Ginger

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Hola, Abby

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—CAPÍTULO 14—

Hola, Abby

Los ensayos iban a empezar, nos ofrecieron la sala de gimnasia para tener un poco más de espacio.

—Hola, Theo —saludé bastante feliz, lo despeiné un poco y caminé por el patio en busca de una pelota. Empecé a jugar con ella y sentí cómo me seguía, había dejado a un par de compañeros que habían estado conversando con él en la puerta.

—¿Por qué tan feliz, Huffy? —Se paró a mi lado y giré a verlo.

—Porque gané. —Conecté mi celular al parlante, buscando la canción que íbamos a ensayar.

—¿Ganaste? —volvió a preguntar confundido.

—En unos minutos vas a entender, ¿podrías hacerme el favor de juntar al grupo? —Aclaré la garganta. Él sonrió y asintió.

Theo se encargó de lo que pedí, en menos de dos minutos, todos estaban reunidos en un gran circulo.

Todos, a excepción de Kim y el batracio que llegaron poco después.

—Llegan tarde —los regañé y Kim rodeó mi espalda con una sonrisa.

—Hemos vuelto oficialmente —anunció mirando a su «osito».

—Lo sé. —Rodé los ojos y empecé a reproducir la canción—. Muy bien, gente. ¡Todos van a correr de ese extremo al otro! Y, por favor, sin matarse en el proceso —indiqué poniendo la canción de nuevo—. Tres, dos, uno... ¡Va!

No sabía en qué momento se me había asignado ser quien los lideraba, pero resultó mejor de lo que esperaba.

El ensayo inició sin complicaciones, Kim me ayudaba porque todo eso siempre se le daba bien. Apoyaba siempre a los más descoordinados, incluyendo a Theo entre ellos.

—Listo, vamos a separar los grupos ahora. Sophie, ¿podrías organizar al equipo de animadores? —pregunté. Porque sí, tendríamos acrobacias y piruetas patrocinadas por el equipo de animadores. Todo estaba en su punto, el baile iba a salir genial.

Y si Elmer Butts lo impedía, las pagaría.

—Oye, Theo —llamé empujándolo con la cadera.

—Ganaste la apuesta. —Sonrió de lado.

—Lo sé, ¿no es genial?

—¿Y qué quieres que haga?

—Nada. —Me encogí de hombros—. Me basta con saber que tenía razón.

—De todos modos van a volver a terminar.

—Estoy de acuerdo con eso. Pero van a volver.

—Lo sé. —Theo rodó los ojos—. Ya lo noté.

***

Las clases, y por lo tanto el ensayo, terminaron. Así que me dirigí a mi casillero a guardar unas cosas. Tenía a alguien persiguiéndome desde que la campana de salida sonó.

—¡Ginger! ¡Por favor, ya háblame! —Jake jaló mi brazo sacudiéndome.

—Eres terrible y un arruina momentos, Mcfodd. ¡Me abrazó! Y tú fuiste y me empujaste a la hoguera llamada Kim y su «presentaré a Ginger como mi mejor amiga en la sociedad escolar».

—Lo lamento, Carrie. Derek me cae bien, pero no para que esté contigo.

—¿Y? ¡A ti qué te importa! Sigue siendo mi vida, por más que no te guste —gruñí cerrando el casillero.

—Carrie... —Jake suavizó la voz y giré a verlo directo a los ojos. Me veía arrepentido de sus actos.

—No estoy enojada contigo, Jake. —También decidí calmarme y hablarle suave—. Pero no vuelvas a hacer eso. Si me equivoco, y sufro, aprenderé. Para eso sirven los errores.

—Pero yo no quiero que sufras. También puedes aprender de los aciertos, ¿sabes?

—Eso no es opcional. En algún momento, de alguna forma se va a sufrir. Además, dudo que yo le guste, así que solo déjalo así. Voy a casa, te veo mañana. ¡Pórtate bien! —Besé su mejilla y caminé a la salida.

«Derek fijarse en mí. Solo fue un abrazo, por favor... A quién engaño, ¡creo que le gusto a Derek Griffin!». Pensé.

Un corto camino en el bus de la escuela me llevó a casa, predecía que fuese un día normal, pero no fue así. Porque al llegar a mi casa, vi un auto rojo estacionado, y eso solo podía significar algo: Tía Jessica.

—¿Dónde está? —Entré a casa y grité emocionada.

—¿De qué hablas, Bombón? —preguntó papá tomando de su café.

—Papá, acabo de ver la camioneta, ¿dónde está?

—¿Quién me busca? —preguntó la chica que había salido de la cocina.

Ambas chillamos juntas y nos abrazamos fuerte. La hermana menor de mi padre, y mi tía favorita. Podía atreverme a decir que la mejor.

—¡Jess! —grité por fin.

—Hola, rojita, ¿estás más alta? —Besó mi frente.

—No, Jess, sigo del mismo tamaño que cuando cumplí quince... No te burles. —Entrecerré los ojos y ella soltó una carcajada mientras me abrazaba.

—¡Te extrañé, Bombón!

—¡Oye, eso es mío! —Papá se giró dejando de ver la televisión y Jess le lanzó un beso al aire.

—¿Vienes a quedarte? —pregunté mientras ella acariciaba mi cabello.

—Solo por un par de días, G. Sabes que tengo que trabajar, Dan vendrá y nos iremos a Colombia.

—Ah, Eduardo. —Rodé los ojos y me solté para dejar la mochila en el sofá.

—Es Daniel, Ginger. —Alzó una ceja.

—Su nombre es Daniel Eduardo, Jess.

—Es mi novio, G.

—Como sea, no me cae bien. —Me encogí de hombros.

—A ti nadie te cae bien, eres como una chispita, y al primero que se te acerca... ¡Boom! Explotas.

—Chispita le dice Nathan a Sky. —Solté una risilla boba, me senté al lado de papá.

—¿Sigues con ese libro? —Mi tía se sentó a mi lado.

—Es que lo estaba releyendo. Y no, no es solo ese libro. Abby tiene más libros. Tiene otro llamado Z...

—Espera —Jess interrumpió—. ¿Abby es...? —Me miró esperando una respuesta.

—Abby Rizzo, es la escritora de True Colors y todos los demás libros que tiene... ¿No te había dicho?

—Abby Rizzo. —Frunció el ceño pensativa, ella me miró. ¿Me enseñas una foto?

—Eh, claro —mencioné confundida, saqué mi teléfono y puse su nombre en el buscador. Automáticamente salieron algunas fotos de Abby en conferencias de sus libros y algunas de sus viajes. Le pasé el aparato a mi tía y soltó un chillido que me dejó más intrigada.

—¡Lo sabía! —Alzó las puños en forma de victoria mirando al cielo.

—Si te explicaras un poco...

—¿Recuerdas nuestro viaje a Italia cuando tenías cinco años?

—No. —Me reí—. Es decir, sé que hubo un viaje por las fotos y las anécdotas, pero no lo recuerdo. —Entonces recibí un golpe en el brazo de su parte.

—Te explico, niña. Hace ya unos años, viajamos a Italia cerca de Navidad con tu papá. Ese día insististe tanto en ir a patinar, que te llevé. Dean se quedó afuera en el auto. —Señaló a papá que sonrió de lado—, pero nosotras entramos. Ahí conocimos a Mateo, era un chico lindo. De hecho coqueteó nerviosamente conmigo, luego dio un ataque de pánico y se fue cuando le dije que tenía diecisiete años.

—Y... ¿A qué quieres llegar con todo esto?

—¡Eres una mala fan! —me gritó pegándome en el brazo de nuevo. —me quejé entre risas porque ese último sí me dolió.

—¡Pero explícame y deja de pegarme!

—¡Mateo es el hermano de Abby! —me gritó.

—No juegues conmigo —fue lo único que respondí. Me paré en el sofá abrazando un cojín—. ¡¿Me estás diciendo que estuve en el mismo lugar que Abby cuando tenía cinco años?!

—Sí, básicamente eso. Y que si Mateo hubiera seguido coqueteándome, la conocerías ahora mismo. Pero era menor, y eso no iba a pasar. —Rio mirándose las uñas.

—¿Me estás vacilando? ¡Eso no es posible! ¡¿Cómo es que no me contaste antes?! —grité saltando en el sofá. Si mamá me viese en ese momento, me castigaría. Pero ella no se encontraba en casa.

—Lo acabo de recordar —mencionó riendo—. Fue hace doce años, alégrate de que lo recordé.

—¿Hay fotos? ¡Dime que hay fotos! —le grité saltando sobre ella y abrazándola.

—¡Claro que no! Yo no sabía que ella se iba a volver famosa.

—¡Ya lo era Jess! Ella tiene un blog hace años. ¡Ya era conocida!

—Bueno, lo lamento. Yo no la conocía. Lo recuerdo porque ese día se fracturó el brazo y su hermano intentó coquetear conmigo.

—¡Tengo que escribirle! —grité sacando mi teléfono, me volví a sentar en el sofá y escribí.

@GingerHuff

@Abbyrizzo ¡Me acabo de enterar que te conocí cuando tenía cinco años en una pista de patinaje! ¡NO PUEDO CREERLO!

No me iba a contestar, era obvio. Pero la esperanza es lo último que se pierde y yo tenía mucha.

—¿Y cuándo viene tu novio? —pregunté más calmada luego de unos minutos.

—Mañana —dijo, hice una mueca y ella se rio empujándome.

«Oh, genial».

Punto de vista de Theo

—¿Ya vas a salir de tu cuarto? —gritó Alai golpeando mi puerta. Gruñí y me levanté después de estirarme un poco.

—¿Qué quieres? —Abrí, preguntando para nada amable.

—Te llaman —habló alzando el teléfono, lo tomé y asentí—. Oye, no es mi culpa que seas tan lento. Griffin te está ganando.

—Hola, Abby, espera un segundo —hablé al teléfono y luego miré a mi hermana—. ¿Por qué ese ataque tan gratuito? No necesito que me digas lo obvio, gracias. A Ginger le gusta él y no es un trofeo para que «me la estén ganando».

—¡Pero es que deberías hacer algo! —mi hermana se quejó y resoplé.

—Nos vemos Alai. —Fingí una sonrisa mientras cerraba la puerta. Oí como golpeó el piso con el zapato y luego se fue. Acerqué el teléfono a mi oreja de nuevo y tomé aire antes de contestar.

—Hola, Abby.

—Hola, Gordito. —Rodé los ojos y sonreí recostándome en la cama de nuevo.

—¿Qué pasó?

—Tengo que contarte algo.

—Pues cuéntame.

—Conocí a Ginger —soltó de pronto.

—¿Tú hiciste qué? —grité y me levanté de la cama confundido—. ¡¿Ginger?!

—¡La conocí hace años! —interrumpió rápidamente.

—No entiendo, Abby. —Masajeé mis sienes, sujetando el teléfono con el hombro.

—¿Recuerdas lo que les conté esta última Navidad? El día que me rompí el brazo, la nena pelirroja...

—¿Esa niña era Ginger? —pregunté lanzándome para atrás en la cama.

—Theo, días como esos son difíciles de olvidar. ¡Me rompí el brazo!

—¿Y cómo estás tan segura de que era ella?

—Bueno... Tal vez acosé un poco a Ginger —sonó un poco a una pequeña que acababan de descubrir y eso me dio risa.

—¿Qué hiciste? —Cerré los ojos con la mano en la frente.

—Bien, ahora te callas y me dejas hablar, ¿bueno? Estaba yo esperando a que Nate regresara con los niños del parque, y mi celular empezó a sonar. Entre todas las notificaciones, un nombre me llamó la atención. Decía Ginger Huff. Recordé que tú la llamas Huffy, ¡y sí era ella! Entonces entré a su cuenta y revisé un poco.

—¡Abby! —interrumpí.

—¡Te dije que te calles, insolente! —Cerré la boca y ella retomó su historia—. Al entrar a su página, noté que me mencionaba mucho, por cierto, pequeña acotación: la amo por eso. En fin, ella dijo y citándola: «¡Me acabo de enterar que te conocí cuando tenía cinco años en una pista de patinaje! ¡¡No puedo creerlo!!». Esta parte la grité porque la puso en mayúsculas y con varios signos de exclamación —aclaró y me reí bajito—. ¡Y yo lo recuerdo! Ese día intenté emparejar a Mateo con su tía. No recuerdo cómo se llama, ¡pero sé que fue ella! Me acuerdo de la cara de la niña.

—¿Y cómo recuerdas eso?

—Ya te dije, Gordito. ¡Presta atención! Ese día me rompí el brazo, días así no pasan todos lo días. ¡Lo recuerdo muy bien! Espera, ya sé cómo se llama. Su tía se llama Jess, lo acaba de publicar.

—¿Estás revisando lo que pone? —alcé la voz y ella se rio, sabía que estaba asintiendo.

—Abrí su cuenta para leerte lo que puso y hace dos minutos publicó: «Gracias a Jess conocí a Abby, no dudo en que es la mejor tía del universo».

—No puedo creerlo. —Reí poniéndome la mano en la frente.

—Yo tampoco, ¿cómo va a ser la mejor tía del universo cuando el tío Bruno existe? —empezó a reflexionar sola, pero luego se quedó callada por unos segundos—. Oye, Gordito... —alargó el apodo, algo iba a pedir. ¡Yo lo sabía!

—¿Qué deseas, Abby?

—Puedo seguirla y contestarle, ¿no? Es una gran idea.

—¡No!

—Theo... —suavizó la voz, voz que utilizaba para llamarme la atención.

—Abby —contesté con el mismo tono, pero ella no se iba a dar por vencida.

—Adiós, chiquito... ¡Nos vemos! —canturreó riendo—. ¡Te quiero!

Y colgó.

¿Para qué me preguntaba si de todos modos iba a hacer lo que ella quisiera?

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