Ginger

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Mi boca, mi gran problema

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—CAPÍTULO 4—

Mi boca, mi gran problema

—¡Me alegra muchísimo que hayan podido venir, chicas! ¡Me divertí mucho! —Alai comentaba abrazándonos, de verdad estaba feliz— Mi mamá está un poco ocupada con el trabajo y me hace mucha ilusión que sean ustedes. A mis amigas no les interesa todo este mundo.

—La verdad es que yo no conocía mucho de esto, Kim sí. Pero me alegra haber venido, fue genial. —Sonreí sinceramente.

Y la verdad hasta resultó divertido, algunos me miraban mucho el cabello y terminaban preguntando cómo lo cuidaba. Shampoo y agua era mi respuesta. No tenía una gran rutina, a decir verdad.

En aquel lugar había tantas luces, profesionales de la moda, comida…

Oh, la deliciosa comida.

—Permitan que las lleve a casa, ¿sí? Es una forma de agradecerles —pidió Alai, miré a Kim y asintió, nos parecía más seguro estar juntas.

—Pero ¿cómo nos vas a llevar? Alai no hay...

—Nada. Ya llegó mi chofer —interrumpió la rubia haciéndome girar a ver el auto café oscuro que se había estacionado.

Se suponía que regresaríamos en un taxi, ya que Kim no había llevado su auto, así que al no tener esa opción, parecíamos estar atascadas en ese asunto.

Oh, ese auto no.

Y sí, el auto era de ese.

—¡Hola, Huffy! —Salió el chico por la ventana apoyando el codo sobre el techo del auto.

—No, ni loca. —Me negué dando la vuelta, pero Kim me detuvo y empujó hacia el otro lado.

—Lamento que tengamos a este chico de chofer, G. —Alai se encogió de hombros mientras Theo sonreía como estúpido.

—Hagamos esto de una vez. Me resigné subiendo luego de Kim.

Alai se sentó en el lado de copiloto, así que estando atrás, no sentía tanto fastidio,

Kim fue llevada a su casa primero ya que vivía más cerca del lugar. Entonces me tocó empezar a dar indicaciones para que el inútil entendiera.

—En la siguiente cuadra, giras a la izquierda.

—¿Derecha? —preguntó, resoplé.

—Izquierda.

—Entonces derecha. —Asintió y palmeé mi pierna demostrando mi enojo.

—¡Me cansé de ti! —suspiré en cuanto volteó a la izquierda.

—Oye, Huffy, ¿qué pasó con McFodd?

—¿Jake? Nada. —Encogí los hombros confundida.

—Oh, bueno, es que hoy fue la presentación del equipo y pensé que irían. —Abrí los ojos recordando lo que le había prometido a mi mejor amigo,

Oh, no.

¡Rayos, rayos y más rayos!

«Si entras, solo si entras. Iré a esa fiesta».

Mi boca. Mi gran problema.

Nota para mí en el futuro: Nunca olvides lo que prometes.

—Seguro me odia —susurré tapándome la cara.

Nunca me había perdido una practica, entrega o premio de Jake Mcfodd.

Lo decía de broma a veces, pero sabía que era importante para él y yo era una mala amiga.

—Llegamos, G —dijo Alai mirándome, yo alcé la vista y tomé aire.

—Gracias por este gran día, Alai. Me gustó mucho pasar tiempo contigo. —Intenté sonreír con sinceridad mientras ella me miraba.

—El sentimiento es igual, bonita.

—Gracias por traerme. Alai, energúmeno. —Asentí saliendo del auto.

—¡Nos vemos, Huffy! —Volvió a sacar la cabeza por la ventana y luego se alejó en el auto.

Rodé los ojos y caminé hacia la salida, encontrándome con una escena triste. Jake me esperaba junto a Bubba y su bate de béisbol, sentado en el piso de la puerta de mi casa.

—Hola, Jake. —Me acerqué un poco a mi amigo, pero me detuve rápido.

—Entre al equipo, gracias por preguntar. —Sonrió de lado mirándome.

—Jake...

—Solo venía a dejarte esto, mamá te lo envía. —Dejó al gato sobre mis brazos y un pequeño paquete para luego alejarse.

Oh, bueno, se enojó de verdad.

***

El domingo en la mañana, me desperté temprano para desayunar y cumplir una gran misión llamada: Subamos al bus que vaya más rápido a casa de Jake para poder disculparme con él porque no quiero estar peleada con mi mejor amigo.

Le pedí permiso a mamá, no sin antes explicarle la situación y me dejó ir sin problema. Al llegar a casa del ya mencionado, me encontré en la puerta de su casa pensando en qué debía decirle.

Alai es un alien y me abdujo hasta esa fiesta de la moda.

Kim me obligó.

O tal vez, solo tal vez, decirle la verdad.

Cuando menos lo pensé, tenía unos grandes ojos pardos mirándome.

Ella sonrió y me abrazó.

—¿Cómo te quedó el jersey, cariño? —preguntó la madre de Jake.

—Muy bien, muchas gracias, Emily. —Sonreí de lado y ella tomó mis mejillas con sus dedos y frunció el ceño.

—¿Qué te pasa?

Odiaba la forma en la que ella y su hijo me conocían. ¿Quién mandaba a mi madre a conocerla desde pequeña?

—Jake está un poco enojado conmigo —murmuré bajando la cabeza, y de inmediato ella jaló mis mejillas y me hizo mirarle.

Justo en ese momento me sentía como en vacaciones, cuando las regordetas amigas de mi abuela me pellizcaban las mejillas diciendo que era una niña muy tierna. Viejas estafadoras, ¡me sacaron veinte dólares! Aunque ese no era el punto.

—Ve a hablar con él, está arriba. Lo mandé a limpiar el baño.

—¿El baño? —Reí al imaginarme el desastre que estaba cometiendo allá arriba, al parecer su madre lo imaginó también porque empezamos a reír juntas.

—Está en un plan de castigos divididos en intereses de tres meses porque no salió muy bien en su anterior boleta de calificaciones. —Su madre le permitía a Jake elegir sus castigos como si fuesen deudas bancarias, si las dividía más tiempo, le añadía más castigos pero más cortos. Era una cosa bastante extraña que tenían, pero les funcionaba.

—Es que se enfoca más en los deportes, creo que eso está bien, ¿no?

—Por supuesto, pero si quiere entrar a la universidad con la beca de deportes que quiere, tiene que aprobar química. Si quiere mejorar, tiene que practicar. Él tendrá buenas notas y yo un baño limpio. ¿Quieres galletas? —preguntó caminando a la cocina, yo me negué.

—Solo iré a hablar con él.

—Claro, si quieres galletas, sabes dónde encontrarlas —dicho esto, y luego de asentir, caminé por las escaleras oyendo como un Jake bailando alguna canción antigua iba aclarándose en mi panorama audiovisual.

—¡San Pepe! —me quejé al verlo bailar mientras limpiaba el inodoro.

—Yoo quisieraaaa... ¿Qué haces aquí? —Se rio y de pronto recordó que estaba enojado conmigo y cambió su estado de ánimo.

—Viendo como mueves el trasero con música bastante arcaica.

—Oh, bien. —Asintió quitándose los guantes y pasando por mi lado.

—Jake...

—¡No me hables, mala mujer! —dramatizó Jake cerrando la puerta de su habitación en mi cara. No estaba tan enojado.

—Jake, ¿podemos hablar? Perdón —hablé golpeando mi frente suavemente con la puerta.

—¡Me siento reemplazado por unos pedazos de tela! —gritó un poco agudo, sabía que tenía una almohada en la cara. Es algo que hacía cuando estaba enojado.

Gritarle a su almohada.

—¡No es mi culpa! Alai y Kim me atraparon.

—¡Y encima viene a dejarte el capitán de mi nuevo equipo! ¡Y se suponía que no te caía bien!

—Jake, abre la puerta. —Golpeé un par de veces y oí que se levantaba—. Si abres, prometo que te compraré un helado.

—¿De menta? —preguntó susurrando pegado a la puerta y solté una risilla al oír su tono de niño pequeño.

—El que quieras. —El seguro se desbloqueó dejándome entrar.

Su habitación era la misma de siempre, muchas fotos de nosotros y Kim, trofeos, balones, uniformes…

—No te hablaré —dijo cruzando los brazos mientras se sentaba en la silla giratoria.

—¿Incluso cuando iremos a Finn’s?

—Un helado no me va a comprar, mala persona. —Se giró dándome la espalda. No sonaba enojado, solo se veía como que quería jugar a hacer drama un rato. Por eso le seguía la corriente.

—Jake, perdón. Alai me dijo que no iría a la fiesta y me invitó a acompañarla al evento de apertura. Kim me insistió tanto el ir con Alai que olvidé que la fiesta de Bradley era para celebrar su entrada al equipo.

—No me importa la fiesta, lo que importa es que te olvidaste.

—¡Nunca me he perdido una presentación, Jake! Sé lo importantes que son para ti y lo mucho que te hace feliz. Solo lo olvidé esta vez. ¡Deja de hacer drama! —me quejé haciéndolo girar de nuevo.

—¿Me estás diciendo dramático?

—Lo eres. —Reí obvia.

—Bien, si me disculpas tengo un baño que limpiar. —Se levantó caminando hacia la salida.

—¿Eso qué significa? —pregunté siguiéndolo.

—Bueno, los baños se ensucian... Y alguien tiene que limpiarlos, entonces tomo estos guantes y...

—No, tarado. Me refiero a que, ¿me vas a ignorar?

—Sip —dijo forzando la letra P mientras se ponía los guantes.

—¿No me vas a perdonar?

—Gánatelo.

—¿Qué?

—Ya oíste, pecosa.

—Oh, no, yo me voy de aquí —me negué y caminé por el pasillo para bajar las escaleras.

Engreído musculoso de pacotilla. Si él no quería arreglar las cosas, no lo haría yo. Solo se me había olvidado una cosa de tantas. Sabía que era importante, pero un error lo cometía cualquiera.

Iba caminando a mi casa mientras tarareaba una canción inexistente en mi cabeza.

Me tomaba el tiempo de ver lo que había a mi alrededor, una pareja caminaba por la vereda tomados de la mano.

Al otro lado un grupo de amigos riendo y entrando al establecimiento de comida rápida.

Una familia conformada por una pareja y su hijo que iba en un pequeño auto.

Y luego estaba yo, sola. Caminando hacia mi casa porque mi mejor amigo era un resentido de lo peor.

—Oye. —Tocó el claxon bajando la ventana del auto. Me hubiese asustado, pero reconocí su voz. Yo giré a verlo y abrí la boca sonriendo en grande— ¿Qué haces tan sola, eh?

—Jake se enojó conmigo. —Ladeé el labio mientras rodeaba el automóvil y me sentaba como copiloto.

—¿Y por qué se enojó contigo?

—Falté a la ceremonia de bienvenida al equipo de béisbol.

—¿Ya se metió a ese equipo también? Ese chico no aprende. —Rio negando con la cabeza— ¿No me vas a saludar? ¿Es porque ya estoy viejo?

—Ay. —Besé su mejilla— Hola, pá.

—¿Vas a casa?

—Supongo que sí, no tengo otra cosa que hacer. —Me encogí los hombros.

—¿Qué tal si salimos tú y yo a embelesar al pueblo con nuestro encanto?

—¿Qué? —Volví a reír viéndole, él sonrió y guiñó el ojo.

Así que terminé en un parque de diversiones junto a mi papá, comimos hamburguesas hasta reventar y regresamos a casa viendo a mamá con cara de culpables, pero le llevamos pizza. Mamá no podía quejarse si tenía pizza.

Yo no me quejaría si tuviera pizza.

Pasados algunos días donde Jake y yo ignorábamos, Kim estaba en el medio, Derek paseaba con su rubia por la escuela, Alai cada vez se pegaba más a mí, el insignificante bicho de Theo hacía lo que solo un insignificante bicho podía hacer, el lunes volvió y yo solo quería enterrar mi cabeza en el jardín y esperar a que todo terminara.

—Oigan, ya pasó una semana, ¿van a seguir así? —preguntó Kim apoyando su cabeza sobre las manos.

—Yo no hablo con niños engreídos.

—Y yo no hablo con pecosas malhumoradas.

—Pues los niños engreídos y las pecosas malhumoradas tienen que darse cuenta de que es una tontería por la que pelearon.

—¿Tontería? ¡Era mi bienvenida al equipo de béisbol!

—¡Como tu bienvenida al equipo de fútbol americano, de tenis y de atletismo todos estos años! —grité alzando los brazos.

—Huff, silencio —llamó el profesor de matemáticas y yo asentí.

—Perdón, señor Williams. Porque yo sí sé disculparme —dijo Jake mirándome.

—¡Yo me disculpé! —Golpeé la mesa levantándome.

—¡Huff, dije silencio! —alzó la voz haciendo que mire a mi alrededor, tenía al menos cuarenta pares de ojos mirándome.

—Lo siento. —Me senté.

—La próxima vez saldrá de mi clase e irá a detención.

—Ya lo oí —gruñí bajando la mirada a mis notas.

—Bien, la teoría dice...

Y perdí la ilación de lo que decía. No quería seguir oyendo a ese viejo feo con cara de haber comido limón.

¡Mandarme a detención! ¡Lo que me faltaba!

—Huff, ¿cuál es la respuesta? —Alcé la vista alarmada. Rayos, rayos, rayos.

Eso me pasaba por ignorarlo.

—Hum... ¿Qué?

—No estaba prestando atención.

—No, no es eso... Es solo que... Bueno sí, no estaba prestando atención, profesor. —Me rendí mientras él bajaba un poco las gafas hacia su nariz. Alzó una ceja y señaló la puerta.

Me estaba botando de la clase.

Bufé cargando la mochila y pasé por su lado mientras tomaba el papel de detención e iba a la salida.

Por lo menos tendría tiempo para leer en silencio.

O tal vez no, porque la banda del equipo estaba ensayando.

Bien, tendría que buscar un lugar.

¿Y ahora a dónde voy?

—¿Qué pasó? ¿Se te perdió algo, Huffy?

Giré a verlo y casi sentí que caía de rodillas y clamaba al cielo que me llevaran.

¿Por qué yo? ¿¡Por qué!?

—¿Sigues con esa cosa? —habló refiriéndose al libro, yo rodé los ojos y lo ignoré caminando del otro lado al que iba él— Ven, te enseñaré algo.

Tomó mi brazo y no puse objeción. Si no era algo divertido, lo golpearía luego.

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