Ginger

Ginger


Niñera

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—CAPÍTULO 25—

Niñera

Punto de vista de Ginger

—Estás loco. —Reí negando con la cabeza y cerré la ventana.

—¿Ya te duchaste? —preguntó mamá tocando mi puerta. Yo corrí hacia allá y abrí.

—No, a eso iba... Es que, estaba... El ensayo y... —traté de explicarme.

—¿Ya se fue Theo? —preguntó alzando una ceja. Tragué en seco, me había descubierto.

—¿Eh?

—¿Me vas a mentir, Ginger? —preguntó cruzando los brazos.

—Sí, ya se fue —murmuré sonrojada, entrelacé los dedos por detrás de mi espalda.

—¿Y yo qué te dije? ¿No se supone que no podías verlo por dos días? —preguntó, no lograba descifrar si estaba enojada.

—Mamá, ya —me quejé mirándola, ella negó con la cabeza.

—¿Y? —dijo y entró a mi habitación.

—Y, ¿qué? —pregunté siguiéndola con la mirada. Mamá caminó y se sentó en mi silla giratoria.

—¿Qué te dijo? —Su rostro cambió. No estaba enojada. Reí bajito y me senté en la cama.

—Le gusto.

—Eso ya lo sabía, dime algo nuevo. —Rodó los ojos.

—¿Es que yo era la única que no lo notaba?

—Sí. Y créeme, si hubiese muchas personas oyendo esta conversación, todos estaríamos diciendo que sí.

—No me caes bien. —Entrecerré los ojos.

—¿Y tú? —preguntó mamá—. ¿Dijiste algo?

—Yo también lo dije —confesé moviendo los pies en el aire.

—¡Ya era hora! —Rio alzando los brazos.

—Mamá... —alargué moviéndome incómoda por la habitación—, de todos modos, no puedo hablarle porque estoy castigada. —Miré hacia un costado. Había lanzado una ficha, esperando que mamá comprenda.

—Igual estás castigada, pero que sepas que Theo no me cae mal. —Se levantó de la silla—. Debes estar lista, en media hora nos vamos a ver a la abuela. —Besó mi frente—. Te quiero.

—Yo a ti, má —suspiré mirando como cerraba la puerta—. ¡Qué día! —Reí lanzándome de cara contra la cama.

***

Y llegó el día número ocho, mi madre por fin me había dejado libre. El castigo se había levantado y Theo —Chloe y Alai—, me invitó a su casa. La misión de aquel día era que mi mamá aceptase.

—Por favor, por favor, por favor —repetí apareciendo detrás de mi madre, ella giró a verme.

—Cariño, me dices, por favor, pero no me dices qué quieres. —Se rio mirándome y luego regresó su vista al café que se estaba preparando. Yo fui por mi caja de cereales y me senté frente a ella.

—Ah, cierto. —Tomé un puñado de cereal y me los comí.

—¿Entonces qué?

—Yo lo hago más fácil —interrumpió mi padre, tomando de su café—. Theo envió a Chloe a invitarme a su casa a almorzar luego de la escuela y fue a la oficina de mi papá para poder confirmar que iría.

—¿Chloe fue a eso? —Lo miré sorprendida.

—No, cómo crees. —Rio con sarcasmo mientras volvía a tomar de su taza—. En realidad, Chloe me pidió que no te diga nada, pero yo nunca te miento, Bombón—. Sonreí y volví a mi cereal. Eso era algo bueno de mis padres, jamás me mentían.

—Hum, entonces... ¿Puedo ir? —pregunté.

—¿Te traerán temprano? —habló mamá echándole azúcar al amargo líquido.

—Como siempre —dije obvia, entonces mi madre me miró alzando una ceja y evité su mirada—. Digo... sí, mami.

—Vete —bromeó señalando la puerta.

—¡Te quiero! —solté un chillido y la abracé. Luego noté lo que estaba haciendo y la solté aclarando la garganta. Tenía que mantener la compostura—. Hum, muchas gracias por el permiso, madre. Ahora iré por mi mochila.

Tomé el plato de cereal y me comí tres cucharadas seguidas y lavé el plato a toda prisa. Ellos seguían mis pasos con la mirada.

Caminé con calma por la escalera, y empecé a correr cuando ya no me veían.

«Estúpido Theo, mira lo que provocas».

Cuando estuve lista, me despedí de mis padres y emprendí mi camino a tomar el bus, pero un auto tocó la bocina y giré a verlo. Me detuve al notar que era Theo y sonreí.

—Buenos días —saludé asomándome por la ventana.

—Bueno días, Huffy. Sube. ¿Pensabas ir en el bus escolar?

—Sí, como siempre —contesté obvia, entré al auto y lo saludé con un beso en la mejilla.

—Pues no más, te llevaré yo.

—¿Es una petición o una orden? —pregunté alzando una ceja.

—Hum, bueno. Solo si quieres. —Le sonreí y me puse el cinturón de seguridad.

—No me molesta. —Me encogí de hombros y él asintió.

«¡Por supuesto que no me molesta! Mientras más tiempo contigo mejor, tarado», pensé.

Theo arrancó y nos dirigimos a la escuela. Se suponía que, a estudiar, pero ¿cómo se suponía que debía comportarme? Porque lo estaba llevando fatal.

Theo no deja de mirarme «disimuladamente» en clases. Por supuesto yo estaba igual que él. Así no iba a mejorar mis calificaciones.

Cuando la clase terminó e iba a salir, dos personas me cerraron el paso.

—Hola, buenos días. Te recuerdo quienes somos, ¿nos recuerdas? Somos tus mejores amigos —comentó Jake.

—¡Estaba castigada, celoso! —Reí besando su mejilla y la frente de Kim—. ¿Cómo están? —Rodeé el hombro de mi amiga y caminamos fuera del salón por el pasillo.

—Terminé con mi osito por diez minutos —contó Kim mirando sus uñas—, pero ya está todo bien.

—¿Cuántas veces más van a terminar? —Reí negando con la cabeza y miré a Jake ¿Y tú? ¿Qué tal todo con Alai?

—Bueno, el fin de semana salí con ella, Theo casi me persigue. Pero alguien lo llamó y salió de su casa.

«Alguien», «ella».

—Hum.

—¿Y tú? —preguntó Jake rodeando mi hombro.

—Sí, ¿y tú? —preguntó Kim rodeando mi cintura.

«Ayuda, ayuda, ayuda».

—¿Bien? —alargué sin mirarlos.

—¡Cuenta todo! —dijo Kim rodando los ojos.

—Sabemos que algo te pasó —comentó Jake mientras caminábamos a la cafetería de la escuela porque mi amigo comentó que quería comer algo.

—Bien —hablé mirándolos—. Les voy a contar.

A veces Jake y Kim parecían mis padres, sobre todo cuando se sentaban juntos frente a mí en la cafetería, como en ese momento. Les conté todo lo que había sucedido.

Jake tapó la boca de Kim para que no grite, pero fue inevitable.

Por lo tanto ese grito provocó que Theo girara a vernos y me sonría. Su acción hizo que Kim grite más.

—Mi pequeño pichón ha dejado el nido —dramatizó Kim mientras fingía secar un par de lágrimas.

—Ustedes tienen problemas. Me quejé tapándome la cara.

—¡Y te ha invitado a almorzar tu suegra!

—¿Suegra? Jake, cállate. —Reí levantándome—. Me iré ya. Tengo un almuerzo hoy —me despedí dando la vuelta y pegué un brinco encontrándome con él.

—Hola, Ginger. —Se rascó la nuca.

«Oh, él aún estudia aquí».

—Griffin —saludé sin mirarlo.

—¿Cómo estás?

—No estoy para cordialidades, ¿bien? Permiso, por favor. —Me moví incómoda y él me tapó el paso.

—Solo quiero ofrecer unas disculpas… De nuevo.

—Por supuesto. —Asentí mirándolo mientras cruzaba los brazos—, ahora déjame pasar.

—G, en serio —habló tomando mi brazo y yo me solté bufando, oyendo como dos personas se paraban a mi costado.

—Amigo, si no quiere hablar contigo, no puedes obligarla —mencionó Jake a mi izquierda.

—Largo de aquí, enjuto —farfulló Kim tomando mi mano, a la derecha.

Kim usando palabras que no pensé que conocía: excelente.

—¿Enjuto? ¡Eso es! —Celebró Jake alzando la mano y Kim la chocó con una sonrisa gigante, orgullosa de tal logro.

—Ginger. —Me miró el chico e ignoró todo lo anterior.

—Bien, disculpa aceptada. —Asentí.

—¿Qué? —preguntaron mis dos amigos al unísono.

—Ya oyeron, está disculpado por ser un tarado. Pero eso no significa que vayamos a tener algo ni nada parecido.

—¡Bien! —repitieron mis amigos, chocaron la mano de nuevo.

—Nos vemos, Derek. Ten un buen día. —Me encogí de hombros y caminé a la salida con mi mochila.

¡Tenía un almuerzo en casa de los Collins al cual asistir!

A mi parecer, un asunto mucho más importante que hablar con hilachas desnutridas.

Me reí de mi propio comentario y empecé a caminar por el pasillo haciendo una parada en mi casillero para dejar algunos libros; luego fui directa a la salida evitando la mirada de un par de cotillas que terminarían, obviamente, creando rumores de lo que habían visto.

Esa escuela estaba llena de chismosos.

—Hola, Gordito. —Apoyé mis brazos en el borde de la ventana del auto.

—Huffy. —Sonrió abriendo la puerta y me senté—. ¿Cómo estás?

—Bien, creo yo. —Me puse el cinturón de seguridad.

—¿Y por qué esa cara?

—No tengo otra. —Me encogí de hombros y él empezó a reírse.

—Sueles llevar una sonrisa burlona en tu rostro. Ahora solo parece un trasero.

—¿Un... Trasero? —pregunté. Él solo asintió haciéndome reír.

—Dime, Huffy, de la escala del uno al diez... ¿Cuál es tu tope en cuanto a cuidar niños se refiere?

—Dos —murmuré mirando la ventana mientras el auto se movía.

—¡Oh, genial! Es justo la cantidad de niños que verás hoy.

—¿Qué? —Lo miré sorprendida.

—¿Eh? —Dio una vuelta a la calle.

—¿Qué dijiste? ¿Dos niños? —pregunté curiosa.

—¿Yo? —alargó la palabra haciéndose el desentendido—. No he dicho nada, Huffy.

—¡Deja de hacer eso y habla! —reñí mirándolo.

—Bueno, es que son mis sobrinos. Mi hermano y mi cuñada los dejaron aquí porque están de viaje. Estarán dos meses con nosotros.

—Theo, los niños no son —pensé en cómo decirlo sin que se sienta mal—, de mi agrado.

—Lo lamento, Huffy, bueno... Si quieres podemos ir a otro lado. Lo menos que quisiera es incomodarte. —Y vi su carita, y la ilusión en él de que los conociera, algo en mí pidió que vaya.

—No, no te preocupes. —Sonreí de lado y asentí—. Quiero conocerlos, vamos.

—¿Estás segura? Podemos ir al cine o algo por estilo, mis sobrinos son buenos, pero a veces son inquietos...

—Tranquilo. —Toqué su hombro y me alejé rápidamente—, no creo que sea tan malo.

Minutos de viaje después, estábamos frente a a residencia de los Collins, a punto de entrar. Theo me estaba dando algunas indicaciones en cuanto a los niños.

—Sky toma confianza bastante rápido, y James depende de su hermana. Si le caes bien a ella, le caerás bien a él.

—Sky. —Sonreí tocando mi mochila—. Lindo nombre.

—Hum, sí. —Tosió abriendo la puerta, segundos después tenía a dos pequeñas bestias sobre él y estoy más que segura que uno de ellos lo estaba mordiendo. ¡¿Qué clase de sobrinos tenía el chico?!

—¡Ginger! —Oí gritar a Alai mientras caminaba hacia mí.

—Hola, peque, ¿por qué no fuiste al colegio? —pregunté dándole un abrazo.

—Tengo gripe. En ese momento pude oír su voz nasal y asentí.

—A ver, mocosos, mantengan la compostura. Les presento a Ginger —mencionó Theo señalándome. Los niños me vieron por unos segundos, luego se miraron ellos y corrieron a abrazarme.

«¡¿Alguien podía sacarme a esos Oompa Loompas de encima?!».

—Theo —murmuré lo más amable posible y él entendió mi pedido de auxilio, cargó a ambos niños sobre sus hombros.

—Niños, ¡compórtense! ¡Ustedes no son así! —les llamó la atención mientras la rubiecita peleaba por librarse de los brazos de su tío.

—¡Suelta! —gritó Sky logrando que los bajara y salieran corriendo a quién sabe dónde.

—Perdón, Huffy, no sé qué les pasó hoy.

—¡Ginger! —Chloe salió a saludar—, perdón por estas pintas, estaba cocinando.

Esa señora se veía increíble, no sé de dónde sacaba que se veía mal.

—No se... digo, no te preocupes, Chloe.

—La comida estará lista en cuarenta y dos minutos —comentó mirando su reloj—, así que vayan a buscar qué hacer hasta que los llame. Los niños ya arreglaron la mesa —anunció volviendo a la cocina. Así que eso hicimos.

Fuimos a ver televisión a la sala, lugar donde de forma mágica, aparecieron los pequeños monstruitos con aspecto de niños inocentes. Hicieron un escándalo tremendo esos «cuarenta y dos minutos», —que, por cierto, sí fueron exactos— de espera.

La comida no fue incómoda, todos tenían cosas que decir y se trataban con mucho cariño. Los niños parecían otros, comían tranquilos, no ensuciaron nada y conversaban con los demás.

No duró mucho, ayudaron a su abuela a lavar los trastes, y cuando fue hora de jugar, el bullicio volvió.

—Por favor, quédense quietos —lloriqueó Theo, mirándolos mientras corrían por la sala.

—Ginger, ¿quieres jugar con mi muñeca? —Señaló Sky el juguete.

—Nop. —Resalté la «p».

—Ginger, ¿jugamos con mi carrito? —preguntó James mirándome.

—No —repetí.

—Ginger, ¿puedo preguntar algo? —La miré y crucé los brazos.

—Ya preguntaste.

—¡Además de esta pregunta! —dijo Sky riéndose y se sentó a mi lado—. Mi papá siempre dice eso.

—¿Qué? —Me rendí echándome para atrás en el sillón.

—¿Hasta dónde se lavan la cara los calvos? —Le eché una mirada y sonreí.

—Hasta el... —Theo me tapó la boca y negó con la cabeza. Me solté de él con una risilla y él rio conmigo.

—No lo sé, niña.

Entonces se encogió de hombros y volvió a correr. Dos horas después, mientras veíamos una película, observé a Theo, estaba cansado de pedir que se calmaran y simplemente estaba recostado en el sofá esperando a que se cansaran.

—A ver, niños. —Me levanté y caminé hacia ellos—. ¡Vamos a jugar! ¡Si recogen todos estos juguetes, ganan! —mencioné mirándolos, no se veían tan convencidos, así que añadí—. Uy, ¿tienen miedo a perder? —susurré esto último mirándolos a los ojos y se levantaron como si estuviesen por ir a pelear a la guerra para empezar a ordenar.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cómo hiciste eso? —preguntó Theo parándose a mi lado.

—Eh, no sé. Solo funcionó.

—Estoy cansada —Sky alzó la voz luego de haber recogido un par de cosas.

—Sí. Cansado —repitió James.

—Bueno, supongo que perdieron... Además, había un puesto mucho más especial si luego de ordenar, iban a dormir...

—Pero...

—Uno... Dos... —Y antes de llegar al número tres, ya estaban haciendo las cosas—. ¡Soy genial! —Eché aire a mis uñas y las pasé por mi camiseta, como si les sacara brillo.

Minutos después, estaba envolviendo a los pequeños como si fuesen burritos para que no escaparan de sus camas.

—Madre mía, está todo tan ordenado —dijo Chloe entrando a la habitación— ¡Y ya están acostados! —aplaudió sonriendo.

—Todo lo hizo Ginger, má —comentó Theo mirándome.

—Ginger, ¿quieres trabajar aquí por toda la semana? Necesitamos un poco de ayuda.

—¿Qué? No, no, no —negué varias veces.

—Por favor, mira. Además de sus padres, eres la única que lo ha logrado. —Señaló a los niños, que dormían plácidamente.

—Yo no podría recibir dinero por esto, no. Además, los niños no...

—¡Por favor! —Chloe me abrazó fuerte—. Te lo pido, por favor. Sálvanos. —Giré a verlos y luego a ella, lo pensé y si me hacían caso como en aquel momento, no sería tan difícil.

—Déjame pensarlo y te daré una respuesta mañana.

—¡Sí! —celebró Chloe abrazándome más fuerte. ¡¿Qué rayos acababa de pasar?!

Era momento de irme, así Theo y yo salimos de su casa rumbo al auto.

—Lamento esto, Huffy. Pensé que se portarían mejor. —Sonrió de lado, estaba apenado.

—No hay problema, tampoco fue tan malo. —Me encogí de hombros y me senté en el vehículo para regresar a casa.

Lo consideré y consulté con mis padres, ellos dijeron que no había problema y podía hacerlo, así que acepté. Chloe estaba feliz de que los ayudara. Pero le dije que sería un favor, no quería aceptar el dinero.

Después de tres días conviviendo con ellos, llegué a algunas conclusiones y eran las siguientes:

Seguía sin tener un contacto directo con ellos y eran bastante ruidosos.

Me hacían caso en todo, aunque no fuera la más amable.

Quería —no literalmente— golpearlos con una almohada para que se callaran. Justo igual que al tío Theo.

—¡Ginger! —gritó Sky corriendo por el jardín.

—¿Qué? —respondí sentada en el sofá, la puerta estaba abierta para poder vigilar que no hicieran alguna travesura mientras Theo y yo veíamos la televisión.

—¡No encuentro a Sparky! —chilló de nuevo.

Los niños tenían un hurón y no tenía nombre, por supuesto yo se lo puse. Ellos aceptaron que podía llamarse así.

Me levanté para verificar que fuese cierto.

—Está ahí, Sky. —Lo señalé mientras dormía en una caja.

—Oh... —La niña corrió hacia la caja y se sentó en el piso para observarlo—. Hola, Sparky.

—Deja que duerma, no lo despiertes —pedí mientras James caminaba hacia mí, regresé al sofá y el pequeño se sentó entre al medio de nosotros.

—Tengo sueño. —El niño apoyó su pequeña cabeza en mis piernas, para luego acomodarse bien mientras se acurrucaba en el sillón. Entré en pánico.

—Hum... —Miré a Theo y solo sonrió, bajé las manos y lentamente toqué la cabeza del niño.

Su cabello era suave, sonreí de lado y lo miré. Tenía los ojos cerrados y empezaba a relajarse y a respirar con tranquilidad.

—Es lindo —comenté acariciando su cabello.

—Yo también lo soy —mencionó Theo batiendo las pestañas, haciéndome reír.

—Theo —lo llamó Sky alzando los brazos, entonces el chico cargó a la pequeña como un bebé. El pequeño duende con cara de niña apoyó su cabeza en el pecho de su tío y cerró los ojos.

Una siesta no les haría mal, aún eran las cinco de la tarde.

—Es como tener un pequeño gatito, me recuerda a Bubba —hablé cargando al niño para acomodarlo bien.

—¿Estás comparando a mi sobrino con un gato?

—Sí. —Reí echando el cabello del pequeño para atrás.

—¿Te caen mejor ahora?

—Digamos que ya no pienso que los niños son una tortura.

Theo rio bajito para no despertarlos y besó mi mejilla, provocando que me sonrojara. No estaba acostumbrada a esas cosas.

Punto de vista de Theo

Al día siguiente, luego de clases, la mamá de Ginger nos comunicó que saldría con su hija. Entonces ella la llevaría a mi casa poco después. Y agradecí al de arriba por eso. Porque ellos aparecieron.

—¡¿Qué hacen ustedes aquí?! —pregunté cerrando la puerta. Pensé en qué hubiese pasado si Ginger entrase conmigo y casi me da algo.

—Gracias por el recibimiento, hermanito. Yo también te quiero y estoy feliz de verte. —Me abrazó.

—Me siento excluida ahora —habló Abby mirando el piso.

—No, perdón. ¡Yo los quiero! —Los abracé tomando aire—, pero es que ustedes dijeron que vendrían en unos días más, y Ginger viene para acá en cualquier momento.

—¿Viene para acá? —preguntó Abby—.

¿Cómo que viene para acá?

—¿Y Ginger? —Sky entró a la sala, al divisar a su madre, alzó los brazos para que ella la cargue y la abrazó—. Hola, tío.

—Vendrá en un momento —contesté mirando a mi sobrina—. Hola —le dije a la niña y luego miré a Abby—. Es que Huffy estuvo ayudándome a cuidarlos estos días.

—¿En serio? —Abby sonrió besando la mejilla de Sky—, ¿te portaste bien?

—Sí, mami. —Asintió, yo hice un sonido demostrando que no estaba tan seguro de eso y su mamá la miró con los ojos entrecerrados. La niña solo sonrió de forma más inocente que pudo.

—Theo, tengo que hablar contigo —mi hermano habló serio.

—Entonces yo iré con James y Sky a comprar algo, ¿bien? Vamos, bebés —dijo Abby, a los niños les tomó un segundo salir de la casa junto a su mamá.

—¿Qué quieres decirme? —pregunté mientras caminábamos a la sala.

—¿No crees que ya es hora de decirle a Ginger? —Nate estaba usando su tono serio. Ese tono serio de «soy un hombre de treinta y dos años». Como si no hubiese usado una máscara de Darth Vader hace poco.

—No sé cómo —confesé mirando a otro lado.

—Hermano, ocultar cosas no está bien. Es decir, si te gusta Ginger, deberías presentarte como eres en realidad. No tienes la culpa de todo, sé que esto es difícil, y por la privacidad, Alai y tú sufrieron las consecuencias, como los amigos que se les acercaban por puro interés cuando vivíamos en Italia...

—No, ustedes no tienen la culpa. Nosotros elegimos alejarnos de todo esto. —Me negué, él me abrazó.

—Theo, vamos. ¡Sé que puedes! —Frotó mi espalda dándome ánimos—. Si Ginger siente lo mismo, no se alejará, si es lo que te asusta. Además, se nota que es una buena chica.

—Lo es. —Asentí mirándolo.

—¿Lo harás? —preguntó separándose un poco de mí.

—Creo que sí —acepté y mi hermano terminó de alejarse.

—Bueno, que bien que tomaste esta decisión, porque acaba de llegar. —Señaló la ventana, el auto del padre de Ginger se estacionó frente a la casa.

—¿Puedes entrar a la cocina? Hablaré con ella.

—Mejor habla con ella en la oficina de mamá, así no se encuentra con Abby hasta que lo sepa... No sé a dónde fue, tampoco a qué hora llegará.

—Gracias, hermano. —Le dediqué una sonrisa sincera y él también lo hizo.

—Te quiero, Gordito. —Palmeó mi espalda y el timbre de la puerta sonó, me sentí un poco nervioso, pero mi hermano me dijo que todo saldría bien. Se fue a la cocina y yo me dirigí a la puerta.

—Hola, Theo. —Sonrió y giró despidiéndose de su padre con la mano, él se fue cuando cerré la puerta—. Lamento la tardanza, mamá me iba a traer y al final vine con papá.

—No hay problema, de todos modos, Sky y James vendrán en un momento.

—¿Dónde están? —preguntó dejando su mochila en el sofá.

—Con su mamá, vinieron antes. —Sonreí encogiendo los hombros—. Me acabo de enterar.

—Oh, bueno. Entonces supongo que no es necesario que esté aquí, ¿no? Puedo llamar a papá, debe estar cerca aún.

—No, de hecho, está bien —negué—. Hay algo que quiero decirte, ¿podemos hablar?

—Estamos hablando —contestó divertida.

—¡Ginger! —Eso provocó que se riera, me pidió que siguiera hablando y moví la cabeza—. Ven por aquí. —Tomé su mochila y la guíe hacia la oficina de mi madre. Bajé un par de cuadros con fotos antes de que ella entrase y se sentó frente a mí en el escritorio.

—¿Es una propuesta de trabajo? ¿Hablaremos de negocios? —bromeó mirando los libros.

—Es la oficina de mamá, estamos aquí porque no quiero que interrumpan.

—Oh... —Ella me miró sonrojada.

Podía haber aprovechado esa oportunidad para hacer una broma, pero estaba tan nervioso que no dije nada.

—Ginger, tengo algunas cosas que contarte.

—¿Como qué? —preguntó.

—Okay. Primero que nada, necesito que me escuches. Por favor, déjame terminar antes de que reacciones de algún modo. ¿Sí?

—Dios, ya dime, me estás asustando —mencionó apoyando los brazos en la mesa.

—Está bien. Te voy a contar algo, el porqué de mi falta de amigos. —Ella sonrió de lado mirándome—. Antes que nada, la respuesta a tu duda: Sí, sé hablar italiano... Estudié algunos años allá. Y aquí viene la historia, conozco a gente importante, como... son muy importantes, Huffy. Entonces muchos amigos se me acercaron por interés y la verdad, me dolió mucho cuando lo supe. Estaba en primaria, eso generó en mí mucha desconfianza y no quería que eso le sucediera a mi hermana. Cuando mi madre se enteró, decidió que debíamos volver a Counterville, estuve unos años en una escuela distinta sin mencionar nada de mí, y pensé que había funcionado. Luego llegué a la secundaria y los conocí a ustedes. Empecé a ver que me querían por ser nosotros y no familia o conocidos de... ciertas personas. —Vi en los ojos de Ginger las ganas de preguntar algunas cosas, pero seguí—. Estas personas son, entre otras, mi cuñada. Hace algunos años, ella empezó a escribir. —Ginger alzó una ceja y asintió, estaba completamente callada—. Mi hermano estuvo un tiempo encerrado en su habitación... Y mi cuñada era nuestra niñera. —Sonreí de lado al ver su reacción, tenía la boca entrecerrada y estaba tratando de conectar ciertas cosas—. Así que, Ginger, creo que te gusta Sammy.

Me reí al decirlo y ella empezó a tartamudear.

—Estás diciendo q-que...

—Abril Rizzo es mi cuñada, sí —confirmé lo que quiso decir.

—Theo... —susurró confundida—. No entiendo. —Se paró y empezó a caminar por la oficina.

—Ellos me apoyaron cuando quise guardar el secreto porque saben lo que pasó en Italia, Alai creció acostumbrada a eso y la verdad no sé si estuvo bien hacerlo.

—Pero es Sammy...

—Oh, sí. Abby cambió los nombres en el libro para darnos privacidad.

—No entiendo nada, ¿es broma verdad? —Se tapó la boca riendo.

—No Huffy, es real.

—Pero, odiabas True Colors, cómo es que...

—Lo inventé —interrumpí—. Literalmente sería odiar mi vida y la de mi familia. —Rodé los ojos.

—Entonces tu papá...

—Todo eso es real. —Asentí encogiendo los hombros.

—Oh, Theo, lo siento. —Me abrazó tomándome por sorpresa.

—¿Por qué?

—No lo sé, no sé qué decir. Todo esto, tu padre... Tu familia, tú.

—Yo estoy bien, pero pensé que te molestarías —comenté nervioso y ella se separó un poco para verme confundida.

—¿Por qué debería molestarme? Es tu vida, es algo privado. ¡Pero sí voy a golpearte por ocultar eso sabiendo lo mucho que la admiro! —Rio golpeando suave mi brazo.

—¿No estás enojada?

—¿Tú qué crees? —Apoyó sus manos en la cadera y sonrió de lado—. Claro que no, tontito.

—¡Cómo me gustas, Dios! —Reí mirándola emocionado y halé de su cuello para besarla.

—Esto es increíble —suspiró abrazándome.

—Pensé que te ibas a molestar.

—¡Un momento! —Se detuvo y me miró a los ojos—. ¿Tú le pediste que me contestara?

—No, ella lo hizo. De hecho, le pedí que no lo hiciera.

—¿Por qué?

—Porque no quería que nada se saliera de control y...

—Ya, no hay problema. —Sacudió las manos—. No pasa nada... —Se quedó callada unos segundos y luego reaccionó—. No puedo creer que estuve cuidando a los hijos de mi escritora favorita en casa de mi chico fa…stidioso. —Aclaró la garganta alejándose de mí, tomé su brazo haciéndola girar.

—¿Tu chico favorito? —Rodeé su cintura.

—No dije eso. Dije fastidioso.

—Pero lo ibas a decir, de todos modos, dijiste «mi chico».

—Cállate. —Me sacó la lengua.

—Te gusto y lo sabes —presumí sabiendo que era verdad, ella se rio.

—¿Sabes que puedo cambiar de opinión? —preguntó y levantó uno de los cuadros— ¡Oh, por Dios!

Era una foto mía, de niño.

—¡Ya entendí por qué te dicen Gordito! ¡Mira esas piernas! —hablaba mirando la foto con ternura.

—Sí, era un niño gordito.

—¡Esas lonjas! —Rio levantando otro cuadro y yo oí la puerta de la casa cerrarse.

—Hum. Espera un segundo. —Ginger no escuchó mucho y solo asintió porque estaba ocupada observando las fotos, corrí para buscar a la persona que supuse que había llegado y volví asomando la cabeza por la puerta—. Huffy, voy a presentarte a alguien.

—No juegues con mis sentimientos, ¿qué estás diciendo? —Vi en su mirada un brillo de emoción que me hizo sonreír al instante.

—Ven. —Entrelacé mi mano con la suya y salimos de la oficina.

Oí un grito ahogado de parte de la pelirroja y presionó con fuerza mi mano cuando la vio.

—Oye, Abs, te presento a Ginger. —Sonreí señalándola.

—¡Ginger! —exclamó Abby y estiró los brazos, acción que ella no dejó pasar. Ginger soltó mi mano y corrió a abrazarla.

—¡Hola! —chilló emocionada.

Bueno.

La cámara de los secretos había sido revelada.

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