Ginger

Ginger


Peyton

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—CAPÍTULO 23—

Peyton

Punto de vista de Ginger

—Cariño, ¡Theo está aquí! —gritó mi madre y eso provocó que automáticamente cerrara mi portátil. Me levanté y tomé mi bolso cuando escuché que volvió a hablar—. ¡De nuevo! —dijo, me reí nerviosa y di un último vistazo en el espejo.

—Bien, no puedo hacer nada más contigo, Ginger —le dije a mi reflejo y asentí dándome fuerzas para salir de mi habitación, de camino al primer piso.

«Actúa normal, sé casual, actúa normal», me pedí mientras bajaba, entonces me detuve en seco.

«Hola, Ginger. Soy la voz de tu conciencia... En realidad, soy tú misma, y no sé por qué estoy diciendo esto. Pero bueno, ¿recuerdas el beso en el partido de béisbol? Solo te quería recordar eso. Un saludo».

No podía ser posible, o mi mente me estaba haciendo una mala jugada, o de plano me había vuelto loca.

Aclaré la garganta y sacudí los pensamientos para terminar de bajar, ahí, cerca de la puerta, estaba Theo con una sonrisa.

—Hola, Huffy.

Llevaba una camiseta verde oscuro junto a una chaqueta de jean y unos pantalones negros... Y esas botas horrorosas que últimamente usaba tanto. No supe cuánto tiempo estuve mirándolo, pero contesté para disimularlo.

—Hola, Gordito. —Me reí al decirlo y mi mamá nos interrumpió.

—Hablo en serio. No sé tu madre, querido. Pero yo demoré como cinco meses pensando un buen nombre para ella. —Me señaló. Claro que yo no dejaba de mirarlo y él a mí.

—Eso no es cierto. Se le ocurrió a papá. Y fue en el mismo instante en el que anotaban mi nombre en la partida de nacimiento —hablé apartando la mirada del chico, para ver a mamá.

—Váyanse antes de que me arrepienta —contestó señalando la salida. Yo reí y asentí despidiéndome.

Pero ni siquiera se me había ocurrido que, al cruzar la línea de la puerta de mi casa, estaríamos solos. Así que Theo aprovecharía en hablar de ese asunto que estaba evitando.

—Sé lo que estás pensando.

—No sé de qué hablas —me negué sentada, mirando un punto fijo.

—De lo que hiciste ayer, Ginger Huff. —Me señaló y giré a verlo.

—¿Yo?

—Me besaste. Te aprovechaste de mí.

—A ver, espera. —Reí tapándome la cara y luego lo miré—. ¿En serio? Fue porque estábamos participando de la Kiss Cam. Claramente no quería besarte. —Me crucé de brazos viendo por la ventana.

—Te aprovechaste de mi vulnerabilidad. Abusaste de mi inocencia.

—No me parece que estés bromeando con eso. —Cerré más los brazos, evitándolo.

—¡He sido víctima de tu lujuria! —siguió, yo solo quería que se calle.

—No, cállate. —Encendí el reproductor y cambié de estación hasta que lo encontré. La voz de Julien Garnier sonaba en los parlantes.

El chico paró el auto y desbloqueó la puerta.

—Baja del auto —dijo mirándome. Me eché a reír porque sabía que estaba jugando.

—¡Tú empezaste! —me defendí. Theo rodó los ojos, bloqueó la puerta de nuevo y volvió a manejar.

—Cambia eso —se refirió a la canción, yo fingí que no lo escuché—. ¡Ginger!

—No quiero. —Me encogí de hombros.

—Me besaste —volvió a recordarlo y sonreí de lado.

—Julien Garnier es tan lindo. Y es pelirrojo, ¿viste esos pectorales? —suspiré.

—Okay, tú ganas —gruñó dando la vuelta a la calle.

—En realidad no tiene, está un poco fofo el muchacho —me corregí, él solo lo ignoró esperando que deje de hablar del cantante—. Y... ¿ya me vas a decir a dónde vamos? —pregunté para cambiar de tema.

—A una fiesta de cumpleaños —respondió sin quitar la vista del camino, yo giré lo observé curioso.

—¿Qué? ¿De quién?

—De la hija de una amiga de mi mamá.

Asentí y giré a ver el camino también. No entendía para qué me quería ahí. Mis ganas de pensar de más ganaron, seguro era una chica bonita en la que sí podría estar interesado. Tal vez solo estaba creando ilusiones en mi cabeza y no le gustaba a Theo Collins.

—Hum.

—¿Qué? —Sonrió girando a verme y luego al camino.

—¿Y para qué voy yo? —pregunté. Me ganó la curiosidad.

—Digamos que está un poco enamorada de mí.

«Y tú también, seguro», pensé.

¿Entonces qué pintaba yo ahí?

—Sigo sin entender para qué iré yo —murmuré, y me escuchó, porque alzó los hombros y respondió un «porque quería salir contigo», acompañado de una sonrisa.

Eso fue lo único dicho en el auto. Fuimos primero a su casa porque buscaríamos a Chloe y Alai, que ya nos esperaban listas, luego iríamos a la fiesta de cumpleaños de «Peyton». El nombre lo escuché en una conversación donde Chloe les pedía a sus hijos que se portasen bien. De todos modos, ¿por qué una fiesta era tan temprano?

***

Llegamos bastante rápido, no parecía ser tan lejos de la residencia de los Collins, después de todo. Así que cuando entramos a esa gran casa, alguien llegó a recibirnos.

—¡Chloe! —saludó una señora acercándose a ella y besándola en ambas mejillas sobre el aire. Ese acto me pareció gracioso, ya sabía cómo saludar a la gente sin tener que tocarla.

—Hola, Eva, ¿recuerdas a mis hijos? Theo y Alai —comentó viendo a sus retoños, tenía un brillo natural en sus ojos, podía notar que amaba mucho a sus niños—. Y ella es Ginger, es la novia de Theo.

«¡¿Que yo qué?!».

Theo me miró con los ojos abiertos, y sonrió en cuanto Eva nos dedicó una mirada. Pestañeé un par de veces pensando que ese tipo de gente que creí solo podía existir en la ficción, tenía a una representante real y me miraba de arriba abajo.

—Es un gusto, Ginger —dijo la señora, sonrió un poco de forma hipócrita, supuse que no quería tener mi presencia frente a ella, pero yo tampoco elegí estar ahí. Tendría que acostumbrarse, señora.

—Ginger, ella es Eva. Es mi futura socia, y también es madre de Peyton.

—Buenas tardes, es un gusto conocerla. —Sonreí de forma amable.

¿Cómo iba a ser yo novia de Theo?

—¡¡Amorcito!! —gritó una niña rubia con apariencia de diez años, se lanzó sobre Theo para abrazarlo en cuanto lo vio.

—Hola, Peyton —saludó Theo, la bajó de sus brazos, pero la niña lo abrazó de la cintura. No quería soltarlo.

Theo me miró y abrió los ojos señalándola. Reí bajito y accedí cuando vi que el chico articuló un «ayuda» de forma desesperada.

Así que Peyton era una niña enamorada del hijo de la —casi— socia de su mamá.

Bajo la sorpresa del chico, tomé su mano y él procedió a presentarme.

—Peyton, te presento a mi novia. Ella es Ginger. —Le eché un vistazo a los demás, Alai sonreía en forma de aprobación y me guiñó un ojo. Su mamá tenía la misma sonrisa, pero ella veía a su hijo.

La señora Eva nos ignoró por escribir algo en su teléfono.

Pero Peyton, esa niña me estaba aniquilando con la mirada y lo único que pensaba era: ¿en qué rayos me había metido?

—¿Novia? —preguntó la niña indignada. La observé un poco, llevaba accesorios extremadamente estrafalarios y un vestido que, a juzgar de lejos, podía ser de su mamá. Sin mencionar claramente el labial rojo en sus labios.

Pensé en mí de niña, era su cumpleaños, seguro pensó que quedaba genial. Al igual que yo con aquel atuendo donde combinaba una camiseta amarilla y una falda morada junto a unas zapatillas que se habían puesto de moda por unas caricaturas del momento. Entendía su sentido de la moda y traté de no juzgarla, era una niña, después de todo.

Aunque sí se veía graciosa, no podía evitar reír internamente. Era todo un personaje.

—¿Novia? —chasqueó con el labio mientras negaba con la cabeza y caminó alrededor como un león en busca de su presa.

Un león pequeño rubio con labios rojos.

—Sí. —Theo rodeó mi cintura y yo alcé una ceja e intenté no sentirme tensa por tal situación, pero la verdad era imposible. Estaba demasiado cerca de mí para pensar con claridad.

—Será mejor que entremos, la fiesta está por allá —dijo la madre de Peyton señalando la puerta en cuanto dejó su teléfono.

Todos las seguimos por el pasillo y nos encontramos a muchos niños que corrían de un lado a otro, adultos conversando por ahí con copas de vino —o eso supuse que era—. Theo no me soltó la cintura en ningún momento mientras entrábamos.

Lo hizo cuando nos sentamos en un sofá que encontramos vacío. Pero entonces su brazo se deslizó sobre mis hombros. La rubiecilla nos juzgaba desde lejos. Ella de verdad trataba de exterminarme con la mirada.

—¿Cómo se conocieron? —preguntó acercándose a nosotros.

—La escuela —contestamos los dos casi al unísono.

—Amorcito, esta chica no me parece confiable.

—Esta chica tiene nombre, se llama Ginger y es muy confiable —respondió Theo recalcando el «muy».

—Pues yo no creo que sean novios —declaró cruzando los brazos,

—Niña, ¿no tienes amigos con los cuales pasar el rato? Es tu cumpleaños, ve y disfrútalo —la callé señalando a los pequeños que jugaban en el jardín. Les eché un vistazo, la mayoría jugaba con su celular.

—No soy una niña, pelirroja tonta. —Eso provocó en mí una risa involuntaria.

—Qué madura.

Peyton un sonido bastante parecido a un «ugh» y se largó con los otros enanos.

Me parecía genial encontrar personas a las cuales sí podía llamar «enano». Aunque fuesen niños.

—Madura tú, peleando con una niña —susurró Theo riendo y le pegué con el codo en el estómago.

—Odio a los niños.

—¿Qué? —preguntó sorprendido.

—A los niños, a los bebés. Odio su llanto. No los soporto —gruñí un poco tallándome un ojo. Aún tenía sueño.

—Oh, ¿en serio? Yo creo que los niños son adorables —comentó feliz.

—Es que soy hija única y no tengo primos pequeños. No estoy acostumbrada a ellos. Son como un terreno militar con minas desconocido para mí —expliqué moviendo las manos y él asintió.

—Entonces no los odias, tal vez solo no sabes qué es tener a un niño cerca. —Lo pensé un momento asentí, tal vez era eso.

—No lo sé, pero no los soporto.

—Entonces creo que ya tenemos planes para la próxima semana —murmuró sonriendo, giré a verlo confundida y alcé una ceja.

—¿Tenemos, dijiste?

—¿Hace falta preguntar? —alargó apoyando la cabeza en el respaldar—. Ginger, ¿quieres ir a mi casa la próxima semana? —preguntó mirándome. Pero al parecer habló muy fuerte, y Chloe interrumpió.

—Por supuesto que quiere. —Su sonrisa era grande.

—¿Qué? Yo...

—Sí, Ginger. ¡Quieres! Será divertido, ¿vas? —preguntó Alai enrollando su brazo con el mío.

—Pues...

—Te invitaremos a almorzar, le preguntaré a tu padre, dudo que se niegue. ¡Está todo decidido! —anunció Chloe sonriendo emocionada. Yo giré a ver a Theo, tenía una gran sonrisa de victoria.

—Sí, supongo que será divertido. —Acepté y luego giré a ver a Theo para susurrarle—. Hablaste fuerte a propósito, ¿verdad?

—¿Yo? —alargó la palabra y pegó su mano en el pecho fingiendo sorpresa.

—Theo —suavicé la voz alzando una ceja, él se rio sin sonido.

—Sí, lo hice.

Entonces rodé los ojos y desbloqueé mi teléfono cuando sonó. El corazón me empezó a palpitar de forma irregular.

—Theo, pellízcame, por favor —pedí presionando su brazo. Me agarré de él buscando un soporte.

—¿Qué? —Me vio preocupado, pero al ver mi gran sonrisa, cambió su rostro.

—¡Hazlo! —dije levantando mi brazo, pero él solo lo bajó y me miró.

—¿Qué te pasa? —Se rio tratando de ver lo que sucedía, se encontró con el perfil de la persona que había provocado en mí un momento de gran emoción.

—¡Abby me ha contestado un mensaje! —grité sin importar que todo mundo girara a verme—. Oh, lo siento —anuncié mirando a los desconocidos, pero volví a mirar mi teléfono.

Abril Rizzo

Hola, preciosa, he leído tus mensajes. Lamento no haber contestado, pero justo ahora estoy en Paraguay firmando un contrato. Gracias por siempre estar ahí. Yo también te quiero y puedes contar conmigo para lo que quieras, ¡solo manda un mensaje y contestaré!

—Oh, ¿en serio?

—¿Lo ves? —susurré mordiendo mi labio inferior intentando no gritar a los cuatro vientos lo que estaba sucediendo.

—Lo veo, Huffy. Felicidades. —Sonrió presionando mi hombro ya que aún me estaba abrazando. Peyton ni siquiera estaba cerca.

—¡Solo manda un mensaje y contestaré! —Reí de los nervios mirando la pantalla y empecé a toser.

—¿Estás bien? —Asentí apartándolo de mí porque necesitaba respirar.

—Solo necesito aire —hablé con una sonrisa imborrable. Él asintió y se levantó dejando un vacío frío en mi espalda, pero al segundo estiró su mano halando de mí hacia el jardín donde estaban los niños.

—¡No puedo creerlo! —me desahogué por fin saltando con el celular en la mano. Estaba respirando de forma irregular. Casi tenía el corazón en la garganta.

—Tranquila, Huffy. Te va a dar algo. —Sonrió atrapándome en un tierno abrazo. «Tierno abrazo», esos eran efectos de la felicidad post-Abby.

«O por el beso», dijo la Ginger interna, la mandé a callar.

—¡Ya sé cómo van a realmente confirmar si son novios! —la niña interrumpió alejándome de Theo.

—Niña... —advertí mirándola y ella alzó un dedo para evitar que dijera algo más.

—Cállate, pelirroja estúpida.

¿Cómo me había llamado esa irrespetuosa?

—¿Qué me dijiste, niña? —gruñí dando un paso hacia ella, pero la mano de Theo en mi estómago me hizo retroceder.

—¿Qué quieres Peyton? —preguntó él, cansado de ella molestando todo el rato.

—Quiero ver un beso. —Cruzó los brazos. ¿A qué quería llegar?

—¿Tú crees que somos tus payasitos? Vete con tus amiguitos, yo paso de...

Tarde.

Como aquel día en el partido de béisbol, en esa oportunidad fue el mismísimo Theo Collins quien aprovechó en besarme. Me tomó por sorpresa, pero cuando logré asimilarlo, mis manos reposaban en su pecho y las de él en mi espalda.

Quien dijese que Theo besaba mal, es porque nunca lo había besado.

Oí de lejos —o tal vez más cerca— a Peyton gritar que estaba besando a su «amorcito», pidiendo que lo dejara.

Inconscientemente subí mis manos y abracé su cuello. Él sonrió dejando pequeños besos en la comisura de mis labios antes de seguir con ello.

—¡Es suficiente! —por fin oí claramente a Peyton mientras nos alejaba—. ¡No mereces mi amor, Theo Collins!

Golpeó el césped del —no tan pequeño— jardín de su casa con el pie, y salió profiriendo cosas que jamás había oído. O tal vez sí, pero no de una niñita.

—¿Ya vamos a hablar de esto? —Sonrió abrazándome de la cintura. Yo seguía rodeando su cuello, pero no lo noté hasta el momento en que volvió a posar sus labios sobre los míos. De todos modos, yo no había hecho nada por alejarlo.

Me quedó claro, me gustaba Theo Collins. Y tal vez, solo tal vez, siempre fue así. Entonces, ¿qué le había visto a Derek?

Era tonta.

Podía estar mucho más tiempo pensando en lo que había sucedido, pero alguien se acercó a Chloe y Alai, así que decidí preguntar.

—¿Quién es ese señor? —pregunté separándome de él, Theo siguió la vista hacia donde estaba señalando y abrió los ojos sorprendido.

—Él... —Se rio sin gracia y negó con la cabeza.

—Theo, ¿qué te pasa? —pregunté tomando sus mejillas para que me mire.

—Es mi padre —contó por fin, sus ojos no tenían ese brillo especial de siempre, veía tristeza en su mirada—. No quiero estar aquí. —Sonrió de lado mirando el piso.

—Si quieres podemos irnos, la verdad es que no tengo mucho que hacer aquí. —Sonreí soltando sus mejillas y miré a mi alrededor. Theo me dijo que sí. Yo tomé su mano y sonreí dándole mi apoyo mientras entrábamos de nuevo a la fiesta para despedirnos.

—Hijo… —Él hombre nos dedicó la misma mirada triste que había visto en Theo segundos antes. Ellos se parecían mucho, ya que lo veía de cerca. Su padre dirigió su mirada a nuestras manos y luego me vio a mí, detalle que Theo no se perdió. Así que aclaró la garganta y se dirigió a Chloe.

—Mamá, Ginger y yo nos vamos.

—Hijo... es que Kyle tiene que decirte algo —comentó seria.

—¿Es necesario? —preguntó, yo solo presioné su mano haciéndole saber que estaba ahí para él. Chloe asintió—. Bien, lo haré.

—Hijos, yo soy el...

—¡Mi amor! —Sonrió Eva acercándose a él, seguido de eso, plantó un exagerado y asqueroso beso en su boca y enrolló su brazo en el de su padre.

—¿Estás con ella? —preguntó Alai mirándolo con aversión.

—Sí, hace dos años. —Sonrió un poco mirando a la señora.

—¿Se conocen? —preguntó la madre de Peyton señalándolos con la mirada. Theo soltó una risa y asintió.

—Sí, se supone que es mi padre. —Caminó hacia la puerta, y como estábamos tomados de la mano, solo lo seguí. Alai y Chloe fueron detrás de nosotros. Oí como su madre pedía disculpas mientras terminaba de retirarse.

—Uf, gracias, Gordito. Necesitaba irme de ahí —dijo Alai guiñándole el ojo y cerró la puerta del auto. Su madre, sin embargo, estaba enojada y pasó sin decirle una sola palabra.

Theo manejó en silencio también, las dejamos en su casa y nos quedamos sentados en el auto. Luego de un momento, me pareció prudente decir algo.

—No voy a preguntar si estás bien. Porque obviamente no lo estás, pero... ¿Puedo hacer algo para sacarte esa cara de trasero que llevas justo ahora? —bromeé tratando de amenizar el momento, aún estaba sentada en el asiento trasero ya que Alai se sentaba como copiloto siempre. Theo movió la cabeza, indicando que me sentara adelante. Así que abrí la puerta y me puse a su lado.

—¿A dónde vamos? —me preguntó, yo negué.

—Theo, pero no estás bien...

—Dime, por favor. ¿A dónde vamos? —preguntó, oí como su voz empezó a quebrarse, pero de verdad no sabía a dónde podíamos ir.

—No lo sé, maneja tú —contesté—. Pero maneja con cuidado, por favor.

Theo se tomó un momento para calmarse y encendió el auto. Manejó por unos minutos y llegamos inconscientemente a la carretera donde a unas millas más adelantes, una feria con juegos mecánicos se encontraba.

Decidí que era momento propicio para poner música.

—Para todo ustedes, en estreno, la nueva canción que pegará justo que igual que su antecesora; es del cantante Julien Garnier...

Theo detuvo el auto y me miró, no había sido intencional.

—¿Por qué a mí? —se quejó y apoyó los brazos en el volante y empezó a llorar.

Apagué la radio y salí del auto cerrando la puerta detrás de mí. Le hice una seña para que salga y no quedamos frente a frente por unos segundos. Seguía llorando, pero estaba confundido.

—¿Qué paso? —preguntó, casi lo susurró. Entonces tomé su mano y lo saqué de la pista para colocarnos en la acera.

La carretera estaba vacía, pero era mejor no estar ahí.

—Perdón, no sabía qué hacer. —Me mordí el labio, nerviosa y suspiré. Él había dejado de mirarme y se concentró en observar el piso. Yo jugué un poco con mis dedos, pero decidí que lo correcto era abrazarlo.

Así que estiré mis brazos y él giro a verme, no entendió qué estaba haciendo.

—¿Qué?

—Ven aquí, tontito. —Terminé de jalar de su brazo. Rodeé los míos por su espalda y le dediqué un gran abrazo.

Subí hasta su cuello y cuando él reaccionó, me devolvió aquella muestra de afecto rodeando mi cintura. Con cuidado me puse de puntillas para alcanzarlo, y sucedió. Empezó a llorar de nuevo. Acaricié sus cabellos, esperando que soltara lo que necesitara soltar. Sobé su espalda y me acurruqué más a él.

—Perdón —susurró entre jadeos mientras se limpiaba la cara con el brazo. Saqué un poco de papel y se lo entregué.

—No pasa nada... La verdad, no sé que problema tienes con tu padre, pero puedes contar conmigo para lo que quieras. —Levanté su mentón para que me miró a los ojos.

—Gracias, Huffy. —Tomó aire e hizo bolita el papel con sus lágrimas para guardarlo en su puño.

—¿Estás mejor? —Theo negó con la cabeza y su labio inferior empezó a temblar.

—Hum, ¿quieres hablar de eso? —pregunté, él asintió e hizo una seña para que volvamos a su auto. Yo comprendí el mensaje y me di la vuelta.

Una vez sentados en el vehículo, Theo se tomó un tiempo para hablar, toqué su brazo para hacerle saber que estaba ahí para él.

—Papá nos abandonó —contó luego de calmarse un poco. Me tomó sorpresa y no supe qué responder—. Ni siquiera sé por qué me pongo así, casi no lo conozco.

—Pues, sinceramente no he estado en una situación parecida, pero creo que es válido sentirte así, está bien si quieres llorar o sentirte enojado por un momento.

—Mi madre se enojó conmigo, la vi. Ella quiere que Alai y yo arreglemos las cosas con él, pero... —Theo se detuvo un momento y negó—, no puedo. —Giré a verlo con curiosidad, pero antes de que dijera algo, él respondió—. Él hizo muchas cosas en el pasado. No me contaron todas, pero sé que estuvo mal porque a mi mamá y a mi hermano les costó mucho volver a la «normalidad».

—Entonces creo que sería bueno escuchar sus versiones cuando estés listo, puedes contar conmigo si necesitas hablar, soy buena escuchando. —Alcé los hombros y él sonrió de lado.

—Gracias, Huffy. Perdón por ponerte en esta incómoda situación, mamá me pidió que la acompañe y cuando se enteró que saldría contigo, sugirió que vayas. Pero no sabía que eso iba a pasar.

Negué con la cabeza y le di un beso en la mejilla.

—No te preocupes por eso.

Theo asintió y se quedó en silencio por unos segundos más. Yo pensaba en qué decir, pero nada parecía apropiado. Entonces cuando quise preguntar, él me ganó. Me echó una mirada que venía con una sonrisilla graciosa.

—Me diste un besito en la mejilla. —Entonces no tuve otra opción que resoplar y reírme con él.

—Theo Collins, ¿qué voy a hacer contigo? —El muchacho encogió sus hombros, se veía relajado, miró por la ventana y luego a mí.

—¿Puedo decirte algo? —preguntó, yo asentí. Él suspiró y encendió el auto para empezar a manejar—. No, creo que mejor te lo digo después, ¿sí?

—Bien. —contesté mirando el camino. De vez en cuando lo veía de reojo y ninguno de los dos parecía tener la intención de decir algo. Así que acerqué la mano al botón para poner música, pero él me detuvo.

—¡No te atrevas!

—¿Qué?

—¡Va a sonar algo sobre Julien Garnier y te prometo que me bajaré del auto y me lanzaré al piso para que un auto me atropelle! —Mi teléfono sonó y lo revisé mientras Theo hacía un escándalo.

Mamá

Cariño, sé que debes estar ocupada, pero tu padre me tenía que transferir una cantidad de dinero y se equivocó. Tú te preguntarás, ¿y yo qué? Pues te la envió a ti y ahora necesito que me lo devuelvas. Puedes hacer la transferencia o retirar el dinero y traerlo a casa. Como quieras está bien. Cuídate y ven a almorzar temprano.

11:35

Mi fijé en dónde estábamos, ya habíamos salido de la carretera y nos acercábamos a la ciudad. Sabía que había un banco cerca, así que decidí hacerle el favor a mamá de llevarle el dinero que papá envió. No me tomaría más de dos minutos.

O eso fue lo que pensé.

Salí del auto para acercarme al cajero automático, deslicé la tarjeta con paciencia y buen humor. Todo iba a bien, hasta que empezó a ir mal. El aparato que estaba frente a mí, se había tragado mi tarjeta. Cuando el vigilante me vio insultando a la máquina, decidió intervenir. Además, Theo al ver que pasaba algo, se acercó a verificar que todo estuviese bien.

¡Pero no lo estaba!

El frío aire acondicionado entró por mis fosas nasales al entrar al banco junto a Theo. El señor me sugirió que dejase de echarle la culpa al cajero y entrara a presentar una queja. Me pareció una buena idea.

La tarjeta se bloqueó porque me equivoqué al digitar la contraseña, así que me pidieron un momento para iniciar el trámite, salí de la oficina para volver a la sala de espera donde Theo estaba sentado. Era un asiento para tres personas y yo me senté al medio, él a mi derecha, dejando mi lado izquierdo vacío.

—Pensé que esto iba a tomar dos minutos, lo siento. —Rodé los ojos. Theo dijo que no le importaba esperar, después de todo, tampoco quería regresar a su casa en esos momentos.

—Quédate aquí, mi amor —pidió una señora a su hija, tenía alrededor de seis años y llevaba una tableta con la funda de una rana. Se sentó a mi costado.

—Sí, mami. —Asintió mirando su pantalla.

—Ya regreso. —La mujer dejó a la niña y caminó hacia la oficina del mismo gerente que me atendió segundos antes.

—¡Videos! —la niña alzó la voz mientras tocaba cosas en el aparato tecnológico vestido de rana—. ¡Sííííí, videos!

No sabía si era yo o ella, pero ya me estaba irritando. Miré a Theo, él estaba intentando no reírse, bufé jugando con mis dedos.

Lo que me faltaba... Una niña. Una niña con una tableta vestida de rana.

—Y la nave aterrizó y el pollito pío pío —cantaba junto al video que había puesto.

Pude soportarlo los primeros dos minutos, pero diez minutos después con la misma canción, y con Theo cantando también, se había vuelto una tortura.

—La nave no volvió y el pollito pío pío —siguió con su pequeño concierto.

—Pollito... Pío pío pío pío —Theo la siguió fuera de tono mientras yo buscaba algún artefacto o una pared lo suficientemente resistente para golpear mi cabeza.

—¡Ginger Huff! —llamó alguien y salí disparada en busca de mi tarjeta.

—Solo debe cambiar su clave y estará listo. —Me sonrió el chico entregándome una nueva tarjeta—. No vuelvas a olvidarla —bromeó y reí tomando todo para irme.

—No lo haré.

Solo debía ir al cajero y cambiar la clave, eso sí que tomaría menos de dos minutos.

«Su clave es incorrecta».

Sentí que la presión se me estaba elevando.

—¡¿Cómo es incorrecta si es nueva?! —me quejé golpeando la máquina de nuevo, Theo giró a verme, pero el mismo hombre de seguridad se acercó, y con paciencia me explicó que debía poner la clave provisional, y luego cambiarla por la que yo quisiera. Yo ya estaba perdiendo los estribos y ese señor solo llegaba para ser la luz que guiaba mi camino.

Le dije un «gracias, ya sabía» y él se alejó diciendo «claro que sí». Me removí un poco incómoda e hice el proceso de cambio de clave.

5513.

¡Y mágicamente tenía mi tarjeta de nuevo!

Así que en menos de dos minutos —sin contar la hora que estuvimos en el banco—, retiré el dinero de mi madre, y por fin, luego de eso, salimos de ahí.

—Y la nave aterrizó y el pollito pío pío —Theo empezó a cantar cuando ya nos encontrábamos en el auto.

—¡Cállate! —pedí guardando la tarjeta.

—Huffy, no seas gruñona.

—Cállate.

—No me callo, no me callo. —Detuvo de nuevo el auto y bajó para dar la vuelta hacia donde yo estaba, ¿para qué hacía eso? ¿y por qué yo lo seguí? Salí también, y me paré frente a él con los brazos cruzados.

—Te callas o te callo. —Cerré la puerta con determinación.

—Bueno. Pues oblígame —respondió alzando una ceja.

«Hola, sí. ¿Emergencia? ¡Acabo de besar a Theo Collins por enésima vez!» gritaba en mi mente.

—¿Ya? —pregunté al separarme de él, pero solo sonrió con los ojos cerrados.

—Me gustas, Ginger Huff. —Abrió los ojos y me vio directamente—. Uy, creo que lo dije en voz alta.

No nos habíamos separado mucho, seguía abrazándome, así que no tenía mucha escapatoria —o ganas de escapar—. Theo ladeó el labio y acercó de nuevo para besarnos de nuevo. Se le estaba haciendo costumbre y yo no quería oponerme, pero el lado inseguro volvió a salir a la superficie y me separé de él. Miré su rostro de confusión.

—No.

—¿No? —preguntó acariciando mi mejilla derecha—. ¿Estás bien? —Aparté su mano de mí y él dio un pequeño paso hacia atrás.

—Yo... Yo no sirvo para estas cosas, Theo. Es mucho en lo que pensar. Tampoco sé qué decir y...

—Escucha, Ginger —habló tomando mi mentón para que lo mire de frente, luego me soltó—. Yo no pretendo que digas algo ahora. Solo quiero que escuches.

—No quiero escucharlo, Theo.

—¿Por qué? —preguntó intrigado.

—Creo que no estoy preparada para escucharlo de ti porque sé qué es. —Mi respiración iba cada vez más rápido y me estaba poniendo más nerviosa.

—Solo quiero que escuches esto porque sin querer, busqué este momento de valentía por seis años y si no me oyes, me voy a arrepentir toda la vida de no haberlo dicho, Huffy.

—Theo...

—Ginger —contestó seguro.

—Espera un momento, ¿seis años, dices? —Él asintió—. Es que, todo esto ha sido tan rápido y yo no sé qué decir. Y estoy nerviosa, y hablo más de la cuenta cuando lo estoy. Es imposible quedarme quieta cuando alguien como tú me dice que le gusto desde secundaria cuando yo t...

—Huffy, no pasa nada. Tranquila —comprendió asintiendo y agradecí—. Vamos, te llevo a casa. —Sonrió de lado tomando mi mano y volvimos al auto.

Fue él quien encendió la radio y una nueva canción de Julien Garnier empezó a sonar; sin embargo, ni se inmutó. Era una nueva canción sobre una burbuja de cereza. ¡Theo ni siquiera se había quejado! Él solo manejó en completo silencio hacia mi casa.

—Nos vemos, creo —hablé mirándolo antes de salir del auto.

—Claro que sí, Huffy. —Me miró por primera vez desde que empezó a manejar y besó mi mejilla—, te veo en la escuela.

Y nos vimos, pero no me atrevía a enfrentarlo. No sabía cómo me resultaba tan fácil besarlo y luego no podía hablarle a la cara sin parecer un gran manojo de nervios.

Así que recurrí a lo más fácil, intentar hablar lo menos posible con él por al menos un par de días hasta aclarar mis pensamientos.

Un par o más.

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