Frozen

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Capítulo treinta

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CAPÍTULO TREINTA
Anna

Hubo una gran explosión y gritos, y después el sonido de hombres corriendo.

—¡La princesa ha escapado! —gritó alguien, pero su voz sonaba muy lejana.

Poco antes, Anna había sentido que se estaba congelando desde el interior. En el momento en el que Elsa desapareció, las náuseas disminuyeron y empezó a entrar en calor.

«Qué extraño», pensó.

«¡Haz la magia!», dijo la voz de la niña en su mente de nuevo, lo que le provocó un dolor de cabeza momentáneo. Anna intentó bloquear el recuerdo.

«¿Lo recuerdas?», había preguntado Elsa. Le había sorprendido tanto aquella pregunta que no había sabido cómo responder. Estaba claro que Elsa recordaba, pero Anna aún estaba en proceso de digerir aquellos nuevos recuerdos y la información que Hans le había dado. No podía creerse que todo fuera real; ella era la princesa perdida de Arendelle y la hija del rey Agnarr y de la reina Iduna. Pensó en el retrato que había visto de la familia real en el castillo.

Anna oyó su corazón golpearle en el pecho a la vez que empezaba a unir todas las piezas del puzle: la forma en la que Freya había perecido, las visitas infrecuentes ocultas en la oscuridad, el carruaje que la esperaba siempre fuera de la pastelería y el retrato de la reina en el castillo que se parecía de manera extraordinaria a su tía y mejor amiga de su madre.

¿Era posible que Freya y la reina fueran la misma persona?

¿Y era aquella persona su madre biológica?

Con la mirada borrosa vio cómo la cabeza de Olaf rodaba y se unía de nuevo a su cuerpo. De repente, lo vio todo claro: Freya era la reina Iduna.

El muñeco de nieve la tocó con su nariz de zanahoria.

—¿Anna? ¿Te encuentras bien?

Anna intentó incorporarse y responderle. En ese momento, alguien habló.

—¡Príncipe Hans! —Había un guardia inclinado sobre una silueta que estaba en el suelo a unos metros de ella.

—La princesa —dijo Hans con la respiración ahogada—. He intentado evitar que hiciera más intensa la tormenta, pero me ha disparado con su magia. Se... está... escapando.

—¡Mentiroso! —dijo Anna, pero su voz era débil. Poco a poco, empezaba a ver con mayor nitidez la habitación. La nieve estaba entrando a raudales en la mazmorra a través de un enorme agujero en la pared.

Hans señaló hacia Anna.

—También le ha dado a Anna. Su cuerpo entero empezó a congelarse.

Elsa no le había dado a Anna. Se había alegrado al verla. Pero ¿por qué habría huido?

«¿Elsa? ¡Despierta, despierta, despierta! —le ordenó la voz dentro de su cabeza—. ¿Hacemos un muñeco de nieve?»

Era su propia voz, hacía mucho tiempo. Los recuerdos estaban saliendo a la superficie cada vez más rápido. «Tengo que encontrar a Elsa.»

—Señores, ayuden a Anna mientras voy a por la princesa —dijo Hans.

—¡No! —gritó Anna mientras los hombres se agachaban a por ella. Entonces, vio cómo Hans avanzaba con un hombro contra el viento y desaparecía a través del agujero. Blandía su espada, dispuesto a atacar. «Va a matarla —pensó Anna—. Tengo que detenerlo»—. Estoy bien —les dijo a los guardias—. ¡Alguien tiene que parar al príncipe Hans! ¡Va a herir a la princesa!

Los guardias la miraron confusos.

—¡Tras la princesa! —ordenó uno de los guardias y atravesó el agujero. Los demás lo siguieron.

Anna intentó levantarse, pero se sentía como si algo le hubiese golpeado con mucha fuerza. Poco a poco, se desplazó hacia la abertura en la pared.

—Tenemos que encontrar a Elsa antes de que Hans y los demás lo hagan —le dijo Anna a Olaf, pero sus palabras le sonaron raras.

—¡Oye! ¡Tienes los labios morados! —comentó Olaf.

—¿Olaf? Tienes que ayudarme a llegar a Elsa. ¡Es importante! —suplicó Anna.

Olaf sonrió con una sonrisa amplia.

—¡Vale! Estoy listo. ¡Vamos! —Emprendió la marcha delante de ella cruzando la pared.

El paso de Anna era inseguro mientras se abría camino a través de la pared y salía bajo la nieve. El viento soplaba y aullaba con violencia. No podía ver a Olaf a pesar de que este iba justo delante de ella. A su alrededor, podía escuchar cosas rechinando y cayendo. Una ráfaga de viento repentina la empujó hacia atrás. A Olaf lo elevó en el aire y le separó las tres partes del cuerpo.

—¡Continúa tú! —gritó mientras cada una de sus partes salía volando.

Anna colocó un brazo delante de la cara y avanzó contra el viento. Tenía que encontrar a Elsa antes de que fuera demasiado tarde.

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