Ginger

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911

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—CAPÍTULO 10—

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Punto de vista de Ginger

—¡Ay! ¡Qué curvas y yo sin frenos! ¡Sube rápido! —me gritó mi mejor amiga desde el otro lado del estacionamiento.

Si bien era una reina de la moda siendo la finura y delicadeza en persona; cuando se lo proponía, podía ser tan ordinaria como el estereotipo de un camionero.

—Kim, por favor. —Reí entrando al auto.

Había pasado una hora leyendo y enviándole mensajes sobre lo mucho que deseaba no estar ahí a Kim. Pero, ey, no había sido tan malo después de todo, por lo menos estaban en silencio y me dejaban leer.

—¿Qué tal tu día?

—Tranquilo, Elmer Butts desapareció toda la hora de castigo.

—Sala de profesores.

—Obvio. —Asentí poniéndome el cinturón de seguridad.

Entonces nuestro camino a casa de Kim se volvió más divertido cuando encendimos el reproductor y Julien Garnier empezó a cantar «911».

—¿Ese no es el auto de Theo? —preguntó Kim mientras yo buscaba las llaves en su gran bolso.

—Eh, sí, creo —respondí, encontré las llaves y entré dejando el bolso.

¡Necesitaba ir al baño y nadie lo impediría!

Al salir, más calmada, bajé las escaleras y me encontré con Theo, Alai y Kim en la puerta.

—Hola, peque. Hola, bicho. —Asentí y Alai corrió hacia mí, abrazándome como si fuera un koala.

—Ella me ama —dijo Theo señalándome, reí y miré a mi mejor amiga, se veía extraña.

—¿Te pasa algo, Kim?

—Sí, todo correcto —contestó ella volviendo al silencio.

—Okay. —Fruncí el ceño confundida.

¡Kimberly Thompson en silencio! Esto debía quedar marcado para la posteridad como un suceso único en el mundo... Pero me preocupaba.

—Bueno, yo creo que mi hermana ya me envió todas las indirectas posibles para que me vaya, y como ya se le acabaron las excusas, me voy por mi cuenta —bromeó alejándose del marco de la puerta. —Adiós, Kim. Nos vemos, Huffy. —Se alejó caminando hacia su auto y giró. —Cuando quieras que venga por ti, solo llama —dijo mirando a Alai.

¿O a mí? ¿Por qué me miró mientras lo decía? «Bueno, ya empezaste a desvariar querida Ginger», pensé.

—Sí, adiós, hermanito. —se despidió Alai agitando la mano, y entró a la casa junto a mí.

—¡Salúdalo de mi parte! —Kim alzó la voz mientras cerraba la puerta, giré a verla y alcé una ceja.

—¿Saludar a quién? —pregunté aún mirándola. Ella rio y negó con la cabeza.

—Oh, es que Alai y Theo venían con un señor y me cayó bien. —Sonrió tranquila

Entonces asentí dándole el beneficio de la duda. Ya averiguaría qué estaba pasando.

La tarde fue divertida, conocimos más a Alai y descubrimos que teníamos gustos parecidos en películas. La pequeña no podía evitar emocionarse a veces cuando salía algún famoso que conocía en persona, e incluso nos contó algunos chismes graciosos de ese mundo.

Lo último que sucedió, antes de la despedida, fue la llegada de una invitación a casa de Bradley. Kim estaba organizando una ceremonia en celebración a la formalización de su noviazgo con el pomposo. Y con formalizar me refería a «llevamos una semana, así que se lo contaré a toda la secundaria, ¡hagamos una fiesta y celebremos como unos locos hasta el amanecer!». A ese punto, no sabía yo si es que a mí me parecía un poco ridículo, o realmente lo era. Después de todo, no era experta en relaciones amorosas o siquiera sociales.

Pero era mi amiga, y si estaba feliz con eso, la apoyaría en la ridiculez. Tampoco le estaba haciendo daño a nadie.

Pasaron un par de días después de aquella invitación, las clases iban bien, sin contar a Elmer Butts; Theo y yo llevábamos una tregua tranquila, pero los rumores en la escuela corrían rápido.

—¡Ginger! —Kim llamó mi atención, estábamos en su casa, eligiendo el atuendo que llevaríamos.

—¿Sí, Kim? —Giré a verla, tenía una blusa rosa en las manos, el color era bonito, pero no me gustaba para mí.

—¡Por favor!

—Por favor, no, no usaré eso —me enfurruñé sentada con las piernas cruzadas en su cama. Me sentía como una de sus muñecas mientras ella elegía qué podía usar.

—¡Es que no quieres usar nada, niña! ¡Esta fiesta no es nudista, eh! —bromeó haciéndome reír, pero no duró mucho porque volví a poner cara de que estaba enojada.

—¡Pues no estoy feliz con ir a esa fiesta, eh! —imité su tono en forma burlona y ella me sacó la lengua de la forma más infantil.

—¿Y si vamos de compras?

—¿En qué clase de película adolescente crees que estamos? No tengo dinero y hay ropa.

—Bien, me rindo. No usarás nada de aquí. —Asintió sentándose a mi lado. —Tengo que hacer unas llamadas —habló levantándose como si tuviera un resorte pegado al trasero y sacó rápido el teléfono.

—Mini Kim, tengo una misión para ti.

—¿Una misión? —pregunté articulando con los labios y ella me empujó con su dedo sobre la frente haciendo que caiga para atrás. Mala idea estar sentada con las piernas cruzadas.

—Es la misión guacamayo, bebé —habló tan seria que me levanté y alcé una ceja.

—¿Guacamayo, Kim? —interrogué acercándome más, entonces mi mejor amiga asintió posando su mirada en mí.

—¡Los guacamayos son rojos! —se explicó. Entonces sí que me hizo soltar una carcajada y volví a echarme para atrás.

Sería un día largo.

***

—Tía Bonnie, ¡por favorcito! —se quejó Kim abrazando a mi mamá.

—Kim, ya he dicho que no —habló mi juiciosa e inteligente madre mientras Kim la perseguía.

Yo estaba sentada en el sofá con los pies sobre la mesita, cambiaba de canal buscando alguna película mientras mi mejor amiga intentaba pedir permiso por mí para una fiesta a la que no quería ir. Kim llegó a casa con la excusa de llevarme a la escuela, pero solo era un engaño.

—¡Es la presentación ante la sociedad estudiantil junto a mi novio! ¡Es algo primordial en este momento! —repetía tras ella y solté una risilla mientras seguía en mi búsqueda de películas. ¿Por qué había tantas con temática de muertos vivientes aquel día?

—Wow, no sabía que Kim podía utilizar la palabra «primordial» en una oración sin necesidad de quemar su cerebro —murmuré picándola un poco, pero solo me gané un golpe en la cabeza con el almohadón que estaba más cerca de ella.

—¡Tíííía! —Kim alargó esa última palabra, seguía tratando de convencerla.

—No pierdas el tiempo, K. Mamá dijo que no... ¿La hermandad de los muertos vivientes? Qué nombre de película, ¿no? —Me reí al leer el título que salía en la televisión. Me sentía confiada bajo la cobertura de mi madre.

—Está bien —aceptó socarrona, la traidora.

—¡¿Qué?! —pregunté soltando el control remoto de pronto mientras mi mejor amiga chillaba de la emoción.

—Puedes ir a la fiesta. —Me guiñó el ojo y subió la escaleras luego de sacudirse a Kim de encima. Ella estaba en plena celebración, danzaba y movía los brazos en alto.

Yo me escudaba con la frecuente negatividad de mi madre ante las fiestas (que tampoco me gustaban tanto, así que no me molestaba), ella era la primera y última excusa que usaba. Pensé que haber estado una hora en detención añadiría un poco de resistencia al asunto. ¡Me traicionó!

Lo que venía, sería historia. Por más que me negase, no me iba a dejar tranquila. Cometí el error de decirle que iría si mi madre decía que sí y en esos momentos estaba pagando la equivocación.

—Vamos, ¡por favor! —Mi amiga me perseguía por los pasillos de la escuela. Estuvo todo el camino insistiendo, iría, pero quería molestarla un rato más.

—¡Lo voy a pensar! Ahora tenemos clases de lenguas extranjeras. —Fue lo último que dije, luego la jalé conmigo al salón donde la maestra ya nos esperaba.

—«¡Buenos días, clase!» —saludó la maestra Carmen. La mayoría del tiempo no entendía lo que decía, y en su clase no podíamos hablar en nuestro idioma. Así que generalmente solo se oían pequeños murmuros. Eso sí, el español sonaba muy gracioso en ella, me gustaba como se expresaba.

—«¡Buenos días!» —contestamos todos a coro.

—Bien, vamos a parar un momento con el español. Tengo un par de anuncios para ustedes. No soy la profesora encargada del grupo, pero como su tutora tiene descanso médico, me encargaron reemplazarla estos días. Ya que se acerca el día de la madre, estaba pensando en que podrían hacer una coreografía. ¿Qué dicen ustedes?

Ella y sus raras costumbres de querernos hacer participar en cada ceremonia que la escuela organizaba. En ese caso, el día de la madre.

»O tal vez podríamos beneficiarnos un poco al tener al alumno predilecto del equipo de teatro aquí, ¿verdad, Derek? —Sonrió la maestra hacia el chico que asintió orgulloso, traté de no suspirar, pero lo hice.

¿Por qué tenía que gustarme tanto? ¡Dolía!

—Claro que sí, yo puedo hablar con Kaleb para organizar una pequeña obra —comentó Derek golpeando con suavidad la goma de su lápiz con nuestra mesa.

«Nuestra mesa» porque no estaba conforme con hacer que suspire por él de lejos, también se sentaba a mi lado en la mayoría de clases que nos tocaban juntos.

—Pskdjdesdms hsvscer qjdbd Ginger y Theo sejdhn lodjds psaosdj —oí de lejos a nada más y nada menos que a Camila.

Una latina residente en Counterville que disfrutaba de hablar en español con la maestra. Entendí que nos nombró a mí y a Theo, hasta ahí había llegado mi conocimiento.

—Es una buena idea, Cami.

—¿Qué es una buena idea? —preguntó Theo desde el otro lado de la fila robando las palabras de mi boca.

—Al hacer la obra, Camila los nominó como padres.

—¿Padres? —pregunté alarmada.

—Por supuesto, ya se ven como una pareja de casados peleando por todo —bromeó la profesora haciéndome rodar los ojos. Ella presenció varios altercados en todos esos años escolares de lejos porque ella siempre se encargaba de la otra sección hasta que llegó a nosotros un año atrás.

¡Estaba loca si pensaba que haría eso! Theo pareció entender lo que estaba pensando, y me dijo con señas que solucionaría el problema.

—Profesora Carmen, sucede que... —Theo empezó a hablar, pero fue interrumpido por nuestra maestra.

—Todos los participantes tendrán tres puntos asegurados en el promedio final.

—¿Quién hará el guion? —preguntó Theo haciéndome girar a verlo.

«¿Qué? ¡Yo no podía! Solo necesitaba decir dos palabras: Pánico escénico».

—No puedo, no cuenten conmigo —me negué bajando la cabeza.

«Sí, sí. ¿Y dónde quedaron los colores de la vida?» pensé, me reí de mí misma internamente. Esos no me servían en esos momentos de pánico.

»Si quieren puedo ayudar a hacer la coreografía —me ofrecí inmediatamente para que la maestra Carmen no me reclame.

—¿Una obra musical? ¡Esto no es una película de Disney! —se quejó uno.

—Entonces solo será un baile. Y todos participarán, ¿estamos de acuerdo? —preguntó la profesora, haciendo que todos se quejaran en conjunto. —Si el baile sale bien, estoy dispuesta a aumentar un punto en su último examen de español.

Aquel día, Carmen tenía ganas de regalar puntos, ella estaba de buen humor. Pero nos beneficiaba, al final todos aceptamos.

Incluso yo, podía camuflarme en medio del tumulto y no tenía que hablar en público, gracias a Dios.

—Tendrán que pedir un par de horas de clase para ensayar, porque no todos pueden quedarse luego de la escuela —fue lo último que dijo antes de volver a la clase de Español.

***

—¡Esto es demasiado, por favor! ¡Soy roja por naturaleza! El rubor está de más —me quejé mientras Kim pasaba una brocha por mi rostro. Quedamos en que me pondría maquillaje, y si no me gustaba como me quedaba, podía quitármelo.

—¡Te quejas mucho! ¡No te he puesto casi nada porque sé que no te gusta tanto! —Se rio y tomó el labial más oscuro, era morado.

—¿Me vas a...?

—Cállate, estás bonita. Mini Kim, ¿qué crees tú?

—No estás tan maquillada, exagerada. —Rio alzando los atuendos de mi cama. Me mostró un espejo y resoplé. Tenían razón, a simple vista solo parecía que me había puesto un labial morado. Resaltaba, pero me gustaba el color.

—Okay, sí me gusta —comenté a regañadientes.

—Bien, entonces ya estás lista —habló Kim guardando sus cosas— Estoy orgullosa de mi trabajo —dramatizó la pelinegra fingiendo llorar.

No podía creer en lo que me había metido.

El día de la fiesta llegó. No estaba tan entusiasmada con la idea, pero al final del día, solo iría por apoyar a mi amiga.

—¡Quiero una foto de esto! —dijo mamá emocionada, fue a buscar su celular, yo bufé y apoyé la frente en el asiento del sofá.

—Yo que tú, huiría de aquí, Bombón —comentó papá cambiando de canal frente al televisor.

—No quiero huir, no va a servir de nada. Kim me encontrará —me quejé sentándome de lado en el sillón, sin dejar de apoyar la frente en el asiento.

—Oh, no, no. Yo lo digo porque volviste a poner tu cara en mis gases. —Rio dejando el control a su lado y yo me levanté mirándolo de reojo.

—¡El maquillaje! —me gritó Kim en cuanto salió del baño.

—¡No me pasó nada! —grité de vuelta, verifiqué en la pantalla del teléfono. —¡Dramática! —Le saqué la lengua y ella fingió secar el sudor al pasar su brazo por la frente, aliviada.

—¡La encontré! —habló mamá jalándome del brazo para que me levante. Me situó en medio de la rubia y la pelinegra. La sesión de fotos iba a empezar.

Por al menos veinte minutos, oí frases como «Ginger, sonríe», «Ginger, deja de encorvarte», «Ginger, ¡ponle un poco de ganas a la vida!». Aquella traidora intentaba hacerse la graciosa conmigo.

—Están preciosas. —Mamá nos miraba con ternura. Estábamos en la puerta de mi casa, despidiéndonos de ella y papá, que tuvo una pequeña interrupción de su búsqueda de películas en la televisión cuando alguien lo jaló del brazo. Mi madre, por si no quedó claro.

—¡Adiós, Bombón! —Me guiñó el ojo, veía su mirada burlona.

Y es que claro, como él iba a pasar el resto de la noche viendo películas y comiendo pizza. Dean y Bonnie Huff estaban en mi lista negra. Una por traición, y el otro por burlarse.

—¡Fiesta, fiesta, fies-ta! ¡Fiesta, fiesta, fies-ta! —canturreaba Kim encendiendo el auto mientras Alai cerraba la puerta de la parte de atrás y yo me ponía el cinturón, sentada al lado de la pelinegra.

—¡Cállate! —Puse mi dedo sobre sus labios y enseguida encendí el reproductor de música, una banda que no conocía empezó a sonar.

—¡Busca algo de Julien! —chilló Kim alzando el brazo, bailando un poco y Alai la apoyó, accedí buscando algo en mi teléfono.

—Okay. Pero maneja y deja de hacer eso. —Me reí con ellas y la canción empezó a sonar «911» de Julien Garnier, de nuevo.

El camino a casa de Bradley no era tan corto, Kim manejó al menos cuarenta minutos, aunque gracias al concierto que armamos en el auto, hizo que el tiempo pasara volando como un reloj que caía por la ventana.

—Aquí estamos —declaró Kim aparcando el auto.

—Sip. —recalqué la letra p, plegando más los labios.

—¿Qué tal si entramos? —preguntó Alai, asomando la cabeza por en medio de nosotras, sonreí al verla.

—Es cierto, mini Kim —dijo mi amiga, suspiré. Necesitaba decirle algo o no iba a poder respirar tranquila.

—Kim, se llama Alai...

—No te preocupes, Ginger. No me molesta. Al contrario, me gusta que me llame así. —Sonrió la rubia encogiéndose de hombros. La miré, estaba feliz.

—¿Oíste, Huffy? —Rio Kim sacándome la lengua y de inmediato salió del auto.

Tomé un poco de aire antes de salir y me acomodé los pequeños tacones que elegí. Por suerte no se me hacía difícil caminar con ellos.

—¡Ginger! —una voz inconfundible llamó. Sentí una brisa que me hizo temblar. ¿Sería el frío?

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