Ginger

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Feliz cumpleaños

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—CAPÍTULO 39—

Feliz cumpleaños

El día escolar pasó bastante rápido, entre todos reunieron dinero y compraron cosas (y con cosas me refiero a comida chatarra) para celebrar mi cumpleaños. Claro que tomaban aquella celebración de excusa para perder un par de horas de clase, pero no los culpaba, me había hecho bien despejarme un rato. Lena estuvo con nosotras desde que regresamos de Italia y los días se hacían incluso más agradables.

—¡Bebé, aquí! —llamó Nana tocando la bocina mientras me acercaba a toda prisa al auto.

—Abuela, no tienes que llamarme bebé frente a todos mis compañeros…

—¿Qué te he dicho de llamarme de esa forma?

—Pues si me llamas bebé, te llamaré abuela.

—Sube antes de que te agarre a trompadas —gruñó mirándome mientras reía y me senté en el asiento contiguo.

—Hola, sí, ¿qué tal tu día? —preguntó mamá mientras tocaba mi hombro con un solo dedo repetidas veces.

—Hola, mamá, bien, ¿y el tuyo?

—Hola.

Giré a ver y sonreí al verla.

—Hola, Jess.

—Te desearé feliz cumpleaños en cuanto salga del auto y pueda abrazarte.

—¿Dónde estabas por la mañana? —pregunté poniéndome el cinturón de seguridad.

—Arreglando unos trámites.

—¿A las siete de la mañana?

—Eran trámites importantes, niña. —Rodó los ojos.

—Como sea, vamos a casa de una vez. Tengo tanta hambre que me comería un caballo —dije tocando mi estómago.

—No vamos a comer en casa —mencionó la abuela saliendo del estacionamiento.

Entonces Nana nos llevó a un lindo restaurante que estaba dentro de un hotel, se me hacía bastante familiar.

Y con familiar me refería a que era «Eterneco Rizzo Hotel», especificarlo aun más, sería dañino para mi salud. Era el hotel de Nate y Abby.

—¿Teníamos que venir aquí? —susurré cerca de la puerta del hotel. Y es que luego del escandaloso saludo de Jess por mi cumpleaños, me quedé parada como una boba frente al gran lugar.

—El día aún es joven, todo puede suceder —advirtió mamá, indicando prever algo que yo claramente no sabía. ¿Por qué seguía repitiendo eso?

—Estuve leyendo Dating Who, mamá —le conté.

—¿Ya lo terminaste? —preguntó asombrada y yo reí negando.

—No, mamá, ¿cómo crees?

—Oh, creí que...

—Voy por la mitad —interrumpí con una sonrisa.

—¡Ginger!

—¿Qué?

—¿No prestaste atención en clases? —Me reí y negué.

—Mamá, hoy casi no hubo clases. Estuvieron intentando celebrar mi cumpleaños en cada hora escolar.

—Oigan, ancianas, van a entrar ¿o no? —preguntó Nana, asomando la cabeza en la puerta giratoria.

—Vamos, mamá se va a enojar —mencionó mi madre tomando mi mano.

Al parecer sí había alguien que sabía controlar a Bonnie —mamá leona— Huff. Y esa era mi abuela.

Nunca había entrado a ese hotel y mucho menos al restaurante, sin duda era uno de los mejores lugares en los que había estado dentro de Counterville.

—Antes que digas algo, yo no tenía idea de que este lugar era de la familia de tu novio, yo solo reservé el lugar y tu madre me lo dijo luego —se defendió y asentí.

—Está bien, Nana. Es muy bonito —mencioné emocionada mirando cada detalle del lugar.

—Bienvenidas, señoritas. Mi nombre es Joseph o Joe, como prefieran llamarme, y estaré a sus ordenes durante su estadía tratando de que sea lo más amena posible, ¿desean ordenar ya? —habló el chico que había estado discutiendo con otra chica segundos antes. Al parecer discutían por quién nos atendería. Se supo quién ganó.

Ordenamos la comida y el joven se alejó para volver a su graciosa discusión con su compañera. Me sentía como una chismosa, pero mi lado fan los shippeaba desde el fondo de mi corazón.

—¿Qué dices, Ginger? —preguntó Jess y yo giré a verla algo fuera de órbita.

—Disculpa, no te escuché. ¿Qué decías?

—Decía que, ya que tu abuela organizó la fiesta, deberíamos ir a comprar un vestido para hoy.

—No voy a aceptar comprar un vestido para una sola vez, creo que ya he dicho esto muchas veces, Jess.

—Lo sé, y como sabía que no ibas a aceptar... ¡Feliz cumpleaños! —chilló entregándome una bolsa de regalos bastante grande.

—No puedes con tu genio, tía.

—Espero que ese «tía» haya sido una expresión de adolescente y no me hayas llamado de esa forma, pequeña pelirroja.

—Afróntelo, tú eres mi tía, tú eres mi abuela, y tú mi madre. —Les saqué la lengua mientras las tres unían fuerzas mirándome de la forma más maternal del mundo.

«Sálvenme».

—Abre tu regalo antes de que me dé un ataque de histeria —mencionó Jess golpeando la mesa con sus dedos rítmicamente, yo reí negando y lo abrí.

No era un vestido, era un bonito atuendo.

Sí, había un sobre con dinero.

No, no había chocolate.

—No era necesario, Jess, pero muchas gracias. —La abracé, ella me devolvió el abrazo.

—Sabes que te quiero mucho y voy a hacer hasta lo imposible para verte feliz. Eres como la hermanita que nunca tuve.

—Bueno, en eso estamos igual. Tú eres la hermana mayor que nunca tuve.

—¡Mayor! ¡Mayor! —Golpeó la mesa— ¿Tenías que mencionar el «mayor»? —Yo solté una carcajada y negué.

—Solo falta papá aquí…

—Estaba esperando que dijeras eso. —Sonrió mamá tomando su teléfono.

—Feliz cumpleaños, Bombón —saludó papá emocionado. No podía verlo, pero sentía su emoción.

—Gracias, papi. ¡Te extraño!

—Yo también, hija. Sé que dije que iría, pero...

—Espera, quería decirte algo, te hice prometer que vendrías por mi cumpleaños... Pero no te preocupes, ¿sí? Falta muy poco para que me gradúe, así que ya podrás estar aquí.

—¿Estás segura, Bombón?

—Sí, además Nana ha preparado una... Fiesta para mí en su casa. —Sonreí a mi abuela y él empezó a reírse. Se reía de mí.

—¿Tu abuela está organizando una fiesta para ti? Bombón, tu fiesta será apoteósica. La suegra terminará invitando a sus amigas las estafadoras.

—Voy a golpearte.

—También te amo. —Sonreí y giré al ver que Joe se acercaba con un carrito que llevaba nuestra comida.

—Oye, ya traen la comida... ¿Nos vemos?

—Iré en cuanto pueda, ¿sí? Saluda a todas de mi parte y espero que te diviertas en esa fiesta —dijo con un tono burlón y reí bajito golpeándome la frente.

—Percibo cierto tono socarrón que será motivo de un par de golpes para ti.

—Uy, no. Tiemblo de miedo.

—Ya no quiero hablar contigo.

—Yo tampoco, me caes mal.

—Y tú a mí.

—Adiós.

—Adiós.

—Te amo.

—Y yo a ti. —Sonreí para luego colgar.

—Gracias, Joseph. —Asintió Nana mientras el chico sonreía alejándose.

Y volvió a hablar con esa chica, ellos tenían que gustarse, estaba segura de eso.

—Gracias Padre, por los alimentos que nos das el día de hoy. Por la gran compañía que me regalas el día de hoy, por la vida de Ginger que acaba de dar un nuevo paso al escalón de la vida. Por mi hija y su linda cuñada, por cada día que nos levantamos y podemos decir «buenos días», en tu nombre todos decimos, amén —habló Nana mientras nosotras automáticamente habíamos cerrado los ojos—. Felicidades, mi niña, hoy cumples dieciocho años y nunca podría olvidar el día que llegaste al mundo, eras una bolita colorada, estoy, y creo en realidad hablo por todas, muy orgullosa de ti y lo que estás logrando como persona. Sé que todo lo que vayas a hacer en el futuro será lo que tú quieras hacer.

—Gracias Nana, en realidad no tengo idea de lo que quiero hacer de grande, a pesar de que voy a terminar la escuela en un mes, pero, oye... Supongo que ya lo sabré.

—Y nosotras te ayudaremos siempre. —Sonrió mamá y tomó mi mano.

—Gracias, má.

—¿Qué tal si comemos antes de que se enfríe la comida? —comentó Nana haciendo que todas empecemos a comer.

Entre risas y conversaciones, dos horas habían pasado y el momento de enfrentar esa «fiesta» se acercaba.

—Ya me puse esto. —Señalé el atuendo y me pegué más a la pared—. No voy a usar maquillaje.

—Ginger, por favor —Jess se quejó acercándose con una cosa que yo no sabía identificar.

—¡No!

—Bien, no hagas nada. Está bien. No hay problema, de todos modos, no te importa mi felicidad después de todo. —Fingió llorar y puso su mano sobre la frente.

—¿Estás chantajeándome emocionalmente?

—De ninguna manera —habló Jess y giró la cabeza de forma dramática.

Tomé aire y bufé sentándome en la cama de mi abuela.

—Bien, haz lo que quieras.

—Ni siquiera notarás que tienes maquillaje. —Sonrió emocionada y tomó una brocha.

Cuando por fin terminó de rayarme la cara con todo lo que tenía, fui libre. Me observé en el espejo y sonreí. Me sentía bonita.

Pero me distraje rápido, yo no sabía qué tanto hacían en el primer piso de la casa, pero por fin bajaría a averiguar.

—Madre mía —hablé asombrada.

¡¿Dónde había quedado la casa de mi abuela?! Los viejos sillones fueron reemplazados por bonitos asientos, la decoración variaba entre blanco y negro. La comida estaba de un lado y fuera de casa había una parrilla para servir hamburguesas.

Había globos de helio en el techo y casi caigo de cara al toparme con «el sitio para dejar los regalos de Ginger».

—¿Cómo decías? —preguntó abuela soplando sus uñas sobre sus dedos para luego fingir que sacaba brillo en la blusa.

—Abuela mía. —Estiré los brazos.

—¿Tú quieres un par de bofetadas?

—Perdón, Nana mía. —Reí rodeando su hombro—. Eres increíble.

—Ya lo sabía —mencionó aún mirando sus uñas—. Ahora ve y ponte zapatos decentes antes de que me dé algo—. Miré hacia abajo, tenía puestas unas sandalias porque estaba esperando que empezara la fiesta para usar las bonitas botas con tacones que me compró Jess.

Reí corriendo hacia arriba en cuanto lo dijo.

Muchos compañeros empezaron a llegar y al parecer Kim les pidió que se portaran bien en casa de mi abuela, porque incluso podía decir que se estaban comportando como personas y todo.

—Feliz cumple, Ginger. ¡Qué linda estás! —saludó Lena recién llegando.

—Gracias, hasta me veo más alta —bromeé mientras Kim se acercaba a nosotras. Y es que, si no lo había mencionado, Lena media un metro setenta y muchos. Era más alta.

—Estás preciosa, debo hablar con Jess para que me cuente que hizo para que la dejaras maquillarte.

—Bueno, tampoco es que camine todo el día con la cara lavada. —Rodé los ojos.

—Es así —mencionaron al unísono, haciéndome reír.

—Como sea. —Le saqué la lengua y mi teléfono sonó—. ¿Hola?

—Uno, dos, tres... ¡Feliz cumpleaños, Ginger! —oí gritar a parte de la familia Collins, niños incluidos, en conjunto.

—¡Gracias! —Sonreí alejándome un poco del ruido de la música.

—Sé que estuvieron hoy en el hotel, ¿por qué no me avisaste? —preguntó Abby y giré a ver a la gente que bailaba en medio de la sala.

—Fue todo bastante improvisado, yo no sabía que Nana tenía eso preparado... Pero no te preocupes, de todos modos.

—Por supuesto que sí, mañana estaremos dejando tu regalo por la tarde, ¿sí?

—No tendrían que molestarse en hacer eso —hablé avergonzada.

—No es molestia, hemos llegado a tomarte mucho cariño durante estos meses.

—Y yo a ustedes, son una familia genial.

—Theo ya te llamó, ¿verdad?

—Hum, no. Él... Creo que solo lo olvidó.

—No creo que Theo lo haya olvidado, ¿no han hablado en todo el día?

—No hablo con él desde que llegué de Italia… Le pregunté cómo iba el examen, pero no me contestó.

—¡Silencio, por favor! —oí una vocecilla bastante conocida para mí en medio de la fiesta—. ¡Cállense! —volvió a hablar usando ahora su voz gruesa.

—Hum, Abby... Lamento que corte así, pero Kim acaba de detener la música y cada vez que hace eso en una fiesta, sucede alguna cosa extraña. —Abby rio ante mi dramática preocupación.

—Está bien, hablamos mañana, diviértete.

—Gracias, nos vemos. —Colgué acercándome confundida entre el tumulto, con dirección a mi mejor amiga, que había conseguido un megáfono. ¿Cómo?

Miedo a preguntarle.

—En nombre de Ginger y su familia, queremos agradecerles por estar aquí y celebrar los dieciocho años de mi pequeña pelirroja. Muchos de ustedes la conocen como la loca que estrelló la cabeza de Theo Collins contra el césped del campo de la escuela, o propiamente como su novia. Tal vez como la madrina y testigo del amor entre el Osito y yo. O simplemente como la pelirroja que se dedicaba a devorar libros en una esquina y solía estar como una gruñona por los pasillos. Mi mejor amiga ha estado aquí para mí durante muchos años, sé que a veces no soy reciproca en cuanto a consejos... Pero lo soy con mucho amor, aunque ella diga que desayuno azúcar con dinamita, sé que me quiere. Hace dos años, pasaba por una librería pensando en qué regalarle a esta chica por su cumpleaños. La portada del libro que le compré, me llamó la atención porque era de colores. ¡Y qué colores, eh! Hoy me levanté con ganas de regalar unas palabras a la persona que más ha podido soportar mis tonterías.

Jake fingió toser exageradamente y todos reímos al verlo.

—Es cierto. —Sonrió mi mejor amigo tomando mi mano.

—Como decía, en cuanto Nana me dijo que quería organizar una fiesta para ti, no dudé un segundo en ayudar. Sé que te mentí diciendo que no sabía nada, pero si decía algo esa señora bajita podía hacerme daño. —Señaló a mi abuela y todos empezaron a reír—. Te quiero mucho, Solecito. Gracias por cada momento y por todos los que vendrán.

—Yo también te quiero, tonta. —Sonreí abrazándola mientras llorábamos como todas unas perdedoras.

Todos empezaron a aplaudir, y no sabía si era la emoción, o porque le tenían miedo a Kim.

—¡Que siga la fiesta! —grité provocando vitoreos, y la música volvió a sonar.

Pero se volvió a detener.

—¡Aún no acabó! —gritó Kim y todos volvieron al silencio.

—Hay una sorpresa para ti ahora mismo —dijo Jake abriendo la puerta.

Me tapé la boca y chillé abrazándolo con todas mis fuerzas mientras volvía a llorar, y por supuesto arruinaba el maquillaje con todo el gusto del mundo.

—¡Dijiste que no vendrías!

—Estoy aquí desde las siete de la mañana, Bombón.

—¡Papá! —Lloré abrazándolo.

Alguien aplaudió, y de la nada todos le siguieron la corriente.

—Te enseñé a nunca romper una promesa, ¿por qué sería yo el primero en incumplirla?

—Pero... Ni siquiera se me pasó por la cabeza, conociéndote debí haberlo imaginado. —Reí mientras lloraba.

A mi tía le iba a dar un ataque cuando viera lo que hice con su maquillaje.

—Pareces un payaso que acaba de pasar por en medio de lluvias torrenciales —susurró papá haciéndome reír, me limpié los mocos con el brazo y tomé aire.

—Kim, haz que sigan bailando y que dejen de mirarme, por favor —murmuré hacia mi amiga sin mirar a la gente.

La chica volvió a utilizar su delicada voz de camionera para que siga la fiesta; todos olvidaron lo que había pasado segundos antes, volvieron al baile.

Mamá se acercó y nos abrazó diciendo lo mucho que nos quería.

—Por fin juntos —mencionó papá besando nuestras frentes.

—¿Cómo que por fin juntos? ¿Y Francia?

—Bueno, estaré aquí por cuatro días, luego volveré a Francia por un mes y por fin estaremos juntos.

—¿Solo cuatro días?

—Sí, Bombón. Chloe accedió porque sabía que te lo había prometido, además estuve adelantando varios papeleos para poder dejar las cosas en orden por unos días.

—Está bien, no te preocupes. Me alegra mucho que estés aquí. —Lo abracé de nuevo.

—Y a mí. Ahora vamos a dejar de estas cosas, y vamos a bailar. ¡Voy a enseñarles a estos niños lo que es moverse! —vociferó haciendo un paso ridículo con los brazos.

—Papá... Por favor, no —me negué riendo, él se acercó a mí con el mismo baile.

—¿No? ¿No qué? ¿Te avergüenzas de tus viejos?

—¿Viejos? Viejo serás tú, a mí no me vas a meter en el mismo saco, yo soy una mujer joven aún —comentó mamá echándose aire con la mano.

—Entonces vamos a limpiar esa pista de baile. —Papá tomó la mano de mi madre y acercándose mediante «pasos de baile» a donde estaban mis compañeros.

Adiós, vida social.

A quién engañaba, ¿cuál vida social?

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