Ginger

Ginger


Oh, no, Kim

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—CAPÍTULO 31—

Oh, no, Kim

El viernes llegó casi de forma imperceptible, Kim faltó todos los días de aquella semana, así que ni Bradley ni yo pudimos conversar con ella.

Me levantaba de la cama pensando «hoy sí hablo con Kim», pero no sucedía.

Esperaba que aquel viernes las cosas cambiaran.

Me desperté por los típicos gritos mañaneros de mi madre en el que me amenazaba con mojarme con agua helada si no me levantaba. No fue tan distinto a otros días, incluso Theo apareció para ir juntos a clase, aunque a veces mamá lo invitaba a comer. Él estaba feliz porque decía que, gracias a mí, desayunaba doble. En su casa y en la mía.

Nos encontrábamos en el auto de camino a la escuela, y como no, Julien Garnier en la radio estaba anunciando su gira nacional.

—Si Alai llega a pedirle a mamá una entrada para el concierto de ese tipo...

—No vas a hacer nada, porque eres un gran hermano y Alai es feliz con eso, ¿verdad? —interrumpí mientras íbamos en el auto. Theo solo gruñó y siguió manejando. Me reí.

—Soy pelirroja, soy gruñona y te callo si se me antoja hablando como una abuela —agudizó la voz «imitando» mi voz.

—Yo no hablo así —me defendí, Theo aparcó el auto y bajé junto a él.

—Claro que sí, además tienes la manía de decir… —Él se detuvo, y por consiguiente yo lo hice también—. ¿Qué rayos pasó aquí? —Se rio observando el pasillo.

—¿Qué? —pregunté al ver los carteles que varios escolares tenían en sus manos.

Todos los papeles decían «Perdón, Ginger» yo estaba confundida. Pasé por en medio de todos ellos junto a Theo buscando al responsable, pero la cosa solo se hacía más rara al ver más carteles por las paredes del pasillo.

No solo estaba malgastando papel, sino que todos me estaban mirando.

¿No sabían nada del reciclaje?

Abrí mi casillero para meter la cabeza ahí como una cobarde, pero no pude.

«Oh, Kim, no lo hiciste» pensé al estar frente a mi cubículo. De ahí saqué un peluche de tortuga que tenía pegado en la panza un papel con la siguiente frase:

«No soy la mejor amiga, pero por lo menos te regalo peluches en forma de Theo. ¿Me perdonas?».

Era claro, era su letra. Además de que en la carta firmaba como Kim. Con un corazón en la i. Me reí.

—¡Yo no soy una tortuga! —reclamó frunciendo el entrecejo mientras leía el papel que le mostré.

—Ginger —susurró ella detrás de mí.

—¡Yo no soy una tortuga! —volvió a reclamar señalándola.

—Theo, vete, por favor —murmuré mirándolo y nos sacó la lengua mientras Jake lo alejaba.

—Ya sé que soy la peor amiga, y que ni siquiera merezco que me escuches. Pero estuve hablando con mi abuela y solo hizo que confirmara lo que yo pensaba. Que eres incondicional, Ginger. Desde ese día que me defendiste en primaria supe que seríamos las mejores amigas. Eres de esas personas que son difíciles de encontrar, porque aunque la mitad de las cosas que hago no te gustan, me apoyas. Eres de las pocas que me dice las cosas malas que hago a la cara, que me enfrenta y felicita cuando es debido. Sé que he sido egoísta por pensar solo en mí y en mi relación. —Se pasó la mano por los ojos secando sus lágrimas importándole poco que estaba arruinando su maquillaje—. Perdón por no notarlo. Prometo remediarlo. Sé que estuve mal y quiero cambiar algunas cosas.

—Eres una tonta.

—Lo sé.

—Pero eres mi amiga, y yo también tengo la culpa.

—No, Ginger, tú solo estabas guardando un secreto —negó y yo abrí los ojos para girar a ver a Theo.

—¿Qué? —le dije, él sonrió de lado. Miré a Kim de nuevo—. ¿Cómo?

—Jake me lo contó el día que le pediste que me llevara el helado. Theo le pidió que me lo contara, quería ir a verte... Pero mamá dijo que teníamos que ver a la abuela. Recién llegué ayer y esperé hasta hoy. Tampoco quería escribirte porque pensé que sería mejor hablarlo cara a cara. No sé si estuvo bien pero, bueno, me alegra que pueda decírtelo ahora. —Se detuvo un rato viendo los papeles y pareció recordar algo—. Oh, y ya sé que te enoja lo de los papeles, son exámenes antiguos de Elmer Butts, estaban en el contenedor.

—Son reciclados. —Reí mirándola.

—¿Crees que no lo pensé? —preguntó indignada, me reí de nuevo.

—Kim, de todos modos, también quiero pedirte perdón. Ese día te hablé enojada, creo que ambas dijimos cosas que nos hirieron.

—Sí que debiste, una vez más me hiciste reaccionar, G. Estaba enojada porque no quería aceptar que tenías razón, por ese motivo terminé con Brad, y esta vez es para siempre. Me voy a concentrar en los estudios.

—¿Qué? —Miré a Brad y luego a ella—. ¿En serio? Digo, no es como si no pudieses estar con él y estudiar, Kim…

—Ya tomé una decisión —suspiró—. Creo que estábamos siendo un poco tóxicos. —Rio avergonzada porque sabía que «poco» le quedaba pequeño—. Mucho.

—Hablaremos de eso luego, Kim. Y de varias cosas más. —Aún quería aclarar ciertos temas con ella.

—¿Me perdonas? —Estiró los brazos y la miré. Reí abrazándola y oí a varios aplaudir mientras silbaban.

—¿Se puede saber qué está pasando? —pregunté, me estaba abrazando fuerte.

—Oh, bueno, es que obligué a todos a que me ayudaran con esto y ahora están felices porque... ¿Lo logré?

Solté una carcajada alejándome de ella y le pegué en la frente.

—¡Váyanse todos a clases! ¡Se acabó la función! —grité logrando que empezaran a moverse para sus salones.

—¡¿Qué es todo esto?! —gritó el coordinador entrando al pasillo.

—Nos vemos en clases. Me voy a inmolar. —Me abrazó y alzó el brazo—. ¡Fui yo, fui yo!

Avisó acercándose al coordinador y se fueron a la dirección.

—¿Inmolar? ¡Pero si no está salvando a nadie! Es su culpa —le dije a Jake y él solo encogió los hombros.

—Es Kim, creo que solo tú la entiendes. Vamos a clases, ¿o qué?

—Pero... —Giré a ver a mi amiga y él me tomó de los hombros.

—Ni siquiera lo intentes, Carrie. Ella se metió en problemas y sabía a qué se enfrentaba, ahora deja que los pague sola. No vas a meterte en eso. —Me cargó un poco, pero me solté y caminé hacia Theo.

—Gracias. —Besé su mejilla.

—Tenía que hacer algo para animarte. —Se encogió de hombros y rodeó el mío para entrar a clases—, pero no soy una tortuga.

Entonces entramos a geografía.

Punto de vista de Theo

Después de clases, Ginger y yo fuimos a mi casa. Abby había organizado una fiesta del té para Sky, quien «voluntariamente» invitó a Ginger. ¿Para qué?

Sorpresa.

—No estoy seguro de esto —hablé mirando el disfraz.

—¡Oye! Mis planes no fracasan —mi hermano se defendió.

—¿Y tú qué sabes?

—Mi novia se casó conmigo, ¿no? —Cruzó los brazos y alzó la ceja.

—¡Pero fue la emoción del momento! Seguro Abby ni siquiera quería ser tu novia.

—Claro que sí quería —Abby irrumpió en la habitación—. Pero esa cosa es ridícula. —Señaló el disfraz y Nate gruñó cerrando la puerta mientras Abby reía.

—¡No me ayudas! —gritó Nate, provocando más risas en su esposa.

Ginger esperaba afuera, y estoy más que seguro que ella no esperaba la «fiesta de té» como sorpresa. Lo noté en su rostro cuando lo dije. No me creía.

—No voy a ponerme eso, Nate.

—¡Lo harás! —Me señaló amenazante y tragué seco—. ¡Mi plan es perfecto!

¡De ninguna manera me iba a vestir de tortuga para pedirle a Ginger que sea mi novia!

Luego de unos minutos, entré a la sala y el rostro de Ginger fue épico. Quise reírme, pero no estaba en condiciones de reírme de alguien.

—No puede ser, ¿qué rayos te pasa por la cabeza? —Se carcajeó mirándome.

—Te preguntarás cómo terminé aquí… Así —dije, ella seguía riendo—. Quiero hablar contigo, Huffy —gruñí tomando su mano y caminé con ella al jardín.

Estaba vestido de tortuga, causando la risa de la pelirroja, si ella me decía que no, me echaría de espaldas y no me movería más.

—¿Sabes? Tienes bonitas piernas. —Volvió a reírse. Llevaba unos pantalones muy pegados que, a decir verdad... No eran tan incómodos.

—No me ayudas con eso. —Tomé las gafas y me las puse—. Necesito estas para hablar seriamente.

—Eres un tonto. —Tomé su brazo para que me mire.

—¿Recuerdas esa vez que dijiste que te gustaba, pero no querías que te presionara?

—Sí —contestó sonrojada.

—Bueno, tu tiempo terminó.

—¿Qué? —preguntó, yo iba tanteando el terreno por si la veía incomoda para abortar la misión. Por el momento no se le veía así.

—¿Sabes por qué estoy vestido así? —Me señalé y ella colocó su mano en su mentón para mostrarme que lo estaba pensando.

—No lo sé, ¿para ridiculizarte en público?

—Exacto. —Asentí.

—¿Y que tiene que ver eso?

—¿Quién siente más vergüenza ahora mismo? ¿Yo vestido de tortuga en la calle con gente pasando por aquí, o tú aceptando tus sentimientos?

—Creo que... Tú —dijo, casi preguntando.

«Por favor, no lo arruines, Theo. Por favor, no lo arruines», pensaba.

—Bien, entonces puedes contestar con sinceridad, después de todo, soy yo quien hace el ridículo. Gracias a las ideas de mi hermano.

—¿La idea fue de Nate?

—No me cambies de tema, hace frío y entra aire por lugares donde no debería. —Me quedé temblando. Ya no sabía si era el clima o mis nervios.

—¿Qué quieres que te diga? —preguntó serena.

—Todo. Lo que sientes, lo que quieres hacer, lo que crees yo haré... Y si puedes hacerlo en un tiempo resumido, te lo agradeceré porque me estoy congelando —bromeé mirándola. Ella tomó aire y me miró.

—Eres un idiota.

—Oh, gracias. —Moví la cabeza y ella alzó su dedo índice, invitándome a callar.

—No he terminado. Eres un idiota, y fuiste un niñito pesado. Pero creciste y de algún modo maduraste. Sé que no soy la persona más cariñosa... Ni amable, ni romántica. —Me miró y rio—. Pero sigues siendo dulce conmigo, y estás vestido de tortuga. Sí, me gustas. Lo acepto y lo reafirmo. Me cuesta mucho decir estas cosas porque no estoy acostumbrada. Pero has estado aquí estos últimos meses y sé perfectamente que mi forma de tratarte ha ido cambiando con el tiempo. No puedo estar enojada contigo porque sales con cada tontería que simplemente no me deja estarlo. Estás todo el tiempo a mi lado y logrando que sonría cada vez que te veo. Conocí a Abby por medio de Kim, me regaló su libro hace casi un año y es increíble que la misma persona que empezó a unir a mis dos «personajes favoritos», esté aquí parado vestido de tortuga. Cuando estoy contigo solo tengo ganas de presionar tus mejillas como si fuera una abuelita. Eres adorable y jamás pensé que diría esto, ¿sabes? Porque hace un año me hubiera dado una buena cachetada por decir esto. Así que... No lo sé. Estoy nerviosa, y yo nerviosa solo digo cosas y no puedo detenerme. —La abracé y apoyó su cara en mi pecho.

—Quería hacer esto en la terraza de la escuela, pero... Creo que lo de la tortuga no habría tenido sentido —comenté.

—Sigue sin tener sentido aquí —murmuró sin mirarme y reí—. Estoy abrazando a una tortuga.

—¿Quieres ser mi novia? —pregunté, ella me miró y sonrió.

—Si te quitas este disfraz... Sí.

—¿Dijiste que sí?

—Dije que sí.

—¿Es un sí?

—Es un sí. —Asintió riendo.

—¡Dijo que sí! —grité y ella me tapó la boca—. ¡Cállate, Theo! —Tomó mis mejillas y me dio un beso corto.

—¿Vamos a contarle a todos? —Sonreí tomando su mano y asintió.

—Primero cámbiate, por favor. —Ginger volvió a burlarse de mí, solo rodé los ojos y halé de ella para entrar a la casa.

Dejé a Ginger con los demás unos minutos para ponerme algo más decente, bajé las escaleras con la misma sonrisa, tarareando una canción feliz, me detuve en cuanto vi a la persona que estaba ahí.

—Hola, hijo. —Sonrió de lado—. Perdón, no sabía que estaban aquí. —Se refería a mí y a Ginger.

—Vino a hablar conmigo —anunció Nate que se rascó el cuello con algo de nerviosismo.

—Hum, está bien. No hay problema, creo. Es tu casa, después de todo. —Intenté sonreír y miré a Ginger.

Momento incómodo.

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