Frozen

Frozen


Portada

Página 11 de 20

—¿Matarte? Ves demasiadas películas malas. Padre está deseando encontrarte. No ha dejado un solo día de buscarte, Alyson. De verdad, es un placer tenerte aquí —sonrió con timidez a pesar de lo extraña que se sentía al respecto—. Realmente sería más efusiva, pero tengo demonios que matar ahora mismo, y si no lo hago, la que morirá seré yo.

Allie, que no entendió nada, clavó sus pupilas en sus zapatos. Y recordó que eran de Painei. Llevaba ropa de ella, y para su sorpresa, Painei también llevaba ropa que le pertenecía. Sonrió, notando un leve hormigueo en las yemas de los dedos de la mano.

—Espero que no te haya molestado que cogiera algo de ropa tuya —comentó—, no tenía mucho donde elegir. Déjame decirte que tu armario da verdadero terror. Hacía tiempo que no me ponía un vestido como éste.

—Puedo decir lo mismo; sobre los vaqueros, digo. No son muy de mi agrado. Demasiado estrechos, demasiado calurosos, y poco llamativos. Pero los zapatos son divinos. ¿Te importa si me los quedo?

—¿Me tirarás del pelo si te digo que no? —bromeó.

—Prometo que no demasiado fuerte —Painei rió, porque de pronto había recuperado a la niña de rizos dorados que era igual que ella físicamente, pero que por dentro albergaba un mundo diferente al suyo. Casi no podía quitarle los ojos de encima de lo fascinada que estaba.

De pronto se alzó una barrera entre ellas, igual que una burbuja, muy cálida y acogedora, y el mundo dejó de existir durante unos segundos. Solo podían estar cerca la una de la otra, mirándose, apenas tocándose, mientras pensaban en todo el tiempo perdido por el error de una sola persona. Los años pesaban mucho, sí, pero durante aquellos segundos su peso disminuyó un poco. Porque daba igual cuántas tormentas vinieran, ahora estaban juntas de nuevo para defenderse la una a la otra.

—Será mejor que me marche, pero regresaré luego. Espero verte entonces, no te vayas de FROZE sin despedirte —pidió Painei, yendo hacia la puerta y tomando el pomo con su mano—. Alyson.

—¿Sí?

—Gracias por no recriminarme nada. Desde pequeña me atormenta el mismo recuerdo: el día en que se quemó la casa, yo te solté de la mano a pesar de que no querías quedarte allí. Ese día iban a llevarnos a la corporación de FROZE en Australia, y estábamos muy emocionadas por ir. Tú rompiste mi muñeca y yo me enfadé contigo. Te dejé encerrada en el cuarto de la plancha a modo de castigo. Juro que nunca quise que la casa se incendiara y tú desaparecieras. Fue culpa mía y lo asumo.

Allie no dijo nada. No le quedaban palabras. Estaba tan conmocionada que se quedó allí parada, con el corazón latiéndole violentamente contra la caja torácica. El pulso le iba muy rápido, lo notaba sobre todo en las sienes. De pronto quería echarse a llorar, habían sido muchas emociones en el día.

* * * *

Reik levantó la mirada cuando la puerta de su despacho se abrió. Normalmente, cuando estaba allí, en la isla, nadie le molestaba. Salvo su pequeña. La mujer entró como un vendaval y cerró de un portazo. Estaba tan enfadada que temblaba y respiraba con agitación. Alzó una ceja.

—¿Ocurre algo?

—Mi hijo —dijo simplemente, parándose a dos metros de él—. ¿Dónde está?

—Ah —sonrió, levantándose de su sillón y rodeando el escritorio—, ya me parecía raro que no hubieras venido antes.

—¿Dónde está? —repitió, ignorando lo cruel que le parecía la sonrisa que vestía sus labios.

—A salvo, por supuesto —respondió, haciendo un aspaviento con la mano—. Verás, no es muy ético dejar a un niño solo por demasiado tiempo. Pensé que habías aprendido la lección cuando tu hermana desapareció.

Las palabras fueron un puñal para su corazón. Apretó los puños, a punto de explotar.

—Eso no es justo —se defendió ella—, solo intento ayudarte en tus absurdos planes de hacerte con el mundo.

Si Ellan está todo el día de putas no puedo hacer nada.

—Deja de hablar de tu marido de esa forma —exigió.

—¡Deja tú de defenderle! Estoy harta de escuchar cómo me culpas de todo cuando es él quien se pasa todo el maldito tiempode putas, y no le hace caso a su hijo. ¡Sabes perfectamente que me desvivo por él!

—A lo mejor no le hace tanto caso porque sabe que no es su padre —Reik estaba siendo muy duro, pero estaba harto de hacer ver que eso no existía—. Tu historia con Kado ha destrozado tu muy duro, pero estaba harto de hacer ver que eso no existía—. Tu historia con Kado ha destrozado tu vida, ahora asume las consecuencias.

—¡Me importa bien poco que tú, Ellan y todo el mundo me odie! —aseguró, fuera de sí—. ¡Pero no te atrevas a decir que no cuido de Kade!—Cálmate —Reik se acercó a ella y le acarició una mejilla. Ella se apartó con brusquedad, como si él fuera una cobra a punto de morderle—. Painei, el niño está bien.

—Devuélvemelo —ordenó en un siseo—, o no respondo de mis actos.Reik suspiró, frotándose el rostro con una mano.

—¿Has hecho lo que te pedí?—No.

—Entonces hazlo, y luego saldrás de esta isla con Kade. Regresa a tu casa y olvídate de la corporación y de Kado. Ese hombre está consumiéndote. No puedes continuar haciéndote daño de esa forma.

Painei sintió ganas de reír. Que su padre le dijera eso después de lo que había hecho por separarlos era bastante irónico.

Él había amado alguna vez, estaba segura, pero había olvidado lo que era el sentimiento, sino no comprendía esa forma de tratarla, como si ella pudiera decirle a su corazón que dejara de latir por Kado.

—Kado y yo hace mucho que no tenemos nada. Que hable con él no significa nada, no pienses que voy por ahí revolcándome a espaldas de mi marido —gruñó, aparentando dignidad cuando ésta se le escapaba con cada bocanada de aire—. Kade no tiene la culpa de nada, a ver cuando se te mete en la cabeza. Olvídate de mi hijo, y si quieres castigarme, atácame a mí.

—Yo no te castigo —aseguró Reik, empezando a perder la paciencia—. Solo quiero que mi única hija sea feliz, maldita sea. He sido yo quien te ha visto crecer, quien te lo ha dado todo. Sé más agradecida, ¿quieres? Hacer de madre y padre no es fácil.

—Entonces podrás entender mi vida con Kade —concluyó, entrecerrando los ojos—. Haré lo que me pides, pero luego quiero a mi hijo de vuelta. No pienso pedírtelo una segunda vez.

Salió del despacho tan rápido como entró. Reik miró fijamente la puerta hasta que un pensamiento fugaz cruzó su cabeza.Sonrió. No era lo mejor que alguien como él podía hacer, pero era algo, y eso bastaba.

Llamó por teléfono a Kado, pidiéndole que acudiera a su despacho. El chico obedeció, siempre lo hacía, a sabiendas de que él podía destruirle la vida si quería.

Esperó pacientemente, y cuando el hombre entró después de llamar a la puerta, Reik alzó el pequeño revólver que guardaba para las ocasiones especiales y disparó. La bala se perdió dentro de Kado, quien cayó al suelo, con los ojos expandidos de horror y la mano presionando la herida.

—No digas que he sido yo —ordenó Reik, mirándole desde arriba—, te llevarán al hospital inmediatamente —le prometió—. Espero que esto te permita salir de esta corporación de una vez por todas. Si te veo acercarte a mi hija a menos de un kilómetro, la próxima vez te vuelo la cabeza.

Kado, sin embargo, no dijo nada. Sentía que las entrañas le ardían, que alguien estaba desgarrándole los órganos desde dentro, y que su corazón latía despacio.

La visión se le emborronó cuando Reik pasó por encima de él y llamó a los guardias, pidiendo ayuda. Cerró los ojos con fuerza, pensando en todo lo que iba a perderse si no salía de aquella, y las lágrimas inundaron sus cuencas.

Nunca conocería a su hijo.

 17

El asalto contra Kado creó un gran revuelo en todo FROZE.

La única que se decidió a mostrar que le importaba lo que le había ocurrido era Painei, a pesar de la mirada envenenada que su padre le dedicó. Nadie había dicho qué había pasado exactamente, y Kado había quedado inconsciente, por lo que se lo llevaron rápidamente a un hospital de Stavanger para que le trataran.

—Esto ha sido cosa tuya ¿verdad? —le increpó a su padre pasado un rato, cuando todos volvieron a sus puestos de trabajo—. Tú le has disparado.

—No sé de qué me hablas —contestó él, sirviéndose una copa de whisky, de espaldas a ella.

—Claro que lo sabes. Solo tú harías algo así para quitarlo de mi camino. Y no me creo que le hayan disparado en tu despacho porque sí. ¡Mírame cuando te hablo!

—A mí no me chilles, Painei —Reik la miró con los ojos entrecerrados—. Si lo he hecho es porque es lo mejor, nada más. Te he dicho infinitas veces que ese hombre no te conviene, ¡deja de echar tu vida a perder!

—No tenías que dispararle —la mujer se pasó una mano por el pelo, agotada de estar allí dentro—. Él no es tu problema, lo soy yo.

—Sí, pero como nunca me haces caso, he tenido que quitarte del medio aquello que te imposibilita comportarte como una mujer digna de heredar esta empresa y no como una fulana.

—Así que me ves de ese modo —sonrió de medio lado, aguantándose el llanto que de pronto la golpeaba—. Crees que soy una puta.

Reik chascó la lengua. Nunca aprendería a tratar a su hija como merecía, él no sabía hacer de padre y madre a la vez, y de líder de FROZE. Solo quería que Painei comprendiera cuán importante era para él aquella empresa, y lo mucho que deseaba que en un futuro fuese ella la que lo heredase todo. No tenía a nadie más en el mundo al que llevar al frente.

—Kado se pondrá bien —intentó tranquilizarla—, no le he dado en ningún punto vital. Le extraerán la bala, se irá a casa y no volverá a pasearse por aquí.

Painei inspiró hondo. Eso era lo que le molestaba de todo el asunto, que le había destrozado la carrera y la vida a Kado por su extrema estupidez. Él no se había equivocado aquella vez al decirle que le haría caer en lo más bajo. Su metedura de pata iba a costarle caro.

Miró a su padre y notó cómo le quemaba la ira en la sangre. Igual que ácido. Si tan solo él supiera toda la verdad, a quién debería quitar del medio, se olvidaría por completo de intentar matar a Kado.

—¿Has hecho lo que te pedí? —preguntó él, sentándose en su sillón con tranquilidad, admirando las vistas que se daban desde su ventana—. Me urge.

—¿Qué cosa?

—Lo del informe de Australia, Painei. Olvídate ya de Kado, ¿quieres? Necesito que te centres en descubrir quién hizo explotar el edificio de la otra isla. Si es uno de los gerentes de esta empresa voy a enterrarlo en lo más profundo del océano. El corazón le dio un vuelco. ¿Eso era lo que le había pedido a Allie? Por eso estaba tan nerviosa cuando se encontró con ella, había descubierto a la culpable y no sabía cómo salir del paso.—Se me olvidó.

—Kade está hambriento. ¿Mando a preparar la cena?

—No hará falta —gruñó, apretando los dientes—. Me ocuparé inmediatamente.

* * * *

Allie temblaba debido al frío, la emoción y los nervios. Tantas emociones le estaban pasando factura. Necesitaba estar en su casa, metida en su cama, y dormir durante horas. FROZE ya no le parecía agradable, solo un oasis lleno de hielo y personas dispuestas a destrozar a todo aquél que se encontrara a su paso.

—Veo que estás bien —comentó a Ravn, que fumaba junto a la ventana, ajeno a todo.

Levantó la cabeza y la miró fijamente.

—Sí. Painei tiene muchos contactos, sabe bien cómo ayudar al prójimo.

—Ya veo. Me da miedo preguntar de qué conoces a Painei.—Es una larga historia —dijo con pereza.

—Historia que, imagino, no me contarás —ella alzó una ceja, cruzándose de brazos.

—Supones bien —asintió, dando una larga calada a su cigarrillo—. Son cosas de nosotros.

Allie se dejó caer sobre la cama, agotada. No necesitaba encima ponerse celosa de su recién encontrada hermana. Ravn podía liarse con quien quisiera, aunque fuese su gemela.

—¿Te duele? —preguntó, señalándole el costado.

Ravn se palpó la zona vendada por inercia.

—Un poco. Que te rajen nunca es agradable —encogió los hombros—. Se pasará.

Ella se mordió el labio inferior. Sentía un enorme abismo entre el hombre y ella, y tenía la sensación de que era culpa suya, por haberse comportado tan mal la noche que se acostaron. No estaba llevando de forma inteligente la situación entre los dos y eso empezaba a pasarles factura.

—Oye, Ravn —empezó a decir con voz débil—, tenemos que hablar.

Él exhaló un largo suspiró. Conocía bien esa frase, implicaba una discusión.

—¿De qué?

—De ti y de mí.

Alzó una ceja, sin comprender.

—Pensaba que habías dejado claro que me odiabas, que acostarnos fue un error y que no querías involucrarte nunca más conmigo —dijo.

—Es cierto, pero las cosas han cambiado. No podemos seguir de esta forma —explicó, mirándose las manos porque no se sentía capaz de mirarle a él—. Yo… Estoy cansada, de todo esto. Necesito respuestas que no llegan, y creo que me volveré loca.

Él se mordió el interior de la mejilla, sintiéndose culpable. A fin de cuentas, eso era culpa suya más que de ella. Le había destrozado el corazón, y ahora que estaba a su lado actuaba como si eso nunca hubiera pasado, y cuando se rompe la confianza de otra persona se necesita mucho para volver a construirla. Hay que barrer las cenizas de la anterior y poner una piedra cada día.

A él le había faltado eso.

—Lo importante ahora es salir de aquí, Allie. He regresado a por ti, y no me iré de aquí solo.

—¿Eso es lo único que te importa?

—Actualmente sí. Este sitio me da escalofríos. Además, estamos en busca y captura por el gobierno noruego. Tú al menos puedes hacerte pasar por Painei, pero yo lo he perdido todo —apretó tanto los puños que se clavó las uñas en las palmas, haciéndose sangre—. No sé dónde está Sander, si está vivo o no, y mi jefe me ha vendido al puto gobierno por orden de esta panda de hijos de puta.

Allie se quedó sin aliento. Eso no había estado en su poder. ¿Vendidos al gobierno? ¿Cómo podía su padre hacer algo semejante? No sabía quién era ella, pero aún así, eso no explicaba sus actos. Reik no podía ser tan cruel, no tenía nada en contra de ellos dos.

—¿Estás seguro de que la orden ha ido desde FROZE? —le preguntó.

—Por supuesto que sí —exclamó—. La propia Painei lo ha investigado. Incluso le han quitado su hijo. Aquí no hay personas, hay robots sin sentimientos.

Expulsó todo el aire de sus pulmones en un intento de tranquilizarse. Cada vez caían más bombas sobre su cabeza, y empezaba a resentirse. Ella era fiscal, maldita sea, no tenía nada que ver con esa isla o el gobierno. Ni siquiera tenía una multa por aparcamiento, demonios. ¿Cómo podía ser buscada por la máxima autoridad del estado? Era impensable.

Enterró su rostro entre las manos e inspiró hondo varias veces. Le iba a dar un infarto si seguía así.

—¿Estás bien? —Ravn se acercó a ella y posó una mano sobre su espalda—. Allie.

Levantó la cabeza y lo miró a los ojos. ¿Bien? Esa no era la palabra que casaba últimamente con ella, el Karma parecía dispuesto a joderla, a hundir bajo tierra toda su vida. ¿Cómo podía estar bien, entonces?

—Dime que todo esto es una mentira.

—Ya me gustaría, pero es lo que toca. Nunca debí arrastrarte hasta aquí, estabas mejor en tus vacaciones en esa mansión —murmuró, acuclillándose frente a ella.

Allie sacudió la cabeza.

—Fuiste con buena intención, después de todo. No me arrepiento de nada. Es solo que… Dioses, la verdad nunca es bonita.

—Has encontrado a tu familia, deberías estar contenta. Es lo que siempre quisiste, ¿recuerdas? Es lo que te ha entristecido desde pequeña. ¿Por qué no aprovechas ahora que tienes la verdad frente a ti?

—¿Qué verdad, Ravn? ¿Que mi padre me ha vendido al gobierno porque le estorbo? ¿Quién quiere una familia así?

—Él no sabe que eres tú. Si se lo dices, retirará la orden y te acogerá en su familia, estoy seguro —dijo, apartándole algunos mechones del rostro—. Deja de ser tan pesimista, Alyson. Painei es una gran persona, te ayudará siempre que lo necesites, y no puedes dudar eso. Tu padre es algo distinto, es cierto. No es como si fuera una persona modelo.

—¿Qué ocurrirá a partir de aquí? —preguntó en un murmullo.—Nos iremos de FROZE, y haremos todo lo posible por limpiar nuestro nombre. Después de eso… ¿quién sabe? —encogió los hombros—. Todavía queda para eso.

Allie seguía sin verlo tan fácil. Sencillamente no podía. Se levantó de la cama y paseó de un lado a otro, notando los nervios burbujeando en su interior y la atenta mirada de Ravn sobre ella.

Él quería ayudarla, tranquilizarla, pero no encontraba el modo. Se sentía igual de aturdido y enfadado que ella, aun cuando no era su familia la que estaba detrás de todo eso.

Y eso era lo que más le dolía y afectaba a Allie.

Desde que la había conocido sabía que le atormentaba no recordar qué había sucedido con ella de pequeña, de dónde procedía, por qué nadie conocía su ascendencia. Eso le había atormentado cada día, cada noche, mes tras mes, y aunque había intentado mostrarle que no hacía falta tener a tu familia al lado para ser feliz, había errado en su trabajo. Estaba claro que para alguien que había vivido toda la vida en la mentira necesitaba saber al menos una respuesta a todas las preguntas que existían en el interior de su mente.

El problema era que aquella no era la respuesta que quería Allie. Ser miembro de una empresa que mataba a gente y enviaba al gobierno a encerrar a dos personas inocentes no es que fuese el ideal de familia feliz. Necesitaba comprender por qué, y quedándose allí dentro nunca lo obtendría.

La realidad era asfixiante, y la verdad también; Allie terminaría perdiendo la cabeza antes que enfrentarse a su padre y a esa empresa. Y él no podía obligarle a hacerlo porque pensase que eso le ayudaría a poner fin a la etapa de su vida que más le había marcado. Painei sabría manejar eso.

—Vayámonos —pidió él—. Te sacaré de aquí sin un solo rasguño —le prometió—, pero tienes que venir conmigo. No voy a dejarte aquí una segunda vez.

Ella paró en seco y negó con la cabeza. No podía salir de allí con él, aunque esa hubiese sido su intención y se hubiera arriesgado por ella. Inmiscuirle en algo que ya no iba con él era una completa locura. Solo que Ravn parecía dispuesto a asumir los riesgos.

—Ravn, ocúpate de tus asuntos. Viniste aquí por un motivo, no lo eches por tierra. Todavía no se han dado cuenta que estás rondando en esta isla, podrías sacar toda la información y pruebas que quisieras —dijo, señalando la ventana, donde el sol iba poniéndose ya en la lejanía.

—¿De verdad te piensas que sigo trabajando como policía? —inquirió, alzando una ceja—. Allie, sé realista. En cuanto salga de aquí seré apresado por el gobierno y terminaré en alguna celda para el resto de los días, a menos que descubra cómo limpiar mi nombre, y para eso necesito tu ayuda.

—¿Mi ayuda? —repitió.

—Sí. Eres hija de uno de los que han dado esa jodida orden, eres un as en la manga.

—Ah, que ahora piensas usarme en beneficio propio. Eso es muy honesto, Ravnei —inquirió con enfado.

Él sacudió la cabeza, haciendo algunos aspavientos con las manos.—No es por mí solo, también por ti y por Sander. ¿Qué crees que hará tu padre cuando sepa que sigues viva?

—Matarme —no lo dudó en ningún momento, y eso envió otro dardo directo a su corazón.

—No es cierto y lo sabes —insistió Ravn—. Por lo que me ha ido contando Painei, él te lleva buscando toda la vida. Daría casi cualquier cosa por tenerte de nuevo en su mundo, y eso puedes dárselo a cambio de que retire esa jodida orden. Te recuerdo que tú también estás incluida en ella.

—¿De verdad te piensas que voy a venderme a mi padre por ti? —alzó la voz, escandalizada—. Me conoces muy poco, Ravnei, si de verdad crees que haré eso por alguien como tú —le recorrió por completo con desdén—. Si salgo de aquí, será después de encargarme de esos bastardos que están ahí abajo y averiguar más de mi adorable familia.

«No se entera de la historia», gruñó en su cabeza, notando cómo quería cogerla y estamparla contra la pared para acallarla con un beso y hacerla entrar en razón. Porque la única forma que conocía de que aquella mujer le escuchara era mientras la tenía entre sus brazos, pero sabía que se llevaría una buena tunda si se acercaba a menos de tres pasos.

—¿Te quieres pasar toda tu vida escondiéndote del gobierno? Tarde o temprano te encontrarán, y no podrás hacer demasiado, a menos que digas quién es tu padre y éste se digne a sacarte de prisión.

—Y ya de paso puedo hacerte un favor ayudándote a ti ¿no? —se burló.

—Eso mismo —asintió él, esbozando una sonrisa chulesca—. Sé que no me dejarías en la estacada, eres demasiado noble.

—Algún día me cansaré de ser idiota, Ravn. Reza porque no sea antes de que tu orden sea retirada —gruñó—. Pero bueno, tú ganas. Salgamos de aquí y limpiemos nuestro nombre de una vez por todas, es hora de poner cada cosa en su lugar y regresar a nuestras vidas. Necesito que salgas de mi mundo de una vez por todas.

Ravn reprimió un suspiro. Odiaba con toda su alma esa forma despectiva de tratarle que tenía Allie, como si él fuese basura. Le hería de verdad. Ya había asumido su culpa al haberla abandonado sin explicación y sin motivo aparente, ¿por qué simplemente no le permitía expiar sus malos actos? ¿Por qué cada vez que avanzaba un paso hacia ella, sentía que retrocedía cinco más?

Envalentonado por la rabia mezclada con la excitación que sentía la aprisionó contra la pared y juntó sus labios en un beso que los abrasó por completo. Allie gimió, con los ojos muy abiertos, intentando conectar todos los pensamientos que volaban por su mente, dispares. Ravn la tomó de las caderas, alzándola, y la besó como solo él sabía hacerlo, calcinando cualquier rastro de razón y culpa que los cubriera.

Ella pasó la mano por su cabello oscuro, deleitándose con la forma en que deslizaban por entre sus dedos. Tomó sus labios prisioneros, los mordisqueó, lamió y besó hasta que el sabor de Ravn se quedó impregnado por encima del suyo propio. Fue entonces cuando la cordura la golpeó con dureza y lo apartó de un empujón, avergonzada por la forma en que él le hacía perder el control de su cuerpo.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Besarte —respondió con desvergüenza—. ¿Qué si no?

—¡Pues no vuelvas a hacerlo! —chilló, pasándose una mano por sus labios, como si con eso consiguiera borrar el rastro de todos los besos que se habían dado—. ¡Te dejé claro que no quería ningún contacto íntimo contigo!

—No te gustaría saber por dónde me paso tus estúpidas normas, cariño. Sé que me deseas, y pienso aprovecharlo hasta el último de mis días, sean dentro o fuera de esta isla. Ya está bien de perder el tiempo cuando te mueres porque te haga el amor todo el tiempo que estás a mi lado. A mí no puedes engañarme, Allie; noto cómo arde tu cuerpo cuando te tengo cerca, y eso no podrás cambiarlo.

Ella tembló, manteniendo el contacto con sus ojos dorados, alzando la barbilla, como si quisiera demostrarle que estaba muy por encima de él y que todo lo que decía no era más que un puñado de tonterías.

Pero la verdad era que sí se moría de ganas por acostarse con él. Lo sentía desde el interior de sus entrañas, quemándole, lastimándole. El deseo le arañaba el pecho con violencia, y aunque trataba de controlarlo, se veía marioneta presa de ese sentimiento.

—Cállate —espetó, dándose la vuelta y cruzándose de brazos—. No quiero volver a mezclarme contigo.

—¿Entonces por qué tiemblas cuando te beso? ¿Por qué me permites llegar tan lejos? —susurró él sobre su oído, tomándola desde atrás. Ella forcejeó, gruñendo, pero él la sujetó con fuerza y trazó la curva de su cuello con la lengua—. Alyson Von Aleksandros, me deseas, así que deja de poner resistencia.

Para su sorpresa, ella sonrió y asintió. Se dio la vuelta y lo miró directamente a los ojos. Ravn tragó saliva ruidosamente, notando el corazón golpeándole las costillas.

—Sí, Ravn. Te deseo tanto como te odio por haber roto todas mis ilusiones. Que eso no se te olvide.

Dicho aquello salió como un vendaval de la habitación, dispuesta a poner distancias entre ellos. Saldría de allí con él, eso lo tenía claro, pero en ese momento necesitaba tomar el aire o terminaría cayendo de nuevo en sus brazos. Y lo último que necesitaba era deshacerse en orgasmos entre sus brazos y pedirle que unieran sus vidas de nuevo. Eso no podía volver a suceder, lo tenía muy claro.

No pensaba volver a venderle su corazón a Ravn cuando este iba a romperlo de nuevo.

* * * *

—Painei, que estés viéndome tanto en estos días no me augura nada bueno —comentó Reik nada más ver a la mujer entrar en su despacho, bastante tranquila a como solía ser—. ¿Tienes lo que te pedí?

—Todavía no, ando en ello —aseguró Allie, intentando sonar como su hermana—. Solo quería preguntarte una cosa.

—Ah —sonrió de medio lado—, dispara. Sabes que no puedo negarte nada.

Allie tomó aire y lo soltó todo de golpe, vaciando al completo sus pulmones. Lo que estaba haciendo era una locura; si Painei se presentaba allí de improvisto la descubrirían, y entonces la moneda de cambio que Ravn pensaba emplear se iría al traste. Pero no tenía más remedio, necesitaba despedirse de su padre hasta otro momento, y de paso preguntarle lo que iba a suceder.

—¿Por qué has mandado una orden a través del gobierno para encerrar al policía Ravnei, de Noruega?

Reik frunció los labios.—¿De dónde sacas tú eso? —quiso saber.

—Ha llegado a mis oídos, eso es todo. La orden se ha efectuado desde aquí, y tengo la impresión de que es cosa tuya.

—Te equivocas —aseguró él—, yo no he estado en contacto con el gobierno de Noruega desde hace semanas. ¿No habrá sido otro miembro de la corporación?

Allie tragó saliva. ¿Podía creer en su inocencia? Una parte de ella deseaba que así fuese, no quería tener un padre que había vendido su cabeza de esa forma. Pero las ilusiones era traicioneras, y Allie debía ir con pies de plomo.

—Entonces, ¿podrías averiguar quién es?

Reik soltó una carcajada, negando con la cabeza.

—Eres de lo que no hay. ¿Por qué te importa eso de pronto?

Además, estoy seguro de que sabrás quién es el que está detrás de todo esto con solo una llamada.

—Quiero que te ocupes tú, a modo de favor —insistió Allie.

Él alzó una ceja, sin comprender a qué venía tanta insistencia.

—Painei, ¿qué ocurre? ¿Has vuelto a meterte en líos?

—No —negó rápidamente con la cabeza y añadió—: padre.

Solo intento saber por qué querría alguien ir en contra de ese policía.

—No estoy seguro —dijo, sin desfruncir el ceño—. Quizás sea cosa de Essei, creo que tenía un policía metiéndose en sus asuntos, y tenía cierto interés en quitárselo del medio. Habla con él.

Inspiró hondo, asintiendo con la cabeza.

—Eso haré.

—Painei, Kade está esperándote, será mejor que te ocupes rápidamente de lo que te ordené, no tengo paciencia infinita, aun cuando eres mi hija.

Allie no dejó escapar el tono amenazante que había en su voz. Tragó saliva y asintió. Luego se marchó rápidamente de allí.

Solo le faltaba dar con Essei cuando nunca le había visto.

* * * *

Kelly salió del ascensor en el mismo momento en que Allie iba hacia él. Miraba un pequeño transmisor donde aparecía la luz parpadeando del rastreador que le había puesto a Allie el momento en que se habían cambiado de ropa juntas. Necesitaba mantenerla vigilada, el problema era que el transmisor indicaba que ella estaba justo a su lado. Alzó la cabeza y la vio, su mundo parándose una milésima de segundo solo para ir rápidamente después.

—Ah —dijo, deteniéndose en seco—, a ti quería verte.

Alyson notó un nudo en la garganta cuando vio a Kelly.

Después de lo ocurrido lo único que se le antojaba era golpearla hasta hacerle sangrar por la nariz y la boca.

—¿Quieres terminar conmigo? —gruñó.

Antes de que ella lo hiciera, Kelly ya la tenía sujeta por el cuello, robándole el oxígeno.

—Escúchame bien, pretenciosa. Si abres la boca, te borro de la faz de la Tierra, ¿queda claro?

Allie rió a pesar de todo, tenía el rostro enrojecido y los labios algo amoratados.

—Estás muy mal de la cabeza si piensas que caeré en tu juego.

Kelly la soltó, solo para propinarle un revés segundos después. La rubia se llevó una mano a la mejilla, notando que tenía un pequeño corte que sangraba un poco. La ira la cegó por completo.

Intentó devolverle el golpe, pero Kelly la esquivó con suma facilidad, esbozando una sonrisa ladina que la enfureció aún más.

—No puedes conmigo, niñita —le aseguró, mirándola con petulancia—. Soy mejor que tú, y gozo de todo el poder de FROZE, que es mucho más grande de lo que te piensas. Un chasquido de dedos mío y el mundo ardería.

—Yo no te tengo miedo —arguyó ella, apartándose el pelo del rostro—. Deberías dejar de subestimar a todo aquél al que intentas joder. Te he calado del todo.

—Y si es así, ¿por qué no das la voz de alarma y demuestras quién soy? —se burló.

—Porque la venganza se sirve en frío, primita —sonrió con triunfo al ver cómo el desconcierto bailaba en los ojos grises de Kelly—. Voy a destruirte desde dentro, en tu propio terreno, que es donde más te va a doler.

—Evita jugar con un fuego que desconoces, Alyson. Puedes quemarte al completo, y te aseguro que no vas a librarte de un segundo incendio.

—Puede. Pero voy a asegurarme de que tú vienes conmigo al infierno, jodida perra.

Le propinó un puñetazo que la derribó. Ni siquiera Allie supo de dónde había nacido toda esa fuerza, solo sentía que el rencor y el odio le quemaba con ácido la sangre, y que necesitaba despedazar a aquella mujer de alguna forma.

—¿Cómo te atreves? —rugió Kelly, fuera de sí, levantándose de un salto.

Allie no le dio espacio a más. Le dio otro revés, y esta vez se aseguró de que también le hacía sangre. En el suelo, Kelly se llevó la mano al labio, asustada. Sentía escozor.

—Eso es para que aprendas que no puedes ir por la vida acuchillando a la gente como si repartieras caramelos —graznó, tan fuera de sí como la morena—. Vuelve a tocar un pelo de Ravn y a la próxima te arranco los dedos uno a uno, ¿queda claro? —Kelly no respondió—. ¡He dicho que si queda claro! —gritó.

—Clarísimo —dijo en un murmullo.

—Bien. Volveremos a vernos —le prometió antes de darse la vuelta y meterse en el ascensor, sin cortar un solo momento el campo visual entre las dos—. Te lo prometo.

Kelly, aturdida, gritó de rabia, golpeando el suelo con los puños. No podía ser que le hubieran vapuleado de esa forma sin miramientos; siempre era ella la que otorgaba dolor.

Alyson no sabía dónde se había metido, pero ya se encargaría de hacerle llegar el mensaje.

 18

Mor fue a ver a Kado nada más enterarse de que había sufrido un accidente. Le gustaba mucho el hombre, tenía un sentido del humor muy ácido, parecido al suyo, y era muy leal. Se le podía pedir cualquier cosa y lo hacía sin pedir nada a cambio. Kado era la clase de persona que escaseaba en el mundo, y que tan valiosa era.

Entró en la habitación después de pedirle a la enfermera que no dejase pasar a nadie más. No quería arriesgarse a que cualquiera de los representantes de FROZE fuese a rematarle, porque estaba segura que había sido cosa de ellos.

—Hola, pequeño —saludó, acercándose a la cama donde descansaba, pálido y ojeroso, lleno de cables—. ¿Cómo te encuentras?

A Kado se le iluminó la mirada al ver a la mujer, tan enigmática como siempre, tapando su rostro con unas enormes gafas de sol y un chal que envolvía sobre su cabeza, para que nadie viese su rostro o se diera cuenta que era ciega.

—Hola.

—Vaya, noto que estás muy triste. ¿Ocurre algo? —preguntó, cogiendo su mano y estrechándola entre las suyas, cálidas y reconfortantes.

—Lo de siempre, ya lo sabes. Parece ser que me metí en el camino equivocado el día que decidí trabajar para FROZE.

—No digas eso. Es lo mejor que te ha pasado y lo sabes, aunque a veces te dé más cosas malas que buenas. Yo y Painei te queremos mucho —aseguró, sonriéndole.

Kado hizo una mueca.

«Seguro que Painei me quiere mucho», pensó, enrabiado. Aquello era culpa suya, y él se lo había avisado. Pero como siempre, la mujer solo miraba su propio ombligo, pasando del resto. Solo le importaba ella misma, y él empezaba a estar harto.

—No te sulfures —pidió Mor, notando su tensión—, no volverás a esa isla si no quieres.

—¿Y de qué voy a vivir? Estoy seguro de que Reik no me dejará hacer nada. Sabes cómo es.

—Él no se meterá más en tu vida —insistió, la sonrisa temblándole un poco—, no voy a permitir que destruya más vidas.

—Eso es como querer detener un huracán con un simple movimiento de la mano —se quejó él, cerrando los ojos. Los focos fluorescentes le dañaban las pupilas.

—Ah, cariño, me subestimas demasiado —dijo, palmeándole la mano con afecto—. Reik se olvidará de ti si sabe lo que le conviene. Sé todo sobre él, y tengo en mi poder algo que podría destruir sus creencias por completo.

—¿Y por qué no lo haces? —quiso saber Kado.

Mor soltó una risita entre dientes, negando con la cabeza.

—La vida no es tan fácil, y las acciones y elecciones tampoco. Necesitamos meditar bien antes de emitir un juicio, así como de movernos hacia un lado u otro. No levantemos una guerra antes de tiempo.

—Cuando hablas así me pones nervioso —admitió el hombre, suspirando—. Pero tienes razón, ahora mismo no podemos hacer nada en contra suya.

—Así me gusta, que te lo tomes con calma. Voy a hacer de ti un hombre nuevo —curvó los labios en una gran sonrisa, igual que lo habría hecho una madre orgullosa de su hijo—. Vas a venirte a vivir conmigo.

Kado parpadeó, pensando que había escuchado mal.

—¿Cómo?

—¿No quieres? —preguntó Mor, enfocándole a pesar de que lo veía todo negro.

—Lo siento, no quería decir eso. Es que no estoy acostumbrado… —carraspeó, avergonzado. Solo a él se le ocurría mostrar lo solo que estaba en el mundo—. Me encantaría ir contigo, y ayudarte. Supe no hace mucho que estuviste en FROZE, obligada por Essei, para movilizar a los Ejemplares Gamma.

—Bueno, eso es agua pasada. Ahora mismo te necesito para otro asunto, y además, ambos deberíamos descansar un poco. FROZE terminará acabando con nosotros, y eso no es sano.

Kado no conocía demasiado a Mor, solo lo suficiente para saber que, incluso ciega, veía más a las personas y al mundo en el que vivía que cualquiera con la mejor vista del planeta. Era tan sabia, cálida y acogedora que a su lado se olvidaba de todo, incluso del tiempo. Para él era como la abuela que jamás había conocido, y que estaba en algún lugar de la Tierra, pero que seguía sin querer verle.

Claro que quería marcharse con ella. Al menos sabía que podía contar con alguien que nunca le daría la espalda y que no le juzgaría por nada, ni siquiera por sus orígenes difusos.

—Entonces qué me dices, ¿nos marchamos ya? —Mor se levantó de la cama y tomó su bolso.

—Sí, por favor.

La mujer salió de la habitación para recoger el alta y las recetas médicas, dándole cuartelillo para que se vistiera con ayuda de las enfermeras, mientras preparaban el traslado. Ella le cuidaría igual que hubiese cuidado a su hija si ésta no se hubiese vuelto loca.

* * * *

—¡Mami! —Kade correteó por el pasillo hasta su madre, que lo cogió en brazos y lo envolvió en besos y arrumacos. Él, feliz por su atención, se restregó contra ella—. El abuelo me ha regalado un avión —dijo con una enorme sonrisa en los labios—. ¡Dice que él tiene uno igual! Y que me llevará a Disney Landia en él.

—Qué interesante —murmuró, lanzando una mirada viperina en dirección a su padre—. ¿Estás bien? ¿Te han hecho algo? —Kade negó con la cabeza, ensimismado con el avión de juguete.

—Sabes que nunca le haría daño —Reik chascó la lengua—. No me juzgues de esa manera.

—Has enviado al gobierno a secuestrar a mi hijo, ya no sé qué esperarme de ti —le reprochó.

—Haré lo que sea por mantener a mi nieto a salvo. Dejarle tirado por ahí, como si fuera una mascota, no dice nada bueno de ti.

—¿Otra vez con esas? —gruñó, soltando a Kade, pero sujetándole por la mano—. ¿Por qué no dejas de meterte en mi vida y en la de mi hijo y te dedicas a tu empresa? Sabes manejar mejor esos engendros que a tu hija y tu nieto.

La mirada de Reik brilló peligrosamente. Painei tragó saliva.

Enfadar a su padre no era la mejor opción, no después de haber disparado a Kado a sangre fría.

—Deja de montar escándalos, y menos delante del niño —espetó con frialdad—. Ya lo tienes a tu lado ¿no? Entonces ocúpate de cuidarle bien, no te quiero dentro de esta empresa nunca más. Lárgate y sigue ejerciendo de abogada, es lo que mejor se te da. Kado ya está fuera de juego, y tu marido regresará pronto. Tienes una familia, por el amor de Dios. Tienes lo mejor que una mujer puede tener en este mundo.

—Seguirás sin comprender que una familia no es aquella compuesta por un padre, una madre y un hijo. Incluso después de haber perdido a mamá y a Vanit, sufriendo por su pérdida durante años, no te has dado cuenta que el amor no nace dentro de unos papeles absurdos como es el matrimonio —negó con la cabeza con cierto aire derrotado—. Yo amo a Kado, da igual cuánto hagas o cuántos intentos de asesinato cometas, seguiré amándole con la misma intensidad. Si formé esta familia fue por limpiar tu apellido, pero no volveré a hacerlo. No voy a sacrificarme por ti.

Reik alzó la mano dispuesto a propinarle una bofetada, pero se arrepintió en el último momento. Se fijó en que Painei ni siquiera había parpadeado, y que su nieto le miraba con terror, encogiéndose sobre sí mismo. Al reflejarse en sus ojos vio a un monstruo sin sentimientos, el que todos los niños esperan encontrar bajo la cama o dentro del armario, y algo se rompió dentro de él.

De pronto se sentía vulnerable, sucio y manchado de sangre de los pies a la cabeza. Giró sobre sí mismo y se perdió en su despacho, sin querer ver a nadie. Painei no podía verle de esa forma. No obstante ella entró segundos después, sin Kade, quien la esperaba fuera.

—Papá —le tocó la espalda con cuidado, pero él se revolvió igual que una serpiente—, yo no quiero perderte de esta forma —le aseguró con la voz temblándole igual que una hoja al viento—. Escúchame.—No me toques —gruñó, alejándose de ella. Ni siquiera encendió la luz, no quería enfrentarse a la mirada de Painei de esa forma, ver cómo le daba asco o lástima. No soportaba ese tipo de cosas hacia su persona—. Lárgate de esta empresa y no vuelvas a poner un pie aquí —repitió—. Si vuelvo a verte en este lugar, no respondo.

—Yo también formo parte de esto.

—¡Pues ya no! —rugió, embravecido, respirando tan agitadamente que parecía un toro a punto de embestir—. No eres la única que puede heredar esta empresa, eso tenlo por seguro.

—¡Soy tu hija! Además, esta vez no he hecho nada para enfadarte —Painei se acercó a él, pero al ver que ni siquiera le enfrentaba se retiró un par de pasos—. Has sabido siempre que amo a Kado, me has destrozado la vida de todas las maneras posibles, no me quites también mi sueño. FROZE es tan proyecto mío como tuyo.

—¿Y qué has hecho tú por FROZE? —le preguntó, sonando más cruel que nunca—. ¿Joderla todas las veces que has podido?

Painei se preguntó si él sabía que ella había hecho explotar la antigua isla, si se lo habría contado alguien, pero luego llegó a la conclusión que de ser así no estaría discutiendo con ella, la habría matado ya. Reik era su padre, sí, pero eso no la libraba de su ira.

Inspiró hondo y se relajó un poco.

—Quizás, si hubieses confiado más en mí… —empezó a decir, pero Reik soltó una carcajada tan fría que un escalofrío bajó por su espalda.

—¿Confiar? ¿Tú me hablas de confianza? Has escupido en la mía desde que tenías siete años, por Dios. Te he dado todo lo que querías y más.

—Sí, porque te sentías culpable por lo ocurrido con mamá y Vanit. Nunca pudiste admitir que te equivocaste en confiar en tus anteriores socios, luchaste por un proyecto que ellos te quitaron, y que yo eliminé, ¿recuerdas? Yo te salvé de ellos, aun cuando no logré encontrar a Vanit. Y no sabes cuánto me he lamentado de haber soltado su mano —lágrimas acudieron a sus bonitos ojos azules, pero parpadeó para alejarlas—. Creo que he pagado ya por ese error. Yo perdí a tu hija querida, y tú me quitaste al hombre que amaba. ¿Acaso eso no me exime?

Reik apartó la mirada. No soportaba ese dolor que inundaba a su hija, como si la quemase por dentro. Él se sentía exactamente igual, un volcán sin lava porque alguien lo había apagado el día que su casa se quemó, y con ella la mujer que había amado desde pequeño. Se lo habían arrebatado todo, y él había hecho lo mismo con lo único que le quedaba en la vida.

De pronto se sentía un completo miserable.

—Painei…

Ir a la siguiente página

Report Page