Ginger

Ginger


Perdón

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—CAPÍTULO 28—

Perdón

Los días del invierno estaban contados, y con ello, el cumpleaños de Kim se acercaba. Solo habían pasado dos días desde aquel altercado y ni siquiera habíamos cruzado miradas.

Los alumnos empezaban a prepararse para los exámenes del primer lapso y los profesores recargaban con muchas ganas sus marcadores rojos sabiendo que más de uno se llevaría un curso.

Caminaba por los pasillos de la escuela con la mirada baja e intentando huir de aquella molesta profesora que me buscaba desde la mañana para pedir que me encargara de las actividades del viaje de egresados.

¡De ninguna manera!

Yo no iba a viajar con ese conjunto de monos chismosos que tenía por compañeros por unas diez horas en un bus, para luego convivir con ellos dos semanas en algún pueblo perdido de Counterville.

No, no, y no.

Mucho menos si estaba peleada con mis mejores amigos.

—¡Ginger! Te estaba buscando. —Sonrió la maestra Carmen acomodando su brazo alrededor del mío y guiándome al salón de profesores.

—Oh, sí. Algo de eso oí. Me encontró —murmuré sentándome frente a ella.

—Espera un momento. —Me dedicó una sonrisa y presionó algo en su teléfono para luego pegarlo a su oreja—. ¡Hola! Sí, estoy en la sala de profesores. Vengan aquí. Sí, bien.

¡¿Vengan?! ¡Pensaba que solo era yo!

La puerta sonó minutos después y dejó ver a dos chicos asomando la cabeza para luego entrar de golpe.

—¡¿Tú?! —gritamos Kim y yo al unísono, para luego resoplar y cruzar los brazos en perfecta sincronización.

—¿Me he perdido de algo? —preguntó Carmen mirándonos confundida.

No, claro que no. ¡Solo la parte en la que me había restregado en el pasillo que era la peor amiga del mundo!

—Están un poco... Distanciadas —comentó Jake rascando su nuca.

—¡Hola! —dijo Theo entrando al salón, todos nuestros ojos se fijaron en él y alzó una ceja—. ¿Qué hacen ustedes aquí?

—Es lo que yo me preguntó —murmuró Kim sentándose de espaldas a mí. Resoplé y me puse de lado, tocando la silla para que Theo se siente a mi lado. Él no lo dudó y sonrió sentándose.

—Estoy casi en un estado de ebullición. ¿Carmen? —Kim hizo una seña para que empiece a hablar.

—No sabía que podía usar la palabra ebullición —comenté mirándome las uñas.

—Sé usar esa palabra, y muchas más. ¿Quieres que te enseñe, Huff? —preguntó la chica pegando un salto y levantándose de la silla mientras presionaba los puños.

—No, gracias, soy muy mala amiga. Tal vez luego pueda usarlo en tu contra. —Me encogí de hombros.

—Ginger —susurró Theo presionando un poco mi mano. Bufé y asentí.

—Como sea, ¿por qué estamos todos aquí? —pregunté.

La profesora rio presionando un poco el hombro de Kim para que se siente y se dispuso a dar vueltas por el salón.

—Mis preciosos, ustedes serán el nuevo comité de aula.

—¡¿Su qué?! —gritamos todos, y de un momento a otro el salón se convirtió en un lugar lleno de objeciones en forma de gritos.

—Yo sé que están muy emocionados, también yo. A partir de ahora nos reuniremos los dos últimos viernes de cada mes para hablar sobre las actividades que haremos para el viaje. Ustedes se encargarán de convencer a sus compañeros —comentó con una gran sonrisa.

—No estoy de acuerdo —se quejó Kim.

—Estés o no de acuerdo, el comité ha sido decidido y nadie puede echarse para atrás. Es como una mafia, pero menos sangrienta y más escolar. —Carmen sonrió y asintió satisfecha.

—¿Puedo irme? —pregunté mirando el piso.

—Sí. Nos vemos aquí el próximo viernes, chicos —dijo. En cuanto abrió la puerta, salí como si fuese un torpedo.

Cerré el casillero con amargura y me planté frente al salón donde me tocaba física. Lo pensé y miré a mi alrededor. Estaba por irme, pero aquella voz en mi mente ganó.

«Si bajas las calificaciones, no sales».

Genial, salir meses atrás no me hubiese importado.

Tonto Theo. Tontos colores de la vida. Tonta yo.

—Tucker, viene —anunció un compañero empujándome para entrar también, obligándome a dar el último paso que terminó con mis únicos segundos de rebeldía.

—Buenas tardes, sentados todos —comentó el profesor de física mientras nos acomodábamos en los asientos.

—¡Dejó tarea! —gritó alguien desde el fondo con un cuaderno alzado. Casi todos giraron a verle mal. Yo no, estaba ocupada pensando en lo mal que me estaba yendo.

—Sí, sí. Quiero que dejen sus tareas en mi escritorio en forma ordenada. Mientras que hacen eso, les contaré lo que haremos hoy. En vista de que algún holgazán se quejó diciendo que yo dejaba muchos trabajos con por lo menos quinientas palabras, haré otra cosa —mencionó el «hombrecito con lunares» como lo llamaba Kim.

—Lamento la tardanza —anunció Jake entrando a la clase, sentándose a mi lado.

—Como decía, la feria de ciencias se acerca y será en grupos.

—Lamento la tardanza —dijo Theo entrando al salón, giré a ver a Jake y sonreí de lado.

—Si entra alguien más diciendo lo mismo voy a dejar mucha tarea —amenazó el profesor Tucker.

—Lo siento —murmuró Theo sentándose delante de mí.

—Bien, la feria de ciencias se acerca, y será en grupos —repitió mirando a Theo en forma de reproche—. Así que debajo de sus carpetas he dejado un papel con un número, véanlo.

Dentro del cajón, había un pequeño papel. Número tres.

—Que levante la mano todos los que están en el grupo número uno —anunció Tucker—. Bien, ahí están ustedes. ¿Grupo números dos?

Dicho esto, los chicos de ese grupo alzaron las manos, ahí estaban Kim y Bradley.

—Número tres —dijo con gran emoción (nótese el sarcasmo), y miró hacia donde yo estaba, para luego reír. ¿Qué? Levanté la mano, y conmigo... También Jake y Theo. Oh, genial.

Pasaron todos los nombres, y cuarenta alumnos después, el profesor nos miró.

—¿No hay lugar a cambios? —preguntó Jake, giré a verlo rápidamente. Él no me miró.

Resoplé y crucé los brazos.

—De ninguna manera, Mcfodd —comentó el profesor desenrollando la pantalla plegable— Ya están elegidos y no pienso cambiarlos. ¿Saben lo mucho que me costó hacer esto?

—Pero... Profesor —un compañero alzó la mano y todos giramos a verlo— lo hice yo.

—¡Cállate, Billy! —siseó señalándolo—. Como sea, ya están los grupos. Saquen sus libros en la página sesenta y dos. Hoy hablaremos de la inercia. —Comenzó a hablar... Pero me perdí.

Él no quería ni siquiera compartir grupo conmigo. Vaya.

Las clases después de ese ataque, pasaron sin problema. Cuando por fin llegue a casa, ya envuelta en un par de mantas por el frío que hacía, intentaba repasar sobre las clases que habíamos tenido aquel día.

Apagué el reproductor de música y le eché un vistazo a mi teléfono.

Theo @theocollins

@gingerhuff Hola, Huffy.

Sonreí.

Ginger @gingerhuff

@theocollins Hola, Gordito.

Me fijé en la hora, eran las ocho de la noche.

Theo @theocollins

@gingerhuff ¿Te sucede algo?

Negué con la cabeza y suspiré.

Ginger @gingerhuff

@theocollins Sabes cómo están las cosas ahora mismo.

Dejé el teléfono y me puse a estudiar.

De todos modos, solo debía preocuparme por los estudios, ¿no?

Punto de vista de Theo

Theo @theocollins

@gingerhuff No te preocupes. Sabes que todo se va a solucionar. Por casualidad... ¿Quieres un chocolate?

Le escribí saliendo de mi auto. Ginger estaba triste. ¿Llevarle chocolate era buena opción? Esperé tres minutos y resoplé.

¿Y si me metía a su habitación de nuevo?

Theo @theocollins

@gingerhuff Si me respondes ahora mismo, sería genial, ¿sabes? Estoy en la puerta de tu casa y me estoy congelando jeje.

Terminé de escribir, y la puerta de los Huff se abrió.

—Theo, ¿qué haces aquí? Te estás congelando, entra —habló Bonnie halándome hacia su casa.

—¿Theo? —el padre de Ginger saludó confundido.

—Hola —comenté sonriendo.

Oh, oh. ¿Estaba en problemas?

—Buenas noches —saludé a sus padres.

—Deja de formalidades, chico, sabes que me caes bien. —Rio Dean palmeando el sillón para que me sentara. Caminé hacia allá y lo hice.

—Y... ¿Cómo te va con todo? —pregunté en un intento de iniciar la conversación.

—Eres el primero en esta casa que me lo pregunta. —Sonrió mirándome—. Ginger ni siquiera sabía en que trabajaba hasta hace poco. Me ha ido bien, estoy en proceso de un aumento de sueldo y todo. ¿Sabías que ahora mismo estás sentando en mis gases? ¿Y tú?

—Pues, bien. Al parecer en verano volveré a trabajar en el hotel de mi hermano hasta que entre a la universidad. ¿Gases?

—¿Irás a la Universidad de Counterville? Sí, ¿Y sabías que los gases se impregnan en las paredes?

—Todavía lo estoy pensando, los hermanos de mi cuñada están en Italia, y puedo entrar por referencia allá. Y... Gracias por la información, creo. —Me reí.

—¿Y Ginger? —preguntó Bonnie mirándome, yo giré a verla. Sus ojos estaban totalmente dirigidos a mí.

—Eh... Ella... Eh...

—¿Theo? —preguntó Ginger a media escalera.

—Hola, Huffy. —Sonreí nervioso mirándola.

—¿Qué haces aquí?

—Te envié un mensaje, mira tu celular. —Reí señalándolo. Ella me miró confundida y revisó su teléfono.

—¿Cuánto tiempo estuviste afuera? No me di cuenta, perdón. —se disculpó abrazándome. Y yo quería abrazarla más fuerte.

Pero su madre me miraba. Y no dejaba de mirarme.

Tenía una mirada fuerte. ¿Lo dije ya?

Qué fuerte. Me recordaba mucho a Vini.

Luego de haber estado una hora en casa de los Huff ayudando a Ginger con tareas, y ser vigilado por Bonnie, volví a casa y no pasó mucho más de lo mismo hasta la salida.

—¿Segura que no quieres que te lleve a casa, Huffy? —pregunté mientras salíamos.

—Mamá viene a buscarme hoy, al parecer iremos a casa de una tía. —Se encogió de hombros—. Ha estado un poco rara desde ayer.

—Ya se le pasará. —Me encogí de hombros—. Entonces... ¿Me acompañas mañana?

—Si no me dices a dónde. —Rio cerrando su mochila.

—Veremos a alguien bastante especial para mí. —Le sonreí y besé su mejilla—. Me llamas y me avisas si puedes ir, ¿sí?

Ella asintió y saludó con la mano corriendo hacia el auto de su madre cuando Bonnie tocó la bocina.

—¡Nos vemos, Theo!

Y se fue. Suspiré subiendo al auto, esperando a que Alai llegara.

Enano

Hola, hermanito. ¡Mamá me dio permiso de dormir en casa de Kim, te veo mañana!

14:30

Hermanito

Alai, ¿Por qué no me dijiste antes? Estaba esperándote... Pero ok, diviértete.

14:31

Encendí el auto y manejé de camino a casa. Ginger se había vuelto parte esencial en mi día a día, y cuando ella no estaba... No tenía nada que hacer.

—¿Má? —pregunté entrando a casa, dejé la mochila en el sofá y guardé las llaves—. ¿Estás aquí?

Oí un pequeño sollozo y corrí hacia su oficina, y ahí estaba ella. Llorando.

—Theo —susurró en cuanto me vio, pero yo estaba ocupado viendo al hombre que estaba a mi lado.

—¿Qué haces aquí?

—Yo vine a...

—Vino a hablar conmigo, hijo —comentó mamá limpiándose las mejillas.

—¿Y por qué estás llorando? —pregunté acercándome a ella, rodeando sus hombros.

No había peor cosa que ver a mi madre llorar.

—Es una larga historia, bebé.

—Hijo yo...

—¿Hijo? —interrumpí mirándolo—. ¿Realmente tienes el descaro de llamarme así?

—Theo, espera. Escucha. —Me detuvo mamá mientras me abrazaba.

—¿Qué voy a escuchar mamá? ¡Este tipo nos abandonó!

—No fue así. —Kyle bajó la cabeza.

—¿No? ¿Y cómo fue, Kyle? —Me solté de mamá poniéndola detrás de mí—. ¡Dime! ¡Dime cómo nos dejaste, Kyle! Estuviste en la cárcel pagando por lo que hiciste. Y luego te fuiste, ¿crees que no sé la historia? He escuchado muchas veces a Nate y a mamá hablar. ¿Sabes eso? Un padre es el que cría. Yo no tengo padre, Kyle. Tú eres un simple expresidario que cree que con una sonrisa o regalos inservibles va a compensar la falta de cariño que no nos diste todos estos años —grité, veía lágrimas caer por su rostro. ¿Realmente tenía la cara para hacer eso?

—¡Deja de hablarme así! Soy tu padre y merezco respeto —gritó también, con la voz quebrantada.

—¡El respeto se gana con el tiempo! Tú no mereces nada de mi parte, eres un don nadie. Destruiste una familia por la avaricia. —Y sucedió, me calló con una bofetada. Mi mamá gritó. Automáticamente pareció darse cuenta de lo que había hecho y se acercó para abrazarme, pero eso solo hizo que me enoje más y lo empujé—. Ni se te ocurra.

—Hijo, perdón. —Repetía sin parar agarrándose el cabello—. Yo no quiero esto, he venido para contar todo.

—¿Contar qué? —grité temblando. Presioné los puños mientras respiraba con dificultad— ¿Sabes cuánto tiempo soñé con este momento? Cuando era niño pensaba que en algún momento ibas a llegar a casa, o que iba a despertar y todo sería un sueño. Cada año, en el día del padre, todos los niños actuaban para sus papás, ¿sabes dónde estaba yo? En casa, llorando junto a mamá porque no era igual que los demás niños. El recuerdo más cercano a un padre que tengo, es Nate. Y créeme que con veinte años tomó perfectamente el rol que te pertenecía. Así que no me digas «quiero arreglar las cosas» porque ya perdiste tu oportunidad. La perdiste el día que saliste por aquella puerta esposado y nunca volviste.

—Theo, bebé... Escúchame. —Mamá me giró y tomó mis mejillas entre sus temblorosas manos—. Las cosas han cambiado, yo sé que es difícil. Pero tu padre tiene muchas cosas que contarles, no puedes solo empacarte.

—Mamá, no lo defiendas. —Tomé sus manos y cerré los ojos evitando el nudo en la garganta que amenazaba con hacerme llorar.

—No lo defiendo, solo quiero que escuches su versión.

—Theo. —Él tocó mi espalda y me giré bruscamente.

—No me toques. —Advertí señalándolo—. No quiero hablar contigo, nunca. Y deja de meterle ideas en la cabeza a mi madre.

—¡Theo, por favor! —me gritó mamá haciendo que la mire— ¡Deja de comportarte así!

—¿Cómo así mamá? ¿Estás consciente de que es el mismo tipo por el que llorabas todas las noches cuando era niño? ¿Crees que no escuchaba nada? Yo no pienso dar vuelta atrás. Cada uno busca la vida que se merece. Y este señor busco el camino equivocado —farfullé para luego caminar hacia la puerta y cerrarla con fuerza.

Subí las escaleras y prepararé una maleta mientras le escribía a Abby.

Gordito

¿Puedo quedarme a dormir en su casa hoy?

15:20

Cuñada favorita

Por mí no hay problema, ¿pasó algo?

15:21

Gordito

Sí. Te cuento cuando llegue, voy para allá.

15:22

Cargué la mochila en cuanto estuve listo y bajé las escaleras.

—¿A dónde vas? —preguntó Kyle.

—No tienes derecho a preguntar nada —respondí serio mientras tomaba las llaves.

—¿Estás seguro de lo que estás haciendo, Theo?

—No me voy a ir de la casa, si es lo que piensas. Jamás abandonaría a mi familia, no soy como tú —lo reté parándome frente a él.

—Theo... —susurró mamá mirándome.

—Te veo mañana, má. Me quedo con Nate. —Besé su frente y luego de un fuerte abrazo salí de casa.

Manejé con rapidez e intentando no llorar. En compañía de mi propio silencio fue que llegué a casa de mi hermano. El frío no cesaba y la nieve no dejaba de caer. Entré y lo primero que vi fue a mis sobrinos jugando con la nieve.

—¡Theo! —alargaron mientras corrían hacia mí. Me desplomé de rodillas en el suelo mientras me abrazaban. Y empecé a llorar en silencio. Toda la rabia que tenía acumulada por fin había empezado a salir. Si eso era lo que quería ese señor, lo había logrado. Había vuelto a llorar por mi padre.

—¿Theo? —preguntó Nate saliendo, corrió hacia mí y me levantó—. Niños, sigan jugando, yo hablaré con su tío —mencionó y me puse de espaldas tratando de que los niños no me vean así.

Entré junto a mi hermano y en cuanto Abby me abrazó, volví a llorar.

—No quiero sentir esto, Nate. Quiero que se vaya —sollocé abrazando a mi cuñada—. Por favor, ¡haz que se vaya!

—Papá estuvo allá, ¿verdad? —preguntó mientras Abby acariciaba mi cabello. Asentí y sorbí con la nariz mientras me limpiaba las mejillas.

—¿Qué rayos te pasó en el ojo? —preguntó Nate levantándome la cabeza por el mentón.

—Yo me lo busqué —conté. ¿Por qué lo estaba defendiendo?

—¿Fue él?

—Sí —susurré y él jaló de mí para abrazarme.

Y es que, como había dicho antes, Nate Collins tomaba perfectamente el rol de padre, aunque fuera solo mi hermano mayor.

—Perdón por no haber estado ahí.

—No tienes por qué, Nate.

Mi teléfono sonó y Abby contestó.

—Hola, Ginger.

—Yo contesto —hablé estirando la mano.

—Theo, yo puedo decirle que...

—No, yo contesto —insistí limpiándome las lágrimas y tomando mucho aire. Abby sonrió de lado y me entregó el teléfono.

—Hola, Huffy —contesté como si no hubiera pasado nada.

—¿Estás bien?

—Eh, ¿por qué?

—¿No te dijo tu mamá que contestar una pregunta con otra es de mala educación?

—Pero tú acabas de hacer eso, Huffy.

—¡No uses mis palabras en mi contra! —Reí bajito y suspiré.

—Pero, en serio. ¿Está todo bien? Sentí que debía llamarte.

—¿Y eso a qué se debe?

—No lo sé, estoy en casa de una tía de mamá. Estaba sentada con ellas y de pronto sentí algo, no sé qué. Pero salí de su casa y te llamé. Así que ahora estoy en la puerta de su casa viendo los autos pasar mientras hablo contigo.

—Estoy bien.

—No te oigo muy convencido de eso.

—Hum, tal vez hay un... Pequeño problema. Pero nada que no pueda solucionarse.

—Bueno, está bien. Te escribo más tarde, mamá me está llamando.

—Sí. Oye, ¿podrás salir mañana?

—Espera un segundo —respondió. Oí unos pasos y a Ginger preguntándole a su madre si podía salir conmigo—. Dice que sí.

—Genial, entonces luego de la escuela vamos.

—Bueno —contestó, giré a ver a mi hermano que no había quitado la vista de mí desde que contesté—. Te veo en la escuela mañana, Huffy.

—Cuídate, nos vemos. —Y colgó. Guardé el teléfono y miré hacia arriba.

—¿Por qué no le dijiste nada? —Abby preguntó rodeando mi hombro.

—No quería preocuparla con mis tonterías. Ella tiene cosas más importantes en las que pensar.

—¿Quieres comer algo? —Nate palmeó mi espalda.

—No lo sé —bufé metiendo las manos al bolsillo—. Creo que voy a dormir un rato.

—Ya sabes dónde está tu habitación. —Abby besó mi frente y sonreí de lado.

—Gracias a ambos.

—Cuando quieras hablar, aquí estaré hermano —comentó. Yo asentí y tomé la mochila para subir las escaleras hacia la habitación de huéspedes.

Ese día le conté muchas cosas a Nate luego de una larga siesta. Hablamos y después de mucho tiempo, pude reafirmar lo gran hermano que era. Al terminar de hablar con Nate, mi ánimo cambió, Abby preparó pizza y mi hermano un pastel de chocolate mientras Sky y yo hacíamos un muñeco de nieve.

Que como queríamos que fuera bastante original, estaba de cabeza. Le tomé un par de fotos y se las envíe a Ginger mientras me preparaba para dormir.

Aunque había sido un día difícil, mi familia siempre estaba ahí para mí.

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