Ginger

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Damisela en apuros

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—CAPÍTULO 32—

Damisela en apuros

Punto de vista de Ginger

—P... Kyle —se corrigió al notar que estuvo a punto de llamarlo papá—, ella es Ginger. Es mi novia —me presentó; el señor sonrió amable y me saludó.

—Es un gusto, Ginger.

El hombre se veía amigable.

—Oh, hola, Kyle —saludó Abby y se acercó para darle un abrazo. Miré confundida a Theo y él sonrió de lado.

—Hola, Abby, ¿cómo estás?

—Muy bien, ¿quieres tomar algo? Déjame adivinar, un café. —Lo señaló y el señor negó con la cabeza.

—No gracias, no quiero molestar. Solo quiero hablar con Nate.

—Qué dices, no molestas. Ya te lo sirvo —interrumpió volviendo a la cocina.

—Puedes esperar en la oficina —comentó Nate, señaló el pasillo, su padre asintió y se fue, no sin antes disculparse de nuevo.

—¿Qué le pasa a Abby? —preguntó Theo confundido—. ¿Por qué le habla bien?

—Lo está intentando, Theo —Nate suspiró.

—¿Intentar qué?

—Intenta dejar todo atrás. Sabes que Abby no es una persona rencorosa, precisamente. Cuando le conté todo, dijo que esto le parecía real. ¿Recuerdas al tío Bruno?

—Sí, lo recuerdo. —Theo sonrió de lado.

—Abby habló con él, le contó todo. Él le dijo que todos merecemos una nueva oportunidad... No lo sé, creo que tal vez sí esté arrepentido —comentó mirando el piso.

—Café con crema para... ¿Y Kyle? —preguntó Abby mirándonos, Nate señaló la oficina y sonrió yendo hacia allá.

—Yo no quiero hacerlo —Theo volvió a captar la atención de su hermano, Nate palmeó su hombro y sonrió.

—Nadie te presiona, Theo. No te preocupes.

—Bien. —Él asintió—. Ginger y yo nos vamos.

Nos despedimos rápido y salimos de la casa. Pero qué momento más incómodo se había formado en menos de diez minutos.

—Lo siento, Ginger —dijo mirando el techo, tomé aire y negué con la cabeza. Rodeé su hombro y acaricié un poco su brazo.

—No es tu culpa.

—No quería que esto termine así.

—¿Terminar? —Alcé una ceja y sonreí tomando su mano—. Esto recién empieza. Vamos, Gordito.

Bromeé haciéndolo reír un poco.

Al final, nuestra gran cita fue en mi casa viendo películas… con mi madre. Fue la mejor manera de terminar el día.

Lo peor vino al día siguiente. Una bomba de rumores se había desencadenado en la secundaria.

Kim había hecho algo que —según muchos, yo no—. Era algo terrible.

—¡Te cortaste el cabello! —La miré asombrada.

—¡Sí! Me siento libre. —Rio mirándome, agitando el cabello por todos lados como si fuese un comercial de shampoo.

—Estás loca, ¡todos están hablando de esto! Acabas de marcar un gran suceso en la historia de la secundaria.

—¡Tonta! —Empujó mi hombro y reímos juntas.

En realidad, sí se veía un gran cambio, Kim tenía el cabello al nivel de su espalda baja, luego de cortarlo, lo tuvo por encima de los hombros.

—Te queda bien, Kim.

—Lo sé. —Sonrió apoyando su codo en mi hombro—. Además, pensando en lo que siempre me dices, he donado el cabello a una fundación para niños con cáncer.

—Eso me parece aún mejor. —Le guiñé el ojo y Theo llegó para tomar mi mano.

—¡Pero si es Kim la exploradora! —comentó Theo.

—Oh, hola, Michelangelo —saludó Kim de vuelta mientras Jake y yo soltábamos grandes carcajadas.

—Hola. —Llegó Bradley y todos giramos a verlo.

—Hola, Brad —saludé sonriendo, Kim giró a verme confundida.

—Eh, tengo clases. Nos vemos luego, chicos. —Kim huyó alejándose del grupo.

—Me odia. —Bradley resopló apoyando la frente en el casillero.

—No te odia, dice que, alejándose, podrá olvidarse de ti.

—Además, se ha ido a Biología, y nos toca Historia —dijo Brad señalando el salón. Segundos después, Kim salió de un salón para entrar al otro lado.

—Bueno, ya se dio cuenta. —Reí mirándolo.

—¡Hola! —Llegó Alai dando pequeños saltos—. ¿Y Kim? Dijo que empezaríamos con las preparaciones de su fiesta de cumpleaños sorpresa.

—¿Qué? —preguntó Theo confundido, yo reí y lo miré.

—Es que a Kim le gusta preparar sus fiestas y luego asombrarse al llegar.

—¿Es en serio? —preguntó.

—¿Crees que yo organicé esas fiestas tan «geniales» todos estos años? ¿o qué? —Me reí pegándole en el hombro—. Por supuesto ha sido ella todo este tiempo.

—Yo... Eh, oh... Soy lento. —Negó con la cabeza yéndose lentamente hacia el salón, todos lo seguimos.

«Tenía un novio lento». Pensé. «¡Tenía un novio!»

En algún receso de clases, Carmen nos interceptó para reunir a su comité.

—Estamos aquí reunidos...

—No nos vamos a casar, profesora Carmen —dije.

—Miren, chicos, han faltado dos viernes. Puedo decir lo que quiera, soy la vocera de esta reunión. —Bajó la pantalla para luego encender el proyector.

—Pero hoy no es viernes —se quejó Kim.

Así que ahí estábamos. Oyendo el desesperante tictac del reloj, mientras Carmen decidía que actividad haríamos para el viaje.

—¿Qué tal una feria? —soltó Jake de pronto.

—¿Una feria? —pregunté y la profesora en cuestión sonrió asintiendo.

—¡Me encanta! —Carmen señaló a mi amigo y lo anotó, todos veíamos lo que escribía en la pantalla—. Ya viene la semana del espíritu escolar por el aniversario de nuestra institución, podría pedirle permiso a la directora para que, terminando la semana, el sábado, organicemos la feria. Comida, teatro, baile y muchos juegos. ¡Piénsenlo! ¡Soy una maestra! —Se quedó callada un segundo y empezó a reír—. Literalmente, chicos, soy una maestra. —Nos guiñó el ojo, sacándonos una risa sonora.

—Lo analizo, lo pienso —dijo Kim poniendo sus manos sobre la mesa y apoyó su rostro sobre sus dedos entrelazados—. Feria, una feria. ¡La feria! ¡¡Nuestra feria!! —Un ruido se oyó al momento en que Kim golpeaba la mesa.

—¿Qué te pasa? —preguntó Jake.

Kim se levantó.

—¡Esta será la feria! —Movió las manos en forma de arco mientras daba su anuncio.

—Está loca —murmuró Theo y le pegué en la pierna haciendo que empiece a reír.

—¡Aceptamos! —Sonrió Kim emocionada, y puso las manos sobre su cintura.

—¿Q-qué? —preguntamos los demás.

—Ya oyeron, hemos aceptado. Y no estoy loca, Theortuga.

—¡¿Cómo me acaba de decir?! —Se levantó y Jake empezó a reír a carcajadas.

—Bueno, creo que ya está decidido. Pediré permiso y haremos una colecta para iniciar con lo de la feria, ¿les parece bien? —La profesora Carmen tampoco podía ocultar la emoción.

—Sí, debemos irnos de aquí antes de que Kim la exploradora y Theortuga se hagan algo. —Jake soltó con burla y me golpeé la frente.

—Gracias por la ayuda, Jake. Vamos Kim —comenté tomando de los hombros a mi amiga y saliendo del salón.

—Estoy pensando seriamente no invitar a mi fiesta sorpresa a tu noviecito.

—Gracias, Kim. También te quiero. Vamos, tenemos Gimnasia. Es el momento de mi hora ridícula de la semana. Por supuesto, Ginger Huff no servía para los deportes.

Después de ponernos el uniforme, de haber corrido cinco vueltas al campo y de hacer precalentamiento, era hora de la tortura.

—No puedo más —me quejé arrastrándome por el césped.

—Vamos, exagerada. —Rio Kim halando de mis pies.

—No me toques, déjame sufrir aquí. ¡Me dejaré caer como un animal! ¡Me derrito!

—¡Romeo, ven por tu Julieta! —gritó Kim.

Kim era una escandalosa. Toda la clase me estaba viendo.

—Yo... Cansado. —Theo llegó, y directamente fue a echarse sobre mi espalda.

—¡No, quita! ¡Me aplastas! ¡Ayuda! ¡Una morsa está sobre mí! —grité moviendo los brazos.

—Pero ¿qué dices, Julieta?

—¡No pienso llamarte Romeo! Esa historia es tan trágica como tú de lento.

—¡Me siento ofendido! Oh, bella damisela en apuros, solo me aproximaba en socorro a ti.

—Ridículo —bufé apoyando la frente en mis manos.

—¡Pero me hallo compungido en este instante! Mi pesaroso corazón ha sido dañado una vez más. ¿No ves, mi pequeño pétalo de tulipán? Mi alma llora por tu agravio.

—Theo, ¡sal de aquí! —le grité de nuevo.

—¡Oh, princesa! ¡Bella criatura hecha de las más perfectas flores!

—¡Jake, sácame a este gorila de encima! —ordené, segundos después, mi mejor amigo llegó en mi rescate. Levantó a Theo como si fuese la cosa más fácil del mundo.

—Volveré, mi amada. —Estiró sus brazos hacia mí—. ¡Nada ni nadie nos podrá separar de este gran amor! ¡Moveré tierras, montes y caminaré sobre el para encontrarte!

—¡Necesito hacer ejercicio! —grité tapándome los oídos y corriendo para empezar con la rutina que había indicado el entrenador.

—Bien hecho, Collins. Tan eficiente como sus primos. —Sonrió de lado el entrenador. Recordé que Theo me mencionó que el entrenador sí sabía de su parentesco porque sus primos estudiaron en nuestra escuela. Yo giré a ver a Theo mientras intentaba hacer flexiones. Caí casi de cara contra el piso y entrecerré los ojos.

«Me las vas a pagar, Gordito», lo amenacé mentalmente.

***

Un nuevo día se asomaba en la ciudad homónima de Counterville.

Los pajarillos cantaban, el sol anunciaba su llegada dejando atrás el frío invierno. La primavera por fin había hecho su trabajo y las florecillas tienen esa gota de rocío sobre sus pequeños pétalos.

Todos estaban felices, todos cantaban, todos bailaban.

Todos menos Kim. Kim estaba de malas. El cabello de Kim había decidido amanecer como un gran nido de pájaros.

—Kim —susurré mirándola, traté firmemente de no reír. Mi amiga puso su mano sobre mi rostro y alzó el dedo índice de la otra mano frente a mí.

—No quiero ningún comentario sobre esto.

—Bueno, ya está. Acabo de dejar los papeles a Carmen y... —Theo giró a ver a Kim, que aún ponía su mano sobre mi cara y estiró los labios en un intento de no reír—. ¡Santos brócolis!

Entonces Kim le pegó en el brazo y por supuesto; mi novio empezó a reír.

—¡Madre santa! Kimmy, ¿qué te pasó? —gritó Alai desde el otro lado del pasillo.

—¡No me pasa nada! —gritó con la voz menos aguda y delicada que tenía, y se puso una gorra encima. Luego de eso tomó mi brazo y nos guio hasta el baño, Alai nos siguió.

—¿Qué voy a hacer? ¡Es mi culpa! No debí cortarlo.

—Podemos arreglarlo, tranquila —comentó Alai sacando algo de su bolso.

Y yo estaba ahí. Parada a un lado viendo cómo era un drama el hecho de que su cabello estuviera esponjado.

Me miré en el espejo. Yo siempre lo tenía así.

—¿Y si te echas agua? —pregunté mirando los frascos que había sacado Alai de su mochila.

—¡Eso solo lo soluciona por poco tiempo!

—Ay, perdón. —Reí leyendo los que decía en la etiqueta— Bueno, ¿qué tal si vamos a clases?

—¡Ginger! —gritó Kim y reí negando con la cabeza.

Alai hizo algo —no tenía idea de qué—, y el cabello de mi amiga volvió a la normalidad.

—¡Te amo, mini Kim! —chilló abrazándola mientras la rubia reía.

—¿Ahora sí podemos ir a clases? —pregunté leyendo por enésima vez el frasco. Era un aceite de algo que logré ver bien porque me lo quitaron de las manos.

—Sí. ¡Vamos! —chilló saltando como una pequeña fuera del baño.

Las clases transcurrieron hasta la hora de almuerzo, donde Kim había vuelto a usar su gorra y tapaba su rostro con una bufanda. Desapareció la última hora de clases, era momento de preguntar.

Caminó hacia nuestra mesa con un humor bastante diferente al suyo luego de gritarle a un par de inocentes en el camino.

—¡Al parecer soy alérgica a ese producto de cabello! —gruñó acuchillando su envase de pudin para abrirlo.

—Lo siento, Kimmy. No lo sabía —murmuró Alai sintiéndose culpable.

—Hoy no es tu día, amiga. —Ladeé el labio.

—¡Eso parece! —Rio Theo apoyándose en el respaldar.

—¿Nos vas a mostrar esa reacción alérgica o qué? —preguntó Jake intentando ver bajo la bufanda.

—No. No se ve bonito. La enfermera me dio algún tipo de pastilla y dijo que la reacción pasará en breves.

—Bueno, tengo algo que te hará sentir mejor —canturreó Alai buscando algo en su bolso.

—Si no es una bolsa de papel para mi cabeza, lo dudo —habló haciendo que Theo vuelva a reír como tonto. Le pegué disimuladamente en la pierna y se detuvo.

—¡Aquí! —Alzó algo como si fuera un trofeo y lo dejó sobre la mesa—. ¡Tres entradas dobles pagadas y en zona privada para ver a Julien Garnier!

La rubia chilló, acompañada de Kim y Jake.

Yo sonreí. Theo... No tanto.

—¡Debes estar bromeando! ¿Cómo las conseguiste? ¡La preventa es mañana! —volvió a chillar Kim con los boletos en mano.

—Ventajas de ser hija de Chloe Collins, no suelo aprovecharme de esto, pero era necesario —habló Alai riendo—. El detalle es que es en St Miller porque mamá no pudo conseguirlas en la ciudad de Counterville.

Tenía que pensar cómo pedirle permiso a mamá para salir de la ciudad para ir a un concierto.

—¿Mamá los consiguió? ¡Traidora! —Theo golpeó la mesa con su frente.

—Vas a venir con nosotros —anunció su hermana, a lo que él negó con firmeza.

—¡Ni hablar! Ni loco. No.

—Ginger, ¿vienes?

—Claro. —Sonreí viendo los boletos, giré a mirar a Theo—. ¿No vienes?

—No.

—¿Seguro? —Él asintió.

—Muy seguro.

—Bien, no vayas. —Me encogí de hombros y sonreí. Imaginé que estaría sufriendo todo el concierto, era mejor que no fuese.

—¿Ese es un tipo de juego? —Entrecerró los ojos, yo giré a verlo de nuevo y alcé una ceja.

—¿Un... Juego?

—¡Sí! ¿Estás usando psicología inversa para que vaya? Porque déjame decirte que no voy a ir.

—Y yo te dije que, si no quieres ir no vayas, no te estoy obligando a nada —mencioné confundida.

—¡Ginger deja de hacer eso! ¡Me obligas indirectamente! ¡No quiero ir!

—¡Y yo te estoy diciendo que no vayas! —alcé la voz.

¿Qué rayos le pasaba a ese chico? Estaba totalmente confundida y los demás no hacían nada por remediarlo.

—Bien, porque no iré.

—Eh, está bien. —Miré a mis amigos, todo se estaban riendo en silencio.

—¡Tenemos que ir de compras! —gritó Kim.

—Las acompañaré, pero no pienso comprar nada.

—¿Estás molesta? —me preguntó Theo mientras mordisqueaba mi sándwich.

—¿Por qué debería? —pregunté, él suspiró y volvió a golpearse la frente con la mesa.

—Estás molesta conmigo porque no quiero ir contigo al concierto, Huffy.

—No... De hecho, no estoy molesta. —Volví a morder el sándwich aún confundida.

—¡Eso es lo que dicen siempre y luego terminan apareciendo en esos programas policiacos donde investigan muertes inexplicables!

—Theo, creo que estás viendo mucha televisión. No estoy molesta, si no quieres ir al concierto de Julien por mí está bien. No todos tenemos los mismos gustos, no puedo obligarte a hacer cosas si no quieres, tranquilo. Me parece tonto obligar a alguien a hacer cosas que no quiere.

—¿Segura?

—Claro, ya lo he dicho.

—¿No estás molesta?

—¡Theo! —bufé.

—¿Lo ves? ¡Estás enojada!

—Me largo —Reí levantándome—. Oh, genial. Toca teatro.

—¿Teatro? —preguntó Theo.

—Sí, a Kim le pareció buena idea inscribirnos a comienzo de año para los talleres de este mes.

Así que tendría que soportar unos meses a Derek Griffin.

—Olvidé ese detalle… Y Brad también está ahí —Kim se lamentó y noté que era momento de moverla de ahí para que dejase de pensar en él.

—¡Ahora nos vamos a clases! —Me acerqué y besé la mejilla de Theo—. Estudia, tonto. Vamos, coliflor alérgica —me despedí de los demás tomando el brazo de Kim.

—¡Dejen de burlarse de mí! ¡Mañana es mi cumpleaños! —se quejó la morena mientras caminábamos por el pasillo.

Abrí los ojos al recordar. Había olvidado su regalo.

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