Gay sex

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BLOQUE IV. Follando, que es gerundio » 13. Sexo ¿con/sin amor? Amor ¿con/sin sexo? » El BDSM

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Los dos primeros puntos son de dominio público. Para hablar de los códigos te recuerdo el capítulo 3, donde te expliqué que la sexualidad es un lenguaje y que, para hacernos entender y entender al otro, resulta imprescindible conocer el significado de los diferentes signos que empleamos. Cuando te internas en una zona de cruising debes conocer qué significan los gestos de los demás, ya que apenas se usa el lenguaje verbal. En la mayoría de las ocasiones, una mirada sostenida es una invitación a follar, y más si es seguida de una palpación en el paquete (o en el propio culo). Cuando el contacto visual no es posible se utilizan otras técnicas, como golpecitos en la pared del urinario o alguna otra señal. Me acuerdo de la primera vez que me hicieron un código en una zona de cruising. Estaba en el váter de un urinario público (ca-gan-do) cuando veo que alguien introduce su zapato (con el pie dentro, claro, de lo contrario aún hubiera sido más cómico) por debajo de la puerta y lo mueve de un lado a otro durante unos segundos. Sacó el pie y se quedó esperando. Entendí que era una señal y que ese señor esperaba que abriese la puerta para dejarlo pasar. Pero ese día yo no tenía ganas de conocer amistades nuevas y seguí haciendo fuerzas, que era para lo que yo había entrado al baño. Si no conoces los códigos, ir a una zona de cruising puede ser una bonita forma de pasear, pero follar, lo que se dice follar, igual no follas. En cualquier caso, aprovecha para observar cómo contactan los demás y aprende las señales que emplean. Todo en la vida requiere aprendizaje y es la práctica la que nos convierte en maestros. Como me contaban unos amigos que hacían cruising en el monte Ulía: «Nosotros vamos, este (el marido del que me lo contaba) se saca el rabo de la bragueta y vamos paseando…, y los tíos van saliendo de las matas y siguiéndonos. Al que nos gusta le hacemos señas con la cabeza, lo metemos detrás de un árbol y, ¡hala!, a follar».

Con un poquito de práctica manejarás tus movimientos de una forma tan eficaz que no te será difícil conseguir un polvo. Eso sí, lleva toallitas húmedas y vete limpio de casa para que no te ocurra lo que explicaba este hombre anónimo a una reportera de La Sexta:107 «Bueno, ahora me río, pero vaya tela. Estaba liado en una especie de trenecito un poco desastre con dos detrás, yo estaba el primero de la fila, y de repente sentí que me venía un apretón muy grande. Cuando me di cuenta los había manchado a los dos, me había manchado los pantalones, me tuve que volver al coche hecho un asco, que encima estaba lejos, sin muda para cambiarme, sin apenas nada para limpiarme, madre mía, ¡no me quiero acordar!». Ya sabes, amor, sal de casa lavadito. Si es que sales. Porque resulta que hoy el cruising se está quedando sin usuarios gracias a (o por culpa de) las apps, tal y como reconocía un entrevistado, en un bar de cruising, a Edu Sotos para su reportaje en Código Nuevo:108 «Antes iba mucho a Montjuic, al Corte Inglés o a las playas de Sitges, pero ahora con todas las aplicaciones que hay y sitios como este me he vuelto mucho más cómodo. Ya casi nadie lo hace en la calle». El mundo gira y la vida cambia. Esto es así.

Para las románticas, simplemente recordaros que, probablemente, el que acude a estos espacios suele ser un hombre con doble vida y, por mucho que os jure que ha sido la mejor mamada de su vida, no os querrá volver a ver. No lloréis, no os mintió; seguro que nadie se la ha comido jamás como lo hicisteis vosotros. Pero lo que no puede ser, simplemente, no puede ser. Y debemos aprender a asumirlo

(Sobrevivir al ambiente, Martín y Martín, Barcelona, Roca Editorial, 2018)

Grindr, el Wallapop del sexo… y test de autoestima

En una entrevista109 me preguntaron si creía que Grindr había hecho mucho daño al folleteo en urinarios públicos, y mi respuesta fue: «Creo que ha hecho más daño que cobren por entrar a los urinarios de las estaciones. Grindr ha hecho más daño al ligue en discotecas y a la autoestima de muchos. También es cierto que pensamos ingenuamente que Grindr es una versión digital de un bar, cuando lo cierto es que, para la mayoría de gente, es el Wallapop del sexo gay: la gente busca “polla XL” o “pasivo tragón” como el que busca “estantería de tres baldas”, y no le interesa nada más».

Tampoco podemos culpar a la herramienta de los errores que cometemos los usuarios ni de nuestra absoluta falta de empatía. Que yo entre en Grindr buscando refuerzo positivo es producto de mi ingenuidad, pero Grindr no es lo que yo quiera que sea, sino lo que es. Y si no me gusta lo que encuentro, igual no es el sitio para mí. Como afirma el protagonista de Special en uno de los capítulos de la serie: «No tengo tanta autoestima como para estar en Grindr». Sin embargo, los millones de usuarios de Grindr (y otras apps similares) muestran que es imposible que a todo el mundo le vaya TAN mal con este tipo de plataformas. Debe haber un porcentaje altísimo de hombres que se sienten satisfechos con su experiencia en estas aplicaciones, y de ahí su éxito. Los que tienen malas experiencias son un porcentaje pequeño en comparación con los que les sacan partido y, al parecer, la diferencia entre unos y otros tiene que ver con la autoestima y las habilidades comunicativas. A quienes les van mal suelen tener mayores problemas de autoestima por lo que: (a) necesitan mayor refuerzo positivo y son más dependientes de la atención del resto de usuarios, y (b) no soportan una crítica o se derrumban ante cualquier comentario trol. En este grupo también se encuentran algunos usuarios desesperados por encontrar novio y que se frustran cada vez que el otro usuario le ofrece sexo (que tiene mandanga que te frustres porque solo te ofrecen sexo cuando estás en una app de sexo). ¿A quiénes les va bien en Grindr y similares? A quienes saben que el entorno del sexo casual es superficial por naturaleza y se toman con mucha distancia lo que sucede en sus interacciones con el resto de usuarios. Vamos, que no se dejan enredar por payasos. Como ves, no es Grindr, somos nosotros.

Comencemos por lo básico. En el momento en el que se publicó este libro, la población mundial rondaba los 7700 millones de habitantes. Siete mil setecientos millones…, ¿y tú esperas que todo el mundo actúe conforme a tus necesidades? Mejor dedícate a buscar unicornios, tendrás más éxito. Maricón, seamos realistas: ¡el conflicto es inevitable! Vale, denunciemos las injusticias y la discriminación, pero que alguien no te resulte atractivo no es delito. Otra cosa sería que Grindr te banease por gordo o por ser poco agraciado, pero ni Grindr ni apps similares discriminan a nadie (no identifiques app con usuarios). En Grindr hay de todo y eso también incluye gilipollas. Porque hay que ser gilipollas para insultar a otro. Tú estás tan tranquilo en tu casa, abres la app de ligue y te llega un mensaje que te dice: «Estás gordo». Si tú andas con la autoestima algo jodida es fácil que le des pábulo a ese tipo de comentarios. Es característico de la autoestima baja dar mucha relevancia (razón, credibilidad, magnitud) a lo que los demás opinan de ti. Así que lo más probable es que te duela, que te molestes con ese tipo y (si estás realmente jodido) que te deje muy tocado. Ese poco aguante, como te decía, puede ser un síntoma de tener problemas de autoestima ya que, si la tuvieses mejor, le contestarías como la Veneno: «Me cago en to tus muertos, so desgraciá, ¿tú quién eres?, ¿tú quién eres, PEAZO puta?».110 (Yo hasta tengo una taza con esta frase por si tengo que enviarle una foto a alguien).

Cuando tienes bien la autoestima, te importa mucho menos lo que los demás digan de ti, ya que sabes perfectamente todo por lo que tú mereces la pena y sabes que quien se dedica a insultar a otros en Grindr no pasa de ser un gilipollas incapaz de hacer nada mejor con su vida. También puede darse el caso de que le entres a alguien y que no te responda. Sorpresa: no responder significa que igual no está conectado o que no le interesas. Si tú insistes con tus: «Hola. Hola. ¡Hola! Hola. Hoooola. ¿Hola?», y le terminas espetando: «¿Por qué no me contestas?», tal vez el chico tenga paciencia y te conteste: «No me interesa, gracias», o tal vez le hayas tocado tanto la moral que, una vez calentito, igual te sale con: «¡Porque no me gustas, gordo!», donde el insulto, más que una valoración subjetiva, es una verbalización gruesa que empleamos para descargar la rabia que nos ha provocado el comportamiento del otro. No digo que esté bien pero esto es algo que hace todo el mundo (tú también), y debemos ser conscientes de que si le tocamos mucho las narices a alguien, a lo mejor nos llevamos una leche, de la misma manera que nosotros le podemos soltar una leche verbal a alguien que nos ha tocado los cojones a nosotros. ¿Ok? Distingamos el insulto deliberado del calentón verbal.

Si no recibimos insultos pero nuestro problema es que no tenemos un cuerpo que triunfe en esa app (y eso nos ofende), podemos cambiar de app, dejar de usarlas y ligar en otros escenarios o releernos los consejos para la autoestima erótica del capítulo 6. Grindr (y otras aplicaciones de cruising), en efecto, limitan el alcance de tus ligues y se centran en lo visual. Pero esto no es un invento de las apps de cruising. De hecho, estas se aprovecharon de la oportunidad que ofrecía un colectivo tan visual como el nuestro ya que, de no serlo, estas apps hubieran sido un fracaso. Si algo funciona es porque satisface las necesidades de un colectivo, no hay más.

Ciertamente, podemos decir que los humanos somos muy visuales en general, que percibimos el mundo a través de los ojos. Ahora mismo, tú que estás leyéndome, estás empleando la vista para adquirir nueva información. Al contrario que tu perro, procesas poca información olfativa y menos aún táctil o gustativa. Solo el oído compite con la vista en algunos campos (la música, por ejemplo), pero nunca llega al peso que tiene la información visual en nuestras vidas. Simplemente haz la prueba de pasar una mañana con los ojos vendados y verás que es totalmente cierto. Las apps no hacen sino aprovechar la tendencia humana a dar mucha relevancia al ojo. El problema, como saben los fotógrafos profesionales, es que sin una buena cámara, una buena iluminación, unos buenos ángulos y una buena expresión facial, la mayoría de nosotros pierde muchísimo en foto. Al fin y al cabo, lo que capta el dispositivo fotográfico de una cámara no siempre se parece a lo que capta el ojo humano. Es necesario un muy buen equipo para que la foto no parezca un cartel de «Se busca». Así que si quieres que tus fotos te hagan justicia, mejor pide a los amigos que te regalen una sesión profesional para tu cumpleaños o un curso para hacer buenas fotos con tu propio equipo.

¿Quiénes pueblan las apps de cruising? Todo el mundo. Incluso el que dice que no está en las aplicaciones de cruising en algún momento se ha asomado a Grindrburgo (SA, p. 26-30). Allí están los que buscan amor, los que buscan amigos y los que buscan sexo. Todos estamos allí. Están los que cuentan en su perfil que quieren «relaciones serias» pero luego te escriben privados para decirte que quieren que los mees encima (juro que es cierto). O los que explican en público que están allí para hacer amigos «porque son muy felices en su relación de pareja», pero que te escriben privados para pedirte que te los folles atados de pies y manos (y esto es tan cierto como lo anterior). O el que tiene dos perfiles: uno con cara, donde dice que quiere encontrar pareja, y el otro sin cara, en el que zorrea más libremente y pide sexo cañero. La IH nos convierte en seres equívocos, ya lo ves.

Además de los que mienten acerca de su verdadera motivación para estar en la app, también están los que mienten sobre su edad, su físico, su altura o el tamaño de su polla. La cuestión, finalmente, es conseguir que alguien se acerque a su casa y, una vez allí, confiar en que, a pesar de que su yo real no se asemeja a lo que parece por Grindr, al visitante le pueda la calentura y follen. Y no, en este caso, la culpa no es de Grindr. La herramienta aquí es neutra, y la culpa es de quienes buscan su beneficio pasando por encima de los demás. En estos casos, no es un problema de Grindr, sino nuestro. Porque, al igual que el resto de redes sociales, su principal virtud y su principal defecto son la misma cosa: cualquiera puede entrar en ellas. Y no es la única desventaja, hay más (como expliqué en CAM, pp. 108-110):

Repetición. Siempre están los mismos hombres en todas ellas, por lo que no son muy buenas herramientas para conocer a gente nueva una vez que llevas un mes empleándolas.

Ausencia absoluta de intimidad. Una vez que cuelgas un contenido allí, puede llegar a cualquier mano. Si eres precavido, quedas como un soso, pero si compartes cosas muy personales, estas informaciones podrían llegar más lejos de lo que tú has previsto. Aunque, total, todos follamos y tampoco pasa nada porque se sepa lo que nos pone.

Las

mochilas

se elevan al cubo en el caso de las

apps

, que con su anonimato, facilitan que algunos hombres con personalidad disfuncional arrasen con la autoestima y la paciencia ajenas.

La sobreoferta. Es el mismo efecto que se produce cuando las empresas ofrecen tantos productos que el consumidor no sabe por cuál decidirse. En el mundo de las

apps

gais eso significa que, al haber tanta oferta (aparentemente toda esa cuadrícula está llena de polvetes potenciales), no te focalizas nunca en un hombre concreto para profundizar. Simplemente piensas que hay muchos y que si este no sale bien, no hace falta esforzarse, sino seguir eligiendo de entre los cientos disponibles.

Aunque también es cierto que no todo es malo y, si sabes filtrar bien a troles, haters y gilipollers, puedes encontrar grandes ventajas en el uso de las apps de ligue:

Conectividad. Puedes conectar en cualquier momento (24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año) y en cualquier lugar con otros gais, tanto si estamos en un entorno

gayfriendly

como homófobo.

Inmediatez. El diálogo se puede llevar a cabo en tiempo real. No tenemos que esperar a que lea nuestro

email

ni nada por el estilo.

Ubicuidad. Podemos hacer uso de la

app

en cualquier lugar en el que nos encontremos sin necesidad de más

hardware

que nuestro teléfono móvil.

Explicitud. Nos permite conocer inmediatamente las características relevantes del otro. En un vistazo sé si me gusta, si no me atrae, si tiene morbo en lo que escribe…

Agilización. Aprovechan el interés por el sexo, tan presente en nuestra comunidad. Las

apps

no han sexualizado nuestro comportamiento, ya lo estaba (chats, cuartos oscuros, zonas de

cruising

, contactos vía correo). Las

apps

lo han agilizado todo, pero nada más.

Localizabilidad. Nos permiten saber quiénes están más cerca de nosotros pero, además, en entornos homófobos donde la mayoría de los gais están armarizados, nos es posible localizar a otros gais y ser localizados por ellos.

Ya conocemos desde hace tiempo (Kim et al., 2009) la relación entre bajas habilidades sociales y uso compulsivo de redes sociales. Aquellos individuos que tienen problemas para regular sus interacciones presenciales también los tienen para regular el uso que hacen de las redes. La diferencia es que a los troles te los ves venir cuando los encuentras por la calle (y pasas de ellos) pero no resultan tan reconocibles en las redes (y les damos el gusto de discutir con ellos). También sabemos que la insatisfacción con la propia vida guarda una relación directa con el tiempo de uso de las redes sociales, aunque la dirección de la causalidad no parece estar clara. No sabemos si las redes causan insatisfacción personal o si las personas más insatisfechas con sus vidas pasan más tiempo en ellas. Yo siempre he apostado por esto último y he creído que esa es la razón por la que las personas con buena autoestima se niegan a perder su tiempo discutiendo con imbéciles por Twitter o por Grindr. La realidad parece que tiene que ver con una situación circular donde personas insatisfechas con sus vidas entran en redes dentro de las que se vuelven más insatisfechas aún, porque son muy torpes interactuando. El problema es que estos personajes pululan por las mismas redes que los demás empleamos para relacionarnos sanamente. ¿Qué podemos hacer? Sigue mi consejo: quien no se gana tu simpatía no merece que le dediques tiempo.

Hui-Tzu y Edge (2012) nos mostraron que las personas que dedican más tiempo a estar en redes tienden a juzgar las vidas de los demás como más felices y a pensar, por ello, que la vida no es justa. No piensan que los demás suben lo que quieren subir, eligiendo solo aquellos aspectos de sus vidas de los que se sienten especialmente seguros u orgullosos. Ellos creen que las vidas ajenas son siempre tan felices como muestran esas fotos que suben a Instagram. Y también creen que lo bueno que les ocurre a los demás es debido a una especie de confabulación de la buena suerte, de forma que ellos han sido tratados injustamente en comparación. Nunca piensan en el esfuerzo que les ha costado a los otros conseguir sus objetivos. Si te fijas, estamos describiendo algo tan sencillo y humano como la envidia. Detente, ahora, en lo siguiente:

No pensamos: «Esta persona está orgullosa de lo que le ha sucedido y por eso lo comparte en sus redes. Imagino que ese orgullo es debido a que valora mucho el esfuerzo que ha realizado por conseguirlo».

Tampoco pensamos: «Bueno, esta persona le da mucha importancia a los bienes materiales y muestra orgullosamente su ropa de marca. A mí todo eso me da igual, me resulta indiferente lo que suba pero respeto que lo haga».

No se nos pasa por la cabeza: «Este chico disfruta haciendo deporte y por eso sube tantas fotos en el gimnasio. Para él, debe tratarse de una actividad que le ocupa mucho tiempo. Yo estoy por otras cosas, por eso subo tantas fotos con mis amigos (o de los libros que leo o de los conciertos a los que asisto)».

En las

apps

de

cruising

(casi) nadie piensa: «Este hombre se pasa la vida en el gimnasio porque, para él, follar debe ser de las cosas más importantes y le merece la pena tanto esfuerzo. Yo follaría con él a gusto, pero no podríamos tener una relación porque nuestras vidas estarían descompensadas. Él necesitará a su lado alguien como él, que comparta esa distribución del tiempo libre. Yo me aburriría soberanamente con él, y él conmigo».

Los anteriores son ejemplos de reestructuración cognitiva, de formas alternativas de pensar sobre un tema. La reestructuración es la técnica que empleamos cuando alguien sufre de pensamiento distorsionado. Distorsionado es el pensamiento que afirma: «Este que está en Grindr enseñando sus músculos, en el fondo, me está diciendo que yo no estoy tan bueno como él y que jamás podré aspirar a follar con un tío de su clase». Si no conoces a ese tipo, ¿cómo vas a saber lo que piensa? Algo no funciona bien en tu autoestima si crees que los demás van al gym para humillarte a ti con sus resultados, ¡ellos no te conocen de nada!

Por otro lado, excepto los troles, nadie perderá su tiempo en insultarte. Y a los troles, ya lo sabes, no hay que alimentarlos. Mándalos a la mierda, bloquéalos y sigue adelante. Entiendo que a nuestra mente le pesa mucho más un insulto que cien halagos, eso es algo que explica muy bien Burnett (2016), pero también entiendo que debemos ser realistas. En tu cabeza suena maravilloso eso de que «debemos aprender a comportarnos», pero ¿de verdad crees que es posible esperar que todo el mundo se comporte educadamente? Venga, hombre, seamos realistas, hay cárceles, policía y códigos penales por alguna razón: ¡no todo el mundo es bueno! Esperando lo imposible solo vas a conseguir perpetuar tu frustración viendo cómo el mundo marica nunca acaba de convertirse en tu paraíso ideal y viviendo cada encontronazo como una constatación de lo lejos que estamos de tu utopía. Las soluciones solo se encuentran en la realidad, no en esas teorías que suenan tan maravillosas pero que no cuentan con el factor humano para implementarse.

Y en cuanto a tus complejos, puedes meter a todos los tíos buenos del mundo en un barco y enviarlos a chocar contra un iceberg. Pero no servirá de nada porque tus complejos seguirán en ti. Mañana te sentirás inferior a los que saben mucho de economía… y, así, toda tu vida. Si has sufrido bullying, es lógico que tu autoestima esté resentida, pero la solución es que te veas como alguien que merece la pena por muchas razones y en muchos ámbitos. La solución no es que destruyas a aquellos a los que tú percibes por encima de ti, y a los que, por cierto, deberías dejar de presuponer tanta soberbia. Busca «síndrome de Procusto» en Internet y piensa un poco sobre ello. Hazme caso, amor: si estás jodido de la autoestima, entra a la consulta de un psicólogo antes que en Grindr.

En resumen: algunos usan las apps para mejorar su autoestima gracias a la atención que reciben. Otros sufren auténticas patadas en la boca de su autoestima cada vez que visitan estas redes. Entre unos y otros se establecen ataques y dinámicas tóxicas. Y entre unos y otros, Grindr parece un circo lleno de gente resabiada y harta de malas experiencias. Sería fantástico que todos supiéramos tomarnos la vida con más distancia, pero ya os he dicho que somos 7700 millones de habitantes en este planeta, y por mucho que tú estés centrado, te vas a tropezar con quienes no lo están. El conflicto es inevitable, pero tú puedes evitar prolongarlo: no les sigas la corriente.

No estaría de más despedir el apartado con el consejo que suelo dar a aquellos de mis pacientes que pasan horas en las apps de cruising: busca la eficiencia. Os explico. Hay muchos hombres que pasan horas en Grindr intentando encontrar con quién follar. Grindr (y el resto de aplicaciones similares) tiene el gran inconveniente de ser adictivo y se hipotetiza que gran parte de este poder adictivo tiene que ver con el refuerzo intermitente. En psicología, un «refuerzo» es un elemento exterior que modifica una conducta. Explicado de forma muy sencilla: si el refuerzo es positivo (un premio), la conducta aumenta, pero si es negativo (un castigo), la conducta desaparece.111 El refuerzo intermitente es el clásico de los juegos de azar. A veces hay premio, a veces no, sí, no, no, no, sí, no, sí, sí, no, no, no, no… En este tipo de situaciones, llega un momento en que un «no» sirve como refuerzo porque, como creemos que los síes y los noes se van intercalando, cada vez que sale un «no», nuestra mente interpreta que el «sí» se está acercando. Es lo que ocurre, por ejemplo, con los que juegan a las máquinas tragaperras y van echando monedas por más que no saquen ningún premio. Justifican su proceder afirmando que «la máquina está calentita» o, lo que es lo mismo: creen que si no ha dado aún un premio, seguro que saldrá pronto y él debe seguir delante de la máquina, echándole monedas, para ser él quien se lleve ese inminente premio. Traduce este proceder a Grindr. Les entras a hombres distintos, algunos contestan y otros no. De los que contestan, algunos siguen la conversación y otros no. De los que siguen la conversación, algunos se convierten en cita y otros no. De muchos «noes» siempre sale algún «sí» y hay polvo. Al estilo de las tragaperras, cada «no» que recibes es interpretado por tu cerebro como un «sí» inminente. Y sigues, sigues, sigues intentándolo con la esperanza de que, cuando menos lo esperes, saldrá tu premio en forma de cita sexual. Así te puedes pasar horas y más horas sin hacer nada más que estar pendiente de la pantalla de tu móvil. Para salir de esto suelo aconsejar la eficiencia: lo que vayas a conseguir tienes que conseguirlo pronto. Para ello, lo mejor es limitar el tiempo y no exceder el límite prefijado. Si te cuesta soltar el móvil motu proprio, puedes instalarte una aplicación de las que limita el tiempo de uso. Pero sea como sea que lo hagas, piensa que lo más realista es tener claro que si no ligas en 45 minutos, es que hoy no es tu tarde, déjalo ya, maricón. Suprime las notificaciones de forma que, una vez cierres la aplicación, no vuelva a reclamar tu atención de manera alguna. Y, por último, repásate los capítulos sobre autoestima para revisar por qué dependes tanto de recibir woofs, hots u holas.

En Grindrburgo los vecinos se asoman a las ventanas para verte pasar y saludarte: «Mamo ahora», te dirán algunos; «Vicio cañero para sumiso morboso, ¿quieres rabo?», te dirán otros. Cada uno con su frase idiosincrásica, todos te saludarán a tu paso por sus ventanas. Algunos te dejarán conocer su interior. Y cuando digo «interior» no quiero decir «alma» sino «interior-interior», porque algunos suben fotos hasta del interior de su ojete. Otros son más discretos. Su ventana está cerrada. Y sin foto. Ni nombre. Ni nada. Pero les encanta saludar. Te dicen: «Hola», «Hola», «¿Hola?», «Holaaa», «¡Hola!», pero tú no les respondes porque mamá ya te advirtió de pequeño: «¡Nunca hables con desconocidos!», y sigues tu camino bloqueándolo por pesado, ¡te encuentras cada ejemplar en Grindrburgo!

(Sobrevivir al ambiente, Martín y Martín, Barcelona, Roca Editorial, 2018)

Orgías con luz y a oscuras

En SA expliqué qué son los cuartos oscuros, esos lugares sin luz donde los hombres gais vamos a follar unos con otros (pp.

86-90). No me repetiré aquí ya que allí te expliqué la historia de estos espacios y te ofrecí algunas recomendaciones para desenvolverte en ellos. Hablaremos ahora de las orgías, con luz y a oscuras.

Las orgías gais no son como las hetero, rollo un puñado de gente en bolas follando unos con otros. Las nuestras van mucho más allá. A nosotros nos vuelve locos la parafernalia y nos lo montamos en fiestas temáticas o de dress-code (cómo debes vestirte para asistir a un evento concreto). El dress-code de un bodorrio pijo es el chaqué y el dress-code de una orgía marica puede incluir jockstraps, arneses, caretas antigás o cualquier otra cosa que se nos ocurra. Porque si vas en calzoncillos o desnudo puede que te echen del local. Hay orgías leather (con prendas de cuero) y rubber (con ropa elaborada en goma). Bueno, perdón, señores rubberers, que ya sé que no os gusta que os asimilen con los leather y queréis dejar claro que se trata de fetiches bien distintos. Cierto es: el aroma y el tacto del cuero y de la goma son distintos, al igual que las sensaciones que provocan, así como los rituales de folleteo en uno y otro entorno. Las leather y las rubber no son, desde luego, las únicas orgías que se organizan. Las hay deportivas, a las que se acude vestido de futbolista, rugbier o cualquier otra equipación que te excite (el ajedrez aquí sí que NO se considera un deporte), y en las que, igualmente, el objetivo es tomar unas cuantas copas y follar todos con todos. Vamos, como en Roma. En el presente, Berlín es el epicentro de la sexualidad gay europea. Además del Mercado de las Yeguas, hay otras fiestas, como la Snax, en un edificio de varias plantas que se llena de maricones con ganas de follar, de música y de copas, y donde puede ocurrir absolutamente de todo en cualquier lugar del local. Otras ciudades del mundo siguen este modelo y se celebran fiestas similares por doquier (busca en Google gay sex party y ya verás). Si vas a tu primera orgía y quieres algunos consejillos, aquí tienes un decálogo:

Bebe y drógate lo justo. Yo no soy tu padre, tú ya eres mayorcito y vas a hacer lo que te salga del nardo, lo sé. Pero yo te lo comento, ¿sí? Beber una copa o dos está genial porque nos desinhibe y relaja. Un exceso de alcohol puede provocar problemas de erección y puedes tener dificultad para correrte incluso haciendo de pasivo. Ir a una orgía para no correrse es un poco de lerdos, ¿no crees? Pues eso. Aparte, el alcohol tiene otros efectos, como los de resecar las mucosas y convertir la follada en una especie de rasca-rasca en el que, de premio, te vas a llevar una fisura anal a casa. Si necesitas estar muy borracho para participar en una orgía, tal vez aquel no sea tu sitio. Establece una mejor relación con tu sexualidad y cuando no sientas ningún tipo de inhibición para follar en grupo, entonces vete y disfrútala. Sobre las drogas te diré algo parecido. Si necesitas drogarte para follar, vamos mal. Si tomas un poquito de

algo

para divertirte más, entonces no está tan mal la cosa. Ya sabes que no soy nada partidario de las drogas en mi vida personal, pero también sabes que soy muy respetuoso con lo que hacéis vosotros. Como con el alcohol, hay quienes no pueden probar las drogas sin tener problemas y quienes sí pueden tomarlas eventualmente con fines lúdicos. A estos últimos siempre les he aconsejado que moderen el consumo, que lleven su propia droga (no te puedes fiar de lo que te ofrezcan por ahí) y que se la vayan dosificando a medida que transcurre la noche para estar en el tono que quieren pero sin perder ni el sentido de la realidad ni la capacidad de tomar decisiones. En todo caso, te remito al siguiente capítulo, donde hablaremos del

chemsex

.

Lleva la prevención de casa. En unos calcetines largos caben las llaves de la taquilla, los condones y un tarrito de lubricante. Si tomas la PrEP quizá no uses condones. Tanto si follas a pelo como si no, sería una buena idea que pasases por tu médico unas semanas más tarde para hacerte un cribado de ITS. Pero debes prever que en la orgía quizás no encuentres ni lubricante ni condones.

¿De verdad es necesario insistir en que vayas limpio por dentro?

Marca límites y acepta los de los demás, el respeto es la piedra angular de una orgía.

Si te encuentras a alguien muy pasado, avisa a los responsables del local.

Anímate a dar algún paso hacia lo que te atrae y aún no te atreves a realizar. Las orgías, donde todo el mundo está pendiente de sí mismo y de pasarlo bien, son un buen lugar para explorar tu sexualidad sin que nadie te controle demasiado.

En los cuartos oscuros se hace exactamente lo mismo, aunque con menos movimiento e infraestructura. El cuarto oscuro tiene una característica: el absoluto anonimato. Hay quienes ven en él una gran ventaja puesto que les proporciona sexo sin ser juzgados y en poco tiempo. Quienes tienen poca autoestima buscan la relación a oscuras para sentirse cómodos. Si algo nos genera conflicto o incomodidad, es que no lo llevamos del todo bien. Si eliges el cuarto oscuro para follar sin sentirte juzgado puedes hacer mucho (en terapia, claro) para evitar ese sentimiento, así como para que tus juicios sobre tu cuerpo sean mucho más benevolentes. En lo que se refiere a la autoestima, uno mismo es siempre su peor enemigo.

Quienes, por el contrario, simplemente se ponen cachondos con el anonimato de un cuarto oscuro, lo disfrutan de acuerdo a sus fantasías. Da mucho morbo estar follando con alguien sin saber qué polla te estás comiendo, en qué culo la metes, quién te la chupa o quién es el que te está enculando. Ahí se disfruta del sexo sin ningún tipo de cortapisa. Como cuando te masturbas con los ojos cerrados y la estimulación física va acompañada solo de tu fantasía mental, en el cuarto oscuro va acompañada tan solo de lo que tu mente quiera interpretar acerca de lo que te está ocurriendo. Si chupo una polla de alguien que me sujeta la nuca con unas manos fuertes, puedo imaginar que estoy haciendo delirar con mis succiones a un vikingo rudo. Si su culo es peludo, puedo creer que me estoy empotrando a un camionero que ha entrado al local buscando un hombre que lo haga feliz antes de reemprender la ruta. Si el cuerpo que toco es delgado y lampiño, puedo imaginar que se trata de un veinteañero que está descubriendo el sexo con hombres y que los ojos se le salen de las órbitas cada vez que siente sus huevos contra mi culo mientras piensa algo así como: «Esto es lo que quiero para el resto de mi vida, ojalá todos los hombres me vuelvan tan loco como este». En un cuarto oscuro puedo imaginarlo todo, y todo lo que sucede puede interpretarse conforme a mi fantasía.

En un cuarto oscuro puedo también frustrarme, no obstante, porque las cosas no se terminen desarrollando como imaginaba y el otro abandone pronto la follada. Quizá desaparezca sin más explicaciones y yo ni siquiera pueda saber si se marcha por que se ha corrido o porque no le gusta como follo. O no sé si esa polla que me estoy comiendo tiene algún tipo de laceración sospechosa de ser una ITS. Y no todo el mundo respeta las normas de convivencia, y no solo pueden ser groseros sino que hay quienes entran a los cuartos oscuros para robar móviles y carteras. A veces huele muy mal y a veces la gente no cuida especialmente su higiene. Así que un cuarto oscuro solo se disfruta cuando estás contento contigo mismo y follas a ciegas por puro morbo, ya que si lo haces para evitar ser juzgado, tus inseguridades acompañadas de esos contratiempos pueden convertirse en una pedrada contra tu sexualidad. Y ni tú ni yo queremos eso, ¿verdad?

Es una de las creencias más arraigadas en nuestro colectivo: si follas a oscuras es porque no te queda más remedio. Puede ser, no digo yo que no. Pero hay tanta gente en un cuarto oscuro que no me cuadra la estadística de feos. Para que me salgan las cuentas, allí también tiene que haber gente normalita, de esa que podría follar con luz. ¿Qué hacen allí estos? Quizá el público de los cuartos oscuros sea más heterogéneo de lo que una simple colección de feos supondría. Una explicación alternativa es que haya quienes entren allí por morbo, por follar sin saber con quién, por entregarse al placer y por dejarse llevar sin poner límites. Suena excitante, ¿verdad?

(Sobrevivir al ambiente, Martín y Martín, Barcelona, Roca Editorial, 2018)

El BDSM

El BDSM es tan amplio que requiere libros completos. Había dudado si incluir un apartado específico, pero tras charlar con los amigos de un magnífico gabinete de sexología especializado,112 entendí que era imprescindible explicar los aspectos fundamentales de esta forma de relacionarse. Existe mucha confusión sobre la relación de poder que ocurre durante un encuentro BDSM. Intentaré aclararla en formato bullets con las principales ideas y sus características más relevantes:

BDSM significa:

Bondage

(ataduras)

Dominación

Sometimiento (y también Sadismo)

Masoquismo

En la misma sesión se puede dar todo junto o por separado. Hay practicantes solo de B, que disfrutan atando, siendo atados o de ambas cosas; practicantes de DS, que disfrutan dominando y siendo sometidos, y practicantes de SM, que disfrutan de su sadismo y de su masoquismo.

Los practicantes de BDSM incorporan en sus encuentros escenas desagradables del imaginario colectivo o de las biografías de alguno de ellos. Al hacerlo, las sexualizan y las colocan en un contexto donde uno controla y consensúa cada una de las situaciones que se producen. Pasan de ser dolorosas a morbosas y placenteras. Un ejemplo sería revivir una escena donde el

bully

del colegio nos acosa pero termina follando con nosotros y conduciéndonos al placer. Le hemos dado un final feliz a esa vivencia.

Las prácticas pueden ser tremendamente diversas e incluir variaciones según la modalidad:

Bondage incluye ataduras, restricciones de movimiento, inmovilizaciones completas y suspensiones (ser colgado del techo o de algún otro lugar).

Dominación-Sumisión (DS) supone imponer la voluntad del dominante al sumiso y

obligarlo

a realizar tareas que satisfagan al dominante. Las tareas no tienen por qué ser sexuales ni dolorosas. Este sería el caso de, por ejemplo, ordenar al sumiso que sirva la cena del dominante y sus amigos como si fuese su criado.

Sadismo-Masoquismo (SM) suele implicar algún tipo de dolor que se inflige con diferentes tipos de herramientas: látigos, palas para el

spanking

, ganchos, agujas, etcétera. A menudo las relaciones SM suelen implicar también DS pero no todas las relaciones DS implican SM (explicado de un modo sencillo: quien flagela suele dominar pero quien domina no siempre flagela).

Las prácticas pueden combinarse. Un ejemplo sería el de alguien a quien se le dan latigazos (SM) una vez inmovilizado (B).

Los límites son sagrados. Se distinguen dos tipos de límite:

soft

y

hard

.

Los límites

soft

son aquellos que la persona nunca ha rebasado pero que no contravendrían ninguno de sus principios morales ni físicos. Serían aquellas situaciones donde la persona experimentaría un placer culpable porque nunca ha hecho eso antes pero sin más consecuencia que pensar: «Uy uy, cada vez hago cosas más atrevidas». Un límite

hard

, por el contrario, es una línea roja, algo que la persona bajo ningún concepto quiere rebasar y que, en caso de que la obligasen, sería motivo de una denuncia.

Los límites varían de una persona a otra. Para alguien un límite

soft

podría ser que lo entregasen a otro como esclavo sexual, mientras que para otra persona eso mismo supondría un límite

hard.

Los límites se pactan antes de la sesión. Algunos practicantes de BDSM prefieren pactarlos por escrito y dejar claro qué se puede hacer y qué no. También se deja por escrito que, en caso de duda, se detenga la sesión para pactarlos de nuevo.

Los límites varían según las culturas. En algunos países puede ser muy morboso jugar al amo-esclavo interracial mientras que en otros se considera inaceptable.

El dominante o el amo también tienen límites. Un sumiso o un esclavo puede pedir que le hagan sangre y su dominante o amo no estar dispuesto. En ese caso se debe informar que quien ejerce el poder no está dispuesto a rebasar ese límite.

Es diferente la dominación de la propiedad. Un dominante es alguien que toma el poder sobre su sumiso. Un amo tiene al esclavo en propiedad. El amo está obligado a encargarse de su esclavo y preocuparse de buscar continuamente situaciones que estimulen su esclavitud. El dominante, sin embargo, no ejerce su poder más que durante la sesión y fuera de ella no existe ninguna relación ni obligación mutua.

En la terminología BDSM,

top

es quien adopta la posición de poder y

bottom

la de sumisión. No siempre coincide con nuestros

top

(activo) y

bottom

(pasivo). De hecho, puedes encontrarte a un pasivo dominante que, por ejemplo, ate a otro hombre en la cama, le coma la polla mientras lo obliga a lamerle el culo y al que luego se le suba encima para penetrarse en un

cowboy

. El pasivo, botando sobre el nabo, abofetea y escupe al activo y lo reta: «A ver si eres capaz de aguantar como un semental la cabalgada que te estoy dando». Aquí el

bottom

no puede ser más

top

, ¿verdad? Dentro del ámbito gay, este es el comportamiento de muchos que emplean la etiqueta

power bottom

para definirse.

Existe el

switch

, que es alguien que varía de rol y a veces es

top

y a veces

bottom.

Al igual que nuestros versátiles, los

switchs

pueden ser siempre

top

con alguien, siempre

bottom

con otros o ir alternando entre uno y otro rol con la misma persona. Hay

switchs

bisexuales que son

top

con un género y

bottom

con otro. Existe mucha variedad.

En la DS se da un juego psicológico en el que el sumiso busca que el dominante lo lleve a situaciones erotizantes para sí mismo (quizá desea ser

obligado

a chupar las pollas de los comensales por debajo de la mesa), pero el dominante no se las pide precisamente para demostrar quién manda. A veces el dominante premia al sumiso concediéndole permiso (ordenándole) que lleve a cabo aquello que el dominante sabe que el sumiso desea. En estos casos, el dominante sirve de facilitador de la sexualidad del sumiso. Este podría ser alguien que fantasea a tope con la idea de mamar las pollas a cinco desconocidos, pero sus prejuicios no le permiten dejarse llevar y buscarlo por su cuenta. Al poner su voluntad en las manos de un dominante, se libera de la culpa y puede llevar a cabo esa mamada grupal. Todo esto nos ayuda a entender que los juegos de poder merecen mucho más que una simple observación superficial. Y también nos hace ver lo importante que resulta que dominante y sumiso se conozcan muy bien mutuamente para que sus sesiones sean satisfactorias. De nuevo encontramos otro ejemplo de lo importante que es la comunicación y estar atento a las necesidades y deseos del otro para una sexualidad satisfactoria.

Por último y como curiosidad, se considera que el BDSM, como movimiento global y estructurado, surge en los clubes gay de San Francisco y posteriormente se extiende a la comunidad lésbica, hetero y bisexual.

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