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Tercera parte. Julio » Capítulo 40:// Estrategia de salida

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Capítulo 40:// Estrategia de salida

El Rancho Cielo había requerido más de un siglo para evolucionar del hogar ancestral de una familia rica al retiro fortificado para ejecutivos y complejo búnker apocalíptico en que había acabado por convertirse. Sin embargo, el Comandante sabía que estas cosas no sucedían de un día para otro. Se acumulaban en estratos a lo largo de las décadas… y por eso tenían secretos.

Era conocer esos secretos lo que diferenciaba al Comandante de sus colegas. Hacía planes para lo peor, y rara vez quedaba decepcionado. Su costumbre de «pensar en negro» lo había mantenido con vida en más de una ocasión cuando todos a su alrededor habían perecido. Incluso ahora, mientras miraba a través de un periscopio de la época de los años sesenta las salas de almacenamiento vacías que había más allá de su escondite secreto, advirtió que, una vez más, la paranoia había prevalecido.

Habían pasado diez días desde que el daemon de Sobol había hundido en la bancarrota a los príncipes mercaderes del mundo. Diez días desde que miles de operativos de la red oscura habían asaltado el albergue supervivencialista de lujo que era el Rancho Cielo. Habían limpiado los almacenes y habitaciones, desmantelado los sistemas de armas, y saqueado las bóvedas. Habían revisado los planos y las bases de datos para encontrar todo lo que había que encontrar.

Pero no vieron el escondite de la Guerra Fría del Comandante en ellos. Se rumoreaba que la habitación era un lugar de encuentros amorosos de un banquero, construido como refugio nuclear durante la Guerra Fría, para enmascarar su verdadero propósito en los libros y amortiguar el sonido de la música. La entrada estaba oculta para mantener fuera a las visitas no deseadas.

Fuera cierta la historia o no, el lugar se parecía mucho al picadero de un banquero de mediados de siglo: largos sofás, bar, mesa de billar y mesas de cartas. También era húmedo, estaba cubierto de polvo y hacía un frío insoportable. Pero lo había mantenido con vida. Viviendo a base de comida enlatada sacada de la habitación de almacenaje de fuera antes de encerrarse aquí dentro, el Comandante comprobó una vez más a través del periscopio. Todo estaba tranquilo.

Se había dejado una leve barba en los últimos días y llevaba una sudadera con capucha y vaqueros conseguidos en la lavandería cercana. Abrió la pesada puerta y escuchó. No oyó nada.

Se subió la capucha y asomó la cabeza, mirando en ambas direcciones. La luz del día entraba por una puerta de incendios abierta en un rincón, agitándose al viento. La basura correteaba por el suelo con cada soplo de brisa.

Desorden. Buena señal.

Se echó al hombro su rifle Masada con teleobjetivo, luego cogió su mochila con provisiones enlatadas y agua en botellas de licor, y echó una cautelosa mirada más antes de salir del refugio. Se encaminó hacia la puerta de emergencia abierta y se asomó a la abertura.

Era un día nublado, pero maldijo entre dientes al ver lo que obviamente eran centinelas de la red oscura deambulando todavía por los pasillos cercanos a la casa principal. Uno de ellos llevaba la delatora armadura de un campeón del daemon. Todos portaban armas de la red oscura. Era imposible que pudiera salir de aquí sin ser visto. Y de noche tampoco sería mejor, ya que sabía que tendrían visión nocturna. De hecho, estaría en desventaja.

El Comandante conservó la calma. Buscó en su mochila y sacó un par de gafas HUD de calidad junto con un cable enrollado conectado a un aparato electrónico.

En los últimos días de la Operación Exorcista, el equipo de Laboratorios Weyburn había hecho importantes avances para decodificar la red oscura encriptada del daemon. Parte del mérito se debía, naturalmente, a la doctora Natalie Philips por su trabajo en el Edificio Veintinueve, donde había demostrado el concepto del robo de identidad en la red oscura. Pero para poder usar esta red, necesitaban poseerla. Habían decidido hacerlo… y el Comandante lo intentaría pronto de nuevo.

Sus investigadores habían superado la necesidad de mantener a un operativo de la red oscura vivo para engañarlos: había hecho algo mejor. Digitalizar los datos biométricos y crear una unidad que los introducía en los sensores estándar de las gafas HUD de la red oscura, junto con un sensor de pulsos. Todo lo que hacía falta para robar la identidad de un operativo de la red oscura con este sistema eran sus datos biométricos: huellas dactilares, escáner ocular, voz.

Y el Comandante se lo había dado al equipo del laboratorio.

Cuando conectó la unidad y se puso las gafas, se convirtió en Loki Stormbringer. De repente vio las imágenes HUD en primera persona, en vez de verlas en una pantalla de proyección, así como objetos de la red oscura moviéndose en un plano de realidad aumentada. Estaban por todas partes. Iba a ser un nuevo mundo muy interesante.

Salió con decisión por la puerta de la habitación de almacenaje, ignorando a los guardias, y luego siguió andando hacia los lejanos bungalows. Calculó que las casas estaban a unos tres kilómetros de distancia, más allá de los jardines descuidados y del césped sin cortar.

Le dio la espalda a los guardias y siguió caminando. A medida que pasaban los minutos y calculó que estaba ya a unos cientos de metros de la casa principal, sintió que la tensión se relajaba. Miró al cielo con sus nuevas gafas.

Vio los globos de texto de los drones de vigilancia allá arriba, a cientos de metros de altura. Pero él era ahora uno de ellos. Un miembro de la red oscura. También tenía cuatrocientos mil euros en la Bolsa. Le harían falta, ya que el daemon de Sobol había vaciado todas sus cuentas. Si no hubiera sido avaricioso… Pero aún tenía algunas cajas de depósitos seguros en Zúrich y Dubai.

Y ahora podía robar todas las identidades de la red oscura que necesitara. De repente advirtió la puntuación de reputación de Loki. Parecía, sorprendentemente, que tenía media estrella sobre cinco. ¿Y qué era eso? Parecía que Loki ahora solamente era un Hechicero de décimo nivel.

¿Qué demonios?

No importaba. Esta identidad era temporal. El cielo era en estos momentos el límite. Casi había llegado a los bungalows, por lo que podía dirigirse a pie hacia la central de energía o intentar obtener un vehículo legítimamente en la red oscura.

Se arriesgó a mirar hacia atrás, pero ya no había nadie a la vista. Estaba a un par de kilómetros de la casa principal.

Siguió andando y se rió para sí. Cuando saliera de este lugar, conocía a algunos hackers que harían muy buen uso de esta tecnología de robo de identidad en la red oscura. Muy buen uso.

Discúlpeme, Comandante.

A sólo unos pocos palmos de distancia, cosa imposible, se alzaba la imagen espectral de un oficial nazi con gabardina negra hasta los pies, monóculo y boquilla. Parecía real, pero era un fantasma. El Comandante se sorprendió tanto que apuntó con su arma a la cabeza del espectro.

Sabía quién era.

Me parreció reconocerrle. —La aparición se palpó la mejilla bajo el ojo—. Por sus ojos. Me doy cuenta de esas cosas. —Dio una profunda calada a su cigarrillo—. Me llamo Heinrich Boerner.

Mientras tanto, a su alrededor, el Comandante oyó un gemido que se elevaba, como el de unos motores eléctricos. Se volvió y vio una fila de pecaríes que se acercaban a través de la hierba. ¿Por qué no los había oído?

—¡Mierda! —Se dio media vuelta para echar a correr y vio otra fila de pecaríes que se acercaban desde los bungalows, como leones avanzando entre la alta hierba. Había al menos una docena acercándose desde todas direcciones. Abrió fuego con el Masada. Las balas rebotaron inofensivas en las capotas, y las máquinas desplegaron sus cuchillas mientras avanzaban utilizando energía eléctrica.

Pronto el rifle del Comandante se quedó sin munición. Y allí, junto a él, seguía Boerner, fumando tranquilamente.

Éste empezó a quitarse su pesada gabardina de cuero.

Sus armas son completamente inútiles, Comandante. Esto es un hecho imparable. Resistirse sólo prolongará lo inevitable.

Ahora los pecaríes ya rodeaban al Comandante, atrapándolo en un círculo de cuchillas.

El pecarí más cercano a Boerner alzó una espada, y Boerner colgó de ella su chaqueta de cuero. Se subió las mangas de la camisa y le sonrió al Comandante.

Me gusta tanto mi trabajo

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