Frozen

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Capítulo tres

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CAPÍTULO TRES
Elsa

Elsa oyó que alguien llamaba a la puerta y se despertó de un sobresalto. El sol vespertino creaba sombras que se proyectaban sigilosas a lo largo de las paredes. Debía de haberse quedado dormida leyendo.

Gerda asomó la cabeza en la habitación.

—¡Oh, princesa Elsa! —exclamó con sorpresa—. No era mi intención despertaros. Solo venía a recogeros para la cena antes de avisar a vuestros padres.

—No pasa nada. Estoy despierta —dijo Elsa estirando los brazos. Si sus padres iban a unirse a ella durante la cena, significaba que la reunión de su padre con el duque de Weselton había concluido y que su madre había regresado—. ¿Por qué no los llamo yo en tu lugar?

Gerda se acercó a la cama de Elsa y se dispuso a estirar la colcha y ahuecar los cojines.

—¡Gracias, princesa!

La habitación de Elsa estaba encima de los aposentos de sus padres, que a su vez se encontraban encima del Gran Salón, donde se serviría la cena. Mientras Gerda recogía, Elsa bajó la escalera, pero se detuvo cuando oyó que sus padres estaban discutiendo. Ellos nunca se peleaban, y se quedó tan sorprendida que acabó escuchándolos a escondidas.

—¡Tiene que haber algo que podamos hacer! ¡No podemos seguir así!

Era su madre la que hablaba.

—Iduna, lo hemos hablado una y otra vez. —Su padre sonaba frustrado—. No tenemos otra opción. Hemos de esperar.

—¡Estoy cansada de esperar! ¡Llevamos demasiado tiempo viviendo así!

—En cuestiones de magia no existen fechas. Él ya nos lo avisó.

«¿Magia?» La magia era algo que estaba en la imaginación de los niños. Era cosa de los libros de cuentos. ¿Por qué hablaban sus padres sobre algo que no existía?

—Estábamos desesperados. No pensamos. Deberíamos haber intentado cambiar sus destinos. Quizá, si acudiéramos de nuevo a Gran Pabbie...

—¡No! No nos pueden ver allí. Hasta tus viajes al pueblo se están volviendo demasiado arriesgados. ¿Y si alguien descubriera adónde vas y a quién vas a ver? ¿Sabes lo que pasaría si la trajéramos?

«¿De quién están hablando?» Elsa se esforzaba por escuchar más. ¿Hablaban del lugar al que su madre viajaba periódicamente? Nada de lo que decían tenía sentido.

—Siempre actúo con discreción, y no voy a dejar de ir. —Su madre sonaba desafiante—. Ya nos hemos perdido demasiado.

—Era la única manera. Tanto tú como yo lo sabemos. La magia se romperá pronto.

—¡Ya han pasado más de diez años y no se ha desvanecido! No es justo para ninguno de nosotros, especialmente para Elsa.

Elsa reaccionó ante aquel comentario. ¿Qué tenía que ver todo aquello con ella?

—Elsa está bien.

—Elsa no está bien, Agnarr. Se siente sola.

«¡Sí! —quiso gritar Elsa—. Me siento sola.» Su madre conocía sus pensamientos más profundos. Tuvo ganas de llorar de alivio. Pero no entendía qué tenía que ver eso con la discusión que estaban teniendo.

—Le presentaremos a más gente. El duque de Weselton mencionó a un príncipe con el que pensaba que podría conectar. La hemos dejado comenzar a asistir a nuestras visitas reales. Lo más importante es que está a salvo. Ambas lo están. ¿No es eso lo que queríamos?

—Merece conocer de qué es capaz, Agnarr.

—Lo sabrá llegado el momento. No hemos visto ninguna señal de que aún pueda...

—¡Aquí estáis, princesa! —Gerda apareció por detrás y sobresaltó a Elsa—. Pensaba que os habíais perdido. Olina tiene la cena lista para ser servida. ¿Habéis avisado a vuestros padres?

—Yo...

Elsa se sonrojó al ver a sus padres salir al pasillo y mirar a Elsa y después a Gerda.

Su madre la besó en la frente.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —le preguntó.

—Acababa de llegar a la puerta cuando ha aparecido Gerda... —mintió.

La expresión de su madre se relajó.

—Te he echado de menos hoy. —Se agarró al brazo de Elsa y comenzó a recorrer el pasillo con ella hacia la escalera—. Quiero que me cuentes lo que has hecho mientras yo estaba fuera.

—No mucho.

Era la verdad. Sin embargo, Elsa sabía que había mucho más que no le estaba contando. Sus padres hablaron sobre cuestiones banales de camino a la cena, pero Elsa no podía concentrarse. Seguía pensando en la discusión que habían tenido y en lo que su padre había dicho. «¿Sabes lo que pasaría si la trajéramos?»

Elsa no pudo evitar preguntarse quién era.

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