Gay sex

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El sexo y los sentidos

El sexo con la percepción sensorial alterada: chemsex

Cuando preparaba este capítulo pensé en comenzarlo así: «Tenemos un problema muy serio y ya se nos ha ido de las manos. Me encantaría ser optimista (ya conocéis mi naturaleza) pero no puedo. El chemsex es una mierda y está jodiendo a más gente cada vez». Sin embargo, informarme me ha permitido encuadrar mejor el chemsex dentro de mis propias ideas y ahora puedo decir que el chemsex es un gran «depende» sobre el que más nos vale estar bien informados porque: (a) nos lo vamos a encontrar a la vuelta de cualquier esquina, y (b) si no sabes manejarte con él, entonces sí que estarás jodido. Para explicar un tema tan complejo sin cagarla, he pensado que lo mejor sería hablar con un experto; antes de llegar a la entrevista con Jorge Garrido, te explico qué es el chemsex.

Chemsex para profanos. Lo básico que necesitas saber

El chemsex es «el sexo intencional bajo la influencia de drogas psicoactivas, principalmente entre hombres que tienen sexo con hombres. Se refiere al uso de mefedrona, gamma-hidroxibutírico (GHB), gamma-butirolactona (GBL) y metanfetamina cristalizada. Estos medicamentos a menudo se usan en combinación para facilitar sesiones sexuales que duran varias horas o días con múltiples parejas sexuales» (McCall et al., 2015).

En su blog, David Stuart,113 el fundador de la clínica de salud sexual 56 Dean Street para hombres gais en Londres, ofrece una mejor definición:

Si tu comprensión del término chemsex proviene de los medios de comunicación masivos, te perdonaré por creer que se refiere al uso de drogas o alcohol para practicar sexo por parte de cualquier población. En realidad, su definición es más precisa y culturalmente específica: chemsex es el uso de cualquier combinación de medicamentos, incluyendo la metanfetamina cristalizada, la mefedrona (y otras catenonas) y/o los GHB/GBL, con la única finalidad de tener sexo gay. Está asociado sindémicamente a estos dramáticos cambios recientes que afectan a la experimentación del placer y al sexo gay: (1) nueva tecnología y cultura de la conexión gay online, pues no es exclusiva de la cultura de sauna, (2) el impacto que ha tenido el VIH, y (3) los cambios en las leyes y actitudes sociales hacia la homosexualidad.

Como ves, no es solo «sexo gay con drogas», sino «sexo gay con determinadas drogas en entornos donde la gente se relaciona sobre todo mediante aplicaciones online y en los que el VIH ha marcado cambios en el modo en que algunos hombres gais viven su sexualidad». Las drogas que suelen consumirse, ya has visto, no son las recreativas habituales (coca, alcohol), sino otras que se vinculan a encuentros sexuales como son la metanfetamina cristalizada, la mefedrona y el GHB. Estas tres son la base del chemsex y se las ha bautizado como la Unholy Trinity («Trinidad Profana», en un juego de palabras con la conocida como Santísima). Por supuesto no son las únicas que se consumen, pero si estás follando con tres gintónics encima, una raya de coca y compartís un porro, eso no es el chemsex, eso es una fiesta de toda la vida en la que acabáis echando un polvo. El chemsex se caracteriza por el uso de tres sustancias que tienen efectos sobre tu sexualidad y que son las siguientes:

La metanfetamina cristalizada, popularizada por la serie

Breaking Bad.

Es un tipo de anfetamina que atraviesa muy rápidamente la barrera hematoencefálica y que, por tanto, da un subidón inmediato. Pero tan veloz como sube, baja, y muchos consumidores necesitan repetir dosis con frecuencia. Fuera de España también lo llaman

crystal

, pero no tiene nada que ver con lo que se llama

cristal

aquí, que se refiere al MDMA.114 Su efecto energético y antiestresante es el primer paso para sentirte cómodo y con ganas de follar (además de permitirte aguantar horas y días). Te hace sentir una enorme confianza en ti mismo y te pone cachondo y desinhibido. Es una sustancia que genera dependencia con mucha facilidad y que tiene importantes efectos secundarios (desde depresión hasta brotes psicóticos), de modo que se recomienda que su consumo sea muy moderado y espaciado, vigilando las mezclas con otras sustancias.

La mefedrona, como nos explican en Apoyo Positivo (a cuyo director vamos a entrevistar en breve),115 es «una droga cuyos efectos se encuentran entre la cocaína y el MDMA. Es una catinona estimulante del sistema nervioso central que se puede esnifar, ingerir, inyectar o diluirla por la mucosa anal (

booty bumping

)

.

Ingerirlo envuelto en papel de fumar puede ser más seguro que esnifado o inyectado. La vía de administración sirve para intensificar los efectos o para llegar antes a los picos». La mefedrona tiene el efecto de hacerte querer follar con todo el mundo y te desinhibe completamente, lo que la convierte en una sustancia fundamental para quienes se sienten incómodos con su cuerpo o tienen una mala relación con su sexualidad. Ella hace todo el trabajo y tú no tienes que cuestionarte tu autoestima erótica, ¿verdad que es fácil? (modo irónico ON, por supuesto). Como explica un consumidor de esta sustancia: «Mientras que el MDMA te hace encantador y amable, la mefedrona te excita, pero también te desprende del mundo. Tal vez parezca un remedio para lo que muchos hombres gais sienten, esa especie de sensación de que no son amados en vista de que crecieron con la homofobia de trasfondo. Es una manera de escapar de todo y sentirse sexi y eufórico».116

El GHB o ácido gamma-hidroxibutírico es una sustancia incolora, prácticamente insípida, que suele tomarse líquida. La dosis suele mezclarse con la copa que estés tomando (aunque se desaconseja mezclarlo con alcohol, mejor con agua o zumos) y su efecto inicial es semejante al del alcohol: te quita las inhibiciones y te relaja, lo que facilita que folles pero también que te dejes llevar por tus deseos y fantasías sin ningún tipo de cortapisa. Puedes desarrollar tolerancia fácilmente y necesitar mayores dosis, lo que aumenta el riesgo de intoxicación.

Estas drogas, además, no se consumen en cualquier sitio, sino en espacios privados a los que acuden otros hombres gais y en los que se escucha música, los llamados chills. La forma de contactar, al menos inicialmente, suele ser a través de apps de cruising117 aunque, cuando ya os conocéis, puedes estar en un grupo de WhatsApp donde te vayan informando de los próximos encuentros. También puedes hacer chemsex en pareja, quedando mediante una app con alguien que esté interesado, consumir con él y follar. Bueno, follar no siempre se folla, pero consumir siempre se consume. Debido a lo anterior, muchos hombres gais terminan convencidos de que las apps están llenas de tíos que solo quieren follar drogados (Ahmed et al., 2016). Algunos afirmaron en el Chemsex Study118 (Bourne et al., 2014) que casi no queda más remedio que pasar por el aro de las drogas si quieres follar debido a la ubicuidad de estas sustancias. En un contexto así, quienes no tienen otro modo de socializar más que las apps terminan sintiéndose casi abocados a acudir a un chill. Los que andan descolocados después de tiempo sin salir porque han tenido novio hasta hace poco, cuando vuelven al mercado se quedan a cuadros viendo que el panorama festivo-sexual pasa por un chill, donde se encuentran a un montón de hombres consumiendo drogas. Hombres que son tipos normales y corrientes, con buenos trabajos y buena presencia; no son los yonquis, a los que no quisieron parecerse jamás, y eso les hace creer que consumir no tendrá ninguna repercusión para ellos. Todos estos hombres se están relacionando con el chemsex casi sin darse cuenta.

El chemsex desde dentro

El chemsex es algo más complejo que follar colocado. Hace unos años, con una asociación que presidía, estuvimos visitando las ruinas de Ampurias, en la Costa Brava, una ciudad que fue primero colonia griega (Emporion) y luego romana (Emporiae). Solicitamos la visita teatralizada y nos acompañó Julia, una romana interpretada por una actriz que nos enseñaba las ruinas como quien lleva a unos extranjeros a conocer su pueblo. Gracias a esa teatralización, nos sumergimos por completo en la vida de los romanos (si tenéis la oportunidad de hacerla no lo dudéis, es realmente interesante). Julia estuvo encantada de acompañar a varias docenas de maricones y bolleras, nos contó la competencia que tenía con su vecina: «Que se cree muy importante porque tiene muchos esclavos, pero viene de una familia de simples comerciantes. No como yo, que soy de linaje patricio», y lo accesible que era el sexo en las tabernae, en las termae y en cualquier lugar de la urbe romana. Nos llevó a ver los falos erectos tallados en los dinteles de las puertas de las murallas y nos explicó mucho sobre las vidas cotidianas de los antiguos emporitanos: «Ahora se aproximan las Saturnales, unas fiestas maravillosas. Las amigas solemos ir juntas al bosque, tomar infusiones de plantas alucinógenas y dejarnos llevar por el entusiasmo: cantar, bailar y tener sexo entre nosotras». Tras escuchar esto, miré a uno de mis amigos y le dije: «Maricón, y tú pensando que eras muy moderna porque follas drogada, y resulta que eso lo hacían ya los romanos». Si toda la vida ha existido el uso de sustancias para acompañar a la sexualidad en las civilizaciones sexualmente liberadas, ¿qué es lo que puede convertir el chemsex en algo problemático?

Aparte de que las drogas sintéticas actuales tienen una concentración mucho más alta de principio activo y ocasionan un perjuicio físico mucho mayor, hay otros problemas. Según David Stuart, en el mismo post al que antes nos referíamos:

La gran mayoría de los hombres homosexuales que buscan ayuda con el chemsex no buscan ayuda con un problema de drogas o un problema de adicción; en su mayoría buscan solución a las consecuencias para la salud sexual de su uso de las drogas, […] para estos hombres, no es un problema de drogas, sino un problema de sexo gay. La mejor manera de reducir los daños del chemsex es desarrollar una comprensión sólida de cómo queremos que sea nuestra vida sexual y romántica, tener algunas metas y límites en torno a ello, y tener la capacidad de concienciación y de comunicación para alcanzar estas metas y proteger esos límites. Si todos disfrutáramos de un buen bienestar sexual, nacido de un diálogo (cultural) sobre el papel que juegan el sexo y la intimidad en nuestras vidas, sería sencillo evitar los daños relacionados con el chemsex. Es importante que las clínicas de salud sexual y las organizaciones de la comunidad gay brinden servicios que vayan más allá de las simples pruebas y la prescripción de medicamentos, que también ayuden a nuestros pacientes y comunidades a desarrollar un bienestar sexual y general, incluyendo la adaptación a aquellos cambios culturales ante los que muchos tiene dificultad para adaptarse.

Llevo todo el libro repitiéndote la importancia de que tú tengas una buena relación con tu sexualidad, fíjate cómo David también insiste en ello.

Cuando la sexualidad viene a cubrir vacíos de tu vida (al estilo de la bulimia, siguiendo nuestra analogía con la buena relación con la alimentación), no hay droga suficiente para tapar ese hueco porque, mientras sigas con la herida abierta o con la carencia sin satisfacer, todo lo que hagas para enmascarar vacíos, ausencias o daños no servirá más que para crearte nuevos problemas. Por eso, la primera consideración que deberíamos hacer sobre el chemsex es: «¿Estoy enmascarando algo con este consumo?». Si no sé socializar, si necesito sustancias para desinhibirme, si tengo inseguridades con mi cuerpo o si no sé qué hacer con mi tiempo libre, por más droga que consuma, seguiré sin una buena red de amigos, seguiré teniendo inhibiciones sexuales, seguiré sintiéndome inseguro ante la idea de que alguien me vea desnudo y seguiré aburrido hasta lo insoportable cuando esté en mis horas de ocio. Si tengo amigos, disfruto de mi sexualidad, creo que mi cuerpo no está mal y tengo aficiones que me entretienen, podré darme una fiesta de vez en cuando, pero será mucho más difícil que esas fiestas se coman mi vida. No necesitaré esas fiestas. Si alguna vez las transito, será por elección, no por necesidad.

En el segundo Foro Europeo del chemsex, los participantes (usuarios del chemsex, agentes comunitarios, investigadores, clínicos, terapeutas y trabajadores sociales) discutieron posibles vías para detectar y ayudar a personas con problemas relacionados con esta práctica. Uno de sus hallazgos más interesantes fue el de identificar seis etapas en el consumo, así como los factores que facilitan el paso de una a otra. Estas etapas fueron: (1) soledad y vacío; (2) búsqueda de conexión; (3) conexión sexual; (4) conexión por medio del chemsex; (5) problemas con el chemsex, y (6) impacto grave en la salud (Platteau et al., 2019). Algo que también se constató fue que los excesos son más probables en aquellos que tienen problemas emocionales (Pollard et al., 2018) y que nuestro colectivo es muy vulnerable al consumo de sustancias como herramienta para gestionar estados emocionales profundamente perturbados (ver QMM, pp. 254-261). En su revisión sobre lo que sabemos acerca de los factores emocionales en el chemsex, Coll y Fumaz (2016) recogían:

Los consumidores de metanfetamina refirieron mayores tasas de abuso físico, emocional y sexual en la infancia que los no consumidores, así como mayor sintomatología depresiva. Entre los consumidores, la depresión pudo predecirse por la negligencia emocional en la infancia. Estos resultados sugieren que el maltrato infantil puede estar implicado en el desarrollo de angustia emocional (por ejemplo, depresión) y en una mayor prevalencia de abuso de metanfetaminas en esta población.

Como refleja el Chemsex Study del que antes hablábamos: «La mayoría de hombres [participantes en el estudio] no eran felices con sus vida sexuales y muchos deseaban una relación estable para tener un sexo más íntimo y conectado». Todo lo anterior nos dice que la soledad, el acoso homofóbico y la depresión tienen el potencial de vulnerabilizarnos al consumo de sustancias, pero también que los mitos del amor romántico nos vulnerabilizan al vivir perennemente insatisfechos ¡como si tener un novio nos hiciera eternamente felices!

El chemsex desde el activismo. Entrevista a Jorge Garrido

Para profundizar en este asunto, me puse en contacto con Jorge Garrido, director de Apoyo Positivo. En su organización han desarrollado un programa muy completo de atención a gais que practican chemsex, y trabajan tanto desde la prevención de riesgos (ya hemos mencionado su web informativa) como desde la atención a quienes tienen un problema con el consumo. Jorge habló conmigo durante más de una hora, encuentro del que os transcribo un extracto a continuación.

GABRIEL.- En vuestra organización trabajáis con muchos hombres que practican el chemsex y tú participas de numerosos grupos de trabajo y foros sobre el tema. Voy a comenzar desde el principio, pidiéndote que me cuentes lo más relevante.

JORGE.- Lo más relevante es entender que el chemsex no es solamente el uso sexualizado de drogas. No es una sesión de consumo prolongado de drogas relacionado con el vicio y el sexo sin descanso, por más que así se haya explicado, e incluso entendido, dentro de la propia comunidad gay. Eso no es más que la punta del iceberg. Lo que hay debajo es un fenómeno estructural que viene derivado de cómo se ha configurado nuestro modelo de ocio y que está, además, muy relacionado con aspectos emocionales como la soledad. Entiendo que hay una necesidad imperiosa de definirlo pero es un fenómeno multifactorial, depende del contexto cultural, cambia según el sitio. No es lo mismo el chemsex en, por ejemplo, Castellón que en Madrid. Hace años comenzamos a detectar policonsumos de drogas asociados a las relaciones sexuales y lo hemos visto como una derivación de los chill-out, que eran esos encuentros que organizabas con tus amigos cuando se cerraban los afters pero en los que no se follaba. Hay una evolución del modelo de ocio, que en las grandes ciudades ha pasado a incluir drogas sexuadas. Incluso hemos visto que muchos hombres se trasladan de ciudades pequeñas a las grandes para darse una fiesta.

GABRIEL.- He atendido varios casos en esa situación: viajan desde sus pueblos a Madrid para tener chemsex.

JORGE.- Eso ocurre en toda Europa, no es solo un problema español. La cuestión es que encontramos unos perfiles similares de hombres que hacían chemsex problemático. Por un lado, tenían problemas de aceptación en sus lugares de residencia, o los que vivían en ciudades más abiertas tenían mucha homofobia interiorizada. Estos hombres se encontraban con este tipo de encuentro donde podían tener sexo de forma rápida y muy placentero (debido al uso de sustancias), y sobre todo, sentirse plenamente integrados en un grupo. Al principio nos centramos mucho en las drogas pero, a medida que íbamos conociendo mejor el fenómeno y a los hombres que participaban, fuimos desplazando la atención a la parte emocional y allí encontramos las mayores problemáticas.

GABRIEL.- Esto es muy interesante.

JORGE.- Lo es. Muchos de los chicos que participaban en estas sesiones eran VIH+, con lo cual uno de los ítems que nos saltaba en el análisis era la serofobia. En esos espacios se podían relajar sobre su seroestatus.

GABRIEL.- Es decir, estamos hablando de hombres VIH+ que se sentían muy incómodos a la hora de hablar de su seroestatus con sus parejas sexuales pero, gracias a la sensación que las drogas les provocan, podían sentirse cómodos para hacerlo y para tener relaciones sexuales.

JORGE.- Claro. Entonces ni siquiera había ese refuerzo que tenemos ahora gracias al conocimiento de la indetectabilidad… En aquellos espacios se daban unos códigos donde se sobreentendía que muchos eran VIH+ y que no hacía falta hablar del tema o, todo lo contrario, que podían hablarlo y serían escuchados con empatía. Por otro lado, nos encontramos con muchos chicos que se sentían incómodos con sus cuerpos por no tener un aspecto normativo y ese bodyshaming119 les dificultaba relacionarse pero que, en esos entornos y gracias a las drogas, se atrevían a relacionarse sexualmente con otros hombres.

GABRIEL.- Esto es interesantísimo. [Comparto con Jorge cómo el Dual-Model explica que la respuesta sexual se ve favorecida por drogas que nos desinhiben de la vergüenza, de la falta de autoestima erótica, etcétera].

JORGE.- Eso es. Suelo explicar que los laboratorios que producen drogas son conscientes de los efectos que tienen y saben que con una pequeña cantidad de GHB la persona puede desinhibirse completamente. Por eso se ofrece como una droga sexual. Al final, los efectos de las drogas junto con los factores sociales y emocionales, nos hicieron darnos cuenta de que esto no era una adicción más sino el efecto de la homofobia, la soledad, etcétera. En el grupo terapéutico hay muchos machirulos, hombres que rechazan la pluma y que están llenos de IH. Te hace darte cuenta de que son hombres llenos de rechazo a su propia homosexualidad.

GABRIEL.- La IH siempre aparece.

JORGE.- De hecho, el heteropatriarcado también, y la homogeneización del colectivo. Hemos creado un modelo de hombre masculinizado, blanco, sano, guapo, que se ha convertido en un modelo de exclusión: si no eres así, no tendrás éxito relacionándote. Hemos perdido la oportunidad de visibilizar toda la heterogeneidad de identidad, género, cuerpos, y crear una comunidad en la que todo el mundo se pueda sentir integrado. Al final, lo que importa es ese hedonismo malentendido de «primero soy yo», y no nos damos cuenta de que, con él, estamos siendo excluyentes.

GABRIEL.- Vemos que es un tema identitario, algo que va sobre responder a la pregunta: ¿en qué consiste ser homosexual?

JORGE.- En qué consiste y en qué nos muestran. En lo que nos dicen que es «ser homosexual». Hay incluso publicidad de fiestas que banalizan, que dulcifican el consumo de drogas. Yo encuentro paralelismos con lo que hace el patriarcado con el amor romántico: endulzar las cosas que hacen daño para que no te des cuenta de ellas.

GABRIEL.- Curioso, he encontrado un estudio que afirma que muchos usuarios del chemsex pensaban que, teniendo un novio, no harían esas cosas.

JORGE.- Está todo muy vinculado. Suelen ser personas que han interiorizado tanto los modelos patriarcales que, en lugar de destruirlos y generar espacio para su propia diversidad, asumen esos modelos, aun teniendo que recurrir a medios como las drogas, para encajar en lo que se supone que se espera de ellos. Algunos hasta pierden la noción de lo que les gusta. Como ves, al final es un fenómeno complejo, porque las drogas son potentes y, además, han conectado con un colectivo lleno de vulnerabilidades. [Aquí Jorge hace referencia a Adiós, Chueca (Shangay Lily, 2016) y a cómo su autor explica en ese libro muchos de los factores que hoy podemos encontrar en el chemsex: ocio capitalizado así como rígidos modelos corporales y de comportamiento].

GABRIEL.- Lo entiendo muy bien y yo, aquí, me encuentro con un reto. Cuando se tiene tan claro que los problemas del hombre que consume chemsex están relacionados con la IH y con la soledad, ¿cómo se plantea una solución comunitaria? No tenemos recursos comunitarios para que un gay pueda socializar de otros modos. Hay grupos, algunas asociaciones, pero ¿se puede absorber tanta demanda?

JORGE.- Creo que pensamos que somos una sociedad de derechos por haber conseguido algunos como el del matrimonio, pero no hemos luchado por el derecho a la diversidad afectiva, de modelo de pareja, de sexualidad…, no hemos luchado por el derecho a ser reconocidos en nuestra diversidad. Hemos creado una cultura muy monolítica y las drogas forman parte de esa cultura mayoritaria. Si no hay otro tipo de ocio, es fácil que termines haciendo lo mainstream.

GABRIEL.- ¿Qué hacéis vosotros ante esta situación?

JORGE.- A partir del contacto con los hospitales que nos derivaban casos de sobredosis, y de nuestro conocimiento del tema, hemos desarrollado un programa muy completo en el que lo abordamos de un modo integral. Tuvimos que trabajar mucho el estigma, estamos ante situaciones que son recogidas por la prensa de forma sensacionalista y morbosa: que si el bugchasing, que si el chemsex. Por otro lado, entre lo accesibles y lo sexualizadas que están estas sustancias, terminan siendo muy atractivas y fáciles de conseguir. Luego están las vulnerabilidades: vergüenza, IH, muchos traumas en la infancia120 e incluso abusos sexuales. Muchos de nosotros, ya lo sabes, hemos crecido en una sociedad que nos enseñaba a odiarnos a nosotros mismos.

GABRIEL.- Evidentemente es necesario un abordaje multidimensional y queda mucho trabajo [también muchos recursos económicos] y me gustaría preguntarte, por último, algo sobre este abordaje.

Coincidimos en que las causas son sociales pero, sin embargo, la única solución que nosotros podemos dar es individual. Estamos empoderando a los individuos para que puedan hacer frente a sus propias vulnerabilidades que, en todo caso, los precipitan al chemsex cuando interactúan con un contexto que está cargado de drogas.

JORGE.- Nosotros también trabajamos mucho la sexualidad, haciendo hincapié en la diversidad. A veces salen comentarios xenófobos, machistas… Necesitamos generar un espectro de referentes para entender que un hombre gay no tiene que encajar en un modelo, que no tienen por qué sucumbir a una presión social sobre cómo debe actuar y relacionarse con otros.121

GABRIEL.- Volvemos al hecho de que las vulnerabilidades previas son las que hacen que alguien pueda sucumbir ante la presión social. Y los gais estamos llenos de vulnerabilidades. Al final, siempre está ese diálogo entre lo individual y lo social y, a nivel terapéutico, vemos que una de las formas más eficaces de actuar es fomentando que la persona sea más autónoma, que sea mucho menos dependiente del entorno.

JORGE.- Eso es lo que nosotros estamos deconstruyendo, la estructura del «gaytriarquiado». Trabajamos las vulnerabilidades personales y además generamos esa nueva estructura de «cómo soy yo», de darme valor a lo que soy sin verme arrastrado por la necesidad de ajustarme a un modelo social que no ha pensado en mis necesidades. Necesitamos salirnos de esa presión social generada por un colectivo que solo piensa en rentabilidad económica. Necesitamos hablar de la diversidad dentro del colectivo para que todo el mundo se sienta acogido. Pero también tenemos que hablar de la soledad en las grandes ciudades. Tenemos que hablar de cómo nos hemos construido como comunidad, del modelo de ocio que hemos desarrollado, de la falta de diversidad dentro de nuestro colectivo. Tenemos que hablar de la discriminación dentro del propio colectivo (serofobia, plumofobia). Y también de soledad, de IH y de vergüenza sobre el propio cuerpo o la propia sexualidad. El chemsex problemático no trata sobre consumir drogas durante el sexo, trata sobre vulnerabilidades.

GABRIEL.- Nos lo has explicado perfectamente: el chemsex es el resultado de todas las vulnerabilidades personales y sociales que nos atraviesan a los hombres gais, y como bien dices, necesitamos generar todo un espectro de referentes sociales para que todo el mundo se vea incluido.

Me despedí de Jorge agradeciéndole en mi nombre (y en el de todos vosotros) que hubiera sido tan didáctico al describirnos un fenómeno tan complejo. Antes de cerrar este apartado quiero, eso sí, dejaros la referencia de una magnífica guía creada y publicada por David Stuart (la podéis consultar y descargar en https://www.davidstuart.org/chemsex-first-aid). En ella podéis encontrar información utilísima sobre emergencias relacionadas con las tres drogas principales de la Unholy Trinity, así como otro tipo de emergencias que pueden ocurrir: priapismo, cortes, reacciones alérgicas, agresiones, etcétera.

Sexo con los cinco sentidos: el tantra. Entrevista a Paco Tantra

El placer es algo que se siente con el cuerpo y con la mente. Todos nuestros sentidos se agudizan cuando estamos entregados al sexo. Nos olvidamos del mundo y solo nos importa ese nuevo cuerpo que hemos formado entre el nuestro y el de nuestro(s) amante(s). Nos concentramos tanto que perdemos la noción del tiempo y del lugar. Solo tras el orgasmo pensamos: «Joder, los vecinos se habrán enterado de todo», sin poder contener nuestra sonrisa de satisfacción porque sabemos que haber perdido el mundo de vista es señal de haber follado como los dioses. Ojalá supiéramos cómo hacer que nuestros sentidos se concentren tanto en el placer que cada polvo se convierta es un rapto mental y nos entreguemos siempre al disfrute con tanta intensidad. ¿Ojalá? Lee los siguientes párrafos sobre el masaje tántrico y añádelos a lo que ya sabes sobre caricias, mamadas y polvos. Ya me contarás cuántas veces más se quejan tus vecinos (guiño). Porque, siguiendo mi norma de preguntar a los que saben, he entrevistado a mi amigo Paco, que se anuncia como Paco Tantra en redes. Paco es un masajista tántrico y lo que hace va mucho más allá de lo erótico. Le pregunto a él sobre cómo podemos fomentar la conexión con el otro cada vez que follamos.

GABRIEL.- Desde tu experiencia profesional, ¿qué es lo más importante sobre el sexo que llamamos tántrico?

PACO.- El sexo tántrico va de estimulación sensorial. El orgasmo es una cosa impresionante, maravillosa. Pero, además, hay otras maneras de explorar la sexualidad. Hay muchas personas que me consideran un trabajador sexual y me llaman para cumplir ciertas fantasías (que supongo que vienen del mundo del porno) porque buscan un perfil físico determinado, un miembro de ciertas dimensiones, pero yo les explico que hago algo totalmente distinto. Promuevo una perspectiva sexual que va mucho más allá de lo visual, mucho más allá de los códigos estéticos. El sexo es una experiencia sensorial en la cual influye mucho el ambiente, la atmósfera que generas. Cuando las parejas llevan mucho tiempo, el sexo se convierte en rutina. Yo busco justo lo contrario, partimos de crear algo nuevo y de que se agudicen todos los sentidos. Cuido mucho los detalles: olfato, música, quizá un vino.

GABRIEL.- Es decir, el primer elemento diferencial es crear una atmósfera estimulante para todos los sentidos.

PACO.- Sí, crear esa atmósfera como señal de que lo que vendrá a continuación será un momento especial, aprender a separar lo rutinario de lo especial. Tratamos de salir de las rutinas y manías, del típico sota, caballo y rey (mamada, penetración y orgasmo). Se trata de cambiar todo eso y de que la persona sea consciente de que quieres hacer algo especial en esa ocasión. Busco desconectar de todo lo habitual y crear una consciencia de que vamos a vivir aquello de una manera especial. El objetivo es convertir el sexo en algo en lo que tu mente quiera recrearse y con lo que sacar conclusiones sobre tu propia personalidad. Un punto muy importante es poder conectar con la propia sexualidad, y para ello, necesitamos aislarnos de toda esa corriente de inercias que llevamos. Esto no es echar un polvo de desahogo. Queremos otra cosa.

GABRIEL.- ¿Y cómo se conduce a la pareja a ese estado?

PACO.- Uno de los puntos más importantes es la adaptación al otro. Escuchar lo que la persona te dice con sus palabras y sus reacciones para proporcionárselo, pero también enriquecerlo aportándole algo más. Algo personalizado. Eso sí, es importante hacerlo siempre desde el respeto y no desde la imposición de nada. A partir de ese respeto, trabajo la conexión con la sexualidad. Algunos me dicen que no quieren hablar, simplemente para concentrarse en las sensaciones que van a experimentar conmigo. No hay un trabajo, digamos consciente, a nivel intelectual, sino que es otro mundo, otra dimensión. En esos casos no trabajamos desde el «narrar» sino desde el «sentir», y ese sentir desencadena estados emocionales que son los que, posteriormente, les permiten romper sus limitaciones. Yo creo que esa emocionalidad es la sexualidad en estado puro, es casi vivirlo desde una animalidad, desde dejarnos llevar por la sorpresa y no tenerlo todo premeditado ni entendido de antemano.

GABRIEL.- Esto es maravilloso. Y, una vez que estás en ese estado de conexión con la propia sensitividad, ¿cómo seguimos?

PACO.- Cada persona necesita algo muy diferente. Yo creo que no hay un estándar de masaje, ni siquiera un único masaje para la misma persona a lo largo del tiempo. La mayoría de las personas buscan algo diferente cada vez. Yo confío en mi intuición…, bueno, la intuición no existe, existe la experiencia para darte cuenta de que, por aquí, este camino no funciona. Y saber probar alternativas. Te diré que lo que hace que un masaje funcione es la actitud con la que tratas a la persona: si te interesas por sus necesidades y escuchas a su cuerpo, funcionará mucho mejor que si, simplemente, aplicas técnicas.

GABRIEL.- ¿No es tierno eso?

PACO.- La ternura es lo que la gente más echa en falta, incluso personas que tienen pareja y que follan bien. Pero a las que les falta el factor humano, y eso es lo que vienen buscando.

GABRIEL.- Es interesantísimo que alguien tenga que recurrir a un servicio buscando ternura.122

PACO.- Eso nos está diciendo algo: que la gente de nuestro colectivo está falta de ternura y la va buscando. Y cuando la encuentra, la experimenta como algo impresionante. Es como un dulce, algo que siempre vamos a querer.

GABRIEL.- ¿Y cómo muestras esa ternura durante el masaje?

PACO.- Bueno, con miradas, las expresiones faciales, el tacto y la caricia. Algunos me cogen de la mano y se me quedan mirando. Mucha gente lo hace incluso cuando está boca abajo. Cuando tú pasas la mano por al lado, con el masaje, te coge la mano. Ya no le importa el masaje, quiere el contacto humano. Para mí es una señal de que esa persona necesita crear un vínculo emocional.

GABRIEL.- Me parece muy interesante porque somos primates y nuestras especies son muy dadas al contacto corporal. Sin embargo, hemos creado unas sociedades en las que apenas hay contacto físico. Nos acostumbramos a compartir espacio público con desconocidos, pero nos sentimos muy incómodos con el contacto interpersonal. Y luego lo vamos buscando desesperadamente.

PACO.- En el masaje se da ese contacto, esa cercanía física como un vehículo para transmitir la cercanía emocional. Es cierto que también hace falta mucha fuerza para atreverse a pedir lo que llevamos buscando. Buscamos un trato delicado, alguien que tenga en consideración cómo nos encontramos, que esté continuamente interesándose por cómo nos encontramos. Yo creo que hay personas que no es que no sepan expresarse, es que les da miedo pedir algo y que se lo nieguen o que los llamen «débiles».

GABRIEL.- Oye…, y ampliando la cuestión, ¿cómo encaja la ternura en el erotismo?

PACO.- Es mágico. Cuando la ternura en la comunicación y esa complicidad no verbal se entrelazan con el morbo de la excitación sexual, eso es pura magia. Ayer justamente tuve un cliente que durante el masaje se reía de felicidad. Y era la primera vez que le sucedía. Es una persona que tiene muchos problemas en su vida y parecía como si hubiera roto una muralla. La gente, cuando realmente conecta, empieza a sentirse cómoda, goza de la situación y entonces sí se produce un gran placer sexual. ¿Sabes? Para el disfrute sexual es imprescindible crear una buena conexión. A través de la ternura o de los morbos, pero si no hay conexión, el placer no es que sea imposible es que es de mucha menor intensidad. A menudo encuentro parejas (de las que quieren hacer un masaje a dos como experiencia) y veo claramente que no encajan, que no han conectado por ninguna de sus facetas. Están muy limitados en el placer cuando follan entre ellos.

GABRIEL.- Cuánta razón tienes.

Me despido de Paco agradecidísimo por explicarnos parte de sus experiencias profesionales y por su constatación de que:

Un sexo conectado supone:

1. Una atmósfera separada del resto de circunstancias.

2. Una conexión entre los amantes.

3. Ocuparse cada uno del otro.

4. Estimular la sensibilidad de cada uno.

Sexo sin contacto

Sin embargo, no siempre encontramos a alguien lo suficientemente válido como para entregarnos a él y eso puede limitarnos. Recuerdo una conversación en el coche de un buen amigo que me decía: «Es que no tengo ganas de follar, de verdad. Pero me pongo a mirar en la aplicación y voy viendo las actitudes de muchos tíos y pienso: “¿Que yo te voy a poner el culo a ti para que tú me folles?”. ¡Ni que tú te merecieras follarte a un tío como yo!». Ambos coincidimos, autopista adelante, en que llega un momento de nuestras vidas en el que no entiendes el sexo si no estás de verdad conectado con el otro hombre, que necesitas sentirte entregado emocionalmente para disfrutar de la entrega física. Yo apuntaba que la conexión era incluso necesaria: «Aunque sea para saber que él entrará en tu cuerpo no para darse gusto en la polla sino para darte gusto a ti en la próstata», y que era muy difícil saberlo de alguien a quien solo conoces de un breve chat en una aplicación y que eso aumenta la probabilidad de que el polvo resulte decepcionante. Porque, añadía él, no sabías si merecía la pena «montar todo el tinglado de lavarte bien por dentro y preparar la habitación con toallitas, lubricantes, para que termine siendo una mierda de follada. Aunque también te digo que igual mañana, cuanto más vieja, más puta me vuelvo y me da lo mismo con quién». Los dos nos reímos al estar también de acuerdo en eso.

Así es, bien te encuentres en una etapa o bien sea algo bastante permanente en ti, hay quienes prefieren follar solo cuando el otro les entusiasma de verdad, sin que su reticencia a quedar con hombres reales suponga ningún tipo de aversión al sexo. No es sexofobia, sino exquisitez sobre a quiénes meten en sus camas. Cierto que con la edad te haces más cómodo (o las hormonas comienzan a flaquear, recuerda el capítulo 7) y esto parece algo propio de hombres maduros. Pero también es cierto que tanto el follar selectivamente como el follar como si no hubiera un mañana puede aparecer en cualquier época de tu vida. Si eres de esos hombres que ya no quedas para follar tan frecuentemente, masturbarte con asistencia online es un recurso muy útil, así que hablaremos de cibersexo para terminar el capítulo. Sobre el porno me extenderé en el siguiente porque el tema requiere un capítulo completo.

¿Qué es el cibersexo? Hace años consistía en una modalidad de chateo en la que dos personas se iban escribiendo mensajes sexualmente explícitos a medida que se iban masturbando. En realidad, no era más que una forma de prestarse mutuamente fantasías sexuales a partir de acuerdos previos. Imagínate: tenías la fantasía de ser follado por el fontanero y se lo decías al otro, os poníais de acuerdo y repartíais papeles. A partir de aquí la conversación se parecía mucho a esto:

MORBOVICIOBCN.- Yo estoy debajo del fregadero, moviendo las tuberías y te digo: «Perdona, ¿puedes acercarme la llave inglesa?».

CALIENTEYA.- Me agacho a la caja de herramientas y empiezo a buscarla.

MORBOVICIOBCN.- Con ese culazo en pompa, yo te lo miro y me toco el paquete sin que me veas.

CALIENTEYA.- Pero me doy la vuelta de repente y te cazo tocándote mientras me miras.

MORBOVICIOBCN.- Te digo: «Lo siento, no he podido evitarlo, tu culo es espectacular».

CALIENTEYA.- Me alegra que te guste, es un piropazo viniendo de un hombre como tú.

MORBOVICIOBCN.- No me digas eso, que mira cómo tengo el rabo (y me toco el paquete apretando mi polla gorda).

CALIENTEYA.- Uff, eso necesita una mamada.

MORBOVICIOBCN.- Sí, para empezar.

CALIENTEYA.- Entonces me acerco a tu paquete y lo toco con la palma de la mano…

El mayor inconveniente era sincronizarse y que necesitabas dos manos para escribir. Era complicado masturbarse y muy a menudo el otro terminaba antes que tú (lo peor era cuando desaparecía, seguramente muerto de IH) y pasaba de ayudarte a culminar tu paja. A veces el otro era un soso que no tenía ni imaginación ni gracia, así que no te empalmabas o se te bajaba la erección a la tercera línea. A menudo, cuando os poníais cachondos, os dabais los teléfonos y terminabais la paja por este medio. Era mucho más eficaz, sin duda, pero como muchos de los que recurrían al cibersexo era porque no se atrevían a quedar en persona (doble vida, falta de aceptación, etcétera), eran renuentes a dar el teléfono por miedo a que el otro llamase más veces y se descubriera el pastel.123

El cibersexo pronto evolucionó al sexo por cam (con o sin cara dependiendo de lo armarizado que estuviese el otro o de los cuernos que le estuviese poniendo a su pareja) y sigue siendo un medio eficaz para masturbarse. Ahora existen webs para ver a gente follar en vivo a través de páginas a las que tú mismo puedes conectarte para que te vean pajearte o follar con alguien. A través de la webcam puedes hablar con alguien, daros órdenes, hablaros con lenguaje explícito, ver cómo el otro hace lo que tú le dices y cerdear todo lo necesario hasta que os corréis. Tan fácil. En casa. Sin necesidad de perder tiempo en pasar casting a los de Grindr. Como te decía antes: mientras no sea un modo de huir del sexo real, no tenemos por qué patologizar el contacto virtual. Al fin y al cabo, si no te apetece follar con los tíos que tienes en tu entorno, y ya que vas a pajearte, pues que sea una paja algo más jugosa gracias a las posibilidades que te brinda el entorno online. ¡Que la disfrutes, maricón!

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