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Segunda parte. El plan » 39. Las prisas son mala compañía

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Las prisas son mala compañía

Hemos quedado a las doce del mediodía en mi casa. Arturo sigue trabajando en el turno de noche y tiene que dormir un poco. No podemos dejar de hacer nuestra vida para no levantar sospechas y de momento, con la pasta que sacamos del golpe, vamos tirando bien aunque no dé para retirarse.

Mi padre está con sus amigos en el bar y sus partidas de las mañanas no acaban antes de las dos de la tarde. Siempre me da algo de vergüenza que Jessi vea dónde vivo, pero ya ha estado antes aquí, y tampoco ella viene de un palacio. De todas maneras, uno tiene algo de orgullo absurdo que siempre sale en momentos de debilidad.

Todos van llegando y los últimos son Arturo y Jessi. Jose se ha sentado en el sofá grande y el Pelota está a su lado. Saco dos sillas de la cocina para la pareja y yo me siento en la silla de mi padre. Luego la devolveré al mirador de su ventana.

—Bien, os he enviado las fotos para que vierais el objetivo. Lo fundamental será ver qué tienen los chilenos de ropa de policía y a qué precio nos la venden.

—Piden quinientos euros. Por toda la ropa. Parece que la tienen metida en una bolsa y no saben ni lo que hay, pero creo que para tres, tendremos. Al final, el Manazas pedía doscientos, pero se la he sacado por cincuenta.

—¿Y nos la venden así, sin más?

—Sí, creo que a ellos la ropa no les sirve para meter palos en la autopista, prefieren ir solo con placas de policía falsas, que pasan más desapercibidos.

—Está bien, todos pondremos cien euros y la compramos.

Pero no pueden identificarnos. Cuando vayas a buscarla, ponte una gorra y una peluca.

—Y gafas de sol —añade el Pelota.

—Sí, tranquilos, yo me encargo.

Jessi me mira cuando oye decir ese «yo me encargo» de Jose. Leo en sus ojos que si él no se hubiera encargado no estaríamos así. Nunca lo sabremos y quizá Bakary nos hubiera matado a todos. Quizá… Palabras vacías.

—¿Cuándo crees que lo haremos?

—James dice que mejor a final de mes o el primer día de cobro, que los pensionistas sacan dinero y los bancos tienen que tener reservas. Pero creo que será pronto.

—Parece lógico —opina Arturo.

—Recordad que además de la ropa que llevemos, también tenemos que hacernos con algo que nos disfrace. Un banco está lleno de cámaras.

—Sabes que si nos pillan nos jugamos entrar en el talego muchos años, ¿verdad? —dice Arturo.

—Creo que más nos jugamos si nos pillan por haber pelao al africano y a la chiwi, ¿no crees?

—Y aún más si lo hace el asesino, no lo olvides —añade Jose.

—No lo olvido —remarca Arturo, que también denota un tono de resentimiento hacia él.

Seguro que Jessi y él lo han condenado en su casa hasta la saciedad. Si yo he tenido mis dudas, qué no habrán pensado ellos.

El Pelota calla. Sé, y me lo dijo James, que no aguantaría un interrogatorio. El de la pasma se puede arreglar, pero el de un asesino despiadado seguro que no. Nuestra misión es, sobre todo, que no lo pille el psicópata que hayan enviado. Me pongo serio.

—Tened clara una cosa.

Todos escuchan.

—Si nos coge la pasma por un robo nos apretarán para que hablemos. Eso no puede pasar. Nadie declara delante de ellos sin hablar con un abogado, nos digan las mentiras que nos digan. ¿Queda claro?

Todos asienten.

—No nos buscan —remarco, mirando al Pelota, es a él al que le tiene que llegar la información—. Si nos pillan y rajáis sobre el tema de la coca, se acabó. Y no hablo de la cárcel. Entonces nos encontrará un asesino que, por lo que sé, no solo nos matará. Recordad que eso pasará igual, pero primero nos torturará. El dolor puede llegar a ser indescriptible. No los parará estar entre rejas. Nadie puede hablar del asunto del negro y la chica, jamás.

El Pelota se pone rojo, y creo que entiende que eso no puede llegar a pasar.

—Por el banco —sigo habiéndoles— nos pueden caer cinco años, por el asesinato, aunque no seáis autores materiales, sois todos cómplices, y eso son veinte años por fiambre. Pero creo que todos tenéis claro que eso no pasará porque Salcedo se vengará desde Colombia.

Todos asienten. Creo que ha quedado claro. Nosotros hemos de estar preparados para lo que viene. Todos escuchan. Ahora ya solo toca el siguiente movimiento.

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