Ginger

Ginger


Vuelvo a clases

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—CAPÍTULO 2—

Vuelvo a clases

—¡Ginger, tienes veinte minutos para levantarte! —gritó mamá desde la cocina, solté un quejido y me acurruqué en las sábanas arrugando la nariz.

Mi madre tenía una voz potente.

¿Y que por qué mi madre interrumpía mi sueño de belleza?

Dos palabras que podían aclarar muchas cosas y oscurecerlas aún más si las pensabas mucho.

La escuela.

Mis vacaciones se habían ido en un suspiro… Y mis veinte dólares también, Dorothy me las iba a pagar.

—¡Diez minutos, Ginger! ¡No me hagas subir las escaleras porque vas a terminar con el colchón en el jardín! —Abrí los ojos de golpe y me levante como si mi vida se fuese en ello.

Mi madre era bastante obstinada si se lo proponía, y la verdad es que le creía, ya había terminado con el colchón en el piso antes.

»¡Y no me hagas gestos que te conozco, pecosa! —gritó haciendo que vuelva a mi cara inicial, alargando un poco el labio superior hacia abajo mientras ocultaba una risilla.

Entonces el día empezó. Una ducha, un desayuno a medio comer, y yo corriendo al autobús para no perderlo.

¿De qué servía tener una mejor amiga con auto si no podía llevarte a la escuela?

Pero claro que ella vivía lejos de mí, y no pasaba cerca cuando iba de camino.

Caminé por el pasillo del bus más tranquila en cuanto estuve ahí.

Contigo no me siento.

A ti no te conozco.

No eres bienvenido en mi vida.

Tú me asustas.

Tú me aturdes.

Bien... sí, ese asiento es perfecto.

Me reí internamente porque sí, en ese lugar no había nadie más.

Entonces me senté acomodando mi mochila en mis piernas.

El día era cálido y había un poco de viento frío, y es que así se ponía en los meses de septiembre.

Abrí True Colors donde me había quedado y busqué la última frase que leí. Reí al leer sus graciosos momentos de «estoy enojada y te insulto en italiano». Y eso me hizo pensar que me encantaría aprender italiano.

—¡Buen día queridos, compañeros! —alzó la voz mientras subía al bus.

Cerré los ojos por un segundo en cuanto lo oí.

¿No le bastaba tener un auto genial? ¿Por qué tenía que subir al bus escolar?

—¡Hola, Huffy! —Theo se sentó a mi lado, por supuesto no contesté, luego de mirarle de lado, seguí leyendo— ¿Cómo estás? Hace un poco de frío, ¿verdad?

—No me caes bien —murmuré acomodándome un poco a la izquierda.

—¡Esas son puras mentiras! —Rio agitando la mano con desdén— ¿Qué lees?

—¿Te importa? ¿Si quiera sabes leer? —Fingí una sonrisa de lado y volví a mi lectura.

—Oh, True Colors, odio ese libro —comentó quitándomelo de las manos.

—No sabes nada de la vida. —Le saqué el libro de vuelta y lo cerré guardándolo en mi mochila.

—Vamos, claro que sí. Además, ¿los colores de la vida? Esa chica debe estar loca y fumaba algún tipo de alucinógenos cuando lo escribió.

—Mira, Theo. Es tu opinión, pero Abby es una persona genial y ha ayudado a mucha gente. Sus personajes son importantes, incluso los más pequeños.

—¿Sammy y Molly? Claro, los hermanitos de Nathan —acotó mientras asentía— no lo creo, sigue sin gustarme.

—¿Entonces por qué lo leíste?

Había logrado enfrascarme en el tema y también que le contestara. ¡Genial!

—A pedido de alguien especial. No podía decirle que no. Además, no leí todo el libro...

—Bueno, deberías. Si quieres. —Me encogí de hombros y me puse los audífonos. Había declarado esa conversación por terminada.

No a todos les iba a gustar lo mismo que a mí, así que solo debía dejarlo ir. Como había mencionado antes, la vida de una fan es dura, y hay que afrontarla.

***

—¡Oye, G! —gritó Kim alzando la mano en nuestra mesa de almuerzo, sonreí y saludé mientras caminaba hacia ella. —Me tomé la libertad de elegir tu almuerzo. Demoraste mucho.

—Estaba hablando con el consejero —comenté sentándome con mi amiga—. No sé qué hacer, ¿cómo quieren que decida a qué voy a dedicarme toda la vida a esta edad? ¿No ven que soy una niña aún? —me quejé.

—Yo siempre te vi muy artística, Solecito —Kim habló y tomó un poco de jugo. ¿Me había dicho Solecito?—. Ya lo encontrarás.

—Como sea, ya veré qué hago, ¿qué tal tu día?

—Bien, me enteré de que Theo Collins viajó en el autobús escolar. —Rio tapándose la boca. Los chismes en la escuela iban más rápido que un guepardo.

—Sí, se sentó a mi lado y empezó a criticar True Colors, ¿puedes creerlo? —Tomé un poco de agua y rodé los ojos mostrando mi descontento.

—Ya me imagino que lo destruiste y lo dejaste en vergüenza nacional, ¿no?

—No lo hice, solo intenté hablar lo menos posible. Pero ese chico me hace hablar de más —me quejé ladeando el labio.

—Vamos, G, él es divertido.

—Claro que no, sus bromas son tontas. Por eso todos lo quieren.

—Hablando del rey de Roma… —Rio bajito empezando a comer su hamburguesa.

—Si no estudiáramos en el mismo colegio, podría pensar que me persigues, Huffy. —Sonrió el chico pasando por mi lado, yo solo lo ignoré y seguí hablando con Kim.

A él solo le gustaba molestarme porque no me reía de sus chistes. ¡Lo único que pedía era un poco de paz!

—¿Te apuntarás para el taller de teatro? —mi amiga interrumpió mis pensamientos, le había dado una mordida a la hamburguesa, así que solo encogí los hombros esperando a poder hablar.

—No lo sé, no he revisado bien la lista de cursos extras…

—Pues entonces considéralo, dicen que Derek se ha apuntado —sugirió poniendo la cabeza sobre sus manos apoyadas.

Derek —lindo, castaño e inteligente— Griffin.

No era el mariscal del campo, el capitán de béisbol o un tipo popular entre la gente, en realidad ni siquiera teníamos de esos. Ese chico irradiaba amor, o es lo que Kim decía que solo yo pensaba.

Derek era bonito.

Suspiré riendo bajito mientras mordía mi labio inferior y negué volviendo a comer.

—Dudo que Derek se fije en mí algún día.

—¡Ahí está tu error! Ni siquiera lo puedes averiguar porque no le hablas, Ginger. Yo creo que harían buena pareja. De todos modos, si no le gustas, pues qué mal por él, ¡de lo que se pierde!

—Kim, solo tú y Jake me soportan, pero gracias por los buenos ánimos. —Me reí y alcé el puño para que lo choque, ella me lo devolvió.

—Ya llegué, amigas —Jake se anunció sentándose a mi lado.

—Hola, ricitos. —Lo despeiné, y el en acto reflejo, como si se tratara de un cachorrito, agitó la cabeza.

—Esta cabellera no amanece así, ¿sabes? ¡Es muy difícil arreglarla! —Me sacó la lengua comiendo de mis papas.

Así que, por fin, estábamos los tres reunidos.

Mi pequeño y humilde grupo de verdaderos amigos.

Kim y Jake.

—¡Adivinen quién se ha anotado al equipo de béisbol! —contó el pelinegro con los brazos alzados.

—Jake, ¿en serio? —preguntó Kim ladeando el labio.

—Sí, hablé con Theo y dijo que podía hacer la prueba mañana. Otro equipo más, amigas.

—Así que ahora tenemos que ir a verte a béisbol también, ¿verdad? —dedujé moviendo los ojos de un lado para otro.

—Así es, mi pequeña pelirroja. —Asintió el chico rodeando mi hombro.

—Deja de tocar a mi mejor amiga, rizos definidos.

—Estás celosa, Kim. Ya les he dicho que hay mucho de mí para ambas. —Lanzó un beso al aire y rio tomando más de mis papas.

—¿Vas a seguir comiéndote mis cosas?

—Lo siento, G. Prometo llevarte a casa hoy. —Rio agarrando de sus papas, rodé los ojos y volví a mi comida.

—No quiero ir en tu moto mugrosa.

—Anne es la mejor —se defendió dramatizando con la mano sobre su pecho.

—Oigan, chicos, hay fiesta el sábado —mencionó Kim sacando su teléfono, y luego sonó el mío y después el de Jake.

—En casa de Bradley, es para celebrar el equipo de béisbol —leí el mensaje y miré a mis amigos— no pienso ir.

—Si entro al equipo tendrás que ir, señorita —habló Jake con una sonrisa inocente.

—Si entras, solo si entras, iré a esa fiesta… Y si mamá me deja, claro.

—Ustedes son las mejores amigas —dijo Jake fingiendo secar lágrimas besando la frente de Kim e inmediatamente sonando sus mocos en mi chaqueta escolar, me abrazó. Mi amigo solía hacer eso.

—¡Ew, quita! —Moví mi brazo haciendo que él ría alejándose.

—Oye, Derek irá a la fiesta —habló Jake mirando su teléfono.

—¿Y tú cómo sabes? —pregunté acercándome a él.

—Se lo acabo de preguntar —contestó mi amigo siendo obvio.

—Ustedes dos son muy obvios, ¿saben? Derek puede enterarse que me gusta y...

—¿Te gusta el payasito? —bromeó el chico sentándose a mi lado, dejándome al centro.

—Theo, metete en tus asuntos —me quejé empujándolo.

—¡Qué malos gustos, Huffy! —Rio levantándose y caminando a su mesa de nuevo mientras se carcajeaba.

—No sé cómo lo soportan —me quejé mordiendo la hamburguesa.

—¡Oye, la comida no tiene la culpa! —mencionó Kim quitándomela de la mano.

—Dame. —Fruncí el ceño mientras me la devolvía.

—¡Qué maleducada! —Puso una servilleta sobre mi boca y reí limpiándome. —Yo no te crie de esa manera Ginger Huff.

—¿Qué dicen de ir a verme entrenar después de clases, eh? Hoy toca atletismo —interrumpió Jake sonriendo con ternura, yo rodé los ojos y fingí no haberlo oído.

—Por favor. —Sacó el labio inferior pegándose a mí.

—¿No tienes más amigos o algo? ¿Por qué nosotras? —Lo empujé lejos de mí.

—De hecho, solo tú. Yo tengo un trabajo en grupo de historia. —Sonrió Kim tomando más agua.

—Oh, genial, así que estaría sola viendo como un montón de monos corren.

—Tienes suerte de tener un mejor amigo deportista, Carrie.

—¿Suerte de qué? Te conozco desde los cinco años Jake, soy inmune.

—Pero de Derek no. —Me codeó riendo y Kim le siguió la risa.

—Él es diferente.

—Ah, sí, no tiene mucho cuerpo —dijo él rizado flexionando los brazos y mostrando sus «músculos formados», tonto.

Nuestra conversación fue interrumpida por el primer anuncio de la campana que nos odiaba y nos hacia volver a clases.

Eso solo significaba que teníamos diez minutos para terminar.

—¿Entonces es un sí? —preguntó al ver que me levantaba junto a la bandeja de almuerzo.

—No lo sé, tengo que preguntarle a mamá. —Encogí los hombros cargando la mochila.

—Ya le envíe un mensaje. Dice que sí. —Sonrió enseñando su teléfono.

—No me caes bien —gruñí entrecerrando los ojos.

—Sabes que me quieres.

—Te veo en la salida. —Me rendí caminando a la salida.

—¡Oye, tenemos clases juntos! —Rio Kim siguiéndome. Jake dijo que nos alcanzaría después.

—Me vas a dejar sola con esos sudorosos —dramaticé ajustando la correa de mi maleta.

—Pobre Solecito. ¿Te inscribirás en Teatro?

—¿Por qué tanto interés en que me inscriba en Teatro? —inquirí, estaba demasiado interesada.

—Bien, te diré —bufó jugando con sus dedos—. Bradley ha entrado a teatro, y... Me inscribí también.

—Estás obsesionada, amiga.

—¡No me digas eso! ¡Inscríbete y no me dejes sola! —Golpeó el piso y luego se lanzó a abrazarme.

—En serio, Kim, me caes mal. —Rodé los ojos acercándome a la lista para escribir mi nombre.

—Te amo, Ginger. —Rio abrazándome de nuevo y yo rodé los ojos caminando por el pasillo con la morena pegada a mí.

—Kim, somos mejores amigas, pero necesito espacio personal.

—Oh, cierto, puedes darme mala suerte —se burló exagerando movimientos con los brazos y reí negándome.

Pero al pasar por el taller de teatro se me quitaron las ganas de reír.

Derek besaba a una rubia desconocida, y claramente no era un ensayo.

—Ginger, lo siento —susurró Kim a mi lado.

—No importa, ni siquiera somos amigos. —Sonreí de lado volviendo a mi camino.

De todas maneras no me gustaba tanto.

«Mentirosa».

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