G

G


8.

Página 24 de 29

Ha vencido el miedo, el miedo a sí mismo y (pues es diferente) el miedo a lo desconocido: no lo ha vencido con fuerza de voluntad o armándose de valor —¿funcionan alguna vez estos recursos directamente derivados de una moralidad puramente formal?—, sino que lo ha vencido por mediación de otra repulsión más fuerte. No me encuentro capacitado para dar un nombre a esta repulsión: todos los que se me ocurren la simplifican. No tiene nada que ver con caballos muertos o con la visión de la sangre. Es una repulsión que sienten no pocos niños y hombres, pero que no tarda en desaparecer, para no volver a presentarse, si se la ignora sistemáticamente. En su caso, iba a ser siempre más fuerte que sus miedos, pues nunca la ignoró.

Cuando G. descendió la ancha escalinata de la casa de los Von Hartmann y llegó al zaguán abovedado, desde donde se accedía a las dependencias de servicio, le pareció que un olor a queroseno impregnaba aquella pétrea oscuridad. Un hecho que podría explicar, sin duda, un quinqué derramado.

Ir a la siguiente página

Report Page