Frozen

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Esperó a que Allie soltara un grito, o le golpease, o cualquier otra reacción histérica que le indicara que había comprendido la magnitud de su confesión. Pero lejos de la realidad, Allie permaneció estática, sin respirar agitadamente. Solo sus ojos demostraron que la sorpresa la había tocado. Los tenía abiertos, las pupilas expandidas por el dolor y la rabia, pero nada más.

Ravn se preocupó un poco, y apretó con más fuerza su mano, notándola laxa. «¿Por qué no dices nada? ¿Por qué no rompes este silencio?».

Alzó el brazo para acariciarle la mejilla, pero ella se alejó suavemente, cerrando los ojos. Ravn bajó la mano de inmediato, ignorando lo mucho que el miedo le estrujaba el corazón.

—Ese día me dijo que erais hermanas, me contó toda tu historia. Sabía de sobra que iría a contártelo, así que me hizo callar chantajeándome con decir que yo también tuve parte de culpa cuando FROZE explotó en Australia. Iba a por todas. No estoy muy seguro de qué buscaba con alejarme de ti, pero jugó bien sus cartas —de pronto, todo rastro de culpabilidad se borró de su rostro, y en su lugar, apareció la rabia y el resentimiento—. Por la noche, Sander y varios compañeros más hicieron una fiesta para celebrar que dejaría de ser soltero. Freyka apareció de pronto, pero no estoy seguro sobre qué ocurrió. Bebí tanto que mi mente se nubló, borrando toda imagen de lo sucedido. Al despertar, estaba en la cama con Freyka, y fue cuando decidí que si había accedido tan fácilmente a estar con otra, es que no te quería lo suficiente. Y rompí nuestro compromiso marchándome lejos de Dublín y de ti, lejos de Painei y su maldita sombra.

Ahora fue el turno de él para romper a sollozar. Fue la primera vez que Allie lo veía tan derrumbado, como un niño pequeño que lo ha perdido todo. Estuvo a punto de olvidarse de todo y acogerlo entre sus brazos, hacerle saber que seguía allí, y estaba dispuesta a borrar todo su dolor. Pero no se sentía capaz. Apenas podía moverse de la impresión, el odio y el dolor. Toda aquella historia era tan distinta a como la había imaginado aquél año.

—Lo único que yo no sabía era que todo fue un plan urdido por Painei. Nunca me acosté con Freyka esa noche. Solo fue parte de un juego de tu hermana para que yo mismo me alejase de ti —gruñó, apretando los puños—. Y lo consiguió. Esa jodida perra lo hizo brillantemente. Consiguió lo que quería y siguió adelante con sus planes. Hasta ahora, en los que vuelve a necesitar ayuda. Por eso nos retiene aquí, por eso necesita que permanezcamos cerca. El hecho de que el gobierno nos esté buscando solo le beneficia.

Cuando terminó de hablar un espeso silencio se instaló entre ellos. Allie, con lentitud, separó su mano de la de él y salió de la cama. Ravn la siguió con la mirada, pensando que necesitaba estirar las piernas, pero antes de verlo llegar, ella le abofeteó con fuerza. Dejando la marca de sus dedos sobre su mejilla derecha.

—¡¿Cómo demonios te atreviste?! —chilló, su pecho subiendo y bajando con rapidez, las manos crispadas, los ojos rotos—. ¿Quién coño te piensas que eres para venderme así?

Ravn se levantó rápidamente, encarándola. Aún se frotaba la mejilla con la mano, crispado.

—Yo no te vendí, Allie. En eso te equivocas. Solo hice lo mejor que sabía para no hacerte daño.

—A mí eso no me vale. Una vez te dije que no tenías derecho a decidir por mí. Yo sola podía hacerme cargo de todo aquello, de Painei, y lo sabes muy bien. Entonces, ¿por qué, Ravn? ¿Por qué no pudiste ser claro conmigo en ese momento?

—Estábamos a punto de casarnos, Alyson —explicó él en voz baja—, no era justo para ti. Saber la verdad ensombrecería la felicidad que debía llenar ese día. No quería que me odiaras por lo que hice en el pasado.

Allie miró sus manos temblorosas y retuvo el llanto a duras penas. No podía entender nada de lo que Ravn había hecho, por más que lo intentaba. La había alejado de su vida queriendo, sin decirle la verdad, y había caído en las garras de Freyka únicamente por su insinceridad.

«Es tan injusto —pensó, dándose la vuelta—. Tan injusto que no lucharas por mí hasta el final».

—Allie… —avanzó hacia ella, tocándole el hombro, pero Allie se revolvió como una serpiente y le dio un manotazo—. Joder, no te comportes como una niña herida.

—¡Niña herida! —repitió ella, ya sin aguantar el llanto—. Si solo fuera eso, todo estaría bien —sonrió con tristeza, sus ojos azules inundados por miles de brillantes puntos fríos—. Me vendiste, Ravn. No puedo perdonar eso. Ahora mismo nuestro amor está congelado, no voy a ganar esto. No sé derretir icebergs.

—¿Qué significa eso? —preguntó él con pánico.

Se giró para mirarle, y lo que vio lo dejó estupefacto.

—Hasta hace una hora tenías una oportunidad de recuperarme, pero ya no, Ravn. Se terminó. No puedo con más mentiras. Tú y yo jamás seremos algo otra vez.

25

Kado estaba impresionado por tener a su hijo por fin a su lado.

Hacía seis años que había nacido, pero la oportunidad de conocerle se había visto truncada varias veces por culpa de FROZE y Reik. Sin embargo, en ese momento nadie podría arrancarle de aquella habitación sin luchar duramente.

Tenía el cabello como él, pajizo. Los ojos, en cambio, eran los de Painei y, para su desgracia, también los de Reik. Aunque eso no le molestaba. Solo podía mirarlo, asegurarse de que estaba sano y crecería feliz. Miraba a su madre con devoción, y Kado a él con el corazón palpitándole dolorosamente en el pecho.

—Al fin nos conocemos —comentó, acuclillándose junto al niño, cogiendo uno de sus coches para jugar con él—. He esperado este momento mucho tiempo.

—¿Tú eres amigo de mamá? —preguntó el niño, haciendo chocar el otro coche con el que Kado sujetaba.

—Algo así, no es algo que resulte cómodo. Algún día lo sabrás todo —le prometió, revolviéndole el pelo. Kade sonrió, encantado por cómo le trataba y la atención que le daba—. ¿Tienes hambre? ¿Quieres merendar?

El chiquillo asintió, entusiasmado, y Kado, sujetándole de la mano, lo llevó hasta la cocina. Painei se quedó donde estaba, respirando aire limpio. Sabía que mientras Kade estuviera con su padre, no le ocurriría nada. Por eso le había llevado allí. Necesitaba dejarle en buenas manos.

Lo único que le dolía de todo el asunto era que Kado apenas se dirigiera a ella. Lo entendía, por supuesto; le culpaba del disparo recibido y de su expulsión de FROZE. Reik había hecho un gran trabajo, consiguiendo lo que se proponía. Debía estar orgulloso.

Painei escondió la rabia y el dolor que la embargaban y fue en busca de Mor, con quien tenía una conversación pendiente.

Solo ella tenía la clave para detener los planes de FROZE, y Painei estaba dispuesta a pagar cualquier precio para conseguirlo.

Caminó con lentitud por el camino de hojas que crujían bajo sus pies, y golpeó la puerta de la cabaña donde Mor solía pasar el día. La mujer la instó a entrar con un suave «pasa».

A Painei no le sorprendió que la estuviera esperando con una enorme sonrisa en los labios.

* * * *

—Maldito sistema operativo —se quejó Kelly, mirando hacia la puerta por si alguien entraba de pronto y la sorprendía en sus planes—. Ábrete ya, joder.

Llevaba una hora pirateando todo el sistema operativo de la base de FROZE para copiar la información en un disco duro y vendérselo a los laboratorios más famosos de Canadá. A cambio iban a pagarle una suma considerable, una cantidad que le permitiría huir para siempre sin que nadie descubriera su paradero.

La primera complicación era que no resultaba nada fácil.

Sus conocimientos de informática no eran tan elevados como los de Painei, y puesto que no se fiaba de nadie, le tocaba ir a contrarreloj y asegurarse de que todo estaba bien.

Pasó los siguientes veinte minutos pirateando el sistema mientras daba vueltas por todo el despacho de su padre. Él no estaba, y no llegaría hasta la noche. Puesto que ese día había salido de la isla por negocios importantes, sabía quiénes eran sus verdaderos enemigos.

No obstante, su suerte duró poco. De improvisto, Friederich entró, sorprendiéndola, y al verla sonrió con socarronería y cerró la puerta. Kelly se tensó. Al último que hacía aún en la isla era a Friederich.

—¿Qué haces tú aquí? —quiso saber ella, cruzándose de brazos y permaneciendo junto al portátil para que él no viera nada.

—Lo que tu padre jamás hará —explicó él, acariciándose la barba pelirroja. La mirada que le dedicó no era nada profesional, exudaba lascivia por todos lados—. Presupongo que hackear todo nuestro sistema es de lo más emocionante que has hecho en tu vida, pequeña K.

Se tensó al oír sus palabras. «Así que lo sabe, ¿de qué me sorprendo?». Friederich era un hombre demasiado inteligente, no se le escapaba nada.

—No sé de qué me estás hablando, solo repasaba unas facturas —mintió, aparentando normalidad—. ¿Tienes algún problema con eso?

—Oh, no. Jamás supondrías un problema para esta empresa —sonrió con diversión—. Cometes errores muy tontos. ¿Nadie te enseñó que para joder una empresa como esta antes debes asegurarte de que alguien como yo esté lejos? Sé en qué momento entran en el sistema, quién y desde dónde. Me has subestimado demasiado, Kelly.

A pesar de la tensión del momento y la amenaza velada de su voz, Kelly no dejó de sonreír. Aquello no era más que un reto para su inteligencia. Podría con ello.

—Estás bastante equivocado, Fried. No sé de qué me hablas.

—¿En serio? —alzó una ceja—. Hace media hora alguien ha comenzado a reforzar el sistema, y la base de datos de los ejemplares ha intentado ser forzada en seis ocasiones. Siento ser desconfiado, pero no conozco a nadie más dentro de esta empresa que sea tan iluso de creer que robarnos dentro de nuestra casa, frente a nuestras narices, sea tarea fácil. O que le saldrá bien.

—¿Y por qué has llegado a mí?

—¿Acaso no es evidente? Tus ansias de conquista no tienen límites. A tu padre podrás engañarle, pero no a mí. No cuando las pruebas hablan a mi favor.

Kelly borró su sonrisa de inmediato. No había forma de encarar la situación si no era diciendo la verdad. Ya no tenía cinco años, no podía hacer que los demás confiasen en ella cuando su trastada estaba frente a ellos. Miró la pantalla del portátil y vio que quedaba muy poco para que toda la base de datos de FROZE fuese totalmente destruida, y entonces ella lograría copiar lo que le interesaba en el disco duro.

Pero antes debía ocuparse del hombre que sonreía frente a ella.

—Ay, Friederich —suspiró, apoyándose en la mesa, dejando que su escote se mostrara a través de sus brazos—. Creo que eres un hombre muy inteligente, y como tal, me harás el favor de cerrar el pico y beneficiarte conmigo.

El hombre expresó su respuesta con una risa que le puso el vello de punta. Kelly mantuvo la compostura, pero en su interior, solo deseaba golpear el rostro de ése hombre con fuerza.

—¿De verdad te piensas que necesito dinero? Cuando FROZE lleve a cabo sus planes actuales ganaremos el triple de lo que te han ofrecido a ti. Hacer un trato contigo solo puede llevarnos a perder mucho, muchísimo dinero.

—Entonces, ¿por qué te venderías?

La miró de arriba abajo, el traje negro que acunaba sus curvas con sensualidad, los tacones de charol, el pelo oscuro cayéndole en cascada por los hombros, y sus senos apretados y abultados, y no pudo evitar pasar la lengua por su labio inferior. Desde que Kelly diera el estirón, años atrás, él se sentía fascinado por su belleza. Quería, al menos una vez, tener a aquella mujer entre sus brazos. Y ahora la oportunidad se le presentaba en bandeja.

—Por ti, querida. Mi silencio a cambio de tus favores sexuales.

Kelly se erguió de pronto, tensa. Miró al hombre con la boca abierta, sin creerse lo que le proponía. Ella era la hija del jefe, no podía caer tan bajo. Y, no obstante, allí estaba con la sonrisa torcida y la lascivia pintada en los ojos. Desnudarla con la mirada solo era el preliminar de lo que en realidad quería.

Inspiró hondo, relajándose, y se acercó a él con tranquilidad.

Friederich creyó que había cedido y le pasó la mano por la espalda, deslizándola hasta el trasero, el cual ahuecó. Quedó fascinado por lo mucho que le gustó. Kelly, pasando los brazos por sus hombros, le sonrió con calidez, bateando las pestañas. El hombre era preso de sus movimientos y roces. Perlas de sudor cubrían su frente, y sus labios entreabiertos esperaban un beso que no llegaba.

Kelly se inclinó hacia él, dejando los labios a la altura de su oído, y le susurró lentamente su respuesta.

—El día que alguien como yo se meta en tu cama, podrás decir que has vivido para algo. Hasta entonces, tus labios estarán sellados para siempre.

Friederich frunció el ceño. Iba a apartarla con brusquedad cuando Kelly sacó el bolígrafo que se había guardado en la manga del vestido y lo clavó en su cuello. Él boqueó varias veces, tambaleándose y llevándose la mano a la herida. Se sacó el bolígrafo y lo dejó caer al suelo. Luego la miró como si realmente pudiera matarla a través de ese contacto, mientras Kelly se reía, disfrutando de la escena.

Cayó de rodillas, taponándose el orificio que escupía sangre cada vez más grandes. Sus ojos desenfocados se clavaron en la mujer con horror y odio. Ella aguantó firme, sin perturbarse. No era la primera vez que asesinaba a un hombre.

—FROZE es mía —dijo, uniendo las yemas de los dedos frente a su pecho, sonriendo—. Sé que lo entenderás. Vuestra labor no es más que una forma de hacer beneficios que no tocarán vuestras manos. Tarde o temprano caeréis todos.

Pensaba que él le respondería por cómo movía la boca y movía las manos. Pero Friederich solo sacó su busca e hizo llamar a varios guardias de la isla. Kelly le apartó el aparato de una patada, y el busca se perdió por debajo de un mueble. Con los ojos lagrimeándoles y el aliento cada vez más difícil de conseguir, se derrumbó, quedando inconsciente. Varios minutos después su corazón se detuvo, y nunca más volvió a moverse.

La puerta del despacho se abrió, y los guardias encontraron a Kelly con el traje destrozado y lágrimas en los ojos. Negaba con la cabeza, como en shock. Uno de los hombres se acercó a ella.

—¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Qué has hecho?

Metida en su papel, siguió sacudiendo la cabeza. El hombre le obligó a mirarla, dándole un pañuelo para que secase sus lágrimas, y luego la ayudó a sentarse en la silla. Kelly temblaba.

—Intentó forzarme —explicó entre lágrimas—. Tuve que defenderme. Le clavé algo, no recuerdo qué, pero lo hice para que me dejara tranquila. ¡Yo no quería hacerle daño!

—Tranquila —le acarició el pelo y le pasó su chaqueta por encima para que se tapara—. Llamaremos de inmediato a Essei y el resto de la corporación. Bajemos a la primera planta para que la examinen, ¿de acuerdo?Kelly miró el portátil y se aferró a él con fuerza. Terminaría su trabajo en otra parte, no le importaba, pero nadie debía saber qué hacía en realidad. Asintió y le siguió con lentitud, en actitud afligida, no sin antes echarle un vistazo al cuerpo sin vida de Friederich. Al verlo, el placer se extendió por todo su sistema nervioso. Matar era lo más gratificante que alguien podía hacer.

* * * *

—¿Qué estás diciendo? —Ravn temblaba de pies a cabeza.

Era imposible frenar el miedo que se apoderaba de su cuerpo, de cada músculo y órgano, imposibilitándole moverse hacia Allie y sujetarla por los hombros, zarandearla para que entrara en razón.

Allie no dijo nada, y él se sintió herido y enfadado a partes iguales. Merecía una oportunidad de redimir sus errores, no ser condenado para toda su vida.

—¿Vas a escucharme? —levantó la voz—. Los icebergs no tienen cabida en esta relación. Lo que hay entre tú y yo es mucho más cálido y fuerte que un pedazo de hielo que flota por el mar, a la deriva. ¿Acaso ya no sientes nada por mí? ¿El odio ha contaminado el amor que sentías por mí?

—¡Cállate! —gritó ella, apretando los puños y respirando agitadamente. Las lágrimas llenaban su mirada y la ensombrecían—. ¡No tienes idea de lo que yo siento, y por eso me abandonaste! Porque después de un año no eras capaz de ver todo el amor que me asfixiaba. Jamás pudiste quererme como yo te quise a ti.

Sus palabras fueron un dardo envenenado directo al corazón.

Un disparo en el abdomen le hubiese dolido mucho menos. Vio sus ojos anegados de lágrimas y lo siguiente que escuchó fue su propio corazón rompiéndose en pedazos. El amor que él sentía por Allie era mucho mayor de lo que él imaginaba, y por eso el miedo de perderla para siempre amenazaba con hundirle en el pozo de su miseria.

El único problema es que nunca se lo había demostrado. Incluso cuando le pidió matrimonio lo hizo impulsado por el sentimiento de abandono que sentía que por el amor que le embargaba.

Su corazón jamás había amado a nadie, y él le había pedido que nunca lo hiciera. No quería perder a nadie más, y empujado por ese miedo, Allie se había desvanecido de su vida. Era horrible.

Lágrimas acudieron a sus ojos. Era la primera vez que lloraba en años, y según sus recuerdos, la última vez había sido aún un adolescente. Apartó la mirada, roto y avergonzado, intentando ocultar la debilidad que exudaba. No quería perder a Allie, a ella no. Allie era la persona más importante de su vida.

Si ella faltaba, nunca más volvería a levantarse. Ahora lo entendía, todas las piezas encajaban. La necesitaba más que al aire que inspiraba, más que al corazón que palpitaba dolorosamente dentro de su pecho. Tenía que hacer algo.

—Asumo todo el dolor que te he causado. Fui un imbécil. Solo miré por mí en ese momento. La vergüenza por lo que hice y el miedo a que tu amor por mí quedase a un segundo plano por saber quién era tu familia me empujó a hacer cosas que ahora me han arrebatado lo que más amo —la voz quebrada, las lágrimas mojando sus mejillas y la cabeza gacha, así es cómo lo veía Allie mientras escuchaba sus palabras y su corazón se encogía—. Nada de lo que diga esta noche hará que vuelvas a quererme y que esto funcione de nuevo. Y lo siento, lo siento tanto.

Allie, envalentonada, le giró para enfrentarle y le propinó una bofetada. Ravn dejó de llorar, abriendo mucho los ojos por la sorpresa. Ella mantuvo el brazo en alto durante unos segundos, y luego lo dejó caer y le encaró con los ojos llorosos de nuevo y el labio inferior temblándole.

—Eres un idiota. Hubiese matado hace un año porque me dijeras que me querías. Todo lo que sentía contigo no iba más allá de la compenetración, el respeto y el cariño. ¿Pero amor? Tú nunca sentiste amor por mí, Ravn. Nunca pudiste sentirlo.

—Y si realmente es así, ¿por qué el miedo me consume ahora mismo? ¿Por qué mi corazón sangra? ¿Por qué la idea de vivir sin ti me parece más horrible que la muerte? —gritó, tomándola de las manos y obligándola a que le mirase—. ¿Por qué, Allie? Dímelo.

Ella abrió la boca y movió las manos para que la soltase, pero Ravn no lo hizo. Seguía mirándola con aquellos dos ojos como soles inundados por una lluvia de amor y miedo que tiró abajo todas sus barreras. Dejó de forcejear con él, pero no le miró.

Ravn le secó las lágrimas con los dedos.

—Te quiero —murmuró, y ella abrió los ojos, impactada. Ésa era la primera vez que se lo decía—. Te quiero, Allie. Ahora lo sé, y no cambiará por mucho que pase el tiempo. Esto —dijo, llevando su mano al corazón, para que notara cómo latía por ella— es lo que siento por ti. Tómalo, por favor. No lo dejemos ir de nuevo.

Las piernas de Allie se doblaron y ella tuvo que dejarse caer de rodillas al suelo. Ravn la abrazó con fuerza, y aunque ella mantuvo una postura distante, él no dejó de acunarla. Hasta que gradualmente Allie fue rindiéndose, aceptando sus sentimientos y creyendo en ellos. No podía decirle que no, por mucho daño que en el pasado le hubiera hecho. Olvidar el día de su boda era fácil cuando atesoraba la primera vez que él le había dicho que la quería.

—Somos tú y yo de nuevo —dijo entonces Allie, acariciando su espalda con la mano, notando su calor y recibiéndolo con ganas—. No me vuelvas a soltar, no lo soportaré.

Ravn enmarcó su rostro con las manos y atrapó su labio inferior entre los dientes. Se moría por besarla, pero se contuvo.

Necesitaba cerciorarse de que todo estaba bien al fin, que Allie no le odiaba, que le había perdonado lo sucedido el día de su boda. Miró sus pupilas negras y se sintió desfallecer. Por fin encontraba todo el amor que antes había disfrutado en ellas, por fin Allie accedía a amarle de nuevo sin reparos. Eso era lo mejor del mundo. Lo mejor de su mundo.

—El mundo se puede ir a pique, y a mí pueden reclamarme en el infierno, que nunca soltaré tu mano. Tú eres todo lo que necesito para ser feliz. Ha sido tarde cuando me he dado cuenta, pero cuando te vi en FROZE el corazón me dio un vuelco. Fue como si hubiera muerto de pronto y hubiera revivido en el paraíso —apoyó su frente en la de ella, pegándola más a él—. No tienes idea de lo que me ha dolido cada una de tus palabras estas semanas, lo mucho que me desesperaba acercarme a ti y que tú te alejaras. Cuando te hice el amor en aquella casa abandonada sentí que todo estaba bien de nuevo, que daba igual qué clase de tormenta cayera, yo seguiría apretándote contra mi pecho y amándote aunque no estuviera seguro de lo que guardaba mi corazón.

Allie se aferró a su mano con fuerza y la besó.

El corazón iba a estallarle de felicidad. Eso era todo lo que quería en la vida, todo por lo que había valido la pena luchar. Estar con Ravn era mejor de lo que recordaba. Lo que él le ofrecía eclipsaba con creces la sombra de Reik y su corporación. Ya no sentía miedo, ni resentimiento. Los malos sentimientos que había encerrado en su corazón hacia Ravn habían sido expulsados, y ahora guardaba todo el amor que tanto miedo le había dado seguir sintiendo. «Pero se acabó, él me quiere. De verdad. No me lo diría si no fuera así».

Buscó sus labios y los besó con desesperación. Gimió ante el sabor de su saliva, tan ácida como la recordaba. No había otros labios en el mundo por los que muriera besar. Ravn exudaba masculinidad y ferocidad por cada poro de su piel. Cada vez que posaba su mirada en él deseaba arrancarle la ropa con los dientes y hacerle el amor durante horas. Que le recordara por qué había accedido a tomar una copa con él después de tanto insistirle. En ese momento, cada mentira de Ravn, cada trato trucado, le parecía algo maravilloso. De no haber sido por eso, ahora no estaría muriendo de amor por él.

Bebió de él hasta que su cuerpo ya no podía arder más. Le despojó de la camiseta y arqueó la espalda hacia él, suspirando.

Sentía el hormigueo del placer en la parte baja de su vientre. Lo único que quería era sentirle dentro, deshacerse por completo entre sus brazos. Y como si Ravn hubiera escuchado sus pensamientos, la obligó a enroscar las piernas alrededor de su cintura y la alzó sin notar apenas su peso, pegándola a la pared. Allie gimoteó de placer cuando restregó su erección entre sus muslos.

Ravn sacó su camiseta por encima de su cabeza, acariciando sus senos erguidos, pellizcando sus duros pezones. «Al fin —pensó, incapaz de cortar el contacto entre los dos, mientras hundía la lengua dentro de su boca—, vuelve a ser mía al completo». Y es que a pesar de que ya se habían acostado dos veces desde que volvieran a verse, aquella vez era distinta, porque ella acogía sus sentimientos sin despreciarle, y él sabía bien lo que sentía por ella.

No podía creer en la suerte que tenía. En lo feliz que esa delicada mujer le hacía. La sola idea de perderla, de que se esfumara entre sus brazos, le dolía más que si le quemaran el pecho con lava ardiente. Mil quemaduras serían más soportables que vivir sin Allie, y ahora lo sabía. Los meses pasados con Freyka habían sido casi borrados de su mente, en parte porque con ella solo había estado acompañado, y no había sido amado. No como con Allie. Todos los momentos pasados a su lado estaban grabados en su mente, y ahí seguían daba igual cuánto lloviera o cuando fuego se encendiese dentro de él.

Por eso necesitaba hacerle sentir todo el amor que su corazón palpitaba con ella. Eso le daría a entender que no debía dudar más de sus sentimientos. Nunca más.

Pasó la lengua por su labio inferior, saboreándolo y mordisqueándolo. Allie tironeó de su pelo, echándole la cabeza hacia atrás. Le miró con la pasión inundándole las pupilas. Ravn jadeó, meciendo las caderas sobre ella. Desnudo de cintura para arriba, ella aprovechaba para dejarle un rastro sobre la espalda de sus uñas, varios hilos rosados que cada vez adquirían más color, a medida que ella apretaba.

Ravn siseó. Eso se sentía muy bueno. Restregó su barba de dos días sobre sus senos, escuchándola suspirar. Podía quedarse toda la vida allí anclado, el reloj detenido en un solo momento, sin que las manecillas girasen. Pero entonces se perdería muchas cosas. Allie recién levantada; Allie sonriéndole; Allie regañándole; Allie haciendo un mohín; Allie envuelta entre sus sábanas; Allie corriéndose entre sus brazos; Allie lanzándole todo el amor que sentía a través de sus ojos como océanos. Mientras el mundo seguía adelante, él la amaba en silencio, solo roto por leves jadeos y nombres que se alzaban sobre sus cabezas. ¿Cómo pretendía quedarse allí parado si todavía tenía que conocer y vivir tantas cosas al lado de ésa mujer? Como verla crecer, envejecer a su lado, sin que nadie la dañase de nuevo.

Él iba a protegerla para siempre. Cubrirla con el acero más duro y calentarle los huesos con su amor. Así era como haría feliz a Allie, incluso si ella, con su cabezonería, se negaba al principio.

Nunca más soltaría su mano. Por fin lo sabía, por fin confiaba en sí mismo.

—Alyson —murmuró, atrapando sus labios, lamiéndole lentamente el inferior mientras la aupaba, aguantando todo su peso. Ella echó la cabeza hacia atrás y cogió aire. Él aprovechó para morderle la clavícula—. Quédate conmigo —suplicó—. Para siempre.

—¿Siempre?—Hasta que me muera. Y te obligaría a venir conmigo, pero estoy seguro de que tendrías que seguir haciendo felices a muchas personas. Pero te pido que luego te reúnas conmigo, y sigas haciéndome el bastardo más afortunado que alguna vez ha existido.

Sonrió, acariciándole los labios con los dedos; eran suaves y estaban resbaladizos. «Toda la vida atrapada en ti, y sigo teniendo miedo». Cerró los ojos, dejando la mente en blanco, y al abrirlos de nuevo, encontró aquel oro fundido que brillaba como el sol en mitad de la habitación.

«¿Pero y qué si tengo miedo? La vida es un momento efímero, restallas de sentimientos, de pasiones y de miedos. Funcionamos por el corazón, en todos los sentidos. Y yo te quiero».

—Te quiero —dijo entonces en voz alta, y sus párpados se abrieron lentamente, a la par que sus labios se curvaban en una enorme sonrisa—. No me sueltes nunca y derretiré todo el hielo que ha congelado nuestro camino juntos. La pasión, el miedo, el rencor… Yo lo guardo todo para ti. Todo y más —enmarcó su rostro entre las manos y lo acercó más, hasta mezclar ambos alientos—. Te quiero, Ravn. Ahora ya no tengo miedo de eso, porque sé que tú sientes lo mismo.

Los ojos de él volvieron a humedecerse. El miedo había quedado lejos, y ahora quería llorar de felicidad. Toda la vida luchando porque alguien le necesitara en el mundo, y por su miedo y sus malos recuerdos, casi había perdido a la única persona que lo había amado y le amaría hasta el fin de sus días.

FROZE, el gobierno y Freyka podían desaparecer del mundo, y él seguiría amando a Allie hasta que no le quedara vida. Así quería que fuese.

Terminó de desvestirla con dedos ágiles, apenas movilizándola. No sería agradable y condescendiente con ella, como otras veces. El deseo que sentía le abrumaba, y necesitaba vaciarse de toda esa lascivia que ella prendía en él. Ni siquiera se molestó en desvestirse. Bajó la cremallera de sus pantalones y acomodándose mejor, con las piernas de Allie ancladas a su cadera, se enterró en su cuerpo de nuevo, con el aire abandonando sus pulmones.

Allie jadeó. La pared le arañaba la piel de la espalda, pero no le importaba lo más mínimo. Solo sentía a Ravn en su interior, envolviéndose de su fragancia, de la saliva que quedaba como rastro de sus besos. Eso era lo que más deseaba. El resto desaparecía bajo ellos, no veía más allá de la mata de pelo oscuro que agarraba con fuerza, tirando y arañando su cuero cabelludo.

La tomó de las caderas, meciéndose sobre ella. Resbaladiza y cálida, así era Allie. Le enloquecía, le propulsaba a un paraíso en el que había estado pocas veces. Todo lo que su mente procesaba era el sabor de ella, sus labios buscándole con desesperación, los tobillos trabados en la base de su espalda mientras se apretaba más a él.

Desataba toda su furia con ella. Furia por haber perdido tanto tiempo aquella pasión que le desbordaba. Embestía con energía, y Allie lo recibía sin quejas, solo con jadeos y gemidos pasionales. Se detuvo un momento, justo cuando empezaba a notar el orgasmo, y la miró a los ojos; azul oscuro con motas grises y doradas que nadaban por sus irises como si hubieran pagado por estar toda la eternidad allí. Y el corazón le dio un vuelco.

Él también nadaba en su océano, desde el primer momento en que la vio, sin remisión.

—No quiero salir jamás de tu océano —graznó a sabiendas de que ella no le entendería—. Deseo hundirme en tus profundidades y anclarme de por vida allí. Eso me basta —capturó sus labios—, me basta.Reanudó sus movimientos, acariciando su costado, recorriendo el contorno de sus costillas, y segundos después, cuando ella le mordió el hombro nada más llegar al clímax, se derramó en su interior en sacudidas nerviosas. Liberándose de todo el amor que ya no tenía miedo a guardar en su corazón.

Ambos se dejaron caer en el suelo, de rodillas. Ella respirando con dificultad, él enterrando la cabeza sobre el hueco de su cuello. Los latidos de ambos se acompasaban. Allie le acarició la espalda, la nuca, el cabello. No había ser más perfecto que Ravn.

—Te quiero —solo pudo decir, abrumada por la cantidad de adrenalina y sentimientos que la saturaban por dentro.

Ravn, emocionado, tomó su rostro entre las manos y la besó.

Para él, aquella era la respuesta válida a sus palabras.

—Estás preciosa, princesa —miró sus ojos azules una vez más y fue como si notara las olas del mar golpeando su rostro—. Yo también te quiero.

Allie iba a decirle que la llevara de nuevo a la cama, para sentirle de nuevo en su interior, pero la puerta de la habitación se abrió, y por ella entraron Painei y Kado, ambos con los ojos muy abiertos.

Se apresuraron a cerrar la puerta, pero la ira hirvió en el pecho de Allie, y vistiéndose de nuevo, cogió sus zapatos y salió de la habitación sin escuchar las advertencias de Ravn, que ya sabía lo que pretendía hacer.

 26

Painei se sentía un tanto confusa por lo que había visto.

No había esperado una reconciliación tan pronto, pero si Allie había caído al encanto de Ravn se debía, seguramente, a que ya sabía toda la verdad. Y cuando su gemela apareció en el salón con las mejillas encendidas y la mirada entrecerrada, sus dudas se evaporaron.

—Lo sé todo —le dejó claro Allie, un leve rastro de rencor en su tono—, y pienso destrozarte por eso. Sabías lo que sentía por Ravn y aún así me lo quitaste. ¡Sabías que no tenía a nadie en el mundo más que a él y me dejaste creer que me había engañado!

—Alyson… —intentó calmarla, pero su hermana no estaba dispuesta a escucharla.

—Eres el ser más rastrero que he conocido en mi vida. Casi no puedo creer que seamos idénticas por fuera y tan distintas por dentro —escupió—. Tú has crecido con todo lo que querías, mientras que yo he vagado de un lado para otro preguntándome de dónde procedía. Y tú, sabiéndolo, te callaste. Ni siquiera te remordió la conciencia quitar a Ravn de mi trayectoria. ¿Tanto me odias que tenías que asegurarte de que me hundías para siempre?

—Eso no es cierto. Deja de ser injusta conmigo —graznó Painei, nerviosa y asustada a partes iguales—. Yo jamás querría hacerte daño.

—Pues para no querer no solo me arrojaste al fuego que mató a nuestra madre, sino que también me quitaste al hombre que amaba. Nunca me has dado la opción a tener una familia como la que tú tuviste.

—Reik no es tan buen padre como crees. Y yo jamás te arrojaría a ningún fuego, maldita sea —aquella afirmación por parte de Allie había sido una dura bofetada—. Lo que ocurrió ese día fue un juego de niños, una riña estúpida. ¡No podía saber que desaparecerías!

Allie se negaba a escuchar la lógica de sus palabras. No podía. No quería. Lo único que su mente oía era el dolor de su corazón, el rencor y la rabia por saber que era su propia hermana la culpable de todas sus desgracias.

—¿Entonces por qué fuiste tras Ravn? —gritó, y justo en ese momento el aludido entró en el salón, solo con los pantalones puestos. Allie le empujó lejos al ver que pretendía sacarla a la fuerza—. Tú no me pongas las manos encima —le dijo, con lamirada enloquecida—. Esto es entre Painei y yo.

—¿Vas a culparme por todo? —preguntó con voz temblorosa la mujer—. Lo de Ravn fue necesario. Debías viajar a FROZE y conocer tus orígenes.

—¿Fue por eso que lo hiciste? ¿Solo buscabas la forma de ahorrarte hablar conmigo y contarme quién eras?

—¡No! Solo es uno de los motivos. ¿No lo ves? FROZE te pertenece tanto como a mí. Es tu proyecto.

—¡FROZE jamás sería mi proyecto! —bramó, apretando los dientes—. Siento vergüenza de pertenecer a tu familia, Painei. Y lástima; mucha lástima.

—Allie… —Ravn intentó de nuevo detenerla, sin poder creer todo lo que decía, pero ella le dio un codazo en el costado y le fulminó con la mirada—. Painei no es tu problema.

—¡Claro que lo es! Deja de defenderla. Ella ha destrozado todo lo que me hacía feliz.

Painei sacudía la cabeza, articulando palabras sin sentido.

Era la primera vez en su vida que no sabía cómo manejar una situación. Deseaba poder calmar a su hermana y decirle toda la verdad, pero nada salía de su garganta, las palabras se atascaban.

Inspiró hondo varias veces, notando el corazón acelerado. ¿Por qué sentía el pánico quemándole las venas?—¿Realmente piensas que yo querría hacerte infeliz? Tú no sabes lo que es eso, tú no has pasado lo que yo. La culpa de tu desaparición siempre cayó sobre mí. Reik me ha castigado cada maldito día de mi vida —miró de soslayo a Kado, que silencioso, permanecía alejado, pero dispuesto a intervenir si era preciso—. Y yo también me he arrepentido de lo ocurrido, pero FROZE no da opción a lamentarse, hay que detenerla, y eso es lo que llevo haciendo desde hace años. Ravn solo era una pieza más del puzzle, una muy importante.

—Oh, y yo soy quien sobra en el puzzle, ¿no es cierto? No tengo tanto valor en la familia que se supone que ha llorado tanto mi pérdida. Ni siquiera Reik barajó la posibilidad de tener a su otra hija frente a él. Siempre serás tú quien acapare la atención de todo el mundo, así es como te gusta vivir, Painei. Si tú no estás en primer lugar, los demás deben ser eliminados. ¿Desde cuándo te empezaste a fijar en Ravn?

Painei parpadeó. Kado pasó la mirada de una mujer a otra, buscando la verdad o la mentira de esa pregunta, y Ravn, sorprendido, avanzó unos pasos hacia Allie, que esa vez permitió que la tomara de la cintura.

—No sabes qué dices.

—Metiste a Freyka en la cama de Ravn porque preferías que se fuera con una puta antes que conmigo. Deja de fingir.

—La metí en su cama porque si él creía que te había engañado no se casaría contigo. Él no debía casarse contigo, Allie. Si me dejaras explicártelo…

Allie le abofeteó. Painei trastabilló, y Kado la sujetó con fuerza, sosteniéndola sin abrazarla, pues sabía que no se lo permitiría. Era así de orgullosa.

—No quiero oír tus mentiras —le advirtió Allie al borde del llanto. Ignoraba cuánto aguantaría así.

—Ellos no se acostaron. Pagué a Freyka para que fingiera y le quitara la ropa a Ravn, pero no le tocó. Eso es lo que pacté —explicó con voz débil—. Si él se marchó con ella es cosa suya. Yo no le pagué a él también para que lo hiciera.

Esa realidad golpeó como un mazo a Ravn. Todo era mentira. Había creído, durante un año, que había tocado a otra mujer con la que luego entabló una relación basada en el más absoluto engaño. ¿Cómo había sido tan imbécil? ¿Cómo le había engañado Freyka de esa manera?

Se sentía estafado. Miró el pelo rubio de Allie, sus mejillas húmedas, y el corazón le dio un vuelco. Perdió a la mujer que amaba por un engaño de otras dos mujeres a las que había apreciado alguna vez. En ese momento solo sentía un profundo desprecio por Freyka y Painei.

—Tú lo manejaste todo para beneficiarte, te dio igual a quién pisaras por el camino. ¿Cómo puedes afirmar que no lo hiciste con alevosía? —intentó avanzar hacia ella para zarandearla y sacarle las palabras a la fuerza, pero Ravn la sujetó con fuerza, sin soltarla a pesar de que se revolvía constantemente—. Voy a destruirte junto a FROZE, y cuando lo haga, borraré por completo todo el dolor que me has causado a lo largo de los años.

—Allie —Ravn la giró para que dejara de decir esas cosas—, cálmate.

Ella lo empujó con fuerza y se marchó de la cocina. Ravn lanzó una mirada de advertencia a Painei para que no la siguiera. La mujer lloraba tan silenciosamente como lo había hecho Allie. No podrían negar jamás que eran gemelas, y el dolor causado por la otra dolía el doble.

Sin fuerza en las piernas, se dejó caer en la silla y enterró el rostro entre sus brazos. El corazón le dolía tanto como el día en que murió su madre, y sabía que esa vez no pasaría con el paso de los años. Iba a pesarle siempre.

* * * *

Decidieron ir al piso de Allie, arriesgándose a que el gobierno les buscase allí. Ravn se ocupó de conducir viendo que ella estaba muy nerviosa, y tapó todas las ventanas, así como cerró la puerta, asegurándose de que nadie les molestaría. Desconectó el teléfono y preparó un té para Allie.

—Cálmate —le pidió, acariciándole la mano—. Todo ha pasado ya, no vale la pena lamentarse.

—¿Lo dices tú cuando también has sido víctima de sus malas artes? Dios mío, no puedo aceptar que mi propia hermana dispusiera todo para que me dejaras.

—También fue culpa mía, no fui claro contigo ese día. Podría haber hablado con Freyka, pero no llegué a la conclusión de que Painei jugaría tan sucio.

—Te marchaste con Freyka después de eso —dijo, sorbiendo por la nariz. Apartó el té, sentía el estómago revuelto.

—Lo hice —asintió Ravn, mirándola con arrepentimiento—. No quería estar solo —confesó.

—¿Por qué hizo todo esto? ¿Por FROZE? No lo entiendo, ¿qué la ata a esa maldita corporación?

—FROZE es un proyecto de varias personas. Vosotras dos sois las herederas de la empresa —explicó él, acariciándole el pelo. La atrajo, dejando que se apoyase en su pecho, y le frotó la espalda mientras hablaba—. Quizás pretendía que no te quedaras con parte de ella.

—Jamás aceptaría estar al frente de la corporación. No quiero saber nada de ella. Ya fue suficiente con vivir dentro de ella y saber las cosas tan horribles que hacen.

—Solo hemos visto la punta del iceberg. Era mi investigación y he tenido que dejarla. También yo he sido víctima del poder de FROZE. Su sombra se extiende por todo el mundo. Nadie iría en contra de la corporación si quieren seguir teniendo lo que les pertenece.

Allie se incorporó, irritada. Ravn le besó entre los omoplatos, queriendo tranquilizarla. Estaba demasiado tensa.

—A lo mejor deberíamos empezar a destapar los secretos de FROZE —meditó Allie, dándose la vuelta. Ravn la miró sin comprender—. Copié varios archivos del portátil de Painei a mi BlackBerry, seguro que encontramos algo de utilidad.

—Así que robándole a tu propia hermana —no lo dijo reprochándoselo, solo le sonrió a medias, sintiéndose un poco orgullosa de ella.

—Sí. Y no me arrepiento. Painei no se merece la confianza de nadie.

—Ella solo intenta hacer lo mejor.

—¿Vas a defenderla?

Ravn suspiró, tirando de ella para volver a abrazarla. Ahora que lo suyo estaba de nuevo unido no quería separarse de Allie en la vida. Necesitaba sentirla cerca de él todo el tiempo, cerciorarse que era real y no un sueño del que despertaría en cualquier momento.

—Claro que no. A mí me ha hecho mucho daño separándome de ti. Asumo mi parte de culpa en lo sucedido hace un año, pero conozco a Painei mejor que tú, y sé que nunca haría nada en beneficio propio. Ella no es de esas personas.

—No estoy muy segura de si me gusta que la conozcas tanto —confesó Allie frotándose la frente con la mano. Estaba muy cansada, y un dolor de cabeza comenzaba a despertar en ella—. Quiero terminar de una vez con esto.

—Va a costar, pero lo conseguiremos —le aseguró Ravn, atrayéndola para besarla—. Prepararé un baño para que te relajes. Como hacía antes, ¿recuerdas?

Allie se relajó un poco, casi sonriendo. Asintió y se metió en la cocina para dejar la taza de té, dándole vueltas a lo ocurrido.

La rabia seguía revoloteando en su interior. No soportaba la idea de pertenecer a una familia y a una empresa como lo era FROZE. ¿Ella también se convertiría en uno de ellos?

Sacudió la cabeza, alejando todos esos pensamientos de su cabeza, y subió al piso de arriba para ver cómo le iba a Ravn.

Él, arrodillado en el suelo, comprobaba la temperatura del agua. Allie sintió una punzada de melancolía al recordar cuántas veces había compartido un baño con Ravn en esa misma bañera.

—Listo —se levantó, secándose las manos con una toalla, dibujando una enorme sonrisa—. Vamos.

—No hace falta que te asegures que me meto en el agua —ronroneó ella al ver cómo se quitaba la camiseta—, ni que te metas conmigo.

—Quiero darme un baño contigo —dijo, besándole el cuello. Sus manos atraparon el borde de su camiseta y tiró de ella para sacársela por la cabeza—. No me niegues eso.

—No creo que eso sea lo mejor que podemos hacer ahora mismo —comentó Allie dándose la vuelta y echándose la melena sobre un hombro. Ravn creó un reguero de besos desde su nuca hasta la base de su espalda, aprovechando para quitarle los pantaloncitos y las braguitas—. Hablo en serio.

—Yo también. Deseo esto, te deseo a ti.

Acarició sus piernas, ascendiendo lentamente hasta toparse con su trasero. Allie dejó escapar un suspiro. Sonriendo, Ravn se incorporó, terminó de quitarse la ropa y la metió en el agua con delicadeza.

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