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BLOQUE III. Conoce el cuerpo con el que follas » 7. Hormonas. La bioquímica de tu deseo » Hormonas y deseo sexual

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Hormonas. La bioquímica de tu deseo

Las hormonas son unas moléculas secretadas por diferentes glándulas y que viajan por el torrente sanguíneo hasta llegar al órgano que activan. Son fundamentales en numerosos procesos, como la nutrición celular (insulina), la construcción del hueso (calcitonina), la regulación del dolor (encefalina) o la producción de espermatozoides (FSH), por ponerte algunos ejemplos. Como algunas de ellas tienen mucha importancia en nuestra sexualidad, vamos a dedicarles unas páginas.

Comenzaremos puntualizando alguna cosilla desde el principio para evitar el reduccionismo en el que caen algunos. La relación entre los niveles de hormonas como la testosterona y el deseo sexual ha sido, durante años, un lugar común en la bioquímica del deseo. Hay estudios que muestran una relación entre tener niveles más altos de esta hormona y tener relaciones con varias parejas simultáneamente (Van Anders, Hamilton y Watson, 2007). Sin embargo, esa evidencia no justifica el reduccionismo biológico determinista o, lo que es lo mismo, que tú digas que eres «esclavo de tus hormonas y no puedes evitar tener la bragueta suelta». Tus hormonas pueden hacer que tengas mucho deseo sexual y que te apetezcan relaciones sexuales con varios hombres diferentes. Hasta aquí te lo compro. Pero tu testosterona no es responsable de que tengas esas relaciones a escondidas de tu novio ni tampoco es responsable de que a él le pidas una fidelidad a la que tú no correspondes. Si eres un hombre honesto, hablarás con tu novio desde el primer día y le dirás que prefieres tener relaciones sexuales con más personas y que entenderás que él también las tenga. Incluso planificaréis visitas a la sauna juntos. Si él te pide monogamia, sabrás decirle que quizá tú no eres el hombre que él necesita. Tu testosterona tal vez te haga ser calentón pero, desde luego, no te hace ser mentiroso. Una cosa son las hormonas y otra cosa es la ética (o falta de ella). Hai capito? Quindi avanti.

Sobre las hormonas, es importante que conozcas un término: «regulación». Es el mecanismo natural por el cual los niveles hormonales se mantienen dentro de los estándares (ni menos hormona de la necesaria ni hormona de sobra). La glándula encargada de su producción recibe un mensaje para que la secrete y se pone a ello. La hormona navega por tu sangre hasta el órgano diana, que es aquel sobre el que cumple su función. Cuando este actúa al dictado de la hormona, se produce una señal que es detectada por el sistema endocrino y cesa la secreción. Dicho de otro modo (muy muy muy simplificado): tu cuerpo va generando hormona hasta que detecta que hay suficiente y, entonces, detiene la producción. Esto es muy importante porque si te pones hormonas de forma artificial, sin justificación médica y sin ningún tipo de control por parte de un endocrinólogo, estarás alterando este proceso de autorregulación sin saber las consecuencias. Si te ciclas para tener más músculo, existe el riesgo real de que tu cuerpo, al detectar testosterona en sangre, deje de producirla de forma natural. A causa de esto, tus testículos interrumpirían su trabajo y cuando la testosterona que te has pinchado se agote porque ya ha actuado sobre los órganos, tus queridas glándulas testiculares seguirán en «huelga de huevos caídos» y tus niveles bajarán por debajo de lo normal. Eso provocará cansancio, pérdida de la libido, dificultades con la erección, problemas de concentración y atrofia glandular. Y que cuando te haces un ciclo, se te queden los huevos del tamaño de los de codorniz y la polla más corta y delgada. Ya ves lo importante que resulta no meterse cositas sin necesidad ni supervisión.

Hormonas y deseo sexual

En este apartado no quiero que memorices nombres ni funciones, sino que te quede claro que tu respuesta sexual depende de varios factores y que las hormonas son solo uno de ellos. También espero que comprendas que el diálogo entre tus hormonas va a ir cambiando a lo largo de tu vida sexual. Habrá etapas (como la adolescencia) en las que la testosterona te gobernará, y etapas (como cuando te enamores) en las que la oxitocina será fundamental. Incluso épocas en las que te faltará dopamina porque la gastarás toda trabajando y apenas te quedarán ganas de follar. Eres un ser complejo y sujeto a unos cambios a los que tendrás que adaptarte, así como a los cambios y complejidades de los demás. El deseo obedece a muchas causas y tú eres un ser polifacético, la combinación de todas estas complejidades nos abre las puertas de una gran variedad de situaciones.

Expliquemos las hormonas sexuales.

Testosterona. Es la Beyoncé de las hormonas: fuego, dinamismo y una considerable carga erótica. Es la hormona sexual masculina por excelencia. Las mujeres también la tienen, pero en cantidades 10 veces menores. En los hombres provoca el efecto que te imaginas: hace que desarrolles características sexuales secundarias como el vello corporal, la barba, el crecimiento muscular, el ensanchamiento de los hombros, el crecimiento del pene y el desarrollo de la nuez, la mandíbula o la barbilla prominente. Y sí, es lo que estás pensando: acabo de hacerte la descripción de esos brutotes que nos ponen tan cachondos: piernas fuertes, hombros anchos, peludos, con buenas mandíbulas, voces graves…, ¡son cuerpos testosteronizados y nos ponen cachondos sin saber que todo eso es producto de una hormona! A menudo pienso que una parte de nuestro cerebro es capaz de detectarlo60 y que, al tener ante nosotros un ejemplar de machote testosteronizado, lo catalogamos inmediatamente como un buen polvo ya que esta hormona tiene mucho que ver con esa determinación y seguridad que tanto nos gustan en ciertos momentos. Me sorprenden las similitudes entre los hombres que tienen éxito con gais y mujeres, y eso me hace pensar en una base biológica de la atracción (recuerda que «base» no significa «explicación total y absoluta»). La testosterona también influye en nuestro estado de ánimo, en la energía que tenemos y en nuestra salud cardiovascular. La testosterona se considera el principal responsable de la excitación sexual e influye mucho (aunque no del todo) en nuestras erecciones. En cuanto al comportamiento, se habla mucho de que la testosterona nos hace más agresivos, dinámicos y sexuales, pero existe discusión al respecto. En realidad, lo que nos hace más agresivos son los niveles anormalmente altos de testosterona, no la testosterona en sí. Incluso los niveles más bajos de lo normal (como cuando el testículo deja de funcionar) también pueden provocar un aumento de la agresividad. Mientras la testosterona esté dentro de los niveles normales tendrás que buscarte otra excusa para tu mala leche. Cuando dejas de producir testosterona, si te la reemplazan con un tratamiento médico, recuperas tu funcionamiento sexual habitual (Steidle et al., 2003; Wang et al., 2000). Esto es bueno y supone una esperanza de calidad de vida para quienes han perdido la funcionalidad de sus testículos o se los han extirpado por un cáncer. Pero no debemos ser tan burros de pensar que eso mismo se nos puede aplicar a todos. Si tú tienes la testosterona dentro de los niveles normales y tu deseo sexual no es muy alto, probablemente no se deba a esta hormona. Hay un término en medicina, el disease mongering, que se traduce como «tráfico de enfermedades» y hace referencia a la práctica de hacer creer a las personas que tienen tal o cual trastorno que se cura con tal o cual tratamiento cuando ni tienen tal trastorno ni se arregla con tal tratamiento. Es muy característico de países con sanidad privada y de clínicas privadas en países como el nuestro. Afortunadamente, nosotros también contamos con una sanidad pública, financiada con nuestros impuestos, que nos mantiene a salvo de médicos listillos.61 Bien, pues uno de los tratamientos más habituales de estos médicos poco éticos es el de testosterona: te prometen que si te pones esa hormona recuperarás juventud, vigor sexual, masa muscular, etcétera, etcétera, etcétera. Lo cierto es que esa relación testosterona-deseo, aunque significativa, es insuficiente (Travison et al., 2006) ya que intervienen otros muchos factores más. ¿Cuáles? Una revisión sobre el efecto de las hormonas y el comportamiento sexual masculino (Corona et al., 2016), nos detalla el papel fundamental que tienen la oxitocina y la dopamina en nuestro deseo sexual: la oxitocina hace que tu cerebro sintetice óxido nítrico, que está implicado en la erección; seguramente sabrás que el sildenafilo provoca que se libere óxido nítrico y por eso tenemos erecciones al tomarlo pero, como también sabes, hace falta algo más. Necesitamos tener ganas y es ahí donde entra la dopamina: considerada el motor del cerebro, es la sustancia más importante en cualquier proceso que tenga que ver con la motivación y la consecución de objetivos. Por ello no resulta extraño que si te falta, falle tu respuesta sexual. Puedes, por tanto, tener la testosterona en niveles altos pero con poca dopamina probablemente no tengas ganas de follar, así que da igual cuánta testosterona te pinche tu mongui-médico. Hablemos un poco de esas otras dos hormonas para completar.

Oxitocina. Esta otra hormona es como la mariliendre a la que adoras pero por la que jamás sentirás deseo, sino puro cariñito. Durante el orgasmo su nivel sube, ya que causa esas contracciones de la musculatura lisa necesarias para la eyaculación. Se dice que promueve que desarrollemos un lazo afectivo con aquellas personas con las que llegamos al orgasmo (aunque hay discusión al respecto). La oxitocina se secreta cuando sentimos empatía y provoca que confiemos en nuestros seres queridos. Cuando te enamoras de un hombre, confías en él. Y cuando tomas MDMA, también. Resulta que esta droga (omnipresente en determinadas fiestas) tiene la capacidad de hacernos desarrollar vínculos poderosamente afectivos y de confianza ya que provoca la liberación de oxitocina en nuestros cerebros (Thompson et al., 2007) y eso puede hacer que seamos un poco vulnerables, ya que tendemos a confiar en gente desconocida (recuerda esto cuando llegues al capítulo sobre la salud sexual). Se han encontrado interesantes aplicaciones de esta sustancia en terapia puesto que es capaz de redescribir nuestra relación con los malos recuerdos y puede ser bastante útil en personas con estrés postraumático (Skomorowsky, 2015), lo que explicaría también que un «clavo saque otro clavo», o que un enamoramiento nuevo puede hacerte olvidar los traumas de relaciones anteriores. De hecho, una terapia acompañada de oxitocina da muchos mejores resultados que una terapia a secas. Y doy fe de algún paciente que, nada más echarse novio, se ha curado repentinamente. Bueno, si aprovecha el subidón hormonal para poner en orden sus ideas, un novio puede ser una buena forma de hacerle sentir mejor. Lo malo es que se vaya el novio y los problemas continúen ahí. Entonces sí que la habremos cagado. En cualquier caso, estos ejemplos sirven para ilustrar el poder que tienen la oxitocina para darnos buen rollito y concentrarnos solo en lo bueno. Por eso, tener gente a la que querer es tan terapéutico.

Dopamina. Esta hormona es la prima salvaje de tu monitor de crossfit. Estudios como el de Salamone y Correa (2012) demuestran que tiene un papel relevante en la motivación. Digamos que la dopamina es el combustible que te pone en movimiento para esforzarte en conseguir tus objetivos o, mejor aún, que su liberación en tu cerebro produce la sensación de gratificación cuando logras lo que te has propuesto (Buckholtz et al., 2010). Al igual que la anterior, también te la puedes suministrar artificialmente si tomas coca, ya que esta droga ocupa los receptores de la dopamina y, al estar ocupados, la dopamina queda flotando entre tus sinapsis resultando una sobreabundancia de este neurotransmisor. Esto explica lo motivados que están los consumidores de coca y el bajón que les provoca la falta de esta droga, ya que, por el mecanismo regulador que ya hemos explicado, el cerebro detecta que le sobra dopamina y deja de producirla. Cuando se te pasa el efecto de la coca, no tienes ni droga ni dopamina. Hazlo muchas veces seguidas y te asegurarás el daño cerebral. Sin dopamina difícilmente podrías llevar a cabo acciones tan necesarias como alimentarte porque nada te motivaría. ¿Sabes qué harías con tus retos si tuvieras un nivel bajo de dopamina? ¡Los mandarías todos a la mierda! Sexualmente hablando, es la hormona que nos hace interesarnos por alguien, acercarnos a él, pedirle el teléfono, escribirle, pedirle una cita, encajar nuestra agenda con la suya y viajar en metro 23 paradas con tres transbordos hasta llegar a su piso ¡porque el polvo merecía la pena! Hasta tal punto la dopamina está implicada en la respuesta sexual humana que se empieza a hipotetizar que un exceso de pornografía es capaz de disminuir nuestra respuesta sexual. Se dice que el exceso de porno (Park et al., 2016) puede provocar que dejemos de producir dopamina cuando estamos con otros hombres, ya que acostumbramos a nuestro cerebro a producirla solo cuando estamos ante la pantalla y con el tipo de estímulo que aparece allí desapareciendo cuando la realidad no se parece a lo que vemos en el porno.

Ahora, ¿te imaginas las diferentes combinaciones entre estas tres hormonas? Una alta testosterona con alta oxitocina y alta dopamina es la combinación de los que se vuelven locos por alguien que vive a mil kilómetros y se pegan dos viajes en avión cada fin de semana solo por poder abrazarse con su churri después de echarle un polvazo. A veces puedes estar cachondo porque tu testosterona esté alta, pero con la dopamina tan bajita que estés tan inapetente que no te apetece salir a conocer a nadie, así que te haces una paja viendo porno y ya estás más que servido. O si estás muy oxitocínico, quizás prefieras abrazos antes que mamadas. Sería muy complicado saber si estos comportamientos se deben a diferencias hormonales porque ante los mismos niveles de hormonas, cada persona reacciona de forma distinta. La neuroquímica de la sexualidad es mucho más compleja y no solo intervienen más hormonas como la prolactina (Kruger et al., 2003), sino también otros aspectos, como la forma en que se relacionan entre sí las diferentes áreas dentro del cerebro (Georgiadis y Kringelbach, 2012).

Con esto, lo único que pretendo es anunciarte que tu respuesta sexual es un proceso complejo en el que intervienen un gran número de elementos, procesos y subprocesos. Así te será más fácil comprender que cada uno reaccionamos de forma distinta a los estímulos sexuales y que todas las respuestas sexuales, siempre que no causen malestar a las personas involucradas, son perfectamente naturales y normales. En el siguiente capítulo, no obstante, voy a tratar de describir las formas en que más o menos, con todos los matices, sabiendo que existen variaciones y que cada uno lo vive a su manera, acostumbramos a responder a la hora de follar.

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