Ginger

Ginger


Violet

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—CAPÍTULO 29—

Violet

Punto de vista de Ginger

Gordito

Sky y yo hicimos un muñeco de nieve.

21:35

Adjuntó una foto de un muñeco de nieve y otra de Sky feliz.

Huffy

Qué linda es esa enana. Seguro la idea fue tuya. Qué ocurrente.

21:36

Gordito

Claro que fue mi idea. Soy muy original.

21:36

Huffy

Lo viste en internet, ¿verdad?

21:37

Gordito

Sí :(

21:37

Huffy

Buenas noches, Theo.

21:40

Gordito

Buenas noches, Huffy :D

21:41

Rodé los ojos y me envolví en las sabanas para caer en un profundo sueño. (O al menos las tres primeras horas) ya que el frío no me dejaba dormir. Di vueltas y vueltas, y cuando por fin logré conciliar el sueño...

Sonó el despertador. Diantres.

—¡Ginger, al colegio! —gritó mamá golpeando mi puerta.

—¡Buenos días, mamá! ¡También te amo! —grité de vuelta.

—Baja, niña. —Rio y la oí bajando las escaleras.

Bufé y a regañadientes me levanté casi arrastrando los pies por el suelo para alcanzar el armario. Bajé lista quince minutos después, mamá esperaba con el desayuno y papá tomaba café.

Cuando terminé de comer, Theo llegó.

Me despedí de mis padres y me dispuse a salir hacia el chico con... ¿Lentes de sol?

¿Por qué tenía gafas de sol en pleno invierno?

—¿Qué pasó, Chubby? ¿Se te olvidó que estamos en invierno?

—Muy graciosa. —Sonrió pegando su rostro al mío para besar mi mejilla—. Buenos días.

—Buenos días —contesté entrando al auto—. ¿Por qué tienes eso puesto?

—Por nada. —Sonrió sin mirarme y encendió el auto.

Ese «nada» me preocupaba bastante. Pero él seguía sin decir algo. Sonreía como si no pasara nada, incluso ni se inmutó cuando empezó a sonar «Burbuja de cereza» de Julien Garnier.

Era todo tan extraño.

—¿Qué clase te toca? —preguntó haciendo que lo mire mientras sacaba unos libros de mi casillero.

—Literatura, igual que a ti —contesté confundida. Esas clases eran obligatorias para todos.

—Cierto. —Levantó su libro y asentí.

—¿Hiciste el resumen de La Odisea?

—¿El qué? —preguntó asombrado.

—El viernes el profesor Harry dijo que debíamos hacer un resumen de La Odisea, ¿no lo hiciste? —A lo que respondió golpeándose la frente.

—No, lo olvidé. Y ayer no hice ninguna tarea.

—Toma. —Le entregué una hoja. Él me miró confundido y la tomó.

—¿Y esto?

—Siempre tengo una hoja de más cuando Kim se olvida de los trabajos. —Sonreí y él entrecerró las cejas.

—Pero...

—Tranquilo, siempre lo hago un poco diferente al mío. Seguro Kim no lo necesita, está muy ocupada diciendo que soy la peor amiga del mundo. —Me encogí de hombros—. ¿Entramos?

—Hum, sí. Gracias, Huffy —comentó aún confundido mientras caminábamos hacia la clase del profesor Harry.

El profesor en cuestión, estaba sentado en la mesa de su escritorio, tomando gaseosa helada.

—¡Buenos días! —saludó mientras todos empezábamos a entrar—. Collins, ¿te confundiste de estación? Es invierno. Quítate esas gafas.

—No puedo —mencionó sentándose a mi lado.

—¿Por qué no? ¿Te peleaste con alguien? Quítate esas gafas que ya vamos a empezar las clases —habló el profesor. Para ese momento todos estaban en sus sitios mientras veían a Theo que no le hacía caso a Mark.

—Yo...

—Cinco puntos menos a la una... Cinco puntos menos a las dos... Cinc —Y Theo se quitó las gafas interrumpiendo al profesor, en su carita tenía un señor moretón bastante cerca de su ojo—. Oh... Mejor ponte las gafas. Asintió mientras Theo gruñía y se ponía los lentes mientras nuestros compañeros murmuraban cosas sobre él.

—¿Theo?

—Estoy bien. —Apretó mi mano y asentí dudosa.

—Tareas sobre mi escritorio —comentó el profesor, yo tomé la mía y «la que Theo hizo» y las llevé hacia allá. En cuanto me di vuelta, encontré a Kim frente a mí. Aclaré la garganta y la esquivé por la derecha para poder pasar. Rodó los ojos y bufé caminando hacia mi sitio dándole la espalda.

Pesada.

—No tenías que hacerlo, solo tengo un golpe... Podía caminar hasta allá. —Sonrió dibujando algo en su cuaderno.

—Eso no tiene nada que ver, mientras pueda ayudar, lo haré —comenté sacando un lápiz.

—Eres tan terca como Abby. —Rio negando con la cabeza para luego empezar a copiar lo que el profesor explicaba.

Sonreí e intenté poner atención a clase. Mientras luchaba por no cerrar los ojos por esas tres únicas horas que dormí. El día transcurrió con Theo intentando evitar la conversación de su ojo morado, y yo de no dormir en medio de biología.

Cuando llegó la salida, sabía que tenía que salir con Theo. Pero quería con todas mis fuerzas dormir un rato.

—Y por ese motivo terminamos viajando a Francia —me contaba Theo mientras salíamos de clases por el pasillo hacia la puerta de salida.

—Huff —llamó una chillona y muy conocida voz para mí.

Kim.

—¿Qué? —pregunté girando en mi sitio.

—Dice Carmen que habrá una reunión mañana antes de la de la oficial el viernes.

—Bien. —Asentí y crucé lo brazos.

—¿Qué te pasa?

—Nada, ¿tienes algo más que decir?

—Sí. Me bajaron tres puntos por no entregar la tarea de literatura.

—Yo sé cómo puedes arreglar eso, Thompson. Haz tu tarea y no esperes a que los demás la hagan por ti. —Fingí una sonrisa y jalé de Theo hacia la salida—. ¡No soporto cuando se pone en ese plan! —gruñí pasando mis manos por mi cara—. Pero bueno, yo estoy igual. Así que no sé de qué hablo.

Negué con la cabeza y giré a ver a Theo, estaba algo decaído.

—¿Ya me vas a decir qué te pasó?

—Prefiero contarte luego, si lo hago ahora, no podré ir con el ánimo que quiero a ver a esa persona especial. —Sacudió la cabeza y tomó mi mano para ir hacia su auto.

Un cosquilleo pasó por mis manos, hacia mis brazos y finalmente por todos lados.

¿Qué éramos exactamente?

Esa pregunta estuvo en mi mente en todo el camino, mirándolo de reojo mientras él tarareaba la que al parecer era su canción favorita. Sonreí al verlo, me acomodé en el asiento y me dormí.

Para cuando desperté, Theo movía mi brazo como si fuera la masa de un pan mientras intentaba despertarme.

—¿Qué? —alargué estirándome, dándole en la cara con mi mano.

—Ya llegamos.

Miré a mi alrededor. Una bonita urbanización, con pequeñas casas. Alcé la ceja y él sonrió saliendo del auto. Me acomodé la chaqueta y salí del auto también.

—¿Dónde estamos?

—En casa de Rose.

—¿Y ella quién es? —pregunté confundida.

—Mi nana.

Oh, ¡Rose! Así que Violet era Rose.

—No puedo creer que voy a conocer a una de las primeras personas que apoyó a Nabby. —Aplaudí como una niña totalmente.

—Yo fui el primero —comentó Theo alzando la mano hacia mí. Casi diciéndome «habla con mi mano». Entrecerré los ojos y le pegué en la mano.

—¿Vamos, o no?

Él sonrió tomando mi mano y caminamos hacia una casa color melón con un bonito jardín de rosas. Theo abrió la puerta de la cerca con total confianza y entramos para luego tocar el timbre y esperar.

Minutos después, una señora de al menos setenta años, nos sonreía. Era corpulenta, pero bajita. Tenía ciertas canas, pero el color rojo oscuro de su cabello las sabía disimular muy bien. Se quitó los guantes de hornear dejándolos a un lado y estiró los brazos. Cosa que no hizo dudar a Theo y la abrazó muy fuerte mientras decían lo mucho que se habían extrañado. Y yo estaba ahí, con una sonrisa esperando no ser un hongo plantado. Pero había que entenderles, al parecer no se veían hace un tiempo ya.

—Rose, te presento a Ginger —comentó Theo rodeando mi hombro—. Ginger, ella es Rose. Mi nana, es como mi tercera abuela, pero no le gusta que le llame así.

Rose tomó el guante para hornear y le pegó con él en el brazo. Yo reí y estiré la mano.

—Mucho gusto, Rose.

—El gusto es mío, Ginger. No sabes lo mucho que mi tesorito me ha hablado de ti.

Mi cara, como la de muchos era una sonrisa paralizada, giré lentamente hacia Theo que sonrojado miraba a otro lado. Había dicho «mi tesorito».

«Vamos, Ginger, no puedes reírte de él ahora mismo» pensé.

—Ah, ¿sí? —hablé luego de unos segundos mientras ella tomaba mi brazo y me atrapaba en un gran abrazo.

Mi espacio personal estaba siendo invadido por una tierna anciana.

Y no me molestaba. ¡Incluso correspondí el abrazo!

—Entren, hice galletas —dijo divertida tomando mi brazo para caminar hacia la sala.

—Sí, sí. ¡Yo también quiero ir! ¿Saben? —dramatizó sentándose al lado de Rose.

—Mi niñito. —Rio Rose palmeando la mejilla de Theo—. ¿Cómo están todos por casa?

Theo carraspeó y se rascó la nuca.

—Hum, bien. Todo bien.

—Me mientes.

—No es cierto.

—Claro que sí. Haces el mismo gesto que tu hermano, deja de arrugar la nariz o vas a terminar peor que una pasa cuando estés viejo —Theo gruñó y Rose rio tocando con dos dedos la frente del chico para quitar las arrugas que le formaban al fruncir el ceño—, ¿y tú, Ginger? ¿Ya se te declaró el niño? Porque este es más lento que pedo de culebra, ¿sabes? Cuando era solo una rata colorada demoró veinte horas en el parto.

Yo me reía a carcajadas mientras Theo se tapaba el rostro.

—No te avergüences, Gordito, es parte de la vida. Algunos crecen, otros crecen más lento... ¿Recuerdas cuando eras pequeño y no hacías más que preguntar si crecerías más que tu hermano?

—Pero... Nate es más alto que Theo —comenté mirándolos.

—Sí, mi Gordito no creció más que Nate. —Rio palmeando su mejilla.

—Por lo menos soy más alto que ustedes dos —dijo Theo cruzando los brazos.

Rose giró a verme y río bajito.

—¿Qué pasa? —pregunté confundida.

—Soy más alta que tú, pequeña.

Oh, genial. ¡Era más baja que Rose!

—Lo he notado ya, gracias. —Sonreí de lado y Theo se rio.

—Oh, Ginger. Te voy a presentar a alguien que te caerá bastante bien.

Comentó Theo alejándose hacia la cocina. Segundos después, volvió con un lindo gato que intentaba huir de sus brazos.

Solté un chillido digno de la adolescente que soy y lo cargué. El gato se quedó tranquilo y empezó a ronronear.

—Los gatos no son lo mío —mencionó Theo intentando sonar tierno.

—¿Cómo se llama? Es tan lindo...

—Se llama Alondra.

—Pues linda. —La acaricié dejándola en el sofá.

—¿Te gustan los gatos?

—¡Me encantan! Tengo uno llamado Bubba. Es pelirrojo.

—¡Pero qué ternura! —Aplaudió mirándome.

Y así inició mi amistad con Rose. ¡Y hasta dijo que me enseñaría a tejer!

Estuvimos un par de horas con Rose, y luego tuvimos que despedirnos.

Una semana después, me encontraba en casa leyendo un nuevo libro cuando mamá llamó.

—¡Ginger! —gritó mamá desde su habitación.

—¿Qué pasó? —pregunté al llegar corriendo al lugar.

—¡No encuentro al gato!

—¿Bubba? ¿Cómo no va a estar? seguro está escondido en algún mueble. —Reí caminando hacia mi habitación, pero mamá me detuvo.

—No, Ginger. ¡No lo encuentro por ningún lado!

Oh, oh. Si mamá no encontraba algo, es porque no estaba ahí.

—¿Segura, má?

—Segura, pero vamos a buscar una vez más por si me perdí de algún lugar.

Y efectivamente, Bubba no estaba por ningún lado.

Había pasado una semana desde que conocí a Rose, Kim y Jake seguían sin hablarme, la reunión del viernes tuvo que ser cancelada porque no nos poníamos de acuerdo en nada, y encima de todo, Bubba estaba perdido.

—¿Qué hacemos? —pregunté limpiándome una lágrima y trataba de no llorar. Bubba había sido mi compañero durante mucho tiempo y no me imaginaba una vida sin él.

Cuando tenía siete años me lo regaló el abuelo, era mi primera mascota, y la única hasta ese día. Tenía casi diez años junto a él.

—Vamos a dar una vuelta por toda la calle, si no aparece tendremos que esperar.

—Pero Bubba no está acostumbrado a estar solo, má —suspiré y tomé mi mochila.

—Vamos cariño, lo encontraremos.

Caminamos alrededor de dos horas por todas las calles cercanas posibles. ¡Había desaparecido del mapa totalmente y no hacía más que pensar en barbaridades que podían pasarle!

—Dime, Theo —contesté el teléfono mientras bajaba del auto con mamá.

—¿Se puede saber qué hace Bubba en mi casa?

—¿Bubba? —grité. Jalé de la blusa de mamá metiéndola al auto de nuevo—. ¡Voy para allá! ¡No te muevas, ni siquiera respires!

—Eh, sí. Claro Huffy. —Rio y colgué el teléfono.

—¡Está en casa de Theo, má!

—¿Y dónde es?

—Yo... No sé.

—Ginger… —alargó mamá mirándome.

—¡Es que siempre maneja él y no me fijo! Voy a mandarle un mensaje.

Y así fue como llegamos a casa de Theo después de veinte minutos.

—¿Cómo fue que llegaste aquí? Gato tonto —comenté mientras lo abrazaba. Pero Bubba solo me miró y frotó su oreja en mi brazo—. No me puedo enojar contigo, tontito.

—Ya descubrí cómo fue —comentó Theo, que por primera vez se había quedado en la puerta de la casa y no nos invitó a pasar.

—¿Cómo?

—Mi teoría es que se subió a mi auto cuando fui a llevarte a tu casa. Hay pelos naranjas en todos lados y no son tuyos —bromeó y me reí—. Luego Peyton lo encontró en el parque y lo trajo aquí diciendo «me encontré un gatito del color de tu noviecita, me lo voy a quedar». Aquí vi que tenía la placa de nombre que le regalé, y te llamé, por eso sabía que era Bubba. Dijiste que no respire y no me mueva, pero como soy un chico malo, lo hice igual.

—Hola, chico malo. —Mamá cruzó los brazos y Theo sonrió de lado.

—Buenas tardes, Bonnie. —Besó su mejilla y se rascó la nuca.

—Bueno, yo espero en el auto. El pelirrojo y yo los vigilaremos desde allá. —Tomó a Bubba que empezaba a dormirse y lo acarició—. Nos vemos, Gordito —mencionó mamá para alejarse de nosotros. Theo me miró y yo empecé a reír.

—¡Yo no tengo nada que ver en eso! Debe ser porque me ha oído decírtelo. Como sea, gracias por llamar. Estuve toda la tarde preocupada por él. ¿Tú estás bien? —Entonces por fin el enchufe se conectó al tomacorriente de mi cerebro—. Espera, ¿cómo que Peyton lo trajo?

—Está aquí con su mamá y...

—Tu papá —completé la frase y él asintió sin mirarme.

—Por eso no te invité a pasar, no quería que te sintieras incómoda. Hay una tensión fuerte allá dentro. Pero mamá está ahí con su mejor sonrisa intentando que todo eso funcione y... —bufó y se tapó la cara—, no sé.

—Me gustaría ayudar, pero no sé qué hacer. —Jugué con mis dedos y lo miré.

—Lamentablemente no hay mucho por hacer hoy, mamá me obligó a sentarme ahí con ellos y... —Pasé mis manos por su cintura, abrazándolo fuerte. No sabía si eso serviría, pero tenía la necesidad de hacerlo, esperando que sintiera que estaba ahí para él. Theo correspondió el abrazo luego de unos segundos, me cubrió con sus brazos y apoyó su cabeza sobre la mía. Tomó mucho aire y habló.

Solté su mano a un lado, dándome el espacio para poder rodear su cintura y lo abracé. Él rodeó mi espalda y apoyó su cabeza en la mía, tomando mucho aire.

—No quiero estar aquí, Ginger.

—Pero tienes que... —Asentí comprendiendo lo que decía, él solo me abrazó más fuerte.

—¿Sabes qué me haría feliz? Un besito tuyo. —Reí y me alejé un poco para mirarlo.

—¿Realmente piensas hacerlo? Mira allá en el auto.

Ambos giramos hacia mi mamá, nos miraba mientras acariciaba a Bubba. La escena perfecta para una película de mafiosos.

—Sí, creo que mejor no. —Rio mirándome.

—Bueno, creo que ya me debo ir... Seguro papá llegó de trabajar y no sabe dónde estamos.

—Está bien. —Asintió.

—Hum, Theo. Para irme, debes soltarme.

—Eh, claro. —Me soltó y di un paso hacia atrás. Alcé las mangas del suéter y sonreí.

«Un besito no le hace daño a nadie», pensé.

Así que tomé el brazo de Theo de un tirón y acerqué su rostro al mío, él estaba sorprendido.

—Ginger, tu mamá está miran... —interrumpí besándolo al fin y reí cuando casi nos caemos para adelante, porque por un segundo perdió el equilibrio. Su mano en mi mejilla estaba por bajar a mi cintura cuando la bocina del auto empezó a sonar.

—Te veo mañana. Gracias por llamar y cuidar a Bubba. ¡Adiós! —hablé a toda prisa mientras él, supuse, intentaba procesar lo que había pasado y yo entré al auto.

—¿Tú acabas de hacer eso? —preguntó mi madre.

—Sí. —Afirmé segura, mirando hacia adelante.

—¿Ginger Huff la chica que hace unos años negaba que se iba a enamorar?

—No estoy enamorada, mamá.

—Pero te gusta.

—Sí. —Sonreí.

—Es un pequeño paso para Ginger, pero un gran paso para la humanidad.

—Mamá, maneja hacia casa, por favor. —Reí encendiendo el reproductor de música.

Y así es como Bubba dormía en mis piernas, mamá manejaba a casa mientras cantaba conmigo a todo pulmón canciones de bandas antiguas, llegamos en menos de lo que esperábamos. Qué corto se hacía el tiempo cuando lo pasabas bien.

—Hola, pá. —Besé su mejilla y me senté a su lado.

No hubo un «Hola, Bombón, hoy me eché un par de gases en la oficina y nadie se dio cuenta».

No hubo un «Te traje un chocolate, Bombón. Esto es canibalismo», tan solo fue un:

—Hola, Ginger.

—¿Pasa algo mi amor? —preguntó mamá sentándose a su lado.

—Me voy a Francia por seis meses —fue lo único que dijo.

Me eché un poco para atrás y miré a mamá, ella me miró a mí con el mismo rostro de confusión.

—¿Qué?

—Es la última parte para obtener un buen ascenso.

—Pero...

—Me voy en dos días.

¡¿Dos días?!

—Pero ¿cómo? —susurré.

—No quiero echarme flores ni nada, pero muchos en la compañía me han dicho que desde que trabajo ahí, hubo un cambio significativo en la empresa. Por ese motivo Chloe me envió a París, al parecer las páginas de allá no andan bien administradas y están perdiendo socios minoritarios. Me han dado seis meses para hacer lo que sea que hice aquí. Estoy feliz, ¿saben? Es un gran paso. —Sonrió de lado abrazándolos a ambas—. Pero no quiero estar sin ustedes por tanto tiempo.

—Pá, yo... Es decir, yo sé que tú nos amas. Lo demuestras cada día, pero esta es una gran oportunidad. —Pase mi mano por su pecho—. Aunque estuve años sin saber en qué trabajabas, los pocos días que te vi en la oficina, noté que cualquier persona querría a alguien como tú en su empresa.

—Ginger tiene razón, mi amor. Es una gran oportunidad para ti... y para nosotras en realidad. Así que no te pongas así. Nosotras estaremos aquí esperándote con los brazos abiertos para cuando estés de regreso.

—Parece que ustedes quisieran que me vaya —dramatizó limpiando un par de lágrimas de sus mejillas.

—Estás llorando. —Reí quitándome las lágrimas también—.

Qué vergüenza, papá, qué dirá la gente de nosotros.

—Que tengo la mejor familia de todas —suspiró mirando hacia arriba, mamá y yo apoyamos nuestras cabezas en ambos brazos junto a un «aw» de ternura y también miramos hacia arriba.

—Es que somos la mejor familia —habló mamá segura.

—Es cierto. —Afirmé abrazando a papá.

Éramos solo cuatro, pero no dejábamos de ser una gran familia.

Mi papá, mi mamá, Bubba y yo.

Gato tonto.

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