Gay sex

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BLOQUE II. Prejuicios. Una liberación sexual pendiente » 6. La autoestima erótica (II). Las soluciones » Unos consejitos para ir terminando

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La autoestima erótica (II). Las soluciones

La trampa de la sobrecompensación

En una entrevista, la escritora Bel Olid55 explicaba:

El body positive dice que, seas como seas, en tu cuerpo hay belleza, y para mí esto no es verdad: hay personas con cuerpos muy poco convencionales a quienes puede costar mucho encontrar esta belleza, porque la belleza, al fin y al cabo, es una convención social y una expectativa de cómo tienen que ser las cosas. Además, ni siquiera los modelos de belleza son reales, puesto que siempre hay retoques. El modelo que se nos vende de belleza no existe. El body neutral dice: da igual cómo sea tu cuerpo, acéptalo y valóralo en otros parámetros. Saca la belleza del centro de nuestras preocupaciones y propone relativizar el valor que damos a la belleza en general. ¿Tú sabes cuánto pesaba Rosa Parks cuando se sentó en el autobús? ¿O cuánto pesaba Malala cuando empezó a escribir sobre los derechos de las niñas? No lo sabes porque no importa. Esto lo leí el otro día en las redes. La belleza entendida como encaje en un canon importa relativamente. En la mayoría de las actividades que hacemos en nuestra vida, la belleza carece de importancia. Es por eso por lo que nuestra felicidad no puede depender de este encaje. Nuestra felicidad tiene que depender de elementos más estables o estaremos condenados a ser infelices.

¿Alguna vez has recapacitado sobre el valor que das al resto de tu persona?

SALTOBody positive y body neutral son las principales formas de abordar las inseguridades con el cuerpo. En este capítulo contemplaremos ambas.

Ya vimos al inicio del capítulo anterior que una de las claves para solucionar una autoestima erótica deteriorada es que existen otras autoestimas que pueden (¡deben!) compensarla. Habitualmente estos componentes se equilibran unos con otros de forma natural y oyes a muchos hombres decir «No soy un adonis pero tengo mucha labia y se me da bien ligar», o bien: «Pues no ligo mucho pero es que follar tampoco es el centro de mi vida, otras cosas me llenan mucho más». Ellos compensan su autoestima erótica con otras autoestimas y el resultado es una buena autoestima general. Otra forma de solucionar los problemas de autoestima erótica es comprender por qué la tenemos tan baja y tratar de mejorarla. Te explicaré ambas estrategias un poco más adelante. Antes entenderemos nuestro error más frecuente: la sobrecompensación.

Mientras que equilibrar pone en valor todo lo bueno que tienes, la sobrecompensación cree que el resto de áreas de tu persona no valen nada.

Lamentablemente, esto de la autoestima se complica mucho en quienes han sufrido bullying homofóbico. En muchas de estas personas, el mecanismo de equilibrio no se da de forma natural y hay que promoverlo desde la terapia. Porque, de forma natural, lo que suelen hacer es sobrecompensar. Como nos recuerda Downs (2005), este es uno de los mecanismos más habituales dentro del colectivo de hombres homosexuales. Si equilibrar es afirmar: «Oye, que los feos también somos simpáticos y algunos aguantamos bastante bien dos asaltos en la cama, no nos infravalores, que solemos sorprender», sobrecompensar es pensar: «Si no soy guapísimo, no follaré». Trataré de explicar por qué sobrecompensamos.

Alguien que ha sufrido acoso homofóbico termina interiorizando que todo él, solo por el hecho de ser homosexual, no merece una valoración positiva por parte de otros. Si, fortuitamente, recibe validación en alguna de sus características personales, es fácil que se esfuerce por mantener esa aprobación ya que es lo único que tiene o lo único por lo que es bien valorado. Su autoestima comienza a depender de esa característica. ¿Por qué el aspecto físico suele ser el componente individual con el que más sobrecompensamos? En primer lugar, porque el aspecto físico es uno de los aspectos más visibles y, por tanto, el que más comentarios positivos o negativos suscita. En segundo lugar, nuestro entorno (aunque no solo el gay) se ha hecho muy visual debido al éxito de las redes sociales y los medios audiovisuales. Por último, en tercer lugar, los hombres gais solemos conectar entre nosotros por medio de aplicaciones focalizadas en la imagen, como son Grindr y compañía. Si somos atractivos, recibiremos mucha atención, y como esto es algo que cualquier persona desea, especialmente si anda corta de autoestima, nos esforzaremos por mantenerla y le dedicaremos más esfuerzos. Así, sin buscarlo, acabamos esclavos de una imagen que nos aporta validación y autoestima.

La imagen no es el único modo de sobrecompensar. Algunos hombres reciben su extra de valoración a partir de otra característica, como puede ser su inteligencia, su discurso, su aspecto juvenil, su poder económico o cualquier otra faceta personal. Como me decía un paciente: «Los amigos de mi novio critican mucho a los que se pinchan testosterona, pero ellos no dejan de pincharse bótox». Ambos tipos de sobrecompensadores sienten que no hay nada más de ellos que merezca la pena y viven las críticas con una angustia mucho mayor que si su autoestima estuviese compensada por otras áreas.

Volviendo al cuerpo y su relación con la autoestima erótica, todos sabemos que estar bueno es algo muy apreciado en nuestro colectivo, y quien desea la valoración ajena lo tiene más fácil si está bueno. Si andas mal de autoestima y sobrecompensas, caerás en la prisión del gym y del ciclado. Digo «prisión» porque no pueden escapar de allí: te come la inseguridad si dejas de ir al gym porque vas a empeorar físicamente. Además, el objetivo no es el deporte, sino la estética, aun a riesgo de la salud. Fijaos que el culturismo, más que un deporte, se considera una exhibición: en sus concursos no realizan pruebas físicas, como en la halterofilia o en el crossfit, sino que exhiben cuerpos para ser calificados según un criterio estético.56 Claro que, aunque no sean cuerpos muy deportivos, los que más ligan son quienes los tienen, así que es comprensible que quien quiera ligar piense que debe tener un cuerpo como esos. Empezamos a comprender esta trampa: un colectivo con baja autoestima (tienes QMM lleno de referencias a estudios científicos sobre este asunto), que crece en un entorno de masculinidad tóxica, acaba generando unos cánones estéticos extremos porque, para compensar una autoestima tan deteriorada, se necesita destacar exageradamente con el cuerpo.

Dos advertencias importantes. La primera es que cuando califico algo de «extremo», es extremo de verdad y no lo que algunos entendéis por eso. Que alguien vaya al gym cinco veces por semana, vigile lo que come y le guste subir fotos a su Instagram no es un problema, está haciendo con su tiempo y su cuerpo lo que le sale de sus santos cojones porque para eso son su cuerpo y su tiempo. Ni tan siquiera es insalubre. El problema está en aquellos chicos que nos encontramos los psicólogos y psiquiatras en consulta. Chicos que si reciben el menor comentario sobre su cuerpo, se encierran en casa a llorar. Chicos que se matan tres horas diarias en el gimnasio para ponerse como un tío que tiene muchos seguidores sin valorar si su cuerpo podría desarrollar esos músculos. Chicos que no quieren ni oír hablar de «objetivos ajustados a su naturaleza». Chicos que follan con la camiseta puesta si engordan un puto kilo. Chicos que lo que no pueden conseguir en un gimnasio, quieren conseguirlo con cirugía y están obsesionados con cada cana y cada arruga. Chicos que se ponen de malísima hostia porque se han comido un dónut y se consideran «unos mierdas incapaces de esforzarse por unos objetivos». Insisto: el 95 por ciento de los tíos a los que tú llamarías «extremos» no tienen nada de extremo. Extremo es lo que vemos los psicólogos en consulta.

La segunda advertencia es que la relación entre gimnasio y sobrecompensar no es biunívoca: ni todos los que tienen la autoestima deteriorada van al gym, ni todos los que van al gym tienen la autoestima deteriorada. Algunos hombres gais sobrecompensan con su glamur, su cultura u otras áreas personales. De ellos también habla Downs (op. cit.). Estos hombres siguen siendo unos attention whores, solo que en lugar de a cuenta de su cuerpo, reclaman atención a cuenta de lo que dicen o de lo bien que visten o de los lugares tan exóticos que visitan. Pero attention whores, al fin y al cabo. De la misma forma que se puede distinguir al que hace deporte por salud del que lo hace por inseguridad, podemos distinguir entre quien busca la atención con su cultura y quien es un apasionado lector. El primero necesita ganar debates, el segundo disfruta aprendiendo incluso de quienes lo contradicen y, sobre todo, no va por el mundo necesitando sentirse mejor que los demás.

Tampoco es cierto que todos los que van al gimnasio tienen problemas de autoestima. Como le leí a Alberto Mira (2004):57

La gente va al gimnasio por muchos motivos aunque de alguna manera quienes no van prefieren simplificar esos motivos. Y no todos estamos en el estereotipo. Lo que es erróneo aquí es dar como síntoma de la «cultura gay» a un grupo de gente genéticamente privilegiada que son, ciertamente, objetos del deseo. Pero que no representan a la comunidad. Y creo que hay algo problemático en prestar demasiada atención a un grupo pequeño para diagnosticar al centro.

Porque también hay hombres con cuerpos cincelados en el gym que te abren el alma escribiendo obras de teatro de extrema sensibilidad, o chulazos que son ingenieros informáticos y hablan cinco idiomas. Ni estar bueno te hace tonto ni ser feo te hace listo. Cuando alguien me dice que en los gimnasios solo hay gais obsesionados con su imagen que no tienen otra cosa que ofrecer y que discriminan a los que no están físicamente como ellos, suelo contestar de la misma forma que si alguien me dice que en el Orgullo solo hay purpurina, fiesta, sexo y carne: «Tú no has ido al Orgullo en tu puta vida porque, si hubieses ido, habrías visto a los que se ponen purpurina, a los activistas, al colectivo trans, a las asociaciones de familias homoparentales, a personas bisexuales, a los representantes políticos, a las madres de personas LGTB… Habrías visto la diversidad que hay en un Orgullo». Pues lo mismo con el gimnasio: quienes han pisado alguno, han visto a las señoras mayores que pasan allí la mañana haciendo aquagym (que es muy bueno para las articulaciones), al ciclado obsesionado con ganar volumen, al empresario que corre en la cinta para desestresarse, a la chica que va con su amiga a hacer crossfit después de pasarse el día atendiendo en un call center para compensar su sedentarismo, al jubilado que cada día hace dos máquinas distintas porque se distrae practicando un pelín de deporte… No puede haber más diversidad en un gimnasio.

¿QUIÉN SOBRECOMPENSA?

Si eres un sobrecompensador solo tú puedes saberlo. Quizá alguien que te conozca muy muy bien pueda darse cuenta. Un psicólogo serio se tomaría varias sesiones contigo, preguntándote por temas privados, antes de atreverse a afirmar que sobrecompensas tu autoestima musculándote en el gimnasio. Me sorprende que si los profesionales tomamos tantas precauciones antes de asignar una etiqueta a nadie, para otros sea tan fácil adivinar que mengano o fulano sobrecompensan basándose solo en sus fotos.

Si tú sobrecompensas, quizá ya te hayas dado cuenta leyendo este capítulo y el anterior pero, por si quieres saber un poco más, te comento que las dos características fundamentales son: (1) la necesidad de aparentar ser alguien que no eres, generalmente una persona a la que los demás admiran por ser guapo (o culto, glamuroso…), y (2) que temes la intimidad porque allí se ve con claridad cómo eres así que evitas dejarte conocer en profundidad.

Te lo explico con un ejemplo cotidiano. Puedes subir a tus redes siempre tus mejores imágenes: fotos en las que no se te ve la barriga, hechas en esos cinco minutos al día en los que sonríes, en enclaves espectaculares, entrenando. Un sobrecompensador suele tener muy poca variedad temática, casi todas sus fotos hablan de lo mismo (el cuerpo, el glamur, los parajes), y suele subir fotos con mucha frecuencia porque necesita mucho refuerzo por parte de sus seguidores.

Si eres un sobrecompensador de otro tipo, necesitas recibir muchos mensajes de que están de acuerdo contigo si, por ejemplo, debates algo en redes. La admiración que recibes en forma de likes o retuits te hace sentir un poco mejor pero solo temporalmente porque sigues sin resolver tu problema de autoestima. Aunque no subas fotos, sueles ser muy monotemático en tus conversaciones o tienes muy pocos intereses, te ciñes a lo que conoces bien y te espanta quedar en ridículo.

Lo más grave es que huyes de la intimidad con los demás porque temes que se den cuenta de que estás lleno de defectos. Y así los decepcionarás. Y te dejarán. Y no podrás soportar su abandono. Porque eso confirmaría que no mereces la pena. A causa de ese miedo, cada vez que un hombre se interesa por ti, acabas huyendo. Y haciéndole daño a él. A un hombre que no le importan ni tu barriga ni tus momentos de bajón porque es lo suficientemente maduro como para darse cuenta de que todos tenemos nuestros defectos y sabe convivir con los tuyos. Un hombre que es capaz de ver todo lo bueno que tienes a pesar de que tú no lo veas. Pero él termina cansado de tus dudas, sospechas, inseguridades, pajas mentales, mentiras y medias verdades. Y se marcha. Y, al final, lo único que has conseguido es reforzar tu idea de que eres un puto desastre. La sobrecompensación no funciona, sencillamente, porque no soluciona tus problemas de autoestima. Simplemente los esconde de la vista de los demás… pero siguen ahí: haciéndote sentir inseguro. Y huidizo.

Un problema añadido que aparece en muchos sobrecompensadores es la ausencia de asertividad. Ausencia que, por cierto, se traduce en inseguridad. Una idea básica en la psicología de la autoestima es: «Quien se otorga valor a sí mismo, se da a valer ante los demás». Por esta razón, las personas con baja autoestima suelen ser más sumisas en sus interacciones sociales. Exactamente lo mismo podemos decir a la hora de follar: si te valoras positivamente te darás a valer y te sentirás confiado para flirtear, serás audaz proponiendo fantasías sexuales, te sentirás cómodo en una sauna o en un sexclub y no te asustará hacer un trío de vez en cuando con tu novio. Lo contrario sucederá si te valoras negativamente. ¿Qué podemos hacer ante esta situación?

Soluciones que sí funcionan

Una forma de equilibrar la autoestima erótica (la del body positive) consiste en analizar si nos estamos valorando adecuadamente. Puede que nos estemos puntuando por debajo de lo que merecemos, con esas sospecha de «Quizá soy más sexi de lo que yo mismo creo». En consulta suelo abordar este tema listando los componentes de la autoestima erótica y pidiéndole al chico que se puntúe en cada uno de ellos:

Vamos comentando sus puntuaciones con preguntas como: «¿Por qué te has puesto un 6 en cara?», «¿A qué se debe ese 4 en polla?», «Veo que te has puesto un 7 en labia, eso me gusta, ¿te sientes seguro de tu capacidad de seducir?». A medida que vamos conversando, le pido que me proporcione los criterios empleados en su puntuación. Así intento evaluar si son más o menos objetivos. Si me responde: «Es que mi polla es pequeña, no le puedo poner más de un 4 porque mide 14,5 centímetros», le mando directamente a los normogramas que he recogido en el capítulo 9 para que aprenda que su polla está exactamente en la media (nada de pequeña), y a los párrafos de ese mismo capítulo donde explico que las próstatas están totalmente al alcance de su rabo. Trato de evaluar, en definitiva, si los criterios con los que os valoráis son objetivos o si no se trata más que de mitos.

En los siguientes capítulos vas a leer un montón de información veraz con la que pretendo desmontar los mitos sobre tu sexualidad, de forma que comiences a valorarla de forma objetiva. Con ello espero que te sientas bien si tus polvos duran, como mucho, diez minutos de bombeo puro y duro, o si te corres con un par de chorritos (y no con una catarata) de semen. Pero también que tengas muy claro que follar bien no es dominar setenta y cuatro técnicas distintas de empotrar o de comerte una polla, sino estar atento a las reacciones y necesidades del chico con el que estás. La mayor parte del resto del libro está dedicada a que mejores tu autoestima erótica aprendiendo en qué consiste ser un buen follador. Al desmontar los mitos y valorarnos objetivamente, conseguimos mejorar nuestra autoestima erótica, como el que suspende un examen y, yendo a la revisión, hace ver al profesor que lo ha corregido mal y que merece el aprobado.

Otra de las formas de solucionar una mala autoestima erótica es equilibrándola con el resto de autoestimas. «Vale, no soy muy sexi, pero ser sexi no es lo más importante del mundo» (body neutral). Se trata de mirar en tus virtudes y darte cuenta de que es importante ser sociable, tener cultura, mostrarse afectuoso, ser buena persona. Porque eso es en lo que reposan las relaciones humanas: en darse afecto y comunicarse. Y si ser bueno no da ventaja competitiva en el mundo gay, ¡al carajo las putas mierdas del mundo gay! ¿Está claro? Muchos de vosotros tenéis fotos de vuestra adolescencia o juventud, de poco después de salir del armario, en las que se os ve radiantes de felicidad. En aquellos años dabais toda la importancia al cariño de los amigos y estabais pletóricos al constatar que os querían incondicionalmente. Estabais guapos de tanta felicidad. Luego llegó el ver chulazos en redes, creer que para merecer la pena debíais lucir músculos, hablar tres idiomas y viajar a destinos exóticos. Os marcasteis objetivos insalubres y os embarcasteis en esta vida de frustración que os tiene amargados. No es que yo diga que solo importa el cariño de los amigos, es que vosotros estábais radiantes de felicidad cuando eso era lo único que os importaba. No puedo ser más claro.

Y no creas que eso es un consuelo («Soy feo pero simpático»), sino una constatación empírica. Cuanto mejor nos conocen los demás, más atractivos les pareceremos. En Cádiz utilizamos una expresión que resume muy bien este proceso: «Empecé a verlo guapo». La solemos emplear cuando les cuentas a tus amigos que te has enamorado de aquel chico «que no era feo» y al que le ibas a dar una oportunidad porque te parecía buen tío. Y te has dado cuenta de que has tenido la suerte de que la oportunidad te la diera él a ti. «Empecé a verlo guapo» expresa la importancia relativa que tiene el aspecto físico para enamorarse y cómo podemos acabar entrando mucho por el ojo de alguien.

Así que no caigamos en el error de creer que para poner cachondos a los demás necesitamos una buena fachada. Ser guapo puede facilitarlo, pero no es lo más importante para encender el deseo sexual de otro. Hay, digámoslo así, varios modos de entrarle a alguien por el ojo. A eso es a lo que nos referimos cuando un amigo nos pide que le enseñemos una foto del tío con el que acabamos de echar un polvazo y le decimos: «No es muy guapo, pero el cabrón tiene algo que me pone cerdísimo». Alguien con un físico que, de entrada, no llame demasiado la atención puede tener un atractivo personal que nos vuelva locos de deseo. Vamos, lo que nos pasa a la mayoría de mortales: no nos van a sacar en ninguna portada pero podemos tener mucho morbo a la hora de follar.

La edad también te da otra perspectiva. De forma natural, a partir de los cuarenta (y ni te cuento a partir de los cincuenta o los sesenta) empiezas a darte cuenta de que el cuerpo está perdiendo tonificación y empiezas a valorar mucho más otras características en ti mismo y en los demás. Tu autoestima erótica se basa menos en el físico y más en la personalidad. Y eso es tan genial que piensas: «¿Por qué no veía las cosas así con veinte años? ¡La de disgustos que me habría ahorrado!». Si superas tu miedo a no gustar por tu físico y das valor a tus habilidades eróticas, quizá sigas sin tener una caterva de hombres babeando por ti, pero los que follen contigo seguro que querrán repetir.

La explicación, como casi siempre, tiene que ver con el vínculo que formamos con la otra persona. En CAM (pp. 223-225) expliqué que existe una interacción entre la pasión y la intimidad. Y es la que se esconde detrás del fenómeno de «empezar a verlo guapo». Estás con alguien que no te parecía una mala cita aunque no fuese alguien por quien, de entrada, creyeras perder la cabeza. Pero descubres que, a su lado, puedes ser tú mismo sin tener que aparentar nada y sientes que te trata como el tipo más valioso del mundo (¡guau!). Te hace sentir igual de cómodo también en la cama y te anima a que le cuentes tus fantasías, incluso las que nunca te has atrevido a realizar, para que las hagáis juntos (¡uf, qué bueno!). Y no queda ahí la cosa, sino que el tío tiene un gran sentido del humor y se toma la vida con una filosofía que te encanta. De repente, estar con él te pone de muy buen rollo. Cuando eso ocurre, evidentemente, ves a ese hombre mucho más atractivo que cuando lo contemplabas con ojos neutrales.

Esto no es ninguna novedad, el mismo fenómeno pero a la inversa es lo que sucede con algunos de los que dicen que solo pueden tener sexo con hombres de los que están enamorados. A muchos hombres poco confiados en su atractivo sexual les resulta menos embarazoso desnudarse cuando están con alguien que ya les ha mostrado un cierto cariño. Dicen que solo pueden follar con alguien de quien están enamorados pero, en realidad, solo pueden follar con alguien que sabe que no los juzgará. Cada uno es libre de hacerse las trampas mentales que quiera, pero este es un libro sobre psicología y salud mental, y autoengañarse no es saludable. Por eso te explico la diferencia entre sentir más atracción por alguien con quien tienes un lazo afectivo y mentirse a uno mismo. Quizá no es que solo sientan deseo cuando se enamoran, tal vez solo se desinhiben cuando se sienten amados (esto lo entenderemos muy bien cuando expliquemos el Dual-Model). Pero imagina que alguien muy sexi les entrara y les pidiera sexo diciéndoles que a él le ponen muy cachondo los hombres de su tipo. Imagínate que un tío guapo se acerca al romanticón y le dice: «Perdóname, pero no puedo evitarlo, tengo un fetiche sexual muy potente con los hombres como tú. Me ponen muy cachondo los…58 y tú me gustas un montón. ¿Me dejas invitarte a una cerveza?». Y, a partir de ahí, que le dé carrete: que si me gustas, que si me la estás poniendo dura, que si qué ganas de follar contigo… A ver cuántos les contestan al macizo: «No, perdona, es que yo no puedo follar con alguien si no tengo un vínculo afectivo con él». (¿Nos apostamos una cena? Por cada una que yo pierda habré ganado noventa y nueve.) Si te sientes inseguro de tu aspecto, no pasa nada, se puede solucionar. Pero no te engañes a ti mismo amparándote en etiquetas que te impiden encontrar soluciones porque tapan tu verdadera limitación. Todos hemos actuado así en algún momento, pero eso fue antes de darnos cuenta de que los problemas sexuales no resueltos se arrastran años… y años… y años. Y yo no quiero eso para ti. Que todo lo anterior, cuña preventiva incluida, nos sirva para entender hasta qué punto sabemos que el cariño hace que las valoraciones del aspecto físico sean mucho más benevolentes.

La solución pasa por que tu autoestima erótica dependa más de tu personalidad o de tus habilidades sexuales que de tu físico, de ser consciente que el físico atrae pero solo el morbo conserva. Que si crees que tu físico no te ayuda a ligar mucho, quizá deberías cambiar de técnica o de reclamo. A lo mejor ligarás más con propuestas morbosas. Si follas con fantasía y entusiasmo, hazlo saber porque eso tiene más público que una cara bonita o un cuerpazo. Esa es la razón por la que los maricones follamos más que la media: porque nos importa más el morbo que la cara. Todos tenemos nuestro público pero, además, te aseguro que en el ámbito del sexo vende mucho más el morbo que el atractivo físico. Tienes el resto del libro para aprender a sacar partido a tu capacidad de erotizar a tus ligues. No hace falta que seas guapo, hace falta que te dejes conocer.

Pero sobre todo y por encima de todo, no te creas nada de lo que te digo, nene, ¡ponlo a prueba!

En definitiva, los problemas de autoestima erótica se resuelven:

Abandonando la trampa de la sobrecompensación.

Analizando si estamos evaluando objetivamente nuestros atractivos y nuestras habilidades eróticas.

No dejando recaer todo el peso sobre nuestro físico sino compartirlo con nuestras habilidades eróticas.

Si nuestro

sex appeal

no es el mayor posible, equilibrar nuestra autoestima erótica con el resto de áreas de nuestra autoestima para que la valoración general que hacemos de nosotros mismos sea todo lo buena que merecemos.

Unos consejitos para ir terminando

Creo que lo mejor es terminar este capítulo con un decálogo de recomendaciones para recomponer tu autoestima erótica:

1. Equilibra tu autoestima erótica con las demás. No importa puntuar muy alto en una característica concreta de la autoestima general, sino tener un buen promedio. Si tú pretendes solo estar muy bueno y descuidas el resto de áreas de tu persona, no serás más feliz (aunque la publicidad de las clínicas estéticas diga que sí). Si solo crees poseer una característica relevante, el peso de la valoración que haces de ti mismo recaerá solo sobre ella, y sin darte cuenta, serás tremendamente dependiente de cómo puntúes en ella. Te aseguro que muchos guapazos tienen problemas de autoestima porque si todo lo que tienen es cuerpo, necesitarán verse con cuerpazo para sentirse seguros de ellos mismos. Además, el cuerpo es muy poco rentable, ya que no puntúa en todas las situaciones. Puntúa en una sauna o en una zona de cruising. Puntúa (y no es lo que más) durante un polvo. Pero no en las conversaciones de después, y desde luego, no puntúa para que el chico se interese por tu persona, ni mucho menos para mantener una relación que esté basada en algo más que en el encoñamiento sexual. Por el contrario, quienes tienen algo más que ofrecer, ni se sienten tan presionados a cuidar su físico, ni tan inseguros en la intimidad con los demás.

2. Reduce la presión por competir. A pesar de que entendamos que ciertas características pueden suponer una ventaja para según qué actividades, no perdamos el norte con tal de conseguir cualquier objetivo. La solución es entender que, queramos o no, siempre existe un cierto grado de competencia y que si nos interesa alguien, también nosotros querremos interesarle a él por encima de lo que le interesan los demás. Pero debemos hacerlo teniendo muy claro quiénes y cómo somos nosotros para buscar perfiles compatibles. Si aborreces el gimnasio pero encaminas todos tus esfuerzos a follar con Testigas del Crossfit, ¿no crees que resultas un poco contradictorio? ¿No sería mejor para ti resolver esas contradicciones? ¿Por qué quieres gustarle a un hombre que no tiene entre sus prioridades relacionarse con hombres como tú? ¿No crees que eso indica que te das poco a valer? Si de verdad te valoras, menos necesidad sentirás de competir, obviarás a quienes no te valoran y su rechazo te será irrelevante.

3. No aceptes esas reglas. En el mercado de la carne, carne se vende. Si eres vegano o vendes fruta…, ¿qué coño haces allí? Busca un entorno que acoja tus necesidades en lugar de tratar de acomodarte al funcionamiento de Grindr. Te será muy fácil conocer a otros gais a través de redes como Facebook aunque vivas en un pueblecito de la Castilla profunda. Y en ciudades de mayor tamaño te será sencillo encontrar grupos y asociaciones. La experiencia en consulta me permite afirmar que quien quiere y sabe socializar, lo consigue.

4. Por respeto a ti mismo, no des pábulo a quien no ha demostrado respeto hacia ti. De la misma manera que no aceptas un consejo de cualquiera, sino de quienes demuestran estar genuinamente interesados en ayudarte, ¿por qué no aceptas las críticas solo de quienes sabes que las hacen con la intención de ayudarte a mejorar? Los troles y los haters no buscan más que hacer daño, no podemos permitir que nos afecte lo que nos dicen. Si te quedas más a gusto soltándoles cuatro frescas antes de bloquearlos, no seré yo quien te diga que no lo hagas (yo siempre les digo un par de cositas antes de bloquear a los homófobos que me dejan comentarios insultantes en el canal de YouTube). Lo que importa es que ni los tomes en serio ni les permitas dejarte de mala leche. Hazlo como prefieras, pero hazlo: no les otorgues poder sobre tu vida, y sobre todo, respétate a ti mismo obligándolos a respetarte.

5. Recuerda que la presión social afecta a los más vulnerables. Existe una relación entre la vulnerabilidad a la presión social, la falta de autoestima y el acoso. Quienes han sufrido acoso tienen peor autoestima y, por no sentirse valiosos, son más vulnerables a la presión social pues realizan más esfuerzos para recibir la aprobación de los demás. Es paradójico que, por culpa del rechazo, nos convirtamos en personas que buscan disfuncionalmente una buena opinión ajena. Llévalo a nuestro colectivo: la mayoría de nosotros hemos sufrido algún grado de acoso homofóbico, así que tampoco te sorprendas si un buen número de gais busca la aprobación. Quienes han tenido mejores condiciones iniciales, más apoyo social o familiar, o han hecho terapia, son mucho menos vulnerables a la presión social y se pasan los cánones estéticos por el forro de los huevos. O se dejan influir parcialmente y admitiendo que estarían más sexis con algún kilo menos, hacen dieta pero no se sienten mal por tener algún michelín y ni se les pasa por la imaginación dejarse puesta la camiseta para follar (y disimular las lorcitas). Alguien con buena autoestima querrá sentirse sexi pero nunca caerá en situaciones ridículas ni forzará los límites de su naturaleza.

6. Memorízalo bien: el otro no está obligado a follar contigo. El «seguro que es un superficial» referido a un gay que está bueno, y pronunciado cuando no nos hace ni puto caso, es el «seguro que es una guarra» de los heteros gañanes cuando una tía buena no les da bola. Como te explicaba hace unas páginas, ¿te imaginas decirle a una chica algo así como «Ya sé que mi amigo no te pone en absoluto pero, mujer, dale un poco de cancha y acuéstate con él, que es un gran tío»? ¿Verdad que te parece una aberración? Por última vez te lo repito: ¡Lo que no te entra por el ojo, no te entra por el coño! Por esa razón, nadie está obligado a sentirse atraído por ti. Si quieres gustar sexualmente tendrás que currártelo un poquito. Y si no le gustas, pues chico: ¡no le gustas! No es el fin del mundo.

7. Distingue entre admiración y atracción. Una mujer heterosexual puede admirar la talla de sujetador de su amiga y pensar: «Ya me gustaría a mí tener esas tetas». Un hombre heterosexual puede admirar los bíceps de un compañero de gimnasio y preguntarle qué ejercicios hace «porque yo también me quiero poner así». Pero ni a la mujer le gusta su amiga ni al chico le gusta el compañero de gym. Ella se sentirá atraída por un hombre cuyas características físicas la pondrán cachonda pero nunca pensará: «Tiene más dorsales que yo, igual no le gusto por eso». Los heteros aquí lo tienen más fácil. A nosotros se nos mezclan los sentimientos de admiración y de atracción, y eso nos genera algún que otro problema. Cada vez que ves a un hombre que está bueno, te atrae y admiras su físico. Eso nos genera inseguridad porque nos comparamos con aquella gente a la que percibimos como mejores que nosotros en algún aspecto. Eso puede intimidar. Conozco hombres cuyas relaciones siempre son un fracaso porque solo se sienten seguros para entrarles a hombres cuyos aspectos físicos no les intimidan. Solo se atreven a flirtear con hombres que no les atraen y, precisamente porque no les atraen, al final el sexo resulta bastante penoso. Si quieres tener sexo con alguien que te pone cachondo, tendrás que aprender a soportar la intimidación que te provoca que haya aspectos de su cuerpo (o personalidad) que te resultan admirables y alegrarte de que «algo tendrás tú» cuando también le has gustado a él.

8. Busca la complementariedad más que la semejanza. Porque, recuerda, a excepción de esas parejas de maricones que parecen hermanos gemelos en lugar de novios, la mayoría de parejas están fundamentadas en la complementariedad: yo tengo lo que te gusta a ti y tú tienes lo que me gusta a mí. Y eso incluye tanto el físico como la personalidad. Sí que es cierto, como te explicaba antes, que hay una cierta semejanza de aspectos entre los hombres de poblaciones con tan poca variedad étnica como las nuestras. Probablemente tú y tu novio seréis ambos morenos y de ojos marrones. Si os dejáis barba y compráis ropa en la misma cadena, seréis unos perfectos mariclones. Aun así, lo más frecuente será que encontréis hombres bastante diferentes a vosotros y con los que os complementaréis en las atracciones mutuas.59

9. La estética no es universal. Bromeaba sobre ello en SA (pp. 57-59) cuando explicaba el estereotipo de que existe una estética gay: «Este estereotipo dura más o menos lo que tardas en darte una vuelta por cualquier local de copas gay. En ese ratito te darás cuenta de que no hay más diversidad en el bar porque el aforo no permite que entre más gente. Pero si entrasen más maricones, más estéticas distintas verías. […] digamos que nos cuestionamos los estereotipos de miles de formas distintas pero que, entre nosotros, somos poco estereotipados. Claro, si hablamos de los aspectos físicos que encuentras en las revistas maricas, puede que te hagas una idea equivocada. Hay algún gay que copia esa estética, cierto, aunque suele tratarse de un grupo minoritario y asociado a determinado tipo de fiesta o discoteca, pero poco más. Al fin y al cabo, este reduccionismo es como pensar que las mujeres hetero están representadas por las chicas que salen en las revistas de moda: se parecen como un macarrón a un espagueti. A los maricones nos ocurre lo mismo: ni vamos tan depilados ni tan fibrados. Bueno, lo de “tan fibrados” tampoco se aplica a los modelos, que no hay foto publicitaria sin Photoshop». Si crees que solo hay un patrón estético que nos gusta a los hombres gais, te esforzarás por encajar con ese patrón y, mientras no lo consigas, te sentirás inseguro a la hora de flirtear. Darte cuenta de que la estética y los gustos son variados te ayudará a sentirte bien con tu aspecto y más seguro a la hora de ligar con otro hombre.

10. Recuerda que todos tenemos nuestro público. Esa diversidad enlaza con un hecho: todos le podemos gustar a alguien. También es cierto que hay gente con muy poco público y eso también hay que aprender a asumirlo. Pareciera que tener muchos admiradores y poder elegir con quién follar es un derecho. Si lo fuese, el Estado debería garantizarte que follases. ¿Cómo? ¿Con escorts a cargo del ministerio de Bienestar Social? Si no asumimos la realidad, quedaremos atrapados en el malestar indefinidamente. Puede que tengas que vivir la sexualidad contigo mismo o que tengas un número limitado de parejas sexuales. Y puede que ellos tampoco sean muy sexis, aunque resultaría cuando menos paradójico que te quejases de que tus amantes son feos si tú mismo eres un tipo del montón. Dicho lo anterior, ahora me gustaría que me ayudases a resolver una duda que tengo: si los gais somos unos promiscuos, ¿cómo es que solo follan los guapos? O también follan los maricones del montón, o no somos tan promiscuos (guiño). Un amigo, cliente vip de un sexclub de Barcelona solía explicarme: «En el club folla más el tío simpático. El que está bueno llega y llama la atención. Hasta puede que lo busquen para follar, pero si el tipo no tiene ninguna clase de gracia, no repite. Ahora, el que es normalito pero da buen rollo y es morboso follando, ese repite… y repite… y repite». Si piensas que tu aspecto físico es una limitación y te mueves en entornos donde solo se presta atención al físico (apps de cruising) igual debes replantearte tu estrategia y desenvolverte en espacios donde puedas mostrar algún aspecto más de tu persona. Y también debes recordar que si tu aspecto físico es normalito, habrá otros hombres de físicos igualmente normalitos que querrán follar con hombres de físicos normalitos como el tuyo. Es preferible ser realista antes que creernos las wonderfuladas del tipo: «Todos somos bellos para quienes nos saben mirar». Ni es delito ser un hombre del montón ni es imprescindible ser guapo para follar.

11. En Grindr y en la calle estamos los mismos. La diferencia es que al tratarse de diferentes entornos con distintos propósitos, solemos cambiar de registro. En Grindr buscamos sexo y en la calle buscamos conversación, así que no puedes hacerte una idea de la personalidad de alguien si solo te basas en lo que conoces de ese hombre por su perfil de Grindr. Seguramente la impresión que te lleves al conversar con él en un bar sería muy diferente a la que te llevarás tras conversar con él en una app de zorreo. Esto nos tiene que servir para darnos cuenta de que las apps no son representativas de «cómo somos los gais» sino, en todo caso, de lo que los gais pensamos que puede funcionar en entornos donde prima el sexo casual. Los maricones somos muy diferentes en Grindr, en Twitter y en una cafetería.

12. Experimenta con tus redes sociales. Hay un experimento sencillo que puedes hacer con tu Instagram. Sube diferentes tipos de fotos y compara los likes que se llevan. Habitualmente las fotos que muestran carne reciben muchos más likes que las fotos en las que se te ve paseando con los amigos o las fotos de paisajes (a no ser que seas un excelente fotógrafo paisajista y tus followers sigan tu obra a través de esta red). Posiblemente los momentos que has vivido en ese paraje o en compañía de tus amigos habrán sido mucho más felices para ti que el instante en el que te fotografías semidesnudo frente a un espejo. Las fotos que menos likes obtienen son las que reflejan tus momentos de mayor felicidad. ¿Qué conclusión sacamos? Que a tus seguidores no les importa tu felicidad sino tu cuerpo. ¿Es una conclusión válida? Sí y no. Tus amigos darán like a las fotos que saben que son significativas para ti. Pero si tu cuenta es pública y la puede seguir todo el mundo, te encontrarás con que los desconocidos solo darán like a las significativas para ellos pues para eso siguen las cuentas que siguen. Si alguien usa Instagram para ver desnudos o músculos, marcará con like fotos que los contengan. Quien lo usa para seguir a una actriz, marcará la que anuncie un estreno suyo. Por eso, los «me gusta» que recibas de desconocidos no dependerán de lo que para ti sea importante sino de lo que es importante para ellos. Si te juzgas a ti mismo en función de los likes de personas que no te conocen, estás aplicando criterios ajenos. ¿Crees que es inteligente usar como baremo lo que les gusta a desconocidos que no se interesan por lo que te hace feliz a ti? Te pido que reflexiones sobre ello y que, si lo consideras oportuno, actúes en consecuencia, quizá no cerrando la cuenta pero sí tomándote con más distancia los «me gusta».

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