Ginger

Ginger


2911

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—CAPÍTULO 26—

2911

Punto de vista de Ginger

Necesitaba con urgencia que alguien me pellizcara. Estaba abrazando a la mismísima Abby Rizzo.

—¡No puedo creerlo! —exclamé abrazándola aún.

—¡Yo no puedo creerlo! —Rio ella correspondiendo el abrazo.

—Y yo no puedo creer que aún no dejan de abrazarse. —Theo rodó los ojos sentándose en el sofá. Giré a verlo.

—No le hagas caso, está celoso —habló Abby sonriendo.

—Es que… —Me toqué el rostro y aproveché para golpearme la mejilla y pude percatarme de las lágrimas que caían por la emoción—. Estás aquí. Me imaginé este momento muchas veces y... Es increíble. Wow.

—Hey, tranquila. Tampoco es como si estuvieras frente a... ¿Julien Garnier? —habló girando con una risilla lentamente hacia Theo, que cruzaba los brazos y gruñía como un pequeño niño—. ¿Estás celoso, Gordito?

—Nada de eso, solo estoy viendo televisión —gruñó de nuevo mirando la pared, con el televisor apagado.

—Theo —murmuré mirándolo, me acerqué y toqué su brazo. Él giró a verme y suspiró.

—No estoy celoso —volvió a gruñir caminando hacia las escaleras, subió y me dejó con su cuñada.

—Está celoso —afirmó Abby, cerró los ojos mientras asentía.

—¿No crees que está molesto? —pregunté ladeando el labio. Abby se sentó a mi lado en el sofá, donde previamente había estado Theo.

—¿Por qué lo dices?

—No lo sé, tal vez...

—Solo quiere atención, Ginger —me interrumpió cuando notó que estaba pensándolo mucho—. Conozco a Theo como si fuera mi hijo. Es igual a su hermano. Cree que está pasando a segundo plano ahora que nos conocemos y sabes la verdad.

—¿Segura? ¿Y si voy a verlo? —Ella asintió.

—Más que segura, ve a buscarlo y verás que no está enojado. —Me guiñó el ojo y señaló las escaleras.

—Pero ¿qué hago? —dudé dejando de caminar.

—Lo que se te ocurra. —Me empujó un poco para que suba.

Con cierta timidez, me dirigí con lo poco que recordaba a la habitación de Theo. Toqué la puerta un par de veces y esperé.

—¿Qué haces? —preguntó Theo recostado en el marco de una puerta.

—Te estaba buscando.

—¿En la habitación de mi mamá? —Sonrió de lado.

—Oh, me confundí. —Fruncí el labio mirándolo—. ¿Estás enojado por algo?

—No estoy enojado. —Se apoyó mejor en la pared, pero hizo un mal movimiento y se resbaló cayendo de trasero al piso. Yo me tapé la boca intentando no reír, al ver que él empezaba a reírse, yo también lo hice.

—Ven aquí. —Estiré la mano para ayudarlo a levantarse—. Abby dijo que solo querías atención.

—¡No es cierto! —Estiró el labio—, es solo que... —Bufó mirando hacia arriba.

—¿Qué?

—Me da vergüenza admitirlo porque mientras estaba aquí, lo pensé y noté que he sido un ridículo —suspiró y me miró—. En cuanto apareció Abby sentí que pasé a segundo plano, pero ya se me pasó.

—Eres un tonto. —Reí abrazándolo.

—¿No deberías estar abajo con Abby?

—Bueno, sí, pero ya estoy aquí. —Me separé de él y le pegué en el brazo—. Vuelve a hacer una escena de esas y te la vas a ver conmigo, Collins.

—Eres una agresiva. —Volvió a sacar el labio inferior y tomó mi mano—. ¿Quieres salir conmigo?

—A... ¿Dónde?

—No lo sé, que sea improvisado, ¿qué te parece? Una primera cita. —Estiró la mano como si fuera un cartel de muchos colores.

—¿Cita?

—¿Vas a seguir preguntando? Lo tomaré como un sí —dijo, reí asintiendo.

—Pero... ¿Cuándo? —El chico miró su reloj y ladeó el labio.

—¿Qué te parece el viernes?

—Sería genial, primero debo preguntarle a mamá, pero imagino que dirá que sí.

—Genial, ahora bajemos. Debes tener muchas preguntas para Abby y Nate.

—Sería asombroso. —Sonreí siguiéndolo por el pasillo, bajamos las escaleras y Abby conversaba divertida con un chico, en realidad no tan chico, sentada en el sofá mientras miraban televisión junto a los dos pequeños que había conocido días antes.

Todos en familia.

—¡Ginger! —gritó James corriendo a abrazarme en cuanto me vio, sonreí de lado mirándolo.

—Hola, enano —dijo Theo y lo cargó despeinándolo.

—No, no, ella. —El niño se movió y estiró sus brazos hacia mí. Yo miré a Theo y me negué.

—No, yo no... —Moví las manos. Pero entonces el niño me miró, y por desgracia hicimos contacto visual. También hizo ese mismo gesto que hacía Theo cuando quería algo, estiró el labio y arrugó un poco la nariz.

—Manipulador —susurré cargándolo.

—Oh, mira que linda —dijo Abby mirándome.

—Lo es, ¿verdad? —Me sonrió Theo, y le saqué la lengua.

—Hola, Ginger —saludó el «chico señor» que vi segundos antes.

—Hola... ¿Nate?

—Te presento a mi hermano, Nate Collins. Tú lo conoces como Nathan.

—Un gusto, rojita. He oído hablar mucho de ti. —Sonrió abrazándome. A mí y a su hijo— ¿Verdad, Gordito? —comentó palmeando el hombro de su hermano, el otro solo evitó a Nate sonrojándose.

—Pues... Yo he leído mucho de ti —contesté provocando la risa de todos.

—Sí. Lamento que mi hermano te haga esperar, rojita. Así es él, lento. —Negó con la cabeza, Abby empezó a caminar hacia la sala y todos la seguimos. Oí que detrás de mí, Theo le reclamaba cosas en susurro mientras le golpeaba.

—Sigo sin asimilar que esté hablando con los personajes de mi libro favorito hecho realidad... Es tan raro, pero genial —comenté emocionada.

—Y yo estoy frente a la chica de la que he oído hablar por... Seis años —habló Abby abrazándome—. Eres tan tierna y pequeña que me provoca abrazarte y llevarte a todos lados. —Me movió mientras me abrazaba y reí.

—¿Tierna? Dudo que sea tierna —negué mordiendo mi labio mientras sonreía. Estaba nerviosa. No sabía qué decirle.

—Qué te parece si mañana salimos tú y yo a dar una vuelta, ¿eh? —Me codeó y miré a Theo. Él sonrió y volví a ver a mi escritora favorita. Tenía una sonrisa bastante graciosa.

—Si mamá está de acuerdo, me encantaría ir.

Entonces mi teléfono sonó.

Kim

Solecito, ¿estás libre? Necesito verte, si es posible ahora, mejor. Estoy triste. Es una emergencia nivel 2911 :’(

16:45

Suspiré y negué con la cabeza.

El código 2911 era: Terminé con mi osito por enésima vez, trae helado y veamos películas hasta que me quede durmiendo en tu hombro mientras lo babeo, dejo mocos y lágrimas sobre tu camisa.

—¿Pasó algo? —preguntó Theo mirándome.

—Hum, debo ir a casa de Kim.

—¿Osito? —Rio Theo negando con la cabeza, mientras su teléfono sonaba—. Un segundo.

Brad

Amigo, Kim volvió a terminar conmigo. ¡Soy un estúpido! Olvidé nuestro segundo mesversario.

16:46

Theo resopló cansado. Yo lo entendía.

—Es el batracio de tu amigo, ¿no? —pregunté y Theo asintió.

—Bueno, será motivo para dejarte en casa de Kim e ir por una hamburguesa para Brad.

—Hum, lamento irme así. —Miré a ambos y Abby sonrió.

—No te preocupes pequeña, ve con tu amiga. ¿Salimos mañana?

—Tengo que hablar con mamá primero, pero sí. —Asentí y me abrazó de nuevo.

Odiaba que irrumpieran en mi espacio personal. Pero los Collins tenían todo mi permiso.

—Ha sido un gusto, rojita. —Nate se acercó a mí y besó mi mejilla—. Me alegra por fin poder conocerte sin que mi hermano se avergüence de su familia. —Dramatizó tapando su rostro.

—Bien, es todo —gruñó Theo tomando mi mano.

—¡Adiós! —gritó Sky, asomó la cabeza desde el sillón y Salió corriendo para abrazarme del cuello. Me tomó por sorpresa, pero palmeé su espalda suavemente y la alejé.

—Nos vemos, Sky. Adiós, James. —Despeiné al rubio y automáticamente alzó los brazos. ¿Por qué me castigaban así?

—Adiós. —Se hurgó la nariz y luego besó mi mejilla.

—Vamos, Huffy. —Rio Theo siguiéndome y posó sus manos sobre mis hombros—. ¡Ya vuelvo, familia!

—Me agradan —mencioné subiendo al auto.

—A mí también. —Sonrió poniéndose el cinturón de seguridad al igual que yo.

—¿Podrías parar por donde Finn para comprar helados?

—¿De verdad está deprimida, Huffy?

—No, solo quiere llamar la atención como tú hace unos minutos. —Reí negando con la cabeza.

—¡Yo no quería llamar la atención!

—Claro que no —le di la razón de una forma un tanto irónica.

Por un momento el silencio nos inundó, hasta que el auto se detuvo en la heladería de Finn... Del papá de Finn, en realidad.

—¡Ginger, cuánto tiempo! —saludó Finn limpiando una mesa— Hola, Theo.

—¿Qué tal, amigo? —Sonrió Theo palmeando su espalda.

—Dos helados 2911, por favor —pedí mirándolo y él sonrió asintiendo mientras se alejaba.

—¿Qué es eso de helados 2911?

—Una clave que inventamos con Kim. Finn me dará dos envases de helado de chocolate y menta con chispas más jarabe de chocolate.

—¿Es el helado que pides cuando están tristes?

—El chocolate les hace bien a todos, a menos que seas alérgico o no te guste. La menta solo lo complementa, todos lo saben.

—Tu lógica es aplastante, Huffy.

—Lo genial será cuando sepa que tu madre no es astronauta como ella pensaba.

—¿Ella qué?

—Lo rumores en la escuela decían eso, y Kim lo creía. —Me encogí de hombro riendo.

—Tu amiga está loca.

—A veces, un poco. —Sonreí caminando a hacia Finn para pagarle.

—Son siete dólares —habló Finn mientras yo sacaba el billete para entregárselo.

—Que tengan un buen día —saludó y puso los envases de helado en una bolsa de papel.

—Gracias Finn, igualmente —me despedí mientras salía.

—Kim estará muy emocionada de saber que conocí a Abby.

—¡No! —Giró a verme haciendo que pegara un brinco.

—¿No qué?

—No puedes decirle nada a Kim.

—¿No? ¿Por qué? —pregunté confundida.

—Porque no, se van a enterar todos. Es como una red, se entera uno e inmediatamente todos lo sabrán.

—¿Qué intentas decir? Kim no es...

—Nadie, Ginger. No vas a decirle nada a nadie. Te lo conté a ti, y solo a ti. —Me señaló, miré su dedo y lo bajé.

—Puedes pedirlo de buena manera, y no me señales. Kim no es ninguna chismosa. Ha sido mi mejor amiga desde los nueve años.

—Solo... No digas nada —habló mirándome.

—Ya entendí —comenté fastidiada— entendí la primera vez. No le voy a decir nada a nadie, quédate tranquilo.

—Ginger, como se entere alguien más yo...

—¿Tú qué? ¿Ahora vas a amenazarme?

—Solo no quiero que los demás lo sepan.

—Entiendo, no le voy a decir nada. —Me quedé callada por unos segundos sin saber qué hacer, me sentía incómoda.

—Ginger, perdón. —Tomó mi brazo y me solté—, déjame llevarte a casa de Kim.

—No es necesario, tengo dos piernas, puedo caminar dos calles por mí misma. Ve con Brad. —Lo miré por última vez y giré sobre mis talones para llegar a casa de Kim.

—Tengo dos piernas, puedo respirar. Puedo caminar dos calles por mí misma.

Theo desistió de insistir cuando caminé más rápido. Cuando llegué, me abrió la mamá de Kim, la saludé y me comentó que «mi dramática mejor amiga» estaba en su habitación. Así que me dirigí hacia allá.

—Ya llegué —anuncié dejando el helado sobre su cama. Saqué una cuchara y se la lancé, la atrapó en el aire.

—¡Olvidó nuestro segundo mesversario! —lloriqueó..

—¿Qué veremos, Kim?

—No sé —comentó mientras tomaba una gran cucharada de helado. Comencé a buscar entre las opciones y recordé que no le había escrito a mi madre.

Ginger

Má, perdón por el cambio de planes. Kim llamó llorando porque terminó con el batracio de su Osito. ¿Puedo quedarme a dormir?

17:37

Bonniesaurio

Lo sé cariño, me lo ha dicho Claire hace un rato. Está bien si te quedas con Kim... Pórtense bien y no molesten al señor Johnson. Buenas noches, te amo :-)

17:39

Ginger

¡Ya no somos niñas! Molestábamos al señor Johnson porque estábamos pequeñas, ¿bien? Además, la de las ideas era Kim. También yo, má. Buenas noches.

17:40

Bonniesaurio

Cuándo fue la última vez? ¿En Navidad? Claro... Ahora son todas unas mujeres grandes. Nos vemos mañana.

17:40

—Kim, ¿qué hacemos ahora?

—Otra película. —Señaló el televisor limpiando sus mocos con un pañuelo desechable.

—Bien, ¿cuál? —Reí buscando en el cuaderno que tenía forrado en la carátula un 2911. Ahí habíamos puesto cada película que veíamos cuando alguna estaba mal. Teníamos una copia cada una en su casa, así jamás nos faltaría.

—La hermandad de las pantuflas viajeras —soltó entre sollozos—. ¡Se acabó el helado! —Volvió a quejarse entregándome el envase vacío.

—Voy a ver qué consigo. —Rodé los ojos dejando el cuaderno sobre su cama.

Bajé las escaleras y me encontré con tía Claire pintando las uñas de sus pies en el sillón... De cabeza.

—Tía —saludé caminando a la cocina.

—¿Se acabó el helado y te mandó por más? —preguntó aún de cabeza mientras yo abría el congelador—. Hay galletas en la alacena. Si quieres puedes llevarlas, creo que hay algunos dulces por ahí.

Asentí y me llevé todo lo que encontré de regreso a la cueva de monstruito que lloraba en su habitación.

—Encontré todo esto —mencioné dejando las cosas sobre su cama. Es la última vez que salgo de este cuarto hoy, ¿bien? —comenté sentándome en la cama.

—¿Ginger? —dijo jugando con sus dedos.

—¿Sí?

—Volví con mi Osito. —Giré a verla y fruncí el ceño.

—¿Estás jugando conmigo, Kim? —pregunté mirándola, ella negó con la cabeza, introduciéndose un pedazo de chocolate en la boca.

—Hum, nop —habló aún llena de chocolate—. Me llamó para disculparse y volvimos.

—No te pases —bufé y encendí la televisión. ¡Yo iba a ver otra película 2911 y me importaba poco si ya habían regresado!

La hermandad de las pantuflas viajeras me esperaba, y los ositos no harían nada por arruinarlo. Mi helado y yo estábamos felices juntos. Porque después de todo, siempre podías quedarte a dormir en casa de tu mejor amiga un viernes por la tarde tomando helado, comiendo pizza y viendo películas cursis que te hacían querer vomitar colorines de lo irrealistas que eran. Solo nos faltaba Julien Garnier y su burbuja de cereza, y todo sería perfecto.

Al día siguiente, la alarma de Kim sonó y me levanté de golpe al sentir que Kim me pateó la cabeza. Desventajas de dormir a su lado, se movía tanto que podía terminar de cabeza sin siquiera notarlo.

—¡Kimberly! —Golpeé su pierna despertándola.

—Buenos días, mejor amiga. —Sonrió estirándose.

—Debo ir a mi casa para cambiarme.

Habíamos puesto la alarma más temprano para poder ir a casa. De todos modos, debía pasar por algunos libros. Y rayos, no había hecho ninguna tarea.

—¡El informe de biología! —grité y me levanté de golpe.

—¿Había que hacer un informe? —preguntó tallando sus ojos.

—¡Mamá me va a castigar! —Me desperté totalmente caminando por toda la habitación en busca de mis zapatillas.

—Solecito, son las cinco de la mañana. Tienes tiempo, te llevaré a casa ahora mismo. —Se levantó también.

—Estás en pijama.

—No saldré del auto para nada, vamos. —Tomó una chaqueta y poniéndose las zapatillas—. Es lo menos que puedo hacer después de soportarme.

—Soy la mejor amiga que puedes tener —mencioné bajando las escaleras.

—Y la más modesta, por supuesto. —Rio sacando las llaves y cerró la puerta.

Reí también rodando los ojos y manejó a casa. Me despedí y entré sin hacer ruido. Subí las escaleras y me alisté para empezar con el dichoso trabajo de biología.

¿Quién quería saber sobre genética a las cinco y media de la mañana? Yo no.

—Cariño, ¿estás aquí? —Mamá tocó la puerta.

—¡Sí! —contesté imprimiendo las hojas.

—¿No estabas en casa de Kim? —Abrió viéndome extrañada.

—Vine hace dos horas, por estar con Kim olvidé hacer una tarea de biología.

—¿Y te levantaste a las cinco de la mañana para hacer un trabajo de biología? —preguntó incrédula.

—Sí mamá, no es algo de lo que me sienta orgullosa, pero no quiero quedarme una semana sin salir o sin teléfono de nuevo.

—Mi pequeña y pelirroja bebé. —Rio abrazándome fuerte.

—Mamá, dame espacio —me quejé empujando su cara mientras ella reía. Mi estomago sonó y ella me soltó.

—Iré a prepararte el desayuno, es la primera vez en mucho tiempo que puedo prepararlo con calma. —Rio negando con la cabeza.

—Gracias. —Sonreí juntando las hojas.

Caminó hacia la puerta y giró a verme.

—Oye, cariño...

—¿Sí, mami? —Giré a verla.

—Hoy es sábado. —Me guiñó el ojo y rio alejándose.

Observé el trabajo práctico de biología y lo lancé sobre el escritorio, para saltar sobre mi cama y envolverme en las sábanas como un burrito.

Dormí unas horas más, y al despertar bajé las escaleras en busca de algo para comer.

—Sabía que no ibas a desayunar al enterarte que era sábado. —Rio mamá tomando café.

—Má, ¿puedo salir hoy?

—¿A dónde?

—Voy a salir con Ab...

«No le cuentes a nadie» recordé. ¿Eso incluía a mis padres?

—¿Con Abby? —Alzó las cejas y yo la miré.

—¿Cómo rayos te enteras siempre de todo? —pregunté sacando la caja de cereal.

—En realidad, esta vez fue tu papá. —Rio bajito—. Se enteró hace unos días, y Theo pidió que no te dijéramos nada hasta que él te lo contara. Sabemos que en esta familia jamás se miente, pero hicimos una excepción porque era parte de una sorpresa.

—¿Ustedes también sabían? —Solté la caja sobre la mesa y me arrepentí al instante al ver las bolitas de chocolate rodar por la mesa.

Mi teléfono sonó y contesté sin mirar.

—¡Hoy es sábado, tonta! —me gritó Kim y mamá se echó a reír—. Buenas noches.

Y colgó. Yo dejé el teléfono sobre la mesa.

Pero volví a mirarlo cuando empezó a brillar, desbloqueé la pantalla y abrí los ojos.

Tenía alrededor de veinte llamadas perdidas y muchos mensajes de Theo. Solo revisé el último que envió.

Gordito

Huffy, perdón por lo de ayer. Por favor, por favor, por favor :( Intenté llamarte, creo que tu teléfono no funciona y por eso no contestas.

08:54

Rodé los ojos y dejé el teléfono de espaldas. Pero luego decidí escribirle a alguien.

Ginger

Abby, soy Ginger. Hoy no podré salir contigo, ¿te parece el lunes saliendo de clases?

11:36

Abby

Buenos días, Ginger. Claro, no hay problema. De todos modos, estaremos unos días más aquí en Counterville.

11:37

Gordito

Acabas de mandarle un mensaje a Abby. Lo vi, ¿por qué no me contestas? :(

11:37

—Hola, aún estoy aquí —mencionó mamá haciendo que la mire.

—Perdón. —Dejé el teléfono y agarré mi plato con cereal.

—¿Qué harás hoy?

—Leer. —Me levanté con el plato y caminé hacia las escaleras—. Tengo unos libros pendientes y planeo terminarlos este fin de semana.

—¿En serio? ¡Tienes la opción de salir con tu escritora favorita!

—Sí, pero no puedo salir con ella si al verla solo puedo recordar que estoy enojada con su cuñado, si no te importa, tengo una cita con una trilogía y no pienso desperdiciarla.

Subí las escaleras dispuesta a leer. Y todo el fin de semana fue así. Hasta que cuando noté, era lunes y debía ir a clases.

—¡Ginger Molly Huff, espero que no te hayas quedado hasta tarde leyendo ese libro y pongas tu trasero en la silla para desayunar ahora mismo! —gritó mamá golpeando la puerta.

Mamá sabía. Mamá siempre sabía.

Luego de pasar por todo el proceso de higiene, desayuno y despedida familiar, salí lista para otro día de escuela. Mi padre me advirtió que estaba empezando a llover, así que tomé las precauciones debidas y abrí la puerta. Fue ahí cuando lo vi apoyado sobre su auto esperándome.

—¿Qué rayos haces aquí?

—Te dije que pasaría por ti para ir a la escuela todos los días. —Sonrió mirándome.

¡De ninguna manera! ¡Theo Collins estaba muy equivocado!

No, no, no y no.

¡No!

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