Ful

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Tercera parte. El golpe final » 53. Adelante

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Adelante

Las puertas de los coches se abren y de ellas bajan dos hombres y una mujer que debajo de sus abrigos ocultan sendos uniformes de policía.

Los tres se dirigen con decisión a su objetivo con pensamientos bien diferentes. El Pelota no sabe muy bien el motivo por el que siempre se acaba metiendo en aquellos embolaos, pero ya ha pasado de los treinta y continúa viviendo con sus padres. No son ricos, aunque tienen suficiente como para vivir bien. Pero, claro, con su poco dinero no se tiene para videojuegos caros, algunas rayas esporádicas y tampoco para putas. Al menos para las que él prefiere pagar. Esas que seguro no te van a pegar una enfermedad y bien podrían ser miss Croacia o una miss de cualquier país del Este. Para esas hace falta cash, y la escueta paga de sus padres, que no paran de repetirle que se busque un trabajo, no llega ni para una africana de la calle Cavallers. Aprieta los dientes y se dice que el plan no puede fallar. Mientras camina por la acera ya imagina a qué miss se va a tirar aquella misma noche cuando vuelva a Lleida.

Jose se observa en el reflejo de los escaparates y ve que no llama demasiado la atención. Sus pantalones negros con una línea azul en el costado no desentonan demasiado al combinar con su gabardina azul oscuro. La gente en Barcelona va a lo suyo y esas sirenas que se acercan parece que llaman más la atención que él. Detrás de sus gafas de espejo tipo poli americano, mira de reojo la calle y ve que todo va bien.

Él también tiene sus planes y sabe que después del golpe va a desaparecer. Ya nada lo retiene en este país que no parece saber a dónde se dirige; él, en cambio, lo tiene claro. Mañana volará lejos con la intención de no volver.

Después de matar a aquella chica todo cambió para él. Algo se había removido en su interior y lo peor de todo era que no se sentía mal. De hecho, no había sentido nada. Ni un solo remordimiento. Eso lo había hecho reflexionar mucho los días posteriores, y lo había hecho mirando a las criaturas pequeñas que jugaban tan alegremente en el patio del colegio. Sin saber lo dura que resulta la vida. Sin saber qué futuro les espera a muchos de ellos. Tenía que huir de allí, porque siempre se había conformado con mirarlos, pero desde que había matado a la mujer algo había despertado en su interior. Y ya no era que se le pusiera dura observando a aquellos niños. Ahora empezaba a tener un impulso casi irrefrenable de tocar. Los tenía que acariciar. Se había contenido toda su vida, pero eso iba a pasar muy pronto y tenía que huir de allí. Y rápido. Ful había tolerado sus gustos porque sabía que solo mirando tenía bastante, y los amigos de verdad lo son cuando conocen lo peor del otro y aun así lo siguen siendo. Pero esa opinión iba a cambiar si se enteraba de que había tocado a un niño. Ese camino era muy consciente de que ya había empezado su recorrido. Había dado unos pasos de esa carretera y sabía que ya no tenía manera de desandarlos. Desde que apretó el gatillo todo había cambiado, y mientras ahora camina por esta acera de Barcelona, se dirige precisamente a la encrucijada de caminos.

A lo lejos ya se ve la puerta del banco.

Jessi, oculta debajo de su abrigo negro y una peluca morena, tiene miedo y solo piensa en poder dominarlo lo suficiente como para no venirse abajo antes de tiempo.

Su vida está patas arriba y Arturo ya no está. Ni siquiera va a asistir a su entierro. Ya tendrá tiempo después de ir a llorarlo. Cuando todo acabe. Todos se habían metido en aquel asunto por dinero y este había resultado ser más caro de lo que habían supuesto.

¿Y qué va a hacer con Ful? Su vida era extraña, había estado viviendo con alguien a quien quería de verdad, pero a la vez lo había engañado con él. Ful es el tipo que ninguna mujer habría de conocer en la vida, porque a la misma velocidad con la que te enamoras, te destruye por dentro. Ful es el amor en tiempos de cambios, el sexo en tiempos de drogas y el lugar de destino al que no llegarás jamás. En el fondo, los dos lo saben, pero su atracción es irrefrenable. Hay personas que simplemente tienen una química que les hace juntarse siempre que pueden. Dos imanes muy potentes que cuando están juntos se atraen sin remedio. Y eso que ella vivió la crisis de Ful cuando unas pastis en mal estado casi acaban con su vida.

Después de aquello pareció que todo iba a cambiar, pero no lo hizo, y aunque apareció Arturo en su vida, la química es una fuerza demasiado poderosa como para poder evitarla sin más. Era muy superior a ellos y lo era porque la cosa no podía durar eternamente. Eso hacía que sus encuentros fueran así de intensos. Como cuando vas a un concierto de tu grupo favorito sabiendo que quizá ya no tengas ocasión de volver a ver a aquellos músicos ochentones, porque por ley de vida van a acabar palmando antes de que inicien otra gira. Esa era la sensación de cada polvo con Ful o de cada mamada que ella le regalaba.

Jessi observa las baldosas de la calle mientras se acerca a su objetivo y su mirada cambia. Ella es ahora una mujer segura de sus posibilidades. Solo se lo tiene que demostrar a sí misma.

Ful mira el reloj, que marcaba las catorce con dieciséis minutos. Es la hora. Se levanta del banco donde está y detrás de un árbol se quita la chaqueta y la mete en una bolsa de deporte que lleva en la mano. Tiene una doble función, puesto que allí va a poner la pasta.

Todos tienen una bolsa.

En aquel momento los cuatro amigos caminan por la calle vestidos de policía. Ful, el Pelota y Jessi vestidos de mosso, y Jose vestido de guardia urbano. Todos con gafas de sol y una bolsa en la mano.

A lo lejos, una gran cantidad de sirenas responden a un escape de gas con explosión que varios vecinos han alertado previamente. Tan solo a dos calles del objetivo. Minutos antes, James, con cinco teléfonos móviles a la vez, ha hecho llamadas con los cinco terminales marcando el 112. Con eso ha conseguido que cinco operadores de emergencia distintos tengan la misma llamada de auxilio.

Unos gritos de espanto acaban de convencer a los funcionarios de que aquello va en serio; hay un escape de gas con explosiones y heridos. Cuando descubran que todos han hablado con la misma persona ya será tarde y todos los efectivos policiales de la zona junto con los bomberos y varias ambulancias estarán armando tanto jaleo cerca de ellos que nadie reparará en unos policías que van al banco a alertar de esa fuga de gas.

El propio ruido de las sirenas les hace el favor de la veracidad, pero a una distancia suficiente, por si hay que huir rápido. No puede enviarlos lejos de ellos porque puede ser que alguna operadora ubique su llamada por GPS, y el hecho de estar en la misma zona de la catástrofe vestidos de policía les proporciona un camuflaje perfecto. Siempre hay situaciones de caos cuando se producen esas desgracias. Solo tienes que verlo en las noticias. Incluso en aquella que va a desconcertar a las fuerzas de seguridad buscando unas explosiones con heridos que no existen. A eso le sumas vehículos de bomberos y ambulancias que siempre se envían de manera preventiva y ya tienes el caos organizado. Nadie va a reparar en ellos, y con esa confianza avanzan por la calle hacia su objetivo.

Caminan hacia su destino con finales bien diferentes, igual que el plan. Los cuatro están en lugares cercanos al jaleo, pero distanciados unos de otros. Cada uno de ellos con un objetivo, pero en el mismo plan.

Y cada uno en solitario.

¿Por qué atracar un banco cuando puedes distribuir la faena y puedes multiplicar el resultado? En un banco hay mucha pasta, pero aún hay más pasta en cuatro.

Van a atracar cuatro bancos a la vez.

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