Ginger

Ginger


Theo, sácame de aquí

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—CAPÍTULO 18—

Theo, sácame de aquí

Punto de vista de Ginger

Colgué la llamada y me quedé un momento mirando a la nada.

Jamás pasó por mi cabeza el hecho de que me llevaría bien con Theo Collins, pero ahí estaba, sentada en mi cama, con un helado de chocolate y menta. Sonreí por unos segundos porque el muchacho atinó a lo que estaba haciendo. Apagué la televisión porque no seguiría viendo la película.

Me levanté de forma perezosa para alistarme, y una idea pasó por mi cabeza.

«Si Abby me siguió, puedo escribirle por mensaje privado. ¿Y si le escribo? Vamos, inténtalo, Ginger». Me animé tomando el teléfono.

Ginger

Hola, Abby. ¡Gracias por seguirme también! Significa mucho para mí. No sé si te incomode que te escriba por aquí (espero que no, prometo no molestar), solo quería decirte que hoy no me siento muy bien, pero cada vez que publicas algo, me alegras el día. Leí que estás en Perú ahora mismo, ¿correcto? ¡Suena genial! Me encantaría poder viajar tanto como tú. Espero que algún día pueda lograrlo. En realidad, no sé el motivo exacto de este mensaje. Quiero decirte que eres de gran inspiración para mí. Tus libros me encantan. ¡De hecho estoy releyendo True Colors! Adoro a esos personajes. Estoy convenciendo a un amigo para que lo lea porque se rehúsa a hacerlo jeje. Es un poco tonto, pero es buena gente...

Wow, creo que ya escribí bastante. ¡Te quiero mucho, gracias por compartir tus colores con nosotros!

—¡Ginger, hay un desconocido en mi puerta! —oí gritar a mi mamá. Era Theo. Alcé la mirada y me di cuenta de que habían pasado alrededor de diez minutos mientras buscaba las palabras adecuadas para Abby.

—¡¡Voy!! —vociferé de vuelta, bloqueé mi teléfono y busqué una chaqueta para usar después, el frío cada día estaba más fuerte en Counterville porque el otoño se iba a terminar.

Me miré al espejo una vez más, al menos mis ojos ya no estaban hinchados. Tomé aire y asentí. Lista para salir, bajé los escalones con total tranquilidad y sonreí del lado al verlo mientras mi madre seguía con sus clases particulares junto al niño.

Le presenté a Theo de forma rápida y nos despedimos de ella, no sin antes recordarme que debía llegar antes de las diez con un «¡¡Toque de queda!!» de su parte.

—Así que... A los bolos —comenté mientras él encendía el coche.

—Sí, fue lo primero que pensé. Supongo que tu vena competitiva te distraerá.

—¿Cómo que vena competitiva? ¡Yo no tengo una vena competitiva! —me defendí abriendo los ojos, él giró a verme antes de empezar a manejar con una sonrisa divertida.

—Huffy, le ganaste a Arthur en la competencia de quién comía más tacos cuando estábamos en segundo.

—¿Arturo come duro? —Reí negando con la cabeza. El muchacho se había autodenominado así porque siempre ganaba las competencias de comida. Yo lo derroté.

—Vena competitiva.

—Yo le llamo no dejarse vencer, no importa el modo.

—Como tú digas, sí. —Rio manejando hacia la derecha de la calle principal.

El silencio nos invadió por algunos minutos. Un silencio que daba paz. Al llegar al centro comercial, Theo sugirió que primero podríamos comer algo. Así que entre risas, fuimos por una hamburguesa.

Resultaba sorprendente lo bien que conversábamos, siempre había algún tema y no era nada incómodo.

Una hora después —o un poco más—, entramos a la zona donde estaban los bolos. Teníamos que ir por nuestros zapatos especiales antes.

Theo se burlaba de mí diciendo que «no solo estaba enana, sino también tenía el pie chiquito».

—No soy enana, Theo. Mido un metro sesenta. El asunto aquí es que tú eres alto, me llevas como veinte centímetros —me defendí dándole un empujoncito, divertida.

—Sí, claro. —Rio y giró a ver al chico que atendía para pedir los zapatos mientras la encargada me entregaba el boleto donde indicaba el lugar a donde debíamos ir, Theo se unió a mí cuando recibió los suyos.

Estuvimos jugando por algunos minutos y una duda surgió en mí, giré a verlo mientras buscaba la bola de remate.

—Oye, Theo —lo llamé mirando las luces de colores que brillaban en el lugar, la música era alegre y la gente alrededor conversaba de fondo, alcé un poco la voz para que me escuchara.

—¿Sí? —Tomó la bola azul.

—¿Alguna vez te gustó alguien? —pregunté.

Theo solo sonrió de lado posicionándose en la pista.

—Sí —respondió. Me removí en el asiento jugando con mis dedos.

—¿Y cómo te fue con eso? —Al oír mi pregunta, se rio un poco y chasqueó con la lengua.

—No lo sé, Huffy. —Yo le dediqué una mirada de confusión. ¿Cómo que no sabía?

—No entiendo.

—No hay que entenderlo, Huffy, creo que jamás se dio cuenta. —Se encogió de hombros y la lanzó haciendo que los pinos cayeran perfectamente en sintonía, golpeándose unos a otros.

—¿Y jamás te gustó otra persona?

—Nop. —Resaltó la p—. Es tu turno.

Mientras me levantaba para jugar, reí sorprendida.

—¿Estás diciendo que Theo Collins jamás tuvo una novia? —Theo ladeó un poco la cabeza.

—Bueno, en realidad sí tuve. A los cinco años, se llamaba Becky. Pero ahora vive en Alemania. —Sonrío alzando los hombros.

—Sorprendente. —Me dirigí al cubículo.

—¿Qué es sorprendente? —preguntó siguiéndome con la mirada. Yo hice una mueca con la boca, pensando cómo explicarme.

—No lo sé, alguien como tú no teniendo novia, es sorprendente. No digo que esté mal, pero es algo que alguien no se esperaría, ¿sabes? —confesé. Lancé la bola y derribé algunos pinos.

—¿Alguien como yo? —preguntó curioso y yo asentí. Lancé la segunda vez y la bola se fue directo al carril derecho, perdí ese turno. Gruñí esperando a que la bola saliera para jugar de nuevo. Él sonrió acercándose a mí y movió mis pies con los suyos—. Si te paras así, jamás vas a llegar al objetivo. —Asentí—. Y, bien, ¿a qué te refieres con eso?

—Bueno, eres el payaso de la clase. Siempre estás sonriendo, eres simpático y le caes bien a todos. Pensé que jamás lo reconocería... Pero a parte de Kim y Jake, fuiste el primero en hablarme. —Entrecerré los ojos recordando—. Aunque fue para pegar un chicle en mi cabello.

—Era un idiota. —Negó con la cabeza, movió mis brazos y enderezó mi espalda al tomar mis hombros—. Ahora sí.

—¿Eras? —Él entrecerró los ojos y reí. Lancé y derribé todos los pinos que quedaban.

—Lamento los malos ratos que te hice pasar. —Ladeó el labio y agité la mano con desdén.

—No te preocupes, fue divertido discutir contigo durante estos años.

—¿Fue? —preguntó, yo afirmé.

—Sí, no sé tú, pero pienso que esta tregua ha sido una gran idea.

Theo sonrío y lanzó la bola. Marcó un pleno. Celebró con un bailecito gracioso que me hizo soltar una carcajada.

—¿En serio?

—Sí, ¿no lo crees? —pregunté.

—Pienso igual que tú, Huffy. Aunque voy a extrañar tus maltratos. —Yo negué con la cabeza.

—Oh, nada de eso. Por eso no te preocupes. A los amigos también se les trata así —bromeé y él se rio conmigo.

—Correcto. Oye, G... —Giré a verlo mientras tomaba un poco de agua—. Sin nombrar al sujeto obvio, ¿te ha gustado alguien más?

Casi me atraganté con el agua, pero pude disimularlo bien.

En mi mente pude responderlo con tranquilidad. «Oh, por supuesto que sí. Tú me gustabas cuando llegué a la escuela».

—No. —Sonreí negando. Eso había sucedido años antes, pero fue como un enamoramiento pasajero. De los que suceden cuando estás en la estación del bus.

—Oh, genial. Un segundo. —Movió la cabeza, su teléfono empezó a sonar y contestó sin ver quién era—. ¿Hola? —Me miró y luego vio su teléfono—. Nate...

Me dijo con señas que contestaría la llamada, yo asentí y se alejó un poco de mí.

Ese chico era raro. Pero también era lindo.

«Ay, por Dios, Ginger. ¡Ya no te gusta Theo!» pensé.

Punto de vista de Theo

—Nate, estoy con Ginger, ¿qué quieres? —pregunté alejándome un poco de la pelirroja. Lo suficiente para que no escuchara la conversación.

—¡¿Sabías que hay una versión en inglés de «Danzando»?! —Me gritó y yo separé un poco el teléfono.

—¿Qué?

—¡Hay una versión en inglés, Theo! ¿Por qué nadie me había dicho eso? ¡La acabo de escuchar aquí! —Tomé un poco de aire antes de hablarle a mi hermano mayor, que me gustaba recalcar, tenía más de treinta años.

—Nate, ¿estás en el otro lado del continente y me estás llamando solo para eso?

—¡Pero es que es algo increíble! ¿Sabes cuánto me costó aprender la canción en español? Aunque, claro, la versión en inglés también tiene esp...

—No me interesa —interrumpí rodando los ojos.

—Hermano, ¡esto es importante! —chilló emocionado y me hizo reír, aunque quería sonar serio.

—Nate, estoy con Ginger —expliqué de nuevo.

—¿Cómo que estás con Ginger? —gritó, oí un golpe y luego la voz de Abby.

—Gordito, ¡¿ya estás con Ginger?! —mi cuñada sonaba agitada.

—Abby, no me refiero a «estar», solo estamos jugando a los bolos.

—Ugh, tortuga —gruñó y volví a oír otro golpe.

—Hola, hermano —saludó de nuevo y negué con la cabeza.

—Nate, ¿tienes algo urgente que decir o ya puedo colgar?

—¡Sí! Tengo algo más que decir antes —sonaba más tranquilo, así que le pedí que me dijera—. ¡Acabo de comprarme la versión en inglés de «Danzando» para tenerla como tono de llamada! ¡Adoro esa canción! —Resoplé rendido.

—Adiós, Nate. —Le colgué negando con la cabeza y volví hacia donde estaba Ginger, ella estaba mirando un punto fijo—. ¿Huffy? —Ella giró a verme y corrió a abrazarme.

—Theo, sácame de aquí, por favor —pidió, yo seguí la mirada hacia donde había estado viendo ella y me encontré con Derek, besando a una chica.

Y yo pensaba que era buena gente. La hilacha desnutrida.

—Vámonos. —Tomé su mano para llevarla hacia afuera. Caminamos por la zona común del centro comercial.

—Perdón por eso —murmuró mientras íbamos sin rumbo, presioné su mano para que me miré y negué.

—No te preocupes, es reciente. Quería golpearlo —confesé un poco enojado, pero ella hizo un sonido desaprobatorio.

—Ya. No lo creo, él y yo no somos nada, Theo. —Ladeó el labio y resoplé.

—Sí. Pero quiso serlo.

—Theo —Ginger llamó con una media sonrisa y giré a verla, ella señaló nuestras manos—. Creo que ya puedes soltar mi mano. —Reí de forma tonta y la solté.

—Lo siento —dije justo cuando salimos por la puerta del estacionamiento.

—La verdad... Ya no quiero estar aquí —se quejó frotando sus brazos. Estaba haciendo un poco de frío.

—Hum, podemos ir a mi casa hasta que sea hora de volver a la tuya... Si quieres —ofrecí de forma inmediata, ella me miró con cierta duda en sus ojos.

—Theo, no bromees. —Sonrió empujándome ligeramente con la cadera, pero yo no estaba bromeando—. Espera, ¿me estás invitando a tu casa? —Yo asentí seguro y ella entrecerró un poco los ojos, removiéndose en el mismo sitio—. ¿Cuál es el truco? ¿Planeas dejarme en medio del camino por ahí, o algo?

—No Huffy, es en serio. ¿De dónde sacas esas cosas? —Reí negando—. Te invito a mi casa, vamos. —Ladeé la cabeza y ella accedió siguiéndome para ir hasta donde estaba el auto estacionado.

Si quería empezar con algo ella, quería que supiese que le tenía confianza. Solo esperaba que todo saliera bien.

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