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BLOQUE III. Conoce el cuerpo con el que follas » 9. Tu cuerpo y el sexo » ¿Adictos al sexo?

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Tu cuerpo y el sexo

«Tengo una mente para las finanzas y un cuerpo para el pecado, ¿hay algo de malo en eso?» Así se describía a sí misma el personaje de Melanie Griffith en Armas de mujer resumiendo que el cuerpo es nuestro cómplice a la hora de zambullirnos en el delicioso pecado del disfrute. ¿Qué te parece si comenzamos a conocer a nuestro cómplice?

Tu cuerpo eres tú, y tú eres tu cuerpo. Hasta que no demuestren lo contrario, el alma es un intento primitivo de explicar nuestras facultades intelectuales y un residuo de la creencia en el más allá tan necesaria, tiempo atrás, para soportar una vida llena de incertidumbres. Sin embargo, cuanto mejor conocemos nuestro cerebro y nuestro universo, más cuenta nos damos de que en ninguno de ellos hay cabida para la distinción alma-cuerpo. Así, no es que tengas un cuerpo, es que eres un cuerpo, y ese cuerpo que eres está recubierto de aproximadamente dos metros cuadrados de piel que contiene numerosas terminaciones nerviosas. Las hay para la temperatura, para el dolor, para la presión, y existen unas terminaciones que responden de manera específica a las caricias de otra persona. Se trata de los mecanorreceptores C, que provocan reacciones emocionales y hormonales en nuestros cuerpos haciéndonos sentir confortables (McGlone et al., 2014). ¿No es maravilloso? Nuestro cerebro reacciona ante las caricias de otra persona liberando compuestos químicos que nos provocan una sensación de bienestar. Qué afortunados fuimos de que nuestra piel evolucionase en algo que fomenta el contacto con otras personas. Y eso se aplica tanto a los cariñitos que te da tu amigo para que te tranquilices después de una mala noticia como a los suaves y lentos pases de las manos de tu amante sobre tu cuerpo con la intención de excitarte.

Tocarnos, palparnos o manosearnos también aumenta la circulación sanguínea y hace que nuestra piel reaccione más intensamente al estar mejor alimentada gracias al aporte extra de nutrientes que porta la sangre. Por eso también funcionan los azotes del spanking, ¿a que nunca lo hubieras imaginado? (La biología, esa gran aliada del BDSM). Cuando nos acariciamos la piel, la hacemos más sensible, preparándola para que reaccione ante los nuevos estímulos y aumente la sensación de placer. Nuestras zonas erógenas van a reaccionar mucho mejor si antes ponemos nuestros dos metros cuadrados de piel a hervir con las caricias.

Atlas de tus zonas erógenas

Aunque todo el cuerpo humano, es sensible a las caricias, algunas zonas, donde la piel tiene una mayor concentración de terminaciones nerviosas, son especialmente reactivas a la estimulación. Una zona erógena es un lugar muy sensible de tu cuerpo que responde con placer sexual. Estimular esas zonas, a las que llamamos «erógenas», provoca más placer. Para la mayoría de nosotros, son: nuca, frente, párpados, labios, orejas, cuello, pezones, axilas, abdominales oblicuos, surco de la espalda, hombros, caras internas de muslos y brazos, palmas de las manos, parte posterior de las rodillas, plantas de los pies y los veinte dedos. Por supuesto, lo son tu polla, testículos, nalgas, perineo y ano. Pero ya nos ocuparemos de ellos con más detalle.

Antes explicaremos cómo acariciar bien y lo haré exponiendo una regla de oro: jamás te concentres solo en la polla o en el ano. Estimula previamente el resto de zonas erógenas y, cuando estés estimulando el rabo o el culo, haz pausas de vez en cuando para volver a estimular el resto de zonas. Es un error de mal follador ir directo al grano, incluso si estáis que reventáis de cachondos. Estimular el resto del cuerpo expande el placer en lugar de concentrarlo en un solo lugar, con lo que las folladas y los orgasmos son más satisfactorios. Ir al grano es un mal aprendizaje, debido al porno (al que ya nos referiremos), que debemos corregir desde el primer momento.

Caricias nivel pro

Como es imprescindible aprender a estimular las zonas erógenas de tu compañero, prueba diferentes intensidades y velocidades. Acaricia con la palma de tu mano lentamente su pecho, desciende hacia sus oblicuos (o sobre la zona que está encima de sus oblicuos si es un osete),72 levanta las palmas y deja que sean las yemas de tus dedos las que recorran la zona suavemente. Adelante y atrás, en círculos, en zigzag. La piel, como cualquier otro órgano sensorial, reacciona a las novedades y se habitúa a los estímulos repetitivos. Así que si quieres ponerlo cachondo, evita ser reiterativo. En algunos lugares, como pueden ser los pezones, las caricias con las yemas de los dedos pueden dar paso a pequeños pellizcos. De hecho, hay quien agradece que se los trabajes bien con fuertes pellizcos, tirones y hasta con pinzas. Como vas a estar muy pendiente de sus gemidos, ronroneos y palabras («Más…, así…, eso…, ¡uff!»), obtendrás la información que necesitas para saber si debes continuar por donde vas e insistir con más intensidad, o si, por el contrario, debes cambiar de movimiento. El tacto también incluye apretones, como los que das en las nalgas para amasarlas. A veces apretando fuerte, a veces con presiones más suaves. Acaricia, roza, amasa, suelta, palmea. Y recuerda que tienes dos manos, usa ambas para estimular su cuerpo.

Si quieres ponerlo cachondo, evita ser repetitivo.

Esto no ha hecho más que comenzar: ahora añadirás tu boca al juego. La boca puede besar, mordisquear, escupir, succionar o lamer. La boca puede hacer grandes cosas. Ahora come partes de su cuerpo con un movimiento de tus labios como si fueras a pronunciar una «o» con la boca bien abierta, que a continuación irás cerrando lentamente hasta apretar un punto concreto. Haz ese movimiento en sus pezones para comértelos. O en cualquier otra zona de su cuerpo, como por ejemplo su cuello. Añade la lengua. Restriégala suavemente por la zona. Moja su piel con tu saliva. Sopla un poco, vuelve a besar y a lamer. Lame a veces con la punta de la lengua, trazando hilillos de saliva sobre su cuerpo. Otras veces pasa la lengua plana sobre su cuerpo. Varía la velocidad y la intensidad con la que mueves la lengua. Añade mordisquitos suaves, con apenas el filo de tus dientes y sin apretar, pero con la tensión suficiente como para poder estirar su piel un poco. Suelta. Mordisquea, suelta, mordisquea, cambia de zona. Besa, lame, succiona. A la vez, acaricia otras partes de su cuerpo con tus manos como antes te indiqué: suave, intenso, lento, aprieta, suelta. Tu boca va experimentando en unas zonas de su cuerpo, tus dos manos juegan con otras partes de su piel. Y aún le puedes acariciar con la polla moviendo tu pelvis sobre su cuerpo, haciéndole notar tu erección y el calor de tu rabo. Imagínatelo: él boca abajo, tú sobre él, una de tus manos acaricia su brazo, la otra hace lo mismo en su cintura. Tu boca, mientras tanto, excita su cuello y orejas. Tu polla se pasea entre sus nalgas. Te incorporas un poco, pones saliva entre tu polla y su culo para que el tacto sea más sensible. Sigues con boca y manos estimulando su cuerpo. Con él boca arriba, puedes hacer exactamente lo mismo pero rozando vuestras pollas… o colocando tu polla contra su culo mientras él abre las piernas. O rozando tu culo con su polla mientras lo acaricias, ¡hay tantas combinaciones!

Si él también te acaricia a ti y su boca igualmente se dedica a darte placer mientras os restregáis el uno con el otro, seguro que no hace falta que te explique lo cachondos que estaréis a estas alturas. Podéis incluir objetos, como plumas, masajeadores, borlas de lana, cubitos de hielo y un sinfín de extras para acariciaros y estimularos. Esto es sexo. Esto no son preliminares. En el momento en que estáis provocando placer el uno en el otro, estáis manteniendo una relación sexual. Podéis proseguir con caricias y roces incluso hasta el orgasmo. Podéis sujetaros las pollas juntas y masturbarlas simultáneamente, o separadas mientras os continuáis besando y acariciando con la mano libre. Esto, que se denomina petting, es una forma maravillosa de compartir placer y orgasmos. Os recomiendo que la practiquéis para comprobar que la penetración no es más que otra forma, pero no la única, de experimentar placer sexual.

Tu polla y compañía

Anatomía y funcionalidad

Este gráfico te ayudará a conocer mejor tu pene y a dar un breve repaso a sus partes y funciones:

El pene es un órgano peculiar que pertenece a tres sistemas diferentes: urinario, reproductor y sexual. Rara vez cumple funciones reproductivo-sexuales y urinarias al mismo tiempo pero es posible que se den ciertas interacciones, y ambas tienen que ver con el músculo del cuello vesical. Los espermatozoides producidos por los testículos ascienden por el conducto deferente, dan una vueltecita por la zona de la vejiga y bajan hasta la próstata. Allí recibirán el semen elaborado por las vesículas seminales. En ese lugar se encuentra este músculo, que se tensa para impedir que este fluido entre en la vejiga y hacer que el semen siga bajando a través de la uretra para terminar saliendo por el extremo del pene en eso que conocemos como «eyaculación», «corrida» o «venida». Habitualmente, este músculo impide que orinemos mientras estamos en erección pero no siempre es así. Hay quien tiene ese músculo más laxo por causas naturales o a raíz de alguna intervención quirúrgica y ello da lugar a un fenómeno poco frecuente: la capacidad de orinar con el pene en erección. Esto proporciona la posibilidad de ampliar el juego erótico para aquellos que son amantes de los «deportes acuáticos»,73 ya que pueden penetrar a alguien y orinar en su interior74 o regar al otro mientras es masturbado. Otro de los efectos de la laxitud del músculo del cuello vesical es uno que aún deambula por los parajes del misticismo y las energías: eso que se conoce en urología como «orgasmo seco» o «eyaculación retrógrada».75 En este caso, el músculo no impide el paso del semen a la vejiga y allí es donde termina. Durante el orgasmo no se produce eyaculación porque el semen ha quedado almacenado en la vejiga con la orina. Hay quien asegura que este tipo de orgasmo mantiene la energía. Esta es una creencia muy antigua y sin evidencia de ningún tipo que sostiene que el semen es una fuente de energía vital y que si lo andamos esparciendo por ahí, perderemos vigor. Así que, según quienes lo sostienen, los orgasmos sin eyaculación contribuyen a mantener las reservas de esa energía y mejoran la salud. Se les olvida mencionar (bueno, no lo mencionan porque lo desconocen) que la liberación de semen sí se produce… pero cuando orinamos y evacuamos sus restos almacenados en la vejiga. Lo de la energía vital y el orgasmo sin eyaculación es una creencia tan extendida que ya sé que mucha gente se va a enfadar conmigo cuando lean este párrafo pero… ¡qué remedio! Ese músculo, que lo sepas, se puede entrenar con los famosos ejercicios Kegel, ideados por el doctor que les da nombre, y sirven para controlar la incontinencia urinaria, pero tienen aplicaciones en el control de la eyaculación. Nos ocuparemos de ellos más adelante, cuando abordemos no de cómo evitar o suprimir sino de retardar la eyaculación para tener relaciones sexuales lo suficientemente prolongadas para que las consideremos satisfactorias. En cualquier caso y como el que no quiere la cosa, en el párrafo anterior te he explicado el funcionamiento de la uretra, testículos, conducto deferente, vesículas seminales y próstata. Hablemos ahora de la polla.

Tu polla (pene, pito, rabo, miembro, cipote, nabo… «Tiene nombres mil el miembro viril») es un órgano que cambia de tamaño y disposición según si está activado o no. Podemos establecer diferentes divisiones para explicar su anatomía. Si lo consideramos en forma vertical, tenemos la raíz, el tronco y el glande. Si lo hacemos de dentro a fuera, encontramos la uretra, rodeada por el cuerpo esponjoso, y sobre él, los dos cuerpos cavernosos. Estos están rodeados por la túnica albugínea, una capa de fibras (elastina y colágeno) así como de venas y arterias que aportan sangre para que esos cuerpos cavernosos se llenen y se produzca el endurecimiento e incremento de tamaño que suponen la erección. En su extremo distal, el cuerpo esponjoso se engrosa formando el glande. Sobre todas estas estructuras hay una capa de piel que durante la erección permanece tersa (a menudo tanto que las venas se transparentan) y que, en estado flácido permanece arrugada como una pasita. La piel que recubre el glande es el prepucio y suele retraerse durante la erección. Si esto no ocurre y se obstaculizan tanto la erección como la micción o la eyaculación, a este estrechamiento se le llama «fimosis» y es aconsejable eliminarlo con cirugía. Como ya sabes, muchas religiones promueven la circuncisión ritual de sus varones, y después de sucesivas revisiones, la American Academy of Pediatrics sostiene que los beneficios de la circuncisión son superiores a sus posibles riesgos pues contribuye a evitar infecciones de la uretra, el cáncer de pene y algunas ITS, entre las que incluyen el VIH (American Academy of Pediatrics, 2012). Esto se debe a que, eliminada la capa de piel que la recubría, la mucosa del glande se endurece y, por tanto, se hace menos permeable a los patógenos. Hablando de enfermedades, el glande produce una secreción llamada esmegma («requesón» en argot) que, si no se limpia adecuadamente, puede producir balanitis (inflamación del glande) debido a la proliferación de bacterias. Evitarla es tan fácil como lavarse el capullo con agua durante la ducha diaria. Obviamente, si estás circuncidado la limpieza es más sencilla, pero si no lo estás, todo es tan fácil como retraer el prepucio con tus manos y lavarte.

Las enfermedades

De las ITS trataremos en su correspondiente capítulo, ahora vamos con algo que puede afectar a tu pene: la enfermedad de La Peyronie y los tumores.

Cuando le pregunté por la primera al doctor García Cruz, urólogo al que entrevisto al final de este capítulo, me contestó: «El Peyronie afecta al 2 por ciento de hombres. La mitad de ellos tendrá una placa —como una cicatriz interna en el pene, muchas veces dolorosa transitoriamente—, mientras que la otra mitad tendrá placa y curva». El Peyronie es una enfermedad que afecta a la túnica albugínea y que provoca la aparición de placas duras en un tejido que, en principio, debería ser elástico. Estos endurecimientos hacen que aparezcan deformidades durante la erección provocando distintos grados de curvatura. Algunos estudios reportan que el Peyronie suele terminar limitando mucho las vidas sexuales de un porcentaje de hombres nada desdeñable (Schwarzer et al., 2001). Estos problemas aparecen tanto sin son activos como pasivos. En los primeros, puede darse dificultad para penetrar, y tanto en ellos como en los pasivos, puede afectarse la autoestima erótica, ya que no se sienten cómodos cuando otros los ven erectos. En principio, este problema, si no hay dolor ni impide la penetración, es solo estético y puede solucionarse con tratamiento psicológico para aceptar la forma de un pene distinto al de la mayoría. En los casos más extremos, aquellos donde haya dolor o la curva sea tan grande que impida la penetración, o esta sea muy dolorosa para el pasivo, caben diferentes opciones. El doctor García-Cruz nos aconseja: «A los hombres que tienen curva en el pene se les debe recomendar el modelling (unos ejercicios de estiramiento) junto con el uso del extensor de pene. En casos importantes, existe un fármaco —la colagenasa— que reduce la curva». La cirugía para casos extremos es otra posibilidad, aunque muchos tienen miedo de perder centímetros tras la intervención (pueden darse acortamientos, es cierto).

Cada mes de noviembre un buen número de hombres se deja bigote para llamar la atención, en sus redes sociales, sobre la necesidad de autoexplorarse los testículos por si acaso apareciera un indicativo de tumoración. Los testículos son glándulas delicadas que están fuera del cuerpo, ya que los espermatozoides no maduran a la temperatura corporal. De hecho, un niño que nace con los testículos dentro del abdomen, será operado para bajárselos y que no pierdan su funcionalidad (producir espermatozoides y testosterona). Al hecho de tener los testículos alojados dentro del abdomen se le llama «criptorquidia», del griego criptos («oculto») y orchis («testículo»). Como curiosidad, la orquídea recibe ese nombre porque su flor parece tener testículos, y «aguacate» viene de la palabra en náhuatl que también significa «testículo» porque la fruta tiene la misma forma. ¡Parece que los humanos vamos viendo pelotas por todas partes!

Todos sabemos que si te llevas un golpe en las bolas, duele de morirse. Ese dolor es la forma que tiene tu cuerpo de recordarte que debes cuidar esos tesoros donde se generan las reservas de ADN que transmitirás a la siguiente generación. Los testículos cuelgan asimétricamente (uno más que el otro) y no siempre son del mismo tamaño (a veces son muy diferentes); es perfectamente normal puesto que de este modo se evita que choquen entre ellos. Se encuentran dentro de una bolsa, el escroto, que puede ser más o menos colgona. Normalmente se descuelga más con la edad aunque hay hombres que, desde muy jóvenes, han tenido los huevos bastante pendulones. Aparte de la criptorquidia y de la anorquidia (ausencia de testículos), en nuestros huevos pueden aparecer otros dos problemas: hidrocele y varicocele.

El hidrocele, o acumulación de líquido en el escroto, no reviste gravedad, pero el varicocele puede tenerla si piensas tener hijos. El varicocele es un agrandamiento de las venas del escroto (varices) y puede pasar totalmente desaparecido o doler solo a ratos. Algunos varicoceles pueden alterar la producción de esperma, pero muchos no suponen gravedad ninguna. Lo que sí es grave es el cáncer testicular, que, como todos los tumores, supone la proliferación descontrolada de células. Ya que no produce ningún tipo de sintomatología (dolor en algunos casos, pero no en todos), lo mejor es hacerse una exploración mensual y tocar nuestras pelotas, una por una, a la búsqueda de bultos extraños que antes no estuvieran. También se deben tener en cuenta cambios repentinos de tamaño o acumulaciones repentinas de líquido en el escroto. Ante cualquier signo o duda, acude a tu médico inmediatamente. El cáncer testicular tiene la tasa más alta de curación (cercana al cien por cien) si se detecta y trata.

Y ya que estamos con cánceres, hablemos del de pene. Según la hoja informativa del Instituto Nacional del Cáncer estadounidense,76 algunos factores de riesgo son el virus del papiloma, la fimosis, la poca higiene o el consumo de tabaco. Si detectas enrojecimientos, llagas o masas en el pene, lo mejor es hacerte pruebas médicas. Recuerda que, en todos los casos, es importante un diagnóstico lo más temprano posible.

El tamaño

¿Se puede agrandar la polla de manera definitiva? Pues no mucho, lo siento. Y te aseguro que sé de lo que hablo. El tamaño del pene es un problema para muchísimos hombres. Si al tratar la masculinidad tóxica lo avanzábamos, ahora lo confirmamos: tenerla grande da autoestima erótica y tenerla pequeña te la quita. Bueno, no tanto tenerla, sino creer que se tiene pequeña. La mayoría de hombres con problemas de tamaño, en realidad tienen pollas totalmente normales. Su problema no es objetivo sino fruto de una percepción subjetiva como resultado de los mitos culturales sobre la virilidad. Nuestra cultura, sexualmente ignorante, les han hecho creer que tienen la polla pequeña. Lo peor de todo, aparte de los problemas de inseguridad y autoestima, es que muchos hombres acomplejados con el tamaño de su polla no quieren que los demás se la vean y no follan demasiado. Pero, y esto es grave, existe evidencia de que son más renuentes incluso a mostrar el pene a su médico, comprometiendo así su propia salud (Johnston, McLellan y McKinlay, 2014).

Sobre la posibilidad de agrandar la polla hay mucho material en Internet. Como experto en esa búsqueda y (moderadamente) satisfecho usuario de esas técnicas, te contaré algunas cosas que debes saber. En primer lugar, existe disenso en la comunidad de urólogos, andrólogos y sexólogos acerca de la conveniencia (y ética) de aplicar procedimientos a hombres que realmente no lo necesitan puesto que sus penes están en la media (Vardi, 2006). El del alargamiento de pollas es uno de los terrenos donde más disease mongering existe. Lo más aconsejable es un enfoque psicológico para tomar conciencia de que se han interiorizado prejuicios y mitos sobre el tamaño del pene y que la terapia conduzca a una mayor satisfacción corporal (y, a la postre, a una mejor sexualidad). En otro estudio (Mondaini et al., 2002) encontraron que era muy útil el uso de un nomograma sobre el tamaño (longitud y grosor) del pene, de manera que el paciente se diera cuenta de que su tamaño era el normal. Un nomograma sitúa sobre un gráfico las medidas de nuestras pollas y nos permite darnos cuenta de qué posición ocupamos dentro de la población masculina en general. Un nomograma peneano suele incluir cuatro medidas: largo en reposo, ancho en reposo, largo en erección, ancho en erección. Hasta la fecha, la mayor colección de datos (15.521 penes) la ha presentado el artículo «Am I normal?» (Veale et al., 2015),77 donde puedes consultar los nomogramas y constatar que el 85 por ciento de los hombres tiene un pene de 15 centímetros (o menor) en erección y solo un 5 por ciento supera los 16 centímetros en tal estado. En cuanto al grosor, la media anda en torno a los 11,66 centímetros de circunferencia (erecto) y los 9,31 en estado flácido.

Para tu mayor información, te contaré la fiesta Horsemen and Knights de Ámsterdam. Puedes entrar gratis si eres un horseman, o lo que es lo mismo, si tienes una polla de caballo. Los caballeros, por el contrario, pagan para entrar y poder cabalgar los caballos. Lo que nos interesa sobre esta fiesta es que se consideran equinas las pollas que superan los 18 centímetros. ¿Lo has leído? Áms-ter-dam, fies-ta se-xual de Áms-ter-dam, ¡esta gente ha visto miles de pollas, maricón, y tienen criterio! Consideran que es polla de caballo un rabo de 18 centímetros en adelante. ¡Tu polla de 15 centímetros es una polla humana fa-bu-lo-sa!

A pesar de lo que pudiera parecer cuando uno entra en Grindr, ve porno o lee relatos eróticos, pollas superiores a los 20 centímetros solo las tienen un 1 por ciento de los hombres. Estos son datos para occidentales blancos. Si hablamos de negros, ellos tienen un par de centímetros más, y los asiáticos algún centímetro menos. Si la población occidental blanca suma unos 2398,5 millones de personas y de estas aproximadamente el 49 por ciento son varones, entonces hablamos de unos 1175 millones de tíos. El 1 por ciento de esa cantidad es la nada despreciable cifra de 11.752.650 hombres con pollas por encima de los 20 centímetros… Da de sobra para mantener la industria del porno y para llenar Internet de pollones como botellas de Fanta,78 pero no representan en absoluto al restante 99 por ciento que tenemos pollas por debajo de ese tamaño. Lo más frecuente es estar en torno a los 13,5-14 centímetros. Así que si algún cirujano plástico te dice que quiere ayudarte a que tu pene tenga mejores dimensiones, cuando tu pene ya tiene unas normales, la conclusión está clara: te está engañando. Y te vendrá mejor un psicólogo que te ayude a trabajar tu autoestima erótica para que esta no dependa tanto de tener un rabo descomunal.

Se publicó un libro con el resumen de todo lo que sabemos sobre el aumento de pene, Penile augmentation (Park, Kim y Moon, eds., 2016). En él hallamos toda la evidencia de la que disponemos acerca de las técnicas para ese fin. Según los autores del manual, deberíamos considerar a los hombres que, aun con penes funcionales, quieren hacerlos más grandes como personas similares a las mujeres que quieren aumentar el tamaño de sus pechos, y que no hay nada de malo ni en lo uno ni en lo otro (a mí todo esto me parece un poco MyHyV,79 la verdad). Incluso estos autores aconsejan la terapia y, en todo caso, reservar la cirugía para los casos en los que la obsesión sea tan grande que no haya forma de reconducir su complejo de pene pequeño (sí, hay personas con las que la terapia no funciona). Aunque es bueno advertir a los pacientes de que los resultados no serán muy espectaculares y existen riesgos.

Los procedimientos para engrosar el pene van desde técnicas de inyección de grasa del propio paciente a la inyección de otras sustancias que no se reabsorberán.

Una que parece muy prometedora es la de AlloDerm (una matriz de células dérmicas provenientes de donantes), aunque, como subraya la Sexual Medicine Society of North America, por el momento «las cirugías de alargamiento y engrosamiento del pene solo pueden ser consideradas cirugía experimental» (Dillon, Chama y Honig, 2008).

Las técnicas de alargamiento suelen incluir, además del corte del ligamento suspensorio (el que sujeta tu pene al abdomen), la retirada de grasa de la zona púbica (para que se vea más trozo de pene fuera) y los extensores peneanos. En estas cirugías se corta el ligamento y, literalmente, se tira de tu polla, para sacar una porción extra fuera de tu cuerpo (pero no te emociones, que será cosa de un centímetro más o menos). Tras la intervención estarás una temporada llevando pesas colgando de tu glande o sujetando tu pene con un extensor para que el corte del ligamento cicatrice manteniendo fuera la porción que se ha sacado. Los extensores pueden usarse también sin necesidad de haber cortado el ligamento y consisten en dispositivos que mantienen tu pene en tracción extrema durante ocho horas al día. Se supone que eso obliga a la proliferación de nuevas células y, con ello, al crecimiento del miembro.

El problema es que, a pesar de toda esta variedad de técnicas y como nos recuerdan Bizic y Djordjevic (2016),80 además de que existen riesgos para la funcionalidad de tu pene (como desarrollar problemas de erección), los resultados son modestos. La revisión de Vardi y otros autores (2008) ofrece este resumen: «En general, la cirugía de aumento de pene puede causar un aumento de 1 a 2 centímetros en la longitud y un aumento de 2,5 centímetros en su circunferencia». Y de ahí no vas a pasar, añado yo. Siendo muy (pero muy muy) optimista, añadirás 2 centímetros a tu pene, lo cual está estupendo si naciste con un micropene y quieres proporcionar placer anal a tu compañero, pero eso no supone gran cosa si tienes una polla normal de 14 centímetros. Recuerda que incluso si tienes un pene notablemente por debajo de la media, puedes vivir una sexualidad muy gozosa. Al contrario de lo que pudiera parecer, hay miles de hombres pasivos para los que el tamaño del pene es algo absolutamente secundario aunque, desde luego, no están en Grindr con un nick al estilo de «superpasivo_destrózame». Al primero al que eso le tenía que resultar irrelevante es a ti, pero soy consciente de que los mitos sobre el pollón pesan mucho. Y, análogamente a lo que hemos dicho antes acerca de que tu autoestima erótica no puede descansar sobre una sola de tus características, ¿qué diremos sobre tu habilidad como amante y el tamaño de tu polla? ¿Acaso si no tienes una polla grande no puedes ser buen amante? ¿Quién ha dicho semejante gilipollez? Tu polla normal puede recibir y dar muchísimo placer. De lo primero nos ocupamos a continuación y de lo segundo más adelante.

El placer

A nadie le cabe duda de que el pene es una de las zonas erógenas más potentes en el hombre. El glande está recubierto por una mucosa (piel fina) que lo hace muy sensible al tacto. Además, está dotado de unas 4000 terminaciones nerviosas (que no son tantas si las comparamos con las 8000 del clítoris, pero siguen siendo muchas). El tronco del pene también es sensitivo, así como la piel del escroto. De diferentes formas, desde los huevos hasta la punta de tu rabo, todo es sensible a la estimulación erótica. Si recuerdas la gráfica sobre la respuesta sexual del capítulo anterior, podrás hacerte una idea de cómo tu polla responde a la estimulación habitualmente: pega un subidón, se mantiene un rato en la fase de meseta y, una vez llega al punto de no retorno, hace chimpún y se corre. Si consiguiéramos mantener la excitación del pene sin sobrepasar el punto de no retorno, podríamos prologar el placer durante mucho más tiempo. Para ello es imprescindible conocer qué nos excita y cuánto, así como qué es lo que nos aboca al orgasmo. Masturbarse es una forma excelente de conocer la respuesta de tu pene. Tener sexo con alguien para experimentar con el sexo oral y la penetración es la otra.

Si haces una encuesta rápida, todo el mundo te dirá qué le da gustito: que se la meneen y que se la chupen. Pero a cada hombre le gusta que se la meneen y se la chupen de forma diferente. Hay quienes, por ejemplo, prefieren que se la sujeten firmemente por la base y que la mano suba y baje mientras aprieta. Hay quienes prefieren que aprietes ligeramente sobre el glande y que muevas los dedos suavemente arriba y abajo cubriéndolo y descubriéndolo. Hay quienes prefieren que se la chupes lento, muy lento y sin cambiar el ritmo. Hay quienes prefieren una mamada con toda la polla dentro de la boca y succionando intensamente. Hay quienes prefieren esa succión solo en el glande mientras que le haces una paja con la mano. Y muchos disfrutan de que vayas cambiado de una a otra forma de estimular su rabo. Incluso el hombre que hoy te pide una mamada intensa, mañana puede preferir sentir tus labios deslizándose lentamente, arriba y abajo, por su tronco.

Follar no es un protocolo, sino un arte que depende del estado emocional en el que nos encontremos. Un buen amante es capaz de conectar con el estado emocional del hombre con el que está follando. Si eres capaz de empatizar y de comunicar, follarás bien. Aunque por mucho que tú empatices, tampoco eres adivino, así que nunca te vendrá nada mal que tu amante, novio o marido, dé muestras de lo que está sintiendo. Los gemidos y los gestos de placer son uno de los modos en que nuestra naturaleza ha evolucionado para comunicarnos durante las relaciones sexuales. Las palabras son otra gran forma de hacerlo. Decir cómo, con qué intensidad y con qué ritmo es de gran ayuda para que os proporcionéis placer mutuamente. Y nada de hacerlo como el que recita la lista de la compra, hay que poner un poquito de chispa. Mezclar gemidos, caras y palabras es la forma adecuada de expresar excitación. Mientras él gime y te pide más, tú no olvides que se trata de sorprenderlo, así que alterna diferentes formas de estimularlo. Prometo darte detalles en el siguiente capítulo.

Tu culo y alrededores

La anatomía

Comencemos conociendo el otro de nuestros órganos sexuales. Para ello, lo mejor es un gráfico que nos explique sus diferentes rincones y, de paso, puntualizar que nuestro otro órgano sexual no es el culo sino la próstata. Estimular la zona anal con besos, lamidas y caricias da un gustito terrible a quien lo recibe, pero el placer se concentra, sobre todo, en nuestro tesorito oculto: la glándula prostática.

Si vuelves a mirar la imagen de la página 165, te será fácil diferenciar el ano del recto. El primero es el esfínter que abre y cierra el intestino, mientras que el segundo es el tramo final del tubo digestivo donde se almacenan las heces antes de expulsarlas. Cuando las heces ocupan el recto, se inicia una respuesta fisiológica que conduce a expulsarlas. Cuando lo que llega al recto es una polla, ese llenado también provoca la misma reacción y, por eso, cuando te follan sientes como si te fueses a cagar encima. Cuesta varias folladas aprender a controlar el reflejo de expulsión y evitar que tu recto se pase todo el polvo tratando de expulsar la polla de tu amante, échale paciencia.

En esa imagen también puedes ubicar la próstata, debajo de la vejiga y accesible desde el recto. Se encuentra a unos centímetros del ano, en algunos hombres más arriba y en otros más abajo, ¡porque cada anatomía es distinta! En cualquier caso, se encuentra fácilmente con un dedo ya que nunca está a más de 5-6 centímetros de la entrada y, dicho sea de paso, también se estimula con cualquier polla que supere esa longitud. Según el estudio citado de Veale, solo el 1 por ciento de la población masculina tiene un pene inferior a 5 centímetros en erección. Resulta que el 99 por ciento de las pollas tienen la capacidad de darte gustito en la próstata. Hablando de dar gustito, ahora quiero que pienses algo: si las paredes del ano tuvieran sensibilidad erótica, te pondrías cachondo cada vez que cagases, ¿no es cierto? Pero sabemos que una cosa es el alivio de plantar un pino81 después de media hora aguantando y otra bien distinta es el placer erótico, ¿verdad? Entonces, ¿por qué algunos activos pensáis que follar bien consiste en mover la polla intestino arriba intestino abajo? Lo que tiene que hacer tu polla, cariño, es estimular la próstata de tu compañero, no solo recorrer su recto adelante y atrás o provocar un hematoma en su colon. Claro, si es que te importa su placer porque, a lo peor, eres uno de esos que solo quieres un culito dentro del que descargar sin importarte lo que él sienta. El pasivo no sentirá placer cuando le remuevas los intestinos sino cuando le estimules la próstata. Cuando hablemos de follar insistiré muchísimo en ello, pero antes quiero explicarte algo importante sobre el interior de un hombre.

El intestino grueso tiene tres tramos llamados «colon»: el ascendente, el transverso y el descendente. Este último termina en una región, el colon sigmoide, que recibe ese nombre porque tiene forma de «S» («sigma», en griego) y que acaba en el recto. Cuando te hacen una colonoscopia pueden llegar al intestino delgado recorriendo íntegramente tu metro y medio de intestino grueso. «¡Guau, eso sí que es un culito tragón», pensarás. Pero no te emociones: una colonoscopia no se hace con una polla tiesa, sino con un tubito flexible y con el colonoscopizado bajo anestesia. De hecho, si el tubito no fuera flexible, raramente superaría la curva del sigmoide, que se encuentra a unos 15-17 centímetros del ano (aquí comenzamos a referirnos a centímetros, que es lo que nos interesa, como tú y yo sabemos). A partir de esa longitud, lo que sea que metas allí chocará contra el sigmoide y ¡molestará! Para que puedas recibir dentro algo de mayor tamaño, necesitarás colocarte en posturas que fuercen la extensión de la «S» para transformarla en una especie de «ʃ», pero lo veremos cuando lleguemos a la penetración. De momento, quiero que tengas claro que la mayoría de los hombres que conozcas van a tener una anatomía que: (a) aguanta como mucho 15 centímetros de polla sin molestias, y (b) ubica la zona en la que realmente experimentarán placer (la próstata) a unos 5 centímetros de la entrada.

Las zonas erógenas

Lo erógeno del ano, además de la próstata, es la zona que tiene terminaciones nerviosas y que se encuentra en los alrededores del esfínter, pero sobre todo en la zona del perineo y las nalgas. Lo que te voy a explicar a continuación es lo que tanto explican los sexólogos sobre la vagina: ¡no da gusto! Las mujeres tienen orgasmos mediante la estimulación del clítoris, y si alguna vez tienen orgasmos solo mediante la penetración, es porque su amante toca con su polla o dedos las ramificaciones del clítoris que llegan a la pared vaginal anterior. Y eso si la mujer tiene esa zona sensible, porque todas las vaginas son distintas y no todas permiten la estimulación interna del clítoris. Todos los expertos en sexo aconsejan dar menos relevancia a la penetración y mucha más al clítoris. Análogamente, el interior del ano ¡no da gusto! El intestino no tiene terminaciones nerviosas para el placer, por lo que ¡si no estimulas la próstata, repito, ¡no da gusto!

Una gran región erógena son las nalgas, el conjunto formado por los músculos glúteos (y algún otro) más la capa de grasa que les da su forma redondeada. Ayudan a la bipedestación y sirven como reclamo sexual en muchos primates, así que no es de extrañar que ocurra lo mismo en humanos. La piel que cubre las nalgas es muy sensible a las caricias, los besos y lamidas, hasta el punto de que se observa en ella el fenómeno de la piloerección o piel de gallina cuando experimentamos emociones intensas. Acariciar, amasar, besar, lamer, mordisquear o azotar las nalgas provoca mucho placer al que recibe todas esas atenciones, tanto por la propia sensibilidad de la zona como por las connotaciones que tiene estar siendo estimulado en un lugar tan próximo a la puerta de entrada a tu cuerpo. Hay una gran carga de entrega al otro y esto puede ser también muy erótico. Juega con las nalgas de tu hombre tanto desnudo como vestido (rozarlas mientras subes y bajas sus calzoncillos provoca placer). Las caricias sobre las nalgas así como los azotes suaves, ya sabes, estimulan la circulación sanguínea y el aporte extra de sangre mejora la respuesta de las células nerviosas de esa zona. Si alternas caricias, besos, lamidas, azotitos y algún que otro mordisquito en los melocotones de tu pareja, seguro que provocas un aumento considerable de su excitación sexual. Y, ya que estás, sigue con su ano, dilatándolo y abriéndote paso a las zonas erógenas traseras de tu amante.

Más adelante nos detendremos en la dilatación, así que no te preocupes porque ahora sea algo escueto, simplemente quiero que vayamos familiarizándonos con la zona. Abrir el ano supone forzar la musculatura de la zona y, para tal fin, hay que relajarla. La mejor forma de lograrlo es… ¡haciendo series! Para esto han servido todos tus años de entrenamiento y esfuerzo en el gimnasio, para aprender que repitiendo el movimiento natural de cualquier músculo llegará un punto en que el músculo se cansa y deja de responder. Gracias al gym, estamos familiarizados con el concepto de «fallo muscular», y eso es lo que vamos a provocar en nuestros culos. Para que el ano dilate, vamos a ejercitar su musculatura con repeticiones sucesivas hasta que deje de responder. Así conseguiremos que el músculo se canse y, una vez se canse, ni se cerrará ni expulsará lo que sea que le estés metiendo. ¿Y cómo? Con ejercicios de apretar y aflojar el culito tipo: «Aguanta la caca, relaja…, aguanta la caca, relaja…». Guasas aparte, son ejercicios muy similares a los Kegel antes mencionados. Se trata, en resumen, de ejercitar los esfínteres de manera voluntaria en series sucesivas de contraer y relajar. Si eres pasivo o versátil, hacer esos ejercicios varias veces al día puede ser un buen entrenamiento para tu ano. Cada vez que estés en la ducha, mientras te tomas el café tras el almuerzo o justo al acostarte. Tres veces al día y serás un campeón por el culo. Realízalos cuando estás comenzando una relación sexual. Al primer morreo puedes comenzar a dilatar con estos ejercicios e ir repitiendo a medida que se acerque la hora de ser penetrado. Si eres activo, puedes pedirle al pasivo que lo haga antes de comenzar a meterle dedos. Seguro que te dará morbo ver su ojete haciéndote guiños mientras él contrae-relaja su esfínter. Igual el chico también se ha leído este libro y ya va con los ejercicios hechos.

Será un juego interesante para vosotros ir penetrando con diferentes objetos y sintiendo las contracciones del ano. Cuando sea la polla la que esté dentro, el activo puede quedarse quieto y el pasivo realizar estos ejercicios para, de nuevo, provocar la relajación esfinteriana y acomodarse al grosor de la polla, pero también para provocar un gran placer sobre esta al masajearla con los movimientos de contracción-relajación. Insistiré sobre ello más adelante. De momento, tú ve haciendo estos ejercicios a diario o ve memorizando pedirle a tu pasivo que los haga mientras le comes el culete y le vas introduciendo dedos para estimular su próstata.

Cuando la toques, notarás que esta glándula tiene el tamaño y la forma de una nuez y que su textura es distinta de la del resto de la zona. Estimularla requiere de presión suave y de movimientos en diferentes direcciones (delante-atrás, circulares, izquierda-derecha), diferentes velocidades (alterna movimientos más rápidos con movimientos muuuy lentos), pero, por encima de todo, que te comuniques permanentemente con tu chico para saber si le está gustando y dónde/cómo quiere que se lo sigas haciendo. Recuerda: para follar bien no tienes que dártelas de experto, sino de atento. Así que no te dediques a hacerle cosas sin preguntarle (solo porque a otros les gustaron), sino que mejor utiliza tu experiencia previa para preguntarle si eso también le gusta a él o si prefiere que lo hagas de otro modo. Y recuerda también que no le estás pasando un control de calidad ni un test de satisfacción con el producto, sino comunicándote eróticamente con él. Te lo explico con un par de ejemplos:

Para follar bien no tienes que dártelas de experto, sino de atento

MAL. «Esta técnica que estoy empleando para estimular tu próstata ¿es satisfactoria o preferirías que emplease otro tipo de movimientos?»

MAL. «¿Lo hago bien? ¿Lo hago bien? ¿Lo hago bien?»

MAL. «¿Te gusta así? ¿Quieres que lo haga de otro modo? Puedo hacerlo como tú quieras.»

BIEN. «Así que a mi nene le gusta que le toqueteen el culito por dentro… Ufff, ¡qué morbazo sentir tu calor en mis dedos, cómo se me pone la polla cuando te toqueteo ese culazo por dentro! Uy, ¡cómo gimes! ¿Eso es porque te gusta? Venga, así, chulo, (beso), ábrete, que te voy a tocar más profundo…, ¿eso es lo que quieres? ¿Sí? ¿Sí? ¿Eso es lo que quieres? (Morreo.) Muy bien, nene, así, más… ¿Esto otro también te gusta? ¿Sí? Eso, cariño, pídeme lo que te gusta, que te voy a poner como un horno… Dale, (lengüetazo en la cara), así, ábrete, que te voy a inspeccionar bien… Eso, gime, gime, que me la pones dura… (Morreo.)»

Cuidando tu culete

Durante la penetración se lesionan tanto las mucosas como los vasos sanguíneos de la zona anal. Que ese deterioro sea mayor o menor dependerá mucho de la pericia del activo y de lo relajado que esté el pasivo al ser penetrado. Cuanto más tranquilo, más dilatación y menos lesiones. Lo contrario también es cierto: menos relax equivale a más daño. No solo la penetración, también los lavados pueden perjudicar la zona. El autor de un maravillosísimo libro que podrías considerar el Evangelio del Pasivo Empoderado y que se titula How to bottom like a porn star (Miller, 2014) aclara que las mucosas anales se pueden dañar de múltiples formas: con el exceso de lavativas, con la introducción violenta de objetos o pollas, con el uso de lubricantes inadecuados y con el popper.

Un exceso de riegos, enemas o lavativas puede perjudicar la flora bacteriana de tu ano y colon descendente. La microbiota es un conjunto de bacterias (unos cien trillones solo en el colon) fundamental para llevar a cabo procesos digestivos y, sobre todo, inmunitarios. La relación entre microbiota y heces es tal que los trasplantes de heces son una excelente forma de restaurar estas bacterias en intestinos que las han perdido debido a algún desequilibrio o enfermedad (sí, te meten caca de una persona sana en tu intestino enfermito). Así que podíamos temer que los lavados excesivos perjudiquen nuestra flora intestinal y, por ende, terminen repercutiendo negativamente en nuestra salud. La evidencia científica dice que ese temor es justificado, aunque también nos tranquiliza al respecto. Y no, no es que alguien se haya preocupado en averiguar cómo se afecta la microbiota de los maricones que nos lavamos el culo antes de follar (que podría ser, en el mundo científico también hay gente pa tó), sino que es algo que se ha estudiado en relación con los enemas previos a una colonoscopia. Porque meter una polla en un culo y encontrarse con vida interior puede ser un poco incómodo. pero meter una sonda y no poder ver nada debido a la presencia de heces sería, literalmente, una «colonoscopia de mierda». Así que, si hay que lavarse el intestino para hacerse estas exploraciones, mejor si antes nos cercioramos de que no suponen ningún daño. La investigación dice que los enemas perjudican la microflora pero que, en unas dos semanas ya se ha recuperado (O’Brien et al., 2013) incluso nos aconsejan lavar el colon en dos veces (un poquito por la mañana y el poquito restante antes de empezar a follar) para que la recuperación de la microbiota sea más rápida (Jalanka et al., 2015). Si tú te haces un lavado cada fin de semana, tu flora no tiene tiempo de recuperarse. Vale que te hagas un enema importante de vez en cuando porque quieres ir a una orgía y te conviene saber que no llevas sobrepeso oculto, así que te lavas en profundidad. Una vez, ocasionalmente, no es malo. Pero no es algo que debamos repetir con asiduidad.

Por suerte, existen opciones saludables como la ingesta de fibra hidrosoluble. Esta fibra es muy aconsejable y la puedes incorporar en tu dieta con alimentos ricos en ella (salvado, brócoli, manzanas y naranjas, entre otros), así como en forma de complemento dietético. A medida que nos hacemos mayores nos volvemos un poco más estreñidos y un aporte extra de fibra puede ayudar a evacuar con más facilidad. Lo bueno de esta fibra, según nos recuerda Miller (2014) es que la fibra hidrosoluble «se disuelve en agua pero no se digiere, por lo que absorbe el exceso de líquido en el colon, forma un gel espeso y agrega mucho volumen a las heces a medida que avanza. Como la mayoría de los desfiles de orgullo gay, recoge a los que observan desde la acera. También suaviza y empuja la materia fecal compactada. La fibra, quiero decir, no el desfile del orgullo». O lo que es lo mismo: las cacas ricas en fibras hidrosolubles tienen una consistencia gelatinosa que arrastran hacia fuera los restos de otras heces que encuentran a su paso. Así, cuando haces pop sale todo y tu intestino se queda tan limpito que apenas hará falta un lavadito con una jeringa. El impacto sobre la microbiota será mínimo y si sale algo durante el polvo, recordemos que la polla ha entrado en un culo y, desde luego, no va a encontrar purpurina. Dejémonos de dramas y tengamos cerca un paquete de toallitas de esas que venden en la sección de bebés de los supermercados y que limpian perfectamente los restos de heces en cualquier superficie.82 No me seas como aquel actor porno, Jordan Fox, que se quejaba en Twitter de que se había manchado el condón de mierda al follarse a un chico. Además de recriminarle que expusiera la intimidad de una persona en redes, le llamaron poco menos que monguer por no recordar dónde estaba metiendo el rabo.

Otra forma de perjudicar tus mucosas es resecándolas con el popper, y aunque entiendo que a muchos os guste la sensación que os provoca y la facilidad con la que dilatáis, es cierto que el nitrito inhalado daña las mucosas anales volviéndolas más propensas a heridas y a facilitar transmisiones de ITS. Permitidme la broma cuando os digo que el popper es a algunos pasivos lo que los esteroides a algunos culturistas: un atajo. Y sí, sé que lo tenéis muy incorporado y que en muchos países se vende con normalidad. Pero incluso donde se vende sin restricciones se recomienda un uso responsable, ya que puede resecaros las mucosas anales y nasales, provocaros síncopes si las mezcláis con fármacos para la erección y precipitar dolencias a las que somos vulnerables genéticamente (como el glaucoma). También se han descrito pérdidas de visión debido al deterioro de la fóvea en algunos usuarios asiduos a estos nitritos (Audo et al., 2011), aunque hace falta un uso muy prolongado para que provoque daños y estos no se dan en todos los usuarios. En cualquier caso, como os señalaba al principio, las mucosas sí que se resienten por lo que, si siempre os recomiendo el lubricante, aún insistiré más si folláis con popper.

Antes de terminar, recordarte que si tienes hemorroides que dificultan la dilatación y hacen que la penetración sea dolorosa, no dudes en consultar con un proctólogo.

Semen

—Niño, ¿qué es eso que te escurre por la barbilla?

—Ay, mamá, que me se caen las babas.

—Se dice «se me».

—Que no, mamá, que te juro que esta vez no es semen.

No íbamos a dejar nuestra bebida favorita fuera de este repaso a los componentes de nuestros órganos sexuales. Y aunque el semen no es un órgano, sino el fruto de nuestras glándulas, merece que le dediquemos unos párrafos por la importancia que tiene.

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