Ginger

Ginger


Te voy a extrañar

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—CAPÍTULO 37—

Te voy a extrañar

Punto de vista de Ginger

«Olvidó que el martes cumplo dieciocho años» pensé.

—Ginger, tienes que ir con nosotros, por favor —pidió mi mejor amiga mientras yo abrazaba mi almohada como toda una perdedora.

—No tengo ganas, vayan ustedes. Jess salió con Mateo de nuevo, así que estará de vuelta en una hora o menos.

—Pero, Ginger, nos vamos hoy en la noche...

—Lo sé, no necesitas repetirlo.

Kim tomó aire y asintió. Nos dio un abrazo fuerte a mí y a la almohada para luego levantarse.

—Si cambias de opinión solo llama y estaré aquí, ¿bien? Pero luego me vas a contar qué rayos pasó ayer.

—Gracias, Kim.

—Te quiero, Solecito. —Lanzó un beso al aire desde lejos y tuve que «atraparlo».

—Y yo a ti —murmuré escondiendo la cabeza en la almohada que abrazaba.

Mi ultimo día en Italia y lo estaba pasando recostada en una cama mientras todos mis amigos se iban de paseo. ¿Por qué? Porque era tonta. No tenía ganas de hacer nada, probablemente en el futuro me arrepentiría, pero en ese momento no quería nada.

Una hora después, y según el mensaje de Jess; ella debía llegar, pero no. Al parecer el auto de Mateo había sufrido un «bajón de neumático», y por lo tanto, estaban en medio de una pista a muchas calles lejos de mí.

—Mi amor, solo vine un minuto; los chicos se fueron de paseo y estoy revisando que el hospedaje esté bien para cuando lo dejen. Que yo confío en el mojoncito, pero no sé cómo puedan ser sus compañeros, ¿qué pasa si algún vándalo ha escrito algo en alguna pared? —habló un señor de voz bastante gruesa mientras subía las escaleras.

—Ay, no —susurré cerrando los ojos. Lo que menos quería en ese instante era hablar con algún desconocido.

—Sí, mi amor, pasaré por la pizzería luego. —La voz se oyó lejana y boté el aire.

Pero los pasos volvieron a sonar cerca y la puerta se abrió rápidamente oyendo un grito de terror, abrió los ojos y lo observé asustada.

—Ay, mannaggia! —gritó.

—¡Lo siento! ¡Perdón! —chillé, me senté, pero aún abrazaba la almohada.

—Renacuaja, me asustaste. —Tomó aire mirándome.

—P-p... Y-yo, eh... —titubeé sin saber que decir, a él le pareció divertido porque empezó a reír.

—Claro, te entendí perfectamente.

—D-digo... Yo, Ginger —me presenté, él asintió.

—Perdón por entrar así, no sabía que había alguien aquí.

Habló con su bastante notorio acento italiano, entonces los cablecitos en mi cabeza por fin se unieron.

—¿Usted es el padre de Abby?

—Sí, ¿por qué me conoces?

—Bueno... Yo soy novia de Theo, el hermano de Nate.

—¡Así que tú eres la famosa Ginger! —Rio sacando su teléfono y marcó algo.

—¿Famosa? Señor, perdón que lo saludé así. Lo que pasa es que no me sentía bien y decidí no ir al paseo con los chicos.

—¿Y te dejaron aquí sola, niña?

—No, mi tía venía de camino, pero el auto de Mateo tuvo un altercado y una de las llantas...

—Pero si este niño no entiende, ¡siempre le digo que guarde un repuesto! ¡No sé cómo si quiera administra su vida! —Negó con la cabeza mientras llamaba a alguien— ¿Se puede saber en dónde te metiste, liliputiense? —Me miró—. Perdona —Alzó la mano y salió de la habitación mientras yo intentaba cerrar la boca.

Había conocido a Don Vini y hasta había insultado a su hijo como en el libro. Genial.

Diez minutos después, estaba en el auto del gran hombre junto a Theo de camino a casa de los Rizzo.

Al parecer «liliputiense» no era precisamente Mateo, sino que llamó a mi novio para que me acompañe.

—¿Segura que estás bien?

—Theo, te lo dije veinte veces, estoy bien —resoplé.

—Pero es que yo no sabía que no habías ido al paseo, me hubiera quedado contigo.

—Debiste hacerlo, Ciccio —se me adelantó a hablar Don Vini haciéndome reír.

—Te agradecería que no me llames así frente a mi novia, gracias —se defendió tratando de sonar rudo.

—Uy. ¡Qué susto, renacuajo menor! ¿Sabes todos los años que hice temblar a tu hermano? Peor que gelatina, anota eso. —Lo señaló sin quitar la mirada del camino.

—No cambias nunca. —Rio Theo y entrelazó sus dedos con los míos, yo miré nuestras manos y sonreí.

Cuando llegamos a esa tremenda casa, solo podía soltar «wow» cada vez que daba un paso.

Ahí estaba la entrada, pasando el lugar, estaban los árboles de fruta dedicados a cada hermano tal cual Abby describió en el libro, me paré en el pórtico y cerré los ojos. Nate poniéndose celoso por el italiano que pretendía a Abby. Reí al recordarlo.

Donatello habían llamado al chico cara de tortuga, si mal no recordaba. Cosas que realmente habían sucedido y yo conocía por un libro.

—¡Mi Ciccio! —Una señora abrazó a Theo mientras tomaba su rostro y besaba su frente varias veces.

—Jay. —Rio Theo para cuando se separó.

—No puedo creerlo —susurré mirando alrededor de la casa, pero no por mucho tiempo, porque en cuanto Theo dijo «aquí está Ginger», fui atrapada por la mujer en un gran abrazo.

Había una pared con premios y fotos que supuse, eran de Abby.

—Hola, pelirroja —saludó Bianca apoyando su brazo alrededor de mí.

—Hola, Bianca. —Sonreí mirándola—. ¿Abby ganó todo esto? Es genial.

—Sí, con cinco hijos... Alguno tenía que salir talentoso —bromeó tocando una de las fotos de su hermana.

Quién diría que cerraría mi ultima tarde en casa de los Rizzo. Y esos recuerdos los guardaría en mi memoria para siempre.

Conocí a muchos de los personajes de mi libro favorito.

Y me enamoré del bebé de cinco años.

Bien, eso no había sonado tan genial como lo era en mi cabeza.

De todos modos, nada sonaba tan bien como en mi cabeza.

***

—Es hora —mencioné tomando su mano. Estábamos en el aeropuerto, casi listos para abordar.

—Lo sé. —Asintió.

—Nos veremos en unos días. —Lo abracé fuerte.

—Quisiera que sean menos, Huffy.

—Bueno, tú preocúpate en aprobar ese examen. Lo demás viene después. —Sonreí acariciando su mejilla.

—¡Ginger! —gritó Jess desde la puerta.

—¡Cinco segundos! —pedí.

—Cuatro... Tres...

—¡Por favor! —grité y se alejó pateando el piso como una pequeña.

—Te voy a extrañar —dijo y yo sonreí.

—Y yo a ti, Ciccio. —Le guiñé el ojo, él se rio. Luego me explicaron que la familia de Abby también lo llamaba «Gordito», pero en italiano.

—Te quiero, Huffy.

Sonreí y miré el piso, pero luego lo miré y lo abracé de nuevo.

Él puso su mano sobre la mía y lo besé. De esos besos que no quieres que acaben nunca, pero acaban aun más rápido.

Porque los seres humanos necesitamos respirar de vez en cuando y hay aviones que nos esperan para volver a casa.

Y tías cabeza de zanahoria que te fastidian la vida, encargándose de que no pierdas el avión.

—Ya me voy, a Jess le van a salir cabellos negros si no le doy el encuentro ya. —Theo soltó una carcajada dejando varios besos sobre mi cara.

—Te veré en nada, Huffy.

Asentí y me alejé caminando hacia la loca que se hacía llamar mi tía. En realidad, no, porque no le gustaba ser llamada tía.

—Como pierda ese avión... —empezó amenazando.

—¿Qué? ¿Tú qué? Estarías feliz quedándote con Mateo cada día —gruñí caminando a su lado.

—Ay. Qué gruñona, tráeme a la Ginger linda.

—No me molestes. —Le saqué la lengua.

—Me caes mal —me dijo.

—Y tú a mí, aquí tenemos cosas en común.

—Pesada. —Se rio y giró la cabeza, me reí también.

Hicimos rápido el registro y nos sentamos por algunos minutos, esperando que abrieran la puerta de abordaje. Cuando por fin pudimos subir al avión, busqué mi asiento y me desparramé apoyando la cabeza en el hombro de Jake.

—No quiero irme —suspiré cansada.

—Carrie, a mí me gustó Italia. De verdad, todo bonito. Excelente viaje, pero Alai está en Counterville y no la he visto en días.

—Ojalá Theo estuviera aquí.

—Bueno, no entiendo algo. ¿No vendrá por tu cumpleaños o qué?

—Creo que no lo recordó, Jake. —Alcé los hombros y mi amigo giró a verme, provocando que mi cara choque contra el asiento, no me dolió porque su espalda detuvo el golpe.

—¿Qué?

—Por favor, no se lo digas a nadie, y mucho menos a Kim. Si ella se entera, cuando Theo esté aquí se va a armar un lío. Ya sabes que Kim se pone en plan «soy como tu mamá» con estas cosas. Estoy triste, sí. Pero él va a dar un examen que definirá bastante su vida, así que está bien.

—Que Bonnie se entere...

—Solo espero que no. —Ladeé el labio.

—Se va a enterar.

—No le vas a decir, Jake.

—No, es que Kim ya te escuchó —dijo Jake haciendo que mire a mi lado, pegué un chillido al ver a Kim mientras le parpadeaba un ojo.

Auxilio.

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