Frozen

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Mor, sintiendo los ánimos, habló con el inspector fuera de la sala, y luego éste retiró a todos sus refuerzos, dejándoles a solas.

Una hora después, Mor regresó, y los miró a todos con sus acuosos, aunque no podía verles.

—El gobierno sigue en la isla. He pactado porque os dejaran a solas mientras llegan los helicópteros para llevaros al hospital. La corporación tendrá que declarar en el juicio, y tú también, Ravn.

Allie frunció el ceño y miró al hombre.

—¿Por qué tú?

—Es largo de contar —suspiró él, y le besó la frente—. No te preocupes, estaré bien.

Allie ya no creía que nada fuera a salir bien. Sentada sobre una mesa, acunada por Ravn, el miedo no la abandonaba. Seguía creciendo, al igual que su preocupación por Painei. ¿Qué sería de ella a partir de entonces? ¿Y por qué Reik no decía nada?

Miró a su padre sin comprenderle. Tan frío, tan ausente, tan callado. Y antes de que se diera cuenta de lo que hacía, escapó de los brazos de Ravn y se encaró con él, empujándole.

—¡Eres un maldito cobarde! —gritó—. ¿Cómo puedes permitir que tu hija cargue con todo lo que has hecho tú?

—No lo entiendes…

—¡Claro que no lo entiendo! Painei no ha hecho nada, ¡todo esto es culpa tuya! ¡Asúmelo de una vez! Ya has destrozado bastante a esta familia.

Ravn la sujetó por los hombros y la apartó. Estaba totalmente de acuerdo con lo que Allie decía, pero estando el gobierno al otro de la puerta no quería tentar a su suerte.

—Cálmate, no merece la pena.

—¿Que no merece la pena? —rugió ella, mirándole con enfado—. Él es un grandísimo hijo de puta que ha vendido a su hija al gobierno por no acabar en la cárcel.

—Eso no es así —intervino Mor, y todos se callaron al escuchar su voz—. Painei decidió esto ella sola.

—¿Qué quieres decir? —quiso saber Allie, mirándola.

—Painei pactó conmigo para que llamara al gobierno si la cosa se ponía fea por aquí. Ella estaba dispuesta a asumir las consecuencias de los crímenes si con eso conseguía salvaros a todos. Tenéis mucha suerte de que ella haya hecho semejante sacrificio por vosotros.

—Pero FROZE tiene unos directores —dijo Ravn sin entender nada—, yo tenía la mayor parte de las acciones.

—No, Painei te las quitó. ¿Te acuerdas los contratos que te hizo firmar cuando sucedió la explosión de Australia, alegando que eso evitaría que te culpasen de nada? En realidad te mintió, se trataba de que le cedieras todas tus acciones. Ella se proclamó la mayor accionista de FROZE, y engañó a todo el mundo a su alrededor para que no se enterase. Por eso tu jefe te permitió entrar en esta investigación, para que fueras a FROZE por ti mismo y acabaras muerto.

Ravn notó que el pecho le ardía de rabia.

«Maldita Painei, siempre jugando a salvar el mundo». Miró a Allie, preocupado. 

Ella fruncía el ceño, pero no decía nada. Parecía estar asimilando con lentitud lo que escuchaba.

—Fue Painei quien nos vendió al gobierno.

—Fue Ellan —corrigió Allie, y le miró con cierto miedo—. La orden sigue activa.

—No, la verdad es que no —les tranquilizó Mor—. Expliqué lo ocurrido y lo comprendieron todo. Painei lo corroboró todo, ha dicho que Ellan era su mano derecha, que sus intenciones eran asesinar a Allie y Ravn. Les quería quitar del miedo.

—Dios mío, no puedo con esto —Allie se derrumbó sobre una silla—. Es superior a mí.

Ravn se arrodilló frente a ella y tomó su rostro entre las manos.

—Ha terminado todo.

—En realidad no ha hecho más que empezar. Mi hermana…

—Painei estará bien, saldrá de esta. Siempre tiene un plan de ataque.

—¿Y Kado? ¿Y su hijo? ¿Qué será de ellos? —gimió, sollozando.

—Están a salvo —dijo Mor, tranquilizándola—. Yo les cuidaré, aunque no pueda evitar que sufran por esto.

Allie escondió el rostro sobre el hueco del hombro de Ravn.

Él le frotó la espalda, demasiado cansado. Tenía la mente embotada, al igual que los demás, al parecer, porque ninguno reaccionaba. Eran muñecos atados con cadenas.

—Terminemos con esto de una vez —propuso Mor—. El gobierno investigará FROZE hasta el último resquicio, y eso nos obliga a abandonar la isla.

—La isla es nuestra —soltó de sopetón Ossv—, no pueden quitárnosla.

—Esta noche han caído dos de sus representantes —explicó la mujer con calma—. Essei y Kelly están muertos.

—¿Qué? —exclamaron Reik, Ossv y Allie a la vez.

—Mi hermano no… No puede estar… muerto —boqueó Reik, pálido y tembloroso—. Él no ha caído.

—Essei ha abandonado este mundo, ha partido junto a su pequeño tesoro. No hay nada que podamos hacer para remediarlo.

—¿Cómo puedes estar tan tranquila? —inquirió el hombre—. Se trataba de tu marido y tu hija.

—Que no esté derrumbada no significa que no me duela. Prefiero lamentarme en intimidad, Reik —repuso.

Apretó los puños, queriendo decirle algo, gritarle, pero Mor no era la culpable de lo ocurrido. Ella más que nadie sufría por perder a su familia de esa manera. Él no era el único al que le habían arrebatado lo que más amaba, con la diferencia de que Mor era valiente y él un cobarde.

—Lo siento —dijo entonces Ossv, disculpándose—. Essei era un gran hombre.

—Débil, pero un buen hombre, sí —asintió Mor—. Ahora, si me lo permitís, quiero regresar donde están descansado. Debo ocuparme de algunos asuntos. Vosotros deberíais bajar, os llevarán al hospital más cercano.

—¿Ocurrirá algo con nosotros? —preguntó Ravn.

—Por ahora, no. Mañana será otro día.

El policía asintió y se llevó consigo a Allie, demasiado exhausta para poder con ella misma.

* * * *

En el hospital la policía fue quienes los vigilaron, esperando alguna orden directa del gobierno. Llegaron una hora después y la primera en ser hospitalizada fue Freyka. Al estar embarazado, le hicieron varias pruebas, y tras cerciorarse que el feto estaba bien y ella también, la dejaron reposar.

Ravn decidió que hablaría con ella cuando todo hubiera pasado. Ambos tenían mucho que decirse.

—Ravn —le llamó Allie desde el pasillo, indecisa sobre si pasar a la habitación de Freyka o no—, ¿vienes?

—Sí, claro. No tengo mucho más que hacer aquí.

Salieron fuera y cerraron la puerta. Allie tenía mejor cara, pero sabía que tendría una charla muy larga con Ravn cuando sus vidas volvieran a ser las de siempre.

—Reik y Ossv se han marchado —informó—, no sé dónde estarán ahora.

—Refugiados en su madriguera. No te preocupes por ellos, pagarán caro todo lo que han hecho.

—Tendremos que buscar la manera de sacar de ésta a Painei —Allie se acercó a él, abrazándole.

—Haremos todo lo que esté en nuestras manos —prometió él, acariciándole el pelo—. No descansaremos.

—Gracias —Allie se inclinó y atrapó sus labios. Ravn respondió de buena gana—. Eres increíble, y muy valiente.

—Tú eres demasiado temeraria. Casi me matas del miedo que he pasado —reprochó, mordisqueándole el labio inferior.

—Tenía que proteger a Freyka. Ella tendrá un bebé tuyo, y yo…

—Tú —dijo— tendrías que habérmelo contado. Habríamos buscado una solución.

—Nada ha salido mal —murmuró, algo apagada—. Al menos ahora sabemos quiénes somos. Nadie dijo que luchar en una batalla contra nosotros mismos y nuestro pasado fuese fácil.

—Si vuelves a hacerlo, tendré que irme con cualquier otra mujer que al menos deje una nota de dónde está.

—No se me ocurrió, estaba muy asustada —admitió ella—. Solo deseaba llegar a tiempo.

—Gracias —fue su turno para agradecer—, por ser la mujer más maravillosa de este mundo y por quererme lo suficiente como para ir en busca de la muerte para protegerme.

Allie se ruborizó. No esperaba semejante confesión. Mariposas revolotearon sobre su garganta.

—Suficiente no es la palabra, policía. Diría que te quiero más que cualquier cosa en el mundo. La muerte es solo un paso más de ese amor que siento hacia ti.

La sonrisa de Ravn iluminó su mundo de nuevo.

—Te quiero —murmuró, alzándola del suelo y atrayéndola para besarla—. Creo que no habrá días suficientes en mi vida para recordártelo.

—Pero con los que haya será suficiente.

—Suficiente no es la palabra, fiscal —repitió él con una enorme sonrisa en los labios—. Haré cualquier cosa para que incluso muerto, lo sepas.

—Tendremos que pensar en ello.

—Estoy de acuerdo.

Y la estrechó una vez más entre sus brazos.

 32

La siguiente semana fue decisiva para que todos volvieran a la normalidad. Ravn y Allie intercambiaron las vivencias en las últimas horas pasadas en la isla, y aunque en un principio Ravn se cabreó por la verdad sobre los ejemplares y lo que Ellan había pretendido, la noticia de que Sander era un ciborg, un ser artificial, lo eclipsó. Le dolió en el alma que su amigo hubiese sido una víctima más de la corporación. Buscó a través de la base de datos de la corporación, la que Allie había robado de Painei, pero no halló nada. Ni siquiera el gobierno le concedió esa información.

Allie le prometió que investigaría y darían con él. Sander no podía desaparecer, él aún vivía, y encontrarían la forma de que recuperase parte de su vida aún siendo un Ejemplar Alpha. También necesitaba hablar con él y contarle que eran hermanos. Eso era lo que más le escamaba.

Reik seguía en destino desaparecido. Allie le había buscado, pero no había forma de dar con él. Tal y como ya había supuesto, no pensaba dar la cara y salvar a su hija. Él no era tan valiente.

El octavo día por la mañana Ravn decidió ir a ver a Freyka después de que ella le llamase. Ese día le daban el alta. Frank viajó desde Irlanda para hacerse cargo de ella. Llevaba tantos días preocupado que cuando Ravn le llamó fue como ver la salida del sol después de una noche eterna sin luna. Ambos hombres se encontraron en el hospital. A Ravn no le hacía gracia que Freyka se mezclara con su antiguo chulo, pero tampoco se metió por medio; a fin de cuentas, él había sido el causante del sufrimiento de la mujer, era normal que rehiciera su vida.

Freyka estaba sentada sobre la cama, luciendo un bonito vestido rojo y una pequeña maleta donde había guardado todo lo que Ravn le había llevado esos días. Sonrió al ver a los dos hombres que más apreciaba, juntos.

—Buenos días —saludó—. Me alegra que hayáis venido.

—¿Cómo estás? —Frank se apresuró a analizarla con ojo crítico—. Lo sé todo y solo puedo pedirte disculpas. No supe protegerte como te prometí.

Ella negó con la cabeza, palmeándole la mano con cariño.

—Estoy bien. Solo han sido unos días malos. No es culpa de nadie —miró a Ravn—, ni siquiera tuya. Deja de atormentarte.

Ravn gruñó. Claro que se atormentaba, la habían tomado como rehén porque estaba embarazada de él, ¿cómo podía pedirle que no se sintiera culpable?

—Estoy bien —repitió para los dos—. Hoy saldré y seré totalmente libre.

—Ni sueñes con ello —Frank se sentó a su lado, acariciándole el pelo—. No voy a separarme de ti en la vida.

—Bueno, sobre eso… —empezó a decir.

—Supongo que has decidido irte a Irlanda ¿no? —entendió Ravn, y la idea de que su hijo naciera lejos de él le molestó—. No vas a plantearte siquiera quedarte aquí, en Stavanger.

—Este no es mi lugar, Ravn. Tú tienes un futuro con Allie que yo no quiero ensombrecer de nuevo. Hemos hablado de eso, y sé que mis disculpas por las mentiras y el engaño no servirán de nada, pero… Lo siento, Ravn. Siento que todo haya salido de esta forma —su sinceridad traspasó su muro y Ravn no pudo más que relajarse y casi sonreír por la forma en que ella se veía, feliz al lado de Frank, aunque no se diera cuenta de ese hecho—. Prometo que te llamaré una semana antes de salir de cuentas para que puedas venir. Me encantaría que estuvieras en el momento del parto.

—¿Lo dices en serio?

—Claro que sí. Y Allie también. Le costará aceptar que voy a darte un hijo antes que ella, pero sé que lo superaréis. No puedo renunciar a mi bebé, lo siento.

—Allie nunca te pediría algo así —se apresuró a aclarar—. Irá bien. Mantendremos el contacto. Y tú —miró a Frank—, cuídala o tendremos problemas.

—Te lo prometo. Querré a este hijo como si fuera mío, aunque no te quitaré el puesto —sonrió al ver la cara de irritación de Ravn—. Eso te corresponde a ti.

Freyka sonrió, respirando con tranquilidad. Después de todo, nada iría mal de nuevo. Sus dos hombres estarían allí siempre para sostenerla, a ella y a su hijo.

—Gracias a los dos por ser tan comprensivos conmigo. Seréis unos padres geniales. Mi bebé estará lleno de amor, eso me tranquiliza.

Ravn se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla. No podía decirle que la hubiera amado, pero sí había sentido un enorme aprecio por ella, y ese sentimiento seguiría presente para toda la vida. Iban a tener un hijo juntos, y eso les unía de una forma muy cálida y encantadora. Era emocionante pensar acerca de a quién se parecería, si sería una niña o un varón, y si heredaría su pelo oscuro o la forma tan bonita de los ojos de Freyka. Fuera como fuese, él estaría presente, y le colmaría de cariño y protección.

Sí, todo iría bien.

Los dejó a solas, empezando a escribir una historia conjunta sin nada más que temer. Y nada más poner un pie fuera del hospital, sacó un cigarrillo y arrancó la moto; en casa le esperaba la única mujer a la que querría tener encadenada en su cama, totalmente desnuda, para toda la vida.

* * * *

El entierro de Kelly y Essei fue algo discreto. Solo asistieron Mor, Kado con su hijo Kade, Allie y Ravn. Los demás miembros de la corporación que seguían vivos ni siquiera se dignaron a presentar sus respetos.

Fue una ceremonia muy sencilla. Enterraron los cuerpos en el cementerio, y estuvieron varias horas allí parados, observando cómo el cielo iba despejándose con lentitud, librándose de las nubes que en un principio habían amenazado lluvia.

Mor no lloró en ningún momento. Según ella, no le salía derramar lágrimas porque muy pronto ella se uniría a su familia, y entonces estarían juntos y felices de nuevo. «Así es como debió ser siempre», dijo, y luego se marchó en compañía de Kade.

Kado, preocupado por Painei, se quedó allí un rato más.

—El gobierno se ha quedado con la corporación, era lo que siempre habían querido —les explicó con rabia—. Y Painei, mientras, se pudre en la cárcel.

—Pensaremos en una forma de sacarla —le prometió Allie, acariciándole la espalda. Se veía tan derrotado que no sabía qué decirle que sirviera de algo—. Ten fe.

—Hace mucho tiempo que perdí la fe.

—No es el fin, Kado —aseguró Allie—. Painei merece la libertad, y nosotros lo demostraremos.

—Solo espero no fallarle de nuevo —gruñó, apretando los puños con desesperación—. Necesito tenerla conmigo.

Allie comprendía el dolor que le embargaba. Ella lo había sentido durante muchos meses a causa de Ravn.

—Por suerte no tendrás que luchar tú solo. Estamos juntos en esto.

—Sabes que es así, no dejaremos que te lo pases bien tú solo —intervino Ravn—. Painei me dio todo lo que tengo, es hora de pagarle el favor con creces.

—¿Cómo pensáis hacerlo?

—Técnicamente sigo siendo el mayor accionista de FROZE —Ravn encogió los hombros—. Haré que Painei me relegue el cargo y recuperaré la corporación. Y luego demostraré que ella no tiene nada que ver. FROZE esconde muchas cosas, es hora de sacarlo todo a la luz, junto a sus culpables. Y lo siento por la parte que le toca a Reik —dijo mirando a Allie—, pero él merece la silla eléctrica.

—Tranquilo, lo tengo asumido —aseguró—. Si tengo que sacrificar a mi padre para recuperar a Painei no me temblará el pulso.

Kado sonrió por primera vez en mucho tiempo.

—Me alegro de haberos conocido. Painei estaría orgullosa de vosotros.

—Hagamos que lo esté aún más —pidió Allie—. Hagamos que sea feliz de una vez por todas.

—Sí, hagámoslo —murmuró Kado.

Se quedaron allí un poco más, en silencio, disfrutando de la paz y despidiendo a Essei y Kelly como merecían.

Ninguno de ellos se dio cuenta que, a varios metros, entre lápidas, Therus observaba el hoyo donde el amor de su vida descansaba. Diciéndole adiós con el corazón que latía en su pecho, desprovisto de vista.

* * * *

Sede FROZE en Australia

—No puedo creer que aún podamos manejarnos desde aquí —comentó a Ziu.

—Lo que yo no puedo terminar de creer es que solo quedemos tres en pie —Ossv se apartó de la ventana y observó a sus compañeros—. Todo lo ocurrido es…

—Increíble —terminó Reik—. Pero no por ello debemos tirar la toalla.

—¿Lo dices tú que has permitido que tu hija cargue con todo? —le echó en cara Ziu.

—Es la única forma de salir adelante. Painei será liberada, pero aún queda para que eso suceda —explicó Reik con tranquilidad—. A veces es necesario sacrificar lo que más queremos para hacer un bien mundial.

—Sacar a los ejemplares N1 y N6 de la corporación es lo más difícil que he hecho en mi vida —Ossv se sentó en su silla y sacó un puro que encendió a pesar de los temblores—. Solo espero que puedan sobrevivir, esta sede está destruida y abandonada.

—Reconstruiremos el imperio por tercera vez —Reik sonrió con templanza—. Confiad en mí.

—Confiamos en ti la última vez y mira —Ossv negó con la cabeza—. No puedes pretender salirte con la tuya toda la vida.

—Puedo y lo haré —aseguró Reik—. Dentro de unos meses FROZE se alzará de sus cenizas, y ningún gobierno nos arrebatará lo que es nuestro.

Ziu y Ossv se negaron a intervenir. Habían sufrido un duro golpe en las últimas semanas, no necesitaban más problemas. Si Reik afirmaba que todo estaba bien, entonces no había nada que temer. Si había alguien que pudiese recomponer la empresa, ese era Reik.

—Entonces hablemos de los ejemplares —pidió Ziu—. Cuéntanos qué haremos con ellos.

Reik sonrió y asintió. Sacó su portátil y lo encendió. El futuro de Sander y Nailung era lo que más le hacía regodearse en la felicidad. En cuanto tuviera en su poder el dinero suficiente para su proyecto, haría que aquel mundo le alabase como a un dios.

Como siempre tendría que haber sido.

* * * *

5 meses después

Freyka tuvo al bebé cuando estaba en el séptimo mes de embarazo. Allie y Ravn viajaron a Irlanda en el primer avión nada más enterarse que estaba de parto. Permanecieron en la sala de espera de quirófano mientras escuchaban los gritos de Freyka.

Justo antes de que el bebé naciera, uno de los médicos le cedió una bata a Ravn y éste entró, acompañando a la mujer y a Frank al nacimiento de su hijo.

Tras varias horas de espera, gritos y nervios el llanto de un bebé rasgó la noche. Allie, nerviosa, se levantó de golpe y se detuvo frente a las puertas de quirófano, deseando que todo saliera bien y el bebé naciera muy sano. Tenía las manos unidas sobre el pecho y los ojos cerrados. Los nervios no dejaban de revolverle las tripas.

Minutos después -que parecieron siglos- Ravn salió con una enorme sonrisa en los labios. Tenía la bata llena de sangre, pero eso no parecía importarle. Allie se lanzó a sus brazos y le abrazó con fuerza.

—Ha sido una niña —dijo él—. Una niña preciosa de dos kilos y medio.

—Oh, me alegro tantísimo. De verdad, es magnífico —Allie le besó con efusividad—. ¿Cómo está Freyka?

—Cansada. Ahora subirán al bebé a la planta de maternidad para que le hagan pruebas. Ha nacido antes de tiempo, pero no creen que tenga nada malo.

—Menos mal. Los nervios me estaban matando.

Le acarició el rubio cabello y su rostro, sonriendo, feliz y orgulloso. Ser padre era maravilloso, pero que Allie estuviera allí con él solo le hacía recordar lo mucho que deseaba tener un hijo con ella y sujetar su mano mientras le traía al mundo. Para él, no había nada mejor en el mundo.

—¿Quieres verla?

—Sí, me encantaría.

Minutos después rodeaban la cuna de cristal donde la niña se revolvía, envuelta en una sábana. Tenía algo de pelo muy oscuro, como el de Ravn, y unos bracitos pequeñitos que le provocaron un ramalazo de ternura a Allie. Tomó una de sus manitas y le acarició la carita.

—Es preciosa.

—Sí, lo es.

—Enhorabuena, eres un padre fabuloso —le acarició los labios con los dedos, sonriéndole.

—Espera a que sea más grande y tengamos la casa llena de muñecas y las paredes de pintadas.

—A mí eso me encantaría. Aunque a Freyka… —miró a la mujer—. Creo que no debería hacerme ilusiones.

—Esta niña es tanto suya como mía, y tú eres una parte de mí, la más importante, así que también es tuya —tomó su rostro entre las manos y la besó.

—No sé qué haría sin ti. Es imposible que puedas hacerme más feliz.

—En realidad sí —Ravn sonrió enigmáticamente y la arrastró hasta la cama de Freyka—. Hemos estado debatiendo estos meses acerca del nombre del bebé.

—¿Qué nombre habéis elegido? —preguntó, mirándolos a ambos.

Freyka y Ravn se sonrieron el uno al otro.

—Vanit —dijo entonces ella—. Queremos que se llame Vanit.

Los ojos azul zafiro de Allie se anegaron de lágrimas. Oír eso le estrujaba el corazón con fuerza de pura felicidad. En ningún momento habría imaginado que Vanit, su sombra, viviría en un ser tan hermoso. Era más de lo que merecía.

—Yo…

—No digas nada. Sabemos lo importante que es para ti. Le dije a Ravn que debería esperar a que tuvierais vuestro propio hijo, pero él…

—Le dije que te haría más ilusión esto que cualquier otra cosa —terminó—. ¿Me equivoco?

Sacudió la cabeza, aturdida y emocionada.

—Es precioso. No teníais que hacerlo.

—Es la forma de pediros disculpas por lo ocurrido —explicó Freyka—. Además, me parece un nombre precioso. ¿Sabías que significa «guerrera»? En parte —añadió, riéndose—. Le vendrá bien ser tan valiente como tú. A fin de cuentas, estabas dispuesta a morir por nosotras. Es lo menos que podía hacer.

—Gracias —murmuró con la voz quebrada—. La querré muchísimo.

—Sé que será así. Si tuviera que encomendársela a alguien para que la cuidase con su vida, sería a ti, Alyson.

Allie sollozó aún más fuerte. El pecho le ardía de felicidad. Después de todo lo malo, aquello era un bálsamo para heridas que iban cicatrizando lentamente. Aunque no las curase del todo.

* * * *

Una vez en el hotel donde se hospedaban, Allie le agradeció en privado a Ravn el ponerle su nombre a su hija. Era lo más bonito que habían hecho por ella en la vida.

—Creo que con esto será suficiente… por hoy —jadeó ella, dejándose caer a su lado en la cama, con el pelo enmarañado y las mejillas enrojecidas por su último orgasmo—. Me matas.

—Pues esto no es nada —Ravn la atrajo y besó su frente—. Quiero quedarme en esta cama para siempre.

—¿Con qué propósito? ¿Dejarme exhausta?

—Estaría bien —ronroneó sobre la piel de su cuello—. Nunca me canso de ti.

—Sé eso —rió—. Lo que no entiendo es de dónde sacas tanta resistencia.

—Yo tendría fuerzas hasta al borde de la muerte para hacerte el amor, Allie. No sé cómo dudas de ello.

Ella le besó. El sabor de Ravn era adictivo, así como la forma en que tenía de hacerle el amor, llevarla al límite y amarla al mismo tiempo.

—Pronto tendremos que volver a Stavanger —comentó ella—. ¿Crees que te sentirás bien?

—Podré ver a mi hija siempre que quiera. Y cuando tenga la edad suficiente como para entender qué ocurre a su alrededor, podremos tenerla algunas semanas. Estoy deseándolo.

—Yo también —confesó Allie, apoyándose sobre su pecho—. Es una niña tan bonita.

—Para mí no hay nadie más hermoso que tú —susurró Ravn cerca de su oído—. Por eso quería proponerte algo.

—¿Más sexo?

Rió suavemente, negando con la cabeza.

—Cierra los ojos un momento.

—Me das miedo cuando haces esas cosas.

—Hazlo y te prometo que no te arrepentirás.

Allie le hizo caso y cerró los ojos. Ravn sacó algo del interior de su chaqueta y, sentándose sobre la cama, lo colocó frente a ella y entonces susurró:

—Ábrelos.

Allie se quedó muda de asombro cuando vio relucir el diamante del anillo que sujetaba Ravn. Era pequeño, no demasiado ostentoso, pero sí elegante y moderno. El corazón le latía tan deprisa que temía desmayarse en ese momento.

—Cásate conmigo —le pidió él—. Por favor. Prometo que esta vez estaré toda la vida contigo.

—Ravn, yo… —contuvo el aliento cuando él deslizó el anillo sobre su dedo—. ¿Por qué querrías comprometerte conmigo de esa manera?

—Te amo, ¿no es esa razón suficiente?

Se giró y le besó, enredando los brazos sobre su cuello. Ravn gimió, pegándola a su cuerpo.

—Claro que es razón suficiente. Quiero casarme contigo, pero solo si me prometes que no te irás de putas la noche antes —bromeó.

—Juro que nunca más haría algo así. Para mí tú eres la única de mi mundo. La única que existirá jamás. Por eso quiero que te cases conmigo y que llenemos nuestra casa de niños. No hay nada que desee más que formemos una familia y nunca más nos sintamos solos.

—Eso es precioso. Y solo para que veas lo mucho que yo también lo deseo, podríamos empezar a llenar la casa de niños ahora mismo.

Mordisqueó su labio inferior, su barbilla, su cuello. Las manos de Ravn se deslizaron bajo las sábanas, buscando su cálido cuerpo. Allie jadeó cuando enterró una de sus manos entre sus muslos y la acarició con delicadeza, tumbándola sobre la cama.

—A mí me parece una idea magnífica. Niños y la receta para hacerlos —rió, acomodándose entre sus piernas—. Te amo.

Allie echó la cabeza hacia atrás cuando lo acogió de nuevo en su interior y comenzó a mecerse.

—Y yo, Ravn. Te amo con toda la fuerza de mi corazón.

Ravn sonrió, pensando que la forma en que le hacía sentir era lo mejor de ese mundo. Ya no tenía ninguna duda de que Allie le amaba y que él sentía exactamente lo mismo. Nunca más volverían a estar congelados.

Kado suspiró cuando Painei entró en la sala de visitas. Solo estaban ellos, y solo tenían diez minutos para hablar. La prisión era muy estricta, sobre todo desde que ella había sido acusada de máxima traición contra el gobierno y de diversos crímenes.

Estaba más delgada, más pálida y mucho más triste. Rehuía de mirarle, como si la culpabilidad la invadiera poco a poco y su cuerpo ya no resistiera. Tomó asiento frente a él y, como acostumbraba, no le miró.

—¿Cómo estás hoy?

—Bien.

—Kade te echa mucho de menos. Dice que necesita que vuelvas pronto de tu viaje de negocios —murmuró Kado—. Mor y yo intentamos distraerle, pero ninguno de los dos soporta esta vida si tú no estás con nosotros.

—Él estará bien. Llegará un momento en el que no se acuerde de mí.

—No permitiré que te olvide —gruñó, obligándole a mirarle—. ¿Me oyes? Tú eres más fuerte que esto.

—No, Kado. No lo soy —cortó el contacto entre los dos y se levantó de golpe—. Deja de venir a verme todas las semanas, deja de buscarme. Olvídate de mí.

—Jamás podré hacer eso —gritó, levantándose también—. Te necesito conmigo. Lograré sacarte de aquí, nunca más tendrás que temer a la oscuridad. Yo estaré contigo.

Painei, derrotada, dio media vuelta y llamó para que vinieran a buscarla. No soportaba la presencia de Kado en la misma habitación, le intoxicaba y le hacía daño.

—Escucha —Kado tiró de ella y la giró para enfrentarla—. Te quiero, y no dejaré de hacerlo jamás —la estampó contra la pared y la besó con toda la furia que sentía en ese momento—. Es tan fuerte el amor que siento por ti que me quema. Ardo cada vez que te miro. Y algún día tú sentirás lo mismo, ¿oyes eso? Lo harás, y me lo dirás con la misma furia que siento yo al darme cuenta que este amor me está matando.

En ese momento llegó uno de los guardias y los separó. Painei no respondió, pero antes de salir de la sala se detuvo y lo miró con los ojos vidriosos.

—Sé que será así, Kado. Hasta entonces, no dejes que esa llama se apague.

Kado sonrió, negando con la cabeza. Él jamás permitiría que el amor de Painei dejara de abrasarle el corazón y el cuerpo. Jamás.

Hollie A. Deschanel escribe desde los ocho años, y terminó su primera novela a los trece. Desde entonces ha escrito incontables relatos y más de una veintena de novelas, algunas de las cuales compartió gratuitamente en internet para darse a conocer, y lograr así captar a un pequeño público de lectores. Es una lectora voraz, y entre los autores que más admira se encuentra Richelle Mead, J. K. Rowling, Susan Elizabeth Philips, J. R. Ward, Charles Bukowski y Lewis Carroll, siendo gracias a éste último que decidió ser escritora. Cinéfila y fiel seguidora de las obras de Quentin Tarantino y Tim Burton. Fanática de Alicia en el país de las Maravillas, aparte de escribir también es diseñadora gráfica, y compone canciones. “Frozen” es su primera novela publicada, aunque trabaja en varios proyectos a la vez actualmente.  

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Epílogo

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