Frozen

Frozen


Portada

Página 8 de 20

Aquellas palabras fueron el detonante para su orgasmo. Sintió una ola caliente extenderse por su vientre, subiendo a través de sus piernas y su sexo, y segundos después se corría, clavando sus largas uñas en la piel de su espalda. Gritando y retorciéndose.

Clamando a los dioses que la liberaran de esa presa que amenazaba con partirla en millones de pedacitos pequeños.

Ravn, encantado por sus mejillas sonrosadas y sus labios mordidos, siguió meciendo las caderas vigorosamente. Y ella lo acogió sin rechistar, sin soltarle y sin dejar de mirarle fijamente, curvando los labios en una inmensa sonrisa. Y minutos después él la siguió con un orgasmo que lo partió en dos, naciendo desde la base de su espalda y eclosionando en su mente, en su pecho, en sus extremidades. Se liberó en su interior, mordiendo la colcha y siendo acogido por los brazos delicados de Allie. Movió las caderas un poco más, hasta que su orgasmo hubo cesado, y se quedó allí tendido, sobre ella, buscando su calor desesperadamente.

—Ha sido genial —Allie le acariciaba el pelo y le besaba los hombros, el cuello, el rostro.

—Mejor que eso, pequeña —aseguró, incorporándose un poco para mirarla—. Hacía tiempo que no me sentía tan…

—Acompañado.

Asintió, besándole la punta de la nariz.

—Te he extrañado demasiado. Te he necesitado a mi lado tantas veces… —admitió, tragando saliva al descubrir que se estaba abriendo con ella, como solía hacerlo antiguamente—. Yo…

—Shh, no digas nada —ella colocó un dedo sobre sus labios—. No quiero hablar de eso ahora. Estropear este momento…

—Pero tenemos que hablar, Allie —insistió—. Tenemos que…

—Hay tiempo para todo, Ravnei. Ahora necesito que me arropes, no que rompas la magia. Quédate conmigo esta noche. Solo una tregua de un par de horas, y luego… Luego ya se verá.

Él asintió. Salió de su cuerpo y se acomodó mejor en la cama, atrayéndola para no perder su contacto. Allie apoyó la cabeza sobre su pecho y suspiró, igual que una gatita recién alimentada. Se sentía tan bien allí, que no quería que pasara el tiempo, solo que se detuviera justo en ese momento.

—Mañana tenemos que enfrentarnos a demasiadas cosas —comentó Ravn, colocando una mano detrás de su cabeza y mirando el techo—. Nunca pensé que llegaría a vivir todo esto.

—Nadie espera nunca que le pasen cosas malas o raras —dijo ella—. Deseamos que todo vaya bien, que los malos momentos no sean tan malos y pasen rápido. Y, no obstante, seguimos cayendo una y otra vez en la piedra llamada esperanza.

—Quizás por eso hemos terminado aquí, en FROZE. Quizás es nuestro destino.

—¿Tú crees?

—Intento que sea así, aunque la fe se va por momentos. No es que estemos a salvo aquí abajo. Por desgracia, no las tenemos todas con nosotros.

—Averiguaremos qué ocurre, y luego volveremos a nuestras vidas —murmuró ella, besándole el pezón.

Ravn no pudo evitar suspirar. Ella, perceptiva, notó que algo no andaba bien.

—¿Qué ocurre? —se interesó—. ¿Todavía necesitas un poco más?

—No es eso, Allie.

—¿Entonces?

Él la miró un momento, y se sintió terriblemente culpable.

—Hemos vuelto a hacer las cosas del revés: primero nos acostamos y luego solucionamos nuestros problemas.

—Un polvo no significa nada —dejó escapar ella.

—¿Un polvo? ¿Eso es lo que significa para ti? —inquirió.

—Bueno, no estoy segura —murmuró, apartándose un poco—. ¿Qué más da? Solo déjalo estar, Ravn. Hablaremos mañana. Ahora estoy borracha, y cansada, y…

Sin embargo, él saltó de la cama, se puso los bóxers y la miró fijamente.

—A lo mejor soy el gilipollas más grande de este mundo, pero tú jamás has sido ni serás un polvo, Allie. Te prometí que me ganaría tu perdón, pero creo que he empezado mal.

—Ravn…

—No, Allie. Tienes todo el derecho del mundo a estar molesta, pero yo también puedo enfadarme porque me trates como un pedazo de carne en tus noches frías. Si tanto me odias, ¿por qué te has acostado conmigo? ¿Uh? —ella no respondió, y él rió con amargura—. Ya veo. Querías que sintiera lo que es necesitar a una persona y que te bote como a un perro.

—Eso no es cierto —se defendió de ella—. Si he estado contigo esta noche es porque…

—Cállate —espetó de malos modos—. No necesito de tus mentiras ahora mismo. Bastante mal me siento ya. Eso es lo que querías ¿no, Allie?

La mujer sacudió la cabeza, incapaz de comprender por qué llegaba a ese tipo de lógicas cuando ni siquiera la dejaba explicarse. Por supuesto que ella no quería castigarle de ningún modo, indiferente de cómo se sintiera respecto a él. Solo necesitaba saber qué demonios había dentro de su corazón, qué tenía más peso: si su amor o su odio.

—Sí, Ravnei, eres el gilipollas más grande de este mundo. Acabas de romper el principio de una relación cordial entre los dos. Ahora puedes quedarte ahí y comportarte como un hombre dolido que necesita buscarse excusas para discutir. Porque ¿sabes? Yo no me abro de piernas a quienes quiero hacer daño. Soy mucho más elegante en cuanto a venganzas, Ravn, y tengo armas mejores para hundirte en la miseria. El sexo no es una de ellas.

«Maldita sea», él sabía eso, pero se sentía muy confundido en ese momento, sin saber a dónde dirigir la situación. «La he vuelto a cagar, pensó con frustración. Ella me odia aún más ahora. ¿No tengo remedio, acaso? Joder, joder, joder».

12

Painei empujó la puerta de emergencias con el pie y salió antes de que alguien escuchase cualquier ruido y se acercase a vigilar. FROZE sur, la ciudad que se escondía en las entrañas de la isla, la recibió con un abrazo demasiado oscuro para su gusto.

El ambiente allí abajo no era el mejor, teniendo en cuenta que nunca lucía el sol y que los edificios estaban desprovistos de vida, a excepción de unos cuantos que todavía estaban rezagados en cuanto a movimientos de la corporación.

Hacía mucho tiempo que no bajaba allí, exactamente cinco años, y eso trajo pensamientos y recuerdos a su mente que no deseaba tener en ese momento. Ya lo pasó mal en su momento como para tener que revivir su peor pesadilla de nuevo. No obstante, la seguridad del mundo estaba en sus insignificantes manos. Solo esperaba que todo saliese bien.

Cerró bien la puerta de la torre central y bajó camino a la taberna de la ciudad. Allí se movía todo el mundo, sobre todo cuando estaba a rebosar la ciudad, y si alguien podía ayudarla a su labor, eran esos grandes milagros que caminaban, ciegos de información, por el mismo suelo que ella pisaba en ese momento.

Echó un vistazo al lugar, dándose cuenta que estaba más muerto de lo que creía. Una gran suerte para ella, o eso quería saber. Ignoraba la ubicación de los demás instrumentos de sus padres, pero no quería saberlo. Solo destruirlos.

Palpó debajo de su chaqueta, notando el bulto de sus dos pistolas semiautomáticas y las dagas que no se alejaban de ella nunca. 

Sonrió. Iba bien armada para la pelea, sería suficiente por ahora.

* * * *

—¿Tú hablas de dolor? —inquirió él, pasándose una mano por el pelo—. Demonios, Allie, eres más ilusa de lo que creía. Pensaba que de los dos eras tú quien se metió de lleno en esta ciudad para arrancarse el corazón del pecho.

—Por tu jodida culpa, sí —espetó entre dientes. Agarraba con fuerza la sábana que usaba para cubrir su cuerpo desnudo. Se negaba en rotundo a que él siguiera viéndola desnuda, aunque minutos antes todavía estuviera haciéndole el amor.

—Me temo que ahí difiero. Yo no te obligué a que entraras aquí. Lo hiciste por propia voluntad. Eres una mujer inteligente, sabías de sobra que el dolor pasaría. Además, nunca me dijiste que me querías. Ni una sola vez, Allie. ¿Quién podía pensar que iba a destrozarte tanto quedarte sin una estúpida boda?

Sus palabras fueron varios puñales en su corazón. Ella nunca había pensado que casarse fuera estúpido, sobre todo cuando se trataba del hombre que había querido más en ese mundo. Llegar al matrimonio, aún cuando era un papel estúpido, simbolizaba una unión eterna, dos personas que deciden unirse de todas las formas posibles para vivir el resto de sus vidas. ¿Por qué, entonces, él era incapaz de ver eso?

—Si solo fuera la boda, Ravn, únicamente te hubiera pinchado las ruedas del coche —dijo lo más serena que pudo—. No lo ves con claridad, ¿verdad? Yo te quería. Te quería con todo lo que eso significaba, y estaba dispuesta a estar contigo, a ser tuya, ante la ley y ante un Dios en el que no creo. Y me defraudaste como hombre, Ravn. Mataste todo lo que alguna vez sentí por ti, sin piedad. Demostraste que solo te importas tú. Otra vez. No te imaginas lo que es ver que la persona por la que lo darías todo te pega la patada y ni siquiera te da un motivo por el cual te abandona.

Ahora era su turno para sentir cómo un puñal se le clavaba bien en el centro, justo en el pecho. Había sido un completo imbécil, y aunque le costaba asumirlo sin decir la parte de la historia que faltaba, necesitaba salir de aquello de inmediato. Se había prometido a sí mismo ser lo más elocuente con aquél tema, pero viendo cómo iba el camino que volvía a cruzarse con el de Allie, cada vez se sentía más perdido. No estaba muy seguro de cómo terminaría la cosa. Esperaba que no demasiado mal, bastantes cosas negativas había ya en su vida.

—¿Y qué demonios puedo decirte yo a eso, si mis disculpas no te sirven para nada? —preguntó.

—La verdad, Ravn. Dime la verdad y avanzaremos, porque te juro que estoy volviéndome loca para descubrir qué fue aquello que te impulsó a borrarte del mapa de la noche a la mañana. ¿Tan poco me querías?

Tragó saliva al ver cómo sus fuerzas se venían abajo y sus ojos azules se anegaban de lágrimas. Era la primera vez que veía a Allie de esa forma tan quebradiza, y le causaba mucha impresión. Se sentía un completo miserable.

—Ya te dije la verdad —respondió, apartando la mirada para que no descubriese que escondía demasiado dentro de él con respecto a su abandono—. No te quería.

—No me creo eso, Ravn —afirmó con rotundidad—. ¿Sabes por qué? Porque soy en la única persona en quien has confiado en toda tu vida, me permitiste ver qué había dentro de ti y dejaste que te salvara de tu infierno personal. Yo, ¿cierto? Si realmente no me hubieses querido, jamás habrías hecho todo eso.

Tenía razón, lo sabía, pero precisamente por eso sentía ganas de bajar las escaleras, coger las botellas de licor que quedaban y bebérselas todas de seguido hasta caer inconsciente. Seguir en presencia de Allie, discutiendo de algo que había enterrado mucho tiempo atrás, no era buena idea. No podía controlar lo que se dijeran.

—Ves lo que quieres ver —rechazó él, sintiéndose aún peor ante esa declaración—. La realidad es muy distinta, Allie.

—Sí, lo es. Esta noche nos hemos acostado como si nada, porque queríamos, sin nada de por medio ¿no, Ravn? Sin embargo, eso no es lo suficientemente bueno para ti. Quieres que te perdone, que ahora que has dejado a tu puta vuelva a ti como si nada. Sinceramente no te entiendo. Ni siquiera sé por qué me llevaste contigo —apretó con fuerza el manojo de sábana que estrechaba con fuerza en su puño—. Y no me sueltes otra vez el rollo de tu investigación y los asesinatos que aquí se cometen. A fin de cuentas, hubiese llegado un momento en que no sentiría nada, y morir o no me hubiese dado igual.

—Suenas demente —gruñó Ravn—. ¿Morir? ¿De verdad quieres llegar a eso?

—Oh, no. Solo busco una forma lógica de explicar lo que tú no puedes. Yo no habría muerto, sé pelear. Y aunque llevaba aquí un mes, esta ciudad no ha hecho estragos en mí. He visto gente derrumbarse en veinticuatro horas, mientras que yo me dormía poco a poco. ¿Significa eso que me calaste hondo? Tal vez —encogió los hombros, aparentando que le daba igual—. Sea como sea, ambos sabemos que hubiese vuelto a mi casa sana y salva. Tú y tu jefe os equivocáis con FROZE, habéis buscado lo que no existe y habéis pasado por alto lo evidente. Estoy segura de que esos cuerpos azules no son más que la punta del iceberg, y lo habéis interpretado a vuestra manera. Pero, volviendo a lo que nos concierne ahora mismo, déjame decirte que encadenarme a ti fue tu peor error. No has conseguido nada después de tres días.

Para su sorpresa, Ravn esbozó una sonrisa que no supo interpretar. ¿Cruel? ¿Divertida? ¿Irónica?

—Repito lo de antes: eres una ilusa. Deseas tanto creer que fui yo quien te obligó a venir aquí que hasta te tiemblan las manos —señaló sus puños que, efectivamente, temblaban, y no de rabia—. Se te da fatal mentir, Allie. Viniste porque, aparte de ser una aventurera nata, buscas recuperar aquello que supuestamente te quité. La curiosidad y el deseo de venganza es mucho más fuerte que el odio ¿cierto? Por eso te has acostado conmigo esta noche, para recordarte a ti misma que debes destruirme.

Allie deseó pegarle una bofetada. «¡Hombre imbécil!». Si ella se había rendido a sus más profundos y oscuros deseos había sido para averiguar de una vez por todas qué pesaba más, si el amor que aún guardaba o el odio. Sin embargo, él no veía eso. Estaba empeñado en que quería vengarse de él cuando habían pasado tres noches juntos y todavía seguía vivo.

—¿Eso es lo que te molesta? ¿Por eso estás discutiendo conmigo, Ravn? —preguntó de sopetón—. ¿Crees que en cuanto te des la espalda voy a joderte?

Vio la verdad en sus ojos y una pequeña bomba estalló en su pecho. «Pues claro que cree eso, ¿qué si no?».

—Eres un completo hijo de puta, Ravn. No solo porque me hiciste daño a mí, a Freyka y a otras tantas mujeres que pasaron por tu vida, sino que encima, cuando te doy la mano de nuevo, esperando encontrar algo bueno en ti que incline la balanza a tu favor, la rechazas. No quería vengarme de ti, como ya te he dicho, pero tampoco voy a perdonarte tan fácilmente. El perdón y la confianza llevan tiempo, no puedes pretender ganártela a la primera de cambio. Y si realmente piensas que me he acostado contigo solo por joderte es que no me conoces tan bien como creía.

Dicho aquello fue directamente hacia la puerta, pasando de largo, pero Ravn la detuvo sujetándola por el brazo. Allie se revolvió igual que una serpiente, negándose a aceptar cualquier otra cosa de Ravn que no fuese la verdad. Pero él no la soltó en ningún momento. La agarró con fuerza de los hombros y la obligó a mirarle.

—Tú no sabes cómo me siento, no sabes nada. Dices que quieres la verdad, pero serías incapaz de escucharla. Precisamente por eso no te la cuento, porque eso nos destruiría a los dos, pero mucho más a ti. Yo solo puedo llevarla conmigo y morir con ella. Demonios, Allie, olvida todo lo que ocurrió en el pasado. Soy un imbécil, ya lo sé, pero llevo tres días intentando darte tiempo y espacio, esperando a que estés más calmada para que hablemos. Y vas tú y te acuestas conmigo, sabiendo lo que esto significa para mí, y ni siquiera me dices por qué, Allie, ¿por qué me metes de lleno dentro de este pozo si sabes que no voy a salir sin ti? Quiero tu perdón, y voy a ganármelo como sea. No voy a rendirme tan fácilmente.

—Tú y yo ya no tenemos nada de qué hablar —murmuró, con las piernas temblándole y la sábana resbalando por su cuerpo cada vez más—. Te pedí una tregua y ni siquiera eso me has dado. Contigo tan cerca no puedo poner en orden mis sentimientos. No es tan difícil.

—Sí que lo es. Para mí sí, Allie. Todos tenemos problemas, no se trata solo de ti. Ya es muy difícil saber que tengo que contenerme cada vez que te tengo cerca como para que encima juegues conmigo.

—Yo no juego contigo —se apresuró a defenderse, harta de sus acusaciones.

—¿Acostarte conmigo por estar borracha y por echar el rato no es jugar, Allie?

—¡Por esa regla de tres tú también has estado jugando conmigo! —gritó, revolviéndose.

Se miraron largo rato, hasta que él la soltó, girándose para no golpear la pared o cualquier mueble que hubiese por medio.

Allie era incapaz de comprender que se sentía dolido por su actitud. También había sido culpa suya por ceder, pero era imposible no hacerlo cuando la deseaba demasiado.

—Mírame cuando te hablo, Ravn. Deja de dar la espalda a tus putos problemas. No me he follado yo sola ¿sabes? Tú también has tenido que ver —alzó la voz, temblando de rabia—. Lo siento si te hice creer lo que no era, pero solo ha sido sexo, nada más. No lo compliques tanto.

—Bien —dijo él, dándose la vuelta con una sonrisa cínica vistiendo sus labios—. No perdamos más el tiempo con gilipolleces. Si solo se trata de follar podemos jugar como te gusta. La próxima vez espero que no me malinterpretes si quiero metértela. Total, no significa nada ¿no?

Todo rastro de razonamiento esquivó la conversación esa vez. Allie no podía seguir escuchando sus duras palabras. Bastante tenía con haberlo jodido todo con su borrachera como para que encima la tratara igual que a una puta. No pensaba permitírselo. No pensaba darle más beneficios en cuanto a romper su corazón se refería. Ya estaba bien.

—Eres un cabrón sin escrúpulos, Ravn. Y la has vuelto a joder —murmuró, con los ojos vidriosos, antes de marcharse corriendo de allí.

Ravn, que en su vida la había visto así y se había sentido tan mal, golpeó la cama con el pie, gritando de rabia. Solo él podía perder la cabeza con la única mujer que jamás podría tener.

* * * *

Kelly se levantó con un terrible dolor de cabeza taladrándole el cráneo. Lo único que la ayudó a incorporarse fue que apenas había luz en la estancia donde se encontraba, por lo que pudo enfocar bien, descubriendo a Ravn de espaldas a ella, dándole a la botella con una pinta deplorable. Se asemejaba muchísimo a un vagabundo.

—Voy a preguntarlo porque si no me siento mal, pero ¿se puede saber dónde te has metido?

—En el infierno —respondió, sin moverse un ápice—. ¿Has estado alguna vez en él?

—No —arrugó la nariz. «¿Y a este qué le pasa?»—. Prefiero ir de viaje a Hawái.

Ravn soltó una carcajada carente de emoción.

—Las mujeres y el mar, no tenéis remedio.

—Eso dicen —colocó los pies sobre el suelo, estremeciéndose por lo frío que estaba, y dio una mirada circular. En el suelo, cerca de la radio, estaba la camisa blanca de Allie. Frunció el ceño—. ¿Y tu amor prohibido?

—¿Mi qué? —repitió él.

—Allie, ¿dónde está?

—En Marte, creo. Eso explicaría por qué es tan difícil —gruñó, bebiéndose lo poco que quedaba en la última botella. Luego se limpió la boca con el dorso de la mano—. ¿Sabes por qué los hombres nunca somos románticos? Porque jamás tenéis suficiente. Sois igual que una licuadora, siempre queréis más y más y más…

«Vaya cogorza, dioses». Kelly se puso las botas, se recogió el pelo oscuro y fue hasta donde estaba la camisa de la chica, recogiéndola. No entendía de qué iba el asunto, pero a juzgar por cómo estaba él, había pasado algo gordo.

—¿Por qué no te echas un rato en el sofá? —sugirió—. Ven, que te ayudo.

—No me toques —espetó, apartándole las manos—. No quiero tu ayuda.

—¿Quién te ha metido un montón de malos modales en estas horas? Dioses, lo tuyo no es normal. Solo quiero que estés cómodo. No llegarás a ningún lado cayéndote.

Ravn parpadeó, enfocando su silueta. Veía borroso y el estómago le daba vueltas. Apenas sí podía mantenerse erguido allí sentado, en el suelo, con la camiseta quitada y sin zapatos.

—Respóndeme a una cosa.

—Dime.

—¿Si Therus te abandonara el día de tu boda sin dar explicaciones, desapareciendo de tu mundo durante meses, y volvieras a encontrártelo, qué harías?

—Matarle —contestó lacónicamente.

—¿Y después?

—Revivirlo y volver a matarle. Luego lo volvería a revivir y le pediría explicaciones.

—¿Qué ocurriría si lo hizo para protegerte?

—Le mataría igualmente —sonrió cuando él también lo hizo—. Qué quieres que te diga, yo puedo decidir qué noticias puedo soportar y cuáles no. Nadie puede decidir por mí, a la larga se vuelve contra nosotros y es peor. Prefiero morirme de pena unos meses y seguir a su lado, que perderle por su estupidez.

«Entonces lo jodí todo por ser un idiota. No tengo remedio».

Se levantó con un poco de ayuda de ella, y se dejó caer en el sofá. Todo daba vueltas. Cerró los ojos con fuerza, colocando una mano bajo su cabeza. Dormiría un poco para coger fuerzas, o querría morirse cuando salieran de allí.

—Gracias, Kelly —murmuró.

—No hay de qué. Descansa.

Con la camisa aún en la mano subió las escaleras. En el baño estaba Allie, así que antes pasó por el cuarto que todavía tenía las luces encendidas y recogió toda su ropa. No hacía falta tener mucha inteligencia para descubrir lo que había ocurrido entre ellos dos. Ambos estaban hechos polvo, así que les ayudaría, igual que le ayudaron a ella cuando Therus desapareció. Era su modo de pagar la deuda.

* * * *

Allie se apartó todo el pelo de la cara, llorando más de lo que debería. El agua caía sobre ella como un manto, ensordeciéndola y protegiéndola del exterior. Por lo menos Ravn no le había molestado, y aunque llevaba allí encerrada por horas y su piel se había arrugado, seguiría un tiempo más.

«Maldito seas, Ravn. Tuviste que joderme dos veces, no te bastó con una».

Llevaba dándole vueltas al tema durante horas. Ravn había asegurado que solo intentaba protegerla, pero ya no le creía. Imposible hacerlo tras lo sucedido. Quizás era una excusa que le librase de culpa y ella dudaba por su extrema idiotez. Cosa bastante lógica, teniendo en cuenta que confiaba ciegamente en ese hombre, después de todo.

«No, definitivamente no. Él y yo no volveremos a ser nada. Se terminó. Ni venganza, ni verdades ni nada; punto y final para siempre de esta relación».

Pensaba en ello cuando la puerta del baño se abrió. Kelly asomó la cabeza y sonrió al verla allí sentada en la ducha, encogida y con el pelo hacia atrás, pegándosele en la espalda.

—¿Puedo pasar?

Allie asintió. Quizás le sentaba bien hablar con otra mujer, por poco que la conociera.

Kelly dejó su ropa en el lavabo y se sentó sobre él, balanceando las piernas y apartándose los mechones que se le pegaban a la cara.

—¿Cómo estás? —le preguntó Allie—. Te desmayaste al poco.

—Sí, típico en mí —rió cantarinamente, como si le diese igual que la gente le viera hacer ese tipo de cosas—. El alcohol y yo no nos llevamos nada bien. Suelo beber poco en las grandes reuniones.

—Espero por tu bien social que así sea, no quiero imaginar cómo se sentiría la gente viendo que te desmayas de pronto por una copa de champán.

—Therus dice exactamente lo mismo que tú —contó con un suspiro—. Siempre me da el cambiazo. Zumo de mora por vino y cosas así. Es muy bueno conmigo.

—Seguro que sí. Por cómo hablas de él se nota que tenéis una buena relación. A diferencia de… —dejó la frase a la mitad, llegando a la conclusión de que a Kelly no le interesaba en absoluto su relación con Ravn.

—El poli malo —concluyó, sonriente, y no pudo evitar reprimir una carcajada al ver lo lívida que se ponía Allie al verse descubierta—. Nah, descuida, no voy a decir nada, prometido. Es que antes he hablado con él y me ha contado lo vuestro. Más o menos.

Allie apretó los dientes. ¿Encima iba contando lo que no debía por ahí? «Gilipollas».

—Cómo no. Se nota que es policía —bufó, cerrando el grifo del agua y cogiendo la sábana que había arrastrado hasta allí para usarla de toalla, ya que no existía una mísera toalla por allí y tampoco quería estar desnuda todo el tiempo delante de la morena.

—Pues está bastante hecho polvo. Ha terminado con todo el suministro de alcohol de la casa —comentó, frunciendo el ceño.

—¿En serio? —Kelly cabeceó—. Qué raro.

—No tanto. Está afectado por lo que sea que haya pasado entre vosotros después de acostaros.

—¿Eso también te lo ha contado?

—Tu ropa estaba por toda la casa, no hay que ser muy listo —explicó, acercándole la ropa—. ¿Quieres que te preste algo de mi ropa?

—Solo llevas un top y unos shorts, vas a quedarte desnuda.

Kelly, sonriendo, saltó del lavabo y, mágicamente, estiró su top hasta casi las rodillas. «Un vestido, claro», pensó Allie.

—Dame tu corsé y yo te cedo mi vestido. Sé que yo lo llevo usando dos días —hizo una mueca de asco—, pero no puedo ofrecerte nada mejor.

—Sería estupendo deshacerme del corsé un rato —aseguró, cediéndoselo—. Solo cuídalo, es uno de mis favoritos.

—Descuida, no le ocurrirá nada. Eres de las mías —le guiñó un ojo y se despojó de la chaqueta y del vestido, colocándose el corsé con maestría. Allie ignoró por su bien el hecho de que a ella le sentara mejor—. Es precioso —halagó, mirándose al espejo, alisándose los lazos frontales.

Allie se dejó los pantalones, pasando el vestido por encima.

No le terminaba de convencer, pero el rojo resaltaba su cabello rubio y sus labios, y además le hacía un escote más bonito.

—No tenemos remedio —empezó a decir—, estamos en mitad de la nada y perdemos el tiempo intercambiándonos ropa.

Kelly rió.

—Para una ropa fabulosa siempre hay tiempo. Además, quién sabe lo que pasará con nosotros en las próximas horas. Cuando salgamos de aquí nos emborracharemos otra vez, en la mejor discoteca de Noruega.

—¿Siempre has vivido en Noruega?

—No. Me mudé un tiempo a Finlandia, pero no me gustaba la vida que llevan allí, así que regresé. Fue entonces cuando conocí a Therus. Él fue un enorme regalo —le aseguró, mirándola a través del reflejo del espejo—. Pero las cosas tuvieron que torcerse.

—Suele pasar —murmuró, cepillándose el pelo con los dedos para que no le quedara tan encrespado.

Kelly se mordió el labio inferior, insegura acerca de preguntarle sobre su relación fallida con el policía o no. ¿Le gritaría o algo por el estilo? Bueno, seguramente sí, se estaba metiendo donde no debía, pero la curiosidad le podía, así que atacó a tumba abierta.

—¿Todavía le quieres?

Su pregunta la cogió por sorpresa. Precisamente eso intentaba descubrir, pero había muchos obstáculos en su camino, empezando por el propio interesado.

—No lo sé —reconoció en voz baja—. Es difícil recuperar tu vida con una persona cuando lleva tanto tiempo rota ¿no?

—Tengo mucha suerte de no haber pasado por ello, pero creo  que puedo entenderte. Cuando amas tanto a alguien, y éste te traiciona, crees que el mundo ya no tiene sentido, y cuando crees que ya te has curado y él regresa, entonces descubres que la herida sigue abierta de alguna forma, y que hagas lo que hagas, el Destino te empuja a sus brazos.

—Yo no lo habría descrito de mejor modo.

Ella le sonrió.

—Romper vuestro compromiso el mismo día que iba a llevarse a cabo no es tan importante, ¿verdad? Duele más saber que viviste una mentira.

—Sí, es eso —agachó la cabeza, reprimiendo las nuevas lágrimas que nacían.

—Allie, no sé qué pasó entre vosotros más que lo que me habéis contado, pero si algo sé, es que cuando estáis cerca podría venir un terremoto y sacudir el mundo entero sin tocaros. Estáis hechos el uno para el otro, de algún modo, solo tenéis que encontrar la forma de no destruiros en el intento.

Allie inspiró hondo, cerrando los ojos.

Sí, existían muchos terremotos a su alrededor últimamente, y ninguno tocaba a Ravn. Pareciera como si el Destino y Dios se hubieran puesto de acuerdo para hacerle ver, que hiciera lo que hiciese, todos sus actos se verían reflejados en el hombre que ya la había roto una vez.

Eran dos sombras, y cuando una de ellas se movía, la otra, inevitablemente, hacía lo mismo, acortando las distancias. Porque pasaran un día o mil años, sus almas debían ser unidas. ¿Pero cómo se cura un corazón roto? ¿Acaso se puede vencer al miedo con el odio?

Desconocía la respuesta, pero estaba dispuesta a buscarla. Si el Destino quería jugar, entonces era el momento de coger los dados y tirar a su favor. Descubriría qué escondía Ravn y por qué, al mismo tiempo que aclararía sus sentimientos, y cuando eso ocurriera, sería completamente libre.

—Gracias —dijo de pronto.

Kelly parpadeó.

—¿Por qué?

—Por darme el punto de partida —le sonrió con timidez—. A veces necesitamos que otra persona nos dé el empujón que necesitamos para coger al dragón por los cuernos.

—¿Dragón? —repitió ella, sin entender nada.

—Un dicho japonés —explicó lacónicamente. Acto seguido cogió sus tacones y salió del baño casi corriendo.

Kelly arrugó la nariz. «Qué raritos son». 

 13

Painei empujó la pesada puerta de la única taberna que había allí abajo y entró con la sensación de que el ambiente estaba excesivamente cargado. Hei, tan indiferente como recordaba, afilaba varios machetes a un lado, alejado del resto de la pequeña reunión que tenían formada.

Al otro extremo, bien juntos, Dora y Barneys cuchicheaban acerca de algo. Carraspeó para hacerse notar. Tres pares de ojos se clavaron en ella con sorpresa. Frunció el ceño. ¿Por qué de pronto se habían congelado?

—Os lo pasáis bien ¿eh? —comentó, apoyando una mano en su cadera, dando una mirada circular—. Huele a pólvora por aquí.

—¿Ha vuelto por algo en especial? Ya le prometimos antes que no volveríamos a hacer nada. Como ves no hemos atraído a ninguna presa más —comentó Hei, retorciéndose las manos de puro nerviosismo.

La rubia alzó una ceja.—¿Antes?

—Señorita Painei, debes creernos. Si has vuelto porque piensas que merecemos algún tipo de castigo por haberla tratado de esa manera tan grotesca, dínoslo. Somos todos oídos —insistió el muchacho.

«¿Pero y estos qué dicen ahora? Hace años que no bajo aquí, nadie en su sano juicio bajaría a un cementerio a morir».

—No sé si tanta soledad y destierro está haciendo mella en vuestras perfectas mentes. Aunque no os culpo, en vuestro lugar yo ya me habría vuelto loca.

—A mí me parece que la que pierde recuerdos eres tú —intervino Dora, con su acostumbrado mal hablar—. ¿Dónde has dejado a tus amiguitos?

Painei encontraba todo aquello muy raro. Le hablaban como si hiciera poco tiempo que se habían visto, lo cual era improbable, a menos que… No, desde luego que no era aquello. ¿Alyson allí abajo? Era un completo suicidio, y más si iba acompañada.

Sabía que estaba arriba, en la mansión Ishtaki, pero no en ese apestoso lugar.

Sin embargo, todos aquellos milagros la miraban entre asustados e irritados. Algo había ocurrido horas antes, y lo mejor que podía hacer era averiguarlo.

—Ah, sí, lo siento —se apresuró a decir, sonriendo con presteza—. Llevo un día de locos, lleno de emociones. Después de todo, es cosa vuestra. Me habéis interrumpido la labor por la que fui enviada aquí abajo, con mis compañeros.

La sonrisa de Dora tembló ligeramente. Barneys y Hei intercambiaron una mirada, tensos.

—No sé dónde demonios os pensáis que estáis.

—Lo sentimos —dijeron, sumisos—. No volveremos a hacer ningún ritual.

«Ah, se trataba de eso. Cómo no. Descuidamos un poco a estos despojos y hacen lo que les viene en gana. Estúpidos».

—Voy a ser honesta, vuestros juegos me dan asco —comentó, mirándose las relucientes uñas pintadas de azul oscuro—. Y que hayáis intentado dañar a esta corporación me disgusta y me cabrea. Las ruletas rusas no son divertidas.

—¿Va a decírselo a su… padre? —preguntó Hei, que era el único que parecía tener las palabras adecuadas.

—Oh, por ahora no. Considero que no hay necesidad de llevar esto a más. Sé que después de esta noche no volveréis a hacer nada semejante. Yo me encargaré de ello.

Cogió uno de los machetes de la mesa y, en un acto demasiado rápido para que alguno de los tres hubiese reaccionado a tiempo, le cortó la cabeza a Barneys de un solo golpe. El cuerpo chocó contra el suelo en un ruido sordo, la cabeza rodó varios metros lejos de ellos. Dora pegó un grito, y Hei se echó hacia atrás, impactado.

—No volváis a pensar ni por un solo momento que voy a perdonar vuestros actos macabros. Me importa bien poco si mi padre no os considera objetos valiosos, no moveréis un solo dedo en nuestra contra, ¿queda claro? Lo último que necesita esta corporación es más problemas. Habéis atentado contra vuestros superiores, sabéis bien cómo se paga eso.

Dora, temblando, se acercó al cuerpo descabezado de Barneys. No lloraba, puesto que no podía, pero el sentimiento que la embargaba por dentro, débil y punzante, la obligaba a estar allí, suplicando porque hubiera una forma de que Barneys regresara de entre los muertos.

Painei no parpadeó ante la escena. Un milagro más o un milagro menos no iba a notarse, sobre todo cuando eran de los fallidos, los que nadie quería. Odiaba tener que llegar a ese punto, pero era obvio que Alyson había estado allí abajo, y acompañada, y si no se daba prisa, acabaría muerta tarde o temprano.

—Esto será el punto de partida de vuestra nueva buena conducta. Un fallo más y envío a Kado —les amenazó con un tono bajo y cortante—. Recoge ese cuerpo y tíralo en el contenedor —espetó en dirección a Dora—, no voy a manchar más mis manos. Ahora decidme una cosa, ¿dónde está Mor?

Hei tardó en articular palabra. Se sentía incapaz de apartar la mirada del cuerpo sin vida de Barneys.

—En la mansión —contestó finalmente—. Siempre está allí.

—Bien —dejó el machete sobre la mesa, limpió sus manos y se marchó de allí.

«Te tengo, hermanita. Es hora de que tú y yo nos encontremos después de tantos años».

* * * *

—Esta ciudad me recuerda a Las Vegas —comentó Kelly tras un largo camino en dirección a la única mansión que existía allí abajo, excesivamente parecida a la mansión Ishtaki.

—Está demasiado vacía —rechazó Ravn, que volvía a estar sobrio, pero con ojeras bajo sus bonitos ojos dorados—. A mí me parece más un cementerio.

—No digas eso —le reprochó la chica—, no necesito imaginarlo.

Ravn no dijo nada. Caminaba con lentitud, sabiendo que todos empezaban a quedarse sin fuerzas cada vez más rápido, y que la mansión estaba a menos de un kilómetro ya. La divisaba entrecortada en el horizonte, con el inicio de la cúpula negra que los cubría detrás. Era enorme, de color oscuro y recubierta de madera rojiza por algunos lados, tales como ventanales, figuras y puertas. El jardín florecía pobremente, mustio, descolorido. Las luces se agolpaban sobre ella en una tonalidad grisácea bastante tétrica. No había nadie a sus afueras, excepto ellos, caminando por la enorme explanada de tierra casi muerta que la rodeaba.

Un sentimiento se instaló pesadamente en el estómago de Ravn. Por descontado, ese era su trabajo y lo asumía, pero esas chicas no tenían la culpa de nada. Kelly buscaba a su novio, y Allie salir de allí. Si él no hubiera sido tan imbécil, ahora estaría allí, con Sander, formando el equipo indestructible. Salvarían al mundo de FROZE y, después de eso, sería totalmente libre.

Miró de soslayo a Allie. La mujer no decía nada. Nada más salir de la casa, con aquél impresionante vestido rojo que dejaba al descubierto sus clavículas, haciéndole un escote precioso, había cerrado la boca y caminaba con lentitud al final, cabizbaja, pensando en sus cosas.

Él no iba a decirle nada. Discutir una vez era suficiente. Ellase sentía culpable a su manera, y él también. Habían metido la pata de nuevo porque siempre se dejaban arrastrar por esa adicción que el otro creaba. Daba igual cuánto ocurriese entre ellos, el deseo siempre quemaba barreras, y de eso nadie tenía la culpa. Ni siquiera él.

En media hora estuvieron delante de la puerta, imponente y grande. Ravn, que no quería perder más el tiempo, la empujó y, tras varios esfuerzos, ésta cedió con un crujido ensordecedor, dejándoles paso. El primero en entrar fue él. Dentro, la mansión estaba desprovista de todo, incluso de vida. Kelly y Allie, que estaban detrás, ahogaron una exclamación.

—Bien, hemos metido la pata viniendo aquí —gruñó el policía, entre agotado y enfadado.

Kelly avanzó unos pasos hasta las escaleras con forma de caracol que emergía en el centro del vestíbulo y miró hacia arriba. Sus labios se abrieron con cierta sorpresa.

—Escucho ruidos en la parte de arriba —informó.

—Yo no he escuchado nada —alzó la ceja él, acercándose rápidamente—. ¿Estás segura?

—Por supuesto que sí —arrugó la nariz—, confía un poco en mí. Te digo que he escuchado algo ahí arriba.

—Entonces será mejor que yo suba a cerciorarme de que no es nada peligroso —dijo, sujetando su pistola, que había recargado de nuevo—. Quedaos aquí.

—De eso ni hablar —Kelly empezó a subir las escaleras, esquivándole cuando quiso sujetarla para detenerle—, nosotras también formamos parte de esto. Venga.

—¡Espera! —gritó Ravn, y corrió detrás de ella.

Allie exhaló un largo suspiro. «No tienen remedio, van directos al peligro siempre». Resignada por cómo sucedían las cosas, subió también. A medida que lo hacía, fue notando que la temperatura cambiaba, de más fría a más templada, y además olía a leña quemada y a humo.

Las figuras de sus dos compañeros habían desaparecido. Frunció el ceño.

—¿Eo? —les llamó—. ¿Dónde demonios os habéis metido?

La cabeza de Ravn salió de entre las sombras, sobre el barandal del primer piso. Tuvo que llevarse una mano a la boca para no gritar del susto.

—Por aquí —llamó, y volvió a desaparecer.

Terminó de subir y se quedó un momento rezagada en el rellano. Aquello le daba mala espina. Alguien estaba haciendo una fogata en la única habitación cálida de allí, y las formas de las llamas se veían reflejadas en la pared que tenía al lado. Kelly y Ravn se miraron un momento, y luego se internaron en la habitación.

—¿Qué demonios estáis haciendo? —inquirió Allie, siguiéndoles dentro. En cambio tuvo que callarse cuando vio lo mismo que ellos: una mujer sentada junto a la chimenea, mirando fijamente el fuego—. ¿Qué…?

—Habéis tardado más de lo que esperaba —comentó la desconocida sin mirarles—. Casi siempre suelen venir directamente a mí, forma parte del juego.

—Nosotros no estamos jugando —dijo Ravn.

—Supongo que no. Nadie juega a morir —asintió ella—. Es una de las pocas cosas buenas que tenemos los humanos.

—Sí, porque los dinosaurios no eran excesivamente brillantes —ironizó el hombre—. Y ahora, después de delirar un poco en tonterías, me gustaría saber si eres Mor. Llevamos un tiempo buscándote.

—Todos me buscan.

—¿Es una respuesta afirmativa?

Ella se giró en ese momento, y todos pudieron ver sus inquietantes ojos turbios, blancos como la leche, carentes de pupilas.

Allie tuvo que apartar la cabeza para no gritar, y Ravn apretó l mandíbula, manteniéndose lo más firme que podía.

—No os asustéis, soy ciega —explicó la mujer—. Solo puedo ver las llamas del fuego, sentirlas. Ellas me dicen todo lo que necesito saber.

Mor no era ni anciana ni joven, ni siquiera estaba en mitad de su madurez. Tenía un rostro de piel tersa y blanca, pelo negro como la noche, recogido en un moño bastante elaborado sujetado por un pasador de oro blanco, un símbolo que solo uno de los presentes reconoció. A simple vista parecía una flor, pero en la punta de cada uno de sus pétalos había una espiral que iba en contra de las agujas del reloj. Sencillo, pero hipnótico.

Allie notó que algo sacudía su pecho. Reconocía ese símbolo, de haberlo visto en otro lugar, sobre otra persona. ¿Pero dónde?

—¿Te dicen también por qué estamos aquí? —preguntó Ravn con cierta ironía.

—Nadie tiene que ser muy listo para saber el motivo que os ha traído hasta mí —sonrió con presteza—. Tú debes ser Ravn ¿cierto? Sí, tu voz tiene mucha fuerza y un gran acento noruego. Sander es más jocoso al hablar. Incluso ciega puedo reconoceros.

Apretó los dientes más aún, sin saber muy bien qué responder a eso. Nunca, en toda su existencia, se había cruzado con aquella mujer como para que pudiera conocerle a él y a Sander.

—¿Te preguntas si nos conocemos? —dijo en voz alta sus pensamientos—. No, querido. Son tus proezas las que han llegado a mis oídos. Un gran policía, un mejor amigo, y un amante excepcional. Sí, ese eres tú, Ravnei. Y la joven de tu izquierda Alyson Von Aleksandros ¿no?

—¿Cómo sabes quién soy? —preguntó ella, juntando las cejas en un ceño.

—Tu perfume es insustituible, y la forma en que te mueves cerca de Ravn tampoco deja lugar a dudas. Eres la mujer que abandonó por su miedo a que desaparecieras.

—Me temo que esta vez te has equivocado —rió con frialdad, cruzándose de brazos—. Pero bueno, si quieres seguir con tu papel de oráculo, podrías contarnos qué demonios son las personas que habitan aquí abajo. Nos sería de gran ayuda.

Los ojos pálidos de Mor se clavaron en ella. Allie tragó saliva, notando un duro nudo metálico en su garganta.

—Milagros, Alyson. Lo que Dios hubiese querido crear desde un principio. Ellos son el equilibrio que este mundo necesita para recuperarse del daño que le habéis hecho. Estamos condenados a morir de un momento a otro, la Tierra no aguantará demasiado, pero siempre hay esperanza, después de todo, y esta corporación se encarga de ello.

—Esta corporación puede ir olvidándose de seguir haciendo esta clase de experimentos. No me creo que hagan algo para salvar al planeta —bufó Ravn—. Solo hay que ver lo que tienen aquí y todos los cuerpos que dejan sin vida, como si fuesen basura.

—No sabes de lo que estás hablando.

Ir a la siguiente página

Report Page