Ginger

Ginger


Código rojo

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—CAPÍTULO 6—

Código rojo

Poco a poco, todos fueron dejando sus ensayos. Yo bajé la cabeza, intentando camuflarme entre todos, pero fue inevitable camuflar mi rojiza, abundante y ondulada cabellera.

—Aquí hay cuarenta ensayos, faltan tres. Que levante la mano el deudor —dijo Elmer mirando a la clase.

Un compañero, Kim y yo levantamos la mano, rindiéndonos a la deshonra pública a la que Elmer Butts estaba por exponernos. ¿Quién se llamaba Elmer Butts? ¡Solo él podía tener un nombre así!

A mi mejor amiga le gustaba llamarlo «profesor trasero» por obvias razones y eso me hacía reír.

—Las siamesas de nuevo. —Negó con la cabeza interrumpiendo mis pensamientos.

Y es que el profesor trasero, además de su claro carisma con la gente, tenía una creatividad innata.

—Yo me olvidé de hacer la tarea —me sinceré esperando a que terminara la tortura.

—Lo he notado, Huff. Y supongo que ustedes dos también, ¿o me equivoco? —les preguntó a los otros, ellos solo asintieron—. Muy bien, haremos una dinámica muy divertida a partir de hora. Si no quieren hacer su tarea, y quieren que les suba puntos, tendrán que cantar el himno nacional enfrente de la clase.

Yo alcé las cejas, bufé y negué con la cabeza mientras el compañero iba hacia adelante. Me rehusaba a creerlo. En mi pueblo, a eso le llamábamos ser un adulón.

—Yo no voy a hacerlo —murmuré escribiendo cualquier cosa en mi cuaderno.

—Yo tampoco —mencionó mi mejor amiga a mi lado viendo como el otro cantaba el himno nacional y todos se reían de él.

—Huff, Thompson, ¿no van a salir?

—No, no pienso hacer el ridículo para que se ría a costa mía. —Sonreí de lado, él correspondió con el mismo gesto y escribió algo en su hoja.

—Bien, ¿y tú, Kimberly?

—Yo tampoco, señor Butts, pienso igual que mi amiga.

—¿Piensa igual, o no sabe pensar por sí misma? —Alzó las cejas al mismo tiempo con una sonrisa ladina. Quería contestarle algo, pero también estaba segura de que podía meterme en problemas—. Como sea, no me explique, no quiero oír respuestas sin argumento. Empezamos con la clase… Ginger, Kimberly, tienen cero en el promedio semanal.

Cerré los ojos y conté hasta diez, ese profesor me caía mal. Empecé a rascar mi brazo inconscientemente y paré cuando noté que se estaba poniendo rojo.

¿Se podía tener alergia a una persona? Porque si era así, le tenía alergia a Elmer Butts.

Así que en un resumen del día, tenía una hora en detención, un cero en promedio semanal de historia y el rumor de que estaba saliendo con Theo Collins.

Por eso me habían estado mirando todos, primero vieron que era llevada por él como un saco de papas, estaba pasando tiempo con Alai y habían oído mi conversación con ella siendo propagada por toda la escuela.

¡Chismosos!

—Hola, Ginger —saludó Derek entrando a clases de literatura junto a mí.

—¿Qué tal, Derek? —respondí con una sonrisa de lado y abracé más el libro de El principito que estábamos leyendo en clase.

—Bien, ¿y tú? No te veo desde que empezaron las vacaciones.

—Tengo detención en la tarde y es posible que mamá me mande a dormir al techo cuando se entere, pero dentro de todo, supongo que bien. —Encogí los hombros haciéndole reír. Qué bonita risa tenía.

—¿Y por qué tienes detención? Pensé que eras de las buenas.

—Soy buena, disculpa, ¿eh? —me sorprendí de la facilidad con la que estaba hablando y quise darme una palmada en la espalda. —El profesor se me molestó luego de un par de advertencias porque le grité a Jake. Estábamos peleados y una cosa llevó a la otra, supongo.

—Ah, entonces eres de las escandalosas, ¿verdad? —bromeó y me dejó pasar a la sala antes que él.

—Claro que no, me gusta el silencio.

—¿Estás diciendo que me calle?

—No, me gusta oírte —dije y de inmediato me quedé en silencio. Alcé la cara y lo miré. —Dime que lo pensé. —El arrepentimiento me atacó en un momento, Derek no se veía incómodo.

—¿Pensar qué? —se hizo el desentendido y la verdad, lo agradecía.

—Gracias —musité llegando a mi sitio, me senté y también me sorprendí al ver que se sentaba a mi lado. Eso también me aliviaba de tener que soportar que Theo ocupara ese lugar.

—¿Qué tan cierto es el rumor que corre como tren bala por la escuela? —indagó de pronto, yo giré a verlo confundida.

—¿A cuál te ref… —A media respuesta, alguien interrumpió haciendo que pegue un salto del susto.

—¡Hola, Huffy! Todos piensan que somos novios por nuestro beso, ¿puedes creerlo?

—Yo no hablo contigo, solo traes problemas —dije sin dejar de ver a Derek—. ¿De qué beso hablas, por cierto?

—¿Saben qué es gracioso? —me ignoró y siguió a lo suyo. —Observen —dijo Theo jalando mi mentón y besando mi mejilla rápidamente, alcancé a pegarle en el brazo, pero él solo señaló a Derek con su puño y luego se fue a otra silla.

¿Qué rayos había sido eso?

¡Noticia de último minuto! Se escapó un loco. Alto, cabello castaño, lunares y ojos bonitos.

Theo Collins, se llamaba.

¿Ojos bonitos, dije?

—Así que no son novios —dedujo solo, Derek sacó su cuaderno y negué.

—Para nada —contesté rápido—, antes que eso, preferiría comerme una araña. ¿Qué te parece? —Él volvió a reír y mi corazón se hacía más chiquito cada vez que lo oía. Seguro una flor estaba naciendo en algún lugar del mundo por cada risa que salía de su ser—. ¿Y tú? ¿alguna novia de la que no esté enterada? —Aproveché en preguntar ya que él había empezado con el asunto.

—La verdad no, solo está la hija del señor que financiará la obra de teatro y me está usando para que su papá no la moleste… —Trato de explicarse, yo alcé un poco las cejas y ladeó la cabeza al ver que no estaba resultando como esperaba—. Es una larga historia…

—Así que era cierto… —murmuré sacando un lápiz.

—¿El qué?

—No, nada. Ya sabes, los rumores de aquí.

—Aunque... Me gusta alguien, ¿sabes? —Ignoró mi anterior comentario. Lo miré y fingí sonreír con gracia. Tenía que escuchar como el chico que me gustaba, me contaba sobre cómo le gustaba otra persona. ¡Precioso!

—¿Sí? Me alegra. —Asentí dejando la goma de borrar sobre la mesa. Quería que el tema quedara zanjado, pero él parecía interesado en seguir.

—Pero dudo que ella guste de mí —dijo más bajito mirándome.

—Hum, ¿y por qué no le preguntas? —lo animé y él negó.

—Porque le gusta otra persona.

—¿Y cómo sabes? —pregunté más interesada. ¿Por qué estaba tan confianzuda con el chico? ¿Y por qué seguía preguntando si ya no quería tocar el tema?

Había pasado de sonreír como tonta y balbucear, a ser la chica de las preguntas en un segundo.

—Solo... Se nota. —Se encogió de hombros y no pude saber más porque el mejor profesor del mundo llegó por la puerta haciendo una entrada triunfal.

Caminaba junto a su bebida helada y una chaqueta que parecía ser recién traída del polo norte.

—Hola, chicos —habló el hombre dejando su maleta en el piso—. Cuadernos arriba, ¿cuántos de ustedes hicieron el trabajo? —Entonces todos levantamos la mano.

Este hombre de ojos verdes, con su sarcasmo pegado al cuerpo como una lapa, podía hablar por tres horas seguidas y aprobaríamos solo con oírlo.

Harry, se llamaba.

—A ver, ese señor de la esquina. —Señaló a Theo haciendo que se levante y camine hacia él—. ¿Qué aprendiste la semana pasada?

—Que las rosas son egoístas.

—Vete a tu sitio —ordenó haciendo que Theo riera caminando hacia su sitio mientras me guiñaba al ojo en cuanto vio que le miraba. Resoplé dirigiendo la mirada a otro lado.

—Vamos a hacer una cosa, como ya hemos terminado los temas de toda la semana, van a leer un poco. Sé de alumnos que piensan que estamos leyendo «un libro para niños» —enfatizó las comillas con los dedos cuando hablaba—. Pero lo que quiero es que refuercen sus ideas. Que no solo lean, que también entiendan el contexto. Cuando las personas crecen, no solo lo hacen de forma física, también sus mentes. Así que cualquier tema, libro, película, canción que haya pasado por sus cabezas a los diez, no será vista de la misma forma a los veinte años. ¡Esa es la magia del pensamiento! Así que dejen de quejarse y hagan lo que les digo o me voy a enojar tanto que le permitiré a McFodd que cuente algunos chistes, ¿eso es lo que quieren? —Todos negamos y el profesor sonrió satisfecho—. Eso pensé.

—Profe, ¿y si nos cuenta otra historia? —sugirió uno, Harry lo pensó durante un segundo y se acomodó en la silla tomando de su bebida.

El hombre era todo un personaje, junto a la forma en la que hablaba y su simpática voz, logró que todos lo apreciaramos en menos de un año escolar.

—¿Les conté del día en que mis amigos de la universidad y yo formamos una banda que tuvo un día de vida porque casi nos demandan?

Todos se reían por la anécdota. —Y porque lograron su cometido de «perder clase», que en realidad no era así—. Conocía los métodos del profesor. Siempre hacía preguntas casuales al final de la historia y lograba reforzar la forma en la que nos expresábamos públicamente. Todos daban su opinión del tema y compartían un poco de sus propios pensamientos. Era un gran ejercicio mental. Pero en ese momento, yo estaba en silencio pensando en quién rayos era la chica a la que le gustaba Derek. No fue por mucho tiempo porque me distraje de lo que me atormentaba cuando escuché a Harry hablar de una de sus bandas favoritas, sonreí. El hombre era fanático de las bandas antiguas.

Era bueno estar en esa clase, el profesor no se hacía problemas por nada y lo solucionaba de buena manera. Hasta tenía ganas de hacer tareas. Nunca me había ido tan bien en un curso sin tener que estudiar, otro tema era con historia. Si Elmer Butts seguía siendo nuestro profesor, desaprobaría historia de por vida.

—Y por eso mi hija se llama Penny —terminó de hablar, eso me recordó a un libro que había leído antes y quise acotarlo. Levanté la mano y él me dio la palabra.

—Leí un libro hace poco… Los padres de la protagonista eran fanáticos de una banda y le pusieron ese nombre por una canción, en realidad toda la trama giraba en torno a esta.

—¡Eso es genial, Ginger! Me gustaría que nos compartas el nombre del libro, podríamos agregarlo a la lista del plan lector del próximo mes si les parece bien. —Nadie refutó, yo solo asentí y le comenté que luego buscaría el libro. —Bueno, graciosos. Se acabó la clase, quiero que traigan la próxima semana una reseña del libro que estamos leyendo. Solo faltan tres capítulos. Sé que pueden hacer un buen trabajo, recuerden ir más allá de lo que la mente piensa a primera vista, tómense un tiempo para reflexionar. La mejor reseña estará en el mural de la escuela junto a la de los demás salones. Váyanse ya, hiede a adolescente aquí —habló saliendo del lugar con cara de asco fingido y todos empezamos a reír. A diferencia de Elmer Butts, él se había ganado la confianza para bromear así sin que nos sintiéramos ofendidos.

—Vi que te inscribiste en teatro, ¡genial! —Sonrió Derek saliendo a mi lado.

—Sí, Kim estaba entusiasmada y me obligó. —Encogí los hombros desbloqueando mi teléfono.

Tenía un par de mensajes y eran de números que desconocía.

—Hum. Bueno, nos vemos en el taller entonces. Adiós, G. —Se despidió con la mano y yo lo imité mientras se alejaba. Suspiré y caminé por el pasillo hacia mi casillero.

Desconocido

Hola, Huffy.

13:50

Huffy

¿Cómo rayos conseguiste mi número? ¡Deja de molestarme!

14:05

Desconocido

Te veo justo ahora :)

14:05

—Hola —dijo él, logrando que pegara un brinco, pero reaccioné rápido y sin pensar giré dándole una cachetada.

—¡Uy! ¡Lo siento! —Reí al ver su rostro de sorpresa y dolor mientras tocaba su mejilla—. ¡No te me aparezcas de esa manera, Theo!

—Bueno, ya sé que te gusta saludarme con golpes.

—En realidad, no me gusta saludarte. —Fingí una sonrisa y dejé el cuaderno de literatura que nunca usé en el casillero.

—Te encanto y lo sabes, Huffy.

—Theo, largo de aquí. —Señalé la salida y él rio alejándose de mí, antes de irse por completo, me lanzó un beso al aire.

Se estaba poniendo cada vez más molesto conmigo, y si seguía, lo iba a dejar sin descendencia.

—¡Alerta! ¡Tenemos un código rojo! ¡Es una gran alerta! —gritó Kim corriendo por el pasillo, tenía a mi mejor amigo del brazo siguiéndola también. Tampoco veía que tuviese otra opción.

—¿Qué pasó? —pregunté confundida y fui llevada por Jake llegando a nuestro lugar de encuentro, la entrada al huerto de la escuela—. ¿Me van a decir qué pasa?

—Han pasado el rumor de que Theo es tu novio y que te vieron coquetear con Derek, que Theo lo amenazó y casi pelean por ti en plena clase de literatura —Kim soltó todo eso sin respirar.

—¿Qué?

—Yo oí que se habían retado para pelear en la salida porque estabas besando a Derek —acotó Jake confundido.

—¿Qué?

—También oí que Theo, al ver que estaban coqueteando en sus narices, marcó su territorio besándote en clase. Amiga, ¿qué hiciste?

—¡¿Qué?!

—Hum... ¿G?

—Yo le voy a quitar esa sonrisita de… —Jake me tapó la boca y se negó—. ¡De niño engreído! —grité quitando la mano de mi amigo—. Toma. —Le lancé mi mochila y volví al pasillo buscando al culpable.

¡Yo le iba a hacer daño!

—¿Dónde está Theo Collins? —le pregunté a Bradley, su amigo.

—Buena esa, Huff. No sabía que estabas con...

—¿Dónde? —Lo empujé contra el casillero agarrando su camiseta.

—¡En el campo de fútbol! —agudizó la voz, lo solté y respiró.

—¡Gracias! —fue lo único que dije antes de dirigirme hacia donde me indicó. Empujé a un par de personas en el camino cegada por la ira. Mi única meta era encontrarlo y desfigurar su cara.

«La violencia es la excusa del ignorante».

Eso lo había leído en True Colors. Pero Sky también había dicho que a veces estaba bien ser un poco ignorante. No era un buen ejemplo, pero el enojo me impulsaba a hacer tonterías.

—¡Tú! —murmuré al encontrar mi objetivo, Theo sonrió, pero su sonrisa se borró al verme enojada.

Oí un «oh, oh» de lejos, y salió corriendo.

—¡Cobarde! ¡¡Ven acá o me desgracio!! —le grité corriendo tras él.

—¡Ayuda! ¡Socorro! —se burlaba avanzando por delante de mí con gran ventaja.

—¡Espera que te atrape y vas a ver lo divertido que será, Collins! —le grité corriendo más rápido, entonces logré tomar ventaja y me lancé cayendo sobre su espalda, él cayó al suelo. Lamentablemente era césped y no le había dolido tanto como una caída en el asfalto. Rodó y terminé sentada sobre su estomago con las rodillas rodeándolo.

—¡Tú hiciste eso! ¡Es tu culpa! —le gritaba removiendo sus hombros sobre el jardín, separaba las palabras por cada golpe, pero él se estaba riendo. Mis golpes le daban risa. Salté sobre su estomago y pegó un grito de dolor mientras se carcajeaba.

Le di un par de cachetadas y luego sentí como un par de brazos me cargaban y me alejaban de mi objetivo.

—¡Déjame que no le he dicho un par de cosas aún! —grité salida de la tranquilidad que me caracterizaba.

—¡Se acabó, Ginger! —me gritó Jake apoyando mi estomago en su hombro derecho.

Theo estaba en el piso rodando mientras se reía. ¡El muy bobo! Quería volver y mostrarle los colores de la vida con un par de buenos puños en su cara; pero mis golpes le darían risa.

Entonces fui cargada por mi mejor amigo fuera del campo viendo como ayudaban a Theo a levantarse. Estaba intacto, solo estaba sucio y sudado. ¡No parecía haber sido golpeado!

—No puedo creer esa clase de comportamiento, Ginger. —me regañó Jake, me bajó al piso y logró que cruce los brazos.

—Eso que no me dejaste terminar. —Me sequé el sudor con el brazo y le quité la mochila.

—Ginger...

—¡Ya, ya oí! —Alcé los brazos en forma de paz—. Tal vez no estuvo bien, pero estoy harta.

—Eres increíble. —Mi mejor amigo cambió su rostro y empezó a reírse—. ¿Se puede saber qué originó todo? —Rodeó mi hombro y me calmé un poco para tratar de explicarlo.

—Jake, Theo me besó en la mejilla en clase y sin contexto alguno, le mostró su puño a Derek. ¡Lo hizo a propósito porque sabe que todos en esta escuela son unos chismosos de primera! —Inhalé un poco y solté el aire cansada—. Solo para que el rumor corra… ¡Y lo logró!

Ya me las pagaría. Eso no iba a terminar ahí, Theo Collins.

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