Ginger

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Estás castigada

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—CAPÍTULO 7—

Estás castigada

Punto de vista de Theo

—¿Estás bien, amigo? —preguntó Brooks extendiéndome la mano para que me levante. Tomé aire limpiando la grama de mi espalda y asentí aún riendo.

—Todo bien, viejo. —Moví la mano con desdén y me dirigí a Brad que entraba al campo de entrenamiento.

—¿Qué le hiciste a la pelirroja? Entró como una leona buscando a su presa. Me dolió —se quejó tocando su cuello—. Tiene fuerza.

—¡Yo no hice nada! —Sonreí con inocencia mientras el chico asentía.

—Ya entendí porqué le alzaste el puño al enclenque de Derek Griffin.

—¿Yo? No entiendo de que estás hablando, Brad. —Recogí la pelota y se la lancé a uno de los bateadores. El entrenamiento estaba por empezar.

—Te conozco amigo, sé que sabías que todos lo verían y armarían el rumor de que estás saliendo con ella.

—No me conoces. —Reí negando con la cabeza.

Nadie me conocía realmente. Bradley pensaba que en un año y medio de conocerlo, podía llamarse mi mejor amigo. Y no era así.

Nadie en la escuela —a excepción de Alai— sabía de mi vida.

Y por mí, se iba a mantener así.

—¡Por favor! —pidió la rubia sentándose a mi lado.

—Ya te dije que no —respondí encendiendo el auto.

—Pero ¿te molesta su presencia?

—Alai, hicimos un trato. No vamos a invitar a nadie a casa. Si quieres pasar tiempo con Ginger, ve a la suya.

—Bien, aburrido. —Se puso el cinturón y cruzo los brazos.

—Puede enterarse de Nate y Abby. No quiero que funcione así.

—Pues te estás demorando mucho, si te gusta desde primero, ¿no deberías haber hecho algo ya?

—¿Cuándo creciste tanto? Eres mi hermanita, no se supone que debas decirme estas cosas.

—Tengo quince años, tonto. —Sonrió despeinándome.

—¿Sigo siendo tu superhéroe favorito?

—El mejor de todos. —Asintió mientras daba la vuelta a la calle.

—Bien, me siento mejor ahora. —Sonreí encendiendo el reproductor.

—Buenas tardes, pequeños Collins —saludó el portero dejándome entrar a la residencia. El hombre había estado ahí durante veinte años.

—Buenas, Nano. —Asentí y Alai saludó con la mano.

—¡Oh, es él! —dijo mi hermanita subiéndole el volumen a lo que parecía ser su cantante favorito desde... Hace mucho. —Oh, Julien Garnier, ¡¡te amo!! —suspiró echándose un poco para atrás y rodé los ojos.

—Tú y tu cantante pop con apellido de productos de cabello —me quejé bufando y aparcando el auto en casa.

Apagué el reproductor con gusto para dejar de oír a ese niño de cara bonita con suerte.

—Eres un cavernícola, hermano. ¡No sabes nada de respeto! Mi música, mis gustos, ¡míos! —Me sacó la lengua y entró a la casa mientras yo reía y cerraba la puerta del auto.

—Chillona.

Caminé hacia casa y oí gritar a Alai. Muy fuerte.

«Oh, creo que llegó» pensé.

—¡Naiiiiii! —chilló colgada del cuello de mi hermano mayor.

«Sí, ya llegó».

—¡Abrazo grupal! —grité corriendo hacia él, y botándonos al piso mientras reíamos.

—¡Los extrañé, enanos revoltosos! —Rio besando nuestras cabezas.

Nathaniel Collins aún me trataba como un bebé, genial.

—No me beses, ya soy un hombre grande —me quejé levantándome.

—¡Un hombre grande que es mi hermanito y lo besaré las veces que quiera! —me dijo indignado tomando mi cabeza y besando mi frente varias veces.

—¡Déjame! ¡Quita! —Reí empujándolo.

—¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no avisaste antes? —preguntó Alai, que para ese momento había lanzado sus tacones a quién sabe dónde y saltó descalza mientras abrazaba de nuevo a mi hermano.

—Llegué hace —hizo una pausa viendo la hora— cuarenta y siete minutos. Quería que fuera sorpresa. No encontré a mamá, así que tuve que usar la llave de emergencia.

—Me alegro de que estés aquí. —Sonreí golpeando su hombro— ¿Y Abby?

—¡Sí! ¿Dónde están Abby y mis bebés? —preguntó Alai aún abrazada a Nate.

—Están en Ecuador justo ahora. Estamos abriendo la sede del hotel allá. He venido un par de días porque necesito hacer unos trámites. Y a visitarlos, obviamente.

—¿Te quedas a dormir acá o en tu casa?

—Aquí, sin Abby me siento solo. —Sacó el labio inferior y me reí.

—Qué cursi eres hermano.

—¿Cursi yo? A ver, cuéntame ¿cómo es eso de que casi besas a Ginger? —Alzó las cejas y yo giré a ver a Alai que fingía estar silbando y miraba a otro lado.

—¿Alguien quiere pizza? —preguntó mi hermana corriendo a la cocina— ¡Bueno, yo la pido!

—Es una larga historia.

—Bien, tenemos tiempo. Estaré aquí cuatro días. —Se sentó en el sofá y golpeó a su lado para que me siente.

Bufé y caminé hacia allá.

Alai, ¡pequeña cotilla! Me las iba a pagar.

Punto de vista de Ginger

¡Colegio de pacotilla!

Tenía un montón de cosas por estudiar, sin contar todas las tareas que me habían dejado.

¡Cómo deseaba ser el personaje de un libro o una película donde solo se hacía tareas cuando pasa algo genial!

Primera tarea, historia. «Elmer Butts, solo espero que cuando estés durmiendo, se te pierda un calcetín y no lo encuentres nunca» repetía en mi mente hasta que el teléfono empezó a sonar.

—¿Qué? —contesté mientras buscaba información sobre cómo empezó la industrialización de Counterville, estaba teniendo el mejor momento de mi vida.

¿Para qué estudiar historia? ¡Yo no quería enterarme de la vida de los demás!

—Hola, mejor amiga. También te amo. ¿Vienes a mi casa el sábado? —se oyó su graciosa vocecita desde el otro lado de la llamada y me hizo sonreír un poco.

—Lo siento Kim, estoy estresada —suspiré, agradecía que no se tomara personal nada de lo que hacía o decía. —Elmer Butts me estresa. No puedo ir el sábado, tengo detención.

—¡Pero es una hora de detención! Puedo ir contigo y luego nos vamos a casa.

—Mejor ven tú, dudo que mamá me deje salir cuando se entere.

—Bueno, podríamos invitar a Alai. Me cayó mejor de lo que pensaba. Iré pensando en una buena película entonces, ¿bien? Te dejo con tus tareas de historia. Iré a tomar una bonita siesta.

—Claro, me parece injusta esta desigualdad, ¿por qué no estás estudiando?

—Eso es lo que pasa cuando naces fabulosa, ¿sabes? Las tareas se pueden hacer cinco minutos antes de entregarlas.

—Claro, y después se obtienen calificaciones como las tuyas.

—Eres cruel, hieres mis sentimientos.

—Sí, sí. Ve a dormir, Kim.

—Te quiero.

—Y yo a ti. —Colgué dejando el teléfono, volví a encender el reproductor de música, y como llamándola con el pensamiento, mamá entró a mi habitación.

—¿Explicas esto? —preguntó con el papel de detención en la mano. Sus fosas nasales empezaban a agrandarse y el aire entraba cada vez con más espacio a sus pulmones. Tragué en seco y sonreí un poquito tratando de hacerle ver que no era tan malo como parecía.

—Me sacaron del salón y enviaron a detención —murmuré dejando el lápiz en el escritorio.

—¿Y se puede saber por qué?

—Porque estaba peleando con Jake él decía que yo me había olvidado de él y le grité que ya me había disculpado por faltar a la ceremonia de iniciación de su equipo, luego el señor Thompson dijo que me callara y que a la próxima me iría del salón, entonces no presté atención a lo que dijo, luego me preguntó que cuál era la respuesta, pero yo estaba evitando oírlo porque es un viejo feo con cara de haber comido limón y se enojó porque no estaba prestando atención y me señaló la puerta y me salí no sin antes tomar el papel de detención, así que ahora estamos aquí y yo te cuento lo que pasó. ¡Lo bueno es que ya me amisté con Jake! —Sonreí recuperando el aire. Había dicho todo tan rápido que me cansé. El rostro de mi mamá iba relajándose poco a poco.

—¡El señor Thompson! ¿En matemática, Ginger?

—Sí, ya sé. Prometo no salir desaprobada. De hecho, estoy haciendo trabajos justo ahora. Matemática viene luego. —Le mostré los folios y ella solo rodó los ojos.

—Bien, pero igual estás castigada.

—Lo merezco, mami. —Asentí tomando el lápiz. Ella soltó una risilla agregando algo más.

—Y sin teléfono hasta mañana. —Estiró la mano y yo alcé las cejas sacando el labio inferior.

—¿Hasta mañana? —Dejé el teléfono sobre su mano, pero también me mantuve ahí, por si cambiaba de opinión.

—Ya oíste, ahora sigue haciendo esas tareas. —Me terminó de quitar el aparato de las manos y asentí derrotada. —Las desventajas de tener una hija que se porta bien es que no se le puede sancionar como se debe. ¡No sé cómo se le castiga a un hijo de verdad! —se quejó negando con la cabeza mientras salía de mi habitación. Reí volviendo a mi tarea de la industrialización.

Pero pensándolo bien, algo de lo que dijo mi mamá era bonito: No sabía cómo castigarme porque sentía que nunca le daba problemas.

—¡Ya llegué! —gritó papá desde abajo, cerré los ojos y esperé un par de minutos, para sentir una corriente en la cintura que me hizo pegar un brinco automáticamente. Siempre llegaba a saludarme con cosquillas.

—¡Pá! —Reí quejándome y él chocó mi puño, ese era nuestro saludo.

—Hola, Bombón. —Besó mi frente y sonreí.

—¿Qué tal tu día?

—Bien, y si todo va como hasta ahora, a fin de mes tendré un ascenso. ¿Qué te parece? —Mi padre se puso en cuclillas frente a mí, le echó un vistazo a lo que estaba haciendo.

—¡Genial! Me alegra mucho, pá —comenté escribiendo algunos datos en el cuaderno.

—¿Y tu día?

—Adivina. —Rodé los ojos alzando el papel de detención que mamá había dejado en mi escritorio.

—¿Ya te amistaste con Jake?

—Sí. —Asentí sonriendo.

—Bueno, eso está bien para mí. —Guiñó el ojo dejando el papel en el escritorio.

—No tanto para mí.

—¿Castigada?

—¿Tú qué crees?

—Sin teléfono —dedujo riendo.

—¡Todo un día! —Dramaticé alzando los brazos.

—Asume tus actos, Bombón.

—Ya sé, pá. Lo acepto, fue mi culpa. —Encogí los hombros mientras enviaba el comando para imprimir la hoja de dibujos.

—¿Y lo demás?

—De Elmer Butts.

—¿Sigue molestando? —preguntó preocupado, él sabía que no me agradaba.

—Como siempre —bufé recogiendo la hoja para empezar a cortar.

—Ya veremos cómo solucionarlo, Bombón.

—Eso espero. O le damos unas buenas patadas en su apellido.

—¡Pá! —Solté una risilla pegando los dibujos en el cuaderno— Bueno, ya está historia. Una tarea menos. —Lancé el libro a mi cama, pero cayó al piso.

—¡Buena puntería! —se burló levantando el cuaderno y se recostó en mi cama.

—Gracias, nunca tan buena como la tuya señor soy-el-mejor-en-todo.

—Bombón, no es mi culpa tener ese don innato de hacer todo bien —habló con gracia y elegancia mientras movía los brazos.

—Mejor ve a comer o algo. —Le saqué la lengua abriendo el cuaderno de matemática, junto a los apuntes de Jake.

—¡Cariño! ¡Nuestra hija está enojada conmigo por hacer las cosas bien! —gritó papá saliendo de mi habitación, fingió que lloraba, reí rodando los ojos y volví a mi tarea.

El señor Thompson, junto a Elmer Butts, estaba en mi lista negra.

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