Frozen

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Capítulo treinta y cuatro

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CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
Elsa

Hicieron falta unos días para que las aguas volvieran a su cauce en Arendelle.

Un nuevo cauce.

El pueblo dio la bienvenida a sus dos princesas perdidas con los brazos abiertos.

Elsa, arrepentida por lo que le había ocurrido a su reino por accidente, trabajó sin descanso para arreglar la situación. Y lo primero que tenía en su lista de deberes era mandar al príncipe Hans de vuelta a su reino.

—Devolveremos a este sinvergüenza a su país —le dijo a Elsa el capitán de uno de los barcos en el muelle—. Veremos qué piensan sobre su comportamiento sus doce hermanos mayores.

—Elsa, por favor, permitidme que solucione las cosas entre nosotros —suplicó Hans mientras lo llevaban al barco. Mostró una sonrisa de arrepentimiento—. ¿Podemos hablar?

—Oh, creo que ya hemos hablado suficiente —le respondió Elsa—. Pero ¿quién sabe? Puede que tus doce hermanos estén dispuestos a escucharte después de leer mi carta. —Llevaba una carta en la mano que le dio al capitán del barco—. En ella les cuento todo lo que ha sucedido aquí. A lo mejor puedes convencerlos de que no te metan en las mazmorras. —La expresión de Hans se congeló—. Disfruta de las Islas del Sur, príncipe Hans.

El capitán empujó a Hans a bordo del barco. En ese momento, Elsa deseó no volver a verlo jamás.

El duque de Weselton, sin embargo, protestó más.

—¡Esto es inaceptable! —Elsa oyó que gritaba el duque mientras lo conducían al barco junto a sus hombres—. ¡Soy una víctima del terror! —añadió—. Me han traumatizado y... ¡aaay! ¡Mi cuello! ¿Podría ver a un médico?

—Podréis ir a ver a uno cuando lleguéis a casa —le dijo Elsa sintiéndose satisfecha—. A partir de ahora y por siempre jamás, Arendelle no volverá a hacer negocios de ningún tipo con «Weaseltown».

—¡Es Weselton! —gritó el duque mientras se lo llevaban—. ¡Weselton!

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