Gay sex

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BLOQUE IV. Follando, que es gerundio » 12. El orgasmo » ¿Correrse juntos? ¿Correrse pronto? ¿No poder correrse?

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El orgasmo

Este capítulo será breve pero intenso, como corresponde a un orgasmo. El orgasmo es la respuesta fisiológica que suele acompañar la eyaculación en los hombres y se experimenta como una intensa sensación de placer. Durante el orgasmo se producen unas contracciones en los músculos del suelo pélvico y en la próstata que son las responsables de la expulsión del semen. También nos agitamos, nos convulsionamos, proferimos gemidos e incluso gritamos de placer. Algunos rompen a reír (y otros a llorar) debido a la intensidad de la emoción. El orgasmo de un hombre suele durar entre 10 y 30 segundos. Tras este evento, entramos en lo que se conoce como «fase de resolución», en la que la respiración y la tasa cardíaca vuelven a sus niveles normales, el pene regresa a su estado de flacidez y los testículos disminuyen de nuevo de tamaño regresando a su posición inicial lejos del abdomen. A continuación, comienza el «periodo refractario», del que ya hemos hablado algo: ese tiempo durante el cual tu cuerpo se recupera hasta estar de nuevo preparado para tener otra erección. Como ya sabes (cap. 8), el periodo refractario varía mucho con la edad y en cada hombre.

Julia Heiman, directora del Instituto Kinsey, reconocía que no sabemos mucho sobre el orgasmo (Sukel, 2011): «La cantidad de especulación versus datos reales sobre la función y el valor del orgasmo es notable». En ese mismo reportaje se recoge un descubrimiento particularmente interesante. Uno de los principales investigadores del orgasmo, Barry Komisaruk, de la Universidad de Rutgers en Newark, quien descubrió que el orgasmo puede ser una herramienta muy eficaz para el alivio del dolor (Estupinyà, 2013), también ha descubierto que el córtex prefrontal, una zona de tu cerebro que tiene mucho que ver con la autoconciencia, se activa durante el orgasmo. Sin embargo, otro investigador (Janniko Georgiadis, de la Universidad de Groninga) encontró justo lo contrario al replicar el experimento: el córtex prefrontal se apaga. Georgiadis lo explica así: «No creo que el orgasmo desactive la conciencia, pero la cambia. Cuando le preguntas a las personas cómo perciben su orgasmo, describen una sensación de pérdida de control». Y añade: «Es posible que la incapacidad de dejarse ir y alcanzar este estado alterado sea lo que impida que las personas con anorgasmia alcancen el clímax». ¿Cómo podemos dar por válidos resultados opuestos? Sencillo: en los experimentos de Komisaruk, los sujetos experimentales se masturbaban, mientras que en los experimentos de Georgiadis el placer se lo proporcionaba un acompañante. ¡Ahora se entiende todo! Cuando te masturbas, la fantasía y la autobservación son importantísimos para el placer. Por el contrario, cuando follas con otra persona, la clave es dejarte ir, abandonarte al placer y ponerte en manos de quien te está estimulando. Quizá por esto último (hipotetizo) es tan placentero, durante una sesión de sumisión, ponerse en manos de alguien que no solo te provoca placer sino que te va narrando lo cerdo y vicioso que puedes llegar a ser para que tengas conciencia de tu propio placer. La narración ayuda a la autoconciencia que, junto con la entrega, son las dos llaves del orgasmo. Y también hipotetizo que si te masturbas frecuentemente, estás entrenando tanto tu autoconciencia y autocontrol que, cuando follas con alguien, puede resultarte extraño (y difícil) entregarte al placer que te proporciona tu amante.

Orgasmo = conectar con tu placer + abandonarte a ese placer

¿Qué ocurre en el resto de nuestro cuerpo, ya no solo en el cerebro, cuando tenemos un orgasmo? El orgasmo no necesariamente va unido a una eyaculación, se pueden experimentar varios aunque no queden reservas de semen porque ya es la tercera o cuarta vez que te correas. Un pasivo que tenga orgasmos prostáticos experimenta varios sucesivos en un (relativamente) breve tiempo. Estos orgasmos no siempre conllevan eyaculación (ni erección siquiera). También hay hombres con testículos extirpados que no eyaculan pero que sí experimentan orgasmos. Muchos de estos hombres se recuperan antes y podrían alcanzar otro orgasmo en poco rato, pero no vamos a convertir esto en un intento de batir récords personales, simplemente quiero que sepas que una cosa es correrse, que otra es eyacular y que el periodo refractario depende también del tipo de orgasmo que hayas tenido. Por cierto y como apunte: es conocido que a mayor frecuencia de orgasmos, menos probable es desarrollar cáncer de próstata (Rider et al., 2016): correrse es saludable.

Hormonalmente se sabe que, tras el orgasmo, el hombre libera oxitocina y prolactina. La primera, de la que ya sabemos que interviene en la erección, parece que también promueve el vínculo afectivo. El efecto de la segunda parece estar relacionado con la bajada del deseo sexual tras corrernos, ese quedarnos sin ganas de que nos toquen, que puede durar hasta una hora y que algunos investigadores (Krüger et al., 2002) consideran necesario para devolver la activación fisiológica a la normalidad. Además de las hormonas anteriores, producimos endorfinas, que son esas sustancias cerebrales que nos ponen de tan buen rollo y con cara de estar bien follados. El orgasmo es una de las mejores formas de tranquilizarnos, y recordarás de QMM (pp. 171-176) que muchos hombres utilizan el sexo como ansiolítico. Un orgasmo, al fin y al cabo, es una recompensa, la recompensa con la que la naturaleza premia nuestros intentos de reproducirnos incluso si no queremos reproducirnos. Incluso si no podemos reproducirnos. Esta petite mort, que dicen los franceses, es una fabulosa manera de querernos mucho a nosotros mismos.

¿Correrse juntos? ¿Correrse pronto? ¿No poder correrse?

Las pelis porno, el erotismo literario y las mentiras que nos contamos unos a otros nos han persuadido de que lo normal es correrse los dos a la vez, cuando no hay nada más lejos de la realidad. El problema surge cuando no tenemos más referentes y nos creemos que lo que nos sucede a nosotros es deficitario porque no se asemeja ni al cine ni a la literatura. Pero, cariño, si algo no se parece a la realidad es el cine o la literatura eróticos.

¿Es posible correrse los dos a la vez? Claro que sí, pero con muchísima coordinación y autorregulación, nada de mágicamente y menos debido a que «nuestros cuerpos, sincronizados como astros incandescentes, acomodaron sus ritmos al compás de nuestros jadeos. Las respiraciones, los movimientos, las cadencias, ¡todo era uno! La intensidad del placer era compartido por ambos como si de una única carne se tratase y el clímax llegó también a la vez para ambos». Blablablá. La realidad es otra. La realidad es que tú puedes comunicar tu estado a tu pareja mientras estáis follando y permitirle conocer en qué punto del placer te encuentras tú. Con eso, él sabrá si necesita que rebajéis la intensidad de su propia estimulación o si, por el contrario, vendría bien aumentarla para acercar su excitación a la intensidad de la tuya. Gradualmente os iréis calibrando y sincronizando el uno al otro pero necesitáis mucha comunicación sobre lo cachondos que estáis y tener la confianza como para, si tú estás mucho menos excitado que él, pedirle que se concentre un rato en darte placer exclusivamente a ti, de forma que os aproximéis. Aun así, con toda la comunicación del mundo y por más que conozcáis la respuesta sexual del otro, es muy probable que os corráis en momentos distintos y, en ese caso, cada pareja decide qué quiere hacer.

Algunas parejas buscan el orgasmo del segundo de diversas formas. Una vez que el primero en correrse ha recuperado la normalidad de sus pulsaciones cardíacas (algunos hombres se quedan destrozados), puede continuar estimulando al segundo. Si es el pasivo el que se ha corrido, el activo puede seguir penetrándolo si el ano aún lo admite, porque el culete de algunos pasivos se cierra tras el orgasmo y les duele. Si el que se corre es el activo, tendrá que estimular la próstata del pasivo con los dedos o un dildo si es que el pasivo quiere continuar siendo estimulado prostáticamente. Por supuesto, no es necesario que el segundo llegue al orgasmo continuando con una penetración. Muchas parejas buscan el orgasmo del segundo con una mamada o una paja. Algunas parejas disfrutan mucho de que el segundo se corra sobre el cuerpo (especialmente sobre la cara) del que ya se corrió antes y otras gustan de acomodarse ambos tumbados sobre la cama y llevar al segundo a su orgasmo mediante la masturbación. A veces se la proporciona el primero al segundo mientras le dice guarraditas al oído y le mordisquea el cuello, y otras veces es el segundo el que se masturba mientras su pareja le estimula los pezones, orejas, etcétera.

Lo importante es saber qué hacer ante estas situaciones que, sí o sí, van a darse. Y es bueno que lo dejéis claro: «Si te corres tú antes, yo me haré una paja mientras tú me cuentas al oído algo muy cerdo» o «Quiero que te corras tú primero y luego sacarte la polla del culo y correrme en tu cara». Pero también es bueno que sepáis que a menudo hay otras opciones: «No hace falta que me corra, cariño, me lo he pasado de puta madre, ya me correré la próxima vez», pues no siempre hay que correrse. Lo importante es lo que ocurre durante el sexo y no el chimpún final. En este último caso, obviamente, hablamos de que esporádicamente uno de los miembros de la pareja deje su orgasmo para otra ocasión, pero si frecuentemente uno (especialmente si siempre es el mismo) se queda sin llegar al orgasmo, probablemente está sucediendo algo y os convendrá leer de nuevo el apartado sobre disfunciones del capítulo 9. Y si te ocurre lo mismo en tus relaciones esporádicas con hombres que no son tus parejas, es que algo va mal en el modo en que enfocas el sexo. Claramente no está siendo satisfactorio por alguna razón que ya hayas podido vislumbrar a medida que has ido leyendo el libro.

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