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Primera parte. Parecía un buen plan » 16. El asunto se complica

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El asunto se complica

Amedia mañana nos hemos reunido en el bar Avenida y nos hemos sentado en la mesa del fondo. Se acaban de ir dos clientes que no eran del barrio y por fin podemos hablar de lo nuestro. Los he tenido que reunir a todos porque la cosa se ha acelerado mucho y nuestra salvación parece ahora más cercana. Todos tomamos una caña a excepción del Pelota, que se toma una clara. Quizá era mejor que no nos viéramos juntos en el barrio, pero tenemos que decidir cosas. Si ahora Pepe pasara por aquí no sé qué pensaría, aunque confío que esté en el trabajo persiguiendo a los malos. Vaya mierda que ahora los malos seamos nosotros.

Gonzalo está metido en la minicocina que tiene detrás del fondo de la barra y es el momento de empezar.

—El mensaje de James dice que esta misma tarde les podemos pasar la droga a unos moros. Creo que son de Terrassa.

—¿Los moros no se dedican al hachís? —pregunta Jessi.

—Creo que se dedican a lo que les entra. Dos kilos de coca casi pura a veinticinco es un precio muy bueno. James dice que son de fiar y pagan. Para mí es suficiente.

—Pues podría venir el puto James a hacer el trato, joder —protesta Arturo.

—Nos hemos metido en un lío nosotros y tenemos que salir de él.

Arturo reniega para adentro. Aún lleva los pantalones del trabajo porque ha salido del curro y se ha venido directo al bar Avenida. Sus ojeras así lo demuestran.

—Será una entrega fácil, iremos Jose, Jessica y yo.

—Y una mierda, si va Jessi voy yo —vuelve a protestar Arturo.

Jose asiente y el Pelota no dice nada. Creo que él se conformaría con borrar los últimos dos días y tampoco protestaría si no le tocara nada del botín. Eso no pasará. Lo dividiremos entre cinco. Jessica no dice nada. No va a discutir con Arturo.

—Está bien, iremos cuatro. Pero necesitamos un coche. No podemos ir con el Fiat del Pelota.

—Yo le pillo el coche a mi viejo —dice Jose.

—Sí, mejor. Es un Nissan de esos 4x4. Pero deshazte de la pipa. Si nos pillan con ella nos comemos el otro asunto. —Intento obviar la palabra «asesinatos».

—No la traeré, tranquilo. Me desharé de ella. Yo tampoco quiero acabar en el trullo de por vida.

Me gustaría creerlo, pero tengo mis dudas. Con tal de que no la lleve encima ya me conformo. Yo sí tiré el cuchillo al lado de Bakary. Llevaba guantes y era mejor no llevarlo encima. En otros palos, a pesar de no haberlos tenido que utilizar nunca y solo los mostramos, siempre quemamos los cuchillos. Lo que queda de un arma blanca sin el mango, derretido por el fuego y sin huellas, se pierde siempre en un contenedor y así no hay riego de repetir con él y que te

entrullen porque alguien se acuerde de cómo era aquel cuchillo.

—Han pasado dos días y la pasma no sabe nada —digo como un susurro a pesar de que en el bar solo está Gonzalo y está limpiando vasos al fondo—. Si hacemos la venta sin contratiempos podremos desaparecer algún tiempo. Creo que todos tendríamos que ir a visitar a algún familiar lejano una temporada.

Todos asienten, creo que cada uno de nosotros está pensando en alguien a quien visitar. Yo solo tengo unos tíos en Almería.

—¿Por qué moros? —insiste Arturo.

—Porque James dice, y creo que tiene razón, que sería demasiado peligroso colocar la droga por aquí. No me fío de los africanos y menos de los sudacas. Y como la chica era sudamericana y ni siquiera sabemos quién era, mejor tampoco a ellos. Los moros de Terrassa son la mejor opción.

Parece que esa explicación convence a Arturo, que se está mostrando el más preocupado. Jose hará cuanto acordemos, mientras que Jessi y el Pelota siguen sin abrir la boca.

—Muy bien. Esta tarde James me dará los detalles, de momento solo tengo esto. —Les enseño mi móvil, donde está el mensaje de James, y todos asienten. Solo es un gesto. El mensaje es escueto y viene muy resumido lo que les he dicho. No tengo intención de que lo lean, pero quiero que estén convencidos. Arturo ni siquiera hace el gesto de mirar.

—Bien, pues hasta la tarde. Aquí para hacer el café a las cuatro y nos vamos.

Saco los últimos diez euros que me quedan y pago las cuatro cervezas y la Coca-Cola del Pelota. Espero que esta tarde los moros no fallen y nos den la pasta. Todo tiene que estar a punto para las siete de la tarde.

A esa hora se hará el intercambio.

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