Ginger

Ginger


Te solicitan en dirección

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—CAPÍTULO 27—

Te solicitan en dirección

—¿Me dejas llevarte, Huffy? —preguntó, abrió la puerta para que subiera, pero me negué.

—No, Theo. La verdad no quiero ir contigo hoy, así que te agradecería que vayamos separados —lo pensé por menos de un segundo y aclaré—, a la escuela.

Asintió cabizbajo y giré sobre mis talones para dirigirme a la estación del bus escolar.

Corrí cuando distinguí que estaba llegando, subí y saludé al conductor, pero estaba tan inmiscuida en mis pensamientos, que solo me senté en el primer asiento que vi. ¿Dónde había quedado la Ginger que pensaba con detenimiento el lugar en el que pasaría los siguientes treinta minutos de su vida?

Ni siquiera me percaté de la chica que estaba a mi lado hasta que dejé de pensar. Estaba callada, tenía puestos los auriculares y veía por la ventana ya que estaba lloviendo. Una escena perfecta para el video de una canción triste. No quería ser inoportuna, pero quería saber si podía ayudarla.

—Hola. —Le di un pequeño toque a su brazo para que volteara a verme. De forma automática detuvo la música y giró a verme—. Disculpa, solo quería saber si estabas bien.

—Oh... No, no. —Negó con la cabeza y me sonrió de lado—. Es solo que mi padre se olvidó de llevarme a la escuela, pero no es nada nuevo. Así que no importa, no te preocupes.

—Oh, entonces bien. —Asentí aún mirándola—. Me llamo Ginger. —Me presenté. Hasta a mí me pareció increíble. Mi mente solo gritaba «¡Cállense todos! ¡Ginger Huff está socializando!».

—Yo soy Alexa, dime Lex.

—¿En qué grado estás? —pregunté curiosa—. Uh, lamento si pregunto de más...

—No pasa nada. —Sonrió amable—. Estoy en un grado menos que tú. Tú estás con los seniors, ¿correcto?

—Sí, correcto —respondí—. Vengo del salón que erradicó a Elmer Butts de esta escuela —bromeé haciéndola reír. Me sorprendí de esa habilidad social que me salió y no conocía.

—Todos hablan de ustedes en mi clase. Son una leyenda. Gracias por eso. —Siguió riendo—. Además, ya sabes cómo es la escuela, hay tantos rumores.

—Chismosos. —Negué con la cabeza y la miré.

—También recuerdo el incidente en el campo de entrenamiento. Estuviste golpeando la cabeza de Theo Collins contra el césped mientras le gritabas que querías decirle un par de cosas. —Fue en ese momento que solté una carcajada y golpeé mi pierna repetidas veces.

—Uf, lo recuerdo, sí. Buenos tiempos.

—Eres divertida —afirmó mirándome, pensé que eras gruñona y antipática... Perdón por eso. —Reí bajito y negué con la cabeza.

—Lo entiendo, tengo la apariencia. Además, tal vez a veces sí soy un poquito gruñona.

—Seguro, lo he notado. —Sonrió y el vehículo se detuvo por un semáforo.

—No puedo creerlo —susurré al ver el auto que estaba detrás del bus, entonces se movió entre los autos y se detuvo justo al lado de Lex.

—¿Ese es el auto de Theo Collins?

—Lamentablemente, sí —confirmé aguantando las ganas de reír mientras él saludaba desde abajo con una sonrisilla.

Lex me miró sonriendo y se puso los auriculares de nuevo. Tal vez era una amable forma de terminar la conversación. De todos modos, ya no tenía mucho que decir.

Estaba orgullosa porque yo había dado un gran paso al saludarla primero.

Cuando el semáforo cambió de color, Theo solo arrancó el auto y se adelantó, el tonto solo había esperado para saludarme. Me reí cuando ya no me veía y regresé a mi zona de pensar durante todo el camino.

Al llegar, me despedí de Lex y emprendí mi camino hacia el pasillo donde se encontraban los casilleros, Kim me esperaba ahí. Dejé mis cosas, tomé algunas otras y luego volvimos a caminar por el lugar de camino a la clase de biología. El cubículo de Theo estaba cerca, pasé ignorando su presencia y entramos al salón.

Tenía en mi poder una tarea que había hecho a las cinco de la madrugada y no iba a desperdiciar más tiempo por presentarla.

—Ginger —llamó Kim y me detuve en la puerta para verla—. ¿Qué te parece si salimos hoy con Jake al cine? Hace milenios que no estamos los tres juntos —dijo, entonces caminé hacia nuestra mesa.

—Hum, es que hoy no puedo —traté de explicarme sin tener que dar mucha información.

—¿Por qué? —Se sentó a mi lado—. ¿Te castigaron de nuevo?

—No, hoy voy a salir —comenté sacando un lápiz para dibujar algo mientras esperábamos a que el profesor llegara.

—¿Con Theo? —preguntó emocionada, incluso junto sus manos en pequeño aplauso.

—No, con una amiga.

—Titubeaste. Me estás mintiendo. —Aflojé el agarre del lápiz para verla.

—¿Qué dices, Kim? Yo no he titubeado, y no te estoy mintiendo. —Sonreí un poco jugando con mis manos.

—Cuando mientes haces eso con los dedos. —Me señaló la mano y yo las solté—. Y también te muerdes el interior de la mejilla, cosa que estás haciendo. —Ni siquiera era consciente de que lo estaba haciendo, así que relajé la cara y dejé de hacer cualquier cosa que pareciera sospechosa.

—No estoy mintiendo, es una amiga, Kim.

—No pasa nada, Solecito. —Sonrió jugando con uno de mis mechones y los soltó para sacar su celular del bolsillo—. No te estreses.

La voz del profesor que saludaba, indicando que quienes no habían dejado sus trabajos sobre el escritorio, deberían hacerlo por el bien de sus calificaciones.

—Seguimos con el tema de genética, ¿alguien sabe que es el gen MC1R? —preguntó el profesor dando vueltas por ahí y su mirada se fijó en mí por unos milisegundos.

—Hum. —Me acomodé en la silla, y levanté la mano incómoda. Primero socializando y luego levantando la mano en clase. ¿Qué me estaba pasando?

—Bueno, que nos lo diga la experta en el tema. —Rio señalándome, rodé los ojos y dejé el lápiz en la mesa.

—Es el gen que provoca esto. —Señalé mi cabello. El profesor me señaló y asintió.

—Correcto, Huff. Ese gen regula la pigmentación de la piel, por lo tanto, cuanta más Eumelanina, más oscuro tendrán el cabello; y con la Feomelanina, más claro. —Algunos empezaron a reírse y supuse que era por el «feo» en aquella palabra, negué con la cabeza y Kim intervino preguntando si las pecas también tenían algo que ver con el gen—. Sí, Kim. Tiene que ver.

—¡Oh! ¡Eso lo explica! —gritó Kim tocando mi brazo—. Es que al Solecito no le gusta ir mucho a la playa, ¿sabe? Además de que a veces tía Bonnie no la deja, en verano yo la paso todo el tiempo bajo el agua y...

—Kim, la clase... —la interrumpí tapándome el rostro mientras me reía. Levanté la cabeza al oír que tocaron la puerta, el profesor abrió y resoplé.

—Collins, llega tarde.

—Buenos días, profesor. Lo sé, pero vengo a dejarle esto. —Le entregó una tarjeta y se fue, no sin antes dedicarme una pequeña mirada.

—Oh. —El profesor abrió un poco los ojos y me miró—. Te solicitan en dirección, Huff.

Yo me levanté en compañía de murmuraciones de parte de mis compañeros en los que predominaban frases como «¿Qué habrá hecho?». «Seguro le pegó a alguien». «Enana abusiva».

Luego de una sonrisa de apoyo de parte de mi mejor amiga, y de recoger mis cosas, salí de clase junto al papel que me había entregado el profesor. Fue entonces cuando estaba en el pasillo, que pude observar mejor el papel y darme cuenta de que esa no era la letra de la secretaria o la directora, eso estaba escrito con el puño y letra de Theo Collins.

—Hola, Huffy. ¿Cómo estás? ¿Me acompañas? —Estiró su mano y la tomé sin pensarlo (no necesariamente porque quería hablarle, sino porque me había sacado del salón y los monitores podían llegar en cualquier momento).

—Pero... —empecé a dudar y me detuve al ver la puerta del salón.

—¡Vamos, Huffy! ¡Vas muy lento! —chilló cargándome como un saco de papas sobre sus hombros.

—¡¿Se puede saber qué estás haciendo?! ¡Bájame! ¡Estoy enojada contigo! —Le pegué en la espalda, él estaba corriendo un poco, pero se detuvo cuando le hablé.

—¡Es que si no caminas rápido tengo que buscar mis propios medios! —se defendió y gruñí pegándole de nuevo.

—Voy a vomitar sobre tus propios medios si no me bajas.

—¿No vas a escapar? —bromeó y rodé los ojos relajando los brazos.

—No, Theo. Solo quiero que me bajes. Puedo caminar sola.

—¿Lo prometes? —preguntó, evité reírme por el tono que estaba usando.

—Lo prometo.

—¿Por la garrita?

—¡Theo! —le grité y se rio dejándome en el suelo.

—Qué mal humor traes, Huffy. —Me sujeté en su hombro al sentir un pequeño mareo.

—¿Todo en orden? —preguntó preocupado.

—Todos menos mis pensamientos —bufé soltándolo cuando me estabilicé—. Y de paso los sentimientos —susurré esto último para luego tomar aire. Theo me escuchó, lo supe porque estiró la mano.

—¿Podemos hablar? —preguntó. Resoplé y la tomé. Así que nos dirigimos al lugar donde la tregua empezó. Al llegar, me desplomé sobre el suelo con los brazos cruzados sin intención de moverme o mirarlo. Ginger...

—¿De qué quieres hablar? —dije, aún sabiendo la respuesta.

Él se sentó frente a mí con las piernas cruzadas y bufó.

—Lo siento —habló, yo levanté mirada, sus ojos se cruzaron con los míos. Me rasqué un poco la nuca y suspiré—. Me comporté como un tonto. Sé que estuvo mal, no debí hablarte de esa forma.

Entonces me ganó.

—No debiste, la verdad. —Fruncí los labios, seguíamos sosteniendo la mirada—. Entiendo que quieras privacidad y todo eso. Es solo que estaba emocionada, no consideré que Kim o Jake fuesen parte del trato porque estoy acostumbrada a considerarlos en todo. Tal vez estuvo mal de mi parte no pensar en que pudiese molestarte. Así que me disculpo por eso. ¿Te das cuenta de que estamos haciendo un lío tan grande de un problema tan pequeño? —Me quejé al darme cuenta mientras se lo decía—. ¿Nunca pensaste en decirlo? Me refiero a que, conoces a esta gente desde hace seis años —comenté refiriéndome a nuestro salón—, ¿no crees que ya te quieren por cómo, y no por ser quién eres? No me malinterpretes, no intento pedirte que lo digas, ni mucho menos. Es simple curiosidad, ¿no te cansa estar siempre ocultándolo? —Theo asintió un poco y se acomodó mejor en el suelo frente a mí.

—Sí. Antes estaba todo el tiempo paranoico, pensando que en algún momento se enterarían, aunque no lo creas, ahora estoy más relajado al respecto. —Se rio al ver mi cara de asombro, ¿ese era el Theo relajado? No quería imaginar cómo sería el que estaba siempre preocupado—. Nate siempre dice lo mismo que tú, pero no lo sé, no me siento del todo seguro.

—Qué listo es Nate... Y guapo —dije eso último solo para molestarlo, aunque era verdad.

—Ah, ahora te gusta mi hermano. —Fingió enojo y bajó la cabeza. Entrecerré los ojos y empujé su brazo.

—Sabes quién me gusta, y no me cambies de tema. Sé que en esta escuela son chismosos, pero sabemos que no son malos. Solo les gusta enterarse de todo... De todos modos, Theo, cuando te sientas seguro de decirlo, aquí estaremos tus amigos para apoyarte si algo sucede.

—Pero es que no es solo que sean chismosos como dices —murmuró—. Muchos aquí han leído los libros de Abby. En True Colors hablan sobre toda la situación con mi padre. Yo no quiero que todos me vean con lástima.

—Oh... —Pensé un momento antes de hablar—. Comprendo a donde va todo... Sé que no soy quién para decir algo, pero también he podido observar que ustedes están bastante unidos, Chloe, tú y tus hermanos siempre están los unos para los otros, y eso es bonito, ¿sabes? No todos tienen esa oportunidad. A lo que voy, es que, entiendo que no quieras que lo sepan, pero tu familia es genial y eso opacará cualquier problema que haya sucedido. Trata de tomar las cosas con calma, si no quieres contarlo, respeto tu decisión. —Sonreí y presioné un poco su mejilla, haciéndolo reír.

—¿Significa que ya no estás enojada conmigo? —preguntó más tranquilo.

—Ya no lo estoy. Sé que me dijiste que te fallaron antes, pero yo no soy así. Con pedírmelo una vez, lo hubiese entendido. —Rodé los ojos y me levanté, él imitó mi acción—. Así que promete que no vas a hablar así de nuevo, Theo Collins. —Lo señalé.

—Lo prometo. —Alzó la mano y la choqué—. Bien, ya me sacaste de clases, tenemos clase de literatura, vamos por nuestros libros. —Hice una seña y me siguió, pero al llegar a la puerta, él la detuvo llamándome.

—Oye, Ginger. —Giré a verlo haciendo un «Hum» como sonido—. Lo diré, pero no ahora.

—Está bien. —Sonreí asintiendo—. Pero hazlo cuando estés seguro, no porque yo te haya dicho algo. Nadie puede obligarte.

El chico se acomodó la chaqueta y metió sus manos en los bolsillos. Sonreí al verlo, me acerqué y besé su mejilla.

Al llegar al pasillo, la campana ya había sonado y todos empezaban a salir de sus respectivas clases.

—Hola, Lex —saludé pasando por su lado cuando iba a mi casillero.

—Ey, Ginger. —Me sonrió y pasó con sus amigas que empezaron a preguntarle cosas en cuanto el saludo se dio. Abrí el casillero y dejé el cuaderno de biología.

—¿Y? —preguntó Kim apoyando su mano en la puerta mientras la cerraba, me hizo pegar un brinco. No sabía en qué momento había llegado.

—Y, ¿qué?

—¿Qué tal tu «visita a dirección»? —Rio enrollando su brazo en el mío.

—¿Por qué enfatizas las comillas con tus dedos?

—Theo me dijo, tonta.

—Se disculpó por ser un tonto. —Me encogí de hombros—. Lo que pasa es que...

—¡Osito! —chilló soltándome y corrió hacia él. La perdí.

—¡Hola, Osita! —La cargó dando vueltas en su sitio. La expresión en mi cara gritaba que iba a tener una reacción alérgica a los ositos en cualquier momento, así que, para preservar mi salud, seguí caminando y los ignoré.

Las clases de literatura pasaron tan rápido que en cuestión de —lo que me pareció— segundos, ya estaba saliendo de clases de nuevo.

Esa vez, siendo interceptada por Jake.

—Hola, Carrie. —Jake me despeinó y le pegué en el brazo arreglándome el cabello.

—¿Sabes lo que me cuesta no peinarme todas las mañanas? —bromeé acomodándome la larga cabellera.

—¿Vienes hoy a mi entrenamiento de béisbol?

—Hum no puedo. Tengo que salir hoy —comenté mientras me seguía.

—¿Con quién?

—¿Qué te importa? —pregunté y él se echó a reír.

—Ay, qué humor, Carrie. —Me abrazó logrando que me detuviera un poco.

—¿No tienes una novia que ir a ver? —Traté de soltarme.

—Tiene gripe. —Estiró el labio inferior mirándome.

—Bueno. Lo siento, ve a molestar a Theo.

—¡Bien! —suspiró con dramatismo—. Déjame solito...

—Sí, adiós. —Guiñé el ojo y caminé hacia la salida.

—¡Que quede anotado que estás dejando abandonado a tu mejor amigo! —vociferó logrando que muchos giraran a verlo.

—¡Viviré con ello! —contesté sin girar a verlo, alcé una mano en forma de despedida.

—¡Mala! —Fingió llorar y reí cerrando la puerta.

Abby

Hola, Ginger. Estoy estacionada a tu derecha. Te veo desde aquí.

14:30

Ginger

Voy para allá.

14:30

Caminé un poco más y me acerqué a la ventana.

—¿Estás lista? —Sonrió abriendo la puerta y yo no podía creerlo. ¡Estaba en el auto de Abril Rizzo!

—Sí —contesté.

—¿Eres así de callada siempre? —preguntó Abby manejando el auto, ya habíamos salido de la escuela por completo.

—Eh, sí. Bueno, no tanto. Pero es que, estoy en el auto de mi escritora favorita, ¿sabes? —Ella rio mirándome y negó.

—Bueno, dejemos un poco las formalidades, ¿sí? Soy Abby. —Detuvo el auto y estiró su mano. Automáticamente la tomé.

—Soy Ginger —le seguí el juego.

—Así que... Te gusta mi cuñado, ¿eh? —Alzó las cejas y me sonrojé mirando hacia la ventana—. ¡No te avergüences, niña! —Palmeó mi brazo y la miré.

—Tal vez un poco —susurré rascándome la ceja derecha. Estaba nerviosa.

—Ya hablaremos de eso, no te me vas a escapar, colorada.

—Bien. —Reí bajito y miré mis botas—. ¿A dónde vamos?

—Primero a tomar un café, conozco un lugar que te va a gustar —anunció bastante feliz.

Jugué un poco con las mangas del suéter, me quedaba un poco largo. No hacía tanto frío dentro del auto porque el aire acondicionado estaba encendido, pero afuera sí que hacía frío. Como amaba el invierno.

—No puede ser. —Sonreí mirando la cafetería.

Había pasado muchas veces, pero nunca había entrado. «Riot Coffee» citaba el gran cartel.

—Buenas tardes, señora Collins —saludó un chico mientras caminábamos en busca de una mesa.

—Hola, Jason —saludó Abby sonriendo, yo sonreí asintiendo por educación y la seguí—. Ya te dije que soy Abby, deja de llamarme señora, por el amor a Dios. Además, soy Rizzo, Collins es el niño de treinta y dos años que tengo en casa. —Todos reímos.

—Hola, Abby —saludó él de nuevo.

—¿Sabes quién es él? —preguntó sentándose, el chico estaba tomando una carta para llevarla a nuestra mesa.

—No. ¿Quién es?

—Es el hijo de la señora Bridget.

—¿La dueña de la otra cafetería en la que trabajaste? —Ella asintió sorprendida.

—¿Sabes mucho, eh?

—Retengo mucha información cuando no se trata de la escuela —comenté encogiendo los hombros, Jason se acercó y nos entregó la carta—. Además, hace poco lo releí.

Pedimos galletas. Abby me contó mucho sobre anécdotas que no había detallado en el libro. Era una persona que, aunque aún siendo joven... Tenía mucho que contar. No dudaba que sus nietos oirían muchas historias.

¿Cómo es que Jason terminó trabajando ahí?

Según ella, el señor Jones y Riot Coffee quebraron, y la señora Bridget compró el lugar, dejando el nombre a pedido de Abby.

La conversación estuvo entretenida, pero tuvimos que irnos porque teníamos otra parada que hacer. Yo no lo sabía, pero confiaba en que sería divertido.

—Bien, llegamos. —Sonrió aparcando el auto. Esta mujer estaba llena de sonrisas.

—¿El parque congelado? —leí el cartel del gran lugar y luego la miré.

—Sí, ¡vamos a patinar! —chilló emocionada y haló de mi brazo hacia el interior del lugar.

—Uy, yo no sé patinar —balbuceé siguiéndola.

Tampoco me quedaba de otra, su mano seguía jalando de mi brazo de camino al centro.

—¡Yo tampoco sabía antes de aprender! —Rio parándose frente a un señor.

—¡Bienvenidos al fantástico mundo del parque congelado! Soy Summer —saludó el mastodonte frente a nosotras.

—Así que... Tu nombre es Summer, ¿y trabajas aquí? —pregunté mirando alrededor—. Con todo este hielo... Frío... Helado.

—¡Pues sí! —Asintió.

—Dos pares de patines, por favor —pidió Abby con una gran sonrisa.

Luego de una breve conversación, entramos a la pista de patinaje.

Yo no sabía patinar.

—¿Cómo que no sabes? ¡Vamos, Ginger, no es tan difícil! ¡Tú puedes! —Tomó mi brazo, pero yo estaba muy ocupada sosteniendo la barra de las orillas en la pista. Parecía un gato asustado—. Vamos, no te va a pasar nada. Mira. —Me soltó y empezó a avanzar con confianza, dio un par de vueltas y me miró para luego saludar con ambas manos—. ¡Estoy bien! ¡¿Lo ves?!

Pero como era Abby, mientras patinaba de regreso hacia donde yo estaba, se tropezó con su propio pie y cayó de trasero sobre el hielo.

—¿Abby? —la llamé preocupada, no podía ayudarla.

—¡Estoy bien! —Rio levantándose, pero volvió a caer— ¡Está todo bajo control! —Se carcajeó mientras intentaba levantarse. Suspiré y sonreí. Abby era igual a la Sky que describió en el libro.

—¿No te rompiste un brazo en un lugar así?

—¡Pero ese día te conocí! Fue algo bueno también, ¿ves? —Se acercó a mí y estiró la mano, ella me miró—. Vamos, Ginger.

—Yo... —dudé—. Okay, vamos —logré decir antes de que jalara de mí y terminara siendo arrastrada por toda la pista.

—¡Flexión! —gritó mientras nos deslizábamos por el hielo. Y así pasó la tarde. Caídas, risas y más anécdotas.

Cosas interesantes descubrí ese día. Como Theo ganando premios en patinaje artístico a los doce años. Y si hay algo que sin duda aprendí de Abby, es que sus chistes sí eran malísimos.

—¡Oh, oh! ¡Tengo otro! —habló entre risas mientras caminábamos hacia el estacionamiento—. ¿Qué pasa si un elefante se para sobre una pata?

—¿Qué? —pregunté suspirando. Dios, quería darle un golpe en la frente.

—¡El pato se queda viudo! —soltó para luego carcajearse sola mientras golpeaba la puerta de su auto—. ¡Yo es que debí publicar mi libro de chistes! ¡¡Me amo!!

—Abby, no creo que... —Negué con la cabeza y ella me silenció con un dedo.

—¿Y qué es una hipotenusa?

—Abby, por f...

—¡Diez hipopótamos en Estados Unidos! —interrumpió gritando en medio de la calle—. Dios, que alguien me detenga de una vez. ¡Ardo en jocosidad! —Chasqueó con la lengua mientras cerraba la puerta del auto y yo imité su acción poniéndome el cinturón de seguridad.

Estábamos listas para irnos cuando un pequeño copo de nieve cayó en la ventana del auto. Contra el pronóstico en la radio de aquella mañana, que aseguraron que solo llovería, empezó a nevar.

—¡Oh! Debo llevarte a casa antes de que las calles se bloqueen. —Sonrió dando la vuelta a una calle que no era el camino hacia mi casa.

—Hum, Abby... Mi casa no es para allá.

—Sí que lo es, es un atajo —anunció. Segundos después estábamos a una calle de la mía.

—¿Qué? ¡Pero si Theo siempre maneja por el otro lado! No tenía idea que existía un atajo.

—Seguro quería pasar más tiempo contigo. —Guiñó el ojo entre risitas, provocando que me sonrojara. Por lo menos mis mejillas y cabello combinaban.

—Bueno, Ginger. Ha sido un placer pasar esta tarde contigo. Me despido porque Nate y mis hijos deben estar esperándome en casa.

—Y Theo, Alai y Chloe. —Sonreí mirándola y ella negó con la cabeza.

—Nosotros no vivimos con ellos, tenemos una casa propia —comentó confundida.

—Pero... Oh, pensé que vivían juntos.

—No, Chloe y mis bebés viven en su casa.

—Así que este año esa casa ha estado sola...

—En realidad no, Logan que es un amigo, los pelirrojos y mis hermanos la han «cuidado». Sobre todo, Luca y Bianca, ya son universitarios y presumen mucho allá en Italia. —Rio negando con la cabeza.

—Luca y Bianca son... ¿Tus hermanos menores? —Ella asintió poniéndose los guantes—. Luca tiene veintidós, y Bianca veinticinco.

—Wow...

—Sí, mis chiquitos crecieron tanto. —Fingió secar una lágrima.

Mi teléfono sonó y desbloqueé el teléfono.

Gordito

Solo quiero que sepas que todo lo que te diga Abby es mentira.

19:45

Huffy

No me ha dicho nada de ti.

Así que patinaje artístico, ¿eh?

19:46

Gordito

¿POR QUÉ A MÍ?

Y sí, gané premios, soy genial.

19:47

Reí y guardé el teléfono. Percatándome en que Abby me miraba muy concentrada.

—¿Era Theo?

—Sí, ¿cómo sabes? —pregunté sonriendo.

—Tienes esa sonrisa.

—¿Esa sonrisa? Uh, perdón.

Mi teléfono volvió a sonar, pero esta vez era mamá.

—Hola, mami.

—¿Todo bien?

—Sí, estoy afuera. Entro en un minuto.

—Bueno, un beso para Abby.

—Ya se lo mando.

Colgué.

—Mamá te manda un beso. —Sonreí quitándome el cinturón—. Fue genial pasar este tiempo contigo, Abby. Jamás me hubiera imaginado todo esto, de verdad.

—Pues ha sido un placer, Ginger. Espero que podamos vernos pronto.

Luego de la despedida, caminé hacia la puerta de mi casa, saludé con la mano por última vez antes de entrar y Abby se fue.

—¡Wow! —solté al entrar.

—¿Ginger? —preguntó mamá.

—¡Ha sido estupendo! —grité y corrí aterrizando de cabeza en el sillón junto a mi padre, me moví un poco y logré sentarme.

—Vamos, cuenta. —Rio papá mirándome.

Les conté todo lo que pasó con lujo de detalles. Podría hablar horas y horas de haber vivido la experiencia de conocer a mi escritora favorita.

***

Al día siguiente, a las siete y treinta de la mañana, seguía acurrucada en mi cama. Pensé en que debía ser ilegal levantarse tan temprano. No podía salir de ahí, hacía mucho frío.

En ese momento solo les tenía mucha envidia a los tamales, estaban tan bien envueltos.

—¡Es la última vez que te llamo, Ginger Huff! Si no te levantas, voy a subir —amenazó mamá pegando un grito al cielo.

Entonces me rendí. Me quejé rodando por la cama aún con el edredón envuelto y caí al piso arrastrándome hacia el armario para elegir que ponerme.

—¡Ya voy! —grité de vuelta mientras me ponía de rodillas—. ¿Por qué no puedo quedarme en casa? ¡Los profesores tienen cuarenta alumnos! Si una no va, no les voy a hacer falta —volví a quejarme, entonces abrí los ojos y me di cuenta de que estaba hablando sola. Negué con la cabeza y corrí hacia la ducha para salir de eso.

Una vez cambiada, poco peinada y muy abrigada, bajé las escaleras con mi mejor cara de «no me hablen, tengo frío».

—Buenos días, Bombón.

—¡No hay nada bueno! —gruñí agarrando un plato de cereal.

—Mi beso, gruñona. —Señaló su mejilla. Suspiré y lo besé, al igual que a mi madre.

Desayuné en silencio, cuando estuve por terminar, oí las bocinas de un auto.

—Es Theo —comentó mamá asomando la cabeza por la ventana.

—¿Ya son novios? —preguntó papá.

—Déjame. —Le saqué la lengua y me despedí para salir con mucha dificultad. Estornudé.

O era gripe, o le tenía alergia a las mañanas.

—Buenos días, Huffy. —Rio mirándome. Era una imagen graciosa de ver. Tenía puestos dos suéteres, uno más grande que el otro, un pantalón grueso, además de una gorra, la bufanda y unas botas que me hacían ver dos centímetros más alta—. ¿Te pusiste todo el armario hoy?

—¿Quieres mi puño en tu cara, Gordito?

—Oh, qué agresiva. —Rio besando mi mejilla y abrió la puerta para que entrara al auto.

—Hay nieve por todos lados —comenté mirando por la ventana.

—Y así será todo el mes. —Sonrió dando la vuelta para entrar al auto.

—Me gusta el frío, pero no si debo levantarme temprano. —Me quejé, él empezó a manejar.

—Pequeña gruñona. —Rio mirándome de reojo.

***

Después de dos semanas más, cincuenta peleas con bolas de nieve, cuatro o cinco salidas más con Abby y Theo, y con ello, un par de rechazos a Jake y Kim sin alguna explicación, la bomba explotó.

—No puedo ir hoy, chicos... Voy a salir con Theo. —Jugué con mis dedos para luego girar a verlos. Estábamos en el pasillo de la escuela y ellos me habían interceptado para que no huyera antes sus interrogaciones.

—¡Bien! ¡Eso es todo! No estuviste ignorando estas semanas, «sales con una amiga», y ni siquiera quieres contarnos quién es, ¿qué te pasa Ginger? —Kim alzó la voz mirándome.

—Kim, no es que...

—Es cierto, Ginger. Prometiste ir al próximo entrenamiento. Y era ayer.—Jake comentó mirándome, estaba dolido.

—Oh, Dios, lo olvidé. —Me tapé la boca y los miré.

—¡Theo ni siquiera es tu novio y actúan como tal! ¡Somos tus mejores amigos! ¿Lo recuerdas? Sin embargo, no has hecho más que ignorarnos.

—No lo estaba ignorando, es solo que... —Miré a mi alrededor en el pasillo, y divisé a Theo, se veía preocupado.

—¿Qué? ¡¿Es solo qué?!

—No... Puedo decirlo —murmuré bajando la mirada.

—Está bien, al parecer ahora no confías en nosotros.

—¡Sí que confío, Kim!

—¡Pues no lo demuestras! ¡Solo estás de un lado a otro con Theo y nos ignoras!

—Esto no viene al caso, pero tú haces exactamente eso. ¡Tú y tu «osito»! —Le grité. Bien, estaba enojándome.

—Pero ¿qué dices?

—¡Últimamente solo me llamabas cuando te peleabas con él! ¿No lo recuerdas, Kim? Estuve contigo cada día y a veces en la noche cuando ustedes terminaban. ¡Por cada tontería y volvían diez minutos después! ¡No puedes solo venir y decir que te ignoro cuando tú no das el ejemplo, Kimberly! —Respiraba entrecortado y presionaba la mandíbula.

—Huffy —susurró Theo tocando mi hombro.

—¿Qué? ¿Vienes a llevártela ahora? —Rio Kim negando con la cabeza.

—¡Cállate, Kimberly! —le grité golpeando mi pierna—. ¡Él no tiene nada que ver aquí!

—¡No me voy a callar! Quédate con tu intento de noviecito aquí si quieres. Me da igual. Yo me voy —gruñó Kim alejándose. Jake me miró por un segundo y suspiró.

—Jake, lo siento —resoplé, mis ojos ardían, y es que había empezado a llorar y del enojo ni lo noté. Él ladeó el labio y se dio la vuelta, siguiendo a Kim y caminó con Bradley hacia la puerta.

—Ginger, lo siento —susurró Theo abrazándome mientras yo lloraba—. Es mi culpa.

—No es tu culpa, no lo es —dije como pude mientras él acariciaba mi cabello.

—¡Se acabó el show! No hay nada que ver aquí —gritó Theo al pasillo en general, y empecé a oír como todos se movían.

Todo era un gran desastre.

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