Ginger

Ginger


Ciccio

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—CAPÍTULO 36—

Ciccio

—¿Tu novia, Ciccio? ¿Cuánto le pagaste para que acepte? —bromeó Bianca sonriendo, Theo solo entrecerró con los ojos, terminó por reírse junto a los otros tres.

—Como decía, Huffy. Esta loca es Bianca y él es Luca, son hermanos de Abby.

—Bueno, no sé qué decir. Ustedes son...

—¿Fabulosos? ¿Con una facilidad increíble para agradarle a las personas? ¿Italianos? ¿Hermanos de mi hermana? —preguntó Bianca mientras apoyaba su codo en el hombro de Theo.

—Estuviste demasiado tiempo con Mateo, Bianca —Luca habló por segunda vez.

—¿Ginger? —Theo me llamó logrando que reaccionara.

Y sí que lo hice, me había quedado mirando al hermano de Abby por más de lo que debería.

—Bueno, querido. Mi hermana me comentó que venías con todo el curso, pero no sabía que los encontraríamos por aquí.

—Casualidades de la vida, supongo. —Theo sonrió de lado y me miró—. Ya nos vamos.

—Ha sido un gusto, Ginger. Espero verte pronto. —Bianca besó mi mejilla y me dio un fuerte abrazo para luego despedirse de Theo.

—Adiós. —Luca se despidió dándome la mano, y abrazó a Theo.

Y se fueron junto al chico que nunca se presentó, pero a juzgar que iba de la mano de Bianca, tal vez era su novio.

—Qué amables —comenté sonriendo, Theo me echó un vistazo y solo asintió.

Incómodo, incómodo, incómodo.

Nos reencontramos con los chicos para regresar a casa, estuvo un poco silencioso al inicio, Kim y Jake se encargaron de hacer chistes y amenizar el momento. Al llegar, cada uno se fue a su habitación.

Al día siguiente nos despertamos porque teníamos un recorrido que hacer.

—¡Vamos chicos! ¡Hoy vamos a gastar esa energía! —chilló Carmen mientras cada uno salía de su habitación con una mochila recargada de cosas para la excursión.

Eran las cuatro de la madrugada.

—Que alguien me diga por qué tenemos que salir a esta hora, por favor —me quejé apoyando la cabeza en la espalda de Theo.

—Porque iremos a un lugar que está algo lejos de aquí, además salió en True Colors —explicó él como si nada, ya no se veía fastidiado como el día anterior, ya hablaría con él cuando la caminata terminase.

—¿Qué? —respondí rápido.

—Don Vini le recomendó a Carmen que vayamos a hacer una caminata cerca de la finca de los Rizzo.

—¡Ah, ya me acordé! —Utilicé su hombro de tambor—. ¿Oíste, Jess?

—Sí, Ginger. Oí. —Asintió con una risilla.

—Oye Theo, por casualidad... ¿Sabes dónde está Mateo? —pregunté, mi tía giró a verme y golpeó mi brazo.

—No tengo idea, ese tipo está loco. A veces está aquí, y de un momento a otro se va de viaje a otro continente.

—Tal para cual —susurré.

—No le hagas caso, está un poco mal de la cabeza. —Jess me tapó la boca—. ¿Ya nos vamos? —preguntó llevándome a la salida mientras yo reía.

En cuanto subimos al bus, la mayoría pudo recuperar un poco del sueño. Nos despertaron cuatro horas después cuando llegamos.

—¡Bienvenidos, amiguitos! —nos saludó un joven, aparentaba unos treinta años, tal vez un poco más. Al parecer no era tan desconocido, porque Theo lo saludó de forma efusiva.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Theo, se abrazaron palmeando sus espaldas.

—Yo también estoy feliz de verte, Ciccio —utilizó el mismo apodo que Bianca, y ya que lo veía mejor, en realidad se parecía bastante a ella—. Así no puedes saludar a tu casi tío.

¿Podía estar frente al legendario Mateo Rizzo?

—A mi casi tío le gustan los programas de pon…

—¡Ni se te ocurra! —lo cortó el otro—. ¿Quién es esta linda pelirroja? ¿Será la famosa Ginger?

Sonreí al ver que Theo se tapó la cara.

—Sí, es Ginger. Te presento a mi novia. Él es Mateo, le gustan los programas de ponis.

—Hola, Ginger, ¿sabes? Me recuerdas mucho a una chica que conocí hace algunos años. —Rio como tonto tomando su teléfono—. Disculpen, regreso en un momento. —Se apartó un poco de nosotros, y mientras caminaba, contestó el teléfono—. Beatrice, te dije que no quería recibir llamadas hoy…

—Eh, bueno... Él es Mateo.

—Se ve un poco más serio de lo que imaginé —comenté, pero Theo empezó a reírse fuerte.

—Mateo es todo menos serio, dale dos minutos más y verdaderos colores saldrán a flote. —Guiñó por la broma que hizo, pero no tuve tiempo de responder porque Jess apareció.

—Chicos, tenemos que ir hacia esa caseta, nos asignarán una guía —anunció mi tía acomodándose la gorra—. ¿Qué les pasa? ¿Por qué me miran así?

—Es que…

—Nada, vamos. —Sonreí interrumpiendo a Theo, tomé su mano y empezamos a caminar.

—¿Qué estás tramando? —me susurró con una sonrisa.

—Mateo. —Alcé una ceja esperando que comprendiera, y lo hizo, porque sonrió.

—Estás loca, Huffy.

—Puedo vivir con eso. —Alcé los hombros.

—¿Y qué pretendes hacer? —Él movió un poco nuestras manos mientras caminábamos.

—Ya veremos —comenté girando a verla, estaba buscando señal con su teléfono.

Pretendía terminar el trabajo que Abby empezó.

***

Estornudé.

—¡Basta! —solté sentándome en el piso.

Estuvimos caminando la vida entera en ese sendero y yo no podía más. Mis pulmones no estaban acostumbrados.

Y yo tampoco, claro.

—Ginger, no hemos avanzado ni veinte metros. —Rio Theo sentándose a mi lado.

—¿Es broma?

—No, Huffy. —Sacó su botella con agua y me la entregó—. Pero está bien, no tienes que forzarte a caminar tanto si no puedes. Es mejor si vas a tu ritmo.

—A ver, soy asmática, no un hongo. —Lo pensé un momento y ladeé la cabeza—. Puede que también influya el hecho de que no tengo resistencia porque nunca hago deporte. —Reí y abrí la botella para tomar de aquella magnificencia hecha bebida creada por Dios para no deshidratarme.

Tenía sed.

—Trajiste el inhalador, ¿verdad? —preguntó mirándome, yo asentí.

—Sí, mamá.

—¡Caminando, tortolitos míos! Tenemos un largo camino aún —soltó Jess despeinándonos y pasando por en medio de ambos.

—¡Una ovejita! —gritó Kim de lejos— ¡Necesito tomarle una foto!

—Es un carnero, Kim —mencioné al darle el alcance.

—¿Cómo los diferencias? —preguntó tomando fotos.

—Pues, el carnero es el macho y tiene esos cuernos, no es tan difícil. —Guardé la botella en la mochila de Theo.

—¡Vamos grupo! —gritó mi tía dando saltitos mientras caminábamos de vuelta junto a los demás. ¿Por qué tenía tanta energía?

—¡Chicos! —se oyó de lejos, Mateo venía corriendo hacia nosotros.

—¿Qué pasa? —Theo lo miró y empezó a reír. Y bueno, no había elegido mejor momento en el cual usar ropa de oficina; por lo menos no llevaba corbata.

—Deja de reírte de mí, papá me aviso tarde que estaban aquí y me encargó que los ayude en todo lo referente a su estadía. El problema es que me lo dijo cuando llegué a la oficina, así que no me dio tiempo de cambiarme…

—¿Eso significa que tendremos que soportarte todo el día? —preguntó Theo y le pegué en el brazo.

—Yo sé que me quieres, Ciccio. Tío Mateo ya está aquí. —Lo abrazó del cuello mientras lo despeinaba. Más que abrazarlo le estaba haciendo una llave de la cual mi novio no podía deshacerse.

—Chicos, ¿por qué se demoran tanto? —preguntó la pelirroja mayor. Entonces vio a Mateo y pegó un grito al cielo mientras se acercaba rápidamente para propinarle un golpe con lo que sea que tuviera en la mano—. ¡Quita tus sucias manos del niño!

—¡Jess, no! ¡No es un extraño! —habló Theo tomando el objeto con el que quería golpearlo.

—Perdón, es mi culpa. Tranquila. —Rio alzando las manos en forma de paz—. Mucho gusto, mi nombre es Mateo.

—Ah, eh... Lo siento. Es que estabas ahí y pensé que le estabas haciendo daño. Perdón, hasta buena gente te ves, perdón —habló intentando peinarlo y quitando las arrugas de su camisa.

—Sí, no. Yo tengo la culpa, no te preocupes. —Sonrió mirándola.

Al verlos, me di cuenta de que no necesitaban de Cupido, al fin y al cabo.

—Jess, él es Mateo, es hermano de Abby —los presenté.

—Mateo, ella es Jess, es tía de Ginger —completó Theo mientras chocábamos puños, ellos se estaban mirando.

—¿Nos conocemos? —preguntaron casi al mismo tiempo.

—Pista de patinaje, aquí. Hace como doce años, más o menos —mencioné apoyando mi brazo en el hombro de Theo.

—¡Intenté ligar contigo!

—¡Huiste cuando te dije que era menor de edad! —chillaron ambos riendo y chocaron las manos, giré a ver a Theo confundida y él solo rio.

Después de ese accidentado encuentro en el sendero, solo oí risas de parte de Mateo y Jess. También oí chillidos de Kim cada vez que veía un animal de cerca. Estaba emocionada.

Todo era bonito hasta que la altura me pegó.

—Ginger, no lo encuentro —comentó Theo preocupado moviendo las cosas de la mochila.

Me encontraba de nuevo recostada en el piso, con la diferencia de que no estaba bromeando, una crisis asmática en pleno viaje en Italia.

—Deja, yo lo busco —mencionó Jess, Theo me quitó la bufanda y abrió la chaqueta. Mi tía encontró el inhalador y me lo entregó.

—No te acuestes, Ginger. —Tomó mi mano para que me levante un poco, me senté y apoyé los brazos en los muslos. Presioné el inhalador y aguanté la respiración. Unos treinta segundos después, lo solté.

Entonces recordé: «Respira con la nariz y llena tus pulmones con aire».

—Ya, ya pasó —comenté, aún sentía la respiración entrecortada.

—No hables. —Theo me miró y asentí.

—Vamos chicos, se acabó. Sigan caminando. —La profesora Carmen apartó a mis compañeros para que sigan al guía y se acercó a mí—. ¿Ya estás mejor? —Yo solo asentí y ella me sonrió de lado—. Bueno, entonces… Jess, me voy a adelantar con el grupo, ¿podrías llevar a Ginger al hospedaje? Les daremos el alcance luego.

Yo me negué y me levanté, Theo me ayudó.

—¡No! Está bien, ya pasó. Ya falta poco para llegar, que valga la pena toda la caminata.

—Ginger, no puedes arriesgar así tu salud. —La profesora me señaló y volví a negar.

—Esto no me pasa a menudo, no se preocupe. Vamos. —Tomé la mano de Theo y seguimos avanzando.

—¿Estás segura, Huffy? —Entrelazó sus dedos con los míos y asentí—. ¿No quieres que te lleve de regreso? —Sonreí y besé su mejilla.

—No, estoy bien. Puedo caminar.

—Bueno, vamos, pero caminarás lento, ¿bien? Andando, chicos. Falta poco para llegar —dijo Jess, luego de eso estuvo pendiente de mí todo el camino hasta llegar a la cima de la montaña.

El lugar era increíble, era la naturaleza en todo su esplendor gritándome a la cara que debía protegerla o me perdería de esas vistas toda la vida.

—Sabes dónde estamos, ¿no? —preguntó Theo mirándome, asentí y caminé más cerca.

—Ellos estuvieron aquí —mencioné tocando el muro—. Aquí Nate se le declaró a Abby, es muy loco estar aquí… ¿Theo?

Alguien tocó el micrófono y oí un «hola». Giré a ver.

—Perdón, ¿alguien sabe dónde está mi mochila? —preguntó Kim. Rodé los ojos y llamé su atención señalando a Jake—. Ah, ya la encontré, sigan con su tranquila vida italiana. Perdón por la interrupción.

Le entregó el micrófono al encargado para acercarse a Jake.

—¡Es muy bueno! —Rio Mateo hablando con Jess, le estaba contando un chiste.

—¿Alguien sabe dónde está Theo? —le pregunté a mi mejor amigo. Él negó, pero su cara decía otra cosa—. Sí que sabes.

—No, ya dije que no —contestó rápido, presioné su brazo y señaló detrás del muro—. ¡Está ahí, abusiva!

—Gracias. —Asentí y palmeé su brazo para luego acercarme a Theo,

—No puedo ir ahora, Bianca, ya te dije que ni siquiera sé si voy a aceptarlo —suspiró cansado.

—¿Theo? —lo llamé.

—Hablamos luego, sí. Está bien, adiós. —Colgó y me miró sonriendo—. ¿Qué pasa?

—No sé, ¿y a ti? —Su cambio de humor fue repentino.

—Nada, vamos, Huffy. —Sonrió tomando mi mano y me llevó a donde estaban los demás.

—¿Hablabas con Bianca?

—Eh, sí. Quería que vaya a casa de los Rizzo y...

—Oh, bueno… ¿hablamos de eso luego? —pregunté, me preocupaba, no se veía feliz.

—Eso quisiera —murmuró. Hice un sonido para que repitiera lo que dijo—. No, que vayamos para allá. ¡Mira! Kim está gritando. —Señaló a mi mejor amiga.

Kim se estaba quejando porque había pisado un «regalito» que algún animal le dejó por ahí.

—¡Que viva la naturaleza! —Mastodonte uno se rio alzando los brazos.

—No te digo nada solo porque tus papás están aquí —amenazó Kim y entrecerró los ojos.

—Pero, por favor, eran solo unos años más —mencionó Jess pasando por nuestro lado.

—Yo tenía veintiuno y tú como ¿dieciséis? —preguntó Mateo.

—Diecisiete —corrigió.

—Bueno, de todos modos, eran cuatro años y tú eras menor de edad. Un no definitivo.

—Pero ahora son gente mayor —acoté y ambos me miraron. Cerré la boca—. Perdón.

—Ginger tiene razón, ¿huirás de nuevo? —preguntó Jess riendo.

—No, de hecho... Cuando los niños se vayan a dormir, ¿qué tal si salimos y te muestro la ciudad?

—Me encantaría —aceptó. Sonreí emocionada y giré a ver a Theo, enviaba mensajes. Bufé y toqué su brazo.

—¿Estás bien?

—Prometo contarte mañana, ¿sí?

—Claro. —Encogí los hombros y caminé hacia Kim—. ¿Cómo vas?

—Oh, bien. Solo he pisado excremento y sudo como un cerdo.

—Los cerdos no sudan —dije sin pensarlo, miraba un punto fijo.

—Voy a poner mi zapato en tu cara y no me arrepentiré de ello —amenazó y empecé a reír.

—¿Cómo vas con Brad? —Rodeé su hombro y suspiró feliz.

—Bueno, por ahora todo bien. No hemos peleado desde que volvimos y es un buen inicio, supongo.

—Me alegra, el que me preocupa es Jake. —Lo señalé con la cabeza.

—Lo sé, extraña a Alai. —Mi amiga ladeó el labio y ambas giramos a verlo. Estaba jugando con un perro.

—Seguro él fue el culpable de esto —dijo Kim alzando su pie.

—Ve a limpiarte por allá. —Reí señalando un lugar y fui hacia donde estaba Jake con el perro.

—¿Y su dueño?

—No lo sé, estaba solo. ¿Verdad, amigo?

—No te va a contestar.

—Ahora tengo una duda.

—Ay, no, tus preguntas siempre son tan...

—Si es un perro italiano, ¿se podrá comunicar con un perro de otro país? ¿Su idioma será el mismo?

—¿Qué? —pregunté confundida.

—Sí, mira. Al igual que los sordomudos, se comunican por señas, ¿pero un sordomudo inglés puede comunicarse con sordomudo alemán?

—Cállate, no quiero oírte. —Reí alejándome— ¿Y Theo? —Lo busqué con la mirada, Kim se acercó para responder.

—Le pidió a Mateo que lo lleve a algún lugar, pidió permiso y su maestra dijo que podía ir.

—No entiendo qué le pasa, ha estado raro todo el día.

—Bueno, ya te contará, no te preocupes. No creo que sea algo grave. —Jake encogió los hombros y asentí.

Pero no fue así, estuvo de la misma forma por cuatro días. Faltaba a las excursiones y evadía el tema. Yo intentaba disfrutar del viaje con mis mejores amigos, pero era un poco difícil si tenía a Theo en mis pensamientos todo el tiempo, con la incertidumbre de no saber qué le pasaba.

Theo

Huffy, me he quedado fuera del hospedaje y nadie abre la puerta. ¿Puedes salir?

23:36

Hace frío.

23:39

Por favoooooor.

23:41

Huffy

Me dormí.

23:49

¡Ya voy!

23:49

Corrí por el pasillo mientras terminaba de ponerme un zapato. El niño se iba y después yo tenía que abrirle la puerta, genial.

Punto de vista de Theo

—Chubby, no podemos ayudarte a estudiar para el examen si no vienes, ¿sabes? —Bianca me regañaba al otro lado de la línea, rodé los ojos y apoyé mi peso en la otra pierna.

—No puedo ir ahora, Bianca, ya te dije que ni siquiera sé si voy a aceptarlo.

—¿Theo? —llamó Ginger, mi pulso se aceleró al oírla.

—Entonces en qué quedamos, ¿eh? ¿Vienes o no? —preguntó.

—Hablamos luego, ¿sí?

—Estaremos una hora más por aquí. Si cambias de opinión, me avisas, Ciccio.

—Está bien, adiós. —Colgué y sonreí a mi novia—. ¿Qué pasa?

—No sé, ¿y a ti?

—Nada, vamos. —Tomé su mano y jalé de ella hacia donde estaban los demás.

El problema de no saber cómo decirle a Ginger que, si daba ese examen de admisión, podría quedarme en Italia.

Los días pasaron y hacía lo que sentía que debía hacer. Estudié mucho, demasiado diría yo. Bianca y su novio me estaban ayudando mucho con eso ya que Mateo había conseguido que pudiera dar el examen. ¿Cómo? Nunca lo supe. Mateo dijo que un hombre de negocios jamás revelaba sus secretos.

El problema es que estaba evitando mucho al grupo, a Ginger en especial, y ella empezaba a preguntar.

—¿Se puede saber qué rayos estás haciendo fuera casi siendo las doce, Theo? —preguntó al abrir la puerta.

—Te prometo que te lo diré pronto.

—No Theo, tienes días diciendo esto, ¿qué te pasa? Has pasado más tiempo fuera que con el grupo... Conmigo —habló algo molesta... Y tenía razón.

—Huffy, es que no quiero adelantar las cosas.

—Es que en serio no te entiendo, Theo. Yo sé que no soy la novia más cariñosa, pero lo intento. ¿Es eso? ¿Ya no quieres estar conmigo?

—No, no. Eso no tiene nada que ver, Huffy, yo te quiero. Es que no puedo explicarlo ahora —hablé apoyando mis dedos sobre el puente de la nariz.

—Sigues con eso. —Negó con la cabeza y rio sin gracia—. Es que he intentado entenderlo, no sé qué está pasando, pero llevas días evitándonos. No lo sé, pensé que este viaje sería de los mejores y no está resultando como tal. Haz lo que quieras, no me siento cómoda con esta situación —dijo triste, esperó que dijera algo, pero no sabía qué decir.

Aquel día debí actuar rápido y no quedarme de pie en la puerta mientras veía como regresaba al hospedaje. No hice nada al respecto.

Por supuesto que no quiso hablar conmigo los días siguientes y con el asunto de los exámenes no podía hacer mucho. Estaba entre mi futuro y Ginger, aunque según yo, ambos estaban dentro de mi futuro. ¿Qué hacer entonces?

No hice nada durante seis años y seguía sin hacerlo aún luego de estar con ella. Estaba perdiendo mi oportunidad y ni siquiera sabía si seguíamos juntos ya. Me sentía un completo inútil.

—Bien, solo falta historia y terminaremos con todo esto, ¿cómo te sientes? —preguntó el novio de Bianca, Julian.

—No lo sé, tengo a Ginger en mi mente mientras estudio y no puedo sentirme más culpable por dejarla sola. —Me tapé rostro con las manos.

—Theo, tienes que contarle la verdad, liberarte de esto no te hará mal.

—Pero es que no puedo soltarlo así y ya. Es una situación complicada —expliqué.

—Theo, ya tienes dieciocho años, por favor —me regañó Bianca y cerró el libro.

—Ya sé, pero sigo pensando que es algo difícil de hablar…

—Bien, tú te lo buscaste. —Sacó su teléfono y marcó—. Hola, hermana, tengo a un niño muy terco que hablará contigo. Sí, te quiero más, adiós. —Ni siquiera dio a tiempo a nada y ya tenía el teléfono pegado a la oreja.

—¿Qué pasa, niño terco? —preguntó con una risilla.

—Hola, Abby. No puedo creer que me hayas acusado con Abby —le dije a Bianca y ella alzó los hombros.

—No le dijiste aún, ¿verdad?

—No, y tu hermana y su novio me presionan —me quejé mirándolos.

—Mira, Gordito, puedo decirte muchas cosas... Pero si no oyes algo que te guste, no lo harás. La vida es complicada, nadie dice que no. No todo siempre tiene que salir bien, ¿sabes? Nosotros no sabemos si Ginger será la persona con la que pasarás el resto de tu vida, es lo que tú quieres, claro... Pero los cuentos de hadas no existen y bien sabes que es así. Cuando somos menores, no pensamos de la misma forma en la que pensaría alguien mayor. Porque los adultos vamos ganando experiencia con el tiempo, pero ¿qué puede decirte alguien que se casó con el chico que quería? —bromeó y me hizo reír—. Pues sí, porque antes de Nate sabes que tuve un novio, y pensé que sería la persona con la que me iba a casar, o con el que tendría mi propia familia... Pero no fue así. Volviendo al tema de los chicos, por ejemplo: Si yo le pregunto algo a Sky o a James, claramente no tendrán la misma respuesta que tú. Si a ti te pregunto, por ejemplo, ¿cómo metes un elefante en un congelador?

—Hum... ¿Cortándolo en pedazos? —respondí, ¿a qué venía esa pregunta?

—James, ¿cómo metes un elefante a un congelador? —le preguntó a mi sobrino, supuse que estaba cerca porque respondió rápido.

—Abres la puerta, lo metes ahí y luego cierras la puerta. —Oí de lejos.

—¿Lo escuchaste?

—Sí. —Sonreí mirando al piso.

—¿Lo ves? Todos tenemos respuestas distintas, pero creo que, si se lo cuentas, Ginger lo entenderá. Sé que tú estás en este momento, intentando meter al elefante en el congelador, pero quién sabe, hay que lograr que encaje.

—Entonces, supongo que debo hablar con Ginger y ver qué pasa con el tiempo… —resoplé pasando la mano por mi cabello.

—En efecto.

—Te quiero, Abby.

—Yo también, Gordito. Llama cuando hayas cerrado la puerta del congelador, ¿sí?

—Está bien. —Reí.

—Te veo pronto, saludos a los demás.

—Igual por allá, adiós. —Colgué y miré a Bianca.

—¿Qué rayos vas a cortar en pedazos? —preguntó confundida y largué una carcajada.

Extrañaba los consejos de Abby. Sin duda era la mejor.

***

Tomé el pequeño papel en mis manos y lo volví a leer:

«Nada en esta vida sucede siempre como tú quieres, pero si la nena que creció dentro de mí por nueve meses, y crie por diecisiete años, llora; haré que llores el doble. Feliz cumple. Con amor, Bonnie xx».

Tomé aire y lo guardé en mi bolsillo.

—Perdón. —Me asomé apoyando el brazo en el marco de la puerta.

—¿Qué? —preguntó mirándome.

—¿Podemos hablar?

—Ya estamos hablando…

—A solas, Ginger —hablé mirando a Kim y Lena.

—Mis amigas pueden oír cualquier cosa que quieras deci...

—Adiós —interrumpió Kim siendo seguida por Lena.

Kim se rio y palmeó mi espalda antes de irse por completo.

—Ya sé que estás enojada conmigo, pero créeme que intento meter el elefante en el congelador. —Me acerqué más.

—¿Qué? —preguntó confundida y negué con la cabeza.

—Es que estuve hablando con Abby y... Olvídalo, sus consejos son raros, pero también buenos y me trajeron hasta aquí.

—No entiendo nada, Theo. ¿Puedes explicarte?

—Te voy a decir esto, pero promete que no me lanzaras un zapato o algo hasta que termine.

Se encogió de hombros y me acerqué para sentarme a su lado.

—He dado un examen.

—¿Un qué?

—Un examen, Huffy. Un examen de admisión.

—¿Y?

—El examen es de una universidad... aquí.

—Oh —comprendió y fruncí un poco los labios.

—¿No vas a decir otra cosa? —pregunté, me esperaba una reacción más grande.

—No lo sé, no sé qué decir... ¿te dieron los resultados? —preguntó serena, yo negué con la cabeza.

—Me los darán esta semana…

—Pero... Nosotros nos vamos mañana —comentó mirando el piso, estaba sacando cuentas en su mente. Yo asentí y solté un suspiro.

—Exacto, sí…

—¿Te vas a quedar? —preguntó asombrada y solo afirmé.

—Me han dicho que debo estar aquí en ese momento, así que como los exámenes finales empiezan en dos semanas, perderé un par de clases esta semana. —Ladeé la cabeza—. Hay que hacer algunos sacrificios.

—No me lo esperaba —dijo mirándome—. ¿Por esa razón estuviste así?

—Sí, no sabía cómo contarte. Lo siento, Huffy.

—¿No estarás esta semana en Counterville? —preguntó mirándome, negué con la cabeza y sonreí de lado tomando su mejilla.

—No te ves enojada.

—Es que no lo estoy, solo quería saber qué rayos había estado pasando, y ahora lo sé. Estoy bien con eso…

—¿Segura? —pregunté aún con mi mano en su mejilla.

—Por supuesto. —Sonrió sin mirarme y suspiró—. ¿Cómo sigue todo esto?

—No lo sé, yo solo tomé esta oportunidad cuando Mateo la presentó.

—¿Es buena la universidad?

—Está dentro de las mejores de Italia.

—Entonces espero que te acepten, estarían perdiendo a un gran alumno.

—Gracias, Huffy.

Ella me miró y me abrazó con fuerza.

—Me harás mucha falta estos días.

—Y tú a mí, Huffy, como no tienes idea.

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