:

¡Silvia! ¡Ha desaparecido!

GLORIA:

¿Cómo?

GLORIA y el CABALLERO se levantan y se arreglan la ropa.

RICKY:

¡No lo sé! La cama está deshecha y su ropa esparcida por toda la habitación, pero ella no está.

GLORIA:

¿Dónde puede haber ido?

RICKY:

La puerta del estudio está abierta.

GLORIA:

¿Crees que puede haber salido a la terraza? ¿Con este frío? ¿Y sin ropa? ¡Y en su estado! Vamos a buscarla. Rápido. Si no la encontramos pronto, se nos queda.

RICKY (al CABALLERO):

Discúlpeme de nuevo. Como ve ha surgido un pequeño contratiempo o, mejor dicho, una variante del mismo contratiempo.

GLORIA (a RICKY):

¡Date prisa!

GLORIA y RICKY salen por la puerta 3. Entra GABRIELLE por 1.

CABALLERO:

La velada está resultando mucho más animada de lo que yo había previsto, pero tengo la impresión de que ha llegado el momento de largarse.

GABRIELLE:

Señor, yo todavía no he cobrado.

CABALLERO:

Haz lo que te parezca. Yo me voy. Una mujer desequilibrada es un peligro, pero dos… Tráeme el abrigo.

GABRIELLE:

Vado subito.

GABRIELLE sale por 2.

CABALLERO:

¡A mí no tienes por qué hablarme en italiano!

El CABALLERO solo un instante. Suena un reloj. SILVIA entra por la puerta 4 envuelta en una toalla. Está un poco aturdida y tarda un rato en advertir la presencia de un extraño.

SILVIA:

¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah!

CABALLERO:

No se asuste. Soy un amigo.

SILVIA:

¿De quién?

CABALLERO:

De la casa. ¿Y usted?

SILVIA:

Yo… también.

CABALLERO:

Sí, ya veo que hay confianza. ¿Cómo te llamas? Te puedo tutear, supongo.

SILVIA (con voz insegura):

Si… Silvia… Silvia… Me llamo Silvia y he venido a una reunión… de negocios… pero de repente, no sé cómo, me he mareado un poco. He sufrido un ligero desvanecimiento y al volver en mí he pensado que una ducha me sentaría bien. Pero al salir del cuarto de baño no he encontrado la habitación donde tenía la ropa. Esta casa es un laberinto y yo aún no tengo la cabeza firme…

CABALLERO:

Siéntate aquí, Silvia, siéntate aquí y cuéntame qué te ha pasado.

SILVIA se sienta en el sofá. Por 2 entra GABRIELLE con el abrigo del CABALLERO, pero éste le hace señas, sin que SILVIA lo vea, preguntándole, ¿quién es ésta? GABRIELLE hace gestos como diciendo: una borracha y una loca. El CABALLERO le hace señas de que los deje y GABRIELLE vuelve a salir y a cerrar la puerta en silencio.

SILVIA:

Realmente no sé cómo ha sido. Quizás he bebido un pelín demasiado, o las pastillas… no lo sé. La culpa la tiene mi ex-marido y su abogado, y el juez. Entre los tres me quieren quitar al niño, y dárselo a él, ¿comprende? Por eso él se ha llevado el dinero de la empresa y luego, se ha conchabado con el abogado y con el juez. Pero a una madre no se le puede quitar el hijo, aunque ella sea la culpable de lo que pasó, aunque sea una persona inmoral y desquiciada, hasta cierto punto. Yo no lo soy, créame. Lo que me pasa, como decía mi padre, es que a veces tengo un cortocircuito entre el cerebro y las bragas. Esto lo decía mi padre de todas las mujeres. Mi padre, que en paz descanse, era un machista irreductible que odiaba a las mujeres. Yo lo quería mucho. Con él siempre sabías a qué atenerte. No como ahora…

CABALLERO:

Estoy de acuerdo contigo, Silvia. ¿Dónde está tu hijo?

SILVIA:

En casa, con una chica. No me gusta nada dejarlo solo por la noche. Desde que su padre y yo nos separamos el pobrecito tiene pesadillas. Nunca salgo, créame, hoy he hecho una excepción. Hoy era necesario que saliera, porque de esta reunión dependen muchas cosas, por ejemplo, que la editorial haga o no suspensión de pagos y que yo pueda pagarme un buen abogado y ganar el pleito.

CABALLERO:

Es muy triste esto que me cuentas, Silvia. Muy triste. Por suerte, has ido a dar con la persona que necesitas. (Se señala a sí mismo.) A decir verdad, yo también he venido por negocios. Soy vuestro capitalista potencial. De mí depende que la editorial salga adelante. Además, conozco muchos abogados. Los mejores especialistas en derecho matrimonial, auténticas panteras. Si quieres, te los puedo presentar.

SILVIA:

¿Y cómo les pagaré?

CABALLERO:

Cuando llegue el momento, ya encontraremos la forma…

SILVIA:

No me hable en este tono paternalista. No puedo soportar a los hombres paternales.

CABALLERO:

No son sentimientos paternales lo que tú me inspiras, Silvia.

SILVIA:

Esto tampoco lo puedo soportar, y, encima, no me lo puedo permitir. Me tengo que ir. (Pausa.) Me voy. (Pausa.) He dicho que me voy, y me voy. (Sigue sentada. El CABALLERO se le acerca y le da un beso en los labios.) No me lo vuelva a hacer, por favor, usted no tiene ningún derecho y yo… yo no sé dónde tengo la cabeza… ni la ropa. (Salta sobre el CABALLERO y le da un beso largo y apasionado. GABRIELLE asoma la cabeza por 1. Al ver la escena desaparece y cierra la puerta. SILVIA se separa del CABALLERO bruscamente y se queda temblando.) Qué vergüenza… no sé lo que me pasa. Con el ardor que me sale del cuerpo podría hacer otro agujero en la capa de ozono.

Entra GLORIA por 3.

GLORIA:

¡Silvia!

SILVIA se levanta dando un chillido y anudándose la toalla. Entra RICKY por 2. Todavía lleva la jeringa en la mano. GABRIELLE asoma la cabeza por 4.

RICKY:

¡Menudo susto nos has dado! Te hemos buscado por todas partes, hasta por la terraza.

GLORIA:

Suerte que Gabrielle nos ha dicho dónde estabas.

El CABALLERO hace un ademán disimulado a GABRIELLE como diciéndole: ésta me la pagas. GABRIELLE se encoge de hombros.

RICKY (al CABALLERO):

Disculpe una vez más…

CABALLERO:

No, no, de ninguna manera. Me gusta la forma en que lleváis la empresa y también su personal.

RICKY:

No es siempre así…

CABALLERO:

Pues lo será a partir de ahora. Gabrielle, traiga una botella de champán y cuatro copas. Supongo que tendréis champán para brindar.

GLORIA:

Cava.

CABALLERO:

También esto cambiará.

GLORIA:

Me parece que antes de brindar Silvia tendría que vestirse.

SILVIA baja la cabeza avergonzada.

CABALLERO:

Por mí no te preocupes, Silvia, este modelo te sienta muy bien, y en el Salón Cibeles los he visto más atrevidos y más feos.

GLORIA (cogiendo a SILVIA por el brazo, con gesto enérgico):

Silvia, andando.

GLORIA y SILVIA salen por 4.

CABALLERO:

Ahora que las mujeres nos han dejado solos, podríamos hablar un poco de nuestros negocios, de hombre a hombre.

RICKY:

(Deja la jeringa en el plato de las croquetas.) Se me cae la cara de vergüenza. No sé qué idea se debe haber hecho de la empresa. Pero puedo darle una explicación. Hace años que tenemos la editorial. Gloria, Silvia, su marido y yo nos conocimos en la Universidad y los cuatro, al acabar, fundamos la editorial. Hemos pasado momentos buenos y momentos malos, pero siempre hemos salido adelante, porque los cuatro le tenemos afición y no nos asusta el trabajo. Los gastos son mínimos. Nosotros lo hacemos todo. Gloria, mi mujer, lleva la parte financiera, y Silvia y yo nos encargamos de lo que podríamos llamar la parte intelectual. El cuarto socio, Coponius, era el marido de Silvia. Ahora se han separado y él se ha ido, quiero decir que ha retirado su participación… del capital… que ascendía a la totalidad…, salvo los cuatro duros de subvención que nos otorga la Generalidad.

CABALLERO:

No te preocupes. Lo que me estás contando ya lo sé, y lo que he visto, me conviene. ¿Puedo tutearte? Pues escucha: a mí no me interesa nada vuestra editorial. La cultura me parece muy bien. Si alguien cree que leyendo o yendo al teatro dejará de ser un necio, que lo haga, allá él. Ahora bien, nunca he creído en la cultura como inversión rentable y no tengo la intención de tirar el dinero. Soy un hombre de negocios así que te hablaré sin rodeos. La operación no puede ser más sencilla: yo me hago con una participación mayoritaria y luego hacemos que la empresa se hunda. Como ves, la propuesta es puramente mercantil.

RICKY (siguiendo con los ojos el vuelo de un mosquito):

Perdone, me parece que no le he entendido bien.

CABALLERO:

Tú también puedes tutearme, Enrique.

RICKY:

Aún así, sigo sin entender.

CABALLERO:

Se trata de ocultar unas pérdidas dudosas, provenientes de ciertas operaciones monetarias no demasiado regulares, bajo la capa de una quiebra regular y limpia. El método es legal y se hace mucho. Nadie sale perdiendo, unos cuantos salen ganando, y todo el mundo se ahorra tiempo, gastos, trámites y muchos quebraderos de cabeza. No eres tan ingenuo que no sepas de qué te estoy hablando.

RICKY:

Sí, sí, naturalmente he oído hablar de estas cosas. Es sólo la sorpresa… yo pensaba…

CABALLERO:

Me hago cargo. Todos tenemos fantasías. El engaño hace que el mundo ruede. No el dinero. La palanca que todo lo mueve no es el oro sino la fantasía: la ilusión del futuro, del éxito personal, de los afectos, incluso de la patria. Coge cualquier periódico, lee la sección de economía y verás en que invierte la gente sus ahorros: en vanidad y sueños. ¿Sabes por qué van muchos hombres de negocios a misa cada día? Para dar gracias a Dios por habernos hecho tan crédulos.

RICKY:

Pero nuestra editorial…

CABALLERO:

No es excepción. Hacéis ver que vendéis sabiduría y vendéis papel de mala calidad, mal impreso y encuadernado de cualquier manera. Nunca he leído un libro vuestro que no se deshojara. Ricky, lo sabes mejor que yo: todo lo que se compra y se vende es fantasía, no hay cosa más fácil que enredar a la gente, la ley de la oferta y la demanda es una engañifa, como todas las leyes. La única mercancía que se compra y se vende es el alma. (Pausa.) ¿Puedo hacerte una pregunta personal, Ricky? ¿Eres de familia rica?

RICKY:

No, ni mucho menos.

CABALLERO:

Se te nota. La riqueza es genética, como todo. Mi tatarabuelo era banquero. Como sólo le interesaban las mujeres, con excepción de mi tatarabuela, por supuesto, se arruinó. Mejor dicho, arruinó a sus clientes. En Cataluña, a finales del siglo pasado, un suceso de esta envergadura no era una broma. Mi tatarabuelo tuvo que tomar una terrible decisión: llamó a su contable y le dijo: señor Juan (se llamaba Juan, pero todos le llamaban «señor» Juan, porque cobraba un sueldo miserable), señor Juan le dijo, usted es mi hombre de confianza, no hace falta que le explique cuál es la situación ni cuál el camino de nuestro deber. Le dio una pistola y el pobre señor Juan se saltó la tapa de los sesos como un tonto. Y de esta forma mi tatarabuelo salvó la vida, el honor, y el fajo de duros que tenía escondido debajo de un ladrillo. Y ahora, Ricky, sinceramente, a la hora de la verdad, ¿de qué lado quieres estar?, ¿del de los contables, como el señor Juan, o del de los filósofos, como mi tatarabuelo?

RICKY:

Ya voy entendiendo lo que me quiere decir, pero…

CABALLERO:

Tutéame, hombre.

RICKY:

No me da la gana. Aún no somos socios y me parece que nunca lo seremos.

CABALLERO:

No estés tan seguro. Lo que te propongo es razonable: vuestra empresa está muerta. Esto es un hecho irrefutable. Dentro de unas semanas, como mucho unos meses, ya no habrá empresa. Y cuando eso ocurra, tu puedes ser rico o pobre.

RICKY:

También puedo encontrar otro socio.

CABALLERO:

Ni lo sueñes. ¿Quién crees que meterá un duro en un empresa arruinada, con un director que vive en las nubes, una socia borracha y drogadicta y otra que se pasa la empresa por la entrepierna y le importa un pito que se hunda o no?

RICKY:

¿Se refiere usted a mi mujer?

CABALLERO:

Hablo de Gloria, sí.

RICKY:

Gloria es muy lista, y muy competente, y muy activa, y muy leal a la empresa. (Pausa.) Reconozco que quizás ahora esté pasando un mal momento…

CABALLERO:

¿Un mal momento, Ricky?

RICKY:

Bueno, sí, he de confesar que desde hace unos años la encuentro un poco distante…

CABALLERO:

Tal vez esté decepcionada.

RICKY:

¿Quiere decir… de mí?

CABALLERO:

¡O de la vida, quién entiende a las mujeres! Pero tú no te has de avergonzar de que tu mujer esté loca, Ricky. Todas las mujeres lo están, sólo varía la capacidad de tolerancia de los maridos. Ah, ya vienen. ¿Y ese champán? ¡Gabrielle!

Entran GLORIA y SILVIA, vestida, por 4.

RICKY (a SILVIA):

¿Cómo te encuentras?

SILVIA:

Bien, ¿cómo va todo?

RICKY:

Regulín.

CABALLERO (a SILVIA):

Vestida también me gustas mucho.

GLORIA:

¿De qué estabais hablando?

CABALLERO:

De negocios. Los hombres siempre hablamos de negocios, aunque no lo parezca. Ricky, tienes ante tus ojos el consejo de administración y la asamblea plenaria de accionistas. Puedes exponer mi oferta y pedir su opinión. Como el marido de Silvia ya no está, las decisiones las habéis de tomar vosotros tres. Supongo que lo hacéis democráticamente.

RICKY:

Nunca nos ha hecho falta un reglamento, ni ahora tampoco.

CABALLERO:

Haz la prueba.

RICKY:

La haré, pero sé de antemano cuál será la respuesta. Gloria, Silvia, escuchad con atención: este individuo quiere entrar en la empresa como socio, pero no para sacarla a flote, sino al contrario: para provocar la disolución y con esta maniobra encubrir otras que no pueden salir a la luz. De esta operación nosotros sacaríamos un dinero.

CABALLERO:

Bastante dinero.

RICKY:

En síntesis ésta es la propuesta. Ahora tenéis vosotras la palabra.

SILVIA:

¿Blanqueo de dinero?

CABALLERO:

Limpieza de cutis.

GLORIA:

Entiendo la operación. ¿Pero no habría sido más sencillo entrar en la empresa sin dar explicaciones y luego, desde dentro, provocar la quiebra?

CABALLERO:

Tal vez habría sido más sencillo, pero soy un hombre honrado, no me gusta hacer trampas y menos a mis queridos socios. Por otra parte, en la decisión de disolver hemos de estar de acuerdo. No quiero problemas de última hora. Unanimidad sin fisuras, o nos vamos todos de cabeza a la Modelo. Me parece que está claro como el agua. Si mi propuesta os parece bien, magnífico; si no, me voy y aquí no ha pasado nada.

Silencio.

RICKY:

Bueno, ¿qué estáis pensando? (Silencio.) ¿Gloria?

GLORIA:

Que hable antes Silvia.

RICKY:

¿Silvia?

SILVIA:

Ricky, en otras circunstancias te consta que yo, por la editorial, mi afecto… pero ahora, ya sabes cuál es mi situación… Mi hijo…

RICKY:

¿Esto quiere decir que le das tu conformidad? (SILVIA agacha la cabeza.) Gloria. (GLORIA mira fijamente al CABALLERO y no dice nada.) ¿Gloria?

GLORIA:

Yo voto en blanco.

RICKY:

¿En blanco? ¿Qué marrullería es ésta? Votar en blanco no significa nada. Votar en blanco es lavarse las manos, como Poncio Pilatos.

CABALLERO:

Una actitud higiénica, como mínimo.

RICKY:

Dios mío, ¿qué está pasando aquí? Gloria, exijo una explicación.

GLORIA:

Perdona, Ricky, no puedo dártela. Tengo razones personales, como Silvia.

RICKY:

Silvia no tiene «razones personales». Silvia tiene deudas. Y tú tampoco tienes «razones personales». Nadie tiene «razones personales». Las «razones personales» no existen. Si son razones ya no son personales.

GLORIA:

Ricky, calla.

CABALLERO:

Lo que yo te decía, Ricky. Las mujeres tienen más sentido común que los hombres. O, dicho de otro modo, son codiciosas y avaras. Quieren seguridad, pero no por cobardía o por vileza, sino por claridad de ideas y un sentido riguroso de lo que valen las cosas concretas. Por mucho que les guste malgastar, nunca he visto a una mujer malbaratar el patrimonio familiar ni poner en peligro el bienestar de una casa. Las mujeres nunca juegan con el dinero.

RICKY (a GLORIA):

¿Oyes lo que está diciendo? ¿Cómo puedes estar de su parte?

GLORIA:

No lo puedo evitar, Ricky. Es mi carácter. De pequeña me aburrían los títeres y me gustaba el señor que los hacía mover. Yo no tomo decisiones, son ellas las que me toman a mí. Lo siento mucho.

Entra GABRIELLE por 1 con el champán y las copas.

CABALLERO:

¡Ah! Llega el champán en el momento adecuado.

GABRIELLE va llenando las copas y las va pasando. RICKY sigue cada vez más nervioso el vuelo de un mosquito. SILVIA vacila y se apoya en el respaldo de una silla.

GLORIA (aparte, a SILVIA):

¿Te encuentras bien?

SILVIA:

Sí, sí, sólo un poco abatida. En seguida me animaré. (Coge la copa que le da GABRIELLE y se la bebe de un trago.) Precisamente hace un momento, mientras me vestía, me he tomado una pastilla. En seguida me hará efecto.

GLORIA:

Ahora sí que la hemos hecho buena.

CABALLERO (aparte, a RICKY):

Ánimo, Ricky, la suerte ya está echada. No te arrepentirás. Cómprate un barco. Tienes cara de yate. Ponte una gorra de marinerito, vive bien, y no te vuelvas a equivocar. Haced un viaje, los dos juntos. A Gloria le conviene un cambio de aires, y que le hagas caso: cómprale joyas y vestidos. Si quieres tenerla contenta, esto no falla nunca. (A SILVIA.) Y tú, no te olvides de lo que hemos hablado antes. Ya ves qué bien manejo los asuntos… y las personas. (A todos.) ¡Brindemos!

SILVIA:

Un momento. (A GABRIELLE.) Lléneme la copa.

GABRIELLE le llena la copa. SILVIA se la bebe de un trago.

CABALLERO:

¡Brindemos!

SILVIA (a GABRIELLE):

Vuélvame a llenar la copa. (A todos.) ¿Por qué me miráis? Estoy bien. Quizás no en el mejor momento de mi vida. La semana pasada estaba mejor, la que viene volveré a estarlo. Esto no cambia nada. Para tomar decisiones no hay que estar a tope. Si sólo pudieran tomar decisiones las personas felices se pararía el mundo. Estoy bien. Tal vez no muy fina. La cabeza me da vueltas, los ojos me queman, tengo ceniza en la boca y un sapo en el estómago. Mi cuerpo es mi enemigo. Tengo los huesos de hielo y los nervios son alambres de púas. Brindemos.

Levanta la copa. Nadie la imita. Se bebe el champán de un trago, le da la copa a GLORIA y se cae.

GABRIELLE:

Una altra volta l’estessa signorina de morros!

RICKY:

Gabrielle, ayúdeme a llevarla a la cama.

Entre RICKY y GABRIELLE levantan a SILVIA y salen por 4.

CABALLERO (levantando la copa):

A tu salud, Gloria.

GLORIA:

Eres un miserable.

Brindan y beben.

CABALLERO:

Ahora todo vuelve a ser como antes.

GLORIA:

¿Por qué lo has hecho?

CABALLERO:

Por la misma razón que todo el mundo lo hace todo: interés personal. A mí me conviene la transacción y a ti, el que yo la haga. ¿El hecho de no tener mala conciencia me hace más miserable a mí que a ti? En otras palabras: ¿tener remordimientos nos hace mejores?

Entran RICKY y GABRIELLE por 4.

RICKY:

Silvia está bien. Respira con regularidad cuando respira. Le he desabrochado la ropa y le he levantado las piernas, como me dijo Oriol. No sé dónde he dejado antes la inyección. (La busca por la sala, ve que está en el plato de las croquetas.) Vaya. Me temo que tendré que volver a salir. Gabrielle, mi abrigo, haga el favor.

GABRIELLE:

Sissignore.

GABRIELLE sale por 2.

RICKY:

¿De qué hablabais?

CABALLERO:

De negocios.

RICKY:

Creí que ya estaba todo hablado.

CABALLERO:

Concretábamos los detalles. Pero no tengo prisa. Ve a donde tengas que ir. Gloria y Gabrielle me entretendrán. Cuando vuelvas firmaremos el documento privado que había traído previendo que nos entenderíamos. Después firmarán Gloria y Silvia y el lunes o el martes, haré venir al notario y escrituraremos. Anda, vete.

Entra GABRIELLE por 2 con el abrigo. Se lo da a RICKY, éste se lo pone y sale por la puerta de entrada al piso. GABRIELLE recoge las copas y sale por 1.

CABALLERO:

No sufras por él. Ya tiene edad de saber que los reyes no son los padres.

GLORIA:

La editorial era la ilusión de su vida. La editorial y yo. Y tú le has quitado las dos cosas sin mover un dedo.

CABALLERO:

Con tu ayuda, no lo olvides.

GLORIA:

Ni tú tampoco. Pero no hace falta que me des las gracias de palabra. Como sueles decir, ya encontraremos la forma.

CABALLERO:

¿Qué quieres decir?

GLORIA:

Que entre tú y yo nunca han hecho falta palabras. Como te decía antes, al fondo del pasillo hay otro pasillo, y allí, al lado de una litografía de Tapies, está mi habitación. Yo voy antes. Necesito cinco minutos para arreglarme como Dios manda.

CABALLERO:

¿Y si vuelve tu marido?

GLORIA:

Tardará por lo menos media hora. Antes con cinco minutos teníamos de sobra.

CABALLERO:

Todo lo haces de prisa y corriendo.

GLORIA:

Sí, soy muy moderna.

CABALLERO:

¿Por qué haces esto?

GLORIA:

Por lo mismo: interés personal. Pero no tengas miedo: el viaje sólo es de ida. Ya no soy la misma. Ahora soy como tú. ¿Vienes o no vienes?

CABALLERO:

¿No te arrepentirás más tarde?

GLORIA:

Más tarde no. Ya estoy arrepentida ahora. Pero hace tiempo que he aprendido a vivir con el remordimiento. Al principio es cansado y fastidioso; pero luego, cuando te acostumbras, hace mucha compañía. Como un perrito. ¿Vienes o no vienes?

CABALLERO:

La pregunta es retórica.

GLORIA:

Cinco minutos.

GLORIA sale por 3.

CABALLERO:

¡Psssst!

GABRIELLE entra inmediatamente por 2.

GABRIELLE:

Señor…

CABALLERO:

Todo está saliendo mejor de lo que habíamos pensado.

GABRIELLE:

Yo no había pensado nada.

CABALLERO:

Haremos el negocio como a mí me conviene y, de propina, una conquista fácil.

GABRIELLE:

Ah, no, señor. La conquista la hará usted. Conmigo no cuente.

CABALLERO:

Tú a callar y a obedecer. Si haces lo que yo te diga, todo saldrá a pedir de boca. ¿Acaso no salen siempre bien mis planes?

GABRIELLE:

A usted siempre le salen bien, señor.

CABALLERO:

Pues esta noche no será la excepción. ¿Te juegas la paga?

GABRIELLE:

No, señor. Ni loco.

CABALLERO:

Está bien. Te acepto la apuesta. Pero tendrás que ayudarme.

GABRIELLE:

Yo me las piro.

CABALLERO:

Tú te quedas y haces lo que yo te ordene.

GABRIELLE:

Señor, ¡estoy en libertad bajo fianza!

CABALLERO:

Lo sé de sobra. Fui yo quien puso el dinero de la fianza. Y lo puedo retirar cuando me plazca, ¿lo entiendes?

GABRIELLE:

Dígame lo que he de hacer.

CABALLERO:

Al final de aquel pasillo hay un Tapies. No tiene pérdida. Allí me está esperando Gloria. Necesito veinte minutos para despachar otro asunto, quizás menos. Con un cuarto…

GABRIELLE:

Ah, no, señor. Esta treta siempre nos sale mal.

CABALLERO:

Esta vez saldrá bien. Gloria no sospecha y a la hora de la verdad, es muy sumisa. Tú sólo tienes que apagar las luces, imitar mi voz, decir lo que yo te he enseñado y hacer lo que las circunstancias dictan. Mientras tanto, yo haré una visita a la señorita Silvia. Tengo un empacho de Gloria y la otra, en cambio, posee el atractivo de la novedad. Además, habíamos empezado la mar de bien y no me gusta dejar las cosas a medias.

GABRIELLE:

Me descubrirán, señor, siempre me descubren. Ya no tenemos edad… Quiero decir que yo no tengo edad…

CABALLERO:

No tengas miedo. Ella lo hará todo. Su buena fe y su vanidad juegan a favor nuestro. Tu haz el mínimo. Y quítate este bigote asqueroso. (GABRIELLE se quita el bigote y se lo mete en el bolsillo de la chaqueta.) Espera. Quítate también la chaqueta, que huele a cocina, y ponte la mía.

El CABALLERO y GABRIELLE se intercambian las chaquetas. A GABRIELLE le viene muy grande la del CABALLERO.

GABRIELLE:

¿Lo ve, señor? Se nota mucho.

CABALLERO:

Te la quitas nada más entrar en la habitación.

GABRIELLE:

Es inútil: soy más bajo que el señor.

CABALLERO:

¡Idiota, lo que has de hacer no se hace de pie!

Le empuja y GABRIELLE sale por 4.

CABALLERO:

No hay moros en la costa y la presa duerme. Ha llegado la hora del placer y las tinieblas. (Se dirige hacia 3. Suena el timbre.) ¡Maldita sea! (El timbre sigue sonando con insistencia.) ¡Ya va! ¡Ya va! ¡Pero deje de tocar o levantará la liebre!

Se pone la chaqueta de GABRIELLE, que le viene muy pequeña, y va hacia la puerta de entrada al piso. Antes de abrir saca del bolsillo de la chaqueta el bigote postizo y se lo pone. Abre.

CABALLERO:

Signore…

COPONIUS:

¿Dónde está mi mujer?

CABALLERO:

La sua moglie, signore?

Entra COPONIUS. Es jorobado y muy feo. El CABALLERO cierra la puerta y va tras él.

COPONIUS:

Soy Coponius. Hemos hablado por teléfono usted y yo. ¿Dónde está?

CABALLERO:

¿Quién?

COPONIUS:

Mi mujer, idiota. Te pago para que lo sepas. ¿Dónde está?

CABALLERO:

¿La señorita… Silvia?

COPONIUS:

No soy bígamo. ¿Dónde está?

CABALLERO:

Ha salido… Quiero decir, de esta sala. En este momento… no se encuentra aquí, como puede ver.

COPONIUS:

Muy bien, chico. Tienes madera de detective. Sigue así y acabarás saliendo en una novela de Vázquez Montalbán. (El CABALLERO se arregla el bigote, que está a punto de caérsele.) ¿Qué haces? ¿Te encuentras bien?

CABALLERO:

Sissignore. ¿Puedo preguntarle una cosa?

COPONIUS:

Sí, pero no me hables en italiano. ¿Te has vuelto loco?

CABALLERO:

No, señor, es la costumbre. Pero, dígame, si yo estoy aquí, quiero decir que si yo soy el detective que usted ha contratado para vigilar a la señorita Silvia sin que nadie lo sepa, ¿por qué ha venido personalmente a descubrir el pastel?

COPONIUS:

¿Esto quieres saber?, ¿que por qué he venido?

CABALLERO:

Sí, a descubrir el pastel.

COPONIUS:

¿Te parece que no tiene lógica?

CABALLERO:

Ni la más mínima.

COPONIUS:

Pues tienes toda la razón, muchacho. No tiene la más mínima lógica. Pero esta tarde, ordenando el secreter de mi despacho, he descubierto que había desaparecido la pistola.

CABALLERO:

¿Y cree que la señorita Silvia la ha cogido?

COPONIUS:

Tal vez ha sido ella. No lo sé. He venido a averiguarlo. La necesito.

CABALLERO:

¿A la señorita Silvia?

COPONIUS:

La pistola. Y también a Silvia. (Habla en tono siniestro y afectado, como un barítono en una ópera de Verdi.) Si no puedo vivir con ella, he decidido matarla. Me dirás que es una locura. Me dirás: ¿qué sentido tiene entablar un proceso judicial, contratar un abogado, un procurador y un detective, hacer la correspondiente provisión de fondos, y cuando todo parece estar a punto, asesinar a la parte demandada? Me dirás: ¿qué sentido tiene? ¿Eh?

CABALLERO (arreglándose el bigote):

No se lo sabría decir.

COPONIUS:

Pues yo te lo diré, muchacho, yo te lo diré. Una cosa es la cabeza y otra, el corazón. Raciocinio y pasión, las cosas concretas y las ideas abstractas. ¿Me sigues?

CABALLERO (arreglándose el bigote):

Hasta aquí, sí.

COPONIUS:

Por una parte quiero que la sociedad me reconozca mis derechos, que los tribunales dicten sentencia a mi favor. Soy la parte lesionada. Por otra parte quiero tomarme la justicia por mi mano, quiero venganza, violencia y sangre. Quizás soy un tanto paradójico, pero no incongruente. ¿La has visto?

CABALLERO:

¿La pistola? No.

COPONIUS:

¿Y a Silvia?

CABALLERO:

A la señorita Silvia, sí.

COPONIUS:

¿Dónde está?

CABALLERO:

Al final de aquel pasillo, al lado de una litografía de Tapies.

COPONIUS:

¿Y qué hace allí?

CABALLERO:

Está en la cama con un desconocido.

COPONIUS:

¡Qué estás diciendo!

CABALLERO:

Que está en la cama…

COPONIUS:

¡Ya te he oído! ¿No me lo podías haber dicho antes?

CABALLERO:

No quería interrumpir la exposición del señor.

COPONIUS:

¡Maldita sea! ¡Y yo sin pistola!

CABALLERO:

Coja un cuchillo de la cocina. (Señala hacia 1.) Es por allá.

COPONIUS:

Gracias. Ya lo sé. Conozco el piso. Hasta hace poco yo era muy amigo de la familia. Éramos como hermanos, los cuatro. Soy padrino del hijo mayor de Ricky y Gloria, y Silvia es madrina de la nena. Y nuestro hijo… pero no es momento de recordar los días felices. La vida es como es: todo va bien y un día, de repente, sin saber cómo, todo se pone patas arriba.

CABALLERO:

Diga usted que sí. Pero dese prisa, señor, si los quiere sorprender in flagrante delicto.

COPONIUS:

Tienes razón. (Va hacia 1. Antes de salir se da media vuelta.) No te vayas. Necesitaré que testifiques en el juicio. Pienso alegar trastorno mental transitorio. Como máximo me caerán dos años.

COPONIUS sale por 1.

CABALLERO:

Espero que este bruto cumpla su propósito antes de darse cuenta de que es Gloria y no Silvia. Lo siento por Gabrielle, pero no tenía otro remedio. Cuando una mujer no sabe guardar la compostura, hay que tomar medidas drásticas. (Pausa.) Me habría gustado ver cómo acaba la función, pero la prudencia me aconseja otra cosa. También me habría gustado recuperar la chaqueta. Sobre todo por las tarjetas de crédito y las llaves. En fin… No se puede tener todo. (Mientras habla se quita el bigote, lo mete en el bolsillo de la chaqueta, se la quita y la deja sobre el sofá.) Por lo menos recuperaré el abrigo. Fuera hace un frío de mil demonios.

Sale por 2. Por 4 entra GLORIA con el vestido rojo.

GLORIA:

¿Qué pasa? ¿Dónde estás? ¿Por qué no has venido? Hace rato que te espero. (Se mira al espejo dando vueltas.) Mira, me he puesto el vestido rojo, ¿te acuerdas? El que te gustaba tanto. Lo he guardado todos estos años pensando que todo acaba volviendo, los hombres y las modas.

Entra el CABALLERO por 2 con el abrigo puesto.

CABALLERO:

¡Gloria!

GLORIA:

¿Dónde te habías metido? ¿Y qué haces con el abrigo puesto?

CABALLERO:

Tenía… un poco de frío… ¿Y tú?, ¿por qué no estás en tu habitación?

GLORIA:

Como no venías…

CABALLERO:

¿Quieres decir que él… que yo… que nadie…? Gloria, querida, me voy. Las cosas se han complicado un poquito. Mañana te llamaré para explicártelo…

GABRIELLE (dentro):

¡Socorro!

CABALLERO:

Demasiado tarde.

Por 3 entra GABRIELLE en calzoncillos.

GABRIELLE:

¡Auxilio!

GLORIA lo mira sin entender nada. El CABALLERO, a espaldas de GLORIA, se quita el abrigo y se vuelve a poner la chaqueta y el bigote de GABRIELLE. COPONIUS entra por 3 con un cuchillo de cocina en la mano.

COPONIUS:

¡Maldito pervertido, te voy a matar!

GLORIA:

¡Coponius!

GABRIELLE (poniéndose detrás de GLORIA):

Aiuto, signora, che mi ammazza!

COPONIUS:

¡Otro que se empeña en hablarme en italiano! ¿Os habéis vuelto todos locos?

GLORIA:

Calma, hombre, cálmate. ¿Qué haces aquí? ¡Y con un cuchillo! (Señalando a GABRIELLE.) ¿Y este personaje, quién es?

COPONIUS:

Un violador. ¿No le ves la pinta?

GABRIELLE:

Yo sólo cumplía órdenes. Él… es decir, usted, me contrató…

COPONIUS:

¿Yo te contraté? ¿Yo te contraté para que te metieras en la cama con Silvia?

GABRIELLE:

No, no, el detective, ¿no se acuerda?

COPONIUS:

No digas bobadas. Yo contraté a aquel señor del bigote.

GLORIA se da la vuelta y ve al CABALLERO con la chaqueta y el bigote.

GLORIA:

¡Aaaaaaaaaaaaaaaah!

CABALLERO (en voz baja):

Disimula. (A GABRIELLE.) Y usted, quienquiera que sea, póngase esto (Le tira su abrigo.) Está en presencia de una dama.

GABRIELLE se pone el abrigo, que le llega hasta los pies.

GABRIELLE (al CABALLERO):

Dígale que yo…

CABALLERO (en voz baja a GABRIELLE):

Calla, idiota, te está bien empleado por haberte equivocado de habitación.

GABRIELLE:

Es que yo no sé quién es Tapies.

GLORIA:

¿Qué está pasando aquí?

COPONIUS:

Dímelo tú. ¿Desde cuándo mi mujer hace servir vuestra casa, tu propia habitación, el lecho conyugal, para sus devaneos?

GLORIA:

No seas malpensado. Silvia ha bebido una copa de más y se ha ido a la cama. Le puede pasar a cualquiera. Ricky ha ido a la farmacia a buscar un producto que le ha recetado Oriol.

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