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Primera parte. Parecía un buen plan » 15. La cosa se va a poner negra

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La cosa se va a poner negra

En el despacho donde se realizan las intervenciones telefónicas de la Unidad Territorial de Investigación Criminal de Ponent, la agente Lourdes Ribas es la encargada de las escuchas de una investigación en curso por delito de tráfico de drogas. Está muy atenta a una conversación entre dos traficantes que intentan disimular con palabras ocultas las transacciones de droga. Lleva ya muchos años auscultando las conversaciones ajenas y sabe bien a cuáles de ellas se les tiene que prestar más atención.

Mientras escucha va tomando notas que después trasladará a sus superiores antes de hacer la transcripción completa de las llamadas. Hay jueces que se conforman con las más relevantes, pero otros las quieren todas, así que en ocasiones le toca escuchar y luego transcribir las broncas entre parejas, las listas de la compra o alguna confesión íntima que realiza una persona al amparo de saber que mientras habla por teléfono solo la escucha su interlocutor al otro lado de la línea. A veces piensa que cuando se jubile podría vivir de escribir en sus memorias todas aquellas anécdotas tan personales y que en ocasiones dan para partirte de risa. Ahora, con la obligación del secreto profesional solo las puede compartir con sus compañeros de investigación. Es una profesional respetada y presta atención a todo aquello que pueda relacionar con el delito investigado.

Muchas veces las llamadas se producen mientras está transcribiendo otras anteriores que han quedado grabadas en el aparato. Entonces la atiende de inmediato por si entra por sus auriculares la que los polis llaman «la llamada del millón».

Una señal luminosa en la pantalla del Sistema de Intervención de las Telecomunicaciones la alerta.

Entra una llamada.

Con los cascos puestos, y aislada del resto de la sala, da paso a la señal en forma de tonos hasta que alguien responde. Entonces escucha atenta la conversación bajo el más absoluto anonimato.

La conversación es de las que ella llama «de media tinta». Es decir, que se produce una transacción de drogas rutinaria y no muy importante. Cuando se produce «la del millón» estalla el operativo policial que finaliza con las detenciones. Esta parece ser una más que dará para otro indicio en la investigación que va a hundir en la miseria a los traficantes el día del juicio aunque intenten desviar la atención.

—… Tráeme veinte pantalones y cinco camisas —dice un hombre de mediana edad con acento del país.

La agente apunta:

«Veinte gramos de coca y cinco de heroína».

—… OK. Veinte y cinco —contesta un segundo hombre con acento sudamericano.

La mossa apunta en sus notas:

«Pedido de coca y heroína, confirmado».

—… Para esta tarde, por favor, que tengo una fiesta.

La agente sigue anotando:

«Esta tarde tiene una venta».

Esa información se trasladará a los investigadores de delitos contra la salud pública o de estupas, que montarán un pequeño dispositivo para interceptar ese pase. Van justos, toda la unidad está con el asunto de los dos homicidios, pero la investigación de los sudamericanos ya estaba en marcha y no se podía dejar. Los de estupas van a doblar y triplicar turnos si hace falta, después ya se cogerán fiestas y vacaciones. Pero algo alerta a Lourdes, que sigue escuchando la conversación:

—Oye, después de venir a buscar la ropa, no vuelvas en algún tiempo por aquí —le dice el individuo sudamericano, que responde a Godofredo para los investigadores.

—¿Por?

—El asunto de la prima de Salcedo.

—¿Qué prima, tío?

—Bueno, déjalo, que no llames ni vengas a partir de mañana.

—Oye, que estaba preparando un pedido grande de camisas para la semana que viene.

—Mira, brother, creo que envían a un terminador desde la patria y hasta que no nos digan algo más estaremos cerrados.

Se hace un pequeño silencio.

—Vale, esta tarde me lo cuentas y ya hablamos en persona.

—OK.

Se corta la comunicación.

La agente Lourdes Ribas coge el teléfono y marca la extensión del caporal Alfredo Pujol.

—Oye, vente para aquí que tienes que escuchar esto. Díselo a Rodríguez. Ha entrado «la llamada del millón», pero no de este caso. Es la del tuyo. Creo que el asunto se complica.

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